23.- Es Nuestro Hogar (1/2)
Al pasar la hora, partimos en la misma nave que Prípori y los demás usaron para huir. No estábamos en condiciones óptimas, pero habíamos comido y descansado algo, lo suficiente para pelear una vez más. Aun así, íbamos atentos; si nos llegábamos a topar con Kristina Vigilia, necesitaríamos escapar hacia los bosques para perder a nuestros perseguidores y luego retirarnos de vuelta a Gerodeg para esperar a la noche. Además de eso estábamos preparados para saltar a pelear si nos encontrábamos con alguna nave exploradora de la policía, pues estos arruinarían el elemento sorpresa, que en ese momento era una de las pocas ventajas que teníamos. Por esta misma razón, volamos a baja altura durante casi todo el viaje.
Para nuestra fortuna, no nos pillamos a nadie por un buen rato. Luego, antes de ver la casa por el horizonte, ocultamos la nave en un claro del bosque, en una de las zonas donde solíamos entrenar.
Íbamos Prípori, Marisa, Aversa, Silvina y yo. Aconte y Otoor se quedaron en el pueblo para defenderlo por si ocurría algo mientras los demás no estábamos. Aun así, dados nuestros números comparados con los de la policía, cualquier plan tenía un alto riesgo.
Al bajarnos de la nave, Prípori nos recordó el plan, solo por si acaso.
—No tenemos comunicadores, así que tendremos que asumir que los demás llevan a cabo su parte del plan sin problemas. Recuerden que lo más importante es que si ven a Vigilia en algún momento, deben activar la alarma y huir inmediatamente.
Íbamos separados en dos grupos. Uno de los pocos implementos que nos dieron en Gerodeg fueron unas bocinas que podríamos hacer sonar si apretábamos un botón. Extrañaba nuestros trajes cibernéticos, pero al menos teníamos esa herramienta.
Silvina y Prípori formaban un equipo, mientras que a mí me asignaron con las hermanas. De esta manera, cada grupo tenía la capacidad de bloquear rayos láser.
—Aversa, Marisa y Arturo entrarán por el lado noroeste. Silvi y yo atacaremos la entrada por el sur. Neutralizaremos a todos los policías y personas extrañas que veamos, pero lanzaremos la alarma y huiremos en cuanto veamos a Vigilia ¿Entendido?
—¡Sí!— contestamos todos.
—Vamos.
Partimos una marcha lo más callada posible hacia la casona. Nos detuvimos en el límite del bosque junto a esta y examinamos la zona; notamos a un par de policías postrados junto a la puerta de entrada, pero no mucho más. Advertí que el camino desde el puente hacia la casa había cambiado ligeramente tras ser pisoteado por tantos guardias. No se me escapó una gran roca con manchas de barro y sangre seca por debajo, la misma que Silvina había usado para aplastar a unos cuantos de ellos. Era tan grande como una camioneta; hecha de un montón de tierra comprimida.
—Sincronicemos la hora— mandó Prípori en un susurro— atacaremos dentro de cinco minutos, desde que dé la partida.
De inmediato, activó la función en su prholo.
—Scire ¿Me avisas?— le pedí.
—¡Claro!
Marisa me dio un empujoncito de broma.
—Tú y tu asistente artificial ultra avanzada— alegó.
Procuré mantenerme callado.
—Desde ahora... ya— clamó Prípori— vayan a su posición. Procuren mantenerse juntos y protegerse los unos a los otros.
—¡Claro, maestra! ¿Por quién nos tomas?— Marisa me revolvió el pelo en un gesto amistoso— Nunca dejaríamos al pequeño Arturito detrás.
—Bien dicho.
La misma me dio unas palmaditas para apremiarme. De inmediato me desplacé por arbustos en donde nos escondíamos para dirigirnos al punto de espera. Tuvimos que hacer un rodeo más grande de lo que esperaba en un principio para evitar toda posible mirada de los policías, pues no conocíamos sus números ni posiciones, y si al menos uno de ellos nos avistaba, todo el plan se iría abajo. Afortunadamente, Scire podía buscar aparatos electrónicos como cámaras o sensores de movimiento que pudieran haber instalado, dentro de cierto radio. Sin embargo, era difícil que en ese corto tiempo hubieran instalado un sistema de vigilancia.
Avanzamos agachados entre las plantas, moviéndonos rápido detrás de árboles y arrastrándonos detrás de lomas, siempre atentos, siempre mirando en todas direcciones. La sola posibilidad de que alguien pudiera detectarme en cualquier momento me tenía más tenso de lo que me tendría la pelea sorpresa que podría haber llegado a suceder. Con cinco minutos apenas alcanzamos a llegar a la zona noroeste junto a la casona. En ese lugar no había mucho, solo pasto alto, bien alto, junto a un estrecho camino, lo suficientemente ancho para una sola persona. Luego se encontraba la pared. Casi nunca pasábamos por ese lugar. Tampoco había muchas ventanas que miraran a aquel lado, solo las necesarias para ventilar una bodega y el huerto.
—Ya han pasado 5 minutos— me informó Scire.
—Bien. Lo logramos— les espeté a las hermanas.
—El ataque ya ha comenzado— anunció Aversa— ¡Vamos!
Desde donde nos encontrábamos solo había un policía mirando hacia otro lado, aburrido. Bostezaba con mucha frecuencia, seguramente por la falta de sueño. No había nadie cerca, así que primero doblé el cañón de su rifle y, antes de que se diera cuenta de qué ocurría, le agarré las piernas para arrastrarlo al pasto alto y lo enterré hasta el cuello. Intentó gritar, pero le tapé la boca con una mordaza de tierra. Aun así, sus nasales quedaron libres para hacer ruido.
Miré a mis compañeras, estas se encogieron de hombros a la vez. Me encantaba cuando hacían gestos al mismo tiempo, no era muy común, pero ese no era el momento de relajarse.
—¡Vamos! ¡Los demás escucharán!— exclamé en voz baja.
Nos acercamos a la ventana más cercana, entramos al jardín, desde ahí escuchamos ruidos al otro lado. Había dos sujetos justo frente a nosotros, en el patio. Podrían habernos visto si se hubieran girado un poco, pero estaban distraídos por los ruidos. De inmediato me apresuré hacia ellos y, antes de que pudieran darse la vuelta, los enterré como su amigo.
Nos dirigimos al patio para ir al edificio principal. Escuchamos disparos durante la carrera. De pronto, al pasar junto a una habitación exterior, un disparo hacia el cielo nos obligó a agacharnos y cubrirnos. Desde el umbral surgió un policía, listo para disparar otra vez. Me apuntó a mí, pero de repente soltó su arma con una exclamación y se agitó la mano. Comprendí que se había quemado; las chicas habían calentado su arma. Aproveché para enterrarlo mientras estaba vulnerable. Luego regresé mi vista con las chicas y Marisa me guiñó un ojo.
—¡Vamos!— apremió, mientras me tomaba de la mano y me tiraba hacia el final del pasillo. Aversa nos siguió de cerca.
Continuamos junto a una puerta que conducía al edificio central. Escuchamos más disparos y movimientos de masa, me pregunté si las demás estarían bien.
Nos deshicimos de dos policías más en el camino; pasamos por la sala de reuniones y la biblioteca. No hallamos más allí. Sin embargo, mientras nos devolvíamos a la sala de estar, un grito nos llamó la atención, pero esa voz no pertenecía a Prípori ni a Silvina, sino que a otra volir.
—¡Jrotta!— exclamé, asustado.
Me apresuré hacia la sala de estar, donde me topé con una pico de plumas color dorado brillante, sujetando a Jrotta con una garra. La tenía del cuello contra la pared, los huesos de Kutor, su sirviente muerto, regados por doquier. Al acercarme yo, la pico se giró a verme y la reconocí de inmediato: la Directora General de la policía de Luscus, Kristina Vigilia.
—¡¿Qué...— fue todo lo que conseguí decir.
—¡Jrotta!— exclamó Marisa, detrás de mí.
—Ah, ustedes son sus compañeros. Los polímatas ¿Verdad?
Me impulsé hacia ella, pero Vigilia me arrojó a Jrotta como si fuera una muñeca de trapo. Entonces una potente corriente de aire nos impulsó hacia adelante a gran velocidad. Advertí que íbamos a chocar contra la pared de concreto, por lo que aumenté su volumen lo más rápido que pude, disminuyendo su densidad en el proceso. De esa manera, nuestros cuerpos se impactaron con una superficie suave, similar a la masa de una galleta, y la atravesamos hacia afuera, al patio del frente. Jrotta y yo rodamos por el suelo.
Intenté incorporarme, pero al levantar la mirada, me encontré con el cañón de una pistola apuntándome. Vigilia se encontraba del otro lado, tranquila, soberbia. Su mente de maga era fuerte, grande, llena de energía; tan imponente como un depredador a punto de eliminar a su presa. Intenté doblar el cañón de su pistola, pero mis extensiones solo resbalaron.
—No tengo registros de una nigromante dentro de los polímatas, pero no me extraña que recurran a la más repugnante de las áreas mágicas. Tú eres un mago de sólidos ¿No? ¿Ya te diste cuenta que esta pistola está recubierta de antimagita? Bueno, no es que importe ya.
Apuntó a Jrotta, pero antes de que pudiera disparar, le mandé una estaca desde el suelo a la muñeca, que ella esquivó rápidamente. Terminó disparando al cielo. Luego probé sujetándole las piernas con garras de tierra.
—¡Por favor!— exclamó.
Desde sus tobillos surgió un haz de luz, el cual la envolvió y cortó la roca como si se tratara de humo. Nunca pensé que pudiera usar la luz de esa manera, pero por algo era la jefa de la policía de Luscus.
Entonces se inclinó sobre mí y me apretó el cañón en la frente como si quisiera insertármelo hasta el cerebro.
—¡Muere, maldito criminal!— exclamó.
En ese momento, el suelo bajo Jrotta y yo se levantó y se corrió hacia atrás, al mismo tiempo que surgía una pared entre la pico y nosotros. A la vez, Prípori, Silvina, Marisa y Aversa se acercaron desde la casa y rodearon a Vigilia. Jrotta y yo nos incorporamos y nos preparamos para luchar también.
—¿Más polímatas?— bramó Vigilia, y nos contó a todos con una garra— según mis registros, las únicas magas en su grupo que pueden usar sólidos son una fufo y Vicio, además de ese nuevo integrante: Ignorante, creo que se llamaba— entonces se giró a mí— tú debes ser ese Ignorante ¿Verdad? ¿Entonces quién es la chica que erigió esta barrera del piso? Ninguna de las magas aquí tiene el nivel de Vicio.
—Estás rodeada, Vigilia— le espetó Prípori— lo mejor para ti y tus tropas será que te retires pacíficamente.
Vigilia se giró a Prípori, inquisitiva.
—Estoy de acuerdo, señora. Nos retiraremos, pero solo si ustedes vienen con nosotros para interrogación. Sabemos que hay peligrosos terroristas entre ustedes que amenazan la noble nación de Luscus. Cooperen. Es una orden.
—¡La policía de Luscus no tiene alcance en otros mundos!— bramó Silvina.
—La policía de Luscus tiene derecho de asegurar la paz de magos irresponsables y malvados, sea donde sea que se encuentren. Les daré tres segundos para que se rindan, comenzando por tres... dos...
Silvina sacó garras de tierra que sujetaron los tobillos de Vigilia, pero antes de que pudiera arrastrarla hacia abajo, la policía desplegó sus alas y tomó vuelo con una ráfaga de viento tan poderosa que rompió la roca.
—¡Ilusos! ¡No habrá misericordia para aquellos que se oponen a la policía!— vociferó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro