16.- No Precisamente lo que uno Esperaba (2/2)
Al girarme, advertí a un noni a punto de embestirme. Me puse de pie al mismo tiempo que levanté una pared entre ambos, pero el noni la demolió como si se tratara de una fina capa de nieve, me agarró a la carrera y continuó a toda velocidad mientras me arrastraba por el suelo. Intenté zafarme, pero era demasiado fuerte. Si lo dejaba arrastrarme como quería, rompería mi traje y me rajaría la espalda, así que me hundí en el suelo y lo arrastré conmigo. Sin embargo, este se plantó en el piso con ambos pies, me asió con fuerza y me arrojó hacia un lado para desorientarme.
—Ese tiene que ser Grástakar.
Alrededor escuchaba disparos, el siseo de nubes de humo, el suelo y las paredes siendo desgarrados, exclamaciones y gritos de dolor, pero no pude hacer sentido de todo, porque en eso alguien tomó control de mi traje. Entonces miré al noni, este parecía esforzarse, concentrado en mí. Incluso hacía un gesto con las manos como si me estuviera sujetando. Estaba usando su magia de sólidos. Recordé que también era un mago de atributos, o sea que podía aumentar su fuerza según su potencia mágica. Un noni capaz de ello era una idea horrorosa. Aun así, creo que mi potencia mágica lo superaba, porque de inmediato tomé control de mi propio traje y comencé a zafarme del suyo. Entonces él me arrojó hacia una de las puertas, que abrió para dejarme pasar. Apenas la atravesé, la puerta se cerró y vi cañones apuntándome a la cara.
—¡No te muevas!— exclamó uno de los policías.
—¡Lo tenían todo planeado!
De inmediato doblé sus cañones y los arrojé al cielo con fuerza, sujeté sus pies y los tiré para botarlos al piso.
Sin embargo, apenas me hube incorporado, advertí una garra de metal que se dirigía a mí. Tuve que echarme al piso para esquivarla. La garra pasó de largo.
Atento, miré al frente y advertí a una volir de pelo corto con dos mechones largos y rubios que le caían junto a la cara, y gruesos lentes que oscurecían sus ojos: Izerta. Tenía un uniforme similar al de Vigilia y a Grástakar, con un pañuelo en la hombrera que la distinguía de los policías comunes. Le faltaba un brazo, donde antes había reposado su garra de metal. Esta no estaba conectada a su cuerpo por nada, además de magia.
—¡No pasarás de mí!— bramó con una voz chillona.
Estiró su hombro sin brazo hacia mí. De inmediato recordé que la garra que me había arrojado seguía detrás de mí y pensé que la iba a controlar desde la distancia para apuñalarme por la espalda. Rápidamente formé una pared por detrás para protegerme. Sin embargo, la garra rodeó la pared que yo había formado y me sujetó un hombro. A continuación, mi traje se volvió loco y chilló con todas las alarmas posibles. Los sistemas se encendieron y se apagaron solos, como si estuvieran poseídos.
—¡Arturo, es una descarga eléctrica!— me dijo Scire.
Le arrojé un pilar de roca al estómago cuanto antes. La volir saltó por el golpe, su garra me soltó, yo aproveché para tomar control de ella y arrojarla lejos. La policía, adolorida, se alejó al otro lado de la habitación y retrajo su garra hacia ella.
—Scire ¿Cómo está el traje?— le pregunté.
—No resistirá otra descarga como esa.
Debía irme con cuidado. Estábamos rodeados de enemigos por todos lados, ninguno de nosotros tenía el lujo de volverse una carga. La policía se preparó para atacar.
—¡El campo electromagnético de su garra está aumentando de intensidad!— me advirtió Scire.
No podía percibirlo, pero seguramente estaba modificando las cargas eléctricas de la sala para generar un rayo. No podía darle la espalda para huir; necesitaba atacar primero y dejarla fuera de combate. Rápidamente apreté un puño y le mandé otro pilar de roca desde el suelo. Solo que, para mi sorpresa, la policía saltó hacia atrás al momento justo y desapareció por la puerta que tenía a la espalda. Yo la seguí a toda prisa, incluso derrumbé la puerta y la mandé como un proyectil por la sala siguiente. Luego me asomé; la sala era una especie de estacionamiento con vehículos de transporte especiales para instrumentos de laboratorio. Izerta desapareció de vista. En su lugar, surgieron varios policías escondidos detrás de los vehículos y los gruesos pilares, me apuntaron con sus rifles y comenzaron a disparar. Yo erigí tres capas de muralla en ese momento para protegerme de los láseres, que rápidamente levanté en el aire y se las mandé como proyectiles. Noqueé a varios policías, mientras que a los demás los hundí dentro de la tierra hasta el cuello. Estaba por desbaratar sus armas, cuando de pronto, una llama intensa por un costado me obligó a hacerme a un lado. La intensidad de la batalla me había impedido percibir a dos magas más; la primera se trataba de aquella que me arremetió con las llamas, mientras que la otra se hallaba detrás de mí. Sin pensar, erigí otra pared de roca a mi espalda. Casi al instante, cuatro lanzas de ácido atravesaron la roca a mi alrededor en distintos puntos y horadaron el suelo, quemando todo a su paso. Me disparé alarmado hacia el otro lado de la habitación, me cubrí detrás de uno de los vehículos y me asomé a mirar a las dos magas que me habían atacado.
Una era humana, de largo pelo rojo suelto y con un mechón tapándole media cara. Llevaba estanques de gas en su cintura y espalda, como un lanzallamas sin un cañón. La reconocí de inmediato; era Freslinu.
La otra era una babua, rellenita como es normal en su especie y de tonos azulados. Bruboshna, según me había dicho Prípori. La cubría una capa de baba gruesa, espesa, pegajosa y transparente, aunque aquella mujer iba vestida con un traje especial para no dejar baba en todos lados. No tenía pelo, pero sí tenía una gruesa cola que le nacía desde la nuca, similar a un tentáculo, suficientemente fuerte como para sujetar una pierna y romperla, pero al mismo tiempo tan diestra como para escribir con un lápiz. Su traje tenía tanques de líquido con un símbolo de "Cuidado: Sustancias Ácidas". Ambas llevaban el traje distintivo con el pañuelo en la hombrera.
Freslinu parecía encantada de estar ahí, mientras que la babua miraba el suelo con tristeza, como una niña a la que recién habían molestado todos sus compañeros en el colegio.
—¡No escaparás de nosotras!— exclamó Freslinu.
Tras decir esto, dejó escapar un chorro de gas desde sus tanques. Luego abofeteó el aire de reverso. Desde su mano salieron chispas, y con estas, la nube de gas se encendió. El gas inflamado embistió en mi dirección general y a punto estuvo de incinerarme. Para mi suerte, yo también podía controlar los gases; tomé la nube visible de fuego para retorcerla y desviarla a mi alrededor, lo más lejos posible para que el calor no me abrasara ahí mismo. Sin embargo, en eso noté que Bruboshna extraía ácido desde sus tanques para generar tridentes sobre su cabeza.
—¡Muere ya, criminal!— bramó con una voz temblorosa.
Me preparé a atajarlas en el aire para desviarlas, pero Bruboshna las arrojó a tal velocidad que, para cuando llegaron a mi área de alcance, no tuve el tiempo suficiente para hacer nada. Solo atiné a controlar el suelo bajo mis pies para impulsarme a un lado y esquivarlas por los pelos. Entonces tomé control de la última y la detuve en el aire detrás de mí. Al mismo tiempo, me fijé en que Freslinu preparaba otra nube inflamable. Le arrojé la lanza ácida al mismo tiempo que ella encendía la nube de fuego. La lanza atravesó el aire y le dio en una pierna. Ella gritó. Al mismo tiempo, Bruboshna preparó otra lanza. Yo me adelanté y le removí el suelo bajo sus pies para hacerla caer y desconcentrarla.
—¡Bien!— pensé.
Me preparé para dejarlas fuera de combate a ambas y quitarles sus tanques respectivos, pero en ese momento, la pared detrás de mí se derrumbó con un estruendo. Tuve que cubrirme con los brazos y con una pared improvisada. Al asomarme, advertí a un sujeto que ya había visto antes: un sirivi, el mismo que andaba con Freslinu, Izerta y Vigilia aquel día de la protesta; Pretteo. Así como los demás magos a los que me había enfrentado, él también llevaba un pañuelo en la hombrera, distinguiéndolo como un agente mago de la policía.
Me miró con desdén.
—¿Todavía no lo han capturado?— alegó.
Alzó ambas manos. Noté el piso y los escombros resonando, temblando. No tenía mucha experiencia con magos de sonidos, pero supuse que intentaría formar otra onda de choque, una que me aturdiera.
—¡Quemaste mi pierna, desgraciado!— rugió Freslinu de repente, preparándose para mandarme una nube incandescente.
—¡Solo quiero que esto se termine!— alegó la chica babua, lista para arremeter con tres lanzas más.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, otra puerta al costado de la sala se desplomó sobre el suelo. De esta surgió Grástakar, el noni mago de sólidos, que llevaba en un brazo a Izerta, la volir maga de electricidad. Detrás de estos surgieron Negligencia y Vanidad, barriendo todo a su paso con una roca enorme que impulsaban con la magia de Negligencia y el poder del viento de Vanidad. La roca, del tamaño de una camioneta grandota, se estrelló contra los vehículos ahí estacionados, mientras que los policías magos consiguieron esquivarla apenas saltando hacia un costado. Entonces mis compañeros me vieron y atacaron sin pensarlo dos veces a los enemigos que me rodeaban. Los policías arremetieron por su cuenta, yo enterré a Freslinu y Bruboshna, y le mandé un pilar de roca a Pretteo en el estómago. Este lo esquivó y tomó aire. Tarde me di cuenta que pretendía atacar mis tímpanos con un grito ensordecedor. No sería capaz de esquivar algo así. Para mi fortuna, en ese instante un globo de aire comprimido se introdujo en su boca y lo hizo tragar, impidiéndole abrir la boca por valiosos segundos. Antes de que se recuperara, lo enterré junto a sus compañeras y me aseguré de taparle la boca, pero dejarle espacio para la nariz. Me tomó dos segundos más de lo que habría querido, pero era importante para Prípori.
En ese momento Negligencia y Vanidad me alcanzaron. Vanidad me sujetó del brazo.
—¡Vamos! ¡Rápido!— exclamó.
Miré un momento hacia atrás; entre ambos habían enterrado a Grástakar e Izerta, pero el noni, siendo un mago de sólidos, se zafó sin problemas y comenzó a ayudar a sus compañeros. Tan solo habíamos ganado unos segundos.
Los tres regresamos rápidamente sobre mis pasos; mandamos a volar a una docena de policías normales en la sala en que me había enfrentado a Izerta, luego continuamos hacia la sala grande en donde había comenzado la emboscada. Ahí Vicio, Intolerancia e Indiferencia luchaban contra todo un batallón de policías. Vigilia y Vicio se arrojaban rayos láser y golpes de aire, al mismo tiempo que contrarrestaban los hechizos de la otra. Vicio era claramente más capaz, pero tenía que dividir su atención en mantener a Vigilia a raya y proteger a las gemelas de los disparos de la policía, dado que ellas no contaban con magia que pudiera bloquear o desviar los rayos láser. Intolerancia e Indiferencia, por su parte, trabajaban juntas; Intolerancia absorbía el calor de un área hasta que los policías se paralizaban del frío, mientras que Indiferencia saltaba de un lado a otro alrededor de su hermana, cortando los rifles con llamas que salían de sus manos, tan concentradas que parecían dagas al rojo vivo.
—¡Tenemos que ayudarlas!— exclamó Negligencia.
Nos apresuramos hacia las chicas. Vanidad barrió con los policías alrededor de las gemelas con una ráfaga tremenda de viento, que no les tocó ni un pelo a ellas. Al mismo tiempo, Negligencia y yo les quitamos las armas a todos los que estaban más cerca. Nos reunimos y formamos un círculo. Pronto aparecieron los agentes magos desde la puerta que habíamos cruzado. Grástakar se arrojó sobre nosotros mientras los demás nos rodeaban para atacarnos por los costados. Yo aproveché que el noni saltó al arremeter para echarlo a un lado con un golpe de viento. En eso, un montón de policías detrás nos dispararon. Yo no alcancé a reaccionar, pero Negligencia me cubrió con una pared de roca. Quise agradecerle, pero tuve que alejar una nube de fuego que Freslinu nos lanzó por un costado. Seguidamente tomé control de la garra metálica que Izerta me arrojó, la detuve en el aire a medio camino y la arrojé a tierra antes de que pudiera electrocutarme.
—¡No vamos a sobrevivir así!— exclamó Negligencia— ¡Vicio!
—¡Lo sé!— bramó esta.
De súbito, un estruendo nos remeció de pies a cabeza. Me distraje un instante, inmediatamente volví mi atención a mis enemigos, pero entonces advertí que los rayos láser se desviaban hacia arriba. Al mirar, advertí que algo raro le ocurría a Vicio: su traje entero fue envuelto en una especie de nube de tonos azules, con puntos brillantes como si fuera el espacio exterior. Los rayos láser eran atraídos hacia una bola de luz sobre su cabeza, la cual irradiaba cada vez con mayor potencia.
—¡No te lo permitiré!— vociferó Vigilia.
Se apresuró hacia Vicio para mandarle un cañonazo de aire que habría derribado un edificio, pero solo consiguió despejar la nube azulada. Vicio permaneció en su lugar, pero distinta; en vez de su traje cibernético, ahora su cuerpo estaba oscuro como la noche. Dentro de este había pequeños puntos de luz como las estrellas a lo lejos, pero no estaban fijas en su piel, sino que se encontraban distantes, detrás de ella, como si Vicio se hubiese transformado en un lente por el cual podíamos ver el espacio infinito sin filtros que nos bloquearan. Su cuerpo, antes sólido, ahora se deformaba por momentos, como si estuviera a punto de convertirse en un gas.
Vicio miró a Vigilia con ojos iluminados. Con un simple gesto de la mano, la arrojó a estrellarse contra la pared contraria.
—¡¿Qué es eso?!— escuché entre nuestros enemigos.
Vicio no perdió el tiempo; de pronto hizo otro gesto con la mano, con el cual todos los otros policías fueron arrojados a los extremos de la sala. Finalmente levantó una mano para insertarla en la bola de luz. Al instante, esta reaccionó y disparó un potente rayo láser hacia arriba. El láser aumentó de diámetro hasta alcanzar unos cinco metros. Para cuando terminó, había formado un hoyo que llevaba directamente hacia el exterior.
—¡Que no escapen!— escuché a Vigilia.
Vicio nos tomó y nos asió hacia ella como muñecas de trapo, pero no lo suficientemente rápido; de pronto, Freslinu intentó atraerme al suelo con un pequeño tornado. Quise contrarrestarla, pero eso le dio tiempo suficiente a Grástakar para saltar, agarrarme en el aire y llevarme con él hasta el suelo.
—¡Arturo!— exclamaron mis amigos.
No tenía la fuerza suficiente para zafarme del noni, pero tenía mayor potencia mágica; rápidamente erigí un pilar justo entre nosotros que lo obligó a soltarme. De inmediato salté y me elevé para acercarme a mi equipo, pero en ese momento un par de garras se cernieron sobre mí.
—No irás a ningún lado— gruñó la misma Vigilia sobre mí.
Me paralicé del miedo, pues había visto la manera en que combatía y sabía perfectamente que yo no estaba a su altura. Me giré hacia ella. Vigilia parecía preocupada en sujetarme la rodilla, como si pensara que la fuera a patear. Luego se giró hacia mí y me miró con una cara de odio puro.
—Te tengo, crimin...
Antes de que pudiera terminar, ambos nos elevamos a gran velocidad. Entonces la mano del espacio infinito de Vicio sujetó la cabeza de Vigilia.
—Vete— rezongó el eco del espacio vacío.
Dicho y hecho, Vigilia fue impulsada hacia abajo, como si de repente estuviese magnetizada al suelo, mientras que yo permanecí al lado de mi maestra.
Sin decirnos nada, Vicio nos llevó a todos con ella, a una velocidad vertiginosa por el cielo nocturno.
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