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1.- Los Vicios de la Sociedad (2/2)


Activamos los temporizadores de los trajes. Mi pantalla mostró un 90:00, que comenzó a bajar de inmediato con cada segundo.

—A volar— se despidió de los demás.

Vicio, Negligencia y yo partimos hacia la mina, mientras que Indiferencia, Intolerancia y Vanidad se dirigieron a la planta; un edificio grandote que podía verse desde donde estábamos. Nos separamos de esa forma porque Prípori, Otoor y yo éramos los únicos con control sobre sólidos, mientras que Marisa y Aversa tenían control sobre el calor, y Aconte sobre los gases.

Vicio voló al frente, como siempre hacía. De amplias brazadas arrasó con la maquinaria cercana a nuestro camino, como un titán aplastándolo todo a su paso, mientras que Negli y yo apenas conseguíamos derribar una valla o un poste solitario. Me sentía un poco de sobra, pero sabía que Vicio no esperaba que yo diera todo de mí, así que procuré mantenerme atento y seguirle el ritmo, dentro de lo posible. En pocos minutos acabamos con la maquinaria en la superficie y abajo en el hoyo que formaba la entrada a los túneles. Sin perder tiempo, entramos rápidamente a estos y nos perdimos en la oscuridad.

Desde ahí nos separamos y nos dirigimos al fondo. Nuestros radares no indicaban señales de vida del tamaño de una persona de nivel 9, pero de todas formas revisé en persona mientras pasaba. Mientras tanto, fui destruyendo equipos menores de la empresa, como puestos de control y vehículos menores, nada que causara un colapso.

Mi traje podía escanear grandes áreas; Prípori me había explicado que originalmente los habían diseñado para equipos de rescates en situaciones extremas, por eso estaban tan bien equipados. La pantalla me mostraba un mapa en tres dimensiones de todos los túneles internos, mi ubicación en ella, la ubicación de Vicio y Negligencia, incluso la dirección a la que cada uno apuntaba.

—¿Scire?— la llamé— ¿Cómo vas con los datos de la empresa minera? ¿Te puedes conectar a sus servidores desde aquí?

—Alcancé a hacerlo cuando pasamos junto a las oficinas en terreno— indicó esta.

Scire era mi asistente electrónico: se trataba de una inteligencia artificial muy avanzada, de una civilización antigua. La encontré en un laboratorio abandonado de hacía siglos, luego de que un puzle abrió un puente que me llevó allá... suena raro cuando lo planteo de esa manera, pero es a grandes rasgos lo que ocurrió.

—¿Encontraste las conexiones que sospechaba Vicio?— continué.

—Eso y bastante más. El encargado de la mina y el gerente general de la empresa madre tienen comunicación una vez al año con uno de los principales subordinados de la familia Vigilia.

—¡¿Vigilia?!

—¿Te acuerdas de quiénes son?

—Sí, al menos de ellos.

Los Vigilia eran una de las familias más influyentes y poderosas de Luscus entero y todos los mundos por debajo de estos. Se codeaban con los Qabera, gente con la que me había visto involucrado hacía pocas semanas, dentro del Directorio de Magos, el organismo de gobierno de Luscus.

—Entonces hay relación entre los Vigilia y esta mina— concluí— pero necesitaremos más información para revelarla al público.

—No, Arturo, es más que eso. Esta comunicación no es un diálogo, sino instrucciones. Es prueba suficiente de que los Vigilia son responsables de las condiciones subestándar de esta mina.

—Ah, eso cambia las cosas ¿Puedes enviárselo a Vicio?

—Se me hará más fácil cuando volvamos a la superficie.

—Bien, hazlo entonces.

Lo demás no fue difícil para nada; pronto llegué hasta el final del túnel, por lo que volví sobre mis pasos y me dediqué a romper las máquinas que había ignorado en mi camino, así como las estructuras más grandes. Incluso derrumbé partes de los túneles para estropear el trabajo en esa mina, así hasta que volvimos a la superficie. En total me pareció que apenas me tomé 20 minutos, pero apenas conseguimos llegar dos minutos antes de pasar la marca de los 90 que habíamos establecido. El mapa que me mostraba mi traje me indicaba que Vicio ya había subido y se encontraba de pie en el medio del hoyo, junto con los que habían ido a la refinería. Negligencia estaba a punto de aparecer desde su túnel. Al parecer todo había salido bien.

Lo malo es que, por el borde de la mina, arriba, nos rodeaban unas cuatro naves y un puñado de policías, todos con el uniforme y colores de la policía local.

No son personas acostumbradas a tratar con polímatas— pensé.

Me aproximé a Vicio y los demás. Negligencia llegó detrás de mí.

—Ya estamos todos— indicó Vicio— ¿Algún problema, mis polímatas?

—Nada, maestra— contesté.

Los demás dijeron lo mismo a su manera.

—Invasores, les damos diez segundos para rendirse— dijo el vocero de los policías, desde el borde de la mina— acuéstense bocabajo en el suelo con las manos estiradas sobre la cabeza. No intenten trucos, tenemos armas letales.

—¿Qué hacemos con los uniformados?— inquirió Marisa, digo, Indiferencia.

—Lo mismo de siempre, Indi; nos oponemos con todo el respeto que podamos— contestó Vicio, y de pronto exclamó fuerte— ¡Polímatas: neutralicen!

Eso era todo lo que necesitábamos. Me dirigí de inmediato hacia una de las naves a un costado. Los policías nos dispararon armas láser, por lo que evadí por el cielo y tomé un par de rocas de mi tamaño para llevarlas conmigo y usarlas de escudo mientras me aproximaba. La nave me disparó desde su posición en lo alto; sus descargas potentes destrozarían mis escudos en un instante, así que los dejé a un lado y me concentré en impulsarme con una ráfaga de viento. Después de casi un mes de práctica, había conseguido dominarlo al nivel suficiente para usarlo en una pelea; podía impulsarme a grandes velocidades de un momento a otro si quería. Lo malo es que aún me costaba frenar en pleno vuelo, por lo que mi cuerpo se dirigió a toda prisa hacia la pared de roca. Afortunadamente, también podía controlar los sólidos: en vez de estrellarme en la roca, me hundí y cavé un túnel rápido como un delfín nadando en el mar, hacia arriba. Más encima, gracias a mi traje podía saber mi ubicación en todo momento. De esa manera pude anticiparme al momento en que emergí de la tierra, detrás de los policías que me buscaban atónitos con la mirada, y los ataqué antes de que pudieran reaccionar; al puñado de sujetos parados en el borde los hundí dentro del suelo, mientras que a la nave tomé control de uno de sus motores y lo arranqué; eso era algo que podía hacer rápido y sin gastar mucha energía, en vez de sobreesforzarme al intentar tomar control de toda la nave para detenerla. Al piloto no le pasó nada, por si acaso, puesto que ese modelo de nave no puede mantenerse en el aire con un solo motor; pueden maniobrar y aterrizar de manera segura si uno de ellos falla, que es precisamente lo que hizo el piloto de esta. Apenas salió, listo para dispararme, lo enterré como a sus compañeros.

Luego de terminar con ese grupito, miré alrededor para asegurarme de que no quedara nadie. Al menos en esa zona ya no se veía ni se escuchaba nada, tampoco veía a otros enemigos en mi radar. Me giré hacia mis compañeros, los cuales también terminaban con sus tareas. Finalmente nos reunimos todos en el principio del camino que vinculaba la mina con el pueblo.

—¿Cómo les fue, chiquillos?— nos preguntó Vicio.

—Ningún problema por nuestra parte— comentó Aversa, digo, Intolerancia.

—Todo bien por allá— aseguró Aconte, es decir, Vanidad.

—Owo— agregó Negligencia.

—Yo también, ningún herido ni muerto— reporté.

—¡Excelente! ¡Estoy orgullosa de ustedes! Ahora vamos, procederemos a la segunda fase del plan.

Con más calma, nos dirigimos al pueblo. El sol comenzaba a salir, la gente despertaba y se preparaba para sus trabajos, sin saber que ese día sería algo distinto.

No avanzamos ni la mitad del camino cuando comenzamos a ver a los primeros obreros dirigiéndose hacia la mina.

—Yo hablaré— anunció Vicio.

Seguidamente se aclaró la garganta, se elevó en el aire y comenzó a hablar fuerte y claro, enviando su voz a todos los rincones a la vista, gracias a su magia de sonido.

—Escúchenme, gente de este lugar; yo soy Vicio, líder de los polímatas, y estoy aquí para ofrecerles una vida mejor, una manera de existir digna, lejos de la esclavitud que han adoptado como una vida normal. Los esperaré a todos dentro de una hora en la mina. Que no se les olvide: en una hora en la mina.

Seguidamente nos hizo una seña para que la acompañáramos y partimos tras ella a comunicar el mensaje. Nos instruyó en que avisáramos lo mismo al resto del pueblo a todas las personas que viéramos pasar, pero que no nos perdiéramos el encuentro. Luego de dividirnos los pocos sectores del pueblo, echamos cada uno a volar. Fue un poco latoso ir a hablar con gente desconocida, pero por lo menos la tarea era simple y por lo tanto no había muchas vueltas que darle; nada mas ir, darles el mensaje y continuar al siguiente grupo. La hora se pasó volando y tuve que echar a volar de vuelta a la mina. Cuando llegué, ya estaban todos los demás reunidos, también muchas personas del pueblo, aunque más que dispuestos a escuchar lo que Vicio tuviera que decir, parecían estar ahí para reclamarle por lo que habíamos hecho. Noté que incluso algunos le tiraban piedras, pero estas se desviaban en pleno vuelo y caían al hoyo.

Mis compañeros estaban a los lados de nuestra líder, levitando como ella. Yo me instalé junto a Indiferencia, encarando a los pueblerinos hostiles. Sin embargo, a pesar de los malos aires, Vicio no parecía alterada en lo más mínimo.

De pronto se aclaró la garganta para hablar, nuevamente amplificando su voz a través de magia. Las voces de protesta no fueron nada comparado con la de ella.

—Estimados residentes; yo soy Vicio, de los polímatas. Como ya pueden ver, hemos obstruido el acceso a la mina en la que muchos de ustedes trabajan. Sin duda algunos lo verán como un acto de vandalismo, pero este sabotaje no se trata de esparcir maldad y destrucción, sino que es una segunda oportunidad en la vida. Hemos detectado altos niveles de contaminación dentro de este pueblo; su aire es difícil de respirar, su agua es venenosa y su tierra tiene compuestos ácidos, hostiles para la vida incluso aquí en el desierto— comenzó a usar gestos amplios y enérgicos, llevada por sus palabras— Todo esto se debe a los contaminantes que emanan de la mina, la misma que les da una manera de vivir. Dense cuenta de lo que están haciendo sus empleadores; los traen aquí para que se les haga más difícil marcharse, los usan para extraer sus propios recursos y más encima los dejan morirse por su cuenta, sin proveer cuidados médicos. Si les propusiera ir a vivir a un lugar así, me rechazarían de inmediato ¿No? ¿Entonces por qué han aceptado la vida aquí? ¡Dense cuenta que no son más que esclavos!

Las piedras se hicieron menos frecuentes a medida que la gente escuchaba. Aun así, hubo pueblerinos que no dejaron de quejarse incluso mientras Vicio hablaba.

—"¿Qué podemos hacer frente a esto?" se preguntarán; "¿De qué nos sirve quejarnos, si no hay manera de cambiar nuestras vidas?". A eso yo les digo ¡Mentira! ¡Sí hay maneras! Dos, de hecho. La primera forma es la más directa; ustedes pueden venir conmigo, renunciar a este pueblo de porquería, construido por los ricos y poderosos para explotarlos hasta la muerte, y acompañarme a una aldea escondida de la civilización, donde no hay necesidad de dinero, donde la gente trabaja no por egoísmo ni avaricia, sino para ayudar a su comunidad, donde los cargos de gobierno se rotan cada tanto tiempo para que nadie acapare el poder, donde los criminales son reformados en vez de castigados, donde el trabajo y el descanso tienen igual importancia. Vengan conmigo y tendrán vidas plenas, prolongadas y felices.

>>>>La otra manera, más difícil, es que luchen por cambiar este mismo pueblo; pueden organizarse, exigirles a sus empleadores mayores medidas de seguridad, métodos eficientes y limpios para deshacerse de los contaminantes, horarios de trabajo y sueldos dignos. Sé que no todos vendrán conmigo, pero por lo menos intenten mejorar sus condiciones, no se resignen a los mandatos de los dueños de la empresa, porque ellos no los ven a ustedes más que como herramientas. Tanto si las pulen para prolongar su vida útil como si las reemplazan, les da lo mismo, nada más buscan lo que les produzca más ganancias, lo que aumente su capital. Los únicos que pueden velar por su seguridad son ustedes mismos. Si se deciden por venir conmigo, por favor acérquense para conversar. Los que prefieran no hacerlo, al menos contemplen tomar el control de sus propias vidas.

Dicho esto, descendió lentamente frente a los lugareños. Nosotros la seguimos, atentos a quienes pudieran atacarla, aunque ella era posiblemente la que menos necesitara protección en toda la zona. Un montón de gente se le acercó de inmediato, pero no porque estuvieran de acuerdo con su ofrecimiento. Siquiera antes de dejarla aterrizar, un anciano la arremetió con su bastón. Me preparé para alejarlo de un empujón, pero Vicio me hizo un gesto con la mano para detenerme. Al mismo tiempo, el bastón se detuvo ante ella.

Otro sujeto intentó agarrarla por el brazo, pero su codo se giró hacia arriba, impidiéndole tocarla. Comprendí que mi maestra tenía todo bajo control, así que me quedé quieto a un lado. Más de los lugareños intentaron atacarla de diversas maneras, pero nadie conseguía ponerle un dedo encima.

Los gritos y abucheos saturaron nuestros oídos por cosa de uno o dos minutos. Comenzaban a aburrirme, cuando de pronto, para mi sorpresa, una voz se alzó sobre el resto y consiguió acallar a sus compañeras; un hombre vestido en ropa formal, hecha para trabajo de oficina, se abrió paso entre la multitud mientras clamaba por silencio a gritos. Cuando alcanzó el frente de la muchedumbre, se paró y miró directo a nuestra líder.

—Así que usted es la infame Vicio— saludó— sabemos muy bien sorbe sus tácticas, tiene cierta fama incluso en mundos pobres como este. No sé qué espera realmente que hagamos, pero no hay nada en que podamos ayudarla, así que por favor, tome sus cosas y márchese ya.

—¿No me escuchó? No vine a pedir ayuda, vine a ofrecerla— contestó esta.

—¡Bien, no necesitamos nada! ¡Ahora váyase!

—El ambiente está contaminado. Aquí solo encontrarán una muerte lenta, para ustedes y sus familias— insistió ella.

El oficinista guardó silencio un momento, contrariado, como si no tuviera una respuesta a algo tan grave, no una inmediata.

—Palabras de una terrorista que busca desestabilizar a la sociedad y corromper a las personas trabajadoras— contestó al fin— No necesitamos ayuda de personas como usted ¿Por qué sigue aquí? Ya le dije que no queremos nada de lo que nos ofrece.

Vicio suspiró. No parecía enojada en lo más mínimo, más bien desilusionada.

—Y sus jefes son mejores ¿No?— repuso ella— alimentándose de las ganancias que produce su cuerpo como parásitos, restringiendo su manera de trabajar y pensar a la de un sirviente, condenándolo a inhalar veneno día y noche ¿No puede al menos considerar algo más allá de esta miseria? Solo piénselo ¿No cree que una comunidad entera podría servirse a sí misma en vez de a unos pocos extraños?

—¡No está diciendo más que tonterías! ¡Tengo un trabajo digno, y el resto del pueblo también! Ahora tome a sus amigos y márchese, tenemos que reportar un crimen a las autoridades y no tenemos tiempo para atenderla.

Vicio giró la cabeza hacia un lado, como si tratara de mirar algo sobre el hombro del sujeto, pero se rindió luego de dos segundos. Seguidamente nos hizo la seña para despegar. Nos elevamos lentamente y partimos a volar. No había nada que pudiéramos hacer.

Sin embargo, antes de alejarnos mucho del pueblo, Vicio nos indicó que lo rodeáramos. Nos dimos un par de vueltas alrededor de todo el territorio, lo cual nos llevó unos cuantos minutos. La gente se tendió a reunir en torno a la entrada a la mina, contemplando el daño que habíamos causado. Desde cientos de metros de distancia no podía verles las caras ni saber qué estaban pensando, pero me imaginé que no estarían muy agradecidos. Me pregunté si había algo que pudiéramos hacer para mejorar la imagen de los polímatas, quizás así la gente confiaría más en nosotros, mas de inmediato descarté esta posibilidad; los métodos de Prípori eran suyos. No por ser criminales o mal vistos eran necesariamente malos.

—¿Por qué damos vueltas?— pregunté a través del comunicador— ya nos dijeron que no querían venir con nosotros.

Escuché la risita de Indiferencia, como si hubiera dicho algo chistoso.

—Un sujeto con cierta autoridad nos echó— explicó Vicio— una voz, una mente que no sabe exactamente lo que pasa por los cientos de otras mentes ahí presentes. Los seres de nivel 9 somos criaturas sociales; tendemos a actuar acorde a los designios del grupo incluso cuando queremos algo distinto. Los líderes son lo más cercano a una representación del grupo como todo, por eso necesitamos de mucho valor para encararlo. Resulta más fácil hacer ciertos tratos detrás de su espalda.

—¿Tratos detrás de su espalda?— repetí en mi mente.

Iba a preguntarle a qué especie de tratos se refería, cuando de pronto giró abruptamente de vuelta al pueblo. Los demás la seguimos, curiosos. Vicio se dirigió hacia la base de un edificio residencial, en donde dos personas acababan de salir. Al acercarnos, los noté nerviosos, mirando en todos lados como si llevaran una bomba escondida. Aterrizamos a unos metros. Pensé que los espantaríamos, pero en vez de eso, ellos se nos acercaron. Se trataba de una pareja vole joven, quizás de mi edad. La mujer llevaba un bebé de menos de un año en brazos.

El joven se adelantó. Parecía nervioso, incluso aproblemado.

—Esta... esta comunidad de la que habló usted...— musitó con voz temblorosa— ¿Cómo sabemos que es segura? ¿Qué nos garantiza que no nos esclavizará usted misma?

—No hay manera de que pueda probar algo así. Es algo que tendrán que ver por ustedes mismos— aseguró Vicio— pero si quisiera forzar a la gente a hacer lo que quiero, no me tomaría la molestia de hablarles ¿Por qué cree que saboteamos toda la mina durante la madrugada?

El joven se dio vuelta hacia su mujer, la cual parecía un poco más aprehensiva. Luego se volvió hacia Vicio.

—Mi hija tiene problemas para respirar, igual que varios de los niños del pueblo. Es algo que se ha ido acrecentando con los años. Esta comunidad de la que habla ¿Mi hija estará mejor ahí?

—A menos que tenga alergia a las plantas locales, estará cien veces mejor allá que acá. Si se quedan en este lugar, la estarán condenando a vivir con varias enfermedades crónicas y posiblemente una esperanza de vida más corta. Si vienen conmigo, podrán probar la comunidad, podrán vivir bien y marcharse en cualquier momento, si no les gusta. Incluso pueden volver a este pueblo. No hay trucos, yo misma los traeré sanos y salvos, y los dejaré para que rearmen sus antigua vidas. Lo que yo hago es un ofrecimiento, no una imposición.

El joven miró a su pareja una última vez, esta asintió. Entonces el hombre se giró de vuelta hacia nosotros, en su cara una sonrisa de esperanza y nervios.

—Por favor, llévennos con ustedes.

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