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25. La Peter Pan de los Pirineos

-En serio, tendríamos que habernos planteado esto antes-dijo Elena, siendo de las primeras cosas que decía en bastante tiempo.

No habían comentado nada de lo que había pasado con el hada psicópata del País Vasco, por mucho que lo hubiesen pensado. Burke prefería centrarse en por qué él sabía más mitología española que los otros tres, mientras que Daniel seguía sin saber del todo qué había pasado. Los otros tres no hacían más que evitar respuestas directas.

Era realmente exasperante.

Tras un viaje en autobús algo más corto que el anterior descubrieron el mayor fallo de su plan: al contrario que España y Alemania, Andorra no formaba parte de la Unión Europea. ¿Y eso qué significaba? Que iban a necesitar el pasaporte para pasar la frontera, y ninguno de ellos lo llevaba encima. Elena ni siquiera tenía pasaporte.

Y ahora estaban siguiendo a Irina, sin estar muy seguros de qué estaban haciendo. La chica había pedido la hoja que encontraron en la biblioteca a Burke, que se la había dado encantado. Le había cogido un poco de manía a aquel papelito.

Irina estuvo un rato mirándolo como si fuese alguna especie de mapa del tesoro. Tras un rato exclamó "¡ya lo tengo! ¡Seguidme!" y se puso a andar sin dar explicaciones. Elena y Burke se miraron entre ellos (Daniel ni se molestó, si no veía ¿para qué?) antes de seguirla.

-Parece que haya tenido una iluminación divina-comentó Daniel. Supuso que no le habían oído o que habían asentido, porque no escuchó ninguna contestación.

Y ahora Elena estaba apoyada en un árbol pensando lo bonito que habría sido enseñar un papel y que les dejaran pasar tranquilamente al país. Sí, habría sido mucho mejor que jugar a ser una cabra montesa. Con eso de no poder pisar el suelo Irina parecía tenerlo muy fácil, pero ella no paraba de tropezar si no miraba por dónde iba.

-Para vivir en una montaña te gustan bastante poco-comentó Daniel al pasar junto a ella. Elena le lanzó una mirada fulminante que no tuvo ningún efecto ya que Daniel no podía verla

-¡Eso no implica escalar los Pirineos!-le medio gritó al darse cuenta.

-Venga, no exageres-le dijo Burke. Elena se giró a mirarle cuando el chico paró a su lado-, oye, ¿no te parece raro que Irina sepa colarse en un país? O sea... Estoy seguro de que la cueva estaba en Andorra. Y no podemos pasar sin documentos.

Ella se encogió de hombros.

-Mira, llega un punto en el que ya me da todo igual. ¿Nos movemos? Nos están dejando atrás.

***

B

urke y Elena miraron la enorme pared vertical que tenían delante. Hasta Daniel se levantó un poco la venda para observarla; la curiosidad era demasiado grande. Al instante comprendió el punto de los otros dos.

-Vale, Irina, tienen razón: es una muy mala idea-dijo.

-Bah-contestó ella-. Sois unos exagerados.

-Perdona, es que nosotros no podemos volar-se defendió Elena. Irina se giró a mirarla. Estaba elevada a un metro por encima del suelo y con aquella pose parecía Peter Pan.

-¡Venga ya! ¡Tienes al lado a un elemental de la tierra!

-¿Me estás sugiriendo que destruya el entorno natural para hacer una escalera y que subamos la montaña? ¡Me niego!-exclamó Burke.

-Vaya, cuando te enfadas te empeora la pronunciación-comentó Daniel, divertido. Burke le miró de reojo.

-Cállate, no estoy enfadado. Tan solo me niego a hacer esa... Esa... Mist! ¿Cómo se decía?

-Mira, también se le olvida el vocabulario-bromeó Elena siguiendole el juego a Daniel. Desde que lo conocieron Burke había ido teniendo cada vez menos fallos, y ahora estaba volviendo a confundirse. Era una muy buena oportunidad para reírse de él-. Veamos, ¿crimen? ¿Atrocidad?

-¡La segunda!-exclamó Burke. Luego pareció darse cuenta de lo que estaba pasando entre Elena y Daniel-, ¡eh, no...!

Irina carraspeó.

-No es que quiera interrumpir vuestra increíble charla sobre cómo Burke deja de saber hablar cuando se frustra, pero o Burke va apañándoselas para subiros o lo haré yo con una columna de aire caliente-dijo.

-Vale, vale, no hace falta ponerse así-dijo Burke acercándose a la pared.

Aquel lugar le recordaba un poco al bosque en el que vivía. Claro que la Selva Negra era más impresionante (podría ir hasta al Ávalon y seguir diciendo que su bosque era mejor), pero la vegetación le recordaba a su hogar. Tampoco llevaba mucho tiempo fuera, y habían pasado demasiadas cosas como para pensar en su país. España estaba bien pero... Aquel parecía un buen momento para recordar Alemania.

Se quitó los guantes que usaba para que la gente no se le quedara mirando y apoyó las manos en la piedra. Podía hacer magia aunque los llevara puestos, pero aquello iba a ser más complicado que hacer crecer un par de plantitas. Volvió a centrarse en su país, en todo lo que tenía más allá de lo que la gente veía de puertas hacia fuera. La piedra empezó a moverse.

-Eso no era lo que me esperaba, pero está bien-comentó Irina una vez hubo terminado.

Burke se separó de la piedra mientras el cansancio le bajaba desde los brazos. ¿Qué altura tendría esa pared?

Elena se resopló.

-¿He mencionado lo mal que se me da la escalada?-preguntó.

-¿Hay algo que se te de bien?-contestó Burke, apoyando la espalda en un árbol para disimular. Elena no se molestó siquiera en mirarle.

-Era una pregunta retórica. Míralo en el diccionario si no sabes lo que es-rebatió ella quitándose el pelo del hombro.

Observó la pared de piedra. Nunca había sido buena tomando medidas, pero debían de ser cinco o seis pisos de altura. Burke había creado una serie de agujeros a modo de asidero, así que sería como subir una escalera de tobogán mortal. Claro, ¿qué podría salir mal?

Invocó una pequeña bola de agua para mojarse el pelo antes de preguntar quién iba primero. Nadie contestó aparte de Irina, que tan solo dijo "yo subiré volando", así que suspiró com frustración deseando tener un coletero y empezó a escalar la roca. Irina se puso a su lado.

-Tú tranquila, si te caes te recojo yo-le dijo con una sonrisa. Elena se centró en mirar la pared.

-¿Se supone que eso debería tranquilizarme, Campanilla?-contestó. Irina puso una mueca de forma dramática.

-Qué borde eres a veces.

Por suerte y a pesar de la altura, Elena llegó bastante rápido. Se tiró en el suelo notando que sus extremidades eran de gelatina. " Menudo día llevamos" murmuró. Por primera vez en su vida, hasta se había quedado dormida en el autobús.

Poco después apareció Daniel, siendo Irina y Burke los últimos un rato después. El alemán se pasó una mano por la frente.

-Ya quitaré los agujeros luego-murmuró para sí.

-¡Venga, arriba!-exclamó Irina. Daniel levantó la mano, todavía sentado en el suelo.

-Ey, calma, que no eres tú la que ha escalado la pared, ni a ciegas-le dijo. Irina se sentó en el aire cruzando las piernas.

-Oh, ¿podrías no hacer eso? ¡Estás cargándote todas las leyes de la física!-pidió Elena. Irina se disculpó y bajó la altura.

Un rato después siguieron su camino. Tras equivocarse un par de veces, evitar a un oso, estar apunto de caerse montaña abajo por culpa de un camino demasiado estrecho y huir de unos murciélagos, Irina se detuvo frente a una cueva con una entrada no muy impresioante. Volvió a coger el papel y levantó la vista.

-Aquí es.













N.A.: veis? Os dije que iba a publicar más seguido! :D

Además... Ahora empieza lo interesante de verdad. Llegamos al momento que tengo muy planeado pero que hace unos meses me daba pánico llegar. , le tengo cariño a la historia, y aunque todavía quede un bueeen rato para el final noto que se acerca :'v

Mmm... Creo que quería decir algo, pero se me ha debido de olvidar. Así que tampoco tengo mucho más que decir, aparte de que empiezo a manejarme mejor con los personajes ciegos (pobre Daniel, hasta yo le digo ciego aunque no lo esté XD)

Y al fin han llegado a la cueva de las narices!

~EOB_BOE

Pd). Si queréis saber detallitos interesantes y sin spoilers sobre esta historia, he publicado un libro de curiosidades de mis historias *inserte mirada cómplice*

-perdón por el spam :3 -

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