25. El asedio a K'un Dai (Parte I)
—Wujuuu. ¡Gané! Otra vez —celebró Victoria con el control en lo alto.
—Cinco a uno, Madame Victoria sigue en el podio —habló Bobbly mientras actualizaba el marcador mágico.
—Sí, bueno... en realidad te dejé ganar, otra vez —renegó James.
—Darling, eso es muy descortés de su parte. Debe reconocer que soy toda una profesional en esto del Mortal Kombat.
Frente a ellos, una pantalla gigante con el videojuego se alzaba en la biblioteca. Dreccan dormía en una acolchonada cama pequeña, Adara solo observaba desde atrás mientras tomaba de su taza de té con suma elegancia.
—Sí, bueno, arrinconar a tu oponente y atacarlo una y otra vez sin dejarlo levantarse no es estrategia —replicó con disgusto.
—El fin justifica los medios —contestó, triunfante en su mirada.
—No es buen momento para citar a Maquiavelo, ¿sabes?
—A mí me parece que fue una buena fatality —reconoció Ada, acercándose por detrás con sus brazos cruzados.
—Bobbly también lo cree, amo Mago —apoyó el duende.
—No ayuden mucho, ¿sí? —James se levantó y acercó el mando a Ada Reich—. ¿Quieres seguir?
—Puedo intentarlo... —respondió, intentando sonar indiferente. Soltó sus brazos y tomó el control.
En Madame se formó una sonrisa maliciosa.
—¿Lista para perder, hadita?
—Pruébame —retó, desafiante.
—Está bien... pero hagámoslo más divertido, my friend. —Dirigió su mirada al pequeño duende durante unos segundos, luego esbozó una media sonrisa—. Quien pierda debe hacer los quehaceres de Bobbly durante una semana.
—¡Sí, vacaciones! Bobbly lo aprueba —manifestó el rojizo.
—Ey, ¿una semana? Eso es mucho —replicó Ada.
—¿Acaso es miedo lo que percibo? —preguntó Victoria.
—Claro que no —respondió mientras se acomodaba en el asiento—. Acepto.
James se unió a Adara en la mesa, mantenía una gran sonrisa que no podía borrar.
—Definitivamente esto te ha asentado bien, hijo mío —comentó con una gran sonrisa de orgullo maternal.
—¿Qué cosa? ¿Dejar que mi novia me dé una paliza en los videojuegos?
Adara rio por lo bajo.
—Todo esto... dejar a un lado tu trabajo solitario, abrirte al mundo, tener una familia... un poco extraña, sí, pero familia al final de cuentas. Mira nada más el Templo, es un lugar inmenso, y no lo sentía tan vivo desde... no sé, ¿dos mil quince? —Ambos compartieron una sonrisa—. Oh, sí, ese entrenamiento, lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
—Solo espero no haber sido muy duro contigo.
—Oh, ¿dejar a tu madre abandonada en medio de la Gran Muralla China para que aprendiera a abrir un portal de regreso a casa? Cómo crees —comentó en falsa ofensa.
—Sí... teniendo en cuenta que mi maestro me lanzó desde la estratósfera, lo tuyo fueron vacaciones. —Bebió de su taza, luego le dedicó una mirada profunda a su madre—. Me alegra que estés aquí. No sé qué hubiera sido de mí si no llegaba a tiempo a rescatarte. Sin papá...
—James, querido... —Lo tomó de la mano—. Sé que haces lo mejor que puedes. Siempre lo has dado todo. No es fácil cumplir tu responsabilidad.
—Lo sé, tener el peso del mundo sobre tus hombros puede ser estresante, por suerte ahora los tengo a ellos —dijo mientras observaba a Madame y Ada, concentradas en su reñido combate. Se veía feliz, pero de un momento a otro su sonrisa se fue apagando.
—¿Qué sucede, querido?
Mago soltó un suspiro.
—Desearía tenerlos conmigo para siempre, pero sé que no puede ser así.
—Hallarás un modo, James, siempre lo haces —apoyó, apretándola su mano.
—¡Fatality! —gritó Victoria de repente, ganándose todas las miradas. Bobbly también celebraba, mientras Ada Reich se desplomaba en negación.
—No puede ser.
—Ambas sabemos lo que eso significa, darling... —Con un ligero movimiento de dedos, entre las manos de Ada apareció una chupa de inodoros—. Buena suerte. —Sonrió con maldad.
Japón, 262 A.C.
Una cortina de niebla ascendía poco a poco ante la atenta guardia de los guerreros Kage no senshi. El bosque ante ellos se mantenía poseído por un silencio sobrenatural, mientras el sol en las montañas agonizaba en sus últimos vestigios de luz.
Habían conquistado la altura de la única muralla que separaba el Templo de Amaterasu con el resto de las montañas, mientras otro pequeño grupo avanzaba abajo en la niebla con pasos cautelosos.
Algunos cuerpos estaban dispuestos entre la bruma del bosque, bañados en charcos de sangre. Tanto guerreros como demonios de piel roja y alas de cuervo habían caído en la primera oleada.
Un agitado joven se unió al frente.
—¿Han llegado al templo? —preguntó un alto hombre con vestimenta oscura de guerrero, su traje poseía aleaciones metálicas doradas que lo reforzaban y en su cinturón destacaba el símbolo de un dragón.
—Ni uno solo de ellos, Blazer. El templo fue reforzado y la defensa ha sido efectiva.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último ataque?
—Casi veinticuatro horas, señor —contestó otro de sus acompañantes.
—Los demonios tengu adquieren su poder con la luna —dijo sin despegar la mirada del frente—. No atacarán de nuevo hasta que la noche termine de llegar.
—Solo quedan unos cuantos minutos, señor.
—Lo sé, prepárense para el asedio, y que Amaterasu nos proteja con su luz.
Desde la Sala de Ancestros, los maestros continuaban su inquebrantable meditación alrededor del Árbol del Destino, a la espera de que una nueva visión les permitiera ganar la batalla que se cernía por delante.
Solo uno de ellos se encontraba fuera del transe, un hombre calvo de facciones orientales, vestido de ropajes marciales, quien vigilaba en silencio a sus compañeros.
—¿Gran Maestro Tetsu? —lo llamó uno de los estudiantes, a lo que él salió de la habitación—. Llegaron noticias del frente en el Templo de Amaterasu. El Blazer y los guerreros lograron detener a los invasores... eran demonios voladores tengu, pero tienen motivos para creer que se trataba solo de la primera oleada.
—¿Bajas?
—Quince de los nuestros, señor —reportó, cabizbajo.
—Demonios. —Frunció el ceño—. ¿Se sabe algo de Rykuso Yukishamaru?
—Eso es lo extraño, Gran Maestro, Shinobi Universal aún no se manifiesta.
—Esto no me gusta para nada —susurró, pensativo—. Ya anocheció, los tengu tomarán más fuerza. Mantengan el fuerte en la escuela y envíen un nuevo grupo de guerreros para reforzar el frente en el templo. Ellos los necesitan más que nosotros.
El guerrero asintió y se retiró con una leve reverencia de respeto. El Gran Maestro Tetsu se preparaba para regresar, cuando el sonido de los gongs lo sorprendió.
El mismo guerrero regresó, agitado en su respirar. Por toda la escuela comenzaron a retumbar gritos de retirada.
—¿Qué está sucediendo ahora? —inquirió el monje.
—Nuestros guerreros retroceden, señor.
—¿De quién?
—Emiko, la sacerdotisa... regresó, y tiene bajo su encantamiento a un ejército de guerreros del clan aliado, y, entre ellos, está Shinobi Universal.
La expresión del maestro se llenó de terror.
—Definitivamente no estamos preparados para esto.
—Dreccan, escupe fuego —ordenó Mago con una firme seriedad.
El pequeño dragón giró su cabeza. Tras unos segundos observándolo, se giró sobre el césped del jardín y sacó su lengua.
James resopló.
—No, Dreccan, no la vuelta. —El dragón se reincorporó y lo detalló con curiosidad—. Se supone que eres un dragón, debes aprender a escupir fuego. —Llevó su mano a la frente en decepción—. ¿Por qué es tan difícil entrenar un dragón?
—Nunca nadie dijo que sería fácil, darling —dijo Victoria—. Han pasado muchas generaciones desde que un Universal decidió entrenar un dragón. En especial, Dreccan no es una especie fácil de domar, recuerde de dónde viene.
—Lo sé, y por lo general ha respondido bien en todo, pero por más que lo hemos intentado para enseñarlo a escupir fuego, nada parece funcionar. —Pasó su vista al pequeño escamoso, solo sacudía sus alas—. ¿Por qué tu huevo no vino con un manual, chiquitín?
—¿Escupir fuego? De ninguna forma les va a funcionar —escucharon a Ada Reich acercarse. La mujer cruzaba el puente del lago.
—¿Ah, sí? ¿Y qué sabe usted sobre entrenar dragones, madame? —cuestionó Victoria.
—¿De dragones? Nada en absoluto —respondió, relajada, recostándose sobre el muro del puente para morder la manzana en su mano—. Pero sí sé algunas cosas sobre el lugar de donde proviene. Recuerden que Dreccan no es un dragón normal. Él no pertenece a esta dimensión, y por lo tanto no pueden pretender tratarlo como tal.
—Tiene un punto, Ada, por favor, continúe...
—Durante mi larga estadía en la Dimensión Oscura no me adentré demasiado en El Abismo, pero sí conocí a un tipo en el Umbramundo que era dueño de un dragón como Dreccan —explicó, dándole otro mordisco a la fruta—. No recuerdo exactamente cómo era la palabra, pero utilizaba un cántico antiguo para que el dragón escupiera fuego.
—Eso tiene sentido, pero sin conocer la palabra seguimos en las mismas —respondió Mago.
—Oye, al menos les di un avance, así dejan de perder el tiempo haciendo que dé vueltas como si fuera un cachorro y se concentran en encontrarla. —Suspiró—. Por suerte para ustedes, tengo buena memoria... era algo como Tonraqq, Torak... Thoraq.
Sin embargo, Dreccan seguía sin inmutarse.
—Una excelente memoria por lo que veo —comentó Madame entre risas.
—Hago lo mejor que puedo, ¿ok? Estoy casi segura de que era algo como Khoraq, pero no sé por qué no funciona. —Maldijo por lo bajo.
—¿No querrás decir... Khorak? —preguntó Mago.
De inmediato, Dreccan infló el pecho y respiró profundo. Sin que lo esperaran, escupió una llamarada de un precioso azul eléctrico que incendió la manzana mordida de Ada.
La pelinegra dejó caer la fruta en un sobresalto, antes de que el fuego quemara su mano.
Mago y Madame, totalmente sorprendidos, voltearon hacia a Dreccan.
—¡Lo hizo! ¡Lo hizo! —celebró James, alzando al dragón con sus manos—. ¡Al fin lo hizo! ¡Escupió fuego!
—¿Y vio esos colores, darling? That was so beautiful!
—Sí, de nada, ahora debo ir por otra manzana —comentó Ada por lo bajo.
—¿James? Lamento interrumpir —intervino Adara, uniéndose a ellos en el jardín—. No sé exactamente cómo funciona esto del Ojo Universal, pero allá en la biblioteca apareció tu maestro diciendo que hay problemas. Y, por lo que parece, es algo muy serio.
Pronto la celebración terminó. El equipo completo se reunió en la biblioteca, donde el Ojo Universal los puso al tanto de la situación.
—¿K'un Dai en peligro? ¿Qué año es? —susurró Mago con evidente preocupación.
—Doscientos sesenta y dos antes de Cristo. Por suerte no es un K'un Dai cercano a nuestro tiempo ni al de Jonathan Mayers, pero si el ejército de demonios destruye la escuela y el templo, preveo un futuro catastrófico para nuestro mundo —explicó el Ojo.
—K'un Dai es uno de los anillos de protección a la Tierra. Si alguna orden cae, las demás también se verán afectadas —intervino Victoria.
—Bueno... en realidad K'un Dai fue destruido en una explosión hace algunas semanas —reveló Mago—, pero aún debemos mantener el curso de la historia. ¿Qué se sabe de esta Sacerdotisa Emiko?
—Bobbly recuerda aquel nombre de cuando Lord Máximo lo envió a esta dimensión —dijo el duende—. La sacerdotisa Emiko era la última de sus fichas por si las demás fallaban. La reservó hasta el final porque tenía un plan peligroso, pero a Bobbly no le permitieron escucharlo.
—Esto es grave. ¿Quién es el Universal que protege la época?
—Rykuso Yukishamaru, Shinobi Universal —respondió el Ojo.
—Rastrea su ubicación a través del Limbo Temporal y llévanos de inmediato. Es hora de hacerle una visita a nuestro antecesor.
El Templo se movió a toda velocidad hacia su destino. Una vez apareció en el bosque invernal, se camufló entre el paisaje.
—¿Estarás bien? —preguntó James para Adara.
—No te preocupes por mí, tú sálvalos a todos.
Mago asintió, y junto a Victoria y Ada, dejaron el Templo. Lo primero que los recibió fue el extremo frío de la temporada que envolvía a un viejo monasterio y un canto de guerra que estallaba desde otra dirección. Habían aparecido por uno de los laterales de la edificación.
—¿K'un Dai? —reconoció Madame—. Al parecer ya Rykuso estaba aquí.
—Por lo que se escucha por allá, necesitan nuestra ayuda con urgencia, será mejor llegar desde adentro —respondió mientras abría un portal—. Vamos, conozco el lugar. Nos llevará directo con el Gran Maestro.
Del otro lado, la apertura del portal azul previno a los guerreros que protegían con su vida el interior de la escuela. Con sables y todo tipo de armas, se preparaban para lo que saliera de allí. Grande fue la sorpresa de los héroes al salir.
—¿Y quiénes se supone que son ustedes? —preguntó un hombre mayor.
Mago observó sus ropajes, los reconocía.
—Supongo que es el Gran Maestro —respondió, alzando sus manos—. Vimos que la escuela estaba en peligro, venimos a ayudar.
—¿Y cómo sé que no están también bajo el control de Emiko?
—¿También? —inquirió Madame, confusa.
Tetsu los analizó con detenimiento por unos segundos y ordenó a sus estudiantes bajar las armas.
—Esperábamos la ayuda de un gran guerrero de nuestro clan, Rykuso Yukishamaru, quien más tarde se convirtió en el hechicero Universal de nuestro mundo, pero él y otros guerreros fueron poseídos por una sacerdotisa maligna que fue desterrada de esta dimensión hace mucho tiempo... Emiko.
—Así que Shinobi Universal está poseído... increíble —susurró James.
—Si realmente desean ayudar, son bienvenidos a K'un Dai. —Los recibió uniendo sus manos mientras hacía una reverencia.
—Gracias, maestro. —Asintió—. ¿Qué podemos hacer por ustedes?
—Estamos protegiendo la escuela con todo lo que podemos, pero con el Blazer y nuestros mejores guerreros en el Templo de Amaterasu, es difícil —contestó conforme avanzaba hacia la Sala de Ancestros, con una antorcha en sus manos—. Recurrimos a un antiguo pergamino que nos está dando tiempo, pero con Shinobi Universal bajo el control de Emiko, el escudo no durará demasiado.
—¿Qué es lo que quiere Emiko? —preguntó Ada.
—El Árbol del Destino —respondió mientras abría la puerta al salón, donde el árbol resplandecía en toda majestad—. Es la reliquia más poderosa que posee nuestra orden. La diosa Amaterasu se la encomendó a los primeros monjes del clan. Si Emiko la consigue, podrá conocer todas las futuras variables del tiempo y afectarlo a su antojo.
—Por eso Máximo la envió —reconoció Victoria—. Quiere tener todas las posibilidades a su alcance para no ser detenido en su plan.
—¿Máximo? —preguntó Tetsu en respuesta.
—Gran Maestro, Emiko es solo una marioneta —intervino Ada—. Bajo ninguna circunstancia la persona que la envió puede hacerse con ese poder, toda la línea temporal se verá afectada a una escala horrorosa.
—¿Y qué hay del Templo de Amaterasu? —preguntó Mago—. ¿Quiénes lo atacan?
—Demonios tengu, hijos de un linaje maligno de Susanoo, dios de las batallas y hermano de Amaterasu. Aparecieron de repente, al parecer por una grieta oscura.
—Son una distracción, para que los guerreros protejan el Templo mientras Emiko se hace con el Árbol del Destino —acertó Victoria.
—Si hay una brecha de la Dimensión Oscura, puedo cerrarla y traer al Blazer y a los guerreros de regreso —afirmó Mago—. ¿Qué tan lejos está el templo?
—A varias horas de camino, será imposible llegar a tiempo —dijo Tetsu.
Mago esbozó una media sonrisa.
—Mucho gusto, Mago Universal. —Con un simple movimiento de su mano, rasgó el espacio con un portal hacia el Templo de Amaterasu—. ¿Viene conmigo, maestro?
—No puedo dejar la escuela, me necesitan aquí.
—No tiene de qué preocuparse, gentleman. Madame Universal, a pleasure, yo me haré cargo a partir de ahora.
El Gran Maestro Tetsu reconoció los símbolos en los hechiceros y asintió, convencido. Tenía muchos motivos para desconfiar de sus inesperados visitantes, en especial en aquellas circunstancias, pero eran más las razones para confiar. Algo en ellos lo inspiraba a hacerlo.
—Protejan mi escuela, por favor.
Tetsu cruzó el portal y Mago lo siguió.
—Andando. Nada sale ni entra de K'un Dai en mi guardia —aseveró Victoria.
A kilómetros de distancia, los Kage no senshi luchaban sin descanso desde la muralla y a los pies de ella en un combate mortal. Los guerreros eran hábiles en el terreno, pero los demonios dominaban el cielo con sus alas de cuervo, descendían en feroces cortes que difícilmente eran bloqueados.
El metal de las espadas encontradas resonaba sin cesar, mientras la nieve se teñía roja con aquel canto declarado de muerte.
Más hacia lo profundo, el portal llevó a Mago Universal y al Gran Maestro Tetsu a un oscuro recinto donde solo algunas antorchas se encontraban encendidas.
—Estamos aquí, el Templo de Amaterasu —dijo el oriental—. Hasta la diosa del sol sabe que la noche nos está ganando terreno.
—Aún en los tiempos más oscuros, maestro, la luz encuentra la forma de salir. —Mago avivó una llamarada azul en su mano y la lanzó a su alrededor. Una a una se encendieron todas las antorchas restantes. —Y una vez lo logra, crece más y más hasta que alcanza la majestuosidad de su esplendor.
El reflejo del fuego en las velas se unió en una misma dirección hacia la pared, lo que originó un potente brillo incandescente que los cegó por un instante. Ambos tuvieron que cubrirse con sus brazos. Cuando recuperaron el sentido, los bajaron poco a poco, hipnotizados por la majestuosidad de la imponente figura.
—Qué sabio de su parte —comentó Tetsu.
Las arcaicas pinturas retrataban el descenso de una mujer de impecables ropajes que tenía el sol por corona, y a su alrededor, un gigantesco dragón dorado que cubría toda la montaña. La majestad de su brillo se fragmentaba por toda la pared como rayos lumínicos. En lo alto de colina, pero a sus pies, se postraba un hombre que recibía la armadura del Blazer, y, más abajo, un grupo de monjes la veneraban.
Mago reconoció por un instante un pequeño vestigio de aquella poderosa luz. Examinó con detenimiento sus facciones delicadas, sus ojos rasgados, tan, pero tan concentrado en ellos, que sus recuerdos lo expulsaron de inmediato al pasado.
Vincent Hardy se aportó de Mago en dirección a una mesa donde reposaba un folio. Lo giró entre sus manos antes de entregárselo.
—Vendría bien para fortalecer el equipo —comentó mientras dejaba a James tomar el expediente.
Lo abrió, encontrándose en primer lugar la fotografía de una mujer considerablemente alta, de ojos rasgados, que destacaba entre las personas que la rodeaban.
—Amara Van Avery —nombró Vincent, al tiempo que James leía—. Una mujer bastante peculiar, ¿notas lo que la rodea?
James estudió una serie de fotografías que continuaban luego de la hoja con la información, asintió mientras veía lo que Vincent señalaba; en su andar desprevenido, la mujer, aunque de piel pálida, llegaba a desprender cierto resplandor, como una especie de aura luminosa que solo se notaba si prestaban detallada atención.
—Su descripción... aparenta ser humana —comentó.
—Pero no lo es —culminó Vincent—, y como a ti se te da bien lo sobrenatural, quizás puedas echarle un ojo y descubrir de qué se trata.
—Lo tendré en cuenta —aceptó, cerrando el folio.
—Amara... —susurró de regreso, impactado.
—Se dice que ha tomado varias formas a lo largo de su vida, mostrándose siempre diferente ante los humanos —comentó Tetsu, rindiéndole una reverencia de respeto—, pero, para nosotros, ella es El Dragón, y la fundadora de nuestro clan.
—¿Amaterasu entregó la armadura al Blazer?
Tetsu asintió.
—Es lo que relata la historia de nuestro clan en estas pinturas. En aquellos tiempos dorados, los dioses antiguos convivían más de cerca con la humanidad —narró, por un momento sus ojos no se despegaron de la pared—. Sin embargo, los mismos actos de los humanos hicieron que los dioses nos abandonaran, dejando a nuestro mundo sumido en un caos y guerra incitada por Susanoo.
»Aún así, hubo una de ellos que no nos abandonó del todo... Amaterasu. Bajo la forma de un dragón milenario del sol, encomendó a Jin Katsumori como el primer guerrero de nuestro pueblo, el Blazer, quien se encargó de restablecer el orden en todas estas tierras.
—Impresionante —susurró, aún procesando la información—. Ahora entiendo todo lo que este templo significa para ustedes, y le prometo, maestro, que estos demonios no podrán profanarlo.
—El Templo no es tanto lo que protegemos, joven hechicero, sino lo que hay tras él. —Mago, creyendo haberlo conocido ya todo, terminó de sorprenderse—. Este lugar es solo un santuario, pero tras él aguarda la gran cueva donde la mismísima Amaterasu, en su forma de dragón, accedió a este lugar. Es un puente entre nuestra dimensión y la dimensión de los dioses. Eso es lo que protegemos con nuestra vida. Por eso cuando hace más dos días los ancianos vieron a través de las hojas proféticas del Árbol del Destino que el Templo de Amaterasu era atacado por demonios oscuros, movilizamos a nuestros más grandes guerreros.
—No hay tiempo que perder entonces. Debemos acercarnos a la brecha —comentó de camino a la salida, donde los recibió una gran cantidad de cuerpos de tengus dispuestos en el patio.
—¡Gran Maestro! —gritó el Blazer, sorprendido, mientras atravesaba con su sable a uno de los demonios de piel roja—. ¿Cómo llegó aquí?
—No es lo que importa ahora, muchacho —respondió Tetsu—. ¿Qué tan lejos está la brecha?
—Al menos a medio kilómetro de aquí, en las montañas hacia el norte.
—¿Qué tanto tiempo necesitas? —preguntó a James.
—Llegar no me tomará mucho, cerrar la brecha tampoco, pero mantener a los demonios ocupados puede que sí.
Tetsu tomó una profunda bocanada de aire. La soltó luego en un sopesado respiro.
—Déjenlos pasar.
—¿Qué? —cuestionó Blazer, tan conmocionado como James.
—Si los concentramos a todos en las murallas, harán que llegar a la brecha sea más difícil para Mago Universal —respondió, convencido de su decisión—. Debemos hacerles creer que tienen oportunidad de pasar, para luego emboscarlos aquí.
—Con todo respeto, maestro, es la decisión más descabellada que lo he escuchado tomar en años. Los emboscados seremos nosotros.
—Lo sé, muchacho, pero no tenemos opción. Solo nos queda defender y confiar en que Mago Universal podrá hacer el resto.
James asintió.
—Es una promesa —dijo el hechicero.
Tetsu tomó dos sables caídos de la batalla y les dio un ágil giro en sus manos.
—Buena suerte.
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