3. Lobizona (Parte II)
Noreste de Argentina, 2019.
El origen de un anillo de energía azul dio vida al portal por el que los cazadores llegaron al bosque. El sol todavía descendía tras las montañas, dejando a su paso los últimos vestigios de radiación en el cielo.
—Sin duda este es el lugar —confirmó ShamWo, en cuclillas mientras palpaba la tierra—. Mi olfato nunca me traiciona, todo el bosque está infestado de la energía oscura del animal.
—¿Percibes algo más? —inquirió Madame.
ShamWo cerró los ojos por unos segundos para mayor concentración, en muestra de ello centelló un aura violeta.
—Hay cinco cuerpos humanos en el bosque, dos de ellos vivos —respondió con su voz gruesa, que seguía sonando malhumorada, aun sin estarlo—. Sin duda uno de ellos es el lobizón, el rastro de su energía oscura es fuerte.
—El Ojo mostró cuatro turistas —expuso Mago—. El primero fue asesinado frente a un acantilado. Desde allí sería más fácil seguirle el rastro al lobizón, ¿puedes verlo?
Los rasgos de ShamWo se tornaron borrosos como el humo. El cuerpo, irradiando energía violeta, se le encogió, hasta que, con la misma velocidad del pensamiento, se transformó en un águila de pelaje oscuro que se alzó en el cielo.
—Avancen —dijo desde el aire—. Exploraré la zona, si veo el acantilado se los haré saber.
Y con un aleteo constante hacia el horizonte, ShamWo se alejó de la pareja.
—Si el lobizón solo puede transformarse cada viernes y martes, no entiendo cómo el sobreviviente sigue oculto en el bosque —comentó Madame, abriéndose paso en los arbustos—. O está muy aterrado para salir de su escondite o ha dado vueltas y vueltas sin hallar una salida.
—Es bastante sospechoso, pero presiento que estamos por averiguarlo, mira —Señaló hacia un arbusto, y ambos se acercaron para detallar el singular brillo del líquido carmesí que pintaba la planta.
—Blood —reconoció Madame, cruzando miradas cómplices con James—. Con esto será suficiente.
Mago levitó la sangre seca. Musitó un hechizo, respaldado por el movimiento singular de sus manos, regresándola a su estado líquido, para luego convergirla en un fuego fatuo, una bola luminosa que los llevaría hacia la persona indicada.
Y, justo cuando comenzaban la marcha, el sonido brusco de las hojas los detuvo. Las manos de Madame irradiaron magia escarlata, y cuatro dagas levitaron fuera de su cinturón, permaneciendo en el aire, listas para caer en picada a quien saliera de allí; por su parte, Mago meneó su gabardina azul oscura para tomar un mango negro del que se prolongó una ballesta.
La sombra de quien saldría de allí era confusa. Estaban preparados para atacar, mas se vieron en la obligación de bajar las armas cuando una joven temblorosa cayó de rodillas.
Mago corrió a asistirla. La apoyó en su hombro para levantarla. Realmente se encontraba destruida. Rebosante de sangre seca. La camisa rebanada en pedazos, a penas cubierta por la blusa que llevaba debajo, el jean lleno de rotos y la caballera larga despelucada e invadida de hojas y tierra.
—Ayu-yu-yuda —susurraba con voz trémula—. La-la-la... be-bestia. Viene por mí, ¡viene por mí!
Con la velocidad del rayo, el águila oscura descendió al acantilado reflejando un aura violeta. Para cuando pisó tierra firme, ya no había rastro del animal, en cambio, un chamán nativo de tatuajes violeta ocupaba su lugar.
ShamWo recorrió la zona con una expresión seria. Todo el campamento se hallaba destruido, con las tiendas volcadas, pero lo que más lo turbó fue encontrarse con los restos de un cuerpo humano a unos pasos de la fogata. El espíritu del hombre aún se hallaba atado al lugar, ShamWo lo percibió en el ambiente.
Se acurrucó a los restos del cuerpo putrefacto. Los ojos abiertos del difunto reflejaban los últimos momentos de pánico que vivió antes de morir. El chamán le pasó la mano por el rostro y le cerró los párpados. Antes de levantarse recitó unas palabras en susurro, liberando al espíritu de aquel lugar tétrico.
ShamWo siguió explorando la zona, mas un brillo traslúcido lo detuvo, el espíritu del hombre había aparecido de nuevo, en señal de gratitud indicaba a un lugar.
—Descansá en paz, hijo de la naturaleza —contestó con una reverencia corta, y el espíritu volvió a desaparecer.
El camino a seguir por el chamán lo delimitó la energía oscura del lobizón. Cuesta abajo, los árboles destrozados indicaban que la criatura pasó por ahí. Y no solo eso. El olor a sangre lo invadió, estaba cerca a otra de las víctimas.
La noche ya había llegado, aunque la luna aún no se alzaba en esplendor. La nubosidad en el cielo era una ventaja que no podía desperdiciar. Sin pensarlo, ShamWo tomó impulso hacia atrás y saltó cuesta abajo, sin embargo, cuando cayó, ya era lobo oscuro.
El rastro lo llevó hasta una roca gigante, infestada de olores. Envuelto en su aura característica, regresó a su forma humana. Llevó la mano a la boca con asombro. Si la víctima anterior lo había turbado, la que se alzaba ante sus ojos lo estremeció. No había ni siquiera un cuerpo, nada más que sobros de la comida del lobizón, entre los que resaltaba la cabeza y partes de brazos, piernas y tronco del desdichado hombre.
—Tranquila, ya estás a salvo —decía Madame en un intento por contenerla—. La bestia no podrá acercarte a ti ahora.
—Debemos sacarla de aquí —determinó James, al tiempo en que movía sus manos para originar un portal hacia el Templo—. Ya sufrió demasiado.
—No —negó la joven con nerviosismo, ampliando los ojos—. Mis amigos...
—Lamento decirte que todos tus amigos están muertos —informó en voz baja, provocando en la joven un sollozo ahogado desde lo profundo del corazón, del que buscó refugio en Madame, ella correspondió al permitirla desahogarse en su pecho—. Lo confirmamos, eres la única sobreviviente del lobizón. Y si no te llevo fuera de este lugar correrás un grave peligro. Has tenido suerte, pero no podemos garantizártela si permaneces en el bosque. Refúgiate adentro —Señaló hacia el portal—, prepárate algo, date una ducha y descansa. Regresaremos por ti una vez nos encarguemos de la criatura.
El fuego fatuo permanecía inmóvil, a la espera del avance de los hechiceros que lo conjuraron.
—Dear, lamento mucho tu dolor —condolió Victoria, dándole palmaditas en la espalda—, pero, por tu seguridad, será mejor que esperes adentro —Observó hacia el cielo—. Ya es de noche, y el lobizón aparecerá en cuanto el cielo se despeje.
El lobo oscuro salía de la cueva a la que llegó tras seguir el rastro de la energía del lobizón. Allí había encontrado a la tercera víctima, en un estado mucho peor que sus compañeros. Supo que se trataba de una chica gracias a su percepción espiritual, pues de forma física no hubo ninguna pista para descubrirlo, debido a que se topó con los puros huesos. El lobizón la había comido por completo.
—No queda mucho tiempo —susurró ShamWo en su forma lobuna.
El animal olfateó a profundidad, el rastro se hacía más fuerte, apuntaba a un lugar no muy lejos de su ubicación, tras un cúmulo de rocas gigantes.
ShamWo volvió a tomar impulso, y con la sorprendente fuerza y osadía del lobo, dio un salto sobre las piedras, cayendo en posición de ataque justo en donde deseaba. Allí lo recibió un grito y el vigoroso golpe de una rama gruesa de árbol. El impacto lo obligó a retroceder, dándole la ventaja a la chica refugiada para huir tan rápido como sus piernas flaqueantes le permitían.
—¡Esperá! —pidió el nativo—. Vengo a ayudar.
La voz de ShamWo sembró desconfianza en la chica, aunque también una incertidumbre latente. No era el mismo timbre ni el tono de la criatura que la había atacado. Dudosa, se giró sin dejar de correr, encontrándolo en su forma humana.
—¿También sos un hombre lobo? —inquirió con temor, conservando la distancia y escudándose con otra rama gruesa.
—Algo así —contestó con una mueca de dolor por la crudeza del golpe. Mantenía la mano en una de las costillas.
—¿Y cómo sé que no sos de los malos?
—Si quisiera comerte ya lo hubiera hecho, ¿no? —contestó, acercándose poco a poco—. ¿Cómo te llamás, piba?
—Mile —respondió, dudosa y aferrada a la rama.
—Te sacaré de aquí, Mile —mientras hablaba, extendía las palmas de las manos en señal de paz—. Solo dejame sacarte de este sitio. Ya recorrí todo el bosque. Sos la única sobreviviente de los cuatro campistas que entraron.
—¿Cuatro? —cuestionó con la cabeza—. Ese día no entramos cuatro personas al bosque —repuso con voz temblorosa, le dolía recordarlo—... éramos cinco. Mary cumplía dieciocho años. Siempre decía que algún día quería acampar en el bosque. Yo solo quería complacer a mi hermana —confesó con ojos llorosos, dejando caer la rama para sentarse a llorar. ShamWo la acompañó para escucharla—. Mary se alejó de nosotros a tomar aire fresco porque se sentía mal, así que armamos las tiendas con mi novio y nuestros otros dos amigos. Fui a verla luego, pero insistió en que quería estar sola.
»No molesté más, ella entró a dormir a la carpa. Siempre fue inestable, sobre todo desde que papá y mamá murieron y nos llevaron al orfanato. Éramos siete hijos, yo y Mary juramos siempre estar juntas. Aun así, no nos íbamos a echar a perder la salida, como sabía que permanecía en la tienda, comimos de la fogata y nos retiramos a dormir. Hasta que a medianoche... ocurrió.
»Ya no era Mary, no, señor, esa no era mi hermana. Ahora era un mujer lobo gigante. No sabía que podía convertirse en uno hasta esa noche —Se soltó en llanto—. Esa maldita noche... al primero que asesinó fue a mi novio, y con todo el dolor del alma tuve que verlo morir. Cazó a todos mis amigos uno a uno, pero a mí no —seguía sollozando—. No sé si detrás de esto haya sido la fuerza de voluntad de mi hermana. Pero no quiero averiguarlo. Tengo miedo, ira y dolor. Solo quiero salir de una maldita vez de este bosque y no volver nunca. Aquí perdí todo lo que más amaba.
—La muerte de seres queridos deja dolores en el corazón difíciles de sanar, pero el amor por ellos cava huellas imborrables. Ahora viven aquí —Señaló al corazón de la chica—. Y aquí —Luego en su cabeza—. Lamento mucho tu perdida. Te aseguro que te acompañan —condolió ShamWo, reposando su mano sobre la de la chica—. Pero has salido de esta. Todavía tienes una vida larga por vivir, Mile —Se levantó—. Vamos, te sacaré de aquí —Le tendió la mano.
La chica accedió y lo tomó de la mano para levantarse, y justo entonces un reflejo de James Jerom apareció frente a ellos.
—Buenas noticias, Sham, encontré a la chica desapare... —Calló al presenciar a la acompañante del chamán.
—¿Qué? —cuestionaron ambos.
—Esperá, la chica desaparecida es ella —Señaló el nativo.
—Entonces, si tú estás con ella, yo estoy con... —Amplió los ojos con horror, y se giró a ver a la joven que acompañaba a Madame.
—¡Es Mary, ella es la lobizona! —alertó Mile.
Al reconocer la voz de su hermana, Mary giró abruptamente hacia donde tenía lugar el hechizo de comunicación. Incluso a la distancia, tanto ShamWo como Mile presenciaron un cambio en el iris de la joven. Las nubes se habían retirado finalmente y la luna llena reinaba en el cielo.
Madame se alejó de ella por reflejo. En su afán por contenerla, invocó raíces que la ataron de manos y pies. Sin embargo, la joven se encorvó con brusquedad, la espalda se le ensanchó y creció en contextura de forma abismal, estallando las raíces. En sus manos yacieron garras filosas y los pies le aumentaron en tamaño. La transformación la hizo tambalear, aventando lejos a Victoria de un golpe. El pelaje gris ya la cubría casi por completo, conservando una larga melena despelucada.
Mago abrió la boca, perplejo. La lobizona alcanzaba casi los tres metros de altura. Mary ya no era la misma joven insegura, en cambio, portaba la apariencia de una bestia de furioso frenesí que rugió para desafiar a sus enemigos.
—¡LO-BI-ZO-NA! —exclamó con cólera.
La criatura le lanzó un rasguño, pero Mago se levitó para evadirla, cortando el hechizo de comunicación.
—Por favor esperá aquí —solicitó ShamWo a Mile—. Es peligroso que vengás a la zona de batalla. La lobizona podría lastimarte.
—Sham —llamó ella—. Por favor... si hay una mínima posibilidad de traer de vuelta a mi hermana, estaré eternamente agradecida con vos.
El nativo asintió. Y en medio de un brillo áureo, metaformoseó su cuerpo en un águila nuevamente. Atravesó el bosque desde el aire, siguiendo el rastro de energía abismal que percibió con la transformación de Mary en lobizona.
Desde arriba, ráfagas de energía azul iluminaban gran parte del bosque. Mago Universal la mantenía en retroceso con sus poderes, aunque sin infligirle ningún tipo de daño.
ShamWo descendió en picada sobre la bestia gigante, no sin antes centellar en energía violeta. Cuando tocó tierra, ya se había transformado en un oso oscuro que emprendió combate con la lobizona. El animal la obligó a retroceder con dos golpes certeros, mas la fuerza de la licántropa era abismal, y bastó una embestida con la cabeza para lanzar a rodar al chamán, regresándolo a su forma humana.
—¡LO-BI-ZO-NA! —gritó, con pausas mínimas entre cada sílaba.
Madame apareció tras ella en medio de un destello escarlata. La hechicera tendió los brazos a cada lado y de sus dos mangos de plata se prolongaron látigos centellantes con los que azotó a la bestia. Por primera vez, la criatura recibía daño, la puntas de plata de los látigos le habían causado quemaduras en la piel, pero también habían desatado su furia.
—¡LO-BI-ZO-NA! —bufó con ira.
La licántropa envolvió con sus brazos el tallo de un árbol cercano, y como si fuera de juguete, lo arrancó de la tierra y lo bateó hacia Madame. En defensa, la pelirroja meneó de nuevo los látigos y consiguió cortar el árbol en tres, mas no previó que la parte del medio seguiría su curso. Por la rapidez en que se dirigía a ella, Victoria solo alcanzó a crear una barrera improvisada, sin embargo su magia no resistió la velocidad en la que venía el tronco y terminó aventándola.
—¡Deja en paz a la dama! —intervino Mago, levitando cuatro rocas gigantes con su magia azulosa.
Las piedras salieron disparadas en contra de la lobizona. La primera sola la hizo tambalear, mas con la segunda fue lanzada a varios metros de distancia. Las dos siguientes le vinieron encima, enterrándola bajo su peso.
ShamWo se valió de la ocasión para reagruparse con Mago. La respiración de ambos se oía agitada.
—¿Qué tanta plata traés? —preguntó el chamán.
—La suficiente para contenerla, eso espero, ya que nuestra magia difícilmente la hace retroceder.
—Usá toda la que podás hasta debilitarla lo suficiente.
—Entendido. ¿Tú que harás?
—Solo la fuerza física puede hacerla caer. Pelearé con ella de bestia a bestia hasta debilitarla. Luego quedará en ustedes quebrantar la maldición, después de todo es tan sola una chica prisionera de una bestia.
—Tienes razón —reconoció Mago—. No podemos castigarla enviándola a la Dimensión Oscura. No puedo cometer el error de otros Universales. La chica es inocente.
ShamWo asintió.
—¡Que los espíritus de la naturaleza me den la fuerza para vencer a este monstruo! —expresó a manera de petición.
Con un reflejo áureo nunca antes visto, el cuerpo del nativo argentino se estremeció por la energía mística que invadía cada fluido de su cuerpo. Un grito de dolor fue el inicio de la metamorfosis esperada. Fornido. Alto. Rabioso. ShamWo terminó convertido en un licántropo, aunque en menor altura que su contrincante fémina, quien recién se reincorporaba a la pelea.
—¡Oye, boluda! —exclamó Mago mientras descendía frente a la lobizona, con la ballesta apuntándole al pecho—. Vengo a traer una canasta de pan para tu abuelita.
James descargó la primera flecha de plata a un costado del pecho del monstruo, causándole un ardor ígneo manifiesto por un grito frenético. La segunda flecha se la clavó al otro costado, aumentando la dosis de dolor.
Tras ella, una Madame furiosa le arrojó con su magia escarlata dos dagas en cada pata. Los constantes ¡brawr! ahora se habían convertido en quejidos rabiosos. Victoria Pembroke remató al chocar las manos, golpe que fue la chispa que generó un potente rayo mágico disparado directo a la espalda de la lobizona. La criatura cayó de cabeza contra la tierra.
—Vuélveme a lanzar otro árbol, y me voy a enojar muchísimo —amenazó con sus ojos irradiando magia escarlata.
Con sus últimas energías, y una fuerza de voluntad arrolladora, la lobizona regresó a la batalla.
—¡LO-BI-ZO-NA! —gritó mientras se retiraba las flechas del pecho.
Otro rugido feroz retumbó en el bosque, mas en ese momento no había sido la criatura. Un nuevo jugador se unía al tablero, quien con su fuerza abrupta y coraje sinigual, advirtió el jaque a la lobizona. Sus golpes viajaron directo a las partes más afectadas por el contacto con la plata, en ritmos inhumanos e imparables, comparables con la furia de la naturaleza contenida en un solo ser.
Finalmente la lobizona cayó. La ira, el frenesí y la sed de sangre habían pasado factura en la licántropa. Pero no era la única, en ShamWo aumentaba un impulso destructor y asesino, que, de no ser por su alto autocontrol y dominio propio obtenido a través de la meditación, se hubieran apoderado de él, convirtiéndolo en una máquina imparable de muerte. Mas ese no era ShamWo, el chamán argentino retrocedió, con su respiración controlada. Un aura violeta lo rodeó y, poco a poco, desapareció todo rastro peludo y animal de su cuerpo. Nuevamente era humano.
—Madame, nos enfrentamos ante un maldición arcana y extraplanar de un ser tan poderoso como lo fue Taú —dijo James—, pero nunca antes hubo dos Hechiceros Universales unidos en propósito. Juntos podremos romper el hechizo.
—Darling, su propuesta es una causa noble —accedió con un asentimiento—. Vi el dolor en los ojos de la chica cuando lloró frente a mí. En lo profundo de su alma luchaba por evitar que la lobizona saliera. Cuente conmigo, Sir James, regresemos a la chica.
Unidos por un mismo sentir, bajo el brillo lumínico de la luna llena, los Universales alzaron en energía un sello arcano con símbolos rúnicos que hallaban su significado en el origen de los tiempos. Levitaron alrededor de la licántropa mientras recitaban al unísono hechizos rítmicos que sumieron el bosque en un silencio mortal.
ShamWo solo observaba, confiado en la voluntad de los Universales por rescatar el alma de Mary de aquel abismo maldito en el que el hechizo de Taú la había enterrado.
El poder de los hechiceros invadió cada rincón del sello, originando un torbellino mágico que cobraba fuerza con cada oración recitada. El poder acumulado convergió en un haz de luz que impactó de lleno sobre la lobizona. Y así como fluyen las aguas del río, la energía recorrió cada célula de Mary.
Un destello cegador emitido por su cuerpo como una onda derribó a los héroes y a gran parte de los árboles alrededor. Cuando la luz desapareció, y la vista de los presentes recuperó el sentido, una joven anonadada y herida apareció en el centro de donde estuvo el sello. Mary estaba de regreso.
A pesar de la advertencia de ShamWo, el desenlace de la batalla había llamado la atención de Mile. La joven pelinegra arribó con lágrimas en sus ojos y la mirada fija en la persona que más le importaba en el mundo: su hermana. Corrió a brindarle seguridad al envolverla con sus brazos. Mary no paró de llorar, arrepentida de lo que había hecho, una vez los recuerdos fueron tan claros como el agua.
—Lo siento, lo siento mucho —era lo único que decía.
—Ya estás de nuevo conmigo, y es todo lo que importa.
Tres recipientes con forma de calabaza chocaron seguido de una euforia. Los Universales, junto a ShamWo, celebraban con mate el haber salvado a Mary de la maldición del séptimo hijo. La línea temporal seguía su curso. Con la batalla llevada a cabo en el presente, no existió la preocupación de alterar el flujo histórico, pero sí el esmero por salvaguardar el futuro.
—Gracias por todo, Sham —agradeció Mago—. Te estoy en deuda por esto.
—La deuda fue saldada cuando liberaron a la chica, James —respondió con un asentimiento—. Los espíritus de la naturaleza también se los agradecen.
—Maestro, fue un placer pelear codo a codo —se despidió Madame con una reverencia.
—El gusto es mío, Madame —correspondió de igual forma—. Cuando regresés a dos mil diecinueve, tenés un aliado más con quien contar. Y vos, boludo —dijo para James, esbozando por primera vez una sonrisa—. Cuidá bien a la dama.
Los Universales sonrieron por igual antes de cruzar el portal de regreso al Templo.
—Con todas mis fuerzas, Sham, con todas mis fuerzas —contestó mientras el anillo se cerraba.
Océano Atlántico, 1912.
Una embarcación colosal recorrió las aguas gélidas del segundo océano más extenso de la Tierra con sus cuatro chimeneas a toda marcha. Su paso marcaba el recorrido en el agua al descarrilar el olaje. El transatlántico reinaba en la oscuridad gracias a las luces del interior de las habitaciones. Un reflejo naciente de la luna permitió reconocerlo por las letras doradas que adornaban el desmesurado casco negro del navío: «Titanic».
En lo alto del mástil de proa, dos hombres se hallaban vigilantes antes las posibles adversidades de las inmensidades marinas.
—... Y entonces el hombre dijo —habló uno de los vigías, expulsando aire helado de la boca con cada palabra—: "Ni Dios podrá hundir este barco", pero ni aun así tuvo la precaución de embarcar los botes salvavidas suficientes para cubrir el mayor porcentaje de la tripulación.
Mientras escuchaba a su compañero, el otro vigía contemplaba el Atlántico, lucía como un mar de cristal, resplandeciente y encantador. Cuando, de repente, notó a lo lejos que algo tan oscuro como el cielo sobre ellos crecía más y más. La expresión del hombre cambió abruptamente de tranquilidad a horror. Tan grande fue su desespero que hizo sonar la campana de inmediato.
—¿Iceberg? —preguntó el compañero, con una angustia creciente.
—No... monstruo marino.
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