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Capítulo 8

Lecciones

Maylin le seguía furiosa y avergonzada. El cabello largo, negro y un poco sucio, le cubría la espalda encorvada. Las cómodas ropas de entrenamiento se podían ver por debajo del abrigo del sujeto, quien avanzaba silencioso y rápido.

—Ven, dejemos a los enamorados en paz —había dicho él llevando un dedo a sus labios. Maylin, sintiéndose enrojecer, no pudo replicar—. Hay algo que me gustaría comentarte sobre las magnolias —continuó. Acto seguido, dio media vuelta y emprendió el camino hacia los Clanes.

Maylin, con las palabras en la punta de la lengua, le comenzó a seguir. Xia, más que contenta, iba pegada a la joven y soltando suaves suspiros. Entraron al edificio y continuaron. La puerta con el símbolo de los Húlújīng les dejó pasar ni bien se acercaron a ella.

La hija de Zhao le seguía sin emitir una palabra. Los húmedos y oscuros pasillos se veían cada vez más laberínticos. Maylin, quien se conocía perfectamente los corredores, empezaba a dudar de dónde estaba. Con cada metro que pasaban, las antorchas se volvían escasas y el fuego apenas iluminaba.

Al final, llegaron a una caverna que apenas tenía rastros de actividad allí. Las paredes de roca mostraban líquenes y la única luz del sitio provenía del techo. Sus pisadas resonaban por todo el espacio. Xia, callada y seria, iba mucho más atrás.

—¿Dónde estamos? —preguntó Maylin observando el lugar.

—Aquí duermo —contestó él. Maylin pudo notar, en ese momento, un conjunto de mantas y paja en un costado. A sus pies una fina capa de agua cubría el suelo. Bajando la mirada, Maylin se encontró con algunos huesos y pedazos de tela. Temerosa, agarró su daga—. Tranquila, no soy lo que piensas.

—¿Qué me lo asegura? Puede que te hayas esforzado para que mis padres te consideraran mi pretendiente, pero... eres un extranjero —dijo sacando la daga y apuntándole con la punta de la hoja.

Una sonrisa de medio lado fue toda respuesta que obtuvo. Un segundo después toda el agua creó un remolino a su alrededor. Sudando frío, Maylin sujetó más fuerte el arma. «Primero la maldita mujer cabra y ahora esto», se quejó. Xia, quien no pasaba de la entrada del lugar, se mantenía en un silencio absoluto. El agua giraba cada vez más rápido y cerca del cuerpo de Catriel.

Como si fuesen mariposas, gotas de agua volaron hasta posarse en las paredes o en el mismo suelo. Donde antes había estado Catriel, ahora había un hombre con piel escamada y algunas cicatrices.

Maylin, esforzándose por no mostrar sorpresa u otra emoción, bajó en arma. Xia canturreaba de fondo.

—Ajá. ¿Qué se supone que debo interpretar con esto?

Xia se golpeó la frente con la mano. Catriel soltó una risotada, mostrando unos dientes apenas afilados. Maylin por un instante no supo qué pensar. Sintiéndose cada vez más incómoda, se alejó unos pocos pasos del hombre que reía a más no poder.

—Te comprendo —dijo él después de un momento, secándose las lágrimas producidas por la risa—. Mi reacción fue igual la primera vez —Maylin separó los labios para hablar, pero prefirió callar—. No busco que me creas, la anterior vez que me viste así estabas con fiebre y herida. Pero hay algo que sé, y es que has ido a ver a los Dragones —continuó intentando calmarse.

—¿Cómo es que te sientes tan seguro sobre mi misión de hace meses? —escupió ella. Retrocedió y su espalda chocó contra una pared. Catriel se limitó a verla con ojos aún más oscuros que la brea, pero sin un ápice de seriedad.

—Shen podrá mentir bien, pero Tao Wu suele aparecerse en nuestro plano cuando alguien busca a los Dragones —contestó. La memoria de Maylin regresó al día que volvió al Bosque—. Además, hablas sola y he sentido la presencia de otro espíritu elemental —continuó. Maylin quiso golpearse la frente. «Yo haciendo el ridículo y dando pistas a otros. Menuda estupidez».

—No metas a Shen en esto —susurró. Catriel pareció morder una piedra ante ello. Xia sonó como un gato estrangulado. Envalentonada, se volvió a acercar a Catriel—. Me llamaste a mí, no a mi pretendiente.

—Yo también soy tu pretendiente, pero no me das ni un hueso —contestó él sacando pecho. Maylin casi pierde la concentración—. No me interesa si Shen decide estar con otra mujer, siempre y cuando a ti no te hiera —sentenció y apenas levantó la mano hacia el rostro de Maylin—. Sin embargo, quisiera comentarte algo sobre ser magnolia. Ahora que Shen lo terminó de confirmar, me siento obligado a explicarte algunas cosas.

El rostro de Maylin se volvió pálido, haciendo que su pelo se viera más oscuro. «¿Me delató? ¿Dejó todo lo que sentía por mí? ¿Tan bajo ha caído?», se preguntaba. Nerviosa, agarró su cola de caballo la cual se la empezó a destrenzar y trenzar repetidamente. Bajó la mirada y no supo qué decir. Sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo evitar dejarse llevar por ellas.

Catriel, incómodo, le abrazó dudoso y Maylin acabó permitiéndose llorar como hacía semanas que quería.

—Escucha... Sé que me vas a detestar... Pero quiero que sepas a qué te enfrentas —le dijo Catriel sintiendo cómo las lágrimas saladas le empapaban el pecho. Maylin le agarró de la ropa y se ocultó más en ella. Algo en él se sintió incapaz de ser como antes, donde no había lugar a llantos. Un poco más seguro, palmeó la espalda de la mujer.

—Gr...gracias —susurró ella entre hipidos.

—Bueno... Antes que nada...¿por qué lloras? —dijo aclarando su garganta. Maylin le restó importancia al asunto con un ademán.

—Habla —pidió secando sus ojos con las manos. Casi a regañadientes, Catriel empezó a contarle.

—Bueno, para empezar, debes de saber que, una vez te presentas a los Dragones... No puedes volver atrás —dijo dudando un poco—. Quiero decir, a menos que...perezcas...sigues siendo un candidato para magnolia.

Maylin  se sintió palidecer. «¿Lo sabía Catania? ¿Por eso me retó a duelo mortal? ¡¿EN QUÉ ME HE METIDO?!», se preguntaba casi agarrando su cabeza peinada. Para su fortuna, Catriel seguía hablando y despotricando a Shen.

Susurró una pregunta mirando disimuladamente a Xia. Ella simplemente le dio una mirada carente de emociones.

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