5 ⚜️ Hali
La situación fue mejor de lo que yo esperaba después de La Unión. Fuera de lo normal, solo hicieron acto de presencia unos cuantos gritos, expresiones de asombro, la aparición de una ikanótita olvidada y unas raíces de árboles que casi impiden nuestra huida a caballo. Ahora, en la montura del cemental sosteniendo a Kal por la espalda, me doy cuenta de que le temo a los viajes en caballo.
Después de un rato, gritando suplicas con los ojos cerrados y sosteniéndome de dónde sea para evitar cae al suelo y sufrir serías lesiones debido a lo pedregoso del camino y la velocidad a la que va el animal, el miedo puede por completo conmigo y es cuando sucede lo inesperado:
—¡Ya! —grito tratando de hacerme oír por encima del ruido del viento—. ¡Detente, detente, detente!
Y las palabras surgen efecto, pues el tiempo se ha detenido por un instante. He flotado por un momento en la lentitud de la carrera, como si fuera la cosa o personas más rápida en el país. Las patas del caballo permanecieron lejos del suelo antes de volver a pisar tierra y Kal por fin se detiene. Ya estamos bastante lejos de casa y luna ilumina el sendero hasta la ciudad principal de Thalassa.
Kal desmonta y estiro los brazos para que me ayude a hacerlo de igual forma.
—¿Has parado el tiempo? —pregunta—, pude sentirlo. Fue como si no pudiese hacer nada para moverme.
—Sí —afirmó y acomodó las faldas del vestido con nerviosismo. Si no son violentas carreras en caballo es el uso de aquella magia desconocida lo que me preocupa—. Al menos podemos disipar dudas acerca de la existencia de la ikanótita del tiempo.
—Si no estuviera consciente de tal poder creo que no me hubiese dado cuenta de que el tiempo se detuvo —Kal agarra las riendas de la montura y empieza a caminar guiando al caballo—. Creo que será mejor ir caminando, aunque sea un rato.
No pongo objeciones ante la propuesta.
—No sabía que le temías a los caballos, bueno, o viajar en ellos —. Él camina a mi derecha, la cara del équido se interpone para ver a Kal cuando me habla.
—Ni yo lo sabía —la luna llena hace menos oscura la noche y la oscuridad no provoca inquietud en dos viajeros como nosotros—. Es mi primera vez montando en uno y espero que también se la última.
Me río por mi miedo a algo tan tonto, cuando hay cosas esperando con cada paso en el cual nos vamos acercando a la ciudad principal y al Palacio Real de Chrysos.
—¿Quieres hablar sobre lo que paso en Archaía? —. Kal cuestiona después de un rato. Después de cruzar el valle y pasar entre una línea de altos y antiguos árboles divisores que se observan algo lejos, estaremos en la cima de ladera con follaje silvestre y que da vista a la inmensidad de las aguas y el cielo junto a los muros blancos del Palacio Real cuya silueta apenas lograba ser vista por el reflejo del océano en la mañana.
—Siendo sincera no lamento el haber escogido la ikanótita del tiempo, solo siento el haber decepcionado a mi madre.
Después de que ambos, Kal y yo, hablásemos con Celia y Eunor acerca de cuidar a Lyto mientras estuviésemos fuera, temí por sus expresiones que se negarían o gritarían a los cuatro vientos acerca de nuestro plan. Siempre ocurre lo contrario cuando se trata de ese par. Con el rostro lleno de dudas aceptaron con un monosílabo afirmativo en ayudarnos.
La Unión dio inicio al atardecer de aquel mismo día, pero la luna llena ya hacía acto de presencia en el cielo anaranjado. Todo era tal cual lo imaginé desde niña; las flores con un brillo peculiar, el espacio en el claro rodeado de personas, la hoguera lanzando lengua de fuego de colores azules, morado y rojos y varios jóvenes de mi edad ansiosos ante la idea de escoger a su ikanótita compañera.
La ceremonia no era muy larga y el ritual no era aparatoso. Cada joven mageia pasaba al centro del claro y juraba unirse en buena fe con la magia. Luego tomaba agua del río más antiguo en Archaía, en el cual encontraron a mi madre cuando llego al bosque, y luego decía en voz fuerte y alta que ikanótita sería su fiel compañera. Escogías una ikanótita y automáticamente estabas condenado a la restricción del uso de las demás.
Cómo sucedía es algo difícil de explicarlo, pero sabes que ya estás unido a la ikanótita por siempre cuando el ardor te recorre por completo la sangre y el bosque permanece mudo. Los estudiosos de la ikánotia dicen que es un proceso de transferencia, la ikanótita es cedida por completo al chico o la chica y la magia se encarga de completar la esencia de quién la porte.
Fueron pasando uno a uno, todos mageias jóvenes de diferentes partes del país, y pronunciaban su ikanótita con total seguridad: guerra, ilusión, sabiduría, sanación, pócimas, cultivos, elementos, viajes, naturaleza, entre otros que se repiten y repiten conforme van pasando cada uno.
Mi madre escogió la ikanótita de la sabiduría 17 años atrás. Su fuerza, determinación, liderazgo y sus consejos y palabras de gran potencialidad la convirtieron en una de las dirigentes en Archaía.
—Sinceramente me decepciono un poco la tan esperada Unión —Kal desvía la conversación acerca de mi madre—. Esperaba más luces y alguna voz que proviniera del cielo.
—¿Ya ves? —me carcajeo un poco—. Será mejor que te quites la idea de que la magia es algo increíble o una herramienta fácil para librarte de todos los problemas.
—No lo hago. No me emociona tanto ahora.
Ya caída la noche, por fin fue mi turno de pasar y escoger a mi ikanótita compañera. Ya no eran nervios los que sentía en mí, sino algo más. Como cuando estás a punto de hacer algo malo y no quieres ser descubierto, pero no era miedo. Me sentía a la puerta de un mundo distinto, de oportunidades que nunca se darían si no tomaba bien mi decisión y si no arriesgaba una vida normal como maegia sanadora en Archaía junto a mí madre, pero decidí escoger el tiempo y conocer el pasado antes que vivir siempre en la ignorancia.
—Juro que mi alianza con la ikanótita será fiel y justa —dije en plena ceremonia—, y me uno a ella para ayudar a los demás antes que a mí misma. Seremos una por siempre.
Y siempre es el pasado misterioso, el presente incierto y el futuro inimaginable.
Tomé el líquido de las fuentes de aguas extraídas de la región, para entonces tenía mucho calor y la sangre me quemaba desde dentro. La transferencia de la ikanótita dolía al punto de sentirme ser echada al fuego.
Me mordía los labios tratando de no gritar ante el dolor y el sofoco de la ikanótita. Estaba quemándome y nadie podía verlo. A dura penas, lo dije, en un grito perceptible:
—¡Tiempo!
Y el dolor se detuvo, pero el silencio que se hizo entre la multitud era tan fuerte que gritaba.
Murmullos se levantaron y luego le siguieron gritos de asombro. Nadie podía creerlo, ni siquiera yo, pues no sentía diferencia alguna en mi magia. Casi llegué a decepcionarme. La gente se miraba y no sabían cómo reaccionar.
Fue entonces cuando vi a mi madre al frente del grupo de personas y su boca cerrada en una fina línea. Ella tampoco daba crédito a lo que escuchaba.
—¿Has enloquecido? —fue la primera en hablar fuerte luego de la impresión causada— ¡Magnolia! ¿Qué has hecho?
Mi madre estaba furiosa y frenética. Entonces iniciaron los gritos y comentarios a voz alta: "¿La ikanótita del tiempo? ¡Es solo un mito!", "pero si Magnolia quiere ser sanadora...", "¿Qué está sucediendo?" y "¿El tiempo? Es absurdo". Hice a un lado la voz de todas aquellas personas que nunca lo entenderían y observe a mi madre suplicante, sabiendo que ella nunca podría verme.
—Mamá, ahora no lo entiendes, pero todo cambiará para ambas cuando descubra la verdad —mientras le hablaba buscaba a Kal entre la multitud. Se encontraba ya a mi izquierda esperando junto a su caballo.
La expresión en mi madre pasó de desconcierto a espanto.
—¡No te atrevas, Magnolia! ¡No te atrevas a mirar donde no te concierne! —chilló—. ¡Lo qué pasó ya no tiene que ver contigo!
—Eso es falso —dije rápidamente mientras me dirigía hacía Kal—. Me tengo que ir. ¡Pronto volveré!
Eché a correr hacía el muchacho y su caballo mientras oía vociferar a mi madre mi nombre una y otra vez. En cuanto estuve al lado de Kal montó primero y luego me ayudó a mí. De inmediato sentí horror al ver que la montura se encontraba muy por encima del suelo. La carrera inició y escuché como conjuraba hechizos para detenernos; las raíces de los árboles se levantaron de la tierra y entorpecían el galopar del équido. No vi nada más pues mantuvo los ojos cerrados hasta que, con el poder de la ikanótita, detuve por accidente el tiempo.
Ahora me encuentro ya lejos de mi hogar y más cerca del Palacio cercano al océano.
—¿Lyto se lo ha tomado bien? —. Entre el ajetreo colectivo del día, no he podido preguntarle antes por su hermano. Sé que para Kal es muy difícil separarse de él, aunque sepa que se encuentra en buenas manos.
—Muy bien —sigo sin poder verle el rostro desde el otro lado—, no le he contado acerca de todo, pero sabe que lo hago por su bien. Le prometí que volvería pronto.
—Lo harás —contesto de inmediato—. Solo ayúdame a entrar al Palacio Real, conseguir algún libro que hable sobre el tiempo y viajar un poco al pasado.
La línea divisora de árboles está cada vez más cerca. Bordeamos los gruesos troncos de madera antigua y la poca luz lunar se pierden entre las hojas que se encuentra en la copa de los frondosos árboles.
Al atravesar la barrera natural descubrimos que estamos en la cima de ladera norte de Thalassa, aquella que hay que subir para adentrarse en las profundidades del bosque. La vista desde aquí arriba es esplendida, todo se puede contemplar desde las alturas. A la izquierda, se percibe a la lejanía las siluetas de un pequeño poblado bastante alejado. Por la derecha se notan elevaciones que terminas en peñascos cuando se acercan a la playa. Y en el centro se encuentra la ciudad principal de Thalassa: la ciudad de techos rojos, la gran Hali. En la misma ubicación que el Palacio Real, pero en extremos contrarios, estaba el Gran Muelle de Hali con cientos de barcos de diferentes tamaños que descansaban por las noches esperando embarcarse al día siguiente por más peces y conchas con preciosas perlas.
Es el Palacio Real lo que me quita el aliento. Lo he visto cada vez que me encontraba en las calles de la ciudad para hacer compras o intercambios, pero nunca lo he visualizado con la idea de infiltrarme en sus muros de piedra blanca.
Kal debe conocer cada rincón de la ciudad, a la vez que quizá cada puerta, escalón y mugre dentro del Palacio.
—¿Cómo haremos para que pueda entrar sin resultar sospechoso? —. La pregunta definitiva ha hecho su terrible aparición y le ruego a la magia que él tenga alguna idea.
—Será sencillo —el gesto que hace con la comisura de sus labios es divertido—. Conozco a alguien que puede hacer que te quedes dentro del Palacio sin que resulte sospechoso.
Me da bastante curiosidad saber quién es la persona de la que habla Kal pero antes que pueda preguntar me interrumpe y sigue hablando.
—Antes de llegar directamente al Palacio de Chrysos haremos una parada por mi hogar —Él se nota algo incómodo, seguro está pensando en cómo explicar el por qué Lyto no está con su hermano.
—No importa, tampoco tengo muchas ganas de infiltrarme en el Palacio.
— Y tampoco tendrás ganas de volver a montar el caballo —dice burlonamente. Yo lo observo con incredibilidad—. Bajar la ladera no es tan fácil y existen más probabilidades que resbales con las rocas y llegues rodando hasta abajo.
—¿Y en caballo no es más peligroso?
—Para nada —no me deja protestar cuando ya está arriba del animal y me extiende su mano para ayudarme a subir—. ¿Vamos?
—No vayas tan rápido, por favor —sollozo mientras subo con dificultad al lomo del équido—. Oh, cielos. Desde aquí luce peor la bajada.
Y sin recibir respuesta por parte del muchacho, nos lanzamos cuesta abajo a tal velocidad la cual solo lograba hacerme imaginar morir por unos cuantos, por no decir todos, huesos quebrados.
∮
Los alrededores del Palacio Real permanecen en silencio. Los negocios están cerrados y en los hogares solo se alcanza a ver una tenue luz de diferentes velas de cera. Todo el mundo está descansando y mientras avanzamos a pie, dejamos atrás el Palacio de Chrysos. La mayoría de las estructuras tienen el mismo aspecto: muros blancos y tejas rojizas. A diferencia de Archaía, donde las hojas de los árboles tapan el sol con su espesor, el sol da directo sobre Hali y sus habitantes.
El murmullo provocado por el romper de las olas me indica que estamos acercándonos al océano. La casa de Kal debe estar muy cerca del Gran Muelle debido al trabajo de su padre. Llega el momento en que se extiende ante nosotros y hasta el infinito el inmenso océano que ahora luce oscuro y turbulento. La arena fría se mete dentro de mis zapatos y la noche es preciosa al vernos cubiertos bajo un manto estrellado y las olas que tocan la orilla. Kal me dirige sobre la playa hasta una casa separada a unos cuantos metros del agua. Tal vez lo único que la diferencia de las demás casas es que tiene dos pares de manos pintadas en la puerta de madera.
—¿Papá? —llama a la vez que toca con el puño la puerta—, es Kal.
No ha pasado ni un segundo cuando un señor algo bajo comparado con Kal sale a nuestro encuentro. Tiene la barba gris corta, pero su cabello conserva el mismo color que el de sus hijos y su piel está curtida por el sol que recibe al salir cada mañana a mar a dentro.
Sin dudarlo ni un momento, los dos comparten un abrazo cariñoso.
—¿Dónde está Lyto? ¿Está bien? —el padre de Kal de inmediato se percata en la ausencia de su hijo menor y su entrecejo turbado está lleno de arrugas.
Kal le explica que Lyto ha tenido que quedarse bajo el cuidado de las mageias en el Bosque de Archaía, pero que ellos han prometido cuidarle hasta su regreso.
—Lyto está bien, mucho mejor que cuando salió de casa —Kal le asegura a su padre—. Primero necesito ayudar a Magnolia en unos asuntos en Hali para regresar por él.
Es el momento en que me presento ante el hombre mayor de aspecto paternal.
—Magnolia —le estrecho la mano que áspera al tacto debido a algunos callos—. Sus hijos han sido muy buenos conmigo.
—Gracias, muchacha —y me tira de la mano para darme un abrazo. El gesto me toma por sorpresa, pero lo devuelvo—. Su madre y yo amamos a nuestros hijos más que nada en el mundo. Y ahora que lo menciono, la despertaremos si seguimos aquí. Descansen, seguro el viaje ha sido largo.
Me doy cuenta de que de entre poco amanecerá, el cielo se aclara un poco allá donde el sol saldrá en unas pocas horas.
—Pueden descansar aquí, conseguiré las colchas de los muchachos —el hombre mayor desapareció por una de las tres puertas que hay en la casa. Cada una debe de llevar a un cuarto no muy grande, pues el área del hogar no lo es tanto. Volvió con las colchas y nos otorgo una a cada uno. El padre se despide y nos desea buenas noches cuando se detiene antes de cruzar la puerta opuesta a la primera.
—Magnolia, te me haces muy familiar ¿No te conozco de alguna otra parte?
Me extraña el comentario y niego con la cabeza.
—No lo creo, tal vez me parezco a alguien que ha visto por la playa.
—Lo más seguro —parece estar recordando algo muy viejo, pues su mirada se pierde, pero de inmediato lo hace a un lado—. A veces ni siquiera logro ver bien por el reflejo del sol. Hasta mañana.
Y quedamos solo Kal y yo en la sala del hogar.
—¿Dónde podría haberme visto antes? —me acomodó en el suelo y el cansancio de apodera de mí.
—No lo sé —Kal está más dormido que despierto y su voz suena soñolienta—. Ha trabajado gran parte de su vida en el mar. Tampoco frecuenta mucho por el mercado...Antes solía trabajar en el Palacio Real—no estoy segura si lo que dice es cierto pues tiene los ojos cerrados—, pero eso fue hace tantos años.
Y finalmente se abandona en el sueño.
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