2 ⚜️ La ikanótita
—¿Hace 20 años? —es imposible. No puedo sino tomarlo como una broma de mal gusto lo que está diciendo la misteriosa mujer—. Creo que estás equivocándote de persona. Ni siquiera sé quién es mi padre.
—Tú lo has dicho, Magnolia —inquiere—. No sabes lo que te oculta tu madre, no sabes quién es tu padre. Si no descubres quién eres, jamás podrás salvarla a ella o a tu familia.
¿Familia? Mi madre es lo único que conozco acerca del significado de familia. El enojo brota de mí al pensar en perderle; en verle sufrir para siempre por no poder ver el mundo que le rodea, la magia que hace y la hija que tiene.
—Puedo ayudarle —aseguro con brusquedad—, sé que si me dedico cada día a estudiar la ikanótita de sanación puedo lograr que recuperé su vista. Devolverle sus ojos.
Siempre he soñado con ser observada con por mi madre. Sus palabras, gestos y sonrisas jamás se compararían con lo que muchos decían de la experiencia de la "mirada de madre".
—No te engañes, querida —determina ella—. La ikanótita forma parte de la esencia de los mageias. Esencia que se forma de sus vivencias y orígenes. ¿Cómo podrás completar el poder superior si no sabes de dónde vienes? Fallarás de inmediato en tu propósito.
Había escuchado algo similar tiempo atrás. La ikanótita completa tu historial personal; como un trozo faltante del mapa de un tesoro o una pieza en una pequeña artesanía. Pero si esta la pieza de la ikanótita, ¿qué sucede cuando falta la mayoría del mapa?
Meditó sus palabras, suena real e incluso he pasado por momentos donde la ikanótita parece no fluir, detenida en mi interior o incapaz de llenar algo. Creía que solo era por la falta de práctica o una voluntad débil. Me doy cuenta que quizá he estado equivocada.
—¿Eso realmente es posible? —la duda predomina en mi voz. Puede que todo lo que he planeado por mi madre este hundiéndose en algo más oscuro y sucio que el agua de los afluentes —. Ella no hablará. Mi madre nunca dirá nada de su pasado. Quién es mi padre.
—La historia personal de Dione se ha complementado con la ikanótita a base de odio y dolor —la mujer habla como si mi madre fuese conocida suya—. Tu madre ha sufrido mucho y en el futuro próximo se dejará consumir por ello si no haces algo para evitarlo.
Nada de lo que dice suena lógico; las ideas se están mezclando en mi cabeza vertiginosamente. ¿Volver 20 años atrás? ¿En un futuro próximo? ¿Quién era ella que parecía saber la línea del tiempo de mi madre?
Me levantó para volver al pueblo. Me he tardado demasiado consiguiendo las flores para la ceremonia de La Unión.
—Escucha —me alejo poco a poco—. No entiendo lo que dices, ¿sí? Me gustaría ayudarte, pero es imposible volver al pasado o siquiera saber el futuro. Tal vez estás confundida o estás divagando...
La mujer extraña se levanta con una velocidad impresionante, casi de golpe. En un parpadeo se encuentra frente a mí. Y de cerca puedo pensar nuevamente que he visto su cara en alguna parte.
Sus palabras me congelan en el lugar cuando suelta con resolución:
—La ikanótita del tiempo, kupía.
La situación empieza a tomar forma ante mí, o al menos explicar ciertas cosas. Y una fantasía, un poder olvidado, parece más real que nunca en medio del follaje del bosque y el trinar de las aves. ¿Estaba ante la única, y quizás última, mageia poseedora de la ikanótita del tiempo?
—No puede ser... —el aire es más difícil de llevar a los pulmones.
—Sí, es hora de que comprendas que el mejor aliado que tendrás para completar tu historia y la magia que llevas dentro es el tiempo.
Niego con la cabeza. Tal vez si lo hago toda la situación será menos rara.
—No podría —niego con la cabeza—. Me he dedicado toda la vida a sanar, a buscar remedios y cerrar heridas. No sé otra cosa —suena casi como un lamento—. De igual forma, tampoco existen libros o mageias con la ikanótita del tiempo que puedan enseñarme.
Trato de confirmar si es ella poseedora de unas de las ikanótita olvidadas.
La mujer se aparta un poco y sus expresiones corporales se inclinan a un punto a su derecha.
—Aquí en el bosque de Archaía no existen tales cosas —toca el vendaje en sus ojos, cómo si por primera vez durante toda la conversación se ha dado cuenta que no ha visto nada más que oscuridad—, pero más allá sí. En el Palacio Real del Chrysos podrás encontrar la ayuda que necesitas.
El Palacio Real de Chrysos se encuentra localizado en la ciudad más grande de Thalassa, cerca de las costas bañadas por las aguas cristalinas del océano del sur. La vista desde los alrededores del Palacio, donde se encuentran los negocios y pequeños puestos del Gran Mercado, encuadra a las altas torres de piedra blanca y vitrales inmensos de colores.
He estado varías veces por la ciudad y sus tiendas, pero nunca ningún mageia ha entrado al Palacio del Chrysós por razones que estaban fuera de mi alcance de conocimiento.
—Esto se pone cada vez mejor —ironizo—. Nadie con la ikanótita ha entrado alguna vez al Palacio Real. ¿Pretendes que me aparezca ante las puertas y pregunte si me dejan echar un vistazo a sus libros?
Ella me observa como si la situación fuese obvia.
—La ayuda llegará a ti —la mujer acerca sus manos por detrás de su cabeza y la sola idea de mirar por debajo de la venda capta mi atención—. Cuando el hijo de pescadores pida tu ayuda no la niegues, Magnolia.
La venda por fin cae y la expectativa es igual al hacer a un lado el velo que oculta algún artefacto prohibido o un secreto ancestral, pero me llevo una decepción al apreciar como dos ojos me devuelven la mirada, perfectamente normales. No hay herida ni cuencas vacías.
Solo un par de ojos verdes.
Y ya no me parece familiar su rostro.
—El tiempo avanza y la catástrofe está cerca —da la impresión de que está a punto de esfumarse por los aires.
—¡Alto! —grito— ¿Eres una mageia del tiempo? ¿Por qué no me enseñas tú la ikanótita? Será muchísimo más fácil. Puedes explicarme que sucede.
Sé que negará a hacerlo o pondrá alguna excusa. Su expresión es de culpa cuando responde:
—No me corresponde a mí hacerlo. Debes completar tu historia por tu cuenta. No hay interrupción por mí parte que lo valga —baja su voz y gira sobre si misma hasta quedar de espalda. Hay algo a su alrededor, quizá su ikanótita está actuando pues me quedo inmóvil sobre mis pies—. Mi objetivo solo es encaminarte a descubrir tu origen. Ve, busca a tu padre y a tu madre y evita que se derrame la sangre.
Quiero gritar que se detenga. Que no puede irse así nada más, sin embargo, permanezco estática en el tiempo.
El momento se descongela y la figura de la misteriosa desconocida ya no está. Se ha ido ella y todas las respuestas a mis incógnitas. Tratar de organizar toda la información recibida resulta un dolor de cabeza en aumento.
—Sería más fácil comprender con un buen diálogo —comento a la nada. El misterio no me causa paz—. Romper pacto de silencio, mamá, solo eso te pido.
Es difícil de asimilar lo que nos resulta imposible o tener que enfrentarse con miedo a lo extraño y diferente de una realidad a la cual estas acostumbrado. Pero la verdad está allí, guardada para unos cuantos únicamente.
Sé que, aunque intentase convencer con la magia más poderosa o las amenazas más crueles, Dione jamás hablará. No por su cuenta. Su voz está sellada con dolor.
Si deseo ayudar a mi madre no es una opción el escoger la ikanótita de sanación como compañera. Sería en vano, pues mis anhelos de potenciarla al máximo fallarían al no poseer mi esencia en su totalidad a causa de espacios vacíos en mi historia.
Sin mencionar la posible existencia de un futuro próximo donde verdaderamente no pueda salvar a mi madre. La extraña mageia lo ha demostrado; la ikanótita del tiempo prevalece. No sé si prevalece en el presente, el pasado o futuro, pero incluso existe una forma de manejarla, aunque este en el lugar donde mi paso está prohibido.
Puedo aprender a ser compañera del tiempo y no solo un ente afectado por el paso de los años.
∮
De regreso a mi hogar, analizo mí situación y qué haré a partir de ahora. No puedo permitir que sufra mi madre, de ninguna manera sería capaz de añadir más dolor a su vida. Y más que un deseo heroico o valiente, es el amor al ser amado.
Junto al sentimiento existe la curiosidad que reside en lo más profundo de mí y la obstinada necesidad que tiene todo ser humano por saber de dónde viene y hacía donde se encamina. Mi padre; no puedo fingir que no he imaginado cuál sería su aspecto o preguntarme si extraña a su hija, o si sabe de mi existencia al menos.
La mageia ha confirmado mis sospechas que he visto venir desde pequeña: mi padre está enlazado profundamente con el pasado de mi madre. Si le hizo bien o mal, no importa, pues estoy segura de que ha marcado su esencia a tal grado de guardar silencio para siempre.
Hay una promesa en todo esto y descubrir hechos de hace 20 años no facilita las cosas ni un poco.
Aspirar con la magia de la ikanótita de sanación ha desaparecido de mis sueños y objetivos, porque la realidad me hace creer que no me servirá para nada.
Temo equivocarme en mi decisión final
∮
—¡Has vuelto! —con el sol ocultándose en el horizonte, el rostro de Celia se tiñe con los colores del ocaso—. Eunor y yo hemos imaginado que abusaste de la ikanótita y qué ahora estarías retorciéndote al lado de alguna piedra, Magnolia.
—Aquí están sus flores —respondo—, ya les he aplicado el hechizo para conservarlas.
Les entregó las canastas con abundante flora y trato de ubicar a mi madre entre las personas. Estoy determinada a encontrar a mi progenitora de inmediato.
Siento que no soy yo quién habla cuando mi voz sale a continuación:
—Mi madre, ¿dónde está? —Más que una pregunta, es una orden. Exijo saber dónde se encuentra ella ahora.
Eunor y Celia se miran con sorpresa y no bromean al responder.
—En el lugar donde se llevará acabo La Unión —Eunor señala el camino al espacio abierto del claro entre las cabañas.
Corro hasta el claro donde se encuentran varias personas reunidas. Ya hay una fogata cuyas llamas lamen y hacen arder grandes troncos; las personas se sientan a conversar a su alrededor esperando la cena al caer por completo del sol. A tres cortos pasos de llegar a mi madre, me paraliza el no saber específicamente que decirle.
Hablar de mi padre no es una opción.
Quizá me escuche si le hablo de la ikanótita del tiempo. O atribuiría palabras tan dementes al cansancio acumulado en el día. Sea lo que sea, necesito hablarle de la mageia misteriosa.
Ella nota mi presencia, sus sentidos se han agudizado de una manera sorpréndete a lo largo de los años debido al desperfecto de su visión.
Creo que estoy a punto de llorar cuando ella voltea hacía mí y sonríe.
—Hija, te noto agitada —apunta al escuchar mi respiración acelerada y el hecho de que no paro de mover mis manos al tocar la falda del vestido—, ¿a qué se debe tanta prisa?
—Mamá —empiezo—. Sucedió algo en el bosque. Había una mujer; creo que era una mageia y habló sobre la ikanótita del tiempo. Creo que ella la escogió como compañera.
La comisura de sus labios hace una mueca. No luce nada convencida.
—Magnolia, quizá haya sido una ilusión —refuta—. Has tenido días difíciles con los dolores que deja la magia. Tú sabes que la ikanótita del tiempo no es posible manejarla o escogerla como compañera. No existen registros en los libros de que alguna vez alguien la haya poseído.
La emoción hace que hable rápido y con determinación. Estoy desesperada por respuestas.
—Es verdad. Su magia era diferente—no sé cómo explicar como la mageia detuvo el tiempo allí entre los árboles—. Nunca vi algo así, el tiempo no avanzó por un momento. Todo permaneció inmóvil.
Por la expresión en el rostro de mi madre sé que me estoy ganando el disgusto de mi madre ante mi insistencia en lo que para ella es una fantasía.
—Basta. Eso es imposible —dice irritada—. No permitas que delirios así te desenfoquen de La Unión. Después de mañana serás una mageia sanadora y...
Una repentina conmoción llama la atención de todos los presentes. Gritos desesperados hacen que se detengan las animadas pláticas en el claro y todos busca, estirando sus cuellos y levantados de sus asientos, el origen del alboroto.
Es un hombre, o quizás un muchacho, no logró ver desde aquí la figura que se acerca hasta nosotros con un bulto de aspecto pesado entre sus brazos.
—¡Ayuda! —el joven tiene aspecto sucio y un semblante cansado acompaña unos ojos dolientes— ¡Por favor, salven a mi hermano!
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