Amante del Enemigo de la Muerte (parte tres)
Eh aquí el final de esta trilogía, estoy muy complacido de lo mucho que me inspire en esta última parte, de hecho creo que esta es mi segundo mejor escrito (Si quieren saber cuál es el primero entonces vayan a la parte llamada "A veces lo mejor es olvidar" de esta misma lista de historias Callmara) espero les guste :D
Call abrió los ojos despacio y de inmediato deseó poder a cerrar los ojos nuevamente y fingir que la noche anterior nunca había sucedido. Que era una pesadilla que se había convertido rápidamente en un sueño, en un placer que lo arrulló. Sus rizos oscuros le hacían cosquillas en la piel y podía sentir su calor e incluso su aliento contra su pecho desnudo. Tenía la piel tan apretada contra la de ella que no estaba seguro en donde terminaba uno y donde comenzaba el otro. Anoche anterior habían sido como uno. La noche anterior ella lo había abrazado y le dijo que todo estaría bien. Y él, através de sus lágrimas cegadoras, le había creído. En el instante siguiente su boca había estado en la de ella. Antes de que él supiera lo que estaba haciendo, su vestido había sido desprendido de su cuerpo y la veía desnuda bajó sus ojos. En el fondo sabía que estaba mal, pero había continuado independiente de lo que le dijera su conciencia. Él la había a la cama y ella había venido demasiado dispuesta, sus manos la tomaron tan ansiosamente como él la había tomado. Convertirse en uno con ella había disipado sus problemas. Su dulzura y calidez lo rodeaban y su voz entre cortada murmurando su nombre mientras sus cuerpos se fusionaban fue lo sufic para hacerlo olvidar.
Pero ahora lo recordaba.
La vergüenza lo inundo. Lamento. Amargura. Enfado. Había perdido a Aarón, había confiado en él casi tanto como él casi tanto como el Maestro Rufus. Él y Aaron eran hermanos en todo menos en sangre, pero ahora sólo sentía en enorme odio corriendo por cada veta de su cuerpo. Sus puños se apretaron por sí solos al pensar en la muerte de su amigo. Tamara se movió en sus brazos y Call se dio cuenta de que las puntas de sus dedos estaban clavadas en la suave curva de su cadera. Soltó su agarre y ella respiró pesadamente, su delicada mano recorrió los músculos de su pecho antes de que su respiración continuará. Call volvió a cerrar los ojos cuando comenzaron a dolerle ¿Como podía haber sido tan estúpido? En su dolor por la muerte de Aarón y la furia que sentía con Alex y el Maestro Joseph, de alguna manera había considerado adecuado llevar a una chica inocente a su cama. Él se maldijo a sí mismo. Tamara era dulce e inocente. Ella había cuidado de él a pesar de que su madre lo desaprobará y ella había sido había sido la única que podía hacer que se quedara quieto cuando despertó de su letargo. Él dejó que sus dedos giraran un mecho de su cabello, su corazón latiendo a gran velocidad mientras acariciaba la seda y lavanda atravéz de sus dedos. Ella era tan bella, el solo estar en su presencia era tan fácil como respirar.Un pensamiento inquietante lo golpeó entonces, y el cerró los puños con fuerza.
Tamara
Call sabía que Joseph está intensamente obsesionado con él, y había supuesto que haría cualquier cosa para asegurarse que el Enemigo de la Muerte permaneciera a su lado, incluso si eso significaba matar a un nuevo ser querido para él, por el momento Tamara no representaba una amenaza para Joseph. Pero eso podría cambiar, si su maestro sus recientes sentimientos por la hija menor de los Rajavi. Un sollozo ahogado se le escapó y aferró a Tamara aún más cerca de él, queriendo sentir su consuelo como lo había hecho la noche anterior. Quería volver a ser uno con ella, perderse en su amor por que era la única que podía quitarle el dolor.
Lentamente ella levantó la cabeza de su pecho, sus ojos tímido e inseguros cuando se encontraron con los suyos. Él movió su mano para acariciar suavemente su mejilla y ella pareció un poco más tranquila, pero cuan podia sentir la incomodidad entre ellos. Anoche había sido tan fácil, casi demasiado. En la fría luz del sol de la mañana, todo parecía ser muy diferente. Las consecuencias de sus acciones estaban revoloteando alrededor de ambos y prácticamente se podía sentir la tensión que emanaba a su alrededor. Call mordió su labio inferior nerviosamente mientras ella parpadeaba hacia él, suavemente su mano acomodo un mecho de su cabello detrás de su oreja.
—Haré las cosas bien. —dijo Call con un pequeño ceño fruncido en su frente. —Se que nunca podrás perdonarme el haberte deshonrado así, pero te prometo que haré las cosas bien, Tamara. Te convertiré en la reina de este mundo, serás mi mía.
Había esperado que ella sonriera, se inclinara sobre él, y fundiera sus labios contra los suyos como lo habían hecho la noche anterior. Lo que nunca pensó que pasara es que una mirada cruzara su rostro, que se apartara de él, le arrebatara una manta y se cubriera para ocultar su desnudez.
—Eres el Enemigo de la Muerto. —declaró fríamente Tamara y esas palabras lo picaron como una bofetada en la cara.
—Ciertamente lo soy. —dijo Call al tiempo que se levantaba para mirarla de frente. —Pero has visto más haya de mi máscara has visto que no soy el monstruo que dicen la gente.
—Lo sé. —susurró Tamara en voz baja y él frunció el ceño mientras extendía su mano para tomar la de ella.
—La vida me ha castigado tanto ya no quiero seguir haciendo daño, Tamara, te quiero a ti, la única que refleja lo que siento.—dijo Call en voz baja sin comprender por que estaba actuando así.
—Y me tienes a mi. —dijo ella en voz baja, sus ojos parpadearon sobre las sábanas manchadas de sangre. —Vine voluntariamente, no me obligaste. —bajó la mirada al piso y continuó. —Pero ahora estás curado y debes continuar con tu campaña, olvídate de mi... no estábamos destinados el uno para el otro. Honra tus promesas como un buen líder. —entonces se acercó más a él y cubrió su rostro con sus manos. —Nunca te olvidaré... me alegro de poder brindarte algo de alivio en un momento tan oscuro.
—Tamara... —Comenzó, pero ella posó sus labios ligeramente sobre los suyos, lo suficientemente como para que Call aspirará su aliento y su aroma, era dulce y olía miel.
Entonces Tamara dio un paso atrás y negó con la cabeza. Call obedeció su gesto de silencio a pesar de que por dentro quería gritarle que lo reconsiderara. Ella se movió alrededor de la cama, sosteniendo la manta firmentente contra su cuerpo mientras buscaba su ropa desecha en el piso. Se levantó y buscó sus bragas y pantalones, tirando de ellos con furia sin volverse a mirarlo, atando los cordones de sus zapatos con dedos temblorosos. Ella se levantó rápidamente y se volvió hacia la puerta. Aún era de madrugada y el pasillo estaba oscuro.
—Tamara. —dijo Call y ella hizo una pausa, su mano en el pomo de la puerta. —No puedo dejarte así.
—No siempre tenemos lo que queremos mi señor. —dijo Tamara sin atreverse a mirarlo a los ojos. —Tu más que nadie deberías saberlo.
Y ella desaparecido en las sombras.
************
Tamara llegó a mitad de su habitación antes de que le fallaran las rodillas. Se agarró a la pared de piedra, cegada por las lágrimas que había reprimido con determinación cuando estaba todavía en su presencia. Los sollozos demoledores sacudieron su cuerpo con tanta fuerza que se preguntó cómo sería capaz de estar cerca de él sin derrumbarse nuevamente. Sentía el corazón como si se le estuviera rompiendo mientras le gritaba que volviera con él, abriera la puerta de su habitación y le dijera que lo había reconsiderado. Ella dejaría que Call la estrechará en sus brazos y la besará hasta que ambos se quedaran sin oxígeno y le dijera una y otra vez que quería ser suya por encima de todas las cosas. Su alma gemela, su dueña, pero no era su lugar y nunca lo sería. Pueda haber calentado su cama por una noche, pero nunca podría ser responsable de que su propia gente lo viera con malos ojos. Algunos magos se sintieran ultrajados si lo vieran salir con una Rajavi, con una enemiga. Puede que Tamara no sepa mucho sobre la guerra, pero hasta ella sabía que todo aquello sería visto como una prestidigitación. Ella no podía dejarlo hacer eso. Le importaba demasiado para eso.
Entonces pensó en su madre y tuvo el deseo extraño de reírse entre lágrimas. Ella se había opuesto rotundamente a que su hija cuidara de Call desde que llegó herido a la mansión después de conquistarla junto con su ejército. ¿Como reaccionaría ella al descubrir por parte de las criadas que había sangre en las sábanas de el Enemigo de la Muerte? Posiblemente la idea de tener como yerno al mismísimo señor del mal no le haría mucha gracia. Y sólo pensar en la reacción de su madre bastó para ponerla tensa. Se enderezó y pasó las manos por sus mejillas para limpiar las lágrimas derramadas.
No más lágrimas.
Tendría que ser más fuerte si no resistía el impulso de volver con él. Su madre sin duda estaría furiosa con ella y no quería ni pensar en su padre; había escapado de la mansión para alertar al Magisterium sobre el ataque de el Enemigo de la Muerte... si descubría lo que había hecho con él. Tamara volvió a estremecer. Luego cayó en la cuenta de que nada de eso estaba pasando y que con algo de suerte Call vería que las sábanas se deshicieran discretamente. Él se iría pronto, estaba segura de eso. De alguna manera ella tendría que resistirse a cerner y aceptar su oferta.
Se obligó a seguir por los pasillos y hacia su habitación, quitándose el vestido cuando entró. Lo que ella necesitaba era un baño de agua caliente para aliviar el dolor de entre sus muslos. Después de unos cinco minutos se envolvió en una bata y entro al cuarto de baño. Tamara simplemente se sentó en una esquina de la tina y esperó a que el agua se templara, de vez en cuando se mordía una uña de manera distraída intentando no recordar los eventos de la noche anterior. Fue difícil no hacerlo. Muy difícil. Cero los ojos y casi pudo verlo inclinarse sobre ella en la silenciosa oscuridad de la media noche. Ella casi podía sentir sus callosas manos contra su piel, sentirlo moviendo sus piernas mientras él acurrucaba su duro cuerpo contra el suyo. Podía sentir la aspereza de su cabello entre sus pechos, sentir su boca contra la suya y saborear su dulce aliento. Dios, ella deseo poder para el ritmo de su corazón. Cada latido le decía que volviera con Call, que cambiara de opinión. Tamara lo ignoró, poniéndose de pie y quitándose la bata de los hombros antes de meterse a la bañera. Cuando se hundió en el agua dejó escapar un suspiro de alivio. La calidez mitigaba el dolor de entre sus piernas y se reclinó contra la bañera, cerrando los ojos y deseando que el agua pudiera lavar su dolor por Call con la misma facilidad.
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Se irían por la mañana. Joseph había dicho que los hombres ahora completamente recuperados y listos para partir a primera hora de la mañana, y Call no había podido hacer nada más que estar de acuerdo. Su máscara de Plata se sentía pesada sobre su rostro mientras estaba sentado en un trono improvisado hecho con madera de roble. Había venido a ese lugar con la intención de hacerse con el principal proveedor del Magisterium, sabiendo que esos viejos de la Asamblea se mantendrían a raya siempre y cuando mantuviera cautivo a uno de sus miembros. No había esperado venir aquí y perder su corazón. La idea de dejar atrás a Tamara le hizo sentir mal del estómago, pero ella había dejado clara su posición. Ella no iría con él. Por mucho que le doliera, no podía discutir con su razonamiento. Deseó por un momento que ella no fuera tan sensata, que arrojara la sinceridad al viento y aceptara en su mujer. Por que a fin de cuentas ¿Que es un rey sin su reina? ¿Que sentido tenía una victoria si estaba vacía?
Call suspiró pesadamente. La culpa de la muerte de Aaron era algo con lo que ya vivía, ¿De que servirá un poco más? ¿A quien estaba tratando de engañar? El destino de Aaron había estado fuera de sus manos, todo, desde el día en que nació, había estado fuera de sus manos. Pero Tamara... no podía dejarla así, no cuando todo era su culpa. Tenía que encontrar la manera de ayudarla de algún modo. Entonces un pensamiento lo golpeó.
—¡Drew! —llamó por la puerta y inmediatamente el hijo de el Maestro Joseph e hizo una reverencia brevemente hacia él.
—¿Si Maestro?
Call puso los ojos en blanco.
—¿Cuantas veces debo decirte que me llames Callum?
—Lo siento mucho Ma... quiero decir, Callum.
Está progresando, pero está bien.
Entonces Call hizo un gesto con la mano.
—Me gustará ver a la chica que me atendió antes, Tamara, para ser más precisos.
Drew asintió y desapareció tras la puerta nuevamente dejando solo a Call que golpeaba ligeramente sus dedos contra la madera de su silla mientras trataba de no contar los minutos que le tomó a Drew regresar con Tamara. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente aparecieron y Call le agradeció a Drew, esperando hasta que estaba completamente seguro de que el chico se había ido antes de volver su atención hacia Tamara. Ella no estaba mirándolo, con la cabeza inclinada mientras sus manos jugueteaban con la seda de su vestido. Call se levantó lentamente, moviéndose hacia ella, no fue hasta que él estuvo encima suyo que ella finalmente alzó la cabeza para mirarlo a los ojos.
—¿Quería verme? —dijo Tamara cortésmente.
Call trago un nudo en la garganta.
—Ya has dejado clara tu posición. —Call movió su mano para juguetear con un mechón de cabello su cabello, girando el rizo alrededor de sus dedos. —Pero no puedo dejarte así, no estaría bien.
—Ya lo hemos discutido. —dijo ella casi impaciente, pero él la hizo callad de inmediato.
—Se que no iras conmigo. Pero lo solucionaré, debo hacerlo. Hay varios chicos jóvenes dentro de mis filas, podes escoger a quien quisieras. No los obligaría yo, pero si quieres mi consejo Drew parece un buen partido.
Tamara abrió enormemente los ojos ante tal comentario y Call habría dado cualquier cosa por saber lo que estaba pensando en ese momento.
—¡¿Crea que puedes arreglarlo arrojando tu botín a tus hombres?! —estalló ella alejándose de él, la ira se reflejaba en sus ojos.
—¡No! —protestó Call. —¡Por dios, no! No lo quise decir eso Tamara.
—Pues lo hiciste. —susurró ella. —¿Además que obtendría a cambio de ser novia de esos perros falderos tuyos? ¿Dinero? ¿Posición? ¿O simplemente el saber que su líder lo aprueba?
Literalmente escupió las últimas palabras y Call se estremeció deseando tragarse las suyas.
—No era mi intención ofenderte, solo quiero arreglar las cosas.
—¿Y crees que estar con uno de ellos arreglaría algo siquiera? —Tamara alzó las cejas perfectamente depiladas. —¿Crees que el verte todos los días de mi vida no sería una tortura para mi? Sabiendo que podría haber estado a tu lado en lugar de ellos. Eso es muy cruel Call... nunca lo pensé de ti.
—¡Y que quieres que haga! —él espetó y fue el turno de Tamara de estremecer. —Lamento si te ofendí, Tamara, solo trataba de ayudarte... sabes que nos iríamos juntos si me lo pidieras. Solo di la palabra Tamara y ninguno de nosotros se lamentara el resto de sus días. —Call casi gritaba las últimas palabras cuando su mirada se encontró con la de ella. En el momento siguiente ella le rodeó el cuello con los brazos y su boca se juntó con la suya, sus labios presionando los de él mientras se separaban para permitir el acceso de su lengua. El calor entre ellos era insoportable y él empujó su caderas haciendo que ella lanzando un gemido en su boca ante su acción.
Sus manos se cerraron alrededor de sus hombros mientras él la levantaba y la sentaba en su regazo, sus manos se acercaban para poder quitarle la ropa. Necesitaba sentirla una vez más, necesitaba estar con ella de nuevo. Pero sobre todo, quería que ella lo disfrutara también. Quería que ella viniera voluntariamente a sus brazos dispuesta a hacer cualquier cosa por él. Quizás entonces ella dijera que sí. Tenía que convencerla a decir que sí. Sus propias manos bajaron por su pecho y se posaron en su cintura antes de subirle la falda. Ella rompió el beso, sacudiendo la cabeza mientras daba besos de mariposa por su mandíbula y bajaba hacia su cuello
—No podemos. —jadeó ella. —No debemos de hacer esto... no es correcto.
A pesar de sus protestas, sus manos estaban escondidas debajo de su camisa mientras le pasaba los dedos por la piel caliente. Él respiró hondo; su pecho se acercó al de ella. Tamara le recorrió la columna con el pulgar y deseó esa respuesta cien veces más. Quería sentir su cuerpo reaccionar a su tacto todos los días durante el resto de su vida.
Él la estrechó tan fuerte en sus brazos que casi la levantó en el aire. Separó sus labios de los de ella, pero no soltó el abrazo. Con las frentes juntas él dijo en voz baja:
—¿No crees que yo también tengo miedo? —preguntó. —¿Crees que no sé lo que me costaría tenerte? Me podría costar todo, pero no me importa siempre que te tenga.
Ella sacudió su cabeza otra vez, su suave mano subió para rider su mejilla.
—Si ambos fuéramos libres créeme que te diría que si en un abrir y cerrar de ojos, pero ninguno de los dos lo es. Eres el Enemigo de la Muerte y debes de continuar tu lucha contra el Magisterium. —Call abrió la boca para protestar, pero ella presionó su dedo contra sus labios antes de que tuviera la oportunidad de decir cualquier cosa. —Pero creó que soy demasiado egoísta y demasiado tonta como para dejarte ir. —Ella lo miró a los ojos antes de continuar. —Puede que nunca seamos nada, Call, pero quiero estar a tu lado hasta el momento en que tengamos que separarnos.
—¿Que estás diciendo? —preguntó, por que su sutileza para interpretar sus pensamientos eran muy portentosa.
—Estoy diciendo que quiero ir contigo. Ya no seré bienvenida aquí cuando descubran lo que hicimos. —sonrió con tristeza, acariciando su mejilla con su pulgar.
—¿Estás diciendo que quieres ser mi amante? —preguntó Call incrédulo.
—Nunca volvería a dormir o compartir tu cama. Pero al menos así estaríamos juntos.
—Tamara... —comenzó pero ella lo apretó fuertemente, pero ella lo apretó fuertemente como implorándole que permaneciera en silencio.
—Solo di que sí Call. —lo instó en voz baja y tragó saliva. Esto probablemente sería lo más egoísta que jamás haría en su vida, pero una sola mirada en sus ojos le dio el coraje de decir esa sola palabra. "Si" respiró y ella sonrió ardiente mente, sus ojos brillando como dos pasos apunto de estallar en lágrimas de alegría mientras inclinaba su cabeza para capturar sus sonrientes labios con los suyos una vez más.
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