Respuesta
Me sentía lleno de paz. En el transcurso por carretera desde casa de mi madre –donde tuve que ir para obtener el coche– hasta la residencia de Jimin no hubo nada que perturbara mi buen humor. Aproveché la poca circulación en la calle para estacionarme frente a la puerta y acercarme, a paso decidido, hasta el umbral. Toqué el timbre. A los pocos segundos, el chico rubio que alborotaba mi mundo entero y me hacía sentir el más afortunado en esta tierra me dejó entrar.
—Estará listo en unos minutos..., al menos, eso creo —se rascó la nuca, inseguro sobre el tiempo que su hermano podría tomar en las preparaciones.
Juntos, nos dirigimos a la sala de estar donde una gran pila de papeleo en el que Jimin trabajaba se amontonaba sobre la mesa ratonera, justo frente a los sofás franceses de terciopelo. En una antigua radio, situada sobre un mueble con cajoneras, Words de BEE GEES ayudaba en temas de concentración al mayor. Unos pasos apresurados, como los de un correcaminos, nos hicieron interrumpir la amena conversación en el sofá.
—Dame las llaves de tu coche para que pueda ir guardando mi maleta. Bambam estará aquí en cinco minutos. —Y tras arrancarme las llaves de un zarpazo sin mediar saludo alguno, tal y como había aparecido, Taehyung se perdió de nuevo por las escaleras hacia el piso de arriba.
Si no fuera por el tiempo compartido junto al moreno, hubiera pensado que estaba enfurecido. La brusquedad de sus palabras al verme y la manera en la que no se detuvo casi ni a mirarme para terminar con los preparativos lo antes posible no era, ni por asomo, una muestra de desprecio; Taehyung estaba emocionado. Desde que les comenté a él y a Bambam sobre mi solitaria vida doméstica, no habían dejado de pedirme que pasásemos un fin de semana en el que no hubiera otras personas más que nosotros. No adultos significaba no tener responsabilidades y la fantasía de desvelarse viendo películas sin la preocupación de levantarse temprano al día siguiente. Tras un inspirado acorralamiento por su parte donde me vi siendo suplicado por el favor, acabé cediendo, con las ganas de compartir un rato entre amigos y ver si, en un golpe de realidad, a aquellos dos se les agotaban las ganas de vivir solos cuando vieran el verdadero esfuerzo que se debe hacer para mantener un hogar.
De nuevo a solas, Jimin me preguntó por el vehículo. A grandes brochazos le hablé de mi falta de coche propio pero de la posesión de la licencia ya hacía unos años. Después terminamos comentando nuestra semana y finalicé contándole del libro pequeño de tapa roja que tanto me había gustado, como el sabor del vino. Mientras, veíamos a Taehyung de refilón cada vez que ascendía o bajaba las escaleras con bolsas de ropa, algún que otro tentempié nocturno y un saco de dormir, depositando todo en el maletero. Por lo que nos había alcanzado a decir en su paso frente al salón sin detenerse, Bambam ya estaba afuera y cargaba sus cosas en el coche.
«Por favor, llámame si ocurre algo, no me fío de ese par.» Por respeto al rubio, no salté de alegría como una colegiala entusiasmada al obtener el número de teléfono del chico que le gusta. Guardé el contacto que él escribió en mi teléfono y asentí, calmándolo al asegurarle que no haríamos ninguna locura. El moreno descendió, con las últimas pertenencias, los peldaños. Tenía la impresión de que había guardado cosas para un año entero cuando solo ocuparían el sábado y el domingo antes de irnos a clase los tres juntos al comienzo de semana, y más tarde, volverían a mi casa a por sus cosas. Con el pelo algo revuelto de tantos viajes y la respiración acelerada, me indicó que ya habían terminado y podíamos dar comienzo a nuestro finde de colegas.
—No sé en qué momento a crecido tanto como para irse de casa —Jimin comentó con notable sentimentalismo cuando el torbellino de Kim desapareció de nuevo.
—Tan sólo son dos días, Jimin —le recordé—. Además, no podías esperar que se quedará como un niño toda su vida. Está madurando, y te aseguro que se convertirá en un gran hombre cuando deje de lado esa dureza que le caracteriza.
—Lo sé. Lo que me fastidia es la idea de que algún día venga, nos diga que se va de casa y ya no pueda verlo tan seguido.
No me costó empatizar con su situación y vi claro el sentimiento de tristeza que deja la partida de alguien a quien se quiere para siempre. Apoyado sobre la pared de la entrada, con la vista fijada en su hermano y su amigo, tomó una pausa reflexiva. Luego, volvió a hablar.
—¿Sabes? Cuando éramos más jóvenes, a Tae le costaba un mundo hacer amigos. Prefería estar solo a confiar en alguien. Admito que yo también tuve esa época donde no deseaba encariñarme con alguien que más tarde se iría a despedir. A ninguno nos importaba demasiado no tener gente a nuestro alrededor, porque sabíamos que cuando regresáramos a casa, estaríamos el uno para el otro —volteó el rostro despacio, hasta que sus ojos se enredaron con los míos y se aseguró de mi atención—. Existe una explicación para mi comportamiento cuando estábamos en la secundaria. Soy consciente de que no te rechacé de la mejor forma y quiero que sepas que me arrepiento de aquello todos los días.
»Cuando cumplí siete años, mis padres vinieron con la noticia de un divorcio. Como era un niño por ese entonces, no me tomé muy bien que mi padre tuviera que irse de casa y dejarnos a mi madre, un Taehyung de dos años y a mí sólos hasta que encontrara una casa donde vivir por separado. Tae, en realidad, también es hijo de Park Jaemin, sólo que decidimos ocultárselo porque saberlo le destrozaría el mundo que se ha formado hasta ahora.
»La verdad sobre mi padre le llegó demasiado tarde cuando, en un viaje de trabajo, conoció a Hae-sun, su actual novio. Él resultó ser gay ya con dos hijos y una mujer. Mantuvieron su aventura en secreto durante los dos años siguientes al nacimiento de Tae porque no veían justo dejear a mi madre sola en ese proceso, pero las cosas terminaron sabiéndose al final. Mi padre destrozó nuestra familia y se disculpó millones de veces conmigo, alegando que debía irse para no causar más daño. A la semana de saberse la verdad, él partió hacia la casa de su amante en Canadá. Mi madre quedó devastada.
»Por el bien de Taehyung, le dijimos que Dae-hyun, un periodista gastronómico que llegó al año siguiente de quedarnos los tres sólos, era su verdadero padre. No creas que Tae no sabe la verdad sobre mi padre y lo que resultó ser. Durante la mayor parte de su vida, y creo que todavía, ha sentido un odio profundo hacia las personas homosexuales que confesaban su amor en público.
»Rehicimos nuestra vida con Dae-hyun como padre de familia y, como último recurso para no perder el contacto con mi padre, mantuvimos por largos años correspondencia por carta que llegaba cada tantos meses. Cuando cumplí quince, en el invierno después de conocerte, fue Hae-sun quien, con una carta, me comunicó que mi padre había enfermado y el médico no le daba mucho tiempo de vida. Cáncer de páncreas, decían. Apesar de no tener una estrecha relación, el mundo se me vino abajo. Los estudios y la responsabilidad dejaron de importarme porque la vida me enseñó de la peor forma que solo tenemos una oportunidad y no a todos nos dura largos años. Empecé a salir con chicas distintas todos los días, encontré unos amigos que me enseñaron a beber y a "disfrutar de la vida" y aquel chico que se preocupaba por su familia más que otra cosa desapareció por un tiempo.
»Como parte de la rutina, maldecir a todos aquellos que gustaban de su mismo sexo se volvió mi único sentir, porque el resto de cosas pasaban inalterables para mí. Odiar o gozar, ese era el lema de mi grupo. Los meses pasaron donde mi padre no daba ápice de mejoría y yo tampoco. Al final, a los diecinueve años, fue una discusión con mi madre y Dae-hyun lo que me hizo abrir los ojos, ser consciente de que lo que hacía no era disfrutar de la vida sino arruinarla, y terminé por afrontar mis miedos y viajar hasta Canadá donde pasé un verano cuidando de mi padre y conociendo a su ahora marido. La promesa oculta tras el viaje fue que, al regresar, las cosas serían diferentes.
»Por suerte mi padre logró superar el cáncer con los años y vive felizmente entre nieve y montañas, a miles de kilómetros. Cómo dije, al regresar a Corea cambié, aprovechando mis buenas notas en física y matemáticas que fueron las únicas asignaturas en las que seguí esforzándome, y entré en la universidad para obtener un título e impartir clases, que era lo que siempre quise. Fue duro y se me pasó por la cabeza abandonar en varias ocasiones. Qué bien me hubiera venido tenerte como apoyo en ese entonces.
Decidí que la mejor respuesta a toda la información que acababa de obtener era no hacer ninguna pregunta. Los fragmentos de su historia fueron encajando lentamente con todos mis recuerdos del pasado a medida que nos acercábamos por carretera a mi hogar. Los porqué que flotaban alrededor del mayor y no me dejaban tranquilo fueron cayendo al suelo uno a uno.
Una hora antes de que la luz del medio día se filtrara por la ventana, Taehyung y Bambam procedieron a dejar sus bolsas en la cocina y examinar con notable emoción cada rincón de la casa. Mientras procedía a retirar los sillones contra la pared para dejar un hueco lo suficientemente grande para establecer los sacos de dormir y no sentirnos apretados, pude oír sus voces a lo lejos exclamando "¡Qué pasada!" o "¡Ya quiero tener mi propia casa!". La tarea de preparar el salón para dormir resulto menos pesada con la ayuda de aquel par, y poco después ya nos encontrábamos jugando videojuegos.
Como era de esperar, no comimos nada más que patatas fritas y chucherías en todo el día, ayudado a pasar por la garganta con latas de refresco. Pensé en Jimin y su historia compartida con el moreno en varias ocasiones. Era increíble como, con tantos millones de personas que éramos en el mundo, cada uno pudiera tener su propia historia. La creatividad del Destino me sorprendía a medida que transcurría el tiempo. Ya no era cuestión de preocuparse por uno mismo, sino también de mirar por dónde caminabas para no perjudicar a otro que, quizá, está igual o más jodido que tú. Por la noche, ya cansados de tanta porquería y con el estómago empachado, decidimos que una ensalada ligera era la mejor opción antes de ponernos a ver una película de terror que recientemente había sido anunciada en una plataforma online. Como era sábado no nos preocupamos de levantarnos al día siguiente, donde nuestro día transcurrió de una manera similar, agregando la preparación de tortitas como desayuno y la limpieza del desastre en la cocina de harina por las mismas más tarde. El cielo volvió a enegrecerse a eso de las ocho de la tarde, haciendo un parón en el juego de mesa que nos mantenía entretenidos para picar algo y continuar con una charla de varias horas mientras la serie Friends mantenía la habitación iluminada con la claridad del televisor.
—Jimin últimamente ha estado actuando extraño, como si estuviera delirando —había comenzado Taehyung—. Sospechamos que tiene novia y nos hemos propuesto hacerle un interrogatorio para sonsacarle información.
—¿Por qué estáis tan interesados en saber de su vida personal? —cuestioné, disimulando el nerviosísmo al masticar una golosina.
—Bueno, soy su hermano menor, y como tal, debo preocuparme por su bienestar.
—Sí, y yo soy el amigo del hermano, así que eso mismo —alegó el castaño.
—¿Te unirás a nosotros, Jungkook? Tal vez nos haga falta un vehículo si tenemos que seguirlo a escondidas —me rasqué la nuca a modo de ganar unos segundos ante la pregunta de Taehyung.
Terminé accediendo sin escapatoria porque, según ellos, era preocupación y no simple cotilleo. Intenté, sin parecer sospechoso, hacerles ver que cada uno puede tener la vida y las relaciones con quien quiera, sin que otros deban entrometerse. Su convicción era tanta que no pude persuadirlos y me uní a esa investigación que estaba seguro que no acabaría de una buena manera. Más tarde habría de comentarle al mayor sobre los dos detectives que le pisarían los talones a partir de ahora, reduciendo los encuentros entre nosotros por seguridad.
Nos vimos ganados por el cansancio a eso de las 4 a.m. y el sueño nos pesó en la conciencia cuando la alarma del despertador sonó tres horas después, indicándonos que el nuevo día estaba por comenzar. Preferimos descansar un rato más, acordando que ya vendríamos cuando terminaran las clases a recoger todas las cosas. Arrastrándonos en vida, llegamos a la universidad medio dormidos, con unas ojeras de espanto y la ropa arrugada mal puesta. La taza de café que había preparado en la mañana no nos arreglaría en aquel estado, necesitábamos un tanque entero.
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Hablar, hablar y hablar parecía ser lo único que nuestra profesora de matemáticas sabía hacer. Aquella catedrática que tan buena fama y reputación se había ganado con los años, como una de las mejores matemáticas del país, tenía la lengua muy suelta. Ming Mujeog era capaz de cautivar la atención de sus alumnos, volverlos dóciles y productivos, y hacerlos prosperar entre cálculos. Sus clases, para mí una de mis horas favoritas del día, siempre dejaban una nueva enseñanza de la vida en todos nosotros que yo no dudaba en apuntar en la libreta de ideas. «En esta vida se puede hacer de todo. Pero hay que saber con qué intensidad y cuándo se ha terminado», era una de sus frases estrellas que solía usar para regañar a aquellos que no atendían o se la pasaban molestando.
Ese día, con el cansancio obligándome a bostezar y cabezear durante su clase, quien recibió la amenaza de ser expulsado al pasillo fuimos Taehyung, Bambam y yo. Pedimos clemencia, alegando que no habíamos logrado descansar bien a causa de un examen de inglés cercano y se nos concedió la excusa. Nunca antes me había parecido que el timbre que indica el final de una clase me alegrara tanto. No me fijé en ellos, pero suponía que, al igual que yo, habían aprovechado esos cinco minutos de descanso entre clase y clase para cerrar los ojos. Escuchaba a Chaerin soltar una risa divertida al vernos con cara de "zombie" que lejos de molestarme me hacía avergonzar al sentirme como un niño inmaduro que afronta las consecuencias fatales de lo que ha hecho.
Fue la entrada de Kim Namjoon, nuestro maestro de la Historia de la Ingeniería, la que me quitó toda esperanza de descansar unos segundos más. Saludamos al recién llegado, cada uno tomando su asiento correspondiente y preparando el material para la clase. El Sr.Kim era conocido por su inmensa bondad y la inquebrantable sonrisa que regalaba a sus alumnos; sin embargo, no me hubiera sentido cómodo en aprovecharme de él para dormir mientras daba su clase y me vi haciendo el esfuerzo de mantenerme despierto, con los ojos lagrimeándome en cada bostezo. Mantenía la cabeza apoyada en la mano, con el codo sobre el pupitre, para no cabezear.
A mitad de la clase, alguien llamó a la puerta. Mis sentidos adormecidos no se fijaron en la persona que desde el umbral de la puerta hablaba con el profesor. El Sr.Kim llamó mi nombre. Levanté la cabeza y de reojo reconocí esa cabellera rubia a un costado. Cargado con una pila de cajas, Jimin solicitaba al afable Kim que le prestara algunos alumnos para ayudarle con los preparativos de la Semana de la Ciencia que tendría lugar el próximo fin de semana.
Como cada año, los alumnos de las diferentes carreras organizaban un fin de semana en la universidad a puertas abiertas para que la gente de la ciudad viniera y se entretuvieran con los puestos y actuaciones en el Salón Principal. La Semana de la Ciencia debía ser organizada por los profesores que, al igual que Jimin, tenían títulos relacionados con la física o las matemáticas, ayudados por los alumnos. Los preparativos abrazaban el período de lunes a viernes, donde los estudiantes podían saltarse horas de clase si de su presencia se requeriría. Así, junto con Taehyung y Bambam, los tres recogimos nuestras cosas y nos despedimos del Sr.Kim antes de partir junto con Jimin. Le acompañamos a dejar las cajas en un aula que en esos días se utilizaba como almacén, para dirigirnos los cuatro a otra habitación vacía donde el docente nos miró seriamente, apoyado en el escritorio.
—Os dije que fuerais responsables. Apuesto a que os acostasteis tarde ayer aún sabiendo que debías venir a clase—nos regañó.
—¡Pero, Jimin!— intentó reclamar su hermano a quién el mayor cortó con una mala mirada. Después, sus ojos avellanas recayeron, decepcionados, sobre el castaño.
—De ellos podía esperar el descontrol, pero de ti, Bambam —el nombrado agachó la cabeza. No supe si sentirme indignado o abochornado por aquello. El rubio soltó un suspiro, rodeando el escritorio—. De cualquier forma, tomad asiento y dormid hasta que suene la campana. Lamento no tener camas y que debais apoyaros en la mesa, os aguantáis por irresponsables.
Ninguno reaccionó en los próximos segundos. Permanecimos de pie, observando como Jimin tomaba asiento en aquella clase aislada del ruido y un poco polvorienta por la inutilidad, mirándonos entre nosotros, desconcertados, abrumados con la idea de poder descansar en pleno rendimiento académico, en un lugar como aquel aula. Necesitamos de una mirada inquisitiva de aquel que, al pasar frente a nuestra clase, nos vio luchando internamente para mantenernos activos y decidió apiadarse de nuestras decisiones, para acatar la orden y tomar asiento cada uno en una mesa diferente. Como era de esperarse, a los segundos de haber apoyado la cabeza sobre los brazos, la inconsciencia nos mantuvo dormidos durante una hora entera.
Fui el primero en despertarse, a pocos minutos de que el timbre sonara. A mi lado, un brazo de Taehyung caía por encima de la mesa y tenía la frente apoyada directamente contra la madera, lo que me dio a suponer que, más tarde, una mancha rojiza aparacería en su piel. El castaño babeaba por la comisura de la boca, tan sumido en el sueño que dudaba que si pasara un circo completo a su lado seguiría sin abrir los ojos.
Nada más verme alzar la cabeza, Jimin dejó el papeleo que rellenaba para matar el tiempo a un lado, dispuesto a mantener una conversación. Nos alejamos un par de pupitres y decidimos hablar en susurros, respetando a los que dormían. Le conté del fin de semana con aquel par, omitiendo nuestra alimentación en esos días porque no quería ser reprendido de nuevo. Él, que apesar de ser joven era dotado de una mentalidad de anciano, no pudo evitar rodar los ojos al oír nuestras actividades poco provechososas, terminando por suspirar. Le hablé de la indagación que tenían pensado realizar. Lejos de sorprenderse, Jimin había lidiado con ellos desde que eran "mocosos". Los conocía bien. Me comentó que ya habían dejado caer alguna que otra insinuación respecto a su soltería y pudo imaginar que no le respetarían lo suficiente como para dejarle abordar la situación por él mismo. Cuando le conté que, sin opción alternativa, me vi forzado a contribuir en la causa, él se rio, divertido con las ocurrencias de su hermano. Supongo que nos tocará jugar con más cuidado a las escondidas, dijo. Luego, me preguntó por mis novelas. Desde que supo de mi afición por la escritura, no hubo día que no me preguntara por el tema. Parecía realmente interesado en mis pasatiempos, o al menos lo fingía con gran naturalidad. «Nunca me he planteado escribir, pero debe ser realmente difícil plantear todo.» Y tenía absoluta razón. En resumidas aclaraciones le hablé de la planeación e investigación previa a la creación de una historia. Él no hubiera imaginado que resultaba una cuestión de semanas, incluso meses, organizar toda la información aún teniendo ya la idea clave. Todo es cuestión de realeza y originalidad a la hora de escribir, le dije.
Encerrados en aquel aula con varios minutos libres, le conté que actualmente estaba atascado con una de las escenas del libro. «Tal vez pueda ayudarte, ¿de qué se trata?» Relaté la situación de los personajes por encima. La inspiración me llegó un día que, navegando en busca de buena música, hayé una playlist que se relacionaba con el mar. El océano siempre me había parecido uno de los lugares más majestuosos e imponentes, con aquella inalterable cualidad que vuelve a las cosas desconocidas en algo atrayente. Mis recuerdos de la cercanía a quella masa de agua salada abrieron en mí la puerta a la creatividad. Me pregunté: ¿Cómo sería vivir en el mar? De esa cuestión a los barcos hay solo un paso. De las embarcaciones a los piratas de antaño, tan sólo un tramo diminuto donde miles de historias nacen cada día. El amor, la venganza, la enemistad y la magia de lo inexplorado juntas en una novela. Mi conflicto con la historia surgía con la controversia de los protagonistas, donde la triputlación arullaba con sus clamidos por echar a la mujer protagonista y el capitán, con una deuda de vida con ella, le pedía clemencia tanto a los tripulantes embrabecidos como a la joven que tenía un largo trayecto en barco por recorrer y acudía en su ayuda. La cuestión era: ¿Echar a la protagonista para un posible reencuentro donde claramente surgirían más conflictos, o mantenerla a bordo con unos navegantes descontentos?
Jimin vió más clara la respuesta, obligándonos a ambos a simular la escena donde el capitán discute con la doncella en su camarote, para ponernos en si tuación y así desarrollar las acciones. No pensé que aquella idea funcionara cuando él, sumido completamente en su papel como navegante marino que se desvive por su barco y tripulación, me perpetró los nervios de una mirada. «Comprenda, camarada, la ventisca que se me cierne encima si la dejo a bordo.» No respondí. Por varios segundos traté de mantener la calma y no estallar en risas ante lo que estaba sucediendo. ¿Era un sueño a caso? Debía ser eso.
—Comprenda usted, Capitán, que arriesgué mi vida a coste de la suya hace años y el favor he de cobrármelo con o sin el consentimiento de su tripulación —con la barbilla en alto, le desafié sin escrupulos.
Una leve sonrisa le pintó los labios al seguirle la corriente. Tal vez no lo pareciera, pero aquel era un momento muy íntimo para mí que nunca olvidaría. El rubio caminó unos pasos, andando en círculos, meditando en su interior la decisión al inquietante caso de la doncella.
—Entre lamentos le digo que la única opción que veo es que se gane a los hombres allá fuera para que no la degollen en cuanto partamos.
—Harían falta años de entrenamiento para resistirse a los encantos que este cuerpo puede hacer —le sonreí con coquetería y él alzó las cejas retador, impaciente por ver de las ocurrencias que la harían avanzar hasta su destino sin un rasguño.
Rápidamente me acerqué a la mesa y tomé la libreta de entre todos los cuadernos en la bolsa. Apunté los dialogos, los significados de los gestos y el abmiente vivido. Lo anoté todo. Y cuando hube terminado, me acerqué veloz hasta el rubio y le planté un beso agradecido en los labios. El timbre sonó segundos después, despertando a aquellos que esperaba que hubieran dormido durante toda la escena.
Espero que disfruten del capítulo. Siento mucho la demora e intentaré pasarme más tiempo por aquí cuando pueda.
Gracias por leer!
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