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Noviembre

Noviembre se presentó como un abrazo helado del que hace temblar sin equilibrio ni control. No era muy fan del frío; no obstante, me agradó ver mi estado de ánimo reflejado en el clima, sintiéndome menos incomprendido.

A medida que trascurrió la semana, me mantuve flotando en la rutina sin tomar ningún riesgo. El lunes visité a mi madre. Hablamos un poco de todo con una taza de café humeante mientras matábamos el tiempo previo a la clase de música con Jongwoo. El martes fue igual pero diferente a su manera. En vez de ir yo a algún lugar, Jimin fue el que vino a mi departamento y yo fui el alumno en vez del profesor. El miércoles –y para hacer algo variado a lo monótono– paseé a Desster por un parque cercano a mi casa, jugando con él a la pelota.

Quisiera decir que aquella tarde helada me sentí bien de nuevo y compartí unas risas con el canino, pero dudaba que Dess compartiera la misma sensación de pesadez que yo cargaba a cuestas y fingiera reír para engañarse a sí mismo y creer que todo estaba bien.

Porque la risa genera amnesia, te hace olvidar, por ejemplo, que tienes el corazón roto.

Y así pasó la semana consiguiente a aquel desastroso sábado. Sin puntas y disuelta. La densidad de mis pensamientos me había tenido tan cansado que yo me había llegado a convertir en humo, acostándome con desconocidos y leyendo hasta caer rendido. Encerrándome.

A veces el agotamiento mental es tanto que lo llegamos a sentir como algo físico. Y es ahí donde nuestro cuerpo manda una señal de alarma que muchas veces interpretamos tarde. Yo estaba muriéndome lentamente. Mi estómago rugía en busca de comida que yo no le proporcionaba por cansancio hasta que dejaba de quejarse y se mantenía vacío. De ahí la perdida de peso tan brusca que semanas más tarde llegaba a marcar mis huesos. Se crearon dos surcos enormes bajo mis ojos por el insomnio.

Definitivamente, yo estaba muerto en vida.

—Jungkook, ¿Estás prestando atención?

—¿Qué? Um, perdón, sí— Jimin frunció una mueca, mirándome desconfiado.

Dos días atrás –hoy era jueves– habíamos decidido que durante las clases privadas nos tutelaríamos para hacer la comunicación más sencilla.

—¿Hace cuánto que no comes bien?— preguntó.

Tardé en responder. No porque no me acordase de la última vez que ingerí un plato en condiciones –que también–, sino porque la falta de energía en mi organismo no daba para nada más que sostenerme erguido en el taburete y no caer.

—No lo sé— fui sincero.

Descontento, se quitó las gafas y masajeó el puente de su nariz.

—¿Tienes comida en la nevera?— asentí sin entender cuál era su punto—. Espera aquí.— ordenó.

Lo observé perderse por el umbral de la puerta, manteniendo los ojos allí. No sentí la fuerza para levantarme y seguirlo. Algo me decía que ese día no daríamos clase de física y solo me quedé sentado sin entender nada. Sentado y sólo, por supuesto.

El paso de los minutos hizo sentir incómoda la silla donde estaba. Me levanté, acomodándome en la cama con el sonido de las cacerolas y los muebles siendo abiertos en la lejanía. Se me escapó un bostezó. A pesar de no haber hecho nada de esfuerzo y haber dormido por más de nueve horas aquel día, los ojos me pesaban demasiado. Cedí al sueño cuando el agujero en mi pecho se empezó a llenar de pensamientos rebosantes que me dejaban sin respiración.

Yo no quería sufrir de aquella forma. Estaba harto y cansado. Exhausto de no ser correspondido y no saber lo qué era ser amado. Por lo que me dejé llevar hasta que vi la salida en el mundo de los sueños que sabía que terminarían convirtiéndose en pesadillas como hacía dos semanas que pasaba, dejándome en desvelo.

Tener pesadillas también se convirtió, de alguna forma, en parte de mi rutina.

• • •

La brisa movió los rojos cabellos que caían sobre mi frente. Al abrir los ojos, la sensación de cansancio seguía allí. Solté un suspiro y un escalofrío se adueñó de mí. Alguien había abierto la ventana. 

Deseché la idea de volver a tratar de dormir, desperezándome sobre la cama. Aún entraba luz natural por el ventanal por lo que deduje que no serían más de las siete de la tarde. Todo se mantenía en silencio. No recordaba lo que estaba haciendo antes de dormirme pero estaba seguro que yo no había sido quien pegó una nota en la maceta de aloe vera. 

Jungkook:

Vaya, si que debías estar cansado para dormirte tan de repente. Supongo que por hoy dejaremos la clase y espero que descanses. 

Aunque me costó encontrar algo en tu nevera, conseguí dejarte un caldo rico y nutritivo para que recuperes fuerza y sigas estudiando. Lo tienes en la encimera. Espero que sea de tu agrado.

Independientemente de esto... Jungkook, no sé por lo que estás pasando, dudo que nadie lo sepa mejor que tú y por eso mismo no puedes abandonarte. No dejes de buscar la llave que solucione tu conflicto, la encontrarás con el tiempo, estoy seguro. Y recuerda que nunca estarás solo, porque te tienes a ti mismo. Apóyate en las cosas que te hacen feliz, lucha por ello. 

Yo creo en ti, Jungkook.

P.D: tienes unos cuantos ejercicios a resolver en el escritorio, los revisaré la semana que viene.

Park Jimin

Un intenso ardor emergió en mis ojos. Muchas veces nos encontramos perdidos sin saber que hacer. Damos vueltas, tomamos decisiones, andamos en circulos, nos sumimos en una rutina que se va alargando hasta convertirse en eterna y ya no poder salir. Y la forma de liberarnos puede estar influenciado por otros, unas palabras: «Yo creo en ti.»

Se me estrujó el vacío estómago al observar el cielo. Un lienzo pulcro. Una hoja en blanco sin arrugas. La luz procedente de ningún lugar. El cielo se encontraba infestado de nubes blancas que envolvían la ciudad en una especie de burbuja brillante.

Y en ese momento, me di cuenta de algo.

El tiempo no se detiene nunca, es imposible hacer lo mismo día tras día. Las cosas suceden y se quedan en ese instante. No puedes cargar contigo un recuerdo durante toda la vida. Tampoco un sentimiento. Es cierto que todos estamos entrelazados entre nosotros, así es como lo dicta el ciclo de la vida. Y por eso mismo, aunque cueste reconocerlo, todos somos prescindibles. Si yo faltaba algún día, el mundo continuaría su curso. Y mi pregunta era: Si todo seguía adelante, ¿Por qué yo no podía? La respuesta me la dio el cielo nublado y blanco.


Inconscientemente, yo sí que había seguido durante las dos últimas semanas donde ni siquiera fui capaz de reconocer mi reflejo en el espejo. La cosa era que no necesitas conseguir cosas brillantes para ser exitoso. Mucha gente se encuentra todos los días frente a la batalla entre la cama y el mundo exterior. Levantarse, para muchos, es como prepararse para ir al infierno y pasar allí una tortuosa jornada que no parece acabar hasta que la piel vuelve a sentir el tacto de las sábanas frías. Y es que esa pequeña acción que realizamos, levantarse de la cama, ya es todo un logro; el primer paso a la felicidad. 

Luego precedían otros pasos más variados y diferentes. Zancadas o saltos. Carrerillas que retrocedían. Y ninguno de esos avances, por muy negativo que fuese, significaba algo si seguíamos levantándonos por la mañana, comiéndonos el mundo. 

El manto nuboso solo me hizo recordar que el clima muestra la hora de despedir las estaciones y dar la bienvenida a otras. Una señal tan común que enseña el avance del tiempo y que muchos no se paran un segundo a observar. Unos días soleados; otros, lluviosos.

Y allí quieto, sentado sobre las sábanas, yo seguía avanzando. A cortos pasos, pero siempre adelante. Me di cuenta de que lo único que había hecho hasta ahora era mirar hacia el lugar equivocado. Tenía que centrarme en mí y cuidarme. Porque la persona que vas a tener siempre en todos tus momentos, tanto en los malos como en los mejores, vas a ser tú mismo, y eso es un hecho innegable. 

Por eso pensé que, si no era posible detener el tiempo, ¿Por qué quisiera pretender que sí? Todo lo que pasaba por mi mente se veía como una jodida revelación en medio de un estado de locura que me mantenía despierto.

Sentí la tarima helada crujir cuando me puse de pie, descalzo, y comencé a avanzar hacia la cocina. Estaba famélico, no tardé ni cinco minutos en engullir el cuenco de sopa que Jimin había dejado para mi y atacar los pocos alimentos que quedaban en mi nevera después. Las energías volvieron a mi cuerpo cuando me sentí lleno. Lo siguiente que hice fue limpiar un poco y llamar a un reparador para que se pasara a revisar la lavadora que seguía estropeada. Poco después, regresé a la habitación.

Agradecí internamente que Jimin hubiera abierto la ventana y dejado entrar la frescura del clima que erizó mi piel, recordándome que yo seguía vivo. Me coloqué algo más de ropa encima, no pretendía enfermarme y quedarme postrado en la cama ahora que tenía ganas de salir y vivir, de vivirme; y me senté frente al escritorio. La primera idea para afrontar los huecos que había estado sintiendo fue enfrentarme a una de las más robustas y complicadas puertas que me había puesto la vida. Leí los ejercicios de Jimin y me sorprendió gratamente comprender lo que me pedían. Tomé un lápiz que se sintió áspero y estrecho entre mis dedos, comenzando a escribir. No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mis labios a medida que rellenaba los espacios en blanco. Negar que tuve miedo al pensar que, si yo no llegaba entender los ejercicios podría haberme sentido un inútil y haber recaído, habría sido una total mentira. Porque sentía terror al pensarlo, y me gustó y desagradó a partes iguales. Pero tenía claro que no iba a rendirme, no en este juego al que llamamos vida. Porque solo tenemos una oportunidad, una sola, y rendirse sería desperdiciarla. Prefería sentir dolor hasta la demencia porque eso significaba que también podría llegar a sentir felicidad hasta la saciedad. Nunca llueve para siempre. Y sentía que el aguacero comenzaba a amansarse ante mí.

A la mañana siguiente contemplé el amanecer rumbo a clase con un peso menos y una sensación de plenitud amplificada. Mi primera hora era sobre la historia de la física, atendí a las explicaciones del profesor y dejé que su voz profunda llegara a mi como una revelación más de lo que era sentir. En el intercambio entre la primera y la segunda hora, hablé animadamente con Chaerin, quien se fijó en mi cambió de humor y me lo hizo saber, respondiéndole con que todo estaba bien. Jimin entró en clase y todos nos apresuramos en saludarle. Continué un rato más la conversación con mi amiga en murmuros mientras el docente comprobaba la asistencia y nos pedía que nos acercásemos a entregarle una tarea que mandó.

—Tenga, Sr. Park, los ejercicios que me dejó— le entregué el folio y él abrió los ojos más.

—¿Tuvo algún problema al hacerlos?

—Al principio me costó plantearlos, pero logré aplicar las formulas correctamente. Creo que pueden estar bien— dije.

—Me alegro de que avancemos, los revisaré más tarde— asentí y regresé a mi asiento.

Jimin terminó de recoger los trabajos, explicó el punto del día y nos anunció sobre un informe que se realizaría por grupos que tendría una alta puntuación respecto a los finales.

—Estoy al corriente de las relaciones que mantienen entre ustedes, pero quiero que aprendan a trabajar con otra gente con la que no tienen relación a diario— dijo y todos nos quejamos por lo bajo—. Siento decirles que por mucho que protesten no servirá de nada. Anunciaré los grupos  y si tienen algo de suerte les tocará con quienes quieren.

Jimin fue diciendo los equipos en voz alta. Conocía a la mayoría de las personas en ese aula por haberme cruzado con ellos en fiestas o salidas y me impactó ver como el docente se las había apañado para que aquellas personas que nunca se relacionaban les tocara juntos.

—El octavo grupo estará formado por: Cho Yi-Hyung, Kang Chaerin y... — Por favor que sea yo, que sea yo...—. Chung Sung-il.

Mierda.

Miré a Chaerin quien fruncía un puchero tierno.

—Yo quería ir contigo, Kook— habló—. Bueno, al menos conozco a ese par, no son mala gente.

—Sí, estoy seguro de que haréis un trabajo increíble— le di ánimos.

—El décimo grupo lo conformarán: Jeon Jungkook, Kunpimook Bhuwakul y Kim Taehyung.

Mierda y más mierda.

Ni siquiera me percaté de que aquel par insufrible con el que llevaba compartiendo clase desde la secundaría se encontraban en la clase hasta ese día. Se me heló la sangre con el solo hecho de pensar que tendría que estar en un mismo espacio y tiempo con el odioso de Kim Taehyung.

—Sr. Park— su voz insoportable emergió del fondo de la clase.

—¿Sí, Joven Kim?

—¿Podríamos hacer el informe solo Bhuwakul y yo?

Tan hipócrita como siempre, Kim, sin miedo a dejar las cosas claras.

—¿Se da cuenta de lo que está diciendo?— Jimin se mostró molesto con aquel comentario que a mí no me había sorprendido en absoluto.

—Realmente, no me importaría hacerlo solo o cambiar de grupo— intervine llamando la atención de todos. Me costaba admitirlo, pero apoyaba los intereses del friki alienígena.

—Lo harán juntos ustedes tres y no se admiten cambios ni quejas.

—¡Pero-!

—Ni quejas— Jimin repitió, callando a Taehyung a mi espalda.

Pude sentir su mirada punzante en mi nuca y cómo trataba de asesinarme con ella. Me giré y se la sostuve. Aquella situación me causaba la misma gracia que a ellos dos, pero el rubio no se mostró con muchas ganas de colaborar para no hacer mi vida un infierno de nuevo. Y  no pude contenerme cuando me vi sonriéndoles y saludándoles con la manos para alimentar más el fuego de la rabia que nos teníamos mutuamente. Vi como Kim apretaba la mandíbula ante mi gesto y se daba la vuelta con resignación. 

Cuando Jimin terminó de anunciar los grupos y nos dio el resto de la clase para hablar con nuestros compañeros sobre el proyecto, me acerqué a ellos.

—¿Qué quieres, Jeon?— escupió al verme parado a su lado. Suspiré mostrándome tranquilo aunque por dentro quería saltar.

—Mira, no es nada nuevo que tú y yo nos queramos lo más lejos posible, pero me temo que no nos va a quedar otra más que hablar si ninguno quiere suspender.

—Él tiene razón, Tae, no puedes dejar que suspendamos— el otro integrante del grupo, un chico larguirucho y más bien callado, intervino en la conversación.

Nunca había hablado mucho con Bhuwakul, nuestra reacción no fue posible desde el inicio porque él conservaba una amistad con Kim Taehyung y para ese entonces nosotros ya nos habíamos declarado enemigos mortales. 

Me extrañó el hecho de que solo aquel par hubiera tenido la suerte de llevarse bien y pertenecer al mismo grupo, pero aquella suerte no servía de nada si yo iba con ellos.

—Me da igual, BamBam, no pienso trabajar codo con codo con este bastardo— me rasqué la nuca por lo niñato que se veía diciendo aquello, aunque pensábamos lo mismo.

—¿Por qué no nos dividimos el trabajo y lo hacemos separados? Así no tendríamos que vernos y seguiríamos puntuando para la nota final— propuse.

—Fíjate, Jeon, si parece que la única neurona que tienes hace su trabajo de vez en cuando— me alentó—. Por una vez estamos de acuerdo.

Kim cogió el folio con los puntos a seguir del proyecto y los dividió en tres para que trabajáramos individualmente.

—Aquí tienes las preguntas que tienes que rellenar, más te vale hacerlo bien. Entrégamelas cuando las tengas y no te retrases— volvió a hablar con un tono despectivo. 

Sonreí apretando la mandíbula porque era eso o las cosas no iban a acabar en otro sitio más que en dirección o, peor aún, en comisaría.

—Con permiso— salí corriendo en cuanto el timbre de receso sonó.

Me costó mantenerme sereno la semana siguiente. Leí y releí las consignas y requisitos referente al trabajo y lo único con lo que me topé fue una puerta de piedra que no podría abrir yo solo. Le pregunté de nuevo a Jimin en una de nuestras clases extras sobre la posibilidad de cambiar de grupo, pero él se limitó a preguntarme los motivos de mis peticiones y le respondí únicamente que  <no nos llevábamos muy bien>, por lo que dejó las cosas tal cual se encontraban y me resigné una vez más. 

Aquel informe estaba estratégicamente pensado por el demonio rubio para que colaborasen todas las partes juntas porque una respuesta no cuadraba si no tenías la anterior y así con todas, y aquello me estresaba de sobremanera. Así que requerí a mi amiga en uno de mis ataques de frustración causados principalmente por la física, rogándole para que nos encontráramos en el centro comercial y despejarnos un rato.

—¡Qué bonita camiseta! ¿De dónde es?

—Em... pues... No lo sé...

—¡Oh! Y mira esos músculos, ¿puedo tocarlos?

—¿Qué-qué? Espera, no... 

Habiendo escuchado aquel monólogo que causaba incomodidad hasta a los transeúntes que pasaban por allí, me giré para vislumbrar la escena. 

Alcé las cejas encontrándome con dos chicas, una pelirroja y otra morena que se restregaban contra el cuerpo de un joven moreno que parecía no saber como controlar la escena. Problemas de heteros, pensé, caminando hacia ellos. El chico se encontraba de espaldas a mí cuando me colgué de su brazo, sobresaltándolo.

—¡Amor! ¿Me has esperado por mucho tiempo?— mi voz sonó acaramelada y hasta que al final me titubeó un poco al encontrarme con el rostro confundido de Taehyung a mi lado.

—¿Amor?— habló una de las chicas. 

—Sí... mi TaeTae y yo llevamos ya ocho meses de relación—afirmé, teniendo el presentimiento que la persona a la que sujetaba no tenía pensado salir de su estado de rigidez.

—¿Eso es cierto?

—Sí-sí. Esto...Él y yo salimos—se dignó a hablar.

Nuestros ojos conectaron durante un instante que nos permitió mantener una conversación silenciosa.

«¿Qué estas haciendo, estúpido?»

«Trato de salvarte el culo de estas chicas plásticas»

«Nadie ha pedido tu ayuda»

«¿Entonces me voy y te dejo solo con ellas?»

Me miró con repentino temor y un carraspeo llamó nuestra atención.

—No me creo que estéis saliendo—afirmó con seguridad la morena.

—¿Por qué tendríamos que mentir?— las rebatí con esa pregunta, aunque solo trataba de ganar tiempo. Kim aprovechó y tomó mi mano como muestra de seguridad, pero en realidad pude sentir lo nervioso que estaba en ese apretón. Entrelace nuestros dedos.

—Si decís la verdad, besaos.

—¿Qué?— él se alteró—. No tenemos porqué hacer-

Dejó de hablar, silenciado ante mis labios. 

Fue un acto reflejo, quería demostrarles a aquellas chicas artificiales que las relaciones entre dos hombres eran reales, que con maquillaje y una actitud provocadora no podían conquistar el mundo y pretender controlarlo, porque ellas carecían de la mayor belleza del mundo: la inteligencia.

Taehyung gimió contra mi boca en sorpresa y trató de separarse. No se lo permití, rodeé su cintura, apegándolo a mi cuerpo. Mi manó sujetó el contorno de su rostro con un tacto suave que trataba de transmitir confianza. Yo no era ningún novato en besos, aunque comencé a pensar que mi acompañante tal vez sí. Segundos de lucha después, lo sentí relajarse y ceder a mi favor. Movió sus labios torpemente, lo que me hizo sonreír de ternura y aventurarme a explorar con mi lengua su cavidad bucal. Sabía a limón dulce, sospechaba que había estado comiendo una piruleta de aquel sabor hacía no mucho. Ambos abrimos los ojos para mirarnos cuando el beso se alargó lo suficiente como para lucir real.

—Vaya... Eso parecía real...— comentó una de las chicas.

—Sentimos mucho no haberles creído, ahora sabemos que están en una relación de verdad y no queremos incomodar más.

Las vi perderse entre la multitud por el rabillo del ojo antes de soltar el agarre sobre él. No sabía si debía preguntar por el estado pensativo que adquirió Taehyung o dejarlo mecerse en su cabeza. Se le veía perdido, como si estuviera recreando la escena una y otra vez sin lograr llegar a entender que fue real, que acababa de pasar lo que ninguno llegó a imaginar jamás.

Hablé con una sensación caliente en los labios.

—Nos vemos en clase, Kim.

—Espera— sus ojos me mostraron el miedo a algo que desconocía cuando me miró directamente—. No se lo digas a nadie.

Lo entendí todo, mas no lo comprendí. Y no pude evitar ser invadido por una rabia que no me pertenecía.

—Claro, porque sería terrible que todos tus amigos se enteraran que has besado a un homosexual, ¿No?— soné irritado—. Eres un capullo, Kim, un jodido imbécil. Te ayudo y, ¿así es como me lo pagas?

Su expresión fue tornándose furiosa a medida que yo me mostraba más agresivo, más amenazante. Ese tema me sacaba de quicio.

—No quiero que la gente piense lo que no es— bramó en respuesta.

—Eso no excusa que desde siempre me hayas tratado como un bicho raro y enfermo.

—No es mi culpa que seas diferente.

—¿Quién dijo que lo diferente es malo?—lo vi tragar saliva y gané terreno, acortando la distancia—. Dime, ¿Quién dijo que lo que no era igual al resto merece sufrir sin piedad? ¿A quién se le ocurrió que los que luchamos por lo que creemos que vale la pena deberían vivir en un infierno?— se me rompió la voz—. Llevamos peleando mucho tiempo, Kim, y ni siquiera sé porqué me odias. Solo me limité a ser quien era sin escondérselo a nadie, ¿tanto era pedir un poco de apoyo?

—Sabías que la sociedad no veía bien a los homosexuales— habló, pero ya no me miraba directamente, el control en aquella discusión había parado en mis manos, aunque yo solo quería descubrir la razón de su rechazo no tener la razón.

—¿Tú me ves igual de mal, Taehyung?

Alzó la vista para mirarme y lo que vio no pareció sobresaltarle o, al menos, no le desagradó.

—Antes lo hacía. Creo que ya no— me entristecieron y alegraron aquellas palabras al mismo tiempo. Me di la vuelta, comenzando a alejarme.

—Entonces solo puedo decirte que tengas cuidado cuando pases frente a un bar gay, alguno podría sentirse atraído con ese culo respingón.

Un fuerte carcajada salió de su boca. 

No sentí el pánico en aquella risa ni el rechazo de antaño que siempre surgía en él. Kim Taehyung había madurado y con él nació una visión diferente de algunas cosas, como la duda ante las cosas diferentes. Estaba seguro de que, a partir de ahora, él comenzaría a dejar de prejuzgar a lo extraño. Y esperaba que aquello nos acercara un poco más, al menos hasta lograr el objetivo común que ambos poseíamos. 

Se me subieron los ánimos hasta que vi a Chaerin aparecer y nos perdimos juntos entre los transeúntes.

Horas más tarde, una grata e inesperada sorpresa fue lo que consiguió hacerme olvidar por completo lo mal que lo había estado pasando días anteriores.

—Jeon, ¿Tienes un momento?

—Claro, ¿Qué pasa, Kim?

—Esto... Verás...— se le notaba inseguro—. Bambam y yo hemos estado mirando el trabajo de física y hemos llegado a la conclusión de que podremos soportar tu idiotez mientras trabajamos juntos.

Una sonrisa afloró en mis labios.

—Ya veo.

—Teníamos pensado reunirnos esta tarde en casa de Bambam. Si pudieras venir...— me miró a los ojos por primera vez desde que la conversación empezó. Asentí.

—Claro, dame tú número y crea un grupo con los tres. Pásame la dirección y allí estaré— indiqué.

Tras un intercambio de números de teléfono, me despedí de él. Como un regalo de la naturaleza, el clima fue fresco y cálido aquella tarde, como si encontrarme rodeado por aquel par, bromeando y riendo de vez en cuando con las idioteces que decían y lo mucho que parecían divertirse entre ellos aún con la excusa de un proyecto a entregar, me hiciera sentir más abrigado, menos solo.

Y entre ejercicios y descansos, me di la oportunidad de conocerlos mejor, de intentar que me mostraran sus mundos. No me desagradó lo poco que vi y supe que quería seguir aprendiendo más de ellos.

El resquemor en las palabras de Taehyung aún era palpable a medida que nuestra hora de despedida de fue acercando. Sus insultos no cesaron, pero sí faltó el odio intenso que movía esas palabras. Ya no había nada, solo burla amistosa y el pesar de la costumbre.

—Jungkook— hablé—. En vez de llamarme Jeon podéis llamarme Jungkook— ambos me miraron curiosos. Taehyung levantó una ceja.

—¿Por qué íbamos a llamarte así? Idiota te queda mejor— soltó con mofa y solo pude rodar los ojos por lo cabezota que era aquel.

—Jungkook me suena bien— agregó la otra persona en la sala—. Tú puedes llamarme BamBam si lo prefieres, sé que mi nombre es raro y difícil de pronunciar.

—No es raro, es diferente, y lo que es diferente no tiene porqué ser peor—agregué con calma, levantándome del suelo donde reposaba—. Bambam, avestruz— me referí al moreno— , va siendo hora de que me vaya, continuaremos en otro momento.

—¡Eh, espera! ¡¿Como que avestruz?! ¿Qué problema tienes con esos animales? ¿Acaso mi cuello es muy largo? ¡Oye! ¡Jeon Jungkook!

Ignorando los alaridos de mi irritante y molesto compañero de trabajo y las risas por parte de Bambam, regresé a casa. El corazón me latía tranquilo, como si supiera que todo estaba bien. La brisa otoñal no dejaba de alborotarme el pelo y temí porque cuando llegara a casa pareciera que tenía un nido de pájaros en la cabeza. Me reí suavemente y suspiré. Un sabor dulce se quedó en mi paladar. O tal vez salado por los snacks que había estado comiendo con ellos, no estaba seguro. Lo único que sabía es que la vida da tantas vueltas como una lavadora en pleno centrifugado. Algunas, tan potentes, te hacen perder el equilibrio consiguiendo derribarte. Es difícil ponerse en pie, pero cuando lo consigues sabes que puedes seguir adelante. Yo ahora mismo tenía todos mis sentidos en su sitio y continuaba recto.

Ha sido un largo tiempo sin vernos, ¿Verdad?

Les recuerdo q el apartado de "personajes" se irá actualizando conforme nuevos personajes relevantes a la trama vayan apareciendo, no olviden consultarla para ayudarse a saber cómo es el físico de los que aquí cuentan una historia :3

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