Héroe
- 4968, 4969, 4970 y... ¡Publicado!- me estiré sentado en la silla, dejando el portátil en la encimera de la cocina.
Encendí la pantalla del teléfono viendo la notificación adjunta con el capítulo que acababa de subir y revisé que todo se encontrara en orden. Guardé el cuaderno de anotaciones y frases que yo llevaba a todas partes por si la inspiración me abordaba y sentía la necesidad de plasmar mis ideas en papel junto con algunos apuntes y libros que necesitaría para las clases de aquel día. Me fui a mi cuarto con la intención de prepararme y partir hacia la universidad. El sonido de los mensajes y notificaciones llegando a mi móvil hizo de aquella rutina una más amena y disfruté leyendo los primeros comentarios de mis seguidores.
Sweeti3Hugs: ¡Increíble, como siempre! ¡Amo a este escritor!
NiNgunna47: Estoy triste y emocionado a la vez porque el final de la novela se acerca, pero seguiré esperando una actualización pacientemente. ¡Esta última fue espectacular!
Zasakitulof<3: ¡Estoy enamorado de todos y cada uno de los personajes! ¡Actualiza pronto, por favor!
Una sensación cálida inundaba mi pecho mientras tecleaba una respuesta para todos ellos.
GoldenMaknae: ¡Hola a todos! Agradezco mucho vuestro apoyo y espero que estén disfrutando tanto como yo con esta novela. ¡Nos vemos pronto!
Las paredes del edificio me resguardaron del frío otoñal de la intemperie cuando me adentré en el pabellón. No me sorprendió que aquel par con el que yo debía organizar un proyecto de física me dieran los buenos días y me introdujeran en su charla mañanera sin problema alguno.
- Esta tarde un graduado del año pasado en Derecho dará una fiesta en su casa en las afueras de la ciudad- comenté.
-¿Irás?- Bambam, tan inocente como siempre, se interesó. Asentí con la cabeza.
-¿Qué hay de vosotros?
-Ya que es viernes, habíamos planeado pasar la noche en mi casa y hacer un maratón de pelis- habló Taehyung.
Arrugué la frente sonriendo. Aunque tuviéramos prácticamente la misma edad, ellos dos parecían haberse quedado en la secundaria, donde todo es más fácil y feliz. Sus planes por las tardes eran ver series y preocuparse por si había salido alguna novedad de sus actores favoritos. Sus "salidas" de finde de semana no eran más que para ir a comprar cómics al centro comercial o dar una vuelta y comer helados. Aún no llegaba a entender cómo era que yo me llevaba bien con ellos ahora cuando nuestro concepto de diversión era totalmente contradictorio.
-¿Por qué no venís conmigo?
-¿Estás de coña? No quiero pasarme mi única tarde feliz a la semana rodeado de imbéciles borrachos y pervertidos- Kim gruñó.
-Vosotros creíais que yo era así antes y míranos ahora, amigos para siempre- solté con mofa, observando el ceño fruncido y los brazos cruzados de Taehyung que se mantenía reacio a mi invitación.
-Pero tú no eres un borracho y un pervertido todo el tiempo, solo a veces- recordó.
Me colgué de sus cuellos, recurriendo a mi último recurso para convencer a alguien: las palabras que suenan filosóficas pero que en realidad ni yo llegó a entender.
-Querido amigo... y Kim- reprimí una risa-, a veces en la vida tenemos que enfrentarnos a aquello que nos da miedo para asegurarnos que de verdad nos causa temor.
-¿Y después de saber que te causa temor?- preguntó Bambam.
-Entonces tan solo debes escoger el camino fácil y huir de ello lo más lejos que puedas- divagué-. Dadle una oportunidad, si no os gusta os llevaré a casa y me quedaré a ver películas con vosotros.
-¿Por qué estás tan seguro que te dejaremos estar con nosotros y arruinar nuestra noche del Viernes, viejo calenturiento?- me tembló el parpado por la molestia de aquel apodo.
Desde el día que lo besé, Taehyung pareció guardarme rencor por ello. Creí haber sido su primer beso cuando pasó y, más tarde, él mismo me confirmó aquello. Lo que no esperaba era que me reclamara o se metiera conmigo por ello, porque para mí no había sido una situación desagradable ni mucho menos.
Sonreí sin darle cabida a las ganas que tenía de abalanzarme sobre él y ahorcarlo.
-¿Y bien?- regresé al tema.
-¡Yo voy!
-Buena decisión, Bambam, no te arrepentirás- el castaño asintió emocionado. Ambos nos giramos para mirar fijamente a Taehyung.
-¡Argh! ¡Está bien, iré! ¿Contentos?- los dos asentimos. Me sentí feliz por haber podido llegar a conocerlos.
El resto del día me lo pasé tomando notas de la pizarra o hablando con Chaerin. Ella, desgraciadamente, no podría venir a aquella fiesta porque ya había quedado con Chanyeol y rechazarlo ahora no entraba en sus planes. Le deseé lo mejor en su cita cuando nos despedimos y comencé a andar regreso a casa.
-¡Jungkook!- me dio un vuelco el pecho.
-Yugyeom, hola.
-¿Estás evitándome?- el mencionado me miró sin ningún atisbo de ceder a la razón por la que estaba allí..
-No exactamente...
-¿Por qué no coges mis llamadas ni contestas mis mensajes, Jungkook? ¿Acaso he hecho algo malo?- me miró con pesar.
El problema habría sido sencillo de resolver si Yugyeom tan solo hubiera cometido un error y viniera a disculparse por él. Las cosas eran aún más complicadas que solo eso. A pesar de que él no cambió su comportamiento desde que nos conocimos por primera vez, todo parecía diferente a entonces. Conseguí abrir los ojos con el tiempo, vislumbrar esa verdad que mi corazón había tratado de esconderme cuando ningún secreto puede ocultarse para siempre, y lo vi. Miré su mundo tal y como él se había encargado de mostrarme, con partes buenas y otras no tanto. Me puse en sus zapatos, me metí en su piel y sentí como él lo haría. Agarré su corazón con mis manos desde dentro y el órgano bombeó con fuerza, revelándome a quién le pertenecían esos latidos.
Un picor ascendió por mi nariz y mis ojos se inundaron de lágrimas que me ardían en el interior cuando supe que ya no podía retrasar más lo inevitable. Tenía que terminar con eso.
-Yugie... tú y yo sabíamos que esto no podía llegar a ser algo real- se me rompió la voz a cada palabra. Sus ojos brillantes que tanto me profanaron amor con solo miradas ahora poseían un destello triste en ellos.
-¿Por qué dices eso? ¿Cuál es la diferencia de ahora y antes?- acortó un paso.
-Pues que no puedo quedarme de brazos cruzados, esperando que vengas a buscarme cuando sé que amas a otra persona. Cariño, ¿no lo ves?- la primera lágrima surcó mi mejilla.
-Pero tú también me gustas, Jungkook, me gustas mucho.
Yugyeom recorrió los pocos metros que nos separaban para apresar mi rostro entre sus manos y borrar aquel rastro salado. Su tacto se sintió arder contra mi piel, haciéndome recordar todos esos momentos donde no hubo nada que separara nuestro cuerpos desnudos y nuestras almas plenas, haciéndome romper un poco más por dentro.
-Yo no te gusto, Yug, te gusta esto, lo que teníamos, la sensación de que me tenías en tu mano para darte un amor sincero, no yo.
-No puedes dejarme, Jungkook, arreglaremos lo que sea que necesita arreglo, no me alejes de ti, amor- sus palabras crearon grietas en mí que me hicieron perder el aire.
-Nunca me habías llamado así...
-Lo haré a partir de ahora si quieres, pero no puedes dejarme- sonó alterado, necesitado, y el mundo empezó a volverse borroso-. Además, ya le he dicho a mis padres que te llevaría a cenar mañana.
-¿Qué?- lo miré con espanto.
-Sí, y si no vas, lo tomaré como que ya no me amas- dijo.
Aquella repentina cena se sintió como una excusa, una salida provisional a una decisión. Quise negarme pero, ¿Y si era verdad que sus padres me esperaban? No podía dejarle en evidencia frente a gente tan importante para él, podía aguantar un poco más.
Y si era mentira, ¿Qué más daba? Sería una comida familiar antes de decir adiós, como cuando tienes un hermano mayor que va a irse a la universidad y sus parientes organizan una especie de despedida.
-Está bien... Iré.
-Perfecto- me llenó la cara de besos antes de soltarme-. Te espero allí a las siete, no llegues tarde. -Y sin añadir nada más, se fue.
Debería haberme sentido pleno al saber que aquella velada significaba una paso clave en las relaciones de pareja; no obstante, yo me sentía derrotado.
Aún con los ojos inundados de lágrimas, seguí mi camino. Fueron descendiendo una a una por mi rostro, dejándome un poco más vacío, menos tranquilo. Me perdí en mis pensamientos mientras sollozaba. ¿Qué era lo malo que yo tenía para que todo me saliera mal? Era demasiado impreciso citar alguna causa para aquella pregunta. El destino tal vez.
Pero, ¡Venga ya!, lo único que yo quería era un poco de amor y atención, ¿tanto era pedir? Encontrar al indicado, que me sanara el corazón que otros se había encargado de destrozar por años y guardarlo en una cúpula de cristal.
Joder, joder, joder.
Sollocé con fuerza.
-¡Hey, muchacho!- levanté la vista nublada de agua para mirar a ambos lados -¡Sí, tú, el que parece que tiene un tomate en la cabeza! ¡Ven aquí!
Seguí la voz dulce pero chillona de aquella mujer que me gritaba desde el otro lado de la acera. Por haber andado distraído, me encontraba en una calle que no conocía de nada. Genial. Me sequé las mejillas rápidamente y crucé la carretera cuando ningún coche pasaba por allí.
Me paré a su lado. Tan solo era unos centímetros más baja que yo pero su presencia la hacía ver mucho más grande. Su pelo canoso por la edad le caía sobre los hombros en forma de hondas. Sus cejas rectas y los ojos que se arquearon en dos medias lunas cuando me sonrió se me hicieron familiares.
-Menos mal que pasabas por aquí, yo sola no hubiera podido cargar con todo esto- sonó aliviada mientras me colgaba dos bolsas de plásticos llenas de lo que creía que eran verduras y hortalizas de los brazos.
La seguí por detrás hasta que llegamos a lo que supuse que era su casa y descargué los productos. Volvimos a su coche de donde estábamos cogiendo las bolsas y me dio las gracias cuando terminamos.
Ver la felicidad en su rostro me hizo sentir un poco menos culpable al seguir existiendo.
-Te agradezco por la ayuda, llevaba pidiéndole a los chicos jóvenes que pasaban que me ayudaran ¡Y ningún caradura se me acercaba!- se quejó-. Toma, llévate estos limones a casa y dales un buen uso- me tendió los cítricos.
-Gracias, pero no es necesario, fue un placer ayudarla- reverencié.
-¡Pero que chico más educado! Ojalá mi hijo pequeño fuera como tú- dijo-. Ten, cógelos, al fin y al cabo rechazar un regalo no es algo correcto- me lió para que aceptara y, sin remedio ni ganas de discusiones, terminé haciéndolo.
-Gracias.
-Gracias a ti. ¿Cuál es tú nombre, muchacho?
-Jungkook.
-Gracias a ti, Jungkook- repitió-. ¿Me permites obsequiarte con algo más?
-En serio, señora, no necesito nada más, está bien con esto- me apresuré a negar pero sus ojos me decían que no podría hacerla cambiar de opinión.
-No es nada de eso, me gustaría darte un consejo- aquello me sorprendió. Ella continuó hablando-. Verás, chico, una tragedia puede convertirse en nuestro mayor bien si la adornamos de tal manera que nos ayude a crecer.
No supe exactamente lo que quiso decir con eso. Aquella frase pareció grabarse en mi cabeza y dar vueltas allí el resto de la tarde mientras la noche se iba acercando poco a poco. No hice nada para matar el tiempo, tan solo recordaba haber llegado a casa, comer, tomar una ducha y, después de vestirme, di un paseo a casa de mi madre, encontrándola en el sofá en su día libre y cogiendo las llaves de su coche para arrancar y dirigirme a casa de Bambam. Allí los recogería a ambos. Cuando me detuve frente al edificio en las afueras de donde provenían luces y risas de las personas disfrutando de la fiesta, me di cuenta de que llevaba los limones en el bolsillo de la chaqueta.
-¿Desde cuándo sabes conducir?- me preguntó Bambam.
Supe que ninguna de las dos personas sentadas en los asientos traseros quería salir del vehículo y juntarse con el resto de personas. Ambos insistieron en ir detrás; Kim se negaba a ir de copiloto conmigo y el castaño prefirió hacerle compañía a su amigo en la parte trasera. Los miré por el espejo retrovisor y no pude evitar admirarlos. Se llevaban tan bien y, aunque había gustos que no compartían, aquello no era impedimento para su relación. Me vi reflejado con mi mejor amiga en aquel par. Decidí contestarle.
- Hace un año más o menos, el problema es que no tengo un coche propio aún, este es de mi madre.
-Deberías ahorrar y comprarte uno- habló Taehyung. Levanté una ceja.
-¿Para que sea vuestro chofer y os lleve a las convenciones de anime? No, gracias- retiré las llaves del contacto.
Creí haber dado en el clavo con esa afirmación porque su rostro se tiñó de un color carmesí y se apresuró en salir del coche para rehuir la conversación. Me apresuré en hacer lo mismo y los seguí por detrás cuando tomaron la iniciativa y me dejaron atrás.
Lo primero que vimos al entrar fue al dueño de la casa que se le iluminó el rostro al percatarse de mi presencia.
-¡Hombre, Jungkook, cuanto tiempo!- nos dimos un apretón de manos amistoso.
-Gracias por la invitación, Khan.
-No hay de que, tío- sonrió.
Se me pasó por la mente subir a la planta de arriba, pero recordé que venía con acompañantes. Cuando Khanel se hubo ido de nuevo, volteé a mirarlos. Seguían estáticos en la puerta, con cara de terror, como si estuvieran presenciando una matanza, y ambos se mantenía en un ambiente de tensión constante que me hacía temer que si los tocaba podrían romperse.
-Tenéis que relajaros, chicos- atraje sus miradas de pánico-. ¿Por qué no vamos a tomar algo?
-Tae y yo no bebemos alcohol.
-Sí, ¿para que querríamos nosotros ser como esos imbéciles y terminar en un coma etílico?
Si no me hubiera acostumbrado ya al sarcasmo de Taehyung, probablemente le hubiera explicado cuatro cosas sobre juzgar el día a día según veía en las series americanas.
-Pues hoy beberéis, y no, no vais a terminar en un coma- los tomé de la muñeca para llevármelos conmigo a la barra.
Como estaban un poco perdidos en cuanto qué era cada cosa, les elegí un primer trago. Disfruté de la gente que bailaba en el centro del salón hasta que las copas llegaron. Se las entregué a cada uno.
-Jungkook, no estoy muy seguro de esto...
-Estarás bien, Bambam, solo pruébalo- de un solo trago, me terminé el vaso.
Ellos se mostraron impactados por la sonrisa que iluminó mi rostro segundos después y pareció que aquello les dió ánimos a probar. Dieron un sorbo pequeño. Hubieran estado locos si se hubiera tragado la bebida como yo porque entonces no habrían sido capaces de mantenerse en pie. Sus caras de asco siguientes me hicieron estallar en una oleada de carcajadas y Taehyung tosió por el ardor en la garganta.
-¡Está asqueroso!- me reí aún más.
-No es para tanto- comenté y me terminé ambas copas, esta vez con un poco más de calma. Me observaron atónitos. Pude notar por debajo de las luces neones el ceño fruncido de Kim.
-Ya hemos venido a tu ridícula fiesta y probado tu vomitiva bebida, ahora llévanos a casa y terminemos esta noche bien- me miró fijamente.
-Acabamos de llegar, y tampoco ha sido tan malo. ¿No podéis divertiros un rato más?
-No. Vámonos. Ahora- gruñó en una orden. Nuestros ojos se enredaron desafiantes.
-Tae, por favor, cálmate...- Bambam se pegó al cuerpo de su amigo que tenía los nudillos blancos de apretar las manos. No me dió miedo alguno, creía que porque el poco alcohol en mis venas me otorgaba algo de valentía de más-. Jungkook, prometiste llevarnos a casa si no nos gustaba- se dirigió ahora a mí.
Suspiré con cansancio.
-De acuerdo, nos vamos- me rendí-. Dejadme subir un segundo a por algo y nos vemos fuera en unos minutos- asintieron sin remedio, conformes con la respuesta.
Ascendí por las escaleras cuando los perdí de vista y me introduje en una de las habitaciones del fondo. A pesar de que la ventana estaba abierta de par en par, una concentración de humo blanco se mantenía flotando en el lugar. Avancé unos pasos con cuidado de no pisar a las personas que estaban en el suelo fumando cannabis de marihuana.
-¡Jk, tiempo sin verte! ¿A por qué vienes hoy?- Rhys, un inmigrante en Corea que conocí años atrás y que solía aportar cualquier tipo de droga, me habló desde el otro lado de la sala.
-Quería algo de harina, ya sabes- asintió en respuesta y rebuscó entre su mercancía.
-¿Por qué no te quedas un poco con nosotros hoy? Ha pasado mucho desde que sabía algo de ti, a parte de que andabas con aquel niño de primer año.
Ah, Yugyeom. Él fue el motivo por el que dejé de consumir tan a menudo aquellas sustancias que te hacían pasar de estar en la oscuridad a ver luz y ángeles volando. Me hizo jurarle que no volvería a fumar ninguna mierda cuando una noche salimos y yo me encontré comprándole a Rhys para subir el ánimo en mi cuerpo. No le gustó aquello, y yo no le volví a encontrar sentido a drogarme de nuevo hasta ahora.
-Lo siento, he venido con unos amigos y no puedo dejarlos solos, pero nos estaremos viendo más frecuente, eso tenlo por seguro.
Rhys soltó una risa seca que dejó salir el humo de su porro y tosió un poco.
-Eso espero.
Abandoné la habitación tras pagar por mi compra mientras guardaba el sobre de cocaína blanca en el bolsillo de mis vaqueros. Iba a descender las escaleras para salir de la casa cuando unos ruidos me llamaron la atención. Venían de otro cuarto. Inevitablemente, avancé por inercia. No era lo correcto irrumpir sin sentido alguno, pero algo me decía que debía hacerlo y la curiosidad fue la que terminó girando el pomo de la puerta con sigilo para mirar por una rendija.
Se me paró el corazón al verlos. Una joven rubia montaba a un chico pelinegro que gemía contra su cuello. La imagen de Yugyeom poseyendo a otra, dándole su cuerpo y su amor. Me tembló la mano sobre el pomo y las lágrimas ascendieron con rapidez hacia mis ojos. No entendía con claridad qué estaba viendo, tan solo sabía que yo había conocido a la pareja del menor con un cabello castaño y largo y al menos que ella se lo hubiera cortado y teñido en estas últimas semanas, Yugyeom estaba engañándola; nos engañaba a ambos.
Mi contención no fue suficiente cuando comencé a llorar en silencio. En cuestión de segundos parecía que mi corazón ya roto en pedazos ahora era puro polvo. Entonces, él separó el rostro que se mantenía oculto en la clavícula de ella y la besó, dejándome apreciar la cara de un desconocido que no había visto en mi vida.
Se me cayó el mundo a los pies y cerré la puerta de nuevo. No estaba seguro de lo que acababa de ver; incluso si mi mente había divagado poniendo rostros donde no los había, aún no salía del shock.
Corrí al servicio que para mi suerte se encontraba en la misma planta y actualmente no había nadie dentro. Saqué la bolsita transparente de mis pantalones con las manos temblando y lo preparé. Esnifé la raya sintiendo las partículas del polvo subir por mi nariz, dejando allí un leve picor agradable. Solté algunas lágrimas más, el efecto de la droga aliviando mi sufrimiento en un zas de segundo. Me sentí bien.
Ya más calmado, salí del baño deshaciéndome de la evidencia. No era algo recomendable ingerir alcohol si llevabas una sustancia metida en el organismo por las posibles consecuencias que podías tener. De todas formas, me salté esa sugerencia que ahora sonaba muy lejana y me tomé una copa. Luego, otra. Así hasta que perdí la cuenta, la noción del tiempo y de la realidad. Alguien que se había sentado a mi lado no dejaba de observarme con intensidad.
-¿Puedes... dejar de... mirarme?- arrastré las palabras.
Él se rió divertido y cerró los ojos mientras sonreía.
-Así ya no te veo, pero eres demasiado guapo como para perderse la vista, cielo-apreté el vaso en mi mano.
-Jaeyong.
-¿Cómo estás, cariño?- me levanté del asiento sin la intención de responder y con nuevas ganas de largarme de allí-. Oh, vamos, no puedes pretender perderme de vista después de todo lo que pasamos juntos- abriéndose paso entre la multitud, con su cabellera de un azul magnético sobresaliendo, consiguió alcanzarme y nos apartó a una zona aislada del resto.
-Creí haberte dicho que no quería verte más- me crucé de brazos, molesto.
Habérmelo encontrado me hizo salir un poco de ese estado de ensueño por la droga y regresar a la vida real. Solo un poco.
Jaeyong me miró de pies a cabeza y se relamió los labios con lascivia. Una mueca de asco detonó en mi rostro en consecuencia. Hacía unos años, él y yo habíamos mantenido una relación sentimental en la que parecía irnos bien hasta que su deseo por poseer cuerpos y follárselos hasta el cansancio pudo con él y se volvió adicto. Nos iba bien, comíamos juntos muchas veces, salíamos a fiestas y disfrutábamos con el placer que nos bridábamos mutuamente. Hasta que ese placer pasó a ser solo suyo y yo no tenía ni voz ni voto de cuándo lo hacíamos ni dónde. Llegó a forzarme a hacerlo y, sin ganas de seguir sufriendo de aquella forma, lo terminé.
-Pero yo sí quería verte a ti, cielo- me causó nauseas volver a escuchar aquel apodo que usaba para mí.
-No me hagas perder el tiempo, lárgate.
Soné seguro y eso pareció gustarle. Haciendo caso omiso a mi pedido, me aprisionó contra la pared.
-¿Pero qué...? Apártate-el peliazul hizo justo lo contrario, aprovechó que mis fuerzas se encontraban por el suelo como efecto secundario de las sustancias y se pegó más a mi. Introdujo una mano bajo mi camiseta y recorrió mi cuello con su lengua.
-Vamos, cielo, podemos pasarlo bien como antes- traté de detenerlo, en vano.
-Que-que te quites de encima.
Jugó con mis costados, recorrió mi columna vertebral con la yema de los dedos y toda mi fuerza se evaporó en ese instante, haciéndome caer en sus brazos.
-Vaya, parece que tú tienes más ganas que yo- comentó con burla.
¿Por qué, entre todas las personas en el mundo, tuve que encontrarme con este bastardo justo hoy?
-Jaeyong, pa-ra, por favor...- comencé a llorar, hipando entre sollozo y sollozo. Aquel hecho pareció excitarle más, porque me tomó por la barbilla, alzando mi mentón y juntando nuestros labios.
-Oh, cariño, no sabes las ganas que tenía de volver a hacer esto contigo.-Estaba jodido.
-Te ha dicho que lo dejes- alguien, no sabía quién, sonó muy lejano.
-¿Y tú quien coño eres para meter las narices en asuntos que no te incumben?
-Alguien que entiende cuando otros le hablan diciéndole que te largues- Jaeyong aseguró el agarre en mi cuerpo inerte.
-Esto no tiene nada que ver contigo, él me necesita a mí ahora- me cargó con él y solo pude llorar más.
-Creo que lo llevaré a casa-agregó el desconocido y el peliazul se detuvo.
-¿A caso sabes donde vive? ¿Eres otra víctima más de esta puta? ¡Ja! Amigo, si te has pillado por él, olvídalo, no sabe hacer más que ir de cama en cama. Créeme, te hago un favor llevándomelo.
Tenía razón.
Me rendí ante esas palabras y el llanto me sobrecogió hasta que mis extremidades se entumecieron y me dolieron los ojos.
Cuando Jaeyong pasó al lado de aquel que intentó ayudarme, se detuvo abruptamente al recibir un puñetazo encajado en la mandíbula. Me sorprendí por eso y no reaccioné exactamente bien cuando la figura borrosa comenzó a tirar de mí y alejarme de aquel lugar.
-¿A-Adónde vamos?
-Te llevaré a casa, Jungkook, pero no dejes de correr- fue casi un ruego.
Entramos en un coche que no era el mío y él miró a través del retrovisor a mi expareja que venía en nuestra búsqueda antes de perdernos en la carretera nocturna. Me sequé las lágrimas y guardé silencio durante todo el camino. Mis sentido no volverían a funcionar correctamente hasta la mañana siguiente por lo que me fue imposible notar las otras dos personas que el conductor despidió en algún momento del trayecto.
Como prometió, reconocí mi bloque de pisos minutos más tarde. No había ruido alguno mientras me ayudaba a mantenerme en pie en el ascensor y llegábamos a mi puerta. Me quitó los zapatos al entrar. Todo estaba tal cual lo dejé antes de partir solo que yo no poseía los suficientes reflejos como para esquivar los muebles del salón.
La persona en cuestión me guió hasta el sofá y pacientemente le esperé hasta que regresó con un café bien cargado que, según él o ella, me volvería persona de nuevo.
-Está muy amargo...- me quejé.
-Necesitas que esté así para espabilar, Jungkook.
Se sentó a mi lado respetando el silencio. Después de terminarme la bebida, me concentré en cerrar los ojos y vaciar la mente un segundo.
-¿Por qué lo haces?- habló de nuevo.
-¿El qué?
-Drogarte. ¿Es tu primera vez?- negué con la cabeza, mirándolo con el cansancio encima.
Jimin -porque había resultado ser él el desconocido- se mantuvo en silencio esperando una respuesta.
Nuevamente, él había sido mi salvador, mi ángel guardián, mi héroe.
-Porque lo necesitaba. Y no, no es la primera vez.
-¿Eres adicto?- negué otra vez.
-Hacía mucho tiempo que no tomaba, por eso terminé así.
-No vuelvas a hacerlo. - Se me escapó una risa que contenía amargura.
-No me digas que te preocupa, Park, porque no es así.
-Si piensas eso es porque no me conoces- y como si notara la poca confianza que tenía en sus palabras agregó:-. Me preocupo por ti, Jungkook. No vuelvas a hacerlo, por favor.
Su voz aterciopelada cesó la impotencia que sentía. Porque Jimin era eso, el orden en el caos, la calma en la tormenta. Y yo necesitaba probarlo.
Lejos de razonar, lo ataqué con la guardia baja. Sostuve sus hombros ejerciendo presión contra sus labios. Él soltó un quejido de la sorpresa tratando de separarse. Las intenciones de ambos nos llevaron a acabar en el suelo, yo subido sobre su regazo y sujetando sus muñecas, aún con mi boca saboreándolo. Lo besé.
Sabía que podría haberme alejado en el primer roce, pero suponía que mi estado físico y mental le preocupaban y por ello no ejercía demasiada fuerza para no lastimarme. Estúpido de su parte, porque yo ya estaba roto entero.
Al final, cedió ante mi insistencia. Dejó de intentar hablar y alejarme y tan solo se mantuvo quieto ante mis caricias.
Inmóvil como un muerto.
Estando muerto dejas a alguien solo.
Yo volvía a estar sin nadie.
Sus ojos se abrieron cuando me detuve y una lágrima mía cayó en su mejilla.
-Jungkook, ¿qué...?- se incorporó sin hacer mucho esfuerzo, aún conmigo en su regazo-. Hey, mírame, ¿Qué sucede?
-Estoy cansado, Park...
-¿Cansado de qué?
-De estar solo...-hipé con el desbordamiento de tristeza encima y el llanto en pleno estallido.
Aunque no se lo pedí, fue justo lo que necesité en ese instante depresivo: su mano acarició mi pelo y escondió mi rostro en su pecho.
Era algo cruel y egoísta de mi parte sentirme consolado por él, porque acababa de forzarlo a hacer algo que no quería y ahora lo que merecía era desprecio puro y malas miradas. Pero no fue así, y me acurruqué con el aroma a orquídeas cosquilleándome en la nariz y las caricias de unas manos pequeñas en la cabeza.
-No estás solo, Jungkook-su voz suave en mi oído estremeció mi sistema entero-. Estoy aquí ahora.
Aquellas palabras actuaron similares a cuando una llama prende un palo de incienso y el humo aromático calma los calvarios que cualquiera que lo aspire pueda tener. «Estoy aquí ahora», dijo y una sensación que hacía mucho que no sentía brotó en mi pecho. Un atisbo de felicidad comenzó a florecer en mi interior.
Creía que fue en el momento en el que los demonios abandonaron mi pecho para sembrar la paz, que el sueño comenzó a alejarme de la realidad. No era tanto el cansancio -que también-, la sensación de encontrarme seguro entre dos brazos que no tenían la intención de soltarme y me aportaban calor y comodidad eran lo que actuaban como un sedante. Me apoyé más contra su pecho, entrecerrando los ojos. Tuve que concentrarme en enfocar la vista sobre su mano, a un lado de mi cuerpo, que poseía un brillo en uno de sus dedos que llamó mi atención. Un anillo de plata con el dibujo en negro de lo que parecía ser un círculo que tenía medio lado decorado con triángulos, como si fuera la mitad del sol y la mitad de la luna unidos, resaltaba en su dedo anular. Aquel accesorio me hizo cuestionarme varias cosas.
Hacía varios años desde que Jimin y yo habíamos perdido contacto antes de reencontrarnos, años en los que cada uno rehízo su vida y se olvidó del otro. Pensé que, en todo ese tiempo transcurrido, él podría haber encontrado a una persona con la que compartir alegrías y penas; recuerdos y alianzas. Tal vez el rubio estaba comprometido y su pareja lo esperaba en casa, lista para irse a dormir en aquel pecho firme donde yo mantenía mi cabeza recostada.
-Jimin...-lo llamé. Fue la primera vez que lo nombraba por su nombre, nada de "Sr.Park" o "Park" para mantener un ambiente formal y lejano a la confidencialidad.
-Dime.
-Puedes irte a casa si quieres- arrastré las palabras por el estado soñoliento y la tristeza.
-No tengo ningún problema en quedarme por hoy- aclaró.
Miré de nuevo el anillo adorando su dedo diminuto y regordete en comparación a los míos. Quise entrelazarlos y descubrir cómo se sentía el tacto cálido de su mano. En su lugar, me separé lentamente para mirarlo a los ojos, con la conciencia algo nublada.
-No quiero que preocupes a quienes te esperan en casa-le dije.
Y si no hubiera visto ese atisbo de reflexión en su rostro dándome la razón, como si hubiera alguien especial que le recibiera todos los días cuando regresaba del trabajo y quien le preparaba la comida mientras se contaban anécdotas de su día a día, le hubiera permitido hacerme compañía, darme ese soporte que necesitaba.
-¿Estás seguro de que quieres que me vaya?- me preguntó inseguro.
-Adelante, estaré bien- mentí-. Gracias por ayudarme.
-No tienes por que agradecer- se levantó, tomando la chaqueta casual que no sabía cuándo había dejado recostada en el respaldo del sofá.
Ahora que el efecto de los polvos había disminuido y mis sentidos estaban un poco más activos, me fijé en su atuendo. A diferencia de cómo lo había conocido estos últimos meses, llevaba ropa con un aire despreocupado que le hacía lucir más joven. Unos pantalones de deporte grises con una sudadera blanca y una chaqueta morada encima. Los pendientes colgando de sus orejas como siempre y esta vez no traía esas gafas de pasta negra apoyadas en el puente de la nariz. Se veía bien sin ellas, sobre todo porque sus pupilas avellanas parecían más cálidas y coloridas sin estar ocultas tras unos cristales graduados.
Me despedí de él y observé su espalda perderse por el pasillo del edificio. Cuando su coche abandonó la calle, me dejé caer en la cama derrotado, sin ninguna intención de quitarme las prendas incómodas que se me clavaban en la piel ante el contacto sólido del colchón.
Pensé en Jimin y luego en el anillo. En cómo una baratija tan pequeña y prescindible como aquella podría tener un significado tan grande dependiendo de su uso. Podía significar un sentimiento, una promesa, una unión. Podría, de igual forma, ser la llave de cambio cuando las cosas se torcían y le devolvías el anillo a tu pareja como signo de rendición. Y luego estaban los miles de aros que yo llevaba alrededor de los dedos a menudo con el único objetivo de decorar mis movimientos, sin significado alguno.
Me pregunté entonces si yo algún día recibiría un anillo que contuviera una confesión de amor como el que Jimin llevaba.
No encontré una respuesta clara.
Un nuevo capitulo :3
Me gustaría que, como lectores, me escribieran en un comentario aquí puntos a mejorar de mi forma de escribir (si es q ven alguno). No suelo sentirme cómoda escribiendo porque leo mucho y mis obras no se asemejan a las novelas de verdad, así ayudaría mucho su opinión crítica.
De cualquier forma, gracias por leer :)
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