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MARIA

Aún recuerdo aquél día. Pasaba por el parque cerca a mi departamento, disfrutando de la tranquilidad que me ofrecía la tarde otoñal.

En eso la veo: una niña solitaria en medio del parque, débilmente columpiándose. Al instante se notaba que no la estaba pasando bien, su mirada perdida y entristecida, su aspecto desaliñado. Me le acerqué tratando de no hacerme notar mucho, no vaya a ser que la asuste.

— Hola —. Fue lo único que dije, un simple saludo. Estaba nerviosa, algo no tan raro en mí realmente. La niña y yo cruzamos miradas por un momento, ahí note los pequeños curitas (tiritas sanitarias adhesivas) en su rostro.

No me respondió al instante, probablemente extrañada de que una desconocida la haya saludado. Me sonrió falsamente y me preguntó si necesitaba algo.

Quedé sin palabras y sin excusa alguna para omitir la pregunta. Aunque esa sonrisa... sentí que ya la había visto antes. Luego recordé: "esa es la misma sonrisa que le regalaba a los demás".

Me quede viéndola un rato y también sonreí, le mentí diciendo que no es nada realmente.

— Solo... tenía curiosidad, ¿qué haces aquí sola? —

Ella apartó la mirada y su sonrisa borró.

— Me gusta estar sola —. Mintió.

Es fácil para mí reconocer a quienes mienten, lo notaba por la forma de su reacción . La vi con algo de pena; ¿qué edad tendría? ¿11 años? ¿12?, a mi parecer no aparentaba más de 12 años pero quién sabe.

Miré un rato hacia un lado, me veía reflejada en esa pequeña morena de cabello rizado. Pensaba en ello cuando me presenté:

— Soy Maria Lewis —.

— ...Theodosia, un gusto —. Debo añadir que la niña es bastante amable.

Nos dimos un pequeño apretón de manos, no sabía si realmente sería adecuado mantener mucho contacto físico teniendo en cuenta que se puede malinterpretar.

—  Entonces..., ¿qué haces aquí sola? —. Me dí una bofetada mental, qué torpe, ya había hecho esa pregunta. Me llevé una sorpresa al escucharla reír levemente, ella había notado que me distraje.

— Ehhh olvida lo que acabo de decir —. Estaba realmente avergonzada, tanto que sentía mis mejillas arder ante mi confusión.

—Descuida, a cualquiera le pasa —. Volvió a sonreír. Algo es algo, vamos bien Maria.

Nos quedamos unos momentos sin decir nada. Era raro que ella no haya salido corriendo al ver que una extraña estaba a su costado todo el rato. Por momentos me fijaba en su expresión, trataba de leerla, se le notaba algo melancólica.

— ...¿Por qué estas triste? —. Pregunté.

— ¿Por qué estas aquí?—. Respondió seca. No sabía que respuesta dar a eso.

— No has respondido a mi pregunta —. Traté de evadir el tema, aunque algo me decía que no podría.

— No tengo que responder —. Buena jugada niña.

— Te noté decaída y quise acercarme. Ya respondí, es justo que me digas porqué estás triste. —. Insistí con la pregunta, no me iría de ahí hasta saber lo que le ocurría.

Ella miró al cielo nublado un rato. Suspiró.

—...Digamos que en mi casa no soy muy querida, por decirlo menos —. Volvió a sonreír, pero triste y honestamente. Gruñí muy bajito, no me agradaba ver ESA sonrisa en su rostro, ni esa ni las falsamente alegres.

— Supongo que estamos en las mismas...bueno casi —.Miré al frente.

— ¿Cómo? —me miró confundida.

— Ya no tienen que preocuparse por que esté ahí, escapé de casa —. Reí casi carcajeándome ya que era la verdad. Suena deprimente ahora que lo pienso...meh. Ella me miró con confusión por mi risa, y lo entendía porque ¿quién se ríe de algo tan triste?, pues esta chica lo hace.

— ¿Ok?... — La oí suspirar. Bueno esto se volvió incomodo. Unos minutos después decidí volver a hablar.

—...Perdón si sueno como chismosa pero ¿qué sucedió en tu casa? —.

—Nada en especial...simplemente mis padres que me agreden, mi hermano me ignora, me  atacan por mi color de piel, me llaman "puta" en la escuela y tuve dos intentos de violación. Pero no es nada importante —. Noté tristeza y cólera en sus palabras y en la forma de agarrar las cadenas que mantenían el columpio en el que estaba a las barras respectivas. Quedé sorprendida con eso... realmente somos más parecidas de lo que pensaba. Hay cosas que no se pueden olvidar, James Reynolds es una de ellas.

Percibí cómo las lágrimas se acumularon en sus ojos, que viéndolos bien tenían ojeras, y a diferencia de otros niños de su edad dudaba que sea por andar chateando en el celular hasta las 4:11 AM.

— En verdad lamento oír eso —. Poco a poco vi como la postura de Theodosia, de esa niña que había sido dañada de todas maneras posibles, se quebraba. Hasta romperse. Romperse a llorar soltando sollozos que por más que intentaba callar se escuchaban como un susurro en el viento. 

No supe reaccionar. A lo único que atiné fue arrodillarme frente a ella, saqué un pañuelo de mi bolsillo y con la delicadeza que solo una maestra en la primaria había tenido conmigo sequé sus lágrimas. Ella me miró, cruzamos miradas. Y fue en ese momento en que me vi como en un espejo, cuando ningún adulto vino a rescatarme de mi pesadilla, y aferrada a un falso príncipe azul termine encerrada en la prisión que era yo misma. No daré muchos detalles de esta parte, porque ni yo misma la recuerdo bien, sólo recuerdo cuando ella se lanzo y me abrazó, mientras acariciaba su negra cabellera llena de rulos y trataba de calmar su llanto pensé: "No puedo dejar a esta niña sola". 

Acuné su rostro entre mis manos, y sonreí. Le sonreí. Ella me miraba, probablemente confundida ante esa muestra de afecto que usualmente no se recibe de desconocidos.

— Hey, ¿quieres que te enseñe un hechizo? —.

La niña me miró, estoy segura que no es del tipo que cree en magia, pero vale la pena intentar.

— ¿U-un hechizo?... —.

Le enseñaría una mágica mentira.

— Es un hechizo para la felicidad. Solamente debes decir: "Hocus Pocus" —. Le acomodé un mechón detrás de la oreja. La oí murmurar levemente aquellas palabras, probablemente quería comprobar si funcionaba. Nos quedamos nuevamente en silencio.

— ...¿Quieres venir conmigo? — Pregunté después de algunos minutos de estar frente a frente.

— ...Si—. Respondió.

Ambas nos levantamos del suelo, sacudí un poco mis rodillas, mi vestido se había manchado ligeramente de tierra húmeda pero le resté importancia. Ella se sacudió un poco los jeans. Le extendí mi mano y ella la tomó. Y por primera vez desde que la vi sonrió, no como antes, esta vez había logrado hacerla sonreír honestamente. Muchas veces he pensado si realmente estaba bien lo que hice, si podría ayudar a esa pequeña... pero realmente no me arrepiento de nada de lo que sucedió ese día, porque así pude verla sonreír.

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— Muchas gracias, señorita Lewis. Muy conmovedora su historia. Pero lo que yo le pregunté es: ¿Por qué secuestró a la niña?—

— Señor fiscal, con todo respeto, es lo que acabo de responder —. 

— No no, señorita, lo que usted nos acaba de contar es una historia sugestiva llena de...sentimentalismo pero a la vez dándole vueltas al tema principal —.

Ya está, Elmo está emperrado. Mantuve una expresión serena a pesar que quería darle un buen golpe al fiscal, que coincidentemente es el hermano mayor de Theo; Aaron Burr.

— Entre esa historia 'llena de sentimentalismo' está la respuesta. No tengo necesidad de negar los cargos, tampoco es algo que me arrepiente. Y si alguno de esta sala escuchó mi testimonio se habrá dado cuenta cuenta de la respuesta. Eso es todo lo que diré —. Presté principal atención al publico, sus rostros, sus expresiones, sus cuchicheos. Todo.

Las opiniones sobre lo que conté fueron variadas, y algunos comentarios... ofensivos hacia mí no faltaron. Ellos piensan que me aproveché de Theodosia, que de seguro la manipulé, que estoy metida en cosas turbias. Si tan solo se dieran un momento para pensar en lo que realmente significa.

Después de un rato se levantó la sesión, obviamente me declararon culpable, las mentiras son algo que el mundo no perdona.

Pero como dije anteriormente: No me arrepiento, ésto fue lo mejor, el maltrato saldrá a la luz y ella será libre. Estoy segura que algún día volveré a ver a Theodosia, y podremos sonreír juntas. Hasta ese momento... solo debo esperar lo mejor para ella.

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