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[48]

 —¿Dónde estamos? —preguntó Jimin, con la voz apenas un susurro

—No lo sé. Alza tu varita y no la bajes —respondió Yoongi.

El frío de la noche les calaba los huesos mientras observaban el entorno. Habían abandonado los terrenos de Hogwarts, eso era seguro. Ni una sola montaña se alzaba en el horizonte, solo la silueta imponente de una mansión olvidada por el tiempo. Las paredes de piedra oscura estaban recubiertas de enredaderas marchitas, y las ventanas, como ojos vacíos, los observaban con un silencio cargado de secretos. Una estatua de una serpiente majestuosa, con colmillos afilados y escamas esculpidas con exquisito detalle, parecía vigilarles desde una esquina.

—Se sabía que la copa podría ser un teletransportador... ¿será parte de la prueba? —murmuró Jimin, sus ojos, abiertos por la incertidumbre, escaneaban cada sombra en busca de respuestas.

Yoongi negó con la cabeza, en una mueca de irritación y nerviosismo cruzando su semblante.

—Lo dudo. Dijeron que solo era tomar la copa y fin del juego. No sé qué carajos hacemos aquí.

El silencio opresivo se rompió con un sonido seco: pasos. Se acercaban con lentitud calculada, resonando en la piedra fría. Yoongi reaccionó al instante, entrelazando los dedos con los de Jimin, y lo empujó suavemente detrás de él.

—No te sueltes —le ordenó, en voz baja.

De las sombras surgió una figura alta, envuelta en una capa pesada que oscurecía su rostro. La capucha que llevaba apenas permitía vislumbrar un perfil afilado y misterioso. Cada paso que daba retumbaba en el pecho de Jimin como un tambor, acelerando el ritmo de su corazón.

Y entonces, sin previo aviso, su cabeza comenzó a dolerle nuevamente. Fue un dolor más fuerte que ningún otro que hubiese sentido en toda su vida. Al llevarse las manos a la cara la varita se le resbaló de los dedos. Se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo y se quedó sin poder ver nada, pensando que la cabeza le iba a estallar.

Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una voz fría y aguda que decía:

— Mata al otro.

— Pero, señor... es Min Yoongi.

— ¿Min? Interesante...

Las lágrimas, calientes y amargas, comenzaron a correr por las mejillas de Jimin sin que él pudiera detenerlas. Sintió los dedos de Yoongi, fríos, limpiándolas con una delicadeza que hizo que su rostro se pegara al bonito tacto.

—Yoongi...

—Shhh, saldremos de aquí. Te lo prometo.

La promesa murió en los labios de Yoongi cuando el extraño levantó una mano y, con un chasquido, conjuró unas cuerdas que serpenteaban en el aire antes de atrapar a Jimin. Las ataduras sujetaron sus muñecas y lo fijaron a la estatua de la serpiente. El rubio forcejeó desesperadamente, y la risa que brotó del hombre resonó como un eco de algo antiguo y malévolo.

Yoongi lo vio con horror, ¿Cómo podía hacer magia sin varita?

—¡Suéltalo! —gritó Yoongi, lanzándose hacia adelante con una furia que ardía en sus ojos oscuros.

—¡Yoongi, no te acerques! —clamó Jimin con un pánico impotente.

Pero la advertencia llegó tarde. El hombre giró ligeramente la muñeca y, como si una fuerza invisible hubiera cobrado vida, Yoongi fue lanzado con violencia contra una pared cubierta por una tela. El impacto fue brutal, el aire abandonó sus pulmones, y la manta cayó al suelo revelando una pintura.

Era un retrato majestuoso, un hombre de mirada imperturbable y elegante, con la inscripción dorada:

Seung Jeong.

El extraño avanzó dos pasos, sus botas resonando en el mármol. Lentamente, se quitó la capucha y dejó que cayera, revelando un rostro que Jimin reconoció al instante. La sangre le abandonó el rostro y un grito silencioso se atascó en su garganta.

—¡Tú! —jadeó, con los ojos muy abiertos y el cuerpo temblando.

Frente a él, el asesino de sus padres lo observaba con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, pero destilaba amenaza.

Seung Jeong había vuelto.

—Estás en lo que una vez fue el hogar de mi difunto padre, Jimin. Una mansión que debía haber sido mía —dijo Seung Jeong, su voz siseante como el arrastre de una serpiente en la penumbra—. Era muggle, además de un idiota... como tu querido padre. Pero ambos tuvieron su utilidad, ¿no es así? Tu padre, tan noble, murió defendiéndote cuando eras solo un niño, y el mío... me dejó todo esto. Aunque, lamentablemente, no pude aprovecharlo mucho tiempo.

—No hables mal de mi padre —gruñó Jimin, el miedo transformándose en furia a medida que las palabras calaban en su corazón.

La risa de Seung Jeong llenó el aire, oscura y burlona, mientras caminaba en círculos, su silueta proyectando sombras danzantes en las paredes.

—Min Yoongi —prosiguió Seung, deteniéndose y clavando una mirada afilada en él—. Más te vale no moverte de donde estás, o tendré que matarte a ti también. Sería una verdadera lástima, ya que eres un mago extraordinario. Fue por eso que el encantamiento que lancé para controlar a los competidores falló contigo... en parte.

Yoongi, que no había movido un músculo hasta ese momento, levantó la barbilla, sus ojos oscuros chispeando en desprecio.

—Iban detrás de mí también —bufó.

—Hmm, claro, no puedes culparlos por querer eliminar a una amenaza tan formidable —dijo Seung, encogiéndose de hombros de forma teatral.

Jimin dejó de forcejear contra las cuerdas, comprendiendo que era inútil, y centró toda su atención en Yoongi. Su mirada se encontró con la de él, y en esos breves segundos, el pálido le dedicó una pequeña sonrisa, silenciosa, asegurándose que sepa que todo iba a estar bien.

—Yoongi, no deberías rebajarte relacionándote con una peste como Park. Tus padres no aprobarían que su hijo perfecto se mezclara con un mestizo.

—¿Qué sabes tú de mis padres, infeliz? —espetó, dando un paso amenazador.

Seung Jeong soltó una carcajada, pero esta vez, no tenía un atisbo de diversión.

—Sé más de lo que imaginas. Tu madre... nunca te enseñó a ser un insolente. Pero yo no tuve una madre. Nos abandonó a mí y a mi padre, y él, como buen idiota, me culpó por su desgracia. Me maltrató, me golpeó, y yo... lo maté. A ella también la encontré y la destruí. ¿Puedes imaginarlo?

Un escalofrío recorrió la espalda de Jimin mientras Yoongi, con el rostro impasible, comenzó a levantarse muy lentamente, cada músculo de su cuerpo tenso como la cuerda de un arco, esperando el momento adecuado.

—Vaya, parece que me he vuelto sentimental reviviendo mi patética historia familiar —dijo Seung, su tono deslizándose a un susurro cargado de amenaza—. ¡Pero no os preocupéis! Mi verdadera familia está aquí.

El aire de repente se llenó con un susurro de capas al aparecer magos encapuchados, emergiendo de la penumbra como espectros. Las máscaras blancas de porcelana brillaban bajo la tenue luz, y uno tras otro se acercaron hasta él, cayendo de rodillas y besando la orla de su túnica.

—Señor... señor... —murmuró uno, con la voz temblorosa.

El resto lo imitó, hasta que todos se pusieron de pie y formaron un semicírculo tras Seung. Un estremecimiento recorrió el grupo, un crujido de túnicas y respiraciones contenidas.

—Bienvenidos —dijo Seung con una voz que retumbó como el trueno en la habitación—. Dieciséis años... dieciséis largos años desde nuestro último encuentro. Y aún así, aún acuden a mi llamada. Eso demuestra que la Marca Tenebrosa nos une, ¿no es así?

Su sonrisa se ensanchó, una mueca de pura satisfacción.

—Huelo la culpa en el aire... un hedor asfixiante —continuó—. Sé que penaron que estaba muerto, que un matrimonio insignificante pudo detenerme... ¡pero volví!

Los murmullos entre los encapuchados cesaron de golpe cuando Yoongi se movió con cuidado hacia Jimin. Cada paso que daba era un desafío a las fuerzas invisibles que lo vigilaban. Pero antes de que pudiera llegar, Seung levantó la mano y Yoongi sintió cómo un poder invisible lo jalaba hacia él. La fuerza fue tan poderosa que terminó atrapado en el agarre del mago oscuro.

—Yoongi, no entiendo por qué te comportas así —susurró Seung, inclinándose hacia él, sintiendo su aliento frío —. Hana, ¿no le has enseñado modales a tu hijo?

Una figura entre los encapuchados bajó su capucha, revelando el rostro familiar de la madre de Yoongi. Junto a ella, su padre repitió el gesto.

—¿¡Qué están haciendo!? —exclamó Yoongi, su voz una mezcla de incredulidad y rabia.

—Yoongi, cariño, ven, por favor —dijo su madre, extendiendo los brazos, con una expresión de súplica grabada en sus ojos.

El pálido no dudó más. Con un movimiento rápido, hundió su codo en las costillas de Seung, liberándose del agarre y corriendo hacia Jimin, cuyos ojos reflejaban un terror absoluto, mientras las lágrimas se deslizaban sin control por sus mejillas.

—¡No lo mato solo por ustedes, pero será mejor que controlen a ese mocoso, ahora! —rugió Seung Jeong.

Los padres de Yoongi intercambiaron miradas de angustia.

— ¡Yoongi, ven en este instante, este no es tu asunto!

Pero Yoongi, con el pecho subiendo y bajando al ritmo frenético de su corazón, no se movió. Sus ojos oscuros estaban fijos en los de su madre, buscando respuestas, alguna señal de humanidad en aquella traición.

— ¿Y es el suyo? — dijo Yoongi al borde del llanto — Son su maldito aliado, ¿Qué les pasa? ¿Qué más nos han estado ocultando?

—Es complicado... te lo explicaremos después... —comenzó su padre, intentando acercarse.

—¡No quiero escuchar nada! —vociferó Yoongi, la voz desgarrándosele como si hubiese sido partida en dos—. ¡Quiero dejen en paz a Jimin!

Jimin, aún amordazado y atado, levantó la cabeza con un esfuerzo doloroso. Su mirada estaba empañada por las lágrimas, y sus labios temblaban al hablar:

—No... Yoongi... por favor, vete... él me quiere a mí... no dejes que te atrape también.

— No lo hare.

Los ojos de Yoongi, cristalinos de angustia, se encontraron con los de Jimin.

—Oh, parece que el pequeño prodigio se ha encariñado con la peste, ¿verdad? —dijo Seung Jeong, y sus secuaces murmuraron, una ola de sonido que parecía ahogar la misma habitación.

—¡Amo, por favor, perdónelo! —clamó Hana, sus rodillas doblándose en sumisión mientras lágrimas surcaban sus mejillas—. ¡Le prometo que lo corregiremos!

El mago oscuro la miró con desprecio y luego alzó una mano huesuda, un gesto que trajo un silencio sepulcral.

—Quiero a mi hija, ¿ya viene?

Yoongi frunció el ceño y miro a Jimin, igual de confundido.

El hombre encapuchado a su lado asintió con rigidez.

—Sí, amo... viene pronto.

Seung Jeong se relamió los labios como un lobo que olfatea la presa, y luego sus ojos se posaron sobre Jimin, un brillo sádico encendiendo sus pupilas.

—Perfecto. Si es así, tal vez pueda perdonar las insolencias de su hijo, por ustedes — volteo y luego miro a Jimin — En cuanto a ti, pequeña rata, ya sabre que hacer contigo... o te matare para que finalmente puedas ver a la escoria de padres que tienes.

Jimin sintió el aliento helado de la muerte mientras el mago se inclinaba hacia él, apartando a Yoongi con un golpe que lo dejó aturdido y sujeto por sus propios padres. Levantó un dedo largo y delgado y lo acercó a la mejilla del joven, apenas tocándola.

— No tienes a nadie más que culpar que a ellos, especialmente a tu madre, que fue mi perdición y por ello nunca la perdonare, y te matare en venganza.

El susurro fue seguido por un movimiento rápido, y la varita apuntó directo al pecho de Jimin.

Dolorus Pectus.

El grito de Jimin, un sonido tan profundo y desgarrador que hizo eco en los rincones más oscuros de la mansión, retumbó como un golpe en el pecho de Yoongi. Se revolvió con todas sus fuerzas, los ojos empañados de impotencia mientras su madre y su padre lo retenían, lágrimas corriendo por su cara al ver al chico al que queria tanto retorcerse de dolor frente a él, con la promesa de venganza reflejada en los ojos oscuros de Seung Jeong.

Jimin se removió, fue un dolor muy superior a cualquier otro que hubiera sufrido nunca. Deseó que terminara... perder el conocimiento... morir.

Y luego cesó. Su cuerpo quedó colgado, sin fuerzas, de las cuerdas que lo ataban a estatua.

El caos había estallado en el campo de la competencia. Jennie estaba de pie, completamente inmóvil en medio del tumulto. Sus ojos, normalmente llenos de vida y rebeldía, estaban vacíos, sin brillo alguno. Jungkook intentaba sacudirla, esperando alguna reacción, pero su cuerpo permanecía inerte, como si algo invisible la hubiera atrapado en una prisión invisible.

— Tae, creo que algo malo está pasando...

Taehyung, que había estado a punto de acercarse, detuvo sus pasos al ver cómo los profesores, desde sus asientos, comenzaban a moverse apresuradamente, descendiendo del palco para observar lo que estaba ocurriendo. El bullicio aumentaba, todos los presentes notaban que algo grave estaba sucediendo.

Jungkook la sacudió con más fuerza, pero Jennie no respondía, su mirada seguía perdida, como si no estuviera presente en su propio cuerpo. La desesperación de Jungkook era notable, pero fue cuando su hermana exclamó que el mundo pareció detenerse.

— Park Jimin morirá esta noche.

Las palabras cayeron como una losa sobre todos los presentes. Jungkook soltó a Jennie de inmediato, sus manos temblaban mientras la incredulidad se apoderaba de él. ¿Qué había dicho? ¿Cómo podía Jennie decir algo así?

Un silencio absoluto invadió el lugar. SeokJin, que hasta ese momento había estado mirando desde la distancia, abrió la boca incrédulo, mientras que Taehyung negaba con la cabeza rápidamente.

— ¡Revisen el laberinto! ¡Ahora!

Los profesores volvieron a movilizarse, pero antes de que alguien pudiera reaccionar, Taehyung ya estaba corriendo, con el corazón en un puño, hacia donde estaban los hermanos Min. Sus pasos eran rápidos, desesperados, y sus amigos, junto con su mellizo, lo siguieron sin pensarlo.

—¡Taehyung! —gritó Seokjin detrás de él, pero el pelirrojo no escuchó.

Taehyung llegó hasta Jennie en cuestión de segundos, con el corazón latiendo desbocado. Su mirada ardía de frustración mientras exigía una respuesta.

—¡¿Qué carajos estás diciendo, Min?! — gritó con furia.

Jungkook lo alcanzó poco después, pero justo cuando él y Taehyung tocaron a Jennie, algo ocurrió. Seokjin, que intentaba alcanzarlos, apenas logró agarrar el brazo de Taehyung, mientras Namjoon y Hoseok hacían lo mismo con Seokjin.

En un instante, todos desaparecieron.

El aire se volvió denso y pesado. Cuando Taehyung abrió los ojos, estaba rodeado de setos altos. Todo a su alrededor estaba oscuro, y el viento silbaba de forma ominosa entre las briznas de hierba. El silencio era opresivo.

Taehyung sacó su varita rápidamente, invocando un suave resplandor para iluminar su entorno.

—¡JIMIN! —gritó, esperando una respuesta. Nada. La oscuridad lo envolvía por completo, como si hubiera sido tragado por la noche misma. —¿HAY ALGUIEN AHÍ?

De repente, escuchó una respuesta en la distancia.

—¿TAEHYUNG? —era la voz de Jungkook, aunque algo apagada.

—¡Jungkook! —Taehyung giró en todas direcciones—. ¿Dónde estás? ¡JUNGKOOK!

—¡Creo que estoy a tu lado, pero hay una muralla de césped! —respondió Jungkook, su voz apenas audible—. ¡Tu hermano está conmigo, acaba de despertar!

—¡Jennie está conmigo! —gritó Taehyung, sintiendo una pequeña ola de alivio al saber que no estaba solo.

La hierba alta hacía que moverse fuera difícil, pero escuchó a Namjoon desde algún lugar a su izquierda.

—¡Chicos! —gritó Namjoon, agitando su varita mientras intentaba ubicarse—. ¡¿Dónde están?!

—¡¿Están bien?! —preguntó Hoseok, su voz cargada de preocupación.

—¡Sí, estamos bien! —respondió Taehyung.

—¡Soy Hoseok, estoy junto a Nam! —agregó, tratando de calmar los nervios de todos.

Taehyung dejó escapar un suspiro, intentando calmar el ritmo acelerado de su corazón. No sabía cómo habían terminado allí, pero el miedo empezaba a instalarse en su pecho.

—¡TAEHYUNG! —la voz de Seokjin se escuchó cercana, y un alivio inmediato recorrió el cuerpo de Taehyung.

—¡Jin! —respondió él, alzando la voz—. ¡¿Estás bien?!

—¡Te voy a matar, tarado! ¿Cómo se te ocurre correr así? —Seokjin no pudo evitar soltar una mezcla de rabia y alivio, con la respiración acelerada por el susto.

—¡No pensé que nos traería aquí!

Jennie comenzó a moverse a su lado, despertándose del trance en el que había estado sumida. Su respiración era pesada, y al abrir los ojos, soltó un pequeño grito, llevándose las manos a la cabeza con una expresión de dolor.

—Me duele... —susurró, su voz débil pero clara.

Taehyung se agachó a su lado, tocándole suavemente el hombro. —Tranquila... Ya estás aquí. Parecías... no sé, poseída.

Jennie se sentó lentamente, respirando hondo mientras trataba de calmarse. —Creo que lo estuve...

—¡Jennie! ¡Taehyung! —la voz de Jungkook se escuchaba — ¡¿Están bien?!

—¡Sí! —gritó Jennie esta vez, levantándose con la ayuda de Taehyung—. Debemos salir de aquí. Encontrar la manera de reunirnos todos.

—¡Jungkook! —gritó Taehyung, girando hacia donde creía que estaba su hermano.

—¡¿Qué?! —respondió Jungkook, su voz ahora más clara.

Taehyung suspiró profundamente.

— ¡Cuida bien de mi hermano, yo cuidaré a la tuya!

—¿Quién dice que no me puedo cuidar solo? —gritó Seokjin con la voz firme, desafiando el caos que los rodeaba—. ¡Corran, esparzan chispas con sus varitas y no nos perderemos! ¡En algún punto tendremos que encontrarnos todos! ¿¡Escucharon!?

—¡SÍ! —respondieron todos al unísono, sus voces fundiéndose en un grito de determinación.

El grupo se separó, moviéndose con rapidez por el laberinto oscuro y traicionero, las chispas iluminando el cielo como luces brillantes. Las sombras danzaban alrededor de ellos, alimentadas por la incertidumbre y el temor que impregnaba el aire. Taehyung corría con el corazón martilleando en su pecho, sus pasos resonando como ecos en la piedra.

De repente, el joven mago se detuvo en seco al ver dos cuerpos inmóviles en el suelo. La piel pálida y las expresiones vacías le hicieron preguntar qué cosas había en el laberinto. Un escalofrío recorrió su espalda, pero una mano firme lo sacó de su aturdimiento.

—Taehyung, ¡no te quedes ahí! —gritó Jennie, la seriedad en su voz atravesando el miedo—. Tenemos que seguir. No hay tiempo.

Él asintió con un nudo en la garganta y retomó la carrera, obligándose a apartar la vista de la escena inquietante. Las sombras se movían con ellos, susurrando cosas que no podían entender, como si el mismo laberinto intentara quebrar su voluntad. En un giro repentino, un frío sobrecogedor los envolvió y una figura emergió ante ellos, alta y deformada. Un boggart.

Jennie se tensó al ver cómo la figura tomaba forma, transformándose en una chica de cabello enmarañado y uniforme de Gryffindor, cubierta de sangre y con los ojos desorbitados, gritando en un silencio que helaba la sangre. Taehyung sintió su piel erizarse y miró a Jennie, su rostro una máscara de terror contenido. No dijo nada, sabiendo que este era su momento, su lucha.

Jennie levantó la varita con manos temblorosas, su voz temblando, pero decidida.

—¡Riddikulus!

La figura cambió, tropezó consigo misma y se transformó en un muñeco patético que cayó al suelo antes de desvanecerse en humo. Jennie respiró hondo, su pecho subiendo y bajando rápidamente. Taehyung la miró, un atisbo de admiración cruzando sus ojos, pero antes de que pudiera decir algo, ella giró la cabeza.

—Sigue corriendo.

Con un último intercambio de miradas, avanzaron por los recovecos del laberinto, siguiendo las chispas que todavía relucían en el aire. El tiempo se alargaba y se comprimía de manera extraña, y la fatiga comenzaba a morderles los músculos cuando finalmente llegaron a lo que parecía ser el centro del laberinto, un claro donde la luna brillaba intensamente, proyectando su luz plateada sobre la hierba oscura.

Jennie, de repente, se dejó caer al suelo, sintiendo su cuerpo temblar. Taehyung se arrodilló junto a ella, intentando ayudarla, pero ella levantó una mano.

—No te acerques... espera a los demás.

El sudor perlaba su frente cuando aparecieron Jungkook y Seokjin por la derecha, sus ropas cubiertas de tierra y hojas, jadeando como si hubieran corrido millas. En la izquierda, Namjoon y Hoseok aparecieron, el primero se cubría una herida en su brazo.

—¡Jennie! —gritó Jungkook, corriendo hacia ellos mientras Seokjin corría a revisar el brazo raspado de Namjoon, quien le sonrió levemente.

—¿Qué sucede? —preguntó SeokJin, sus ojos recorriendo frenéticamente el lugar mientras atendía la herida de Namjoon.

Jennie comenzó a brillar débilmente, un resplandor etéreo que parecía provenir de su interior. Gritó, llevándose las manos a las sienes mientras su cuerpo se convulsionaba.

—¿Jennie? —preguntó Jungkook, con preocupación.

—Creo que... —tosió, el sonido rasposo llenando el silencio tenso—. Creo que me están usando de traslador.

Taehyung se congeló, su expresión reflejando incredulidad.

—¿Eso siquiera es posible? —murmuró mientras miraba el rostro contorsionado de Jennie.

—Es magia negra —respondió Namjoon, sus dientes apretados mientras soportaba el dolor—. Hacerlo en un ser humano es una atrocidad, un dolor indescriptible. Por eso usamos objetos... o lugares...

El grito de Jennie interrumpió la explicación. Tomó una gran bocanada de aire y con un esfuerzo final, jadeó:

—¡Tóquenme, ahora... todos juntos! ¡YA!

Sin dudar, todos extendieron las manos y la tocaron al mismo tiempo. El mundo pareció detenerse por un segundo eterno, y luego sintieron un tirón desgarrador en el estómago, como si los arrastraran por una cuerda invisible a través de un túnel oscuro. Los sonidos se distorsionaron, sus respiraciones y los latidos de sus corazones reverberando como ecos en un abismo.

La sensación fue insoportable; el tirón los hacía girar y girar, cada uno sintiendo un frío mordaz que los desgarraba desde dentro. Finalmente, el mundo estalló en luz, y todos cayeron sobre un suelo frío y duro, jadeando y aturdidos.

La primera en levantar la vista fue Jennie, el resplandor que la envolvía disipándose lentamente. Miró alrededor, y el reconocimiento le heló la sangre.

Estaban en la mansión de Seung Jeong. Y, frente a ellos, Yoongi y Jimin permanecían encadenados, las miradas desesperadas de ambos se encontraron con las de sus amigos, una súplica muda pidiendo salvación mientras la figura imponente de Seung Jeong los observaba desde las sombras, una sonrisa cruel en sus labios.

—Vaya, vaya... miren lo que ha traído la tormenta —susurró con una voz que resonó como una sentencia.

Los seis chicos miraron al mago más temido del mundo mágico, a quien ya se le creía muerto.

Pero eso no fue lo peor.

Jungkook y Jennie sintieron cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies al ver a sus padres, de pie junto a aquel monstruo, ayudando a retener a Yoongi. La traición le quemaba la garganta.

—¿¡Mamá!? —gritó Jungkook, dando un paso hacia adelante con la intención de correr hacia ella, solo para ser detenido por el fuerte brazo de SeokJin que lo jaló hacia atrás.

La madre de Jungkook bajó la mirada, una sombra de vergüenza cruzando por sus ojos antes de que su expresión se endureciera.

—¿Por qué están aquí mis hijos, amo? Esto no estaba en nuestros planes —dijo, aunque su tono carecía de la convicción que ella pretendía demostrar.

— Ya ven porque no puedo confiar en que hagan las cosas bien — dijo Seung Jeong levantándose — Esto pasa cuando le dejas el trabajo a dos mocosos inservibles.

Con un movimiento fluido de su capa, Seung Jeong se dirigió hacia un viejo ropero en la esquina de la habitación. El chirrido de las bisagras resonó y, con un tirón, dos figuras encapuchadas cayeron al suelo. Sus movimientos eran descoordinados, como si hubieran estado bajo un hechizo de parálisis. Los ojos de todos se abrieron de par en par cuando, con un manotazo que resonó en la habitación, las capuchas cayeron al suelo, revelando sus rostros.

Eran YeonJun y Joo-hyun.

—¿Qué...? —la incredulidad teñía la voz de Taehyung mientras trataba de comprender la escena.

YeonJun parpadeó, como si acabara de despertar de un profundo letargo, mientras Joo-hyun, de pie a su lado, analizaba la situación con ojos desorbitados. Al ver a Yoongi y Jimin amordazados y atados, corrió hacia ellos con la desesperación de quien se da cuenta de que está en medio de una pesadilla.

—¿Yoongi? ¿Qué te pasó? ¿Qué estamos haciendo aquí? —la voz de Joo-hyun temblaba mientras buscaba frenéticamente su varita, dándose cuenta de que no la tenía.

Yoongi alzó la cabeza, sus ojos oscuros llenos de rabia e impotencia.

—¿De verdad no tienes idea? —preguntó, con la voz ronca por el esfuerzo de gritar tanto tiempo. Joo-hyun negó con desesperación.

Seung Jeong dejó escapar una risa cortante y se adelantó un paso.

—Les presento a los artífices de todo esto —anunció, señalando a los dos jóvenes con un dedo acusador. Joo-hyun negó vehementemente, el terror reflejado en cada línea de su rostro.

—¡No! Yo jamás hice nada de esto. ¡Lo juro, Yoongi, lo juro! —gritó, la angustia en su voz traspasando la tensión en la sala.

— Lo hiciste. No conscientemente... pero lo hiciste tú, tambien amenazaste al pobre YeonJun para que haga todo.

— ¿Qué? NO, YO NO... — dijo y comenzó a negar frenéticamente.

—¡Silencio! —rugió Seung, la varita en alto. Con un simple movimiento de muñeca, hizo que Joo-hyun se encogiera, sus piernas temblando tanto que apenas podía mantenerse en pie.

Joo-hyun no sabía, y no entendía nada de lo que le estaban diciendo en todos los sentidos, ella no recuerda nada de lo que se acusaba, ni siquiera conocia al chico YeonJun, pero estaba preocupada por Yoongi, mas ahora que al parecer sus padres eran magos oscuros que seguían al señor tenebroso que atemorizo al mundo mágico.

Camino lentamente hacia atrás, a donde estaba Namjoon.

—Usaron un maleficio imperdonable en ti, uno que no solo controlaba tus acciones, sino que también borraba tus recuerdos —explicó Namjoon, mirando con ojos helados al grupo de traidores frente a ellos.

— ¿eh? Pero, namjoon, estaba en el castillo, ¿Cómo es posible...?

— Ya tengo suficiente con todos. ¡Agarren a uno y no lo suelten!

Los encapuchados restantes avanzaron como sombras, rodeando al grupo con varitas en mano y sujetándolos con fuerza. El frío del metal y la presión contra sus gargantas los hizo estremecerse, pero nadie se movió.

Excepto Jennie.

Paralizada por el miedo, no podía apartar los ojos de los rostros de sus hermanos y de la realidad que se desmoronaba a su alrededor. Sus ojos, grandes y oscuros, se movieron de Jungkook a su madre, buscando una respuesta, cualquier señal de que esto no era lo que parecía. Pero la mirada vacía que recibió a cambio fue un golpe al corazón.

—Jennie, ven aquí —la voz de su madre era áspera, como un mandato —Nuestro señor quiere verte.

La castaña negó levemente mientras retrocedía y escondía su varita detrás de ella, temblando ligeramente. Seung comenzó a caminar a paso lento hacia ella, ignorando como Jungkook luchaba con todas sus fuerzas para liberarse y ayudar a su hermana. Se acerco y tomo su rostro, examinándolo para luego sonreír.

Jennie aparto su cara de su tacto y retrocedió.

— ¿Por qué te escondes? No te hare daño.

—¡Déjala! —gritó Yoongi, la voz rota por la desesperación. Jungkook se debatía contra el agarre de los encapuchados, rugiendo de impotencia.

—¡Jennie, corre! —exclamó Jungkook, la voz cargada de urgencia. Pero antes de que pudiera reaccionar, Seung Jeong se movió con la rapidez de un rayo. La atrapó por el brazo, arrancándole un grito ahogado y haciendo que su varita cayera al suelo.

—No deberías ser tan hostil con tu padre después de tanto tiempo, hija mía.

La sala se llenó de una tensión eléctrica, como si el aire mismo retumbara con la revelación. Jennie sintió que el mundo a su alrededor se desmoronaba; sus manos temblaron violentamente mientras las palabras de Seung Jeong se clavaban en su mente como agujas heladas. La realidad se distorsionaba, y el eco de las voces de sus hermanos quedaba amortiguado, como si estuviera sumergida en un mar de confusión y terror.

— ¿Qué... qué estás diciendo? —balbuceó, con su voz rota. —¡Yo soy una Min!

—Oh, no, Rubby Anne. Eres mi hija. — declaró Seung Jeong con una sonrisa que mostraba sus dientes afilados como cuchillos.

—¡Mientes! —gritó Yoongi, al borde del llanto, su resistencia agotándose.

—¡Yo no soy tu hija! —gritó Jennie, con los ojos encendidos de furia y un temblor en la voz que delataba su miedo. Tironeó su brazo, intentando liberarse de la presión de Seung, que la sostenía con una fuerza férrea.

—Te lo demostraré —respondió Seung Jeong, en un tono bajo y serpentino, que hizo que el corazón de Jennie se acelerara hasta el punto de dolor.

Antes de que pudiera reaccionar, Seung alzó su varita y murmuró unas palabras en una lengua antigua que erizó la piel de todos los presentes. Jennie sintió una punzada en su cabeza, una presión tan intensa que cayó de rodillas, llevándose las manos a las sienes. Un torrente de imágenes inundó su mente: fragmentos de una vida que no reconocía, miradas frías, noches bajo una luna oscura, una cuna de hierro en un cuarto sombrío. Todo aquello era ajeno y al mismo tiempo familiar de una forma inquietante.

—¡Déjala en paz! —Jungkook intentó avanzar, su cuerpo retorciéndose bajo el agarre de los encapuchados. Sus ojos reflejaban desesperación, miedo, y una furia que lo hacía temblar.

Taehyung, que había permanecido en silencio, giró la mirada hacia Jennie, sus pensamientos corriendo a mil por hora. Sabía que no podían permitirse quedarse quietos, que no podían dejar que Seung Jeong y los padres de Jungkook y Jennie se salieran con la suya. Miro a Jimin, que estaba llorando, sin fuerzas por toda la dolorosa tortura que paso. Sacó su varita con un movimiento rápido y murmuró un hechizo bajo el ruido y el caos.

Glacies Defensus —pronunció, y un escudo de hielo iridiscente surgió entre ellos y los encapuchados, rompiendo momentáneamente el contacto.

El destello de la magia hizo que los encapuchados retrocedieran, confundidos por el ataque repentino. Seung giró su cabeza con un chasquido y miró a Taehyung, sus ojos oscuros destellando enojo.

— Como detesto a la familia Kim...

—¡Ahora, corran! —gritó Taehyung, y los demás aprovecharon la distracción. Jennie, aún temblando y tratando de recuperar el aliento, fue arrastrada por Namjoon, quien no la soltaba mientras los otros luchaban por mantenerse unidos.

Jungkook empujó con todas sus fuerzas al mago que lo retenía, aprovechando el pánico que se había sembrado en la habitación. Se lanzó hacia Jennie, rodeándola con un brazo mientras su mirada desafiante se cruzaba con la de su madre.

—No te dejaré llevarla — dijo, en voz baja y amenazante.

Los ojos de su madre se nublaron por un momento, un destello de algo parecido al remordimiento, pero fue efímero. Volvió a endurecer su expresión, y con un movimiento de varita, desató un hechizo que iluminó la sala con un destello carmesí.

—¡Protego! —rugió Hoseok, bloqueando el ataque justo a tiempo. El escudo se resquebrajó, pero aguantó lo suficiente para que el grupo pudiera retroceder unos pasos más.

La mansión se sumergió en un caos desenfrenado. Los estallidos de hechizos iluminaban los corredores con destellos cegadores, proyectando sombras danzantes en las paredes cubiertas de antiguos tapices.

Yoongi, seguía luchando contra las cuerdas mágicas que lo mantenían prisionero. Los músculos de sus brazos tensos y las gotas de sudor bajando por su frente reflejaban el esfuerzo por liberarse. Al encontrar la mirada de Jimin, su corazón dio un vuelco; el dolor y el agotamiento en los ojos del rubio eran evidentes.

En ese instante, Taehyung irrumpió en la escena, con el cabello rojo ondeando tras él y el ceño fruncido en una expresión de feroz determinación. Corrió hacia Jimin, sus manos temblorosas pero seguras tomaron el rostro de su amigo.

—¿Mi Jiminie, qué te hicieron? —preguntó con voz rota. Jimin, apenas pudiendo sonreír, le dirigió una mirada agotada pero tranquila.

Taehyung no perdió tiempo; apuntó su varita hacia Yoongi, susurrando un "Finite Incantatem". Las cuerdas cayeron al instante, y Yoongi se desplomó en el suelo, jadeando al recuperar la movilidad.

— perdón — dijo el pelirrojo y yoongi negó posicionándose debajo de Jimin.

— Gracias, Tae —murmuró Yoongi con voz rasposa

Taehyung repitió la acción y Jimin cayo en los brazos del pelinegro que lo apretó en sus brazos. Había sido una tortura ver como Seung maltrataba al rubio de diferentes formas y no haber podido haber hecho nada, por eso sentir la calidez de Jimin sobre su cuello, lo tranquilizo, le hizo saber que el rubio ya estaba con él.

Tomo entre sus manos el rostro del chico, removiendo las finas lagrimas que soltaba.

— ¡Tomen, encontré sus varitas! — dijo taehyung y Yoongi tomo la suya, al igual que Jimin — Bonito, ¿estas bien?

— Sí, solo me duele el cuerpo.

Yoongi, aún con el pulso acelerado, sostuvo a Jimin más cerca, como si al aflojar su agarre pudiera perderlo de nuevo. Los demás chicos formaban un semicírculo protector, cada uno con la varita alzada y respirando entrecortadamente, preparados para lo que fuera.

Sin embargo, Hoseok fue lanzado contra una pared con brutalidad. Seung Jeong lo había atrapado con un movimiento rápido, sus ojos oscuros y fríos brillando con una satisfacción retorcida.

—Oh, vaya, vaya. Un omega, ¿en serio? ¿Cómo aceptan estas cosas en el colegio? —Seung lo olfateó ligeramente, con una sonrisa burlona deformando sus facciones.

Hoseok sintió una mezcla de humillación y rabia retorciéndose en su estómago, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Taehyung, sin pensarlo dos veces, gritara con toda la furia de su ser:

—¡Bombarda! —El hechizo estalló con un rugido. Fragmentos de piedra y madera volaron por los aires, creando un estruendo que resonó en toda la sala.

Aprovechando la oportunidad, Hoseok corrió tambaleándose hacia Seokjin, quien lo atrapó en un abrazo protector.

—De verdad me irritas, Kim Taehyung. Eres la viva imagen de tu madre en aquella epoca: impulsivo, valiente. Eres un Gryffindor hasta la médula  —escupió las palabras con desdén—. Pero no me molestaría tenerte entre mis filas. Únete a mi.

Taehyung levantó la barbilla, su varita aún en alto, y escupió las palabras como si fueran veneno:

—Ni muerto.

SeokJin lo empujo ligeramente hacia atrás, susurrando un "mira a quien tienes al frente, idiota" pero Taehyung ni se inmuto.

—Devuélvanme a mi hija y a Jimin, y los dejaré libres.

—No —la respuesta de Taehyung fue rápida, desafiante.

Seung entrecerró los ojos, evaluando al joven mago que se plantaba ante él con una valentía que reconocía demasiado bien. Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios.

—Taehyung, es un buen trato, ¿no crees? Su libertad por la de ellos dos —insistió, arrastrando las palabras.

—Jóde-

— Ninguno se ira. Regrésanos antes de que venga el Ministerio y SeoJoon —dijo Yoongi. Sabía que mencionar a SeoJoon era un golpe directo, una amenaza velada que causó un destello de irritación en los ojos de Seung.

—No voy a negociar con un montón de mocosos —dijo, su tono de voz convertido en un rugido mientras apuntaba su varita hacia el grupo.

Jimin, en ese momento, con el cuerpo temblando por la tensión y la adrenalina, caminó lentamente hacia Seung, quien lo observaba con una sonrisa que parecía tallada en mármol, fría y despiadada.

—Déjalos ir —dijo Jimin, su voz apenas un murmullo, pero con una firmeza que lo sorprendió incluso a él mismo.

Los ojos de Seung brillaron con un destello carmesí mientras alzaba una mano y, con un movimiento brusco, acercó a Jimin hacia él como si fuera un muñeco controlado por hilos invisibles.

—¿Te han dado clases de duelo, Park Jimin?

El rubio asintió ligeramente, sabiendo que todo cuanto había aprendido no serviría de nada en ese momento. Expelliarmus era el único hechizo que le venía a la mente, y aunque podría quitarle la varita a Seung, sabía que no sería suficiente. Había más de veinte mortífagos en la sala, todos ansiosos por un solo movimiento en falso.

—Ponte en posición —ordenó Seung, moviendo la varita con un gesto que hizo que Jimin sintiera un empujón invisible en la espalda, obligándolo a dar un paso al frente—. Y el que se atreva a moverse, muere en un instante. De rodillas.

Las risas de los mortífagos resonaron en la sala, crueles y estridentes. Jimin apretó los dientes, ignorando el temor que le carcomía el pecho. No iba a inclinarse, no iba a darle a Seung ni un ápice de satisfacción.

—He dicho que te inclines —la voz de Seung retumbó con un filo que cortaba el aire, alzando la varita con un movimiento letal.

De repente, una fuerza invisible y poderosa empujó a Jimin, obligándolo a arrodillarse. Sintió que su columna se doblaba contra su voluntad, una risa más sonora y sádica surgió entre los presentes. Jimin no resistió el dolor que le recorrió la espalda y apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

—Muy bien —murmuró Seung, bajando la varita para dejar que Jimin se enderezara con dificultad—. Ahora, da la cara como un hombre. Tieso y orgulloso, como murió tu padre...

Un silencio aún más denso cayó sobre la sala. Los ojos de Jimin, vidriosos por la ira y el dolor, se levantaron hasta encontrarse con los de Seung. No hubo tiempo de prepararse, porque en un instante, un destello verde salió de la varita del mago oscuro, apuntando directamente hacia él. Antes de poder reaccionar, sintió el impacto de la maldición, y el dolor fue tan abrumador que su cuerpo entero se sacudió, cada fibra de su ser gritaba de agonía. Gritó, un grito desgarrador que resonó en la mansión, haciéndolo parecer más pequeño y vulnerable de lo que nunca había estado.

Pero dentro de ese dolor atroz, una chispa de instinto se encendió. Entre jadeos y la visión borrosa, Jimin alzó su varita con un esfuerzo titánico.

—¡Impedimenta! —gritó con todas sus fuerzas, su voz resonando como un eco desafiante.

—¡Mortem Finalis! —el grito de Seung se extendió por la sala, y los presentes contuvieron la respiración, pues ese hechizo lo podía matar en un instante, pero fue una sorpresa cuando ambos hechizos se conectaron.

El aire entre ambos se tornó eléctrico cuando los dos hechizos se conectaron, formando un rayo dorado que vibraba y crepitaba con una intensidad imposible. La varita de Jimin tembló en su mano, una corriente de energía recorriéndolo y obligándolo a aferrarla con ambas manos. No podía soltarla, incluso si hubiera querido; era como si la magia misma lo hubiera atrapado en un abrazo de fuego y luz.

Seung también luchaba, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa y la furia al darse cuenta de que no podía romper la conexión. La varita que sostenía brillaba y vibraba como si fuera a explotar.

—¡No hagan nada! —gritó Seung a sus seguidores, su voz un rugido teñido de desesperación. Los mortífagos se miraron unos a otros, sin saber si obedecer o lanzarse al ataque. —¡Recuperen a mi hija y maten a los otros, excepto a los Min y a Kim Taehyung! ¡Los quiero vivos!

La orden resonó, y los mortífagos se lanzaron al ataque sin vacilar, en espacial los el matrimonio Min, que buscaban la forma de tomar a sus dos hijos. Los seis chicos, incluso Joo-hyun y YeonJun se prepararon para pelear.

Jennie se quedó inmóvil, su cuerpo rígido como una estatua mientras trataba de comprender lo que veía. Un estremecimiento recorrió su piel cuando una fría brisa acarició su hombro. Giró lentamente, y la imagen que se desplegó ante sus ojos la dejó helada.

Ahí, de pie en medio del caos, estaba Seol-ah, con una sonrisa serena y los ojos llenos de un cariño infinito.

—Seol... —la voz de Jennie apenas fue un susurro, quebrada por la incredulidad.

—Jennie —replicó la chica, su voz resonando con un eco que parecía provenir de otro mundo—. Pelea, por favor...

Yoongi y Jungkook, que habían estado atentos a proteger a su hermana, se giraron con una sincronización casi mecánica al escuchar su nombre. Al ver a Seol-ah, sus rostros reflejaron asombro y emoción contenida. Todos, tanto aliados como enemigos, quedaron congelados, con los ojos clavados en la aparición fantasmal.

—Los he extrañado, chicos —Seol-ah sonrió de nuevo, su presencia brillando con una luz tenue y cálida—. No tengo mucho tiempo. Los demás están en camino. Resistan lo que puedan.

—¿Cómo es que...? —intentó preguntar Yoongi, pero fue interrumpido.

—No te distraigas, Yoongi. Protege a Jennie, por favor.

Antes de que pudiera responder, Joo-hyun se acercó, con los ojos llenos miedo. La aparición de Seol-ah la miró con compasión.

—Ya te he perdonado, descuida —dijo.

La pelinegra no pudo responder cuando los mortífagos, tras un segundo de confusión, se lanzaron nuevamente al ataque. Las varitas se alzaron y el aire se llenó de hechizos que cortaban la atmósfera con silbidos y destellos. La verdadera batalla había comenzado.

Jimin, con el sudor resbalándole por la frente y el corazón latiendo a un ritmo frenético, mantenía la conexión con Seung. Las luces doradas que unían sus varitas vibraban con una fuerza casi insoportable.

"No rompas la conexión" escucho a su alrededor

Desde la varita de Seung brotaron gritos, alaridos de los espíritus que él había asesinado. Una figura emergió lentamente de aquel humo denso, primero la cabeza y luego los hombros. Era una mujer de cabello rubio, sus ojos llenos de determinación y rabia.

— ¡Soy tu tía, no te sueltes! —le gritó, y su voz retumbó al igual que la Seol-ah, como si llegara de muy lejos — ¡No sueltes, Jimin, no sueltes!

Y entonces otra cabeza salió de la punta de la varita de Seung... Jimin supo quién era en cuanto la vio.

El rostro de Seung se torció en una mueca de terror, sus ojos rojos se abrieron como platos al reconocerla. Su madre. Alta, de cabello alborotado y sonrisa cálida, avanzó con pasos firmes hacia él.

—Mi Jiminie... —susurró con voz profunda y nostálgica, y le acarició el rostro, su toque tan real que por un segundo el muchacho olvidó el dolor, la batalla, todo—. Tu padre está en camino. Aguanta un poco más. Todo irá bien.

Y tal como lo dijo, su padre salió en ese instante.

—Cuando la conexión se rompa, tendremos solo unos momentos, hijo —le advirtió su padre, su voz firme y llena de amor—. Debes llegar al traslador. Es la copa. Te llevará de vuelta a casa. ¿Lo comprendes?

—Sí —Jimin jadeó, aferrándose a la varita con ambas manos mientras la conexión vibraba más fuerte, sus dedos resbalando por el sudor y la fuerza del enlace.

De pronto, las almas comenzaron a moverse, susurros de ánimo rodeaban a Jimin mientras las voces etéreas maldecían y se burlaban de Seung.

Seol-ah se acercó a Jimin con la serenidad de alguien que ya había dejado atrás el dolor y las cargas de la vida. Sus ojos, cargados de amor y una tristeza eterna, buscaron los de él. Cuando extendió la mano y la posó suavemente en su cabeza, un escalofrío lo recorrió.

—Cuida a Yoongi, Jennie y Jungkook —susurró Seol-ah, su voz resonando como un eco lejano y envolvente—. Y ayuda a Joo-hyun... no es mala chica, solo está perdida.

Jimin asintió, mudo por la emoción que le anudaba la garganta, mientras los ojos de Seol-ah se suavizaban con una última mirada de despedida. Retrocedió lentamente, girándose para dirigirse a donde sus amigos seguían luchando encarnizadamente contra los mortífagos.

—¡Jimin romperá la conexión, manténganse juntos y corran a la copa! —gritó Seol-ah, y su voz resonó como un trueno en medio del fragor de la batalla.

Yoongi, que había estado luchando cuerpo a cuerpo con un mago oscuro, desvió un último encantamiento y retrocedió, con el pecho subiendo y bajando de forma irregular. Sus ojos encontraron los de su mejor amiga, y aunque el sudor y las lágrimas nublaban su visión, asintió con un gesto casi imperceptible.

—Te extrañé tanto, Seol-ah —murmuró, sintiendo que la voz le temblaba al borde del llanto.

Ella sonrió levemente, con una mezcla de tristeza y aceptación.

—Yo también, Yoon. Cuida a Jennie. Dile que la amo. En otra vida... —sus labios se curvaron en una sonrisa más amplia— en otra vida pudimos ser felices juntas.

La figura etérea de Seol-ah se desvaneció entre los destellos de luz, y Yoongi quedó inmóvil por un segundo que pareció eterno.

—En otra vida... —repitió en un susurro, suspiro, antes de alzar la voz — ¡Prepárense, vengan hacia la copa!

El corazón de Jimin se aceleró al escuchar la voz de Yoongi. Era el momento. La tensión en su varita era insoportable; las luces doradas se retorcían y zumbaban como serpientes enroscadas. La voz profunda y resonante de su padre llegó hasta él.

— Tus amigos están ahí —susurró la voz de su padre—. Prepárate para correr... espera... ¡ahora!

El rayo dorado que conectaba las varitas se rompió con un chasquido ensordecedor, y la jaula de luz que los rodeaba se desintegró en mil destellos que volaron en todas direcciones. Las almas de las víctimas de Seung, lejos de desaparecer, se movieron como escudo.

Jimin corrió, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar, el dolor punzante en sus piernas y el aire quemándole los pulmones. Empujó a dos mortífagos que se interponían en su camino, escuchando las maldiciones y gritos que resonaban detrás de él. Sus amigos lo esperaban, defendiéndose con todo lo que tenían, sus varitas moviéndose en un frenesí de destellos y conjuraciones.

—¡Por él! —el grito furioso de Seung.

Jimin apenas tuvo tiempo de ver cómo Yoongi lo recibía con los brazos abiertos, tirando de él y gritando "¡Accio!" con una voz firme. La copa, reluciente y mágica, se elevó por el aire, viajando a toda velocidad hacia ellos.

Pero antes de que el traslador pudiera activarse, un último grito cortó el aire.

—¡Obliviate! —Min Hana, con una expresión de desesperación y lágrimas surcando sus mejillas, lanzó el hechizo con la voz quebrada.

Con ello, ninguna iba a recordar que el matrimonio Min participo como aliados de Seung. Sera como si nunca hubiesen estado ahí.

La copa brilló intensamente y, en un parpadeo, los envolvió con una fuerza que los arrancó del suelo. Jimin sintió la sacudida familiar en el ombligo mientras la sensación de vértigo lo dominaba. Colores y viento se arremolinaban a su alrededor, y la voz de Seung se desvaneció en la distancia, su furia y frustración alcanzándolos como un eco perdido.

Habían regresado.













HOLAAA, los amo

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