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[28]

Por la mañana, en cuanto apareció en el comedor, los estudiantes presentes comenzaron a cuchichear cosas que, Jimin imaginaba, eran sobre él. Nunca creyó que bajar al Gran Comedor se volvería un gran problema y nada parecía mejorar cuando en su intento de buscar a Taehyung se encontró a un grupo de los alumnos de Gryffindor, que lo trataron como a una especie de celebridad, no lo entendía en absoluto. En cuanto logró huir, caminó apresuradamente hacia la cabellera roja que lo esperaba, o bueno, dos.

Cuando por fin los vio, se detuvo en seco. Namjoon y Jungkook estaban absortos en una conversación animada, con Jungkook disparando preguntas a una velocidad asombrosa, mientras Namjoon respondía con su habitual paciencia. A un lado, Yoongi hablaba tranquilamente con Hoseok, quienes solían estar juntos, no le sorprendía verlo ahí ya que se le había hecho costumbre estar con su revoltoso grupo, pero normalmente Jungkook y Namjoon no comen con ellos, entonces, ¿Qué hacen aquí? Quería imaginar que era porque deseaban saludar.

—Buenos días, Jiminie —saludó Taehyung con una sonrisa amplia, señalando un asiento vacío junto a él.

Jimin apenas pudo devolverle una sonrisa, todavía abrumado por el caos en su mente. —Buenos días —murmuró mientras se dejaba caer en el asiento.

—Te guardé unos cupcakes de vainilla —dijo Hoseok, empujando el plato hacia él con una sonrisa—. Para cuando termines de desayunar.

Jimin agradeció el gesto con un asentimiento y trató de concentrarse en su comida, aunque el apetito parecía habérsele esfumado.

—¿Dormiste bien? —preguntó Yoongi a su lado

Jimin asintió, aunque no era del todo cierto. —Estaba agotado, así que dormí como una piedra —mintió, forzando una sonrisa para no preocupar a los demás.

Namjoon, que había estado observándolo en silencio, carraspeó antes de saludarlo. —Ah, buenos días, Jimin.

—Buenos días —contestó Jimin, ajustando el collar que colgaba de su cuello. El rubí que lo adornaba parecía más pesado de lo habitual, como si la situación lo hubiera vuelto una carga extra.

—Si te molesta, déjame ayudarte a quitártelo —ofreció Hoseok, al ver cómo luchaba con el collar.

Sin embargo, en cuanto Hoseok tocó el rubí, un chispazo lo hizo retroceder con un pequeño chillido. Jimin rió nerviosamente. —Lo siento, Hobi... parece que solo los de Gryffindor pueden tocarlo. Es tan molesto. Y para colmo, tampoco puedo quitármelo.

—Escuché algo al respecto —comentó Namjoon, quien parecía disfrutar de la oportunidad de compartir información—. El collar está ligado a la competencia. No te lo podrás quitar hasta que todo termine. Y si mueres... bueno, tu alma quedará atrapada en el collar, y los magos oscuros lo usarán para invocarte en sus rituales más macabros...

—¡Namjoon! —interrumpió Seokjin, dándole un codazo lo suficientemente fuerte como para que soltara un quejido—. ¡¿Qué te dije sobre asustar a Jimin?! ¿No habías prometido no decirle nada de eso si te dejaba quedarte aquí?

Namjoon le lanzó una mirada asesina a Seokjin, pero este seguía cortando sus pancakes, completamente imperturbable. —Maldita sea, Jin...

—Tú —dijo Seokjin, apuntándolo con su tenedor—. Y tú —señaló ahora a Jungkook—. Solo están aquí por chismosos. Jimin ya tiene suficiente en su mente sin que ustedes lo fastidien más.

Jungkook, que había permanecido callado hasta ese momento, resopló. —Me llamo Jungkook.

—Sí, sí, Jungkook —murmuró Seokjin, restándole importancia.

—Bueno, si me lo preguntas —intervino Jungkook, apoyando la cabeza en una mano—, no creo que fueras tú. Solo hay que recordar la cara que pusiste cuando el profesor SeoJoon dijo tu nombre. Pero, honestamente, tengo curiosidad. Si no fuiste tú... ¿quién lo hizo? No creo que alguien pueda burlar la seguridad del cáliz de fuego tan fácilmente. El que lo hizo te debe odiar o tener un retorcido sentido del humor...

—¡Jungkook! —lo interrumpió Yoongi con una mirada severa—. Deja que Jimin coma en paz. No lo abrumes más.

—Eh... sí, lo siento —se disculpó Jungkook, encogiéndose un poco.

Jimin le dirigió una mirada agradecida a Yoongi. Al menos había una pequeña satisfacción al saber que, al menos entre su grupo de amigos, no dudaban de él. Todos habían aceptado su versión sin dudar un segundo.

Pero la curiosidad era implacable. Jungkook, por más disculpado que estuviera, no podía dejar pasar el tema.

—¿Pero en serio no te da curiosidad saber quién fue? —preguntó de nuevo, aunque esta vez su tono era más contenido.

Antes de que Jimin pudiera responder, Taehyung le propinó una patada bajo la mesa a Jungkook, sonriendo de oreja a oreja mientras este último soltaba un grito de dolor.

—¡Eres un bruto, cabeza de tomate! —exclamó Jungkook, frotándose la pierna—. ¡Eso dolió!

—Que dejes de llamarme así, idiota —espetó Taehyung, dándole otra patada por si la primera no había sido suficiente—. Y deja de molestar a Jimin.

Jungkook frunció los labios, claramente molesto. Sus ojos rodaron con frustración mientras intentaba aguantar la risa que amenazaba con brotar, aunque no pudo resistirse a tirar un comentario que sabía que enojaría aún más a Taehyung.

A todo esto, Yoongi no podía apartar los ojos del decaído Jimin, que apenas tocaba su comida, perdido en pensamientos que pesaban sobre él como una nube oscura. Verlo así le resultaba inquietante. Detestaba esa expresión en su rostro, tan ajena a la usual chispa de alegría que lo caracterizaba. Sin pensarlo mucho, Yoongi sacó su varita, decidido a cambiar eso.

Con un suave movimiento, una flor de un vibrante color púrpura comenzó a florecer delicadamente en la palma de Jimin. Al principio, el rubio dio un pequeño respingo, sorprendido, pero cuando sus ojos encontraron los de Yoongi, que le ofrecía una mirada cómplice y una sonrisa sutil, el miedo se esfumó. Poco a poco, todos alrededor de la mesa comenzaron a prestar atención a la mágica flor. Sus pétalos se abrieron con gracia, revelando en su interior una pequeña mariposa que, de repente, alzó el vuelo y empezó a revolotear alrededor de Jimin, esparciendo diminutos destellos brillantes como si estuviera pintando el aire a su alrededor.

Jimin observaba maravillado, con una sonrisa creciendo en su rostro mientras la mariposa danzaba a su alrededor. Sin embargo, tras unos instantes, la criatura mágica regresó a la flor, envolviéndose nuevamente en los pétalos, y ambos, tanto la flor como la mariposa, se desvanecieron en el aire, dejando la mano de Jimin vacía, pero con una sensación cálida en su pecho.

— Eso fue... —murmuró Jimin, aún fascinado por lo que acababa de ocurrir.

— Muy bonito —completó Jungkook, con una leve sonrisa de complicidad. Jimin asintió, mirando aún la palma de su mano como si esperara que la flor regresara en cualquier momento — Te entiendo.

— Volviste a sonreír. —El rubio levantó la vista, algo apenado, pero agradecido. Sus ojos brillaban, y la sonrisa en sus labios ahora era genuina. — Te veías triste —continuó Yoongi—, así que pensé que esto podría alegrarte un poco.

— Lo hizo, muchas gracias, hyung.

— ¡Eso fue increíble, Yoongi! —exclamó Hoseok, sacudiendo la mano en el aire—. Hazlo conmigo, por favor. ¡No, mejor enséñame cómo hacerlo!

— ¡Yo también quiero! —añadió Taehyung, ahora visiblemente emocionado tras recuperarse de la sorpresa.

Yoongi iba a responder cuando sintió unas manos apoyarse en sus hombros y el aroma floral familiar que llegó hasta él.

— ¡Yoonie! —canturreó una voz dulce y melosa.

"Por favor, que no sea quien creo que es," pensó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

Al girar, Joo-hyung estaba ahí, sonriéndole con coquetería y batiendo sus pestañas con una exagerada gracia que podría haber derretido a cualquier hombre... menos a Yoongi.

Jungkook, por supuesto, ya estaba rodando los ojos.

— No hemos hablado mucho estas semanas. Ya veo por qué... hiciste nuevos amigos. Vine porque reconocí a esa mariposa que voló alrededor de Jimin.

Lanzó una mirada fugaz hacia Jimin y los demás, pero pronto sus ojos se posaron nuevamente en Yoongi, como si él fuera el único que importara. Antes de que pudiera seguir, Jimin, que estaba completamente callado hasta ese momento, murmuró lo suficiente para que la castaña lo escuchara.

— ¿Conoces ese encantamiento? — preguntó, recordando la mariposa que había volado alrededor de él minutos antes.

Joo-hyung esbozó una sonrisa nostálgica.

— Claro que lo conozco —respondió, su tono volviéndose suave, casi afectuoso—. Yoongi solía hacerlo para mí cuando éramos niños, pero hace mucho que no lo veía hacerlo. Solo que, las mías eran doradas...

"¿Las mariposas tienen diferentes colores? ¿Yoongi elige el color o es según la persona? ¿Por qué la mía es púrpura?" se empezó a preguntar Jimin.

— Yoonie, vayamos a la biblioteca después de clases, pasemos tiempo juntos. Así aprovechamos para darte mi regalo por entrar a la competencia— nuevamente, la bella chica le sonrió a Yoongi — Y el de tu madre, por supuesto.

Yoongi, quien había estado observando a Jimin con curiosidad por su repentino ensimismamiento, finalmente se volvió hacia ella, sus cejas frunciéndose ligeramente.

— ¿Por qué tienes el regalo de mi madre?

La chica, con un gesto de orgullo, se cruzó de brazos, respondiendo como si fuera la cosa más normal del mundo.

— La señora Min es como una madre para mí. Siempre estamos en contacto. Ayer me envió la lechuza de tu familia con cartas y tu regalo.

Yoongi la observó, claramente extrañado por esa cercanía. ¿Desde cuándo eran tan íntimas?

— ¿Y qué decían las cartas?

Joo-hyung inclinó la cabeza ligeramente, su rostro adquiriendo una expresión pensativa.

— No lo recuerdo —admitió, sin una pizca de mentira —. Hoy desperté y solo una carta estaba en mi escritorio. Las demás... desaparecieron. —Alzó los hombros como si no fuera nada importante—. Seguro no decían nada relevante.

Yoongi frunció el ceño, confundido. ¿Desaparecieron? Algo en esa historia no encajaba, pero decidió dejarlo pasar. Con un leve suspiro, miró a Jimin y luego volvió la atención a Joo-hyung.

— Lo siento, iré a estudiar con Jimin.

La sonrisa en el rostro de Joo-hyung se desvaneció momentáneamente, sustituida por un leve puchero, claramente decepcionada. Había esperado tener más tiempo con Yoongi, pero al parecer, ese rubio seguía siendo un obstáculo. Trató de recuperar la compostura, aunque su voz reflejaba un ligero resentimiento.

— ¿Jimin a este punto no debería de haber mejorado ya? — preguntó mirando directamente al rubio — Sabes, es algo problemático depender de una persona siempre y se supone que Yoongi es tu rival ahora, no puedes simplemente esperar que te ayude como antes. Tampoco es nuestra culpa que hayas decidido en participar en un torneo de alta categoría.

Jimin quiso gritarle que él no había puesto su nombre en ese maldito cáliz, pero ya lo había repetido tantas veces que, en lugar de explotar, se mordió la lengua, conteniendo su ira.

— Jimin no puso su nombre en el cáliz —intervino Taehyung.

— ¿Cómo estás tan seguro?

— Joo-hyung, ya basta. —Su tono era firme, pero no agresivo—. Ayudo a Jimin voluntariamente. Si me conocieras bien, sabrías que esa competencia no me interesa.

Las palabras de Yoongi parecieron desconcertar a Joo-hyung, pero rápidamente recompuso su expresión, fingiendo una sonrisa dulce.

— Claro que te conozco bien, Yoongi. No te enfades. —Intentó suavizar la tensión con una risa ligera—. Solo me emociona verte competir. Realmente quiero que ganes, aunque eso no sea tan importante para ti. —Volvió su atención a Jimin, su tono suavizándose de nuevo—. Jimin, perdóname si te ofendí.

— "Pirdinimi si ti ifindi" —murmuró Taehyung con una exagerada imitación, lo suficientemente bajo como para que solo Jimin lo escuchara.

Jimin no pudo evitar soltar una risa, cubriéndose la boca rápidamente para no atraer más atención.

La tensión se disipó cuando Yoongi se levantó abruptamente, agarrando su varita de la mesa.

— Joo-hyung, es hora de clases. Deberías ir a tu salón. Hablamos después. —Y sin decir más, comenzó a caminar hacia la salida.

Jimin, todavía con una sonrisa en los labios, se apresuró a dar un gran mordisco a su tostada antes de levantarse de la mesa con rapidez. Mientras tragaba apresuradamente, miró de reojo a Yoongi, que ya se dirigía hacia la puerta.

— Espere, hyung —dijo, con la boca aún medio llena, mientras trotaba para alcanzarlo.

Joo-hyung apretó los labios y soltó un largo suspiro mientras observaba cómo Yoongi desaparecía por las enormes puertas, acompañado por Jimin. Había algo en esa imagen que le dolía más de lo que quería admitir. El chico que le había sacado suspiros desde que eran niños parecía reemplazarla tan fácilmente. No lo soportaba. Ella no podía ser reemplazada tan rápido, ya había pasado por algo parecido en el pasado, y ese recuerdo aún la perseguía.

Sintió un nudo formarse en su pecho, apretando con fuerza su varita mientras se daba la vuelta para regresar a su mesa, intentando contener el huracán de emociones que la abrumaba. Pero, distraída por sus pensamientos, no notó la pequeña mancha de mostaza en el suelo. El resbalón fue inevitable. Su cuerpo perdió el equilibrio, y todo pareció ir en cámara lenta... hasta que alguien la sostuvo con firmeza antes de que cayera al suelo.

Lo primero que vio Joo-hyung fue una corbata roja, mal puesta, seguida por un cuello de camisa arrugado y migajas de pan dispersas en la túnica de quien la había salvado. Alzó la mirada y encontró un par de ojos preocupados observándola desde arriba. La chica que la había atrapado era... linda. Muy linda.

— Oye, tienes que tener los ojos en el suelo, no en el cielo, por más bonito que sea — dijo la chica con una sonrisa traviesa, soltándola con suavidad—. Ten más cuidado.

Joo-hyung carraspeó, tratando de recuperar la compostura mientras el calor del rubor subía a sus mejillas.

— Uh... gracias — respondió, aún algo aturdida.

La gryffindor frente a ella la observó de arriba abajo con un gesto curioso, como si intentara comprender cómo una chica tan hermosa como Joo-hyung había pasado desapercibida hasta ahora. La gryffindor, aunque desaliñada, irradiaba una confianza innata. Y ahora que tenía a Joo-hyung frente a ella, parecía tener una idea en mente.

— No es nada. —La chica esbozó una sonrisa encantadora—. Me llamo Kang...

Pero antes de que pudiera decir su nombre completo, Joo-hyung ya había salido disparada, sin siquiera dedicarle una última mirada.

— Seulgi... — murmuró la gryffindor para sí misma, quedándose sola en el pasillo.

A pocos metros de distancia, Taehyung y Jungkook observaban la escena

— La chica es muy linda, ¿no crees? — comentó Jungkook, sus ojos todavía fijos en Seulgi.

Taehyung asintió distraídamente, pero de pronto frunció el ceño cuando se dio cuenta de quién le estaba hablando.

— Joo-hyung ni siquiera dejó que esa chica se presentara, es una maleducada — añadió Jungkook, sin darse cuenta de la incomodidad de Taehyung.

El pelirrojo lo miró de arriba abajo.

— Me recuerda a alguien... — dijo, con un tono cargado de sarcasmo.

— Oye, yo sí dejo a las personas hablar — le reprochó Jungkook, cruzándose de brazos.

— Claro... — bufó el pelirrojo —. Y deja de hablarme. Ya te lo dije, no somos amigos.

Jungkook abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Taehyung se levantó de la mesa de forma abrupta, encaminándose hacia su clase sin mirar atrás.

— Empiecen.

Por fin, después de semanas de teoría y preparación, los estudiantes iban a preparar la tan esperada poción que definiría si se convertirían en alfas o en omegas. El profesor Choi les había advertido con severidad que cualquier pequeño error no solo les costaría la calificación, sino que podría poner en riesgo su salud, así que Jimin se esmeraba en cada detalle.

Con precisión casi quirúrgica, Jimin comenzó a cortar los tallos de una flor exótica, cuya fragancia era tan deliciosa como embriagadora. A su lado, Yoongi peleaba con los gruesos y resbaladizos tallos de falisco, lanzando pequeñas maldiciones bajo su aliento mientras intentaba despegarlos sin romperlos.

— Park Jimin —la voz grave del profesor Choi rompió el silencio—. Por si no lo sabe, esos cuarzos se rompen siguiendo un patrón específico. Ven aquí y te mostraré cómo hacerlo correctamente.

La verdadera intención de Choi era hablar con Jimin lejos de los oídos del resto de la clase, aunque, en cuanto Jimin comenzó a acercarse al escritorio, Yoongi se levantó instintivamente para acompañarlo.

— Creí haber dicho solo "Park Jimin", joven Min —gruñó el profesor, fijándose en Yoongi—. Regrese a su asiento.

Yoongi suspiro, y obedeció de mala gana, regresando a su lugar junto al caldero.

Cuando estuvieron solos, Choi se inclinó un poco más cerca de Jimin, pretendiendo mostrarle el patrón en los cuarzos.

— Así que te toca participar en el Torneo, Jimin —dijo en voz baja—. Vaya lío en el que te metiste.

Jimin, sin dejar de cortar el cuarzo con la técnica que le mostraban, apretó los labios. 

— En el que me metieron, profesor —corrigió el rubio con un tono más áspero del que hubiera querido.

Era evidente que Jimin estaba a la defensiva. El Torneo lo había puesto bajo una presión inmensa, y Choi parecía querer profundizar en eso. Los ojos oscuros y serios del profesor lo observaban con atención, aunque había una pizca de nerviosismo en ellos que no pasó desapercibida.

— ¿No tienes ni una pista de quién pudo hacerlo, Jimin? —preguntó Choi en un murmullo bajo, mientras un trozo de cuarzo mal cortado se astillaba y lo rozaba en la mano.

— Entonces, ¿usted me cree cuando digo que yo no fui? —replicó Jimin, su voz llena de incredulidad—. Ayer lo vi muy seguro de lo contrario.

Choi resopló, claramente molesto.

— Si el profesor SeoJoon cree en ti, debe de haber una razón —gruñó, frotándose la mano herida—. Pero desde ahora, tienes que ser más cuidadoso. Alguien aquí tiene malas intenciones contigo, y hasta que no sepamos quién es, no estás seguro en el castillo.

El estómago de Jimin se hundió ante esas palabras.

— Puedes sentarte —concluyó Choi, su mirada dura, aunque un destello de preocupación brillaba en sus ojos.

Jimin recogió los cuarzos ahora hechos trizas, inclinando la cabeza en una pequeña reverencia antes de volver a su asiento. Su mente estaba lejos de la poción.

Yoongi lo observaba de reojo, sus ojos oscuros llenos de preocupación.

— ¿Todo bien? —preguntó apenas Jimin se sentó—. El profesor Choi nos ahorró triturar los cuarzos, pero no sé cómo lo hiciste.

Jimin suspiró, ocultando su rostro entre las manos.

— Solo quiero saber quién lo hizo —murmuró con amargura, la frustración claramente visible en su expresión.

— ¿El profesor Choi te dijo algo? —preguntó Yoongi, girándose ligeramente hacia él. Jimin asintió con la cabeza, abatido—. ¿Qué te dijo?

— No estoy seguro en el castillo, al menos no hasta que encontremos al culpable —Jimin sonrió débilmente, intentando quitarle importancia—. No importa, el profesor SeoJoon lo resolverá pronto, estoy seguro.

Yoongi vertió un líquido turbio en su caldero, algo que a los ojos de Jimin no le inspiraba confianza, por lo que decidió apartar la mirada, su corazón aún pesado por las palabras de Choi.

Una risita baja a su lado lo sacó de sus pensamientos.

— Por ahora, concéntrate en esta mierda de poción —  La grosería hizo que Jimin esbozara una sonrisa, divertido—. Y en la competencia. Estaré apoyándote, lo sabes.

Jimin dejó escapar un pequeño suspiro y respondió con una sonrisa más sincera esta vez.

— Lo sé.

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