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[23]

Las grandes puertas de la majestuosa mansión Min se abrieron lentamente, y antes de que Jungkook pudiera acomodarse en la entrada, la figura de su abuela apareció apresurada. A pesar de sus 68 años, la anciana se desplazaba con una sorprendente agilidad, casi corriendo hacia ellos.

— ¡Jungkookie! — exclamó emocionada, su voz llena de cariño.

Jungkook, algo sorprendido, pensó para sí mismo: "Para tener casi 68 años, corre muy rápido."

— No saben cuánto los he extrañado a los dos — continuó su abuela, con una amplia sonrisa en el rostro. Sin embargo, tanto él como su hermana sabían que la verdadera razón de su entusiasmo no era ellos, sino alguien más. El brillo en sus ojos lo delataba—. ¿Y Yoongi? ¿Dónde está Yoongi-ssi?

Jennie, que no había hecho ningún esfuerzo por ocultar su desgana desde que llegaron, respondió de manera fría y directa.

— Vendrá después — fue todo lo que dijo, antes de entrar a la casa.

Jungkook, incómodo ante la brusquedad de su hermana, le dirigió a su abuela una sonrisa forzada, intentando disculparse silenciosamente por la actitud de Jennie. Luego, la siguió al interior de la mansión, sin decir más.

Una vez dentro, el ambiente era exactamente como lo recordaba: formal, con una tensión casi palpable en el aire, especialmente cuando todos estaban reunidos. Saludó con una leve inclinación de cabeza.

— Padres, abuelo — dijo mientras tomaba asiento junto a Beomgyu, que ya estaba instalado y visiblemente incómodo.

Su abuelo, un hombre de figura robusta y mirada severa, lo observó con atención antes de sonreír ligeramente.

— Mírate, muchacho — comentó con una voz algo ronca pero autoritaria—. Luces muy bien. ¿Cómo te está yendo en Hogwarts? ¿Ya tienes a muchas jovencitas detrás de ti? — preguntó con una sonrisa de complicidad, como si ese tipo de charlas pudieran romper la frialdad que siempre impregnaba las reuniones familiares.

Jungkook esbozó una sonrisa tensa, pero en su interior, sabía que todo aquello era una simple fachada. Como si fuéramos una familia feliz y unida, pensó.

— Por ahora me enfoco en mis estudios y en el quidditch — respondió, revolviéndose un poco incómodo en su asiento, intentando mantener el tono respetuoso pero distante.

— Me parece muy bien — intervino su abuela, sentada elegantemente al lado de su esposo—. Antes de que llegaras, tu padre nos contó que estás un paso por detrás de tu hermano.

El comentario hizo que Jungkook frunciera levemente el ceño, aunque se contuvo de decir algo. No era la primera vez que lo comparaban con Yoongi. En su familia, las comparaciones eran casi una tradición.

— Los dos son muy buenos, pero Yoongi siempre va un paso adelante de todos — añadió su padre, con una ligera sonrisa de orgullo—. Y Beomgyu tampoco se queda atrás. Estoy segura de que ellos harán que el apellido Min cobre aún más importancia en el futuro.

Jungkook observó de reojo a Jennie, que se mantenía al margen de la conversación, en silencio, bebiendo su jugo de naranja. Ella también estaba acostumbrada a esto. En la familia Min, la competencia entre los hermanos era algo inevitable, una especie de batalla no declarada que sus padres fomentaban. Jennie, aunque lo ocultaba muy bien, siempre había sido la que más presionaba para alcanzar a Yoongi. Mientras que él, Jungkook, simplemente se veía corriendo detrás de ellos, intentando mantenerse a la altura de las expectativas, pero sin la ambición feroz de su hermana.

Lo que más molestaba a Jungkook no era la comparación en sí, sino cómo sus abuelos siempre hacían que Jennie se sintiera inferior, invalidando todos sus logros. Por eso, ella siempre se esforzaba el doble para no darles motivos para criticarla, aunque en el fondo sabía que eso no cambiaría sus opiniones. Aun así, callaba y seguía adelante.

El abuelo, que había permanecido en silencio durante unos segundos, retomó la conversación con un aire más grave.

— Hablando de Yoongi... ¿Dónde está? Quiero ver a mi nieto — dijo, y su esposa asintió, reafirmando la pregunta con una sonrisa ansiosa—. Ya se está haciendo algo tarde.

El padre de Jungkook, que hasta ese momento había mantenido una expresión controlada, se tensó ligeramente ante la pregunta. Sin embargo, antes de que pudiera responder, su madre, siempre rápida para suavizar las situaciones incómodas, intervino con su habitual diplomacia.

— Oh, supongo que Yoongi debió olvidarse por completo del compromiso de hoy — comentó con una leve risa nerviosa—. Todavía es un muchacho, y el colegio lo tiene bastante estresado. No se preocupen, la próxima vez estará aquí sin falta.

El abuelo frunció el ceño, claramente descontento con la respuesta.

— Es una lástima, realmente quería verlo — murmuró, algo malhumorado—. Está bien, supongo que será para otra ocasión.

El padre de Jungkook asintió, aliviado de que el tema no se prolongara más.

— Por supuesto — dijo, enderezándose en su silla con una sonrisa forzada—. Empecemos a comer, por favor. Sírvanse primero.

Jungkook observó cómo los sirvientes comenzaban a servir la comida. El ambiente seguía tenso, pero al menos el tema de Yoongi había quedado de lado, por ahora. Aunque sabía que no tardaría en volver a salir a la luz. Yoongi siempre hacía lo que quería, pensó con cierta mezcla de admiración y resignación. Pero esta vez, faltar a la cena familiar no había sido la decisión más prudente.

Jimin observaba con una sonrisa divertida mientras Yoongi, completamente fascinado, disfrutaba de cómo su algodón de azúcar se desvanecía en cuanto tocaba su lengua. La imagen de su amigo mayor, usualmente serio, jugando con el dulce como si fuera un niño, le resultaba encantadora.

Después de haber cenado en un delicioso restaurante italiano, Jimin no pudo evitar que sus ojos brillaran al pasar junto a un vendedor de algodones de azúcar en el parque. Yoongi, por supuesto, lo notó y sin decir nada, se ofreció a comprarle uno. Jimin, algo avergonzado pero emocionado, aceptó tímidamente, lo cual arrancó una pequeña sonrisa a Yoongi, que decidió comprar uno para sí mismo también, movido por la curiosidad.

— Es tan dulce, rosado y extremadamente suave — comentó Yoongi, observando su algodón de azúcar con una expresión de sorpresa genuina.

— Sí, lo sé — respondió Jimin riendo suavemente por estar presenciando una faceta más animada de Yoongi.

El vendedor, que los observaba desde su puesto, frunció el ceño, claramente confundido por el entusiasmo del peligris. ¿En qué mundo vive este muchacho que nunca ha probado un algodón de azúcar? pensó, mientras les atendía.

De repente, Yoongi abrió mucho los ojos y metió otro gran trozo del dulce en su boca.

— ¡Desapareció! — exclamó asombrado — Jimin, ¿a dónde fue?

— Bueno... se disuelve en la boca — explicó Jimin entre risas.

— No sabía que aquí había ese tipo de magia. Estoy impresionado — dijo Yoongi, como si el algodón de azúcar fuera un artefacto mágico extraordinario. El vendedor, cada vez más desconcertado, los observaba con incredulidad.

— Hyung, no es magia, es solo... — Jimin intentó corregirlo, pero Yoongi no lo dejó terminar.

— Me encanta. Disculpe, ¿cuánto costarían todos los algodones que tiene? — preguntó Yoongi, girándose hacia el vendedor. — Estoy seguro de que Jungkook amaría esto también.

Jimin se quedó boquiabierto, completamente desconcertado por la petición de Yoongi, mientras el vendedor se encogía de hombros. La juventud de hoy es tan rara, pensó el hombre. Pero, al fin y al cabo, negocio es negocio.

— Claro, tome todos los que quiera — respondió el vendedor, sonriendo ampliamente al imaginar la buena venta del día.

Con una sonrisa inusualmente satisfecha, Yoongi compró todos los algodones de azúcar disponibles, bajo la mirada divertida de Jimin. Al poco tiempo, ambos se lamentaban de no poder usar magia en el mundo muggle para transportar todos los dulces más fácilmente, pero, afortunadamente, Jimin estaba ahí para ayudarlo.

Poco después, subieron a un taxi que los llevaría a la mansión Min, el hogar de Yoongi. Mientras el conductor seguía la ruta en silencio, claramente algo inquieto por la extraña conversación que había escuchado, Yoongi comenzó a relatarle a Jimin la historia de cómo su familia, a pesar de ser una de las más orgullosas de sangre pura, vivía en el mundo muggle.

— Y así fue como decidieron mudarse aquí. No es una historia muy interesante, pero es la realidad — concluyó Yoongi, mientras el vehículo se detenía frente a las grandes puertas de la mansión — Los Kim también viven por aquí, y uno que otro mago.

— Para nada hyung, no me aburriste en absoluto — respondió Jimin, con una sonrisa sincera, mientras le ayudaba a cargar la enorme cantidad de algodones de azúcar — Me la pase bien.

— Yo igual. Espera aquí un momento, voy a pagarle al conductor — dijo Yoongi, antes de bajarse del auto.

Jimin se quedó junto al coche, observando las imponentes puertas refinadas de la mansión Min. Algo en ellas le provocó una sensación extraña, una especie de inquietud inexplicable. Levantó la vista hacia la torre oscura que se erguía al costado de la casa. Frunció el ceño al notar una silueta en una de las ventanas, observándolo fijamente desde las sombras.

— Jimin.

El llamado de Yoongi lo sacó de su ensimismamiento. Se giró rápidamente, sobresaltado, y se encontró con la mirada curiosa de su amigo.

— ¿Te pasa algo? Te ves pálido — preguntó Yoongi, frunciendo ligeramente el ceño.

— No es nada, hyung — respondió Jimin con una sonrisa forzada—. Solo creí ver algo, pero no te preocupes, seguro me lo imaginé.

Yoongi no pareció convencido del todo, pero decidió no insistir. Señaló el taxi con la cabeza.

— El conductor te llevará a la casa de los Kim, ya pagué todo — dijo, sin darle mayor importancia.

Jimin se sonrojó un poco, sintiéndose apenado de que Yoongi se hubiera encargado de todo el día — Prometo devolverte el dinero, hyung.

— Ya te dije que no hace falta — replicó Yoongi, revolviendo cariñosamente el cabello de Jimin—. Te veré mañana.

— Hasta luego, hyung — respondió Jimin con una sonrisa, mientras agitaba la mano en despedida antes de subirse al taxi.

A medida que el vehículo se alejaba, Jimin lanzó una última mirada hacia la torre de la mansión. Para su alivio, la silueta ya no estaba allí. Suspiró, sintiéndose un poco más tranquilo.

Solo estoy imaginando cosas, se dijo a sí mismo, intentando convencerse de que aquello no era nada más que una ilusión pasajera. Pero, en el fondo, una pequeña duda persistía.

Apenas el auto se fue alejando, Yoongi se disponía a entrar en la mansión, pero se detuvo al ver a su hermano, Jungkook, saliendo apresuradamente. Aunque inicialmente se sintió aliviado por su llegada, esa sensación desapareció rápidamente cuando su hermano comenzó a hablar.

— ¡Yoongi! ¿Tienes idea de la tortura que acabo de pasar ahí? ¿Dónde demonios estabas? — reclamó Jungkook, claramente irritado.

— ¿Eres mi madre ahora, Jungkook? — replicó Yoongi con una sonrisa burlona, lo que provocó que el castaño rodara los ojos con exasperación — ¿Tan mal estuvo?

— No dejaban de hacerme preguntas y repetían lo orgullosos que estarían si tú y yo terminamos trabajando en el Ministerio de Magia en el futuro — suspiró con pesadez, visiblemente agotado por la situación.

— ¿Y Jennie? — preguntó Yoongi, cambiando ligeramente su tono, como si ya conociera la respuesta.

— Lo mismo de siempre — respondió Jungkook, frunciendo el ceño — La ignoraron casi por completo, como si ni siquiera estuviera presente.

Yoongi asintió lentamente, ambos entendían que, aunque era frustrante, el silencio de sus abuelos hacia Jennie era mejor que las críticas constantes. Aunque no fuera justo, al menos ya no la molestaban.

Jungkook se dio cuenta entonces de la tira de algodón de azúcar que Yoongi sostenía, capturando su atención por completo. Sin embargo, antes de saciar su curiosidad, decidió continuar con su reproche.

— ¿Qué rayos es eso? — preguntó señalando el dulce rosa con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

— Magia muggle — respondió Yoongi encogiéndose de hombros con una sonrisa despreocupada — ¿Quieres? Se disuelve en tu boca.

— No, gracias — replicó Jungkook fríamente, aunque en su interior sabía que tarde o temprano cedería y pediría un poco, como siempre terminaba haciendo cuando se trataba de Yoongi.

Antes de que la conversación pudiera seguir, Jungkook cambió el tono, recordando algo más importante.

— Tú y yo hablaremos más tarde. Ahora entra, papá está furioso y va a castigarte.

Yoongi, sin perder su calma habitual, simplemente se encogió de hombros.

— No puede hacer mucho — dijo con confianza — Mañana regresamos a Hogwarts.

Jungkook, aunque preocupado, no pudo evitar asentir en silencio, sabiendo que su hermano mayor tenía razón.










Volví. :b

Lamento haberme ido así de la nada, pero las tareas y trabajos de la escuela me torturaron. Pero ya estoy aquí.

Por otro lado... Gane una mención especial con "Magic"😭 ¿Notaron mi insignia en la portada? Cada vez que la veo me motiva a seguir escribiendo y a la próxima tal vez gane una insignia de oro.

Los amo, gracias y perdón por la espera <3  

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