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[11]

— ¡Entré al equipo de Quidditch! — exclamó Taehyung con entusiasmo desbordante mientras corría hacia Jimin, quien estaba absorto en su tarea de Herbología. El rubio levantó la vista de su libro justo a tiempo para ver a su amigo desplomarse en el asiento junto a él, una sonrisa radiante iluminando su rostro. Taehyung dejó caer sus libros con despreocupación y Jimin, intrigado, cerró el suyo, preparado para prestar atención a lo que parecía ser una gran noticia.

— ¡Jiminie! — Taehyung prácticamente cantó su nombre — ¡Seré el nuevo golpeador de Gryffindor!

Jimin esbozó una sonrisa cálida, aunque un poco sorprendida.

— No sabía que te interesaba el Quidditch, Tae. Eso es genial — dijo mientras sacaba una galleta de vainilla de su mochila y la ofrecía a su amigo, quien la aceptó de inmediato, como siempre hacía con cualquier cosa que Jimin le ofreciera —. Nick me había mencionado que necesitaban un golpeador. Estaba muy preocupado por eso... No me avisaste que harías las pruebas, ¡pude haberte acompañado!

— Bueno... — Taehyung masticaba la galleta, hablando entre bocados con su habitual entusiasmo —. Las pruebas fueron ayer por la noche, y tú estabas ocupado con tus lecciones de encantamientos con Yoongi. No quise molestarte.

Jimin asintió, comprendiendo. Tenía razón. Por mucho que hubiera querido estar allí para apoyarlo, ya había tenido un compromiso. Con un suspiro, volvió a abrir su libro de Herbología, pero las palabras en las páginas se mezclaban mientras su mente vagaba en otros pensamientos.

— ¿Las clases con Yoongi son muy cansadas? — preguntó Taehyung después de un momento, mirando de reojo a su amigo — Te veo pensativo... y algo agotado. ¿Está todo bien?

Jimin le lanzó una mirada rápida antes de fingir concentración en su libro de nuevo.

— Está todo bien, Tae, solo estoy algo estresado — mintió, manteniendo su tono despreocupado.

Sin embargo, Taehyung lo conocía demasiado bien. Entrecerró los ojos, observándolo con esa expresión que usaba cuando algo no le cuadraba. Jimin rara vez hacía mohines, y cuando lo hacía, era una señal clara de que algo lo estaba abrumando. Sabía que no estaba siendo completamente honesto, y eso solo intensificaba su preocupación.

— Jimin... — dijo con suavidad, sonriendo para brindarle algo de confianza — Puedes contarme lo que te preocupa, lo sabes.

El rubio soltó un suspiro y cerró su libro una vez más, esta vez de manera definitiva. Miró a su amigo, sabiendo que no tenía sentido ocultarle lo que realmente sentía.

— Ayer, cuando volví de mis lecciones con Yoongi, pasó algo extraño... — empezó, notando cómo Taehyung lo escuchaba con toda su atención —. Justo antes de entrar a los dormitorios, encontré a Yeonjun llorando en una esquina. Parecía... realmente mal. Le pregunté qué le pasaba, pero me ignoró por completo. Luego, me pidió que no me acercara a él. — Jimin hizo una pausa, viendo la reacción en el rostro de Taehyung, quien asintió, indicándole que continuara —. Hoy intenté hablar con él de nuevo, pero sigue evitándome.

Taehyung se quedó pensativo por unos segundos, frunciendo el ceño mientras trataba de encontrar una explicación lógica a lo que su amigo le contaba. Ciertamente, era extraño, pero quizás había una razón.

— Tal vez está pasando por un mal momento, Jiminie — sugirió con un tono tranquilizador —. No te preocupes, seguro que cuando esté mejor, él te buscará para darte una explicación. Solo dale un poco de tiempo.

Jimin asintió, aunque la preocupación seguía revoloteando en su mente. Quería creer que Taehyung tenía razón, que todo era temporal y que Yeonjun eventualmente le hablaría. Pero el desconcierto no lo abandonaba del todo.

— Uhm, espero que tengas razón, Tae... — murmuró antes de cambiar abruptamente de tema, intentando sacarse la angustia de la cabeza — ¿Qué tenemos hoy?

Antes de que Taehyung pudiera responder, una tercera voz se unió a la conversación desde atrás.

— Defensa Contra las Artes Oscuras.

Jimin dio un pequeño respingo, girando rápidamente hacia la fuente de la voz.

— ¿¡Hoseok!? — exclamó, sorprendido al ver al joven con su bufanda amarilla enrollada cuidadosamente alrededor de su cuello, como si nada hubiera pasado.

— El mismo — respondió Hoseok con una sonrisa despreocupada mientras se sentaba al lado de Jimin, acomodándose con la misma tranquilidad de siempre —. Lamento haberme ido así de repente. Me sentía fatal, como si un dragón me hubiera pasado por encima.

Jimin asintió lentamente, aún tratando de procesar el regreso inesperado de su amigo. Recordaba la última vez que lo había visto: pálido y débil, apenas capaz de mantenerse en pie. Habían pasado dos semanas desde entonces, y no había tenido noticias ni de Hoseok ni de su hermana en todo ese tiempo. Y ahora, allí estaba, como si nada hubiera pasado, irradiando su energía habitual.

— Me alegra verte mejor, Hobi... — dijo Jimin, aunque no pudo evitar que una pizca de confusión se reflejara en su tono —. La última vez que te vi... bueno, parecía que ibas a morir en cualquier momento.

— Lo sé, fue horrible — admitió Hoseok, haciendo una mueca dramática —. Pero ya estoy bien, como nuevo. 

— ¿Y que te paso?

Hoseok se rascó la nuca, claramente nervioso, mientras sus ojos evitaban el contacto directo. Era evidente que estaba tratando de encontrar las palabras correctas.

— Es un asunto algo raro... — murmuró el pelirrojo, su tono vacilante.

— Yah, no creo que sea tan raro. Puedes contarnos — le animó Jimin con curiosidad, sus ojos centelleando con la chispa de alguien que siempre busca respuestas.

Hoseok tragó saliva, tratando de mantener la calma mientras su mente revoloteaba en busca de una excusa creíble.

— Bueno, es una enfermedad muggle... muy extraña. No creo que lo entiendan... — balbuceó, soltando lo primero que le vino a la mente.

Jimin arqueó una ceja y dejó escapar una pequeña risa que lo hizo parecer aún más intrigado.

— Hoseok, ¿recuerdas que yo vengo del mundo muggle? — comentó con un tono divertido, haciendo que Hoseok se pusiera aún más nervioso.

Internamente, Hoseok se dio una abofeteada mental. ¡Maldita sea!

— Eh... — comenzó, su mente acelerada mientras trataba de dar con una solución rápida — Me dio una enfermedad... uh... ¡contagiosa! Sí, muy contagiosa. Se llamaba... viru... ruli... ¡varicela! ¡Eso es! Nos dio varicela — agregó apresuradamente, una sonrisa tensa tironeando de sus labios mientras esperaba que su mentira fuera creída. — Créanme, no quisieran saber cómo se siente.

Jimin asintió con simpatía, aceptando la explicación con bastante facilidad. Era una enfermedad muggle, después de todo, algo con lo que estaba familiarizado. 

Pero Taehyung, por otro lado, tenía una expresión completamente desconcertada. ¿Cómo dijo que se llamaba...? Ah, sí, varicela. Pero, ¿qué era eso exactamente?

Antes de que Taehyung pudiera hacerle más preguntas, Jimin se adelantó. 

— La varicela es una enfermedad muy contagiosa causada por un virus — explicó con su tono suave, pero informativo, como si estuviera recordando algún hecho de un libro que había leído hace tiempo —. Te salen erupciones por todo el cuerpo, lo que provoca una intensa picazón. — Jimin lanzó una mirada evaluadora a Hoseok mientras continuaba hablando, sus palabras impregnadas de la sospecha que crecía poco a poco —. Lo que no entiendo es... ¿cómo te contagiaste?

Hoseok se quedó paralizado por un segundo. Jimin era astuto, demasiado para su propio bien. Sintió como una fina capa de sudor frío se formaba en su nuca mientras su mente intentaba buscar una salida rápida.

— ¿Escucharon eso? — dijo, de repente, sus ojos brillando con una chispa de pánico improvisado mientras levantaba una mano en el aire como si de verdad hubiera escuchado algo — La campana ya sonó, será mejor que lleguemos a tiempo. Yo iré avanzando, ¡los veo luego, chicos!

Y sin darles oportunidad de decir una sola palabra más, Hoseok se levantó de su asiento y prácticamente salió corriendo, desapareciendo entre el murmullo de estudiantes en el pasillo. Su bufanda amarilla se agitaba detrás de él como una señal de su huida apresurada.

Jimin lo siguió con la mirada, una expresión reflexiva pintada en su rostro. Algo no encajaba, y lo sabía. Olfateó el aire casi de manera instintiva, captando el dulce y peculiar aroma a galletas que había notado aquella vez en que Hoseok desapareció misteriosamente. El aroma aún estaba ahí, pero esta vez era más suave, como una versión sutil de una fragancia familiar. Extraño, pensó, pero decidió dejarlo pasar por el momento.

— Vamos a clases, Jimin — dijo Taehyung, rompiendo el silencio con su típico tono despreocupado mientras recogía sus cosas.

Jimin asintió lentamente, pero no pudo evitar que sus pensamientos siguieran volviendo a Hoseok y ese dulce aroma que parecía perseguirlo cada vez que algo raro sucedía.

Yoongi suspiró, sus dedos tamborileando ligeramente sobre la mesa mientras observaba el desorden que Jungkook había hecho con su hechizo fallido. Frente a él, una pequeña rata temblaba nerviosa, aún medio transformada en lo que parecía ser un botón gigante, pero sin mucho éxito. Su estómago, en cambio, rugía con urgencia, recordándole que hacía horas que no probaba bocado.

— Tengo hambre — murmuró en voz baja, más para sí mismo que para su hermano.

Jungkook, con la concentración puesta en su hechizo, apenas levantó la mirada, confundido.

— ¿Hm? ¿Decías algo? — preguntó, su ceja arqueándose mientras seguía apuntando su varita hacia la desafortunada rata.

Yoongi negó con la cabeza.

— No, está bien, continúa con lo tuyo — contestó con desinterés, pero la molestia en su voz era palpable. No era exactamente lo que quería decir.

Mientras observaba a su hermano, su mente vagaba, recordando el delicioso pie de mandarina que Jimin le había regalado unos días atrás. El sabor dulce y ácido aún danzaba en su memoria. ¿Le quedaría alguna otra rebanada?, pensó, y su estómago rugió en respuesta. El simple recuerdo lo hacía salivar. No podía pensar en otra cosa. Pero, para su desgracia, parecía que Jungkook no iba a dejarlo ir tan fácilmente; estaba demasiado enfocado en corregir su hechizo y, por supuesto, asegurarse de que Yoongi le prestara la atención debida.

Jungkook siempre había sido así, desde que tenía uso de razón. Un chico obstinado, siempre intentando sobresalir, siempre queriendo ser el mejor en todo. Yoongi recordaba vívidamente cuando su hermano había cumplido trece años y se dio cuenta de que ya no era el mejor en todo; la competitividad entre ellos había alcanzado un nuevo nivel. Aquel día, Jungkook hizo un berrinche monumental, el tipo de rabieta que haría sonrojar incluso a los más malcriados. Yoongi, por su parte, mantuvo la calma y, pacientemente, le explicó que no siempre podía ser el mejor. Aquel episodio fue un punto de inflexión, aunque a Jungkook le tomó un tiempo aceptarlo.

Ahora, aunque nunca lo decía en voz alta, Jungkook seguía a Yoongi como una sombra, siempre buscando su consejo, sus críticas y, en el fondo, su aprobación. Para él, Yoongi era el estándar que deseaba alcanzar, aunque siempre encontraba la manera de disimularlo con algún comentario sarcástico o una sonrisa arrogante.

— ¡Yah, Yoongi! — La voz molesta de Jungkook lo sacó de sus pensamientos, esta vez sonando algo impaciente — Te traje aquí para que me ayudes, pero parece que tu cabeza está en otro lado.

Yoongi parpadeó y finalmente apartó la mirada de la mesa para fijarse en su hermano. Jungkook lo miraba con los brazos cruzados, claramente frustrado, como si llevara horas esperando su respuesta.

— Bien, lo siento — dijo Yoongi, no del todo sincero — Pero tienes la culpa. Te dije que quería ir al comedor. No puedo concentrarme si mi estómago está vacío.

Jungkook suspiró, finalmente entendiendo la fuente del problema, y una sonrisa avergonzada apareció en su rostro.

— Lo siento por eso, hyung — murmuró, rascándose la nuca con cierta torpeza — Pero tienes un pie de manzana justo ahí — señaló con su varita hacia una pequeña caja al lado de Yoongi.

Yoongi miró el pie de manzana con el ceño fruncido. El solo pensar en el sabor dulce y empalagoso le revolvía el estómago, pero no de hambre, sino de rechazo. Sabía perfectamente de dónde venía ese pie.

— No lo quiero, es de manzana — respondió con un tono definitivo, y Jungkook comprendió de inmediato.

— Ah, es por eso  — Jungkook soltó una risita. 

— Puedes quedártelo si quieres — añadió Yoongi con un gesto de indiferencia.

— Solo no le digas que te lo regalé — advirtió Yoongi con una sonrisa ladina — Ya conoces a Joo-hyun, se pondrá a hacer una rabieta.

Eso lo hizo detenerse en seco. 

— No, gracias, hyung. Estoy bien así — dijo, forzando una sonrisa mientras su mente fantaseaba con todas las maneras en que esa rebanada de pie podría estar hechizada para convertirlo en sapo o algo peor. 

"Esa mierda podría estar envenenada o algo. Uno nunca sabe", pensó, mordiéndose el labio.

Yoongi soltó una pequeña risa, claramente leyendo la mente de su hermano, mientras se levantaba de la silla y le daba una palmadita en la espalda. 

Comenzó a recorrer su habitación con calma, buscando los libros y pergaminos que necesitaría para la próxima clase con Jimin. La luz suave que entraba por la ventana iluminaba los estantes desordenados mientras sus dedos repasaban los lomos de los libros, deteniéndose en uno de magia avanzada. 

— Por cierto, Jimin llegará en dos horas, así que necesito preparar las cosas para enseñarle — dijo mientras hojeaba las páginas de uno de los libros de encantamientos, buscando la lección correcta.

— Oh claro, ve y ayuda a Jimin, dale clases privadas y todo... y a mí no me hagas caso. Muy bien, Yoongi — refunfuñó Jungkook desde la otra esquina de la habitación, claramente fingiendo estar ofendido mientras lanzaba una mirada acusadora a su hermano mayor.

Yoongi rodó los ojos, no sorprendido por la reacción dramática de Jungkook. Sabía que su hermano era competitivo en todo, hasta en la cantidad de atención que recibía.

— ¿Vas a seguir quejándote o vas a transformar esa rata en un botón de una vez? — replicó Yoongi sin levantar la vista del libro, aunque una pequeña sonrisa tiraba de las comisuras de sus labios.

Jungkook cruzó los brazos, inflando las mejillas.

— Nunca me explicaste por qué le das clases a Jimin — continuó, ignorando el comentario de su hermano — Te arriesgas a que papá se entere, y no creo que le guste mucho la idea de que estés enseñándole a escondidas.

Yoongi hizo una pausa, cerrando el libro que tenía en las manos y mirando a Jungkook con cierta seriedad.

— El profesor SeoJon estaba preocupado por el bajo rendimiento que Jimin estaba teniendo en algunas materias, especialmente en Encantamientos. Me pidió que le ayudara — explicó, su tono de voz más firme — Además, no creo que papá se entere. Mientras lo hagamos con discreción, no habrá problema.

— Si tú lo dices... — murmuró, mientras tomaba su varita y comenzaba a moverla entre sus dedos con desinterés — No olvides que mañana Slytherin tiene entrenamiento de Quidditch. Todavía no puedo creer que tú seas el buscador. Yo quería serlo — hizo un pequeño puchero inconsciente, típico de su lado más infantil.

Yoongi, que ya había vuelto a organizar sus materiales, no pudo evitar sonreír con un toque de diversión.

— No todo se puede en esta vida, hermanito — contestó mientras ajustaba la posición de un extraño maniquí de madera que usaba para practicar duelos. Su sonrisa se ensanchó al ver la expresión frustrada de Jungkook — Pero, ser golpeador te queda perfecto. Solo procura que la bludger no te golpee a ti primero — bromeó, dándole una palmadita amistosa en el hombro mientras pasaba a su lado.

— Muy gracioso — replicó Jungkook, con sarcasmo — Ya veremos si sigues riendo igual cuando te lance la bludger en el partido.

Yoongi simplemente negó con la cabeza, divertido. Su relación con Jungkook siempre había sido así: una mezcla de amor y competencia. Aunque, al final del día, ambos sabían que podían contar el uno con el otro.

— Mejor concéntrate en perfeccionar ese hechizo antes de que se te escape otra rata por el comedor — dijo Yoongi, volviendo a su tarea, mientras organizaba un último pergamino y lo enrollaba con cuidado.

— Ya verás, hyung — murmuró Jungkook con una sonrisa, apuntando nuevamente su varita hacia la desafortunada rata.

Con una última mirada a su hermano, Yoongi volvió a enfocarse en su preparación para Jimin. Tenía que asegurarse de que todo estuviera listo para cuando llegara. Aunque no lo admitiera abiertamente, disfrutar de las clases con Jimin era uno de sus momentos favoritos. Había algo en la forma en que Jimin se concentraba, cómo mordía su labio inferior cuando intentaba aprender un hechizo nuevo, lo que lo hacía... bueno, encantador.

Y aunque Yoongi siempre mantenía una fachada tranquila y reservada, cada vez que veía esa expresión de determinación en los ojos de Jimin, algo dentro de él se removía, un sentimiento cálido que prefería no analizar demasiado.

— No te distraigas, Yoongi — se dijo a sí mismo en voz baja, sacudiendo ligeramente la cabeza para despejar esos pensamientos.

— ¿Qué?

— Nada, vuelve a lo tuyo.

Jungkook chasqueo la lengua — Rarito.







Lo siento si es muy corto, es necesario. 

No olviden su estrellita, los quiero.

Aureus ❄️ 

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