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[10]

Jimin caminaba apresurado por los pasillos oscuros del castillo, sosteniendo con una mano un montón de pesados libros y con la otra una gran rebanada de pie de mandarina. Su varita, casi olvidada, estaba atrapada entre los libros que intentaba no dejar caer. Se había hecho muy tarde. La práctica de quidditch lo había dejado agotado, pero valía la pena. Nick y el equipo lo habían recibido con tanto entusiasmo que su energía aún seguía a tope. Sin embargo, sus libros no parecían compartir su ánimo y, finalmente, se le resbalaron de las manos.

¡Plop!

El ruido resonó en el pasillo silencioso, y Jimin, aunque fastidiado, dio un suspiro de alivio al notar que su pie estaba intacto, aún sostenido firmemente en su mano. Los libros, por otro lado, estaban esparcidos por el suelo. Se agachó rápidamente para recogerlos, pero antes de que pudiera comenzar, escuchó pasos apresurados acercándose.

—¿Quién anda ahí? —gritó una voz, y pronto una varita iluminó el oscuro pasillo—. ¡No deberías estar aquí a estas horas! —La luz apuntó directamente a Jimin, revelando a Park Jihyo, la prefecta de Gryffindor, que rápidamente lo reconoció—. Ah, Jimin. La profesora Sun-Hee me comentó sobre tus sesiones nocturnas.

Jihyo soltó un suspiro de alivio y se agachó para ayudarle a recoger los libros.

—Gracias, lo siento por el desastre —dijo Jimin, tomando los libros que ella le ofrecía.

—No te preocupes, pero intenta ser más cuidadoso. Ah, por cierto... —Jihyo señaló a una pequeña figura detrás de ella—. Esta elfina ha estado buscándote por al menos media hora.

Jimin miró a Molly, la elfina doméstica que lo observaba con ojos grandes y brillantes. Se sentía algo avergonzado por haberla hecho esperar tanto tiempo.

—Lo siento mucho, Molly. Me retrasé por la práctica. —Jimin le ofreció una disculpa genuina, pero la elfina simplemente negó con la cabeza, indicando que no había problema alguno.

—No pasa nada, joven Jimin  —Molly murmuró tímidamente—. El amo Min me envió para asegurarme de que llegara sin problemas.

—¿Te importaría llevar mi pie y mi varita? Estos libros son bastante pesados.

La elfina asintió con entusiasmo, tomando la varita y el pie de mandarina con sumo cuidado. Jimin siempre le trataba con tanta amabilidad, algo que ella valoraba profundamente. Mientras caminaban hacia el lugar donde Yoongi los esperaba, Molly pensó en lo afortunada que era de servir a magos como Jimin.

—El amo Min lo espera donde siempre —dijo Molly al llegar frente a la puerta de la habitación de Yoongi. Antes de que pudiera tocar, la puerta se abrió y Yoongi salió, luciendo tan calmado como siempre.

—Te retrasaste por el entrenamiento, ¿verdad? —preguntó Yoongi con un pequeño toque de comprensión en su voz. Jimin solo pudo asentir—. No te preocupes, podemos empezar ahora.

Jimin lo siguió al interior de la habitación. Tan pronto como entró, dejó caer con alivio los libros sobre el escritorio. Molly, diligente como siempre, dejó el pie de mandarina y la varita sobre la mesa y luego se retiró silenciosamente, dejando a los dos magos en un ambiente tranquilo.

—¿Qué te parece si comenzamos con encantamientos? —sugirió Yoongi.

—S-sí, lo que tú digas —respondió Jimin, sintiendo de repente un nudo en la garganta. ¿Por qué estaba tan nervioso?

Yoongi lo observó por un segundo, su expresión neutra pero inquisitiva. Quizás era la seriedad de Yoongi lo que lo ponía un poco incómodo.

—Vamos a repasar los encantamientos que hemos visto en clase, pero antes quiero enseñarte algo nuevo: el Expelliarmus. Es un hechizo de desarme. —Yoongi explicó con calma—. Lo que hace es que fuerza a tu oponente a soltar lo que esté sosteniendo, ya sea una varita o cualquier otra cosa.

Jimin asintió con interés.

—¿Dudas?

—No, todo claro.

—Bien, entonces vamos a practicar. —Yoongi se movió hacia un maniquí de madera que sostenía una varita, colocándose frente a él—. Es importante que prestes atención al movimiento de la mano. Tienes que hacer un trazo en el aire como si dibujaras un palo, seguido de una espiral en forma de caracol. —Yoongi dibujó el movimiento con la muñeca—. ¿Lo ves?

Jimin asintió, mordiéndose el labio.

—Parece fácil, pero temo hacerlo mal.

—Mira con atención. —Yoongi alzó su varita con firmeza—. ¡Expelliarmus! —La varita del maniquí salió disparada por los aires, aterrizando lejos de su "mano". Yoongi fue a recogerla y la colocó nuevamente en su lugar—. Ahora es tu turno.

Jimin tragó saliva. "No parece difícil", se dijo. "Solo tengo que seguir el movimiento...". Se colocó en la misma posición que Yoongi, su corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Movió su varita como le habían indicado, pero las palabras salieron de su boca apenas en un susurro.

Jimin se mordió el labio nervioso. Sabía que no podía competir con la experiencia de Yoongi, pero verlo hacer el hechizo con tanta facilidad lo hacía pensar que quizá, solo quizá, él también podría lograrlo sin problemas. Repitió el hechizo en voz baja para no equivocarse, y una vez frente al maniquí, exclamó:

— ¡Expalliarmous!

Nada sucedió. El maniquí seguía firmemente sujetando la varita, como si se burlara de él. Jimin frunció el ceño y dejó caer los hombros, claramente derrotado.

Una risa profunda, pero suave, lo hizo girarse de inmediato. Yoongi se reía en voz baja, negando con la cabeza con una mezcla de diversión y paciencia. Jimin nunca lo había visto sonreír así antes. Generalmente, el mayor siempre mostraba una expresión seria, pero ahora, con esa sonrisa tan bonita, Jimin sentía que su corazón saltaba un latido.

— ¿Por qué te estás riendo de mí? — preguntó Jimin, visiblemente avergonzado.

— Jimin, ¿te escuchaste? ¿"Expalliarmous"? Que yo sepa, ese hechizo no existe — respondió Yoongi, sonriendo aún más mientras Jimin se sonrojaba de pies a cabeza —. Además, hiciste mal el movimiento de la varita. Déjame ayudarte.

Antes de que pudiera protestar, Yoongi ya estaba detrás de él, guiando su mano suavemente, tomando con delicadeza la que sostenía la varita.

— Observa. Es un movimiento sencillo: haces un palito y luego dibujas un caracol en el aire — dijo mientras controlaba la mano de Jimin —. Recuerda también pronunciar bien el hechizo. No inventes nuevas palabras.

— Está bien... — murmuró Jimin, tratando de seguir los movimientos sin que su corazón se acelerara más de la cuenta.

— Muy bien — comentó Yoongi, su aliento acariciando ligeramente el cuello de Jimin sin darse cuenta, lo que hizo que el rubio se estremeciera —. La pronunciación es igual de importante. Habla claro, Jimin, y lo lograrás.

— Hablar claro y hacer bien el movimiento... lo tengo — repitió Jimin con determinación.

— No te olvides de no inventar nuevos hechizos — añadió Yoongi con una sonrisa burlona —. Ahora, vuelve a intentarlo.

Yoongi, sin notarlo, habló cerca de su oído, lo que provocó que un escalofrío recorriera todo el cuerpo de Jimin. Este respiró profundamente y contó en su mente.

Uno... Dos... Tres...

— ¡Expelliarmus!

Con un sonido rápido, la varita salió volando de la mano del maniquí. Jimin parpadeó, sorprendido de su éxito.

— Muy bien hecho — dijo Yoongi, dándole una pequeña palmada en el hombro —. Te lo dije, es un hechizo fácil. Además, aprendes rápido. Así me es más fácil enseñarte y-.

De repente, la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo la conversación. Ambos se giraron sorprendidos.

— ¡Yoonie! — exclamó una voz femenina al irrumpir en la sala, haciendo que Yoongi se separara rápidamente de Jimin. — ¡Te traje pie de manzana!

Jimin levantó la vista justo a tiempo para ver a una chica de cabello negro entrar casi de golpe, su expresión radiante mientras sostenía una caja con cuidado. Antes de que pudiera entrar completamente, fue detenida por Molly, la elfina doméstica, quien jalaba de la falda de la recién llegada en un intento de sacarla de la habitación.

La chica, sin darle mucha importancia, empujó a Molly con su pierna. El brusco movimiento hizo que la pequeña elfina perdiera el equilibrio, cayendo al suelo con un pequeño chillido. Jimin observó la escena, sorprendido y enojado. No podía creer lo que acababa de presenciar.

— Molly — murmuró mientras se agachaba rápidamente para ayudar a la elfina a ponerse de pie. Lanzó una mirada hacia Yoongi, que parecía estar distraído organizando unos libros en la estantería, ajeno al maltrato que acababa de ocurrir.

— ¿Qué haces tú aquí? — preguntó Joo-hyun, con un tono altivo y con una mirada crítica que recorrió a Jimin de pies a cabeza.

Jimin abrió la boca para responder, pero Yoongi fue más rápido.

— Eso debería preguntártelo yo a ti, Joo-hyun. ¿Qué haces aquí? — replicó.

La chica infló las mejillas, claramente ofendida por el tono duro que Yoongi había empleado. 

— Te hice pie de manzana y quería entregártelo personalmente... — murmuró, aunque sus ojos se desviaron hacia Jimin con una mirada que claramente no era tan amistosa —. De paso también quería visitarte, pero supongo que estás algo ocupado.

¿Acaso no le bastaba con verlo todos los días? A veces Joo-hyun podía llegar a ser muy hostigante para el peligris y no darle algo de espacio. Además, pudo esperar hasta mañana para poder darle el pie y se hubiera ahorrado la molestia de venir.  

— Supones bien — respondió Yoongi, cruzando los brazos frente a su pecho —. Te agradezco por el postre, pero si eso era todo, ya puedes irte. Recuerda que no tienes permitido andar por los pasillos a estas horas.

El rostro de Joo-hyun se torció ligeramente, como si no pudiera creer lo que Yoongi acababa de decir. ¿Acaso le estaba diciendo que era una molestia? Sin embargo, su curiosidad por la presencia de Jimin no la dejaba rendirse tan fácilmente.

— Qué malo eres, Yoonie — hizo un puchero, dejando el pie sobre el escritorio con un gesto melodramático —. ¿puedo saber qué hace Jimin aquí? — preguntó, sus ojos se posaron nuevamente sobre Jimin, que estaba en cuclillas junto a Molly, hojeando un libro, con la elfina observando curiosamente las páginas que él pasaba.

— No sabía que se conocían... ¿Son amigos ahora?

Yoongi suspiró, claramente cansado de la conversación.

— Es un asunto diferente, Joo-hyun.

— ¿Y puedo saber qué tipo de "asunto"? — insistió ella, con una sonrisa que pretendía ser encantadora —. Puedes confiar en mí.

Jimin sintió la incomodidad aumentando a su alrededor, pero antes de que pudiera reaccionar, Yoongi decidió poner fin a la situación.

— Le doy clases — confesó, sin más preámbulos, lo que hizo que los ojos de Joo-hyun se abrieran de par en par, sorprendida.

— ¿Clases? — repitió ella incrédula —. Vaya... No lo esperaba.

— El profesor SeoJoon me pidió que lo ayudara. No le va muy bien con los hechizos, así que acepté enseñarle — explicó Yoongi, con el mismo tono monótono de siempre, como si aquello no tuviera mayor importancia.

Joo-hyun lo miró fijamente por un instante, procesando la información. — Vaya... qué sorpresa. — Murmuró, aunque su tono parecía un poco forzado —. ¿Tus padres saben de esto? ¿Y tus hermanos?

Yoongi negó con la cabeza, restándole importancia.

— No lo saben, y prefiero que siga así. En cuanto a mis hermanos, no tienen ninguna opinión al respecto.

— Siempre tan rebelde... — comentó ella con una sonrisa ligera y un chasquido de lengua, aunque claramente molesta por la respuesta indiferente de Yoongi. — Supongo que debo retirarme ahora — dijo mientras dejaba la caja de pie en el escritorio de mala gana —. Te veo mañana en el comedor. Disfruta el pie, aunque no sé si te quedará espacio con tantas clases de por medio...

— Gracias, Joo-hyun. Molly, acompáñala, por favor — pidió Yoongi, con un tono educado pero firme.

La pelinegra lanzó una última mirada a Jimin antes de despedirse con un movimiento de mano que solo parecía educado por cortesía. Molly, aunque aún con gesto lastimado por el empujón anterior, obedeció y la siguió rápidamente fuera de la habitación.

En cuanto la puerta se cerró, el silencio envolvió la sala de nuevo. Jimin, todavía en cuclillas, dejó escapar un suspiro largo mientras miraba hacia la caja con el pie de manzana que Joo-hyun había dejado atrás.

— ¿Estás bien? — preguntó Yoongi desde su posición, notando la incomodidad de Jimin.

— Sí... Solo no me esperaba... eso — dijo Jimin, levantándose despacio, todavía algo desconcertado por el abrupto encuentro.

Jimin había tenido una pésima impresión por parte de la que ahora sabía se llamaba Joo-hyun. No le gustaba hacerse una idea equivocada de alguna persona sin haberla conocido a profundidad antes, pero sin duda podría asegurar que la chica era desagradable.

Yoongi soltó un suspiro profundo, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado, como si tratara de aliviar una tensión invisible.

— Lamento eso. Joo-hyun puede ser algo... — se detuvo, buscando con cuidado la palabra correcta para describirla sin sonar demasiado cruel. Finalmente, sus labios se curvaron levemente — Ella es algo... especial.

Jimin, que aún estaba procesando lo ocurrido, esbozó una pequeña sonrisa al escuchar la diplomática descripción de Yoongi. — Puedo notarlo — respondió, mientras se daba unas suaves palmaditas en el regazo, tratando de sacudirse la incomodidad del momento. Su mirada se dirigió hacia el pie de manzana que reposaba sobre el escritorio, su color dorado reluciendo bajo la tenue luz de la habitación. — Te trajo pie de manzana, ¿no? Deben de ser muy unidos.

Yoongi rodó los ojos con una mezcla de ironía y afecto. — Nos conocemos desde que éramos niños — comenzó, cruzándose de brazos mientras observaba el pastel — Así que, supongo que sí. Aunque, claramente, no nos conocemos tan bien como creía... porque parece que se olvidó de que odio el pie de manzana.

Jimin parpadeó, sorprendido por la revelación. — ¿De verdad no te gusta el pie de manzana?

Yoongi negó lentamente, su atención aún centrada en el postre.

— No, nunca me ha gustado. — Hizo una pausa, meditando qué hacer con el regalo que ahora parecía más una carga — Se lo daré a Jungkook. Seguro a él le gustará.

Jimin observó a Yoongi en silencio, su mente dando vueltas a la idea. ¿Podría aprovechar este momento? Claro que sí. Era su oportunidad.

— Ahm... — carraspeó, un ligero rubor cubriendo sus mejillas — Yo, bueno, yo también te traje algo... — añadió, tartamudeando ligeramente mientras sacaba un recipiente de plástico de su bolsa, en cuyo interior había una gran y jugosa rodaja de pie de mandarina.

Los ojos de Yoongi brillaron con sorpresa cuando vio el contenido del envase.

— ¿Pie de mandarina? — preguntó, arqueando una ceja con interés mientras tomaba el recipiente en sus manos. La curiosidad se reflejaba en su rostro, y una pequeña sonrisa sincera apareció en sus labios — ¿Para mí?

— Sí... — Jimin asintió con algo de timidez — Es un agradecimiento por todo lo que has hecho por mí. Pensé que quizás te gustaría...

Yoongi levantó la tapa, inhalando el dulce aroma cítrico que se desprendía de la mandarina. Sus ojos se suavizaron, claramente complacido con el gesto.

— Muchas gracias, Jimin — dijo con sinceridad, su mirada fija en el pastel, aunque luego la elevó para conectar con los ojos de Jimin —. El pie de mandarina es delicioso. De hecho, no lo como desde hace mucho tiempo. Esto es... muy considerado de tu parte.

Jimin sonrió ampliamente, aliviado de que su elección hubiera sido acertada.

— Temía que no te gustara — confesó, rascándose la nuca nerviosamente —. Espero que lo disfrutes.

— Lo haré, te lo aseguro — respondió Yoongi, con una sonrisa suave que era rara en él pero sincera. — Gracias por el detalle.

El ambiente entre ambos se volvió más cálido, más relajado. Había una conexión tácita en ese intercambio de postres, algo que decía más de lo que las palabras podían expresar. Jimin sintió que, aunque fuera un pequeño gesto, había logrado acercarse un poco más a Yoongi.

— Ahora — dijo Yoongi, volviendo a su tono práctico, pero sin perder ese toque de suavidad en su voz — sigamos con los encantamientos. Aún queda una hora de clase, y tienes mucho que aprender.

Jimin caminaba arrastrando los pies por la sala común de Gryffindor, los párpados pesados y los músculos agotados después de un largo día. Cada paso hacia su habitación le parecía interminable. Solo anhelaba el suave colchón y el calor de sus sábanas, donde podría acurrucarse y dormir profundamente.

Justo cuando su mano rozaba la puerta que lo llevaría a las habitaciones de los chicos, un sonido suave y quebrado rompió el silencio de la sala. Un sollozo. Jimin detuvo su movimiento de inmediato. Frunció el ceño, dudando por un momento si lo había imaginado. Pero otro sollozo, más fuerte esta vez, confirmó que no.

Curioso y preocupado, escaneó la sala con la mirada, buscando el origen del llanto. Finalmente, sus ojos se posaron en una sombra que parecía encogida detrás de un mueble al fondo. Avanzó con cuidado, tratando de no hacer ruido. Al acercarse, vio una figura familiar, acurrucada y temblorosa.

— ¿Yeonjun? — susurró, lo suficientemente fuerte como para sobresaltar al chico que rápidamente se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y se levantó torpemente. Yeonjun intentaba disimular su tristeza, pero las marcas húmedas en su rostro eran inconfundibles.

— ¿Qué haces ahí tirado? — preguntó Jimin con genuina preocupación —. ¿Por qué estás llorando?

Yeonjun, en lugar de responder, sorbió por la nariz, tratando de mantener la compostura. Su mirada evitó la de Jimin, posándose en los libros que él llevaba bajo el brazo, como si fueran lo más interesante del mundo en ese momento.

— Hyung... — comenzó con la voz rasposa por las lágrimas contenidas — ¿Quieres que te ayude a llevar esos libros? Se ven muy pesados.

Jimin lo miró incrédulo, incapaz de entender por qué Yeonjun trataba de desviar la conversación de manera tan obvia.

— Yeonjun — dijo suavemente, inclinándose un poco para ver mejor su rostro —, no me cambies de tema, por favor. ¿Sucedió algo? Puedo ayudarte en lo que necesites — añadió, posando una mano reconfortante sobre la espalda del chico, frotando con delicadeza en un gesto tranquilizador.

El toque fue suave, lleno de una calidez que Jimin esperaba fuera suficiente para romper la barrera que Yeonjun estaba levantando. Sin embargo, el muchacho se tensó visiblemente, y sus hombros se sacudieron ligeramente antes de apartarse un poco.

— No puedes ayudarme — murmuró con voz quebrada, y Jimin sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. — Ese es el problema, hyung. No deberías hablar conmigo... no deberías acercarte a mí.

Jimin parpadeó, completamente desconcertado. El rostro del muchacho, normalmente animado y lleno de energía, ahora parecía roto, con sombras bajo los ojos y una desesperanza que no había visto antes en él.

— ¿De qué estás hablando? — insistió Jimin, su confusión aumentando junto con su preocupación —. Yeonjun, si algo malo te está pasando, quiero saberlo. Quiero ayudarte. ¿Por qué me estás pidiendo que me aleje de ti?

Intentó tomar la mano del chico, pero Yeonjun retrocedió bruscamente, como si el simple contacto físico fuera demasiado para soportar.

— Por favor... — susurró Yeonjun, su voz temblando al borde de romperse por completo —. No te acerques a mí. No te conviene...

Jimin se quedó helado por un momento, sin saber cómo responder. ¿Por qué Yeonjun estaba diciendo eso? ¿Qué podía estar pasando para que su amigo le pidiera algo así?

Antes de que pudiera seguir interrogándolo, Yeonjun se levantó de manera apresurada, limpiando las lágrimas restantes con las mangas de su túnica y caminó hacia la puerta. Jimin intentó detenerlo, pero las palabras se le atascaban en la garganta.

— ¡Yeonjun, espera!

El chico no miró atrás, ni siquiera se detuvo. Simplemente se fue, dejando a Jimin solo en la penumbra de la sala común, con una maraña de preguntas enredadas en su mente. La confusión, la tristeza y la sensación de impotencia lo envolvieron mientras veía cómo su amigo desaparecía de su vista, llevándose consigo una parte del ambiente cálido y seguro que normalmente caracterizaba su sala.

Jimin se quedó parado en el mismo sitio por unos minutos, con la mirada fija en la puerta por donde Yeonjun había salido, sin poder comprender lo que acababa de ocurrir.
















Me muero de sueño pero hay que actualizar, mañana corregiré cualquier error.

Y recuerden , síganme no muerdo.

Aureus ❄


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