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[08]

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— Namjoon, cálmate un poco —le susurró su prima al oído—. Yo tampoco quería venir, más al saber que también estaría Joo-hyun, pero no tenemos opción.

Namjoon gruñó en silencio, ajustando nerviosamente el cuello de su camisa mientras trataba de mantenerse tranquilo.

Un carraspeo interrumpió sus pensamientos.

— Cuando lleguen, saludarán amablemente y agradecerán la invitación. No quiero que volvamos a quedar mal, ¿me escuchaste bien, Namjoon? —advirtió con tono firme el señor Kim, lanzando una mirada significativa a su hijo—. Y si es posible, presuman sus logros.

Namjoon chasqueo la lengua. La última cena con los Min había sido un completo desastre. Yoongi, tenía la paciencia de un santo, pero incluso él tenía un límite. En esa ocasión, sus padres lo habían cruzado, y Yoongi había salido corriendo de la mesa sin pensarlo dos veces, ignorando los gritos de su padre. Ninguno de sus hermanos había osado seguirlo; todos se habían quedado cabizbajos, en silencio, como si esas escenas fueran algo común en la familia Min.

Namjoon, incapaz de soportar ver eso y sintiéndose impotente, había abandonado la mesa también, saliendo tras Yoongi. Claro, al día siguiente fue duramente regañado por su propio padre, pero no se arrepentía. Aquella noche, Yoongi había podido descansar tranquilo en su compañía. No había vuelto a hablar con los padres del pelinegro desde aquel incidente... hasta ahora.

Las puertas de la mansión Min se abrieron lentamente, y los recibió la señora Min con una sonrisa tensa y forzada. Detrás de ella, sus tres hijos, impecablemente vestidos, observaban con la misma expresión vacía de siempre. Joo-hyun, por su parte, se destacaba, sosteniendo el brazo de Yoongi con una sonrisa falsamente amable.

— Bienvenidos —saludó la señora Min, su tono cargado de falsedad—. Estamos muy felices de volver a recibirlos.

Mentira.

Namjoon y su prima intercambiaron una mirada de resignación.

— Nosotros también, hemos estado esperando ansiosamente este próximo encuentro —respondió la señora Kim con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Siempre es un placer pasar tiempo con ustedes.

Mentira.

Namjoon sintió un pellizco en su brazo. Sabía lo que eso significaba.

— Muchas gracias por la invitación —dijo forzadamente, con una sonrisa rígida que parecía más una mueca.

— Siempre es un gusto —respondió el señor Min con un tono que casi sonaba a burla.

— Por supuesto —añadió la señora Min, fingiendo entusiasmo mientras daba paso a sus invitados.

Los padres de Namjoon siguieron a los anfitriones hacia el salón principal, dejando a Namjoon y su prima atrás.

Cuando se quedaron solos, Namjoon soltó un largo suspiro, inclinando la cabeza hacia su prima.

— ¿Por qué siento que esto va a ser una pesadilla? —murmuró en tono bajo, lo suficiente para que solo ella lo oyera.

— Porque lo será —respondió ella con una sonrisa irónica—. Pero al menos estaremos juntos en esto.

Namjoon observó de reojo a Yoongi, que seguía inexpresivo junto a Joo-hyun. La incomodidad entre ambos era palpable, y Namjoon no pudo evitar sentir una punzada de preocupación. No iba a dejar que la noche transcurriera como la última vez, no esta vez.

Una vez la puerta se cerró, Jungkook se desplomó en el sofá detrás de él, soltando un suspiro pesado, claramente agotado por la situación. Yoongi, por su parte, apartó sutilmente a Joo-hyun, quien parecía querer aferrarse a su brazo con la intención de dejar su perfume en él.

— Namjoon hyung, Jisoo noona —rompió el silencio Beomgyu, el menor de los Min—. Lamento si esto les resulta incómodo.

— No te preocupes, estamos bien, Beomgyu —respondió Namjoon con una sonrisa calmada, aunque un poco forzada.

Joo-hyun, al notar que Jungkook había sugerido salir al patio y que todos comenzaban a abandonar la habitación, aprovechó el momento. Dio unos pequeños toques en el brazo de Yoongi para llamar su atención.

— Yoongi, ¿te pasa algo? —preguntó con una voz sutil, preocupada—. Te veo más distraído últimamente. Estoy preocupada por ti.

— Estoy bien —respondió Yoongi secamente, sin molestarse en mirarla.

Joo-hyun bajó la mirada, frunciendo los labios con una mezcla de decepción y frustración. Esperaba al menos algún comentario sobre su cambio de look: su cabello ahora era negro, y llevaba un vestido rojo que claramente había escogido para impresionar. Pero no hubo reacción.

— Ya entiendo —murmuró mientras lo miraba de reojo—. Sé que estos días son difíciles para ti, pero... sabes que tienes que superarlo, que ella...

— ¡Joo-hyun! —la interrumpió Yoongi, su voz más firme de lo usual—. Ya te dije que estoy bien. No estoy de humor hoy, y no quiero herirte, pero por favor, no la menciones más. Solo... olvídalo.

La tensión en su voz era palpable. Aunque intentaba parecer calmado, claramente había algo que lo seguía atormentando.

— Lo siento —se apresuró a disculparse Joo-hyun, sintiéndose algo incómoda—. No quise hacerte recordar malos momentos.

— Uhm —murmuró Yoongi, dando a entender que ya no importaba, aunque sus ojos aún reflejaban molestia y algo de dolor.

Se dirigió hacia la puerta, listo para salir al patio con los demás.

— Iré con los demás. Si prefieres, puedes quedarte aquí.

— No, no, iré contigo —respondió rápidamente Joo-hyun—. Solo déjame buscar algo en mi bolso.

Yoongi asintió sin decir más, y con pasos tranquilos, salió de la habitación. El silencio que quedó era denso, como si lo no dicho pesara más que cualquier conversación anterior.

Joo-hyun, una vez sola, suspiró profundamente. Sabía que había tocado un tema sensible, pero no había podido resistir. Mirando por última vez su reflejo en un pequeño espejo de mano, se aseguró de que todo estuviera en su lugar.

Comenzó a buscar entre sus cosas el precioso collar que tanto le había costado conseguir. Después de mucho esfuerzo, finalmente lo tuvo en sus manos, un delicado objeto que había adquirido a un muggle. Justo en ese momento, escuchó la puerta abrirse y, de inmediato, escondió el collar detrás de sí, pensando que era Yoongi. Se sintió un poco más tranquila al ver que era Jungkook, quien estaba recargado en el marco de la puerta con una expresión seria.

— ¿Qué pretendes? —le preguntó el castaño, su tono desafiando a la pelinegra—. No soy estúpido. ¿Crees que no me he dado cuenta de todo lo que has estado haciendo?

Joo-hyun lo miró con fingida confusión, intentando mantener la calma.

— ¿De qué estás hablando, Jungkookie? Escucha, sé que no te agrado, pero no puedes acusarme de todo —dijo, haciendo un puchero que, a los ojos del castaño, resultaba bastante molesto—. Incluso Jennie... ¿Los dos se unen solo cuando se trata de atacarme?

— Deja de ser tan cínica —le reprochó él, su paciencia desgastándose—. Sabes perfectamente lo que estás haciendo, y nunca serás como ella. ¿Qué planes tienes ahora? ¿Cómo puedes actuar tan relajada?

Joo-hyun se encogió en su lugar, sin saber qué decir. La frustración la invadió al pensar en cómo Jungkook siempre interfería en sus planes. Sin embargo, sabía que debía mantener la fachada.

No quería entrar en confrontaciones, pero si Jungkook no se apartaba por su cuenta, tendría que tomar medidas.

— Jungkookie, tengo que irme. Yoongi me está esperando —dijo, intentando salir del apuro.

Antes de que pudiera continuar, Jungkook se acercó peligrosamente hacia ella, su mirada intensa.

— Eres muy insistente y no te rindes fácilmente hasta que tu capricho se haya cumplido, incluso si eso significa lastimar a otros. ¿O no es así, Irene?

La chica se alejó, furiosa, apretando los dientes.

— ¡Mi nombre es Joo-hyun!

— Tu nombre es Irene —la contradijo Jungkook, disfrutando del efecto que causaba en ella—. Te ves patética.

— ¡Por supuesto que no! ¡Mi padre cambió ese patético nombre que me dio mi asquerosa madre muggle! —gritó, la rabia fluyendo por sus venas.

— ¿Cómo puedes hablar así de tu madre? —cuestionó, incrédulo, sin poder creer lo que escuchaba.

— Ese no es tu maldito problema —pronunció, mientras tomaba su bolso y guardaba el cofre que contenía la joya. Se dirigió hacia la puerta, pero antes de que pudiera abrirla, Jungkook la detuvo, jalándola bruscamente del brazo.

— Ten mucho cuidado con lo que haces, Irene —la llamó de nuevo por el nombre que despreciaba, lo que la llevó a intentar soltarse, pero Jungkook apretó su agarre en su muñeca—. Te estaré vigilando de cerca. No cometeré el mismo error —aseguró, liberándola antes de salir de la habitación.

— Mierda...

Mientras la puerta se cerraba tras él, Joo-hyun se quedó allí, sintiendo que la tensión del momento le apretaba el pecho. No había duda de que esta cena no sería agradable, especialmente después de la advertencia que acababa de recibir.

— Bienvenido a nuestro hogar, Jiminie —dijo Taehyung, mientras salía del auto volador que los había traído. Su voz estaba llena de entusiasmo—. No es la gran cosa, lo sé, pero nuestra madre se ha asegurado de que sea acogedora.

— Es más que fantástico —respondió Jimin, sonriendo con sinceridad.

— Escuchen, tenemos que dejar el auto en el cobertizo sin hacer mucho ruido —advirtió SeokJin, con una expresión seria en su rostro—. Esa fue la condición que puso nuestro padre para enviarnos el auto. Si mamá nos descubre, será nuestro fin. Ahora, yo me encargaré de aparcarlo. Tú, Taehyung, lleva a Jimin adentro para que conozca a mamá; ella se pondrá muy contenta y nadie tendrá que saber que hemos cogido el coche.

— Bien. ¡Andando, Jimin!

— Espera —dijo Jimin, deteniéndose de golpe—. ¿Su madre no sabe que cogieron el auto?

— No te preocupes por eso, tenemos un plan —le aseguró Taehyung, guiñándole un ojo.

Los dos se encaminaron hacia la bonita casa, que destacaba con su fachada acogedora y un jardín bien cuidado. Una vez frente a la puerta de color marrón, adornada con un letrero colorido que decía "Familia Kim", Taehyung iba a tocar, pero la puerta se abrió antes, revelando a una señora de corta estatura. Llevaba un simple pero hermoso vestido floreado, y sus manos estaban en las caderas, barriendo con la mirada a su hijo pelirrojo.

— Así que... ¿cómo llegaron hasta aquí? —preguntó, con una mirada que podía derretir el hielo.

— Buenas tardes, madre —saludó Taehyung, ignorando deliberadamente su pregunta—. Te ves muy bien el día de hoy, ¿te cortaste el cabello acaso?

— ¿Creían que no me iba a dar cuenta? ¡Por Merlín! ¿Tienen idea tú y tu hermano de lo preocupada que he estado? —inquirió la señora Kim, su tono severo resonando en el aire—. Su padre y ustedes son unos irresponsables. ¿¡Dónde se encuentra SeokJin!?

Apenas hizo la pregunta, el castaño apareció jugando con las llaves en la mano, con una sonrisa que poco a poco fue desapareciendo. 

— Madre, qué linda te ves hoy —dijo él, intentando desviar la atención.

— ¡KIM SEOKJIN! ¿¡Cómo se atrevieron!? —gritó la señora Kim, acercándose a su hijo y dándole golpecitos en el pecho con el dedo—. Pudieron haberse lastimado o, peor aún, ¡pudieron haber muerto! Tienen suerte de que nadie los haya visto; su padre tiene la mayor culpa aquí.

Jimin se encogió en su lugar, observando cómo sus amigos eran reprendidos, sintiéndose un poco como un intruso en esa escena familiar. Después de unos momentos, la señora Kim pareció relajarse un poco, suspirando antes de fijar su mirada en Jimin.

— Ah... Jimin, me alegro tanto de finalmente conocerte, cielo —dijo, acariciando suavemente sus mejillas—. Muchas gracias por aceptar mi invitación.

— Gracias a usted por invitarme —respondió Jimin, haciendo una pequeña reverencia—. No quería pasarla solo en el castillo; estoy muy agradecido, señora Kim.

— Oh, mírate, tan lindo y educado —dijo la señora Kim, pellizcando un poco las mejillas de Jimin con ternura—. Pasa, la cena está casi lista.

La señora Kim se dirigió hacia el interior de su casa, mientras Jimin la seguía, sin olvidarse de lanzarles a sus dos hijos una mirada amenazadora.

En el comedor, el señor Kim estaba sentado en una silla, leyendo relajadamente el periódico. Era un hombre delgado, con el cabello castaño, similar al de SeokJin.

Jimin se sentó tímidamente, mirando a su alrededor con curiosidad. Era la primera vez que estaba en casa de magos. Escuchó cómo la puerta se cerraba y sus amigos se acercaban, sentándose a su lado.

— ¡Ya están aquí! —anunció el señor Kim, dejando su periódico a un lado y sonriendo con calidez—. Bienvenido, Jimin, estamos muy felices de recibirte en nuestra casa.

— Muchas gracias a ustedes por recibirme —respondió Jimin, sintiéndose más cómodo.

— ¡Juwon! ¡No creas que esto ha terminado! —interrumpió la señora Kim, apareciendo de nuevo con una espátula en la mano, apuntando directamente a su esposo. El señor Kim se rascó la nuca, dirigiéndole una mirada de culpabilidad.

— ¡Esta mañana, tus hijos han ido volando en el coche y han vuelto con tu permiso, ocultándolo todo a mis espaldas, creyendo que no me enteraría! —chilló la señora Kim—. ¿No tienes nada que decir al respecto?

— Pero cariño, llegaron sanos y salvos —respondió Juwon, nervioso—. Dime, ¿el carro funciona bien? Quiero decir —tartamudeó, al notar las chispas de enojo en los ojos de su esposa—. Eso ha estado muy mal, muy mal...

— Tú no tienes la culpa —le aseguró a Jimin—. Cualquiera podría haberlos visto volar en ese auto y violar la ley.

Después de decir eso, la señora Kim se metió nuevamente a la cocina, murmurando frases como "¿cómo se les ocurrió hacer eso?" o "nunca lo hubiera creído". Pasados unos minutos, regresó al comedor, llevando un delicioso pollo asado que dejó en el centro de la mesa antes de sentarse junto a su esposo.

— Jimin —le llamó la señora Kim, dirigiendo su atención hacia él—. ¿Cómo van las cosas en Hogwarts?

— Muy bien —contestó tímidamente—. Las clases son algo difíciles, pero hago mi mayor esfuerzo.

— Fue elegido para estar en el equipo de Quidditch —dijo Taehyung, sonando orgulloso—. Las pruebas aún no comienzan, pero ya tiene un puesto. Al parecer, Jiminie tiene un talento natural.

El señor Kim lo miró sorprendido, sus ojos brillando de emoción.

— ¡Eso es fantástico! En mis tiempos, también fui jugador de Quidditch; estaba en el equipo de Hufflepuff —contó con entusiasmo—. Si necesitas consejos, aquí estoy para ti.

— Lo tomaré en cuenta, muchas gracias —respondió Jimin, sintiendo que se le llenaba el corazón de alegría.

La señora Kim dejó su tenedor a un costado y tomó suavemente la mano de Jimin.

— Estoy segura de que tu padre estaría más que orgulloso —confesó, su mirada llena de calidez—. Él era uno de los mejores jugadores de Quidditch.

Jimin lo miró sorprendido; no tenía idea de eso. Bueno, en realidad, no sabía mucho sobre sus padres.

— ¿Usted cree...? ¿Podría contarme más sobre mis padres? —preguntó, sintiendo que su curiosidad despertaba.

— Por supuesto, lo que quieras —respondió la señora Kim, sonriendo suavemente.










📌

Que si va ver mucho drama y misterio, si, va a ver y mucho, sobre todo misterio. 

Lamento si la historia es lenta con el romance ¡No se preocupen! no falta mucho, sean pacientes. 


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