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[01]

15 años después-  2:32 am, 1 de setiembre

—¡HEY, PARK! —gritó un chico corpulento, sin importarle quién pudiera escucharlo. Sus ojos barrían la habitación, buscando con furia a Jimin.

—¡Te estoy hablando, o eres estúpido! —Los chicos que lo acompañaban estallaron en risas burlonas—. Deja de esconderte, porque te juro que te golpearé. Hoy no estoy para juegos.

Jimin, escondido detrás de una pila de cajas, mordía sus uñas con nerviosismo. "No debí haberlo enfurecido", pensaba, maldiciendo su torpeza. Si no hubiera derramado la leche en la pijama de Jackson, nada de esto habría sucedido. Ahora, Jackson y su pandilla lo buscaban como si fuera un saco de boxeo esperando ser golpeado.

El ruido de los pasos se desvaneció, y Jimin exhaló con alivio. Se mordió el labio inferior, intentando contener el llanto. Sonaba ridículo, pero le tenía pavor a Jackson. Nunca se defendía, la palabra "pelear" nunca estuvo en su vocabulario. Simplemente... huía.

—¡Ahí estás, idiota! ¿Vas a responder ahora? —Uno de los matones de Jackson lo encontró y se abalanzó sobre él, agarrándolo del cuello de la camisa.

—Pueden despertar a las hermanas —Jimin habló por fin, su voz temblando—. No quiero problemas.

—Pero si solo estamos jugando —respondió el chico, con una sonrisa cruel. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo más, un fuerte sonido hizo eco en el orfanato. La alarma de incendios se encendió, causando gritos y caos en el piso inferior.

—¡Déjenlo! —gritó una voz. Los chicos se miraron nerviosos y Jackson, frustrado, les ordenó que salieran.

Jimin, aprovechando el desorden, se escondió aún más en el rincón de la habitación. Entre sollozos, se repetía a sí mismo lo cobarde que era. No solo por no enfrentar a Jackson, sino por tener miedo de todo. ¿Cómo puede alguien vivir así?, pensaba.

De repente, la puerta de la habitación se abrió con un golpe seco, y los sollozos de Jimin se hicieron más intensos. No sabía qué estaba ocurriendo, pero el miedo lo paralizaba.

—Ahí está Park —uno de los chicos de Jackson hablaba con las hermanas, señalando con el dedo—. La última vez que lo vimos estaba aquí.

—Por favor, no nos hagan daño —pidió una de las hermanas. Jimin reconoció la voz de Eunwoo, uno de los chicos más calmados del grupo.

El hombre que había entrado caminó hacia la cama de Jimin, donde lo encontró hecho un ovillo en el rincón. Las lágrimas llenaban sus ojos.

—¿Eres Park Jimin? —preguntó el hombre, agachándose para estar a su nivel. Su voz era calmada, casi cálida, pero Jimin solo se encogió más, sin dejar de llorar—. No quiero asustarte, solo necesito que respondas.

—S-sí —susurró Jimin, apenas audible.

—Excelente —el hombre sonrió, sacando una carta de su chaleco y extendiéndosela—. Parece que alguien ha estado ocultando tu correspondencia, pero esto es una buena noticia.

Jimin se quedó paralizado. Recordó cómo Jackson siempre recibía la correspondencia y destruía cualquier carta que le llegaba. ¿Sería de un familiar? Esa idea lo llenó de una esperanza que había perdido hacía mucho tiempo. ¿Sería posible?

Con las manos temblorosas, abrió la carta, sus ojos recorriendo las líneas.

"Estimado señor Park, es un honor informarle que ha sido aceptado en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería."

Jimin frunció el ceño, confundido.

—¿Qué es... Hogwarts? —preguntó, levantando la vista del papel.

—Eso no puedo explicártelo aquí y ahora —respondió el hombre, viendo la desconfianza en los ojos de Jimin—. Pero te prometo que todas tus preguntas serán respondidas. Solo tienes que venir conmigo.

—Disculpe —interrumpió una de las hermanas, con los brazos cruzados—. No sé quién es usted, pero no puede hacer este escándalo y luego intentar llevarse a un niño sin más.

El hombre suspiró, enderezándose y ajustándose la chaqueta de cuero. Ignoró a la hermana y se dirigió a Jimin de nuevo. Si fuera completamente honesto sobre a dónde lo llevaría, lo más probable es que lo tacharan de loco. Así que optó por una respuesta más sencilla.

—Jimin ha sido aceptado en una de las mejores escuelas del mundo, desde que era pequeño. Lamento no haberle informado antes —dijo con calma, extendiendo la mano hacia el chico—. No te preocupes, estará bajo la supervisión del mejor director.

Jimin, dudando, tomó la mano del hombre.

—¿A dónde vamos? —preguntó, su voz baja pero curiosa.

El hombre no respondió. En cambio, sacó una varita de uno de sus bolsillos y, con un suave movimiento, murmuró algo en voz baja. De repente, todos en la habitación cayeron al suelo, profundamente dormidos.

—¿Cómo... cómo hiciste eso? —preguntó Jimin, sorprendido, mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.

—Puedes venir conmigo y descubrirlo, o quedarte aquí, aguantando los golpes de ese matón. Tú decides —el hombre sonrió, con una mezcla de ternura y picardía.

Jimin lo miró, su corazón latiendo con fuerza. ¿Seguir viviendo en miedo? ¿O arriesgarse a algo completamente desconocido?

—Acepto —respondió finalmente, sintiendo cómo una nueva esperanza nacía en su pecho.

Jimin estaba completamente confundido, pero también fascinado. Al salir del orfanato, notó que otro hombre extraño los esperaba junto a una motocicleta. A diferencia de Chanyeol, este parecía de mal humor y no le había dirigido la palabra desde que partieron. Algo que le llamó la atención de inmediato fue que estos dos no eran personas comunes. Las personas comunes no abrían puertas con solo decir unas palabras y agitar una varita mágica.

¿Qué eran ellos en realidad?

—Llegamos —anunció el hombre malhumorado, deteniéndose frente a lo que parecía ser un bar de mala muerte.

Cuando Jimin bajó de la motocicleta y miró a su alrededor, su cuerpo se tensó de inmediato. ¿Qué estamos haciendo en un lugar así?, pensó, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

—¡Chanyeol! —Una hermosa chica salió a recibirlos con una sonrisa radiante—. Qué alegría verte por aquí. ¿Qué hacen ahí parados? ¡Entren!

—Lamento no poder quedarme más, Seulgi, pero tengo asuntos que atender —respondió Chanyeol con una sonrisa.

Seulgi echó un vistazo por detrás de Chanyeol y, al ver al joven castaño, sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¡Pero si es Park Jimin! —gritó eufórica, llamando la atención de todos los presentes. De inmediato, las miradas se dirigieron hacia ellos, y los murmullos comenzaron a llenar el lugar.

—Ese chico tendrá un gran futuro.

—¿Asistirá a Hogwarts?

—Lamento lo de sus padres...

El último comentario hizo que el corazón de Jimin diera un vuelco. ¿Cómo saben de mis padres?, pensó mientras miraba con asombro a las personas a su alrededor. Parecía que lo conocían mejor de lo que él mismo se conocía. Antes de que pudiera procesar todo lo que ocurría, Chanyeol lo tomó suavemente por el brazo y lo guió hacia un pasadizo oscuro, ignorando los murmullos.

—Jimin, será mejor que te acostumbres a todo esto —dijo Chanyeol con una sonrisa tranquila.

Al final del pasadizo, Jimin se sorprendió al ver que no había salida, solo una pared. Sin embargo, Chanyeol le dio unos golpecitos y, ante los ojos asombrados de Jimin, la pared se abrió como si siempre hubiera sido una puerta secreta. Lo que apareció ante ellos dejó a Jimin boquiabierto: un mercado mágico lleno de vida, colores y cosas que jamás había visto.

Todo era nuevo y un poco aterrador. Las tiendas flotaban, los objetos se movían solos, y criaturas mágicas caminaban libremente. ¿Dónde estoy?, se preguntaba mientras su mente se llenaba de preguntas.

Un tirón repentino en su brazo lo sacó de su ensoñación.

—¡Fíjate por dónde vas! —escuchó una voz femenina. Se dio cuenta de que una chica lo había sujetado justo antes de que tropezara.

—Lo lamento mucho —dijo Jimin, inclinando la cabeza en una rápida reverencia de disculpa.

La chica suspiró, pero no dijo nada más y continuó su camino, ignorando a Jimin por completo.

—¡JIMIN! —Chanyeol apareció corriendo entre la multitud, visiblemente preocupado—. ¡Aquí estabas! Mantente cerca de mí y no te distraigas. Al parecer, Baekhyun no podrá acompañarnos, así que somos solo tú y yo.

Chanyeol lo guió hasta una tienda pequeña pero acogedora, decorada con brillantes luces flotantes y cerraduras que parecían tener vida propia. Al entrar, una mujer sonriente los recibió y, con un rápido movimiento de su varita, hizo aparecer un cartel luminoso que decía "Bienvenido" en letras brillantes.

—Como habrás notado, nada aquí es normal, y Hogwarts, la escuela a la que asistirás, tampoco lo es —dijo Chanyeol, sonriendo—. Ahí aprenderás a ser un increíble mago, tal como lo fueron tus padres.

—¿Mis padres...? —Jimin frunció el ceño, incrédulo—. ¿Ellos también estudiaron en Hogwarts?

¿Magos? Nunca, en sus más salvajes sueños, habría imaginado que sus padres fueron magos, ni que él seguiría sus pasos.

—¡Por supuesto! —Chanyeol abrió una puerta en la tienda y sacó un carrito lleno de libros, varitas y... ¿una lechuza?

—La lechuza es un regalo de bienvenida de mi parte —dijo Chanyeol al notar la expresión confundida de Jimin—. En Hogwarts, te permiten llevar una mascota, y pensé que esta sería perfecta para ti.

Jimin observó a la lechuza, que lo miraba con curiosidad desde su jaula. Era preciosa, con plumas blancas y ojos grandes y atentos.

—Gracias... muchas gracias, Chanyeol —respondió Jimin, sonriendo tímidamente mientras acariciaba suavemente la jaula de la lechuza.

Chanyeol soltó una risa cálida.

—Yah, Jiminie, puedes decirme Chanyeol hyung. Vamos, todavía tenemos muchas cosas que preparar antes de tu gran viaje.

Jimin asintió, su mente aún aturdida por todo lo que estaba sucediendo. Pero algo en su interior le decía que estaba justo donde debía estar. 

—Chanyeol hyung... —la voz de Jimin era apenas un susurro. El nombrado lo miró de reojo y chasqueó la lengua, indicándole que continuara—. Sé que mis padres no murieron en un accidente como me dijeron. Lo sé. Y tú también lo sabes, ¿verdad?

Chanyeol se detuvo por un momento, limpiándose la comisura de la boca con el dorso de la mano. Soltó un suspiro antes de hablar.

—Primero que nada, Jimin... —tomó aire, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Hay magos que han hecho cosas increíbles, extraordinarias. Pero así como existe la magia buena, también hay maldad. Tus padres no murieron en un accidente. Fueron asesinados... por Seung Jeong.

La expresión de Jimin cambió al escuchar ese nombre. ¿Seung Jeong? Nunca había oído hablar de él, pero algo en la forma en que Chanyeol lo dijo le hizo sentir un escalofrío.

—Fueron tiempos oscuros —continuó Chanyeol, su voz más baja—. Seung Jeong había reunido seguidores, muchos de ellos dispuestos a hacer cualquier cosa por él. Nadie parecía capaz de detenerlo. Pero tus padres... tus padres lo desafiaron. En un duelo terrible, ellos lo derrotaron, pero antes de morir, Seung Jeong lanzó una maldición sobre ellos. Esa maldición fue lo que los mató. Fueron héroes, Jimin. Murieron salvando a muchos.

Jimin sentía un nudo en la garganta. Ahora entendía por qué todos sabían quién era él, por qué lo miraban de esa manera.

—Por eso todos saben quién soy... —susurró.

Chanyeol asintió solemnemente, dándole tiempo para asimilar la noticia. Luego, como si recordara algo de repente, metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó una pequeña bolsa que le entregó a Jimin.

—Casi lo olvido. Aquí tienes. Son monedas de oro. No pienses ni por un segundo que tus padres te dejaron sin nada —le guiñó un ojo, intentando aligerar el ambiente.

Jimin tomó la bolsa, sorprendido por su peso, pero antes de que pudiera procesar lo que acababa de recibir, Chanyeol miró su reloj de bolsillo y soltó una maldición por lo bajo.

—Nos estamos quedando sin tiempo. Ve a recoger tus cosas.

Sin previo aviso, Chanyeol agarró firmemente el brazo de Jimin. Antes de que este pudiera protestar o siquiera asimilar lo que estaba pasando, Chanyeol le advirtió que se relajara.

—Hacer una teletransportación es complicado —le dijo Chanyeol, ajustando su agarre—. Relájate, o podrías salir herido. Y, sinceramente, no puedo fallar. Tengo órdenes de traerte sano y salvo.

Jimin asintió, aunque estaba temblando visiblemente. Cerró los ojos, y en un parpadeo, sintió como si el mundo entero se desmoronara y reconstruyera a su alrededor en un instante.

Cuando finalmente abrieron los ojos, estaban en la estación de tren.

—Jimin, este es tu boleto. Cuídalo muy bien y no lo pierdas —Chanyeol le entregó un pequeño boleto, y al leerlo, Jimin frunció el ceño al ver las palabras impresas.

—Pero, Chanyeol hyung... Aquí dice "Plataforma 9¾". Eso no existe... ¿o sí? —preguntó, confundido.

No hubo respuesta. Cuando Jimin giró para mirar a su izquierda, Chanyeol ya no estaba. Se había esfumado sin dejar rastro.

¿Qué voy a hacer ahora?, pensó Jimin, mirando alrededor de la estación abarrotada. Vagó durante unos minutos, leyendo cada número de plataforma con atención. Plataforma 8, plataforma 9... pero no hay ninguna 9¾.

Justo cuando empezaba a desesperarse, vio a un grupo de chicos empujando carritos, cargados con los mismos materiales que él llevaba, atravesando... ¿una pared? Jimin parpadeó un par de veces, incrédulo, pero decidió acercarse.

—Eh... Hola —hizo una pequeña reverencia, sintiéndose un poco incómodo—. Disculpen, ¿podrían decirme cómo hacen eso? Estoy... un poco perdido.

La mujer que acompañaba a los chicos le sonrió con amabilidad.

—¿Entrar a la plataforma? ¿Es tu primer año en Hogwarts? —preguntó, a lo que Jimin asintió—. ¡Oh! No te preocupes, cariño. También es la primera vez para ellos dos —dijo, señalando a los chicos a su lado, quienes le hicieron un gesto amistoso con la mano—. Solo tienes que atravesar esa pared. Corre un poquito si te sientes nervioso. Estarás bien. ¿Listo? Uno, dos, tres.

Jimin cerró los ojos con fuerza, esperando lo peor, pero cuando los abrió de nuevo, se encontró en una plataforma completamente diferente. Frente a él, un tren majestuoso y antiguo, con un letrero que decía "Hogwarts Express", humeaba suavemente mientras los estudiantes subían a bordo.

—ESTUDIANTES DE HOGWARTS, ABORDEN EL TREN —gritó un hombre mayor, captando la atención de todos—. REPITO, ESTUDIANTES DE HOGWARTS, ABORDEN EL TREN. PARTIREMOS PRONTO, DESPÍDANSE DE SUS FAMILIAS.

Jimin, que no tenía familia a la cual despedirse, suspiró. Empujó su carrito y subió al tren. Los primeros vagones ya estaban llenos de estudiantes, algunos asomándose por las ventanillas para despedirse de sus familiares, mientras otros charlaban animadamente entre ellos.

No tenía ganas de entablar conversación con nadie. Avanzó por el pasillo, empujando su carrito, hasta que encontró un asiento vacío en el último vagón. Se dejó caer en el asiento, agotado por todo lo que había sucedido, y miró por la ventana, sintiendo que este viaje marcaría el comienzo de algo mucho más grande de lo que alguna vez imaginó.



























Aureus

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