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02

EL RESTO DEL VUELO HABÍA SIDO EN UN SILENCIO CÓMODO y disfrutando de las comidas mal condimentadas del avión—y en donde Ren le había dado la mayor parte de sus comidas—.

Faltaba poco menos de media hora para aterrizar y Katherina se había quedado dormida con la cabeza apoyado en su hombro, mientras que una canción sonó por la bocina de los auriculares, tomando el teléfono de la fémina para saber que estaban escuchando porque se sentía en las nubes, y precisamente mikrokosmos de bts estaba sonando, la anotó en la esquina de su libreta y procedió a dibujarla, dibujándose solo su hombro, porque la castaña era todo el foco de su atención.

El aroma a jazmín y rosas que el cabello de ella irradiaba le mantenía vivo y despierto, como si caer ante la tentación de dormir significará no verla más y precisamente era una buena razón, porque eso sucedería.

Tomó su teléfono se sacó una selfie del momento, para poder dibujarlo bien y al mismo tiempo, capturar el recuerdo de algo especial....

EL AVIÓN HABÍA ATERRIZADO Y CON ELLO KATHERINA había despertado, tomando su mochila para guardar ahí dentro su teléfono mientras que una de sus manos tallaba uno de sus ojos.

Soltó una risita viendo a Ren dormido con la cabeza cargada hacía uno de sus hombros y le acomodó como pudo para que no le doliera más tarde, pasando luego sin molestarle y abandonar la aeronave.

—Katty, Katty—exclamaron ambos hermanos pequeños yendo a abrazarla cuando llegó a la sala donde su padre y su madrastra la esperaban.

Se agachó para abrazarlos, besándole sus coronillas y tomó sus manos, caminando hacía los mayores para ir a policía internacional y luego por el equipaje, algo tedioso pero al mismo tiempo entretenido, Katherina adoraba buscar su maleta entre otras simplemente para ver las diferentes decoraciones, tamaños y colores de estas.

Y por otro lado, una de las asistentes de vuelo estaban meciendo suavemente a Ren para que este despertará y pedirle amablemente que abandonara el avión.

Y él abrió sus ojos, desorientado y  sus ojos brillaron como los de un cachorro asustado, buscando con la vista a su acompañante.

—¿Ella...?

—Se fue junto con los demás pasajeros, usted es el único que queda aquí arriba...—una de las asistentes habló, la misma que le habían ofrecido a Katrina el cambio de asiento— y usted debería hacer lo mismo...

Y tomó su bolso, guardando la libreta y algo más que estaba bajo esta, hasta notar el llavero de jirafa, colocándolo en uno de los cierres para comenzar a caminar.

LOS TRAMITES ERAN UNA PARTE TEDIOSA QUE Katherina no quería hacer y odiaba profundamente, en cierto punto, la residencia en Tailandia no era un problema porque ella había nacido ahí, pero convalidar estudios y calificaciones fue un proceso que tuvo que hacer sola y batalló hasta comprenderlo, porque supuestamente Sarah le pidió ayuda a su papá con los más pequeños.

Y ahí estaba, yendo a una escuela demasiado carísima por caprichos y delirios de "ricos" que Sarah sufría, más que nada, por el hecho de que su padre tuviera herencias por parte de su lazo paterno —y siendo parte de las familias ricas de Tailandia—, esa mujer se había dedicado a invertirlo en ella y status.

Entró a la preparatoria, no muy segura de haber elegido bien su atuendo por las múltiples miradas sobre ella, pero que más daba, había comprado múltiples playeras de series y cosas frikis para siquiera dejarlas acumulando polvo.

—Disculpa, ¿sabes dónde está dirección?—le tocó el hombro a una chica que se veía normal, demasiado normal dentro de ese lugar y le agradaba.

—Oh, está por allá—apuntó una puerta, notando la playera de Sailor Moon y sonrió, Gorya estaba ansiosa de que alguien como ella llegara.

—Muchas gracias...

—Gorya, me llamo Gorya

—Gracias Gorya—le regaló una sonrisa, yendo a donde le había indicado.

Y la pelinegra sonrió, mirando como aquella chica se alejaba con una mochila llena de chapitas, pines y llaveros... quizás dios la había escuchado y le había enviado alguien para consolarle y hacerle más ameno sus estudios en aquel infierno.

REN ESTABA EN LA AZOTEA, LEYENDO EL MANGA QUE LA CASTAÑA había olvidado y jugueteando con llavero, él había llegado a Tailandia y no había querido moverse de ahí desde temprano.

Había cambiado luego de aquel viaje a Paris, donde Mira las primeras semanas le había dado toda la atención del mundo, para luego comenzar a dejarlo de lado hasta el punto de ignorarlo, y ahí comprendió que no fue más que la búsqueda de zona segura y una leve obsesión; a comparación de Katherina, ella había sido dulce como un caramelo desde que cruzaron miradas, enseñándole nuevas cosas que él desconocía.

Se cuestionaba si debía buscarla o simplemente dejar ir... aunque la segunda opción sonaba tentadora y consoladora, no podía permitir que nuevamente perder a algo que podía hacerle feliz.

—Aquí estás—la voz de Gorya sonó a sus espaldas, sonriendo mientras agachaba su cabeza ocultando un sonrojo, para acercarse a él y sentarse a su lado.

Las cosas habían cambiado notablemente, luego de las fotografías y unos inconvenientes con respecto a Thyme, sin embrago, Gorya parecía no haber renunciado a sus sentimientos por el castaño dibujante.

—Entonces...—se sentó a su lado, tomando entre sus manos el manga, haciéndole a Ren fruncir sus labios en una línea recta— ¿te empezó a interesar el anime?—lo hojeo con cuidado— ¿por qué no pruebas con algo más tradicional?, ya sabes, dragon ball o esas cosas

—¿Qué?—preguntó ladeando la cabeza como un gatito— ¿puedes decirme esos animes tradicionales?

—Bueno, busca en internet... todo el mundo al menos vió Pokemon, Naruto o Dragon ball... ¿acaso tu nunca viste televisión?

—Bueno, los documentales eran más interesantes...—se encogió de hombros, haciéndole reír de manera baja.

—Mmm... me parece bien—y le devolvió la historieta— no conozco de este, ¿es bueno?

—Bueno... es especial, de todas maneras, no hay otro tomo... es el único de...

Y Gorya buscó en su teléfono por internet, ignorando y al mismo tiempo prestándole atención al chico, para luego, mostrarle librerías.

—Dice que hay stock de los siguientes tomos—comentó interrumpiéndolo para luego, enseñándole su teléfono.

Y sonrió, pareciera como si el universo le estuviera dando señales sobre que debía buscarla y hacer algo al respecto.

—Oh... ¿Mira te la obsequio?—apuntó la jirafa.

—No, realmente la encontré por ahí... —se encogió de hombros.

—Es muy bonita—dijo honesta, inconscientemente con el afán de que él se la diera.

—Muy bonita...—concordó.

Porque sabía que obsequiarla era como si renunciara a su niño interior y sobre todas las cosas a él, a su felicidad y sobre todas las cosas, a la hada de Katherina, con su sonrisa y sus cosas nuevas.... porque sin ella, ninguna canción de su nueva banda de pop coreano favorita tenía sentido y porque Mikrokosmos ya no sonaba como un himno de la paz y tranquilidad, sino, como una melodía ordinaria.

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