Capítulo 4
Nos tocó esperarnos en la puerta hasta que todos entraran, cuando ya estaban dentro Charlotte nos dijo:
Bien, ahora voy a entrar yo y cuando el director diga "bienvenidos a los nuevos" entrais. Tenéis que llegar hasta donde está el director y él os dirá que tenéis que hacer después.
- Vale - dijimos todos al unísono.
Vemos que Charlotte entra y pasado un minuto el director dice:
- Antes de empezar demos la bienvenida a los nuevos.
Las puertas se abren de par en par y nosotras nos dirigimos hacia el director, tal y como nos había dicho la señorita Addington. Llegamos hasta el director y dice:
- Bienvenidos a este nuevo curso. Estamos muy agradecidos de tenerlos hoy aquí, me llamo Percival y soy el director de esta institución. Como ya sabéis, todos tenéis una habitación asignada y vuestras cosas están allí. Para moveros por la institución entre semana debéis llevar el uniforme, al final del día lo dejáis en el suelo y a la mañana siguiente estará limpio. Los fines de semana podéis llevar lo que queráis.
Siguiendo así y para que no se haga muy largo este tostón os voy a decir vuestras mesas. La mesa de la pared de la derecha es la de los de primer curso, la de en medio la de segundo y la de la izquierda la de tercero. Podéis ir a sentaros.
Nos acercamos a la mesa y solo quedan libres unos pocos sitios, supongo que hay gente de más sitios.
- Antes de empezar a cenar vamos a escuchar la canción tradicional de nuestra escuela.
Dice eso y empieza a sonar:
"Tonto el que no entienda
Cuenta una leyenda
Que una hembra mágica
Conjuró a la luna hasta el amanecer"
Empecé a sentirme extraña por dentro, una especie de calor se extendía por dentro de mi. Nunca antes había sentido algo como esto, la sensación aumentaba a medida que la canción iba sonando. Llegó un momento que no controlaba mi propio cuerpo y me levanté cantando:
- Llorando pedía
Al llegar el día
Desposar un calé
Yo no podía hacer nada, no era dueña de mi cuerpo. Giré la cabeza en dirección al director y sonreí. Me iba acercando a él a medida que la canción avanzaba. Cuando estaba justo delante de su mesa, recuperé el control.
- ¿Qué ha pasado? - pregunté, nerviosa.
- Eres la de la leyenda.
- ¿Qué leyenda?
- Ven a mi despacho después de cenar y hablamos. Ahora ves a cenar.
- Vale.
Vuelvo a mi sitio y me siento. Todo el mundo me miraba asombrado, como si yo fuera su dios o algo parecido. Cené, intentando que no se notara que estaba incómoda. Todos saben lo que esto significa menos yo y eso no me gusta. Acabé de cenar y me levanté, salí del comedor y fui directamente al despacho de Percival. No creo que esté, pero me daba igual yo quería respuestas. Llamé a la puerta y Percival me abrió.
- Bienvenida Claudia, sabía que eras especial pero no sabía que tanto.
- Hola, ¿qué está pasando?
- Eres la dueña de la profecía, eso quiere decir que eres hija de dos poderosos magos y que está destinada a hacer grandes cosas. También significa que necesitas los tres amuletos para poder sobrevivir sin que la magia te domine. Tengo entendido que tu madre te dejó una carta antes del accidente.
- Sí.
- ¿Me la puedes enseñar?
- Lo siento, pero no la traje. Está en mi casa.
- No hay problema, yo la traigo.
Mueve la mano y la carta aparece, la abre y la lee en silencio.
- Veo que tu madre ya sabía lo de la profecía, ya que te dejó uno de los tres amuletos. ¿Sabes dónde está el collar?
- Sí, está en mi habitación aquí en el colegio. En cuanto vaya, me lo pongo.
- Eso controlará un poco tus poderes, pero necesitas encontrar o que te den los 3.
- ¿Se sabe cuáles son los otros dos?
- Creo que no, pero lo puedo investigar.
- ¿Eso es todo?
- Sí, ya puedes irte.
Salgo del despacho y me dirijo hacia mi habitación pero me choco con alguien.
- ¿Ahora quién es el no mira por donde va? - le digo al ver que es mal genio.
- Pues tú, porque yo miraba hacia delante.
- Más razón para no chocar, a no ser que seas ciego.
- Pues no soy ciego Claudia.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Eres tendencia, estás en boca de todos por lo de la profecía y eso.
- A, bien que alegría. ¿Puedo saber cómo te llamas o te sigo llamando mal genio?
- Manuel Woodward a tu servicio.
- Si me disculpas iba hacia mi habitación.
- ¿Ya se te ha pasado la mala leche?
- La verdad es que no tengo ganas de discutir y menos si nos vamos a ver todos los días, prefiero que nos llevemos bien.
- Siempre y cuando mires por donde vas, todo irá genial.
Este hombre me saca de mis casillas, no puedo con él. Lo rodeo y le doy un golpe con el hombro, camino hasta llegar a mi habitación. Una vez allí, entro, me pongo el collar y Carla me dice:
- ¿Dónde estabas?
- Hablando con Percival.
- ¿El primer día y ya en el despacho del dire? Vas a ganar muchos premios por aquí.
- Jaja, me parto. He ido por el tema de la canción y eso, resulta que soy portadora de la profecía.
- Lo imaginaba y estoy alucinada, comparto cuarto con la elegida.
- No me llames así por favor.
- Vale, no quiero agobiarte con el tema. ¿Vemos una peli?
En estos momentos agradecí que no preguntara sobre el tema de la profecía ni nada por el estilo. No sabía quién era y menos quien llegaré a ser y hasta que no lo tenga claro no quiero hablar al respecto.
Nos pusimos a ver la película de culpa mía y nos encantó. A raíz de esto descubrí que Carla era una gran lectora como yo y que no habíamos hecho una cosa muy importante. ¡No hemos visto los libros de las estanterías!
- ¿Cómo podemos llamarnos buenas lectoras si ni nos hemos acercado a ver los libros? - dije
- Ostras, no los había visto - dice Carla.
- Pues no hay pocos.
Nos acercamos y el primer libro que veo es culpa mía, sigo mirando y veo culpa tuya, culpa nuestra, al final mueren los dos... Todos los que habían eran los que nosotras leíamos de normal, menos una balda. Me acerco y veo que son libros de magia.
- Carla, ¿estos libros son para hacer trabajos y esas cosas?
- Sí, pero no están todos. Hay una biblioteca enorme solo con libros para hacer trabajos tanto mundis como mágicos.
- A, vale. ¿Tienes sueño?
- Un poco, ¿y tú?
- Igual, vamos a dormir que mañana empiezan las clases.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
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