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Capítulo 5: Tamiz mental.

Estaba recostado sobre un costal de harina. Los elfos domésticos de Hogwarts eran buena compañía cuando solo querías comer y pensar. Silenciosos, siempre dispuestos a ayudar, amables y serviciales. Eran de mis criaturas favoritas en el castillo. No era una persona de muchos amigos. En general prefería esto, al murmullo constante del gran comedor. ¡Pobre Lilith! pensé. Si el murmullo constante del gran comedor era una molestia para mí, no podría imaginar lo que le haría a su mente. Todas esas charlas irrelevantes, magia sin sentido, sin mencionar los artefactos mágicos que aparentemente también resonaban para ella. Sería algo imposible de soportar. Nuestras tutorías avanzaban pero a paso lento, definitivamente no era una persona para la oclumancia de archivero o de cajón, sus pensamientos estaban dispersos y requería demasiada energía encajonarlos a todos. Sería fácil elaborar un caleidoscopio para protegerse de intrusiones, y someter a su agresor, pero eso no serviría para que pudiera filtrar lo relevante de lo irrelevante. Me relajé viendo a un elfo preparar las tartas para la cena, entonces una idea vino a mi mente. ¡Eso podía funcionar! Sin vacío, sin peligro.

Me puse de pie de un salto. -Disculpen, ¿alguno de ustedes podría prestarme un tamiz y un poco de harina?- Pregunté. Casi instantáneamente, un elfo se acercó sosteniendo una bolsa pequeña con un poco de harina y un tamiz. -¡Excelente! Gracias.- dije, a pesar de saber que no estaban acostumbrados a los modales humanos, incluso algunos se sentían algo ofendidos cuando les agradecía, pero no podía evitarlo. No podía simplemente tomar cosas de sus manos e irme corriendo. -También necesito un plato, una bolsa grande y una jarra con agua.- Todos mis requerimientos fueron presentados ante mi. -Genial.- Tome la bolsa y luego le pedí al elfo que dejara todo lo demás en los aposentos del profesor Snape. Salí corriendo al patio y recogí todas las piedras y guijarros que encontré. Los metí en la bolsa y me presenté en los aposentos del profesor para mí tutoría con Lilith. Severus miró mis nuevas herramientas de trabajo con desdén, pero no dijo nada. Daba la impresión de que mientras funcionara, le daba igual si hacía que a Lilith le dieran el beso del dementor. Sabía que no era así, que en su fuero interno realmente le preocupaba su hija. Pero esa era la impresión que daba, por seguro.

Entré en la habitación reforzada sin golpear, ya habíamos acordado los horarios de las tutorías y supuse que la niña me esperaba lista. Tan pronto como estuve dentro, sentí que debí haber golpeado. La chica estaba a medio vestir, probablemente no se molestara en estar completamente vestida, mientras estaba aislada del mundo, pero mi emoción por probar este nuevo enfoque me había empujado a esta incómoda situación. Ella se bajó la camiseta con un rubor en las mejillas. Por suerte para mi, solo pude adivinar el contorno de su busto en ese segundo en el que nos encontramos incómodamente expuestos. -Lilith, ¡Tengo algo que mostrarte!- dije entusiasmado. La pequeña del cabello rojo fuego me miró aún abochornada -y también algo que ver, aparentemente...- soltó. Está vez yo me sonrojé. -Lo siento, no fue mi intención. Pero de verdad tienes que ver esto. ¡Creo que encontré nuestro enfoque!- Eso le devolvió el humor. La chica se había esforzado tanto en nuestras clases, que casi sentía que le estaba fallando al no dar con una forma de oclumancia adecuada para ayudarla a detener las resonancias. -Bien, entonces, ¡Muéstrame!- respondió ansiosa.

Coloqué el platillo en el piso: -este plato representa tus sentidos.- luego tomé el jarro con agua. Ahora, todo lo que puedes sentir se ve así dije sacudiendo el líquido dentro de la jarra. Y cuando estás expuesta a tanta magia:- di vuelta el jarro de agua sobre el plato haciendo que el plato desbordara y salpicara con violencia. -Nada nuevo, niño listo.- comentó con sarcasmo. -ahora mira esto:- dije sacando la bolsa de piedras y guijarros y el pequeño saco de harina. -La harina representa aquellas cosas a las que si quieres atender. Las conversaciones que estás llevando a cabo, la magia a la que estés poniendo atención. Los guijarros y piedras son todo lo demás. Los sonidos molestos, las demás conversaciones que están ocurriendo, la magia a tu alrededor.- Mezclé la harina con los guijarros y piedras en la bolsa más grande. -Ahora mira ésto- vertí el contenido de la gran bolsa sobre el plato, pasándolo por el tamiz. Una fina capa de harina llegó hasta el plato sin rebasarlo, mientras las piedras y guijarros se atoraban en el tamiz sin llegar al plato. La cara de Lilith se iluminó -¡Eres un genio!- chilló de felicidad. -No necesito un archivero o una pared. ¡Necesito un tamiz mental! Ahora solo tengo que practicar para separar la harina de las piedras.- dijo con determinación. -Exactamente.- asentí. -Solo hay un problema: no puedes separar las piedras de la harina, sin estar expuesta a las piedras y la harina.- la chica palideció. -¿Quieres decir que...- dejó la pregunta sin finalizar, pero ambos sabíamos a qué nos referíamos. Para probar nuestra teoría del tamiz, necesitábamos sacar a Lilith de su búnker a prueba de todo. -Tendré que consultarlo con tu padre, pero me pidió que te enseñara para que pudieras estar en contacto con el mundo mágico. Y no puedo enseñarte a estar en contacto con el mundo mágico, si estás apartada de él, el 100% del tiempo.- esta idea no parecía calmar la ansiedad de la niña. -Estaré contigo todo el tiempo, y si las cosas se salen de control, utilizaré el encantamiento de tu padre, o te sumiré en un trance oclumante. Te prometo que cuidaré de ti.- dije intentando darle seguridad. En realidad no tenía idea de qué esperar de este experimento, pero solo podría saber si funcionaba, si exponía a Lilith al mundo.

-Mientras tanto, tengo un pequeño ejercicio para que separes las piedras de la harina. En mi dormitorio guardé un par de calcetines rojos y ahora no puedo encontrarlos. ¿Podrias buscar el último recuerdo que tengo de ellos para ver dónde los puse?- pregunté. Ella inclinó su cabeza pensativa. -Ok... Entonces, los calcetines rojos son la harina, pero... ¿Cuál es la trampa? ¿Dónde están las piedras y guijarros?- sonreí. -Los buscarás. Mientras canto. Y debo advertirte que no soy un gran cantante.- afirmé con convicción. Entonces comencé a cantar a todo pulmón, tan desafinadamente que hasta el calamar gigante del lago se alejó. Mientras tanto, Lilith se sumergía en las profundidades de mi cabeza con una idea fija: calcetines rojos. Sabía en qué parte de mis recuerdos estaba, pero a penas podía percibirla. Si no estuviera consciente de que estaba hurgando en mis pensamientos, probablemente habría pasado desapercibida, aunque creería que tenía una extraña fijación por calcetines rojos. Después de una media hora de hurgar con intensidad entre los recuerdos de mi dormitorio en la torre de Ravenclaw, se dió por vencida. Abatida y frustada, caminó rápido y golpeando los pies hasta su mochila sacó un par de calcetines, los agitó en su mano hasta que se volvieron de color rojo y me los arrojó en la cara. -¡Ten! ¡Ahí tienes tus dichosos calcetines rojos!- gritó. Luego miró con confusión mi expresión divertida. -¿Te divierte verme fracasar rotundamente?- chilló.

Le sonreí. -En realidad, no tengo un par de calcetines rojos. Solo quería ver si eras capaz de mantener tu concentración en algo mientras mi horrible canto y todos mis recuerdos te aturdían. ¡Y lo hiciste de maravilla! Todo lo que podía oír en mi mente eran "calcetines rojos". Incluso si no tengo un par, mi cabeza se dirigió contigo hacia su búsqueda. En un momento, hasta olvidé lo que estaba cantando y simplemente continué gritando cosas al azar.- La expresión de la niña mutó durante unos treinta segundos. Parecía divertida, y orgullosa, y luego enojada, y de nuevo divertida. Finalmente resolvió que se merecía sentir orgullosa por su progreso y saltó por la habitación dando alegres chillidos. Era algo bonito de ver. Y me recordó por un momento a Luna, la extraña Ravenclaw de primer año, que no tendría reparos en manifestar así su emoción, aunque seguramente lo atribuyera a un torposoplo en su cabeza, o algo por el estilo.

Dejé que se divirtiera un momento más, y luego corte sus chillidos con una apuesta redoblada. -¿Estas lista para un desafío más grande?- instantáneamente se volvió sería y asintió. -Iremos a la habitación contigua. Aún está lo suficientemente aislada para que no sea abrumador, pero no contiene los bloqueos de esta sala. ¿De acuerdo?- pude ver su expresión de terror. Pero pese a ello, asintió. Tal vez estaba lidiando con una Gryffindor después de todo. En la habitación de Snape había algunos objetos encantados que sabía que debía bloquear para mantenerse enfocada en la lección. Ví su esfuerzo y percibí como su cabeza se acomodaba al nuevo ruido ambiente. -Bien. Ahora: mantendré una charla con tu padre. Mientras tanto, tu objetivo será descubrir qué clase de animal es mi mascota. La chica se sentó a los pies de la cama e invadió mi mente. La dejé vagar sin reparos, mientras yo mismo me concentraba en poner al tanto a Severus sobre el nuevo enfoque y los prometedores avances que habíamos tenido.

El hombre se veía complacido, pero no confiaba en mí criterio para sacar a Lilith de la mazmorra. De pronto, sentí como la chica se extraía de mi mente y volvía a la habitación. -¡Fue una pregunta con trampa!- Soltó sin reparos. La miré extrañado. -El hecho de que no puedas...- comencé a decir, pero me interrumpió, levantando un amenazador dedo - ¡¿Quién ha dicho algo sobre no poder?! ¡Dije que hiciste trampa! En Hogwarts están Artemisa y Atenea dos gatas gigantes, una es negra con manchas naranja, la otra es atigrada y tiene un aura demandante y severa.- Snape parecía tan sorprendido como yo. La chica continuó -Pero en Uruguay tienes a Vipy, una dragona que tu mismo intentaste empollar, a Quetzy, una especie de dragón con plumas y sin alas, aunque no estoy segura de que puedas llamarlo mascota porque viene y va, y a Plumita, una cosa mitad pájaro mitad... no sé qué. Además tienes una perra amarilla.- Snape asintió mirando alternativamente a su hija y a mi. Los resultados positivos que había descrito, no ilustraban ni por asomo, el logro que Lilith acababa de demostrar. Con ello, nos ganamos el permiso de salir de la mazmorra, siempre y cuando yo la acompañara y me asegurara de su bienestar. Suspiré, y una risita se me escapó. Imaginaba lo que Quetzy diría si supiera que acababa de ser llamado "dragón con plumas". En un mes, iríamos al callejón Diagon, y en poco tiempo estaría sola, expuesta a Hogwarts en su máxima expresión. Ahora que habíamos dado con la forma correcta, era momento de presionar hasta saber que estaba lista.

-Entonces, señorita sololock, nuestra próxima tutoría ocurrirá fuera de esta mazmorra, junto al lago negro. ¿Estas lista?- después de haber abandonado su habitación y ser capaz de extraer mis recuerdos mientras tenía una conversación sobre otro tema, con otra persona, sin desviar su atención, su confianza había aumentado. -¡Apuesta tu culo que si!- gritó. Me reí entre dientes. -Por mucha confianza que tenga en ti, no apostaría mi culo por nadie.- respondí. La chica se inclinó hacia atrás, dando una mirada a mi trasero. -Es un bonito culo, sería una lastima que lo perdieras.- dijo como dando su visto bueno a mí negación a apostarlo. Una vez más, Luna Lovegood vino a mi mente. Tal vez esas dos deberían ser amigas. Pero ahora tenía otra cosa en mente. Necesitaba una feroz distracción, y un reto.

Caminé hacia la sala común de Ravenclaw pensando en esto, cuando mi respuesta se cruzó en el camino. -¡Hermione!- llamé apurando el paso para alcanzar a la Gryffindor. -Me alegro de verte... Bien.- comencé. Recordaba que la chica había sido recientemente despetrificada gracias a los esfuerzos conjuntos de Pomfrey y Sprout. No podía decirse que éramos amigos, pero de todas formas, sería grosero al menos no mencionarlo. La niña cuyos ojos asomaban detrás de la pila exagerada de libros que cargaba de la biblioteca me agradeció. -¿Algo de lectura ligera para antes de dormir?- pregunté dividiendo los libros entre los dos. -¡Ya quisiera! ¡Estuve petrificada tanto tiempo! Ahora tengo que ponerme al día con todas las materias.- comentó. -Si, bueno... Todas, menos defensa contra las artes oscuras.- la chica se ruborizó. -¡No puedo creer que haya creído sus mentiras!- exclamó indignada. -Tu, y prácticamente toda la población estudiantil femenina-. Comenté, intentando aliviar su vergüenza. Ya estábamos en la entrada de la sala común de Gryffindor. -Escucha, Hermione, necesito pedirte un favor...- la chica parecía intrigada. Le expliqué brevemente la situación de Lilith y nuestros avances en su bloqueo mental, ella parecía abrumada aunque sorprendida. -Un tamiz mental. Eso tiene que ser lo más creativo que he escuchado.- dijo dándole vueltas al asunto. -Cuando conoces a Lilith debes ser... Recursivo. No es la típica bruja.- dije. La chica recogió sus libros de mis manos. -suenas interesado.- soltó arqueando una ceja. -Yo... Solo estoy... Impresionado. Y... Es algo cool cuando logras superar su mal genio inicial.- ella se rió. -Esta bien, te ayudaré. Solo dime, ¿en qué puedo serte útil?- Lo pensé un segundo. Necesitaba un reto.

-¿Que tal si invitas a Ron, y Harry al lago negro junto a nosotros? Le pediré que busque una pieza de información de tus recuerdos, nada invasivo, puede ser lo que quieras en realidad, la tuve buscando por media hora un par de calcetines rojos imaginarios.- ella lo pensó. No parecía particularmente divertida con la idea de alguien hurgando en su cerebro, lo cual era un argumento perfectamente válido para negarse. -Estaré ahí.- Afirmó. -¿Pero para que necesitas a Harry y Ron también?- me encogí de hombros. -Lilith necesita aprender a separar la harina de los guijarros. Cuántos más estímulos mágicos a su alrededor, más guijarros.- respondí. Pareció comprender precisamente de qué hablaba. -Te veré mañana.- dijo, y se paró frente al retrato de la dama gorda, mientras yo le daba la espalda y me encaminaba hacia mi propia torre.

...

El día había pasado lentamente, probablemente porque estaba ansiosa de ver a Invitus. Quiero decir... No es que quisiera verlo a él, en particular. Solo quería ver a alguien. Y la promesa de salir de la mazmorra sonaba esperanzadora... Qué pasaría una vez que estuviera arriba, en la superficie. Sabía que él no dejaría que me pasara nada, confiaba en él, y un creciente respeto mutuo se había generado entre nosotros. Invitus podía verme como una niñita perdida y de mal genio al principio, pero ahora sabía de qué era capaz. Pude sentir en él, su respeto por mi poder, y entendí que por primera vez me había visto como una igual después del incidente del vacío. Claro que no era rival para alguien que había estudiado magia desde los 4 años y había nacido con un poder mental fuerte como el mío propio, pero que ahora estaba mucho más desarrollado a base de ejercicio y estudio. Pero seamos sinceros, si alguien así podía respetarme, estaba segura de poder con las miradas acusatorias del castillo. Aunque no hubiera estado en él, podía escuchar el eco de esos comentarios en el cerebro de Severus y en el de Invitus también. Me llamaban "la bastarda muggleborn de Snape". Pero podía vivir con eso. O podía ponerlos a flotar de cabeza hasta el desmallo. Lo que ocurriera primero.

No tenía una túnica de Hogwarts, y supuse que mi ropa muggle atraería demasiada atención. Intenté hacerlo lo menos disruptivo posible. Elegí unos pantalones holgados negros y una camiseta negra también. Pero Invitus tenía sus propios planes. Golpeó y pregunto si estaba vestida antes de empujar la puerta, aparentemente había aprendido algo de la última e incómoda vez que había entrado sin avisar. Me reí y lo dejé pasar. Traía en su mano una capa negra. Por supuesto, no tenía la insignia de ninguna casa, después de todo, no pertenecía a ninguna y no tenía permitido llevarla. Pero aparentemente, Hogwarts tenía algunas capas negras de más, probablemente procedente de la sala de los menesteres de la que tanto me había hablado. ¿O lo había escuchado en su cabeza? No importa, el hecho es que sabía de su existencia.

Me coloqué la capa que se me veía algo grande y agité mi cuerpo para que mi magia se moviera sobre ella y la adecuara a él. -¿Cómo hiciste eso?- preguntó intrigado. -¿Eso qué?- Invitus parecía perplejo. -Tu magia... Sin una varita.- respondió abriendo mucho los ojos. -No lo sé. Pasé tanto tiempo intentando entenderla sin una varita, que ahora solo visualizo lo que quiero y... Ocurre. ¿No recuerdas lo que hice con los calcetines que te obsequié?- Pareció sorprendido, luego sonrió, se tiró una de las perneras de su pantalón y reveló que llevaba puestos mis calcetines. -¿No puedes hacerlo?- pregunté saboreando el momento. -¡Claro que puedo!- dijo indignado por mi acusación. -Pero no es algo que solo ocurra. Requiere gran concentración y esfuerzo. La gran mayoría de los magos solo hacen magia sin varita cuando son pequeños y tienen explosiones de magia involuntaria. Pero dirigirla hacia algo en especifico, como, ajustar una túnica a su figura...- -No es solo agitar una mano y recitar un par de palabras.- asentí. -Exactamente.- Terció -¿Para que ir por la vida sacudiendo un palito y diciendo cosas sin sentido, cuando puedes simplemente visualizar tu objetivo y canalizar tu magia hacia eso?- Invitus resopló. -De momento no necesitas más atención de la que ya atraes. Solo abrochate la túnica y evita que otros te vean hacer eso. Centrémonos en tu tamiz. ¿De acuerdo?- asentí. Pensé que me daría un sermón sobre el uso indebido de la magia, uno que ya se estaba formando en su cabeza, decidió ahorrarmelo.

Ya en el patio de Hogwarts, nos encaminamos a la orilla del lago negro. Tres chicos nos estaban esperando. Lo supe enseguida porque la chica buscaba el cabello azul de Invitus entre los demás estudiantes, y en cuanto nos vio agitó su mano en nuestra dirección. -¿Tu novia?- pregunté. -¿Celosa?- respondió evasivo. -Claro que no. Por mi puedes acostarte con todo el colegio si gustas.- el sonrió divertido. -Gracias, pero lo cierto es que preferiría evitar a algunos... Y volviendo a tu pregunta: no, no es mi novia. Es la bruja más brillante de mi generación.- respondió. -Después de tí.- afirmé. El sonrió un poco más. -Probablemente.- Llegamos a dónde los tres estaban sentados, el del cabello color naranja zanahoria, parecía hacer sido víctima de un hechizo reciente. Sus pensamientos eran difusos, veloces, desordenados y caóticos. Sería un problema concentrarme cerca de él. La chica era poderosa, si. Extremadamente dotada, tal y como la había descrito Invitus. Pero su mente era un placer. Organizada y pulcra. El otro chico no podía ser otro que Potter. El niño que vivió. Suponía que su aura sería increíblemente poderosa, casi tan abrumadora como la de Dumbledore. Después de todo. El chico había vencido a Voldemort tres veces en 13 años. La primera antes de cumplir un año, la segunda en su primer año en Hogwarts, tras la piedra filosofal, y la tercera y más reciente, con ayuda de Invitus, un pájaro raro, y ese otro chico, habían derrotado un basilisco y evitado que la forma espectral del señor tenebroso tomara la vida de otra chica para revivir. Eso era un prontuario espectacular. Sin embargo, su magia no era nada espectacular, y me resultaba en extremo incómoda. Cómo si algo en el fuera violento y terrible. Decidí casi en ese momento que no me gustaba Potter. Pero ahí estaba y tenía que resistir a lo que sea que Invitus tuviera planeado para mí antes de poder alejarme de él.

-Bien,- dijo mi tutor. -Aquí estamos rodeados de magia, magos, brujas y criaturas y aún no has explotado. ¡Podríamos llamarlo victoria!- dijo con gesto teatral. Pero lo conocía mejor que eso. No me había traído aquí solo para probar que podía caminar entre los magos. Mi práctica con los pensamientos todavía debía estar por comenzar. Entonces, me miró con una sonrisa mordaz y supe que esto sería tortuoso. -Bien, tu primera prueba será recuperar un pensamiento de la mente de Hermione.- ¿Solo eso? La chica tenía la mente más organizada que jamás había visto. Si pretendía que ello fuera un reto, tenía un az bajo la manga, y podía apostar a qué tenía que ver con los otros dos chicos. Hermione se aclaró la garganta. -Quisiera que me dijeras a qué se dedican mis padres.- Bien, nada difícil, los recuerdos emotivos suelen estar interconectados, encontrar a sus padres no podía ser tan difícil en su mente y luego una cosa llevaría a la otra. Antes de que pudiera meterme en su mente, Invitus se dirigió al pelirojo. -¡Ron, escuché que los Chudley Cannons jugarán en la copa este año!- Inmediatamente, el pelirojo comenzó a pensar tan alto que todo lo que podía visualizar eran pelotas voladoras y hombres en túnicas naranjas montando en escobas. ¿Por qué estaba viendo esto? ¡El desgraciado de Invitus me estaba tirando con artillería pesada! Ni siquiera podía llegar a la mente de Hermione sin que una ridícula imagen de tres aros se interpusiera en mi camino. Ok, si eso es lo que quieres. Visualicé la mente de Hermione tan clara como pude en mi cabeza, solo necesitaba pasar por esos estúpidos aros y estaría allí. Entonces ví que uno de los magos sostenía una bola y se dirigía hacia los tres postes. Adiviné sus intenciones y me metí de lleno en la bola, atravesando uno de los aros y entrando de golpe en la mente de la chica. Ya estaba dentro y podía bloquear a Ron y sus estúpidos Cannons. -¿A qué se dedican tus padres, Hermione?- Pregunté como si esperara que alguien me respondiera. Sorprendentemente, un archivero se abrió y encontré un recuerdo de sus padres. -¡Lo tengo!- volví a mi mente. Ron interpretaba una ridícula canción que sonaba casi como un himno hooligan. -¡Dentistas!- Respondí. -Ya era hora... Resopló Invitus que no estaba particularmente orgulloso de mi trabajo. Me había costado mucho concentrarme y bloquear los guijarros que Weasley tenía en la cabeza era mucho más difícil de lo que esperaba. Dudaba mucho que ese chico tuviera algo de harina en el cerebro. Más bien parecía una cantera. Hubiera deseado que Invitus elogiara el esfuerzo que había hecho, pero en su lugar, me humillaba, ¡Y en público además! Estaba agotada, frustrada y quería pegarle en toda su fea cara.

-Tal vez si tu tarea no hubiera sido tan ridícula, no me habría costado tanto trabajo concentrarme- solté indignada. -¿Ridícula? ¡Te pedí que buscaras un recuerdo en la mente más organizada de todo el castillo!- soltó acusatoriamente. -Y luego me arrojaste la cantera hooligan de Weasley encima!- él resopló -Deberías hacerlo de ojos cerrados.- Comencé a sentir que vibraba de enojo. Algo enorme respondió mi llamado y entonces un tentáculo gigante salió del agua y golpeó con tanta fuerza el suelo que lo hizo vibrar. Recuperé un poco de control, el suficiente para darme vuelta y correr hacia el castillo escuchando en mi cabeza todos los cuchicheos y pensamientos a mi alrededor. Solo quería llegar a la mazmorra. -¡Sangre pura!- grité a la puerta que se abrió dejando descubierta la sala común de Slytherin, la recorrí a toda velocidad, atravesé el dormitorio de Severus Snape sin reparar en su presencia y azoté la puerta detrás de mi. Eso era todo. Adiós a mi magia. Jamás podría conseguirlo.

...

-Eso fue... Algo.- dijo Ron algo desconcertado. -¿Te molesta explicar lo de la cartera de Weasley?- Hermione tenía los ojos abstraidos. -¿El calamar gigante hizo eso o...- me miró. Yo me había puesto de pie viendo a la niña correr. -Definitivamente, eso fue ella.- sentencié. -¿Puede controlar a los animales?- volvió a preguntar Ron. -Ni siquiera puede controlarse.- corté con algo de resentimiento. ¿En qué estaba pensando Lilith? Perder el control así solo por una crítica no parecía racional, y podría haber lastimado a alguien. Lilith era una malcriada que estaba acostumbrada a que todo le fuera bien. Pero el mundo muggle era una cosa completamente diferente. Y si esperaba que fuera suave con ella, debería ir pensando en conseguirse otro tutor. Tal vez a estas alturas ya le estaría pidiendo a Snape que lo hiciera. La voz de Harry resonó en su cabeza. -No seas tan duro con ella.- pensó. Luego se puso en pie y camino hasta llegar a mi lado -Se que no es lo mismo, pero cuando regresé al mundo mágico, lidiar con toda esa estupidez del niño que vivió... Puede ser una pesadilla intentar estar a la altura de las expectativas. Y los zapatos de Snape pueden ser unos zapatos muy difíciles de llenar.- Lo medité un momento. -Es una bruja muy poderosa, probablemente más que su padre. No necesita llenar esos zapatos.- respondí. Harry solo negó con la cabeza. -Piensalo: mañana descubres que eres hijo de McGonagall. Y el mundo espera cosas increíbles de ti, y tú naciste con un poder tan grande, que ni siquiera puedes controlar. ¿Qué clase de presión es esa para una niña?- Pero yo no iba a dejar pasar ese berrinche tan fácilmente. -Probablemente menos que: "eres un mago, y destruiste al señor tenebroso antes si quiera de que pudieras generar un recuerdo. Oh, y ¡feliz cumpleaños!" Pero aquí estás tú, y estás bien.- Harry no pudo evitar verse divertido al respecto. -Pero tuve gente en el camino. Ron, Hermione, Hagrid, Dumbledore, los gemelos... La familia Weasley completa, McGonagall. Todos han estado para mí y dispuestos a ayudarme, en el nombre de mi padre o de mi madre, o de su sacrificio, siempre ha habido alguien conmigo. ¿A quien tiene Lilith?-

Esa pregunta hizo eco en mi cabeza. En todo este tiempo, no había hecho mención alguna de un solo amigo muggle, la única que sabía de su magia y le había permitido experimentar con ella era su madre. Las imaginé a las dos viviendo solas en un pequeño apartamento de Londres. No tenían mucho, pero al menos se tenían la una a la otra. Supuso que su madre, intentando disminuir los sucesos de magia accidental, la habría educado en casa. Eso significaba, que tras la muerte de Jana Lock, Lilith se había quedado... -completamente sola.- dije para mí, pero Harry asintió cómo si le estuviera respondiendo. Tal vez en efecto, había sido muy duro con ella. A todo esto, no contribuía en nada que desde la muerte de su mamá estuviera encerrada: primero en el orfanato, luego en el caldero chorreante, y ahora en la mazmorra... Sí Lilith quería mejorar, y si lo quería, debía dejar de aislarse literal y metafóricamente, y comenzar a hacer vínculos con el mundo mágico.

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