Capítulo 41: Los dos Potter.
Paseaba por los terrenos de la casa de mi familia, cuando me tope con unos invernaderos desvencijados. Curiosamente, pese a que viví allí toda la vida, no había reparado en ellos... Nunca fui un niño que fuera particularmente dado a la vida al aire libre, a menos que se considerara aire libre a los canteros y macetas a la entrada de la casa principal. Me pareció un desperdicio tenerlos allí así, y entonces decidí repararlos. Al vivir en una casa mágica, con magos adultos, elfos domésticos y alguna que otra criatura, el ministerio no se enteraría de que estaba usando magia. Mientras los reparaba, pensaba en la utilidad que podría darles, seria una buena inversión de mi tiempo, estaría muy bien tener a mano ingredientes para pociones para los merodeadores y también sacarme algún dinero extra y no tener que pedir a mi abuela, que aunque había mejorado su actitud y su trato para conmigo, seguía siendo una bruja estricta y severa. Tal parecía que mi mejoría con la magia, la había ablandado un poco -¡Neville! ¿Dónde estás?- escuché su voz -¿Cómo hiciste esto?- preguntó estupefacta cuando me vio junto a los diez invernaderos recién reparados -Pues... Con magia, abuela.- Respondí, rascandome la nuca por la obviedad -¿Y con qué propósito?- volvió a inquirir severamente -Bueno, me parecía un desperdicio tener tan buenos invernaderos rotos y abandonados. Podrían ser una fuente de ingresos extra, y también una fuente de ingredientes de pociones para mí y mis amigos.- Expliqué, tratando de investir mis palabras de seguridad. -¿Y para qué querríamos mas ingresos? Sabes que somos ricos ¿No? Ademas... ¿Quienes son estos amigos tuyos? Ya me has hablado de Harry Potter, el hijo de Arthur Weasley y la chica de padres muggles, pero pensé que no pasabas mucho tiempo con ellos.- Siguió mi abuela con su interrogatorio, que empezaba a exasperarme -Pensaba en quedarme con los ingresos para mi, para no tener que estar pidiendo dinero constantemente...- Comencé a explicarme, rezando para no despertar la furia de Augusta Longbottom -... y mi grupo de amigos... es algo complicado. Aunque antes eran amables conmigo no eramos exactamente amigos... comenzó este año, dentro de ellos están los que mencionaste, además de Invitus Perit, Ginny Weasley (hermana de Ron), Luna Lovegood, Juliet Diggs (la hija del nuevo profesor de historia de la magia), Lilith Prince (la hija del profesor de pociones), Ignatius Wall, Thadeus Smith y Draco Black.- dije dando explicaciones. El ultimo nombre la sobresaltó un poco -¿El niño que ese estúpido Malfoy desterró?- soltó con un atisbo de sonrisa y, sin aguardar mi respuesta, añadió -...Así que el juntarse con varios "traidores a la sangre" como diría su padre... muggleborns y mestizos... fue la causa de su destierro.- murmuro mi abuela pensativa. -... y el niño ya fue adoptado por su tío.- Continuó la linea de su pensamiento. Yo me reí -Eso y hecho heredero de la familia Black, según la última carta de Harry, también.- complete la información de mi abuela -Me gusta tu nueva iniciativa, también el cambio que ha provocado en ti tus nuevos amigos. Ten.- dijo y me entrego un permiso de Gringgot's sin limite de movimientos -Compra plantas para tus invernaderos, también algunos elfos para que se ocupen de ellos cuando estés en Hogwarts. Va siendo hora que el próximo cabeza de la familia Longbottom se mueva en los negocios, cuando regreses, si quieres, te daré libros de política también.- Dijo y por primera vez en muchos años me dio un abrazo antes de marcharse y dejarme algo incómodo.
Con mi nuevo permiso de Gringgot's, marche hacía el callejón diagon, donde un mago podía encontrar todo lo que buscara, y me dispuse a comprar una variedad de las plantas más útiles que pude pensar y algunas raras también. Paseando por el callejón, se me ocurrió también pasar por Madam Malkin's y renovar mis trajes y túnicas de diario, ya que, según mis amigos me vestía como un abuelito, y si tenía que incursionar en la política, debía de verme bien. Salí del local con un traje de corte recto, negro con el forro rojo escarlata, y una túnica haciendo juego, con leones dorados bordados en el cuello. Los otros que había pedido, serían enviados a mi casa. Una vez listo, marché en busca de elfos. Luego de un duro regateo, pude comprar uno para cada invernadero, y hacer la unión con ellos para que pudieran alimentarse de mi magia y la de mi familia, los mandé asearse y vestirse más decentemente (obviamente, les aclaré que sus nuevas prendas no eran de su propiedad, sino mía.) No compartía la esclavitud, pero mi abuela me había explicado que era un tipo de simbiosis donde los elfos nos servían a cambio de extraer magia de nosotros para sobrevivir, y siempre me había enseñado a tratarlos justamente y no abusar de ellos. Hice una última parada en Florean para tomarme un helado, y partí para casa a esperar la llegada de mis compras.
...
El número 12 de Grimmauld Place era... un basurero. Se notaba que hacía años que estaba deshabitado, y aunque había un elfo domestico, parecía que no había hecho nada por el lugar en los años que estuvo vacío. En el poco tiempo que Harry, Draco y el señor Black estuvieron aquí antes que Lil y yo llegaramos, solo habían podido acondicionar tres dormitorios, así que me tocaba compartir con Harry. Esto no me incomodaba, Harry era mi amigo. Pero... el libro que Lil me había regalado en navidad, hacía volar mi imaginación vivida y me producía sonrojos de pensar que estaría sola en una habitación con un chico. Mi tren de pensamientos se vio alterado, cuando una explosión hizo vibrar toda la casa. Salí corriendo hacía el origen de la misma, y vi a Lilith, con la varita aún en la mano, mirando extasiada a una pared derribada, mientras el elfo más viejo sollozaba desesperadamente -¡Mi ama! ¡Mi preciosa ama!-. Los chicos, con cara de pánico, vitoreaban y se rascaban la nuca con algo de desconcierto en el semblante. -¿Qué pasó?- pregunte aterrorizada. ¿Finalmente Lil y Sirius habrían dejado el velado recelo para sacar las varitas y comenzar a lanzarse maldiciones? me pregunté. -El tonto de mi padrino le pidió a Lil que se deshiciera del cuadro de su madre, y cito: "a como de lugar"- explicó Harry en tono cansino -Y ella no tuvo mejor idea que volar toda la pared donde este se encontraba.- Miré a mi amiga que se encogió de hombros. -"Presencia permanente" si, cómo no.- sentenció ella, orgullosísima.
-Dobby, Kreacher.- habló Draco -¿Si? joven amo Black.- dijeron los elfos al unisono, el más viejo de ellos incorporándose con aspecto contrariado. -Por favor limpien todo este desastre, y...- se interrumpió. -No, Kreacher, no puedes conservar el retrato. Luego pueden continuar con la biblioteca, ya que nuestras amigas necesitan estudiar. Nosotros saldremos de compras para restaurar la casa.- dijo el rubio y ambos elfos hicieron sendas reverencias antes de ponerse a limpiar los escombros. Contemplé la escena horrorizada. El elfo al que había llamado Kreacher no parecía nada contento con lo que acababa de ocurrir, pero de todas maneras, limpiaba reduciendo su frustración a un puñado de murmullos inaudibles. -¿Desde cuando tienes dos elfos?- interrogó su pareja -Bueno... tecnicamente no los tengo. Pero... Dobby fue liberado y decidió servirme, y Kreacher desdeña a Sirius y se niega a acatar sus ordenes, o las de Harry.- Respondió el rubio sin mayor reparo. Yo resoplé. -Esto es una barbarie, tener a una raza inteligente como esclavos, es...- explote. Harry me miro con ternura y me paso la mano por la espalda para calmarme. Su gesto, y las persistentes imágenes de mi mente, hizo que se me erizara el bello de la nuca. -Se que no es lo mejor.- se explicó el rubio. -Pero los trato con respeto y, no les pido que hagan nada indecente o que atente con su salud. Y no se me ocurriría castigarlos si me desobedecieran o se negaran a acatar una orden. Pero los elfos necesitan de un mago para vivir ya que su soporte vital es la magia, y ésta la obtienen del vinculo con el mago o la familia de magos a la que sirven. Sé que hay quienes los tratan horriblemente, sin ir demasiado lejos, mi antigua familia, trataba a Dobby peor que a la basura. Por ello, yo liberé a Dobby, pero el quiso unirse a mi y servirme. Aunque intenté ofrecerle un salario digno y un día de descanso a la semana, él solo me aceptó un galeon a la semana y un día libre cada mes.- Finalizo el Slytherin, con un poco de vergüenza por haber sido tratado de esclavista.
Me incorporé, liberando mi hombro de la mano de Harry que se había quedado allí. -Lo siento Draco, no trataba de ofenderte, y realmente no conocía todos los por menores del trato hacía los elfos. Sigo considerando que no es un trato justo, aunque me alegra saber que tratas decentemente a los elfos a tu cargo.- Dije, tratando de hacerlo sentir un poco mejor. -Gracias.- dijo él con una mueca. -¿Kreacher podría no obedecer al amo sin ser castigado?- preguntó el elfo con ojos llorosos. -Si, pero Walburga no debe seguir insultando a cuanta persona entra en esta casa.- Sentenció Draco con la mirada firme. Kreacher asintió. -Kreacher se asegurará de que mi ama no se escuche por la casa.- asintió, y dando un chasquido, recuperó el retrato del montón de escombros y corrió a esconderlo con devoción. -¡¿De verdad?!- chillaron Lilith y Sirius a la vez, sorpréndiendonos de que finalmente estuvieran de acuerdo en algo. -El punto de quitar el cuadro era evitar que tu madre nos echara cuantos insultos conociera cada vez que pasaramos por ella, no hacer sentir miserable a Kreacher.- respondió. Sirius pareció levemente decepcionado.
-Bueno,- cortó lil, dirigiéndose a su novio -vístete con algo menos... remilgado. Iremos a hacer las compras en el lado muggle.- Dijo Lilith, sacando una falsa expresión de ofensa de Draco, por ser llamado remilgado -¿Por qué iremos al lado muggle? Y... oh, tengo una duda: ¿quién te puso a cargo de las decoraciones de la casa?- preguntó él. -Porque no queremos un escritorio con patas de grifo, o un sofá que muerde a sus ocupantes, y si esta va a ser tu casa, no quiero adentrarme en una cueva para hombres cada vez que venga de visita.- Dijo ella sacandole la lengua. -¿Estas diciendo que tengo mal gusto?- inquirió -Salvo tu gusto para elegir novia y para vestirte... dudo que te vaya bien decorando una casa. El oscurantismo ya paso de moda hace siglos.- dijo, riendo de su broma -Además en el callejón diagon el diseño es algo... obsoleto.- terminó -¿Y por qué no decido yo? ¿o Sirius?- preguntó Harry -Sinceramente... tampoco creemos que una casa que se vea como vestuario de quidditch, o un lugar lleno de minibares y posters de mujeres y hombres desnudos sea la mejor decoración.- expliqué, y mi amigo me miró indignado. -Sirius.- grito Harry -¿Qué pasó cachorro?- respondió el hombre al llamado, asomando la cabeza por una puerta que no había notado y con un libro en la mano -Lilith y Hermione se declararon jefas de la reconstrucción y decoración de Grimmauld Place.- Dijo Draco -¿En serio? Genial chicas, nunca fui muy bueno en esas cosas, y lamentablemente este basurero se debe ver como una casa de un Lord si la vamos a conservar.- Respondió Sirius, dejandonos atónitos -Tengan. Ésta tarjeta sirve para comprar en tiendas mágicas y muggles, también deberían ir por un par de elfos más...- miró con precaución a Hermione -...pero si no quieren, ya iré yo.- agregó con premura. -Ahora me retiro; tengo que seguir con las finanzas y los negocios de la familia.- dijo apuntando con una mueca de desprecio al libro que llevaba en la mano -A menos que alguien quiera hacerme un favor y matarme.- Dijo el hombre riendo, y se fue.
...
Salimos hacía una zona de tiendas que había cerca de la que sería nuestra nueva casa, necesitábamos toneladas de cosas. Mientras las chicas iban adelante, Draco y yo íbamos mas atrás, charlando sobre cosas que podríamos poner en la casa -Sería genial colocar un laboratorio de pociones.- Dijo el rubio -Y un salón de duelo y practica, con maniquies para entrenar.- le dije yo, con cierto entusiasmo. Nunca había podido elegir el aspecto de una habitación, mucho menos de una casa. -Pero... ¿Dónde conseguiremos esas cosas?- pregunté -Supongo que en el callejón Diagon podemos encontrar todo para ambas habitaciones, así que después de encargar todo del lado muggle, podemos mudarnos al callejón a comprar lo que no encontremos de este lado.- me respondió mi primo -Y también actualizar tu guardarropas mágico, si vas a resurgir la familia Potter, debes verte como un mago poderoso y acaudalado. Ya sabes... lamentablemente, es la única forma que te respeten.- concluyó, con un poco de tristeza en su semblante. Parecía que empezaba a entender y repudiar las prácticas injustas que hay en nuestra sociedad. En la ferretería, escogimos y encargamos varias latas de pintura, papel tapiz, y otros materiales para reparar cualquier daño que hubiera en la casa. Debía de admitir que los colores y diseños elegidos por Lil y Mione iban a hacer que Grimmauld fuera mas luminoso y cálido de lo que era ahora, que parecía la morada de un señor tenebroso. Además, tomaron en cuenta nuestros gustos y opiniones, lo que me hizo sentir más cómodo con la idea de que ellas remodelaran la casa. Luego, nos cambiamos de tienda para escoger los muebles. Juegos de estar para las varias salitas y habitaciones que cumplían esa función, un juego de comedor informal para el pequeño espacio en el que a veces cenábamos, junto a la cocina, y uno mas formal y grande para el salón que estaba en la planta principal por encima de la cocina, también varios juegos de dormitorios bastante neutros para la mayoría de dormitorios que estarían deshabitados si no teníamos visitas, y el de Draco y el mío, que nos dejaron escoger.
-Creo que nos merecemos un descanso para almorzar, luego podemos ir hasta el callejón Diagon para comprar las cosas que obviamente no encontraremos aquí.- Dijo Lil, sacandome un suspiro de alivio. Habíamos pasado toda la mañana de tienda en tienda, y los pies me dolían. -¿Qué tal si vamos a comer fish and chips en aquel puesto?- propuso Hermione señalando un pequeño puestito callejero al lado de un río -Genial, así hacemos que mi noblete primo se acostumbre las comidas mundanas de los que no somos de alta cuna.- dije, echando la lengua a Draco y haciendo reír a las chicas -¡Que ya no soy noblete! Al menos ya no soy un estirado.- dijo exasperado. Habló, con una sonrisa de humildad, pero los tres sabíamos que le ocurriría a esa mueca, en cuanto le entregaran la comida. Nos sentamos a la orilla del río a esperar que Hermione volviera con las cuatro raciones de fish and chips y charlar; a Lil le encantaron las ideas de colocar un laboratorio de pociones y un área de duelo y entrenamiento en la casa, y mientras nos comentaba que estaría genial agregar mas libros a la biblioteca Black, ya que suponía estaría llena de libros de magia oscura, Hermione llegó con las cuatro ordenes envueltas en periódico y nos entrego a cada uno una ración de comida. La cara de Draco muto a una de disgusto inmediatamente y no pudimos resistir la carcajada general. -¿Esto es alguna clase de broma?- inquirió. -Porque no tiene nada de gracia, con el hambre que tengo.- replicó. -No es ninguna broma, noblete.- le solté. -Así es como tradicionalmente se vende esta comida. No es una buena ración de fish and chips si no se sirve en papel de diario.- Le dijo Mione asintiendo con énfasis. -Así que, deja de ser tan refinado, mi muy estirado amor. Abre ese paquete y come.- completó Lil. Él resopló y abrió el envoltorio de la comida -¿Y los cubiertos?- pregunto y las carcajadas no esperaron para salir nuevamente. -Ay primito, hay que enseñarte a ser un simple mortal y disfrutar de las cosas sencillas de la vida.- dije dramáticamente, y las chicas volvieron a reír -Los cubiertos son tus manos y dedos, tan simple y fascinante como eso.- Él procedió a tomar la comida, no sin cara de asco al sentir los dedos engrasados. Pero todas las caras y morisquetas de repudio finalizaron al darle el primer bocado -Eshto... Eshh deligioso.- dijo con la boca llena y, en esta ocasión, las caras de asco provinieron de Lil y Mione. -¡Pero tampoco tan mundano primo! Conserva el lindo habito de tragar antes de hablar.- le imploré. -Los magos estamos muy atrasados en la gastronomía. No me molestaría que sirvieran esto en Hogwarts.- dijo y siguió comiendo -Creo que las recetas de Hogwarts no se han cambiado nunca, las proporcionó la misma Helga Hufflepuff.- Dijo con una nota de respeto, nuestra querida enciclopedia Mione.
Cuando estuvimos de regreso en Grimmauld Place, Dobby nos recibió con una sonrisa que hacía que su boca desmedidamente ancha se abriera como un tajo en su diminuta cabeza. -¡Dobby y Kreacher han limpiado los escombros y acondicionado la biblioteca!- afirmó con orgullo en su voz chillona. -Kreacher ya ha preparado la cena.- anunció, quitando una pesada bolsa de tela de las manos de Hermione. -Gracias Dobby.- le dijo ella con una gentil sonrisa. -Dobby lleva ese bolso y el de Lilith a la biblioteca. Son nuevos libros.- El elfo chasqueó los dedos y las bolsas desaparecieron. -Estas cajas poseen pintura y papel tapiz para las habitaciones, y esta otra es la pintura para las salas, el comedor y la cocina.- El elfo repitió el truco, haciendo desaparecer las latas y papeles y reapareciendolos en las habitaciones correspondientes. -¿El amo quiere que Dobby lleve los nuevos muebles a sus lugares? ¿Debe Dobby ensamblarlos?- preguntó entusiasmado. -De acuerdo, si no estás cansado, hazlo. Gracias Dobby. Luego puedes ir a tu habitación a descansar.- El elfo asintió con tanta fuerza que sus orejas sonaron "paf-paf" contra su cara. Volvió a chasquear los dedos, los paneles de madera de los muebles salieron de sus cajas y levitaron por encima de nuestras cabezas uniéndose velozmente. Pasamos por debajo de ellos y nos dirigimos a la cocina, donde Sirius ya estaba sentado a la mesa y Kreacher nos esperaba con la cena. -Estuvo delicioso, gracias Kreacher.- dijo Hermione al elfo que pareció incómodo, pero no dijo nada. Miró a Draco y luego hizo una inclinación de cabeza y se desapareció en un rincón de la cocina.
...
Después de la cena, todos estábamos bastante agotados, así que nadie se extrañó cuando me despedí con la excusa de ir a la cama. Sabía que Draco tomaría un baño antes de ir a la cama, así que tendría un momento para mi. Me dirigí a su habitación y me recosté en un sofá junto a la ventana. Los muggles caminaban por la calle sin reparar en la oscura y tétrica casa en la que estábamos, y eso me daba una sensación de soledad que generaba un vacío en el estómago. Cerré los ojos inspirando profundamente. Hacía mucho que no practicaba mis capacidades y sentía que se oxidaban. Probablemente Wandine se sentiría muy ofendida, pero pensé que luego lidiaría con ella; miré la puerta y moví mi mano hacia ella, el pasador se cerró con un sonoro click. Bien, pensé. Aún lo tengo. Sonreí. Miré la persiana de la ventana, aún recogida, y moví mi cabeza con un asentimiento seco, la persiana calló sin resistencia, cerrando el paso a la luz del exterior. -Necesito luz.- dije, y la luz se encendió. -Nada mal.- me felicité viendo mi reflejo en el espejo de marco negro y plata que había al otro lado de la estancia. -Bien, el toque de gracia...- dije estirando el cuello de lado a lado. Cerré los ojos y me concentré. -Sirius... ¿dónde estás?- pregunté como si la habitación vacía pudiera responderme. El aura de Sirius comenzó a destellar en mi mente. Se sentía como pisar la hierba helada con los pies descalzos. -¡Aquí... en la habitación principal!- me respondí. -Y Harry está... en el ático.- afirmé satisfecha, aunque con una mueca de asco. -Ahora veamos... Kreacher está en la cocina y Dobby está en su habitación...- continué, contando con los dedos. Los elfos se sentían muy distintos. Mientras el viejo se sentía como un sabor amargo, el más joven se sentía como esa sensación de vacío en el estómago que suele acompañar al vértigo. -Bien, bien... Hermione...- me esforcé un poco y entonces hice una mueca: el aura mágica de Hermione me confundía, era como el olor de la primavera. Una sensación tan leve que es apenas perceptible, pero que lo envuelve todo, de manera que una vez que la notas, ya no puedes evitar sentirla. -Oh, aquí estás, en la habitación con Harry. Y Draco...- algo me sonó extraño e hizo que me detuviera a mitad de un pensamiento. -Un momento.- dije con el ceño fruncido, abriendo los ojos. -Si Harry está en la habitación, ¿qué carajos he sentido vibrar en el ático?!- me pregunté.
Eché un vistazo al corredor, evitando ser vista. No tenía idea de por qué, pero supuse que era mejor que nadie supiera lo que había sentido hasta que me asegurara de qué demonios estaba pasando. La inconfundible aura plata de Draco, que olía como a noche y canela, seguía en el baño. -No hay moros en la costa.- me dije en un susurro. La habitación de Harry estaba cruzando el pasillo, unos metros más adelante. Me quité mis botas y caminé de puntillas en calcetines. La raída alfombra que cubría el trayecto soltaba pequeñas nubes de polvo con cada paso que daba. -Alohomora.- susurré al picaporte. Wandine tenía sus reparos, pero supongo que captó la presión que imprimía en mi hechizo, así que no se resistió y me permitió lanzarlo, la puerta se soltó sin el menor sonido, y la empujé solo lo suficiente para poder ver adentro. Esperaba encontrar un impostor, o lo que fuera... con excepción de... lo que me encontré. La voz ahogada de Hermione gimió algo que podría haber sido "Harry" y antes de poder detenerme a medio camino, había visto la delgada figura de Potter cuya cabeza se perdía entre las piernas de Hermione. -Oh por Merlín. Oh por Merlín. ¡OH-POR-MERLÍN!- chillé en un susurro asqueado. -¿Lilith?- la voz de Draco me sacó de mi ensimismamiento. -¡Chiiits! ¡Te van a oír!- Él me miró con extrañeza. -¿Quién?- Lo tomé por la muñeca y lo hice correr hasta nuestra habitación.
Cuando llegué a la habitación miré a Draco. Su mirada se debatía entre divertido e incómodo. -Yo...- me percaté por primera vez de que Draco solo estaba cubierto por una toalla que le colgaba anudada en las caderas. Su abdomen plano de piel plateada parecía lanzar destellos a la tenue luz de las velas de la habitación. -¿Tu...?- dijo él esperando que terminara la frase. Aunque me dedicó una sonrisita pícara, al notar hacia a dónde se dirigía mi mirada. Atrapó mi muñeca con un veloz movimiento y me atrajo hacia él. Un segundo más tarde, estaba atrapada en un beso entre su cuerpo y la pared y mi camiseta yacía a sus pies. Cuando estaba bajando sus dedos hacia el broche de mi sostén ya me había olvidado de los dos Potter y entonces... -Invitus.- dije con los ojos muy abiertos y sin poder contenerme. Draco se apartó y me miró. Sus ojos de un gris incendiados. -No. De hecho, mi nombre es Draco.- soltó arrastrando las palabras sin molestarse en esconder su tono de fastidio. -No, imbécil. Invitus. Aquí. Aho...- pero no pude terminar la oración. En ese momento el timbre de la puerta sonó y Draco me miró extrañado. -Oh... Claro.- dijo haciendo un gesto con la mandíbula que señalaba mi cabeza. -Ya... Voy a vestirme.- soltó apartando la mirada. Me acerqué a él. -Yo no podría pensar en otro cuando estás así de cerca.- susurré abrazando su espalda. El acarició mis brazos al rededor de su cintura. -Lo siento.- susurró. -No importa. Supongo que habría sacado de onda a cualquiera.- respondí. Me volví para recoger mi camiseta pero él aún me aferraba. Se volvió para mirarme. -Te quiero.- dijo con sus ojos aún clavados en mí. -Y yo a ti, crawler cachondo.- dije con una sonrisa. El me alzó entre sus brazos, presionando mi cuerpo contra el suyo. -No creas que te has zafado de lo que has comenzado.- dijo -En cuando averigüe qué carajos hace Invitus aquí a esta hora yo...- soltó con una sonrisa malevola. -¡¿Que yo he comenzado?!- solté con un falso tono de indignación. -¿Quién me ha arrojado contra la pared y se ha deshecho de mi camiseta?- El tiró la cabeza hacia atras y sus cabellos mojados salpicaron. -¿Quién se ha quedado mirando mi cuerpo como un filete?- dijo entre risas. -En mi defensa: eres el filete más delicioso que he visto.- afirmé y el rió más.
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