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Capítulo 40: Tostadas quemadas.

Mis papás me dejaron frente a la casa de la calle de la hilandera. De la casucha que había descrito Lil en Hogwarts, quedaba poco. Me acerqué y llamé a la puerta, a mi tacto, la puerta de madera lisa, se convirtió, dejando paso a un bello grabado que decía Casa Prince. Me pareció un bonito toque, algo que sin llamar la atención de los muggles, hacía un guiño a sus mágicos poseedores. -¡Hermione!- la cara de Lilith asomó por la puerta y se arrojó hacia afuera. Después de el bullicio de Hogwarts, dos días de absoluto silencio debían ser algo agobiantes. Saludé a mi amiga, mientras ella me dejaba pasar, la casa era bonita y tenía una chimenea a la que coronaba un hermoso escudo familiar. -Vayamos a la biblioteca.- me indicó, haciendo gesto hacia una escalera. Enfilamos por un pasillo en la planta alta, hacia un rincón y una puerta oculta en la pared, que daba a la entrada al altillo. Subimos los apretados peldaños y entramos a la estancia. Era pequeña y estaba atestada de libros en todas las paredes, y algunos en pequeñas pilas en el piso, cerca de las butacas: una verde, una azul y una naranja. Supuse que Draco encontraría dificil ocupar un lugar allí, sabiendo que la casa había sido claramente acondicionada para la compañía de alguien más, y me sentí un poco apenada por ambos. Su relación, era por momentos hermosa, y por momentos tan inverosimil. Lil ocupó su lugar en la butaca que hacía juego con su fulgurante cabello y me hizo un gesto para que me uniera. Me dejé caer en la butaca verde y abrí mi mochila, pasados unos momentos, la pequeña y ordenada biblioteca, se había convertido en la escena de la rebelión de los duendes, o eso parecía; los libros, antes en sus estantes, ahora se apilaban sin más orden que aquel que dictaban nuestras consultas, Yo cubría un pergamino de anotaciones, tras tres años en el castillo, se había vuelto rutinario, aunque para Lil, un cuaderno, anotaciones con lapiceras de varios colores y resaltadores flúo, hacían el truco. 

Me perdí un momento, pensando en lo diferentes que eramos. Y sin embargo, ahí estabamos, seguramente las dos únicas estudiantes de Hogwarts que estudiaban en plenas vacaciones. Suspiré con algo que podría ser aburrimiento. -¿Hermione Granger se aburre de estudiar?- dijo Lil asomando sobre el lomo de un grueso tomo encuadernado en piel que leía. -No lo se... ¿tal vez?- Lil hizo como si se desmallara -¡Llamen a San Mungo! ¡Llamen al profeta! ¡Esto debe ser culpa de una nueva oleada de torposoplos súper potentes!- chilló divertida, alzando teléfonos imaginarios y llevándoselos a la oreja. Me reí. -¿Y si hiciéramos algo más? ¿Solo por un rato?- dejó que las preguntas flotaran en el aire... -¿Quieres hacerme un cambio de imagen?- sugerí. Esto de tener una amiga era algo bastante nuevo, en especial una amiga que me invitara a su casa. -¡Será un honor!- dijo levantandose de un salto, me sujetó por la muñeca y corrió escaleras abajo, mientras yo me esforzaba por no trastabillar y terminar verdaderamente en San Mungo, o en un hospital muggle, con una pierna enyesada. Lil corrió hasta su cuarto, abrió la puerta y solo entonces me soltó para arrojarse al suelo y buscar algo debajo de la cama. De allí provenían sonidos que me preocupaban. Entonces, ella arrastró un enorme cajón plástico y me miró emocionada. -¡Contempla la caja de la belleza!- soltó.

Me asomé por encima de uno de sus bordes; dentro habría todo lo que un muggle podría necesitar para un cambio de imagen, Lilith no mentía cuando decía que sabía lo que hacía; tintes de colores extraños, esmaltes de uñas, pinceles, brochas y maquillaje, pestañas y varias chucherías más que jamás había visto en mi vida. -Hummm... empiezo a temerle a esta idea.- dije con preocupación. -No te preocupes, prometo hacer algo que te haga sentir genial.- dijo con seguridad, mientras levantaba la pesada caja y la llevaba hacia un rincón donde se encontraba una especie de tocador con un espejo. -¿Que tal si empezamos por las uñas?- sugirió. Estuve de acuerdo. Sacó un cajón más pequeño, lleno de esmaltes de colores, y me dijo que eligiera uno o más colores que me gustaban, como no podía decidirme, sugirió, lo que para mi sería un clásico: rojo y dorado. -Se verán lindas con el uniforme cuando regresemos.- afirmó, así que acepté. Se dispuso a trabajar con presteza; tardó una media hora y cuando terminó dijo, algo más: sacó su varita y la movió encima de mis manos: el pequeño león que había pintado en cada uno de mis pulgares, corrió por cada uno de mis uñas, luego regresó a mi pulgar y rugió en silencio, mientras en las otras uñas estallaban pequeños fuegos artificiales dorados, sobre un fondo rojo. Las contemplé fascinada. -¡Wow! Eres buena.- dije sin dejar de verme las manos. -Lo se.- dijo ella sonriendo, y colocándose la varita detrás de la oreja. -¿Quieres hacer algo con tu cabello?- Me miré en el espejo. Mis risos eran un desorden, pero no quería que hiciera nada que luego me obligara a estarme una hora frente al espejo cada día, y se lo dije. -No te preocupes, podemos hacer algo.- dijo y se zambulló en el cajón nuevamente, saco dos botellitas de cristal que me recordaron a viales de poción, y en un minuto comprendí por qué. Lil movió su varita nuevamente, una de las botellitas comenzó a emitir un brillo azulado, la vertió sobre mi y comenzó a peinarme. Cada uno de mis rizos fue hacia su sitio con un "toing". Luego recogió uno de ellos, mezcló parte del polvo con el contenido de la otra botella, y lo aplicó sobre el rizo. La mezcla se volvió de un rojo intenso y me escoció levente la porción de piel al contacto, luego, el mechón comenzó a caer sobre los demás, tan blanco como la nieve. -¡Por Merlín! ¿cómo has hecho eso?- pregunté. Ella se encogió de hombros, -soy la hija del profesor de pociones, ¿recuerdas? Y fui tutelada por el chico cuyo cabello azul no parece mermar su intensidad...- soltó con una mirada elocuente. Estaba a punto de responder cuando oímos un ruido que provenía de abajo. Como un fuerte crack que partía el silencio.

Nos apresuramos a bajar la escalera, y vimos al profesor Prince de pie en la sala. -¡Lil!- dijo con lo que parecía una sonrisa. Luego reparó en mi presencia. -Señorita Granger.- saludó con un movimiento de cabeza. Lo imité. -¿Qué haces aquí? No te esperaba hasta el fin de semana. Hermione vino para estudiar.- El profesor me echó una mirada, reparando en mi cabello recién arreglado y luego volvió a mirar a su hija. -Me imagino que si.- soltó con acritud. -Recibí una lechuza de Sirius Black. Potter, y Draco se encuentran con él, y quería saber si podrías ir a estudiar con ellos. Señorita Granger, si gusta, podría llevarla también. Potter podría necesitar de toda la ayuda posible para aprobar sus exámenes, aún con Draco allí.- afirmó con cierta pomposidad. Supuse que, a su extraño modo, eso era un cumplido a mi inteligencia. El profesor tomó mi silencio como una duda. -Si gusta, puedo escribirle a sus padres para que sepan en dónde se encuentra.- afirmó. Yo asentí. -Está bien, humm... debo ir por mis cosas.- dije saliendo de la estancia por la escalera. -Creí que estarías sola.- afirmó a Lil cuando estuve a suficiente distancia. -Y yo que volvería sola a casa.- le espetó. No pude ver al profesor, pero oí como farfullaba algo ininteligible, y luego los pasos pesados de Lil por la escalera. Supuse que lo hacía adrede, movida por la fuerza de su carácter, así que apuré el paso para no verme indiscreta.

Lil se metió en su cuarto, en lo que yo subía el tramo de escalones que daba a la biblioteca. Recogí mis notas y libros y los de Lil y volví a bajar. -¿Qué opinas?- preguntó mi amiga cuando me vio acercarme nuevamente. -¡Será genial!- dije intentando sonar entusiasta. Ella asintió y bajó sus cosas, conmigo detrás. El profesor garabateaba una nota y la ató a la pata de File. Luego nos miró: -Odio el correo muggle.- dijo por toda respuesta. -Tus padres estarán enterados de que irás a Grimmauld Place.- sentenció y nos tendió la mano. -¿Estás familiarizada con la aparición?- me preguntó -Hmm... no, señor. Jamás lo he hecho.- respondí. Él asintió -Bien.. es una sensación algo... incómoda.- explicó. Nos tendió una mano y alcancé a oír el sonido, como un chasquido fuerte o una explosión leve. Entonces me retorcí en una forma incómoda, aunque no dolorosa, como si mi cuerpo se estuviera intentando colar por una rendija. Me faltó el aire, sentí un pié de lil contra mi cara, o quizas fuera mi propio pie. Cuando estuve a punto de gritar, mis pies tocaron tierra y una rafaga de aire fresco me azotó la cara. Los colores borrosos comenzaron a tener sentido otra vez. Estábamos frente a la alta puerta de una casona antigua. El profesor tocó la y escuchamos unos chillidos espantosos y agudos que  provenían del interior. Oí la voz de Sirius -¡Cállate, vieja bruja!- espetó. Los chillidos no hicieron más que aumentar.

La cara del hombre apareció con una sonrisa. -¡Quéjicus, chicas, bienvenidas, bienvenidas...- dijo con un ademán que nos invitaba a pasar, Lil y el profesor se tensaron, pero no dijeron nada, lo seguimos y cerró la puerta tras de si. Con que esto, era la casa de Sirius. Y la nueva casa de Harry y Draco. No imaginé como esos dos se tomarían el vivir allí. -Si, aún le falta mucho trabajo, pero... no había venido aquí desde que fui liberado, preferí esperar a que los chicos pudieran salir para tener unas manos extra.- dijo mirando la oscura sala de aspecto lúgubre.  -Mi hija, y la señorita Granger han venido a estudiar, no para ser tu mano de obra barata, perro sarnoso.- dijo Severus con aspecto disgustado. -Por supuesto, y me aseguraré de que lo hagan.- afirmó y nos hizo un guiño, lo que no tranquilizó al profesor. Justo cuando éste farfullaba algo sobre que tal vez no fuera buena idea, Draco y Harry corrieron escaleras abajo -¡Lil, Hermione!- corearon yendo hacia nosotras, Harry me abrazó y Draco, sin considerar que el profesor Prince estaba allí, le estampó un beso a Lilith; su padre, claramente incómodo, entonces, dio un paso atrás en dirección a la puerta -Si, eeer... debería regresar a Hogwarts. Te veré en unos días pequeña. Envíame a File con noticias tuyas.- dijo y se apareció. -Algo me dice que no confía en mi.- dijo Sirius.

...

Después de dos días de haber salido de Hogwarts, empezaba a extrañar el castillo. Desde que habíamos salido del caldero chorreante y llegado a la casa de Sirius, o más bien, a mi nuevo hogar, todo había ido de mal en peor. La casa estaba sucia, todos los muebles estaban raídos y cubiertos por una gruesa capa de polvo. Todo, excepto el cuadro de una bruja con malas pintas que se ponía a chillar cada vez que Harry o Sirius pasaban cerca de él. -¡Escoria sangre sucia y traidor de la sangre! La vergüenza recorre mis venas de haberte engendrado. Y ahora vuelves a manchar mi honor trayendo esta inmunda gentuza con la que te reúnes a la casa de tus ancestros. ¡La familia Black es de noble ascendencia mágica. No mereces el aire que respiras. No mereces poner un pie en los aposentos de la noble familia  Black. Por siempre puros. ¡Por siempre puros!- chillaba. -Ah, mi cariñosa madre,- explicó Sirius con humor -nunca supo contenerse en cuanto me veía.- Luego arrojó un trozo de cortina sucio y ajado encima del cuadro, cuyos chillidos se amortiguaron, pero no desistieron. Dormirmos como pudimos en almohadones sobre el mugriento piso de la sala, y a la mañana siguiente, nos despertamos con el olor de tostadas quemadas. -¡¿Pero quién...?- Sirius dejó la pregunta sin terminar, tomó su varita y se acercó a la cocina con ella en alto. 

Un elfo de ojos malignos hizo una reverencia forzada hasta arrastrar su nariz en el suelo. -El amo Black.- dijo y sus malignos ojos destellaron, -traidor de la sangre de mi ama, mi pobre ama. Si mi pobre ama viera a Kreacher ahora, sirviendo al traidor.- soltó en un murmullo. -Ah... Sigues aquí.- Soltó Sirius como decepcionado. -Por supuesto, amo Black.- soltó con una segunda reverencia. -Escoria traidora de la sangre de la noble casa.- volvió a Murmurar. -Kreacher vive para servir a la familia Black.- dijo el elfo con rencor y asco. Luego se volvió a sus queaceres. -Esto... Humm... Harry, Draco, él es Kreacher, el elfo doméstico de la familia Black.- Kreacher nos escrutó y su mirada pareció palidecer levemente. -¡Joven amo Malfoy!- chilló -Kreacher está feliz de conocer la descendencia de la joven ama Narcisa Black. La joven ama era amable con Kreacher, y se casó con un mago poderoso, engendrando un nuevo heredero. Kreacher está encantado, señor, encantado.- soltó en tono adulador. Ignoró completamente a Harry y regresó a lo suyo. -Kreacher, Harry es también un señor de la casa Black.- afirmó Sirius. -Potter. El hijo del traidor de la sangre y la sangre sucia. Su sangre inmunda ofende a mi ama, si mi probre ama viera a Kreacher. ¡Mi pobre ama!- soltó en un murmullo rencoroso mientras se volvía a inclinar para Harry. -¡Kreacher!- gritó Sirius enfadado, aparentemente, aunque estuviera acostumbrado a sus insultos, no estaba dispuesto a tolerar que insultara a su ahijado. -Draco y Harry son señores de esta casa, como yo. Ambos vivirán aquí, y a ambos los servirás con tu respeto.- los ojos del elfo se afinaron hasta convertirse en rendijas de odio pero no dijo nada. Esperó allí a que Sirius diera otra orden. 

Los tres nos sentamos a la mesa, sin decir una palabra, Kreacher se dió vuelta y nos arrojó de malos modos al centro de una mesa, una tetera que derramó parte del té al golpear con la superficie de la madera, unos pocillos y una bandeja con tostadas quemadas. Con deferencia, separó las que no tenían los bordes negros, las untó de mantequilla y las hizo flotar hasta mi lado, uno de los pocillos se elevó en el aire junto a la tetera que le sirvió y descendieron suavemente hasta que mi taza estuvo servida. Luego chasqueó los dedos y desapareció. -Miré mi desayuno, en comparación con el de los otros. -Supongo que no será tan amable cuando sepa que he sido deshonrrado por ser el novio de una mestiza.- dije intentando aliviar la tensión. -Si yo fuera Kreacher, te habría arrojado las tostadas por tener novia.- soltó Sirius. Harry rió -A mi no me importa servirme. En casa de los Dursley, suelo ser yo el elfo doméstico.- afirmó. y se zampó una tostada ennegrecida. -Tener a Harry Potter como un elfo doméstico. Es que esos muggles no tienen idea de lo que vales en el mundo mágico.- Harry hizo un sonido curioso y se atragantó con otra tostada -Todo lo que saben es que he tenido cuantiosas oportunidades de morir, y las he desaprovechado todas.- soltó. -Tal vez le envíen una postal de Navidad a Lockhart por dejarte enfrentar al basilisco.- me reí. -Y le pondrán "Gracias por intentarlo, pero que la próxima vez funcione, con nuestros mejores deseos, la familia Dursley."- soltó animado.

El desayuno se vio interrumpido, cuando Sirius anunció que era hora de ponernos a trabajar, debimos deshacernos de molestas pixies de los placares, limpiar y reparar muebles, deshacernos de todo aquello que nos hiciera ver como una excéntrica familia oscura, Kreacher chilló y lloró cuando Sirius pasó una gruesa capa de pintura sobre el árbol genealógico de la familia. Con rabia, intentó apuñalar una pantorrilla del hombre con un tenedor, y salió despedido de una patada. Harry tuvo la desagradable sorpresa de encontrarse con un Boggart, al que hizo frente con el encantamiento aprendido en Hogwarts, aunque salió bastante espantado. Entre los tres, intentamos quitar el cuadro de Walburga Black por medios convencionales, pero tanto hacerlo con las manos como por medio de encantamientos resultó imposible, aparentemente, la bruja había ordenado a alguien hacer un encantamiento de presencia perpetua allí. Frustrado, Sirius se frotó las cienes, sujetó su varita firmemente y nos dijo que nos alejaramos de allí. -Es una lástima que Lilith y Wandine no estén aquí, les encantaría volar la pared completa.- solté sin pensarlo, apoyado en la pared tomando aire. Estaba sudando, cubierto de polvo y mis pies me dolían. No estaba acostumbrado a esta clase de esfuerzo, pero Harry parecía estar perfectamente y me echaba una mirada divertido. -¿Tu novia tiene una afición a las explosiones?- preguntó divertido. Me encogí de hombros. -Ella, y su varita, a la cual puede oir.- expliqué vagamente. -Vaya...- dijo pensativo. -Pensaba hacerlo yo mismo, pero ¿por qué no darle un obsequio de bienvenida?- dijo con una sonrisa. -¿De bienvenida?- repetí extrañado. -¿No te lo he dicho? Me he puesto en contacto con Snape. La traerá mañana.- 

Se me hizo un nudo en el estómago. Pensé en corregir a mi tío, decirle que el profesor era ahora Prince, pero la incomodidad de imaginar a Lilith llegar a este lugar me ganó la partida, así que me limité a contestar -No, no lo mencionaste.- y luego miré la enorme escalera que conducía al segundo piso y a los dormitorios. -¿Dónde dijiste que dormiría?- pregunté distraído. -¡Ah! El chico es ávido... una mención de su novia, y ya está pensando en su recámara.- soltó con gesto divertido a Harry. Él rió incómodo, adivinando mis pensamientos. -Mi dormitorio. Dónde.- Urgí. El sonrió. -Síganme,- dijo precediendo el paso hacia arriba -Draco, puedes tener el antíguo dormitorio de Regulus y Harry, ese es mi antíguo dormitorio, todo tuyo. En cuanto a mi...- hizo un ademán hacia la puerta más alejada. -Tomaré el dormitorio principal.- anunció y se fue hacia él. 

-¡Harry, necesito ayuda!- solté con urgencia -Si Lilith llega a... esto...- no pude seguir, sentía que me embargaba la impotencia. Él solo rió, -Claro, pero ¿recuerdas que tienes un elfo, verdad?- me golpeé la cara con una mano. -Claro, soy un estúpido.- dije y él asintió. -Dobby.- llamé. Hubo un pop y Dobby se encontraba junto a nosotros. -¡Amo Draco!- chilló feliz -Es un placer estar aquí para ayudarlo. ¿En qué puede serle útil Dobby, señor?- Me acuclillé para quedar a su altura. -Escucha Dobby, mañana en la mañana, mi novia, Lilith llegará a Grimmauld Place, ¿podrías limpiar mi habitación y prepararla para ella?- El elfo casi saltaba de la emoción. -¡Claro, señor, Dobby dejará su habitación como debe ser para recibir a la joven Prince.- dijo con su cantarina voz y se metió. -¡Kreacher!- volví a llamar. -Con otro estallido, el elfo más viejo apareció. Hizo una reverencia mirándome y soltó con voz áspera -¿En qué puedo servirle, joven amo?- había cierto orgullo cuando se dirigía a mi, lo que me causaba algo de incomodidad. Pensé cómo pedirle lo que estaba a punto de hacer -Hummm... Mañana recibiremos visitas. ¿Podrías preparar la casa para recibirle?- dije intentando ser tan vago respecto a quién esperábamos como me fue posible. -Por supuesto, joven amo.- afirmó, chasqueó sus dedos, y múltiples herramientas de limpieza, incluyendo una aspiradora de pixies que, aparentemente había mantenido oculta durante todo el día, comenzaron a moverse por si mismos, quitando polvo, telas de arañas y varias cosas más. -¿Necesitas ayuda con tu dormitorio?- dije a Harry. Él asintió y nos pusimos manos a la obra. Cuando me fui a dormir, ya era casi media noche. Estaba cubierto de suciedad, agotado, y me dolía la cabeza por los chillidos constantes de Walburga. Pero Al menos, mi cuarto y el de Harry estaban tan limpios como se podía. Si tenía que echar otro encantamiento limpiador, creo que mi varita explotaría. Me dejé caer sobre las mantas y antes de que pudiera siquiera quitarme los zapatos, estaba dormido.

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