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Capítulo 39: Incomodidad familiar.

Estábamos desayunando, cuando alguien golpeó la puerta de la cocina, mamá fue a atender y volvió con Invi y Luna -Hola Ron, Señor Weasley, Ginny.- nos saludó, estrechando la mano a cada uno de nosotros -¿Cómo estás invi?¿Qué te trae por aquí?- le pregunté, no demasiado extrañado de que estuviera por mi allí, dado que Luna y su papá vivían en los alrrededores del mismo pueblo que mi familia. Invitus se acomodó el cabello, nervioso -Pues... Venía a ver si a tu padre le interesaba hacer un trabajo para mí... Y también invitarte a ti y a Ginny a ir al callejón Diagon a pasear. Tal vez ir a ver a Harry y a Draco.- dijo. Papá puso una expresión de perplejidad -¿Y cuál sería ese trabajo que quisiera encargarme señor Perit?- preguntó. -Humm...- mi compañero parecía estar buscando las palabras adecuadas para no despertar la furia de mamá. Ya podía imaginar cual sería el trabajo, después de su misteriosa compra en el mundo muggle. -... Verá, acabo de comprar un automóvil y...- A la sola mención del objeto muggle, mamá estallo de ira -¡Ni pensar! ¡ni se les ocurra que Arthur va a meter mano en esos cachivaches muggles. Suficientes problemas tuvimos con uno, como para que sigan jugando con esos chismes!- resongó tan roja como un tomate, haciendo que el peliazul intentara esconderse, pero rearmandose de valor, volvió a hablar - Estoy dispuesto a pagarle por el trabajo, y a dar la cara en el ministerio, si es necesario.- Dijo todo lo valiente que pudo -Tengo la idea de que este sea un prototipo, si funciona bien, podríamos hacer un negocio muy rentable, vendiendo los vehículos a todo el que quisiera, y en mi comunidad serían muy bienvenidos.- continúo, intentando argumentar a su favor, y calmar los ánimos de mamá.

-¡A mí me parece genial! Papá podría ganar mucho más que en el ministerio.- sugerí, intentando dar ánimos a mi amigo y su idea. En cuanto mamá me miró, un dragón se habría visto menos amenazador. De pronto desee haber aprendido el hechizo desvanecedor. -Ciertamente me interesa...- dijo papá como volviéndoselo a pensar. -...pero con mi trabajo en el ministerio y los problemas que tuve cuando hice lo mismo el año pasado, no creo que sea para mí.- respondió finalmente, mirando de soslayo a mamá, como si mentalmente le estuviera rogando permiso. -Bueno...- dijo mamá de pronto. -No es por ser indiscreta, pero... ¿Cuánto sería el pago por este vehículo?- preguntó. -...Si Arthur pudiera ganar más en este negocio... Y claro que, contando con el apellido de tu familia... conseguir las licencias de producción del ministerio... quiero decir... no habría que descartarlo tan rápidamente.- Soltó. Papá dió un pequeño salto en el lugar, y Ginny abrió tanto la boca que se le calló parte de la avena que se había estado comiendo. La idea de poder vivir más cómodamente gracias a mejores ingresos, pareció ganar al "prestigio" que, en la mente de mi madre, otrogaba trabajar para el ministerio. 

Invitus miró arriba, haciendo cálculos en el aire, mientras le decía a mi padre sus requerimientos... -Bueno, necesito que el auto pueda hacer viajes muy largos, así que tiene que aumentar drásticamente su velocidad en vuelo, y sus encantamientos no pueden fallar, anclarlos con runas sería lo ideal... No todos los vehículos tendrán el mismo precio, claro, pero el prototipo debe presentar todas las comodidades que puedan incluirse; hechizo de expansión indetectable en los asientos y el maletero, invisibilidad, radio mágica, modo turbo...- papá pareció sobresaltarse por todas las especificaciones que Invitus pedía -¡¿Modo turbo?!- preguntó salpicando de café la mesa. Pero Invi no se detubo ahí continuaba ensimismado -...por este automovil, creo que... cuarenta mil galeones estaría bien. ¿No cree?- Sentenció, aguardando a la respuesta de mi papá. Yo me atragante con el desayuno, mientras mamá se ponía lívida y se apoyaba en el fregadero, y papá farfullaba algo que se entendía como que no era necesario tanto. -Le tengo bastante fe al negocio.- dijo el chico con seguridad. -Y nunca regatee para abajo el precio de su trabajo, señor Weasley. O la próxima vez lo tendré en cuenta al ofrecerle uno...- soltó con desparpajo. Papá se acomodaba el gorro del ministerio, aún farfullando algo incomprensible y con la mirada perdida. -¿Entonces, puedo contar con usted?- volvió a preguntar, pero papá miraba al vacío balbuceando sobre números. -Si. Por supuesto que si.- dijo mamá acercándose aún sosteniendo su peso en la superficie del fregadero. -Excelente.- dijo y luego se volvió a papá -Una cosa más, supongo que será un trabajo arduo, así que puede esperar la ayuda tan pronto como el auto y los permisos estén aquí.-

El resto del desayuno continuó en un silencio incómodo, como aturdido. Solo interrumpido por el tintineo de la cubertería. -Hum...- dijo papá finalmente. -Creo que... si este negocio prospera, tendré que hacer un espacio diario para trabajar en él.- soltó como pensativo... En realidad, yo sabía que esperaba la respuesta de mamá. -¡No seas tonto, Arthur! Si el negocio prospera, tendrás que dedicarte a tiempo completo a él.- dijo ella. -Pe... pero... eso significaría...- soltó papá tropezando con las palabras por la emoción; todos sabíamos que papá odiaba las redadas y el trabajo del ministerio. Pero era un odio silencioso, solo visible en la persistente cara de preocupación y el tono angustioso con el que narraba sus días.  -Que renunciarás.- afirmó mamá asintiendo con la cabeza, como si fuera lo más obvio del mundo. Papá hizo un esfuerzo por reprimir una sonrisa. No lo consiguió. -¡¿De verdad?!- mamá lo miró con esa cara de ternura reservada únicamente para esas cosas que las mamás no aprueban, pero que aún así son presentadas de tal modo que no pueden resistir el impulso de abrazarnos. Como aquella vez en la que Ginny mantuvo a un Gnomo de jardín en su dormitorio y le hizo una camita junto a la suya. -¡Oh, Arthur! Has pasado muchos años en el ministerio, trabajando para proveernos. Esta es la oportunidad de que hagas algo que te haga feliz, para variar.- Papá no pudo resistirlo, se puso de pie y fue hasta mamá. Esa fue nuestra señal para abandonar el desayuno. -Hum, bien, usaremos la chimenea. Nos veremos a la tarde. Les compraremos un poco de polvos flú al regresar. ¡Adiós!- soltó Ginny apurando el jugo de su vaso y huyendo detrás de mi.

Nos metimos en la chimenea corriendo. Invitus y Luna, que se hacían arrumacos en el sofá de la sala, se pusieron de pie de pronto. -Ahora, al callejón, explicación luego.- jadeé al tiempo que Ginny alcanzaba el pote de polvos flú y chillaba -Callejón Diagon.-  y una llamarada verde nos engullía. Al cabo de unos momentos, salimos en una de las chimeneas apostadas en las callejuelas para uso público. Salimos justo a tiempo para que una nueva llamarada escupiera a Luna e Invi. -¿Qué acaba de pasar?- preguntó Luna desconcertada. -Creanme, no querrían quedarse en la madriguera.- respondió Ginny y se dispuso a relatar lo que había ocurrido en la cocina y lo subsecuente que adivinabamos ya se desarrollaba en nuestra casa. -¿Otro Weasley a las filas escarlata?- pinchó Invitus mordáz. -Oh, no. Por favor no.- dije espantado.

...

-¡Buenos días hombres Black!- dijo Sirius descorriendo las cortinas, haciendo que la luz nos despertara. - No buenos, dormir ahora.- despotricó Harry adormilado desde el desconchado catre que habían aparecido en nuestra habitación del caldero chorreante la noche anterior. -¡¿Dormir?! ¿Cuando el mundo está ahí afuera despierto y esperando por nosotros? ¡Jamás!- Harry resopló y se sentó en la cama. Yo ya estaba poniendome la ropa, pero aún estaba despeinado y descalzo. -Buenos días. Dije arrojándole su ropa del piso a la cara. -¿Qué tienen de buenos si el primer día de vacaciones tengo que levantarme con el sol?- se quejó. -¡Es un día muy ajetreado! Necesitamos ir a Gringgot's y poner al día nuestras cuentas Black y Potter. Además debo hacer a Draco titular secundario de mi bóveda. Luego iremos a Madam Malkin's a comprarles ropa adecuada para distinguidos caballeros Black, son herederos de una casa noble, ¿lo sabían? Además necesito ir a San Mungo por mi pócima... y ahora que lo pienso... ¿Cuándo fue la última vez que los Dursley te llevaron a una revisión médica?- preguntó a Harry. Él lo pensó, quizás porque no pudiera recordar una sola vez... pero Sirius continuó hablando sin esperar su respuesta. -Pediremos una visita con el Dr. Skell. Es el mejor. Y seguramente te dé la misma pócima anti desnutrición que me han estado dando desde que salí de Azkaban... ¡hace maravillas!- Harry pareció alarmado -Yo no creo que necesite...- pero su padrino no lo dejó terminar. Tomó una de sus muñecas y remangó el pijama que la cubría. -Estás demasiado pequeño y delgado para un chico de tu edad. Verás al doctor, y oirás lo que tenga que decir, aunque tenga que meterte yo mismo al consultorio y aturdirte en el proceso.- soltó con una sonrisa.

Media hora más tarde estabamos bajando a la planta baja del hostal. -Buenos días, señores Black y señor Potter. ¿Gustan desayunar?- saludó el posadero, Tom, haciendo señas a un caldero en el que hervía un potaje indescible. -El estómago de Harry gruñó, pero su cara de desagrado dijo todo lo que había que decirse: Prefiero morir de inanición que probar bocado de eso. -No, gracias, Tom. Tomaremos algo en el callejón.- respondió gentil Sirius. Agradeciendo en silencio, lo seguimos al patio, que era más bien un metro cuadrado de cemento, que daba a una pared de ladrillos sucia y venida a menos. -¿Primera vez en el caldero?- me susurró Harry. -Si, ¿como lo adivinaste?- dije, aún mirando la pared en la que Sirius se disponía a contar ladrillos. -Intuición...- dijo con una sonrisa. -Eso, y tu cara de estupor y asco constante.- soltó finalmente entre risas. -Ja, ja, ja... que chistoso Potter. Discúlpame por no conocer el hotel cinco estrellas que frecuentas.- arremetí. -¡Oh, ¿me llamas Potter de nuevo?! Ya empezaba a creer que olvidarías el tono jactancioso. ¿Cómo será ahora? ¿"Mi tío se enterará de esto"?- pinchó. Sonreí -a decir verdad, eso tiene mucho más impacto, si sabes que mi tío estuvo en Azkaban.- él me devolvió la sonrisa. -Empezaba a creer que serías mi némesis eterno. Es agradable conocer al nuevo Draco.- Me encogí de hombros -Siempre he sido este. El problema es que no tenía permitido serlo. En cierto modo, es un alivio no ser un Malfoy.- Potter apoyó una mano sobre mi hombro asintiendo. -Debo enviarle a Lilith una lechuza con dulces de Honey Duke's por liberarte.- afirmó. -Ahá. Gracias a ella, soy un elfo libre.- solté imitando la voz chillona de Dobby.

Habíamos caminado por la callejuela empedrada charlando y riéndo, sin poner demasiada atención a Sirius que cada tanto saludaba a una bruja y luego susurraba su nombre y alguna anécdota del tipo "la besé en quinto año", cuando llegamos al enorme edificio de piedra blanca al final del callejón. Sirius hizo una reverencia leve al duende que custodiaba la entrada y se metió al trote en el edificio. Se detuvo tan abruptamente que Harry y yo, distraidos en medio de una discusión  sobre Quidditch, nos topamos con él. Nos miró como si hubiera olvidado que ibamos detrás de él. -Quietos.- nos dijo en una orden escueta. -Sean educados y mantenganse en silencio. No hablen a menos que se dirijan directamente a ustedes, y quédense detrás de mi.- Harry y yo nos acomodamos detrás de él, como nos había indicado, algo que nos resultó bastante raro. -Ah,- la voz de Sirius resonó en el hall -¡Snaglok! ¿Qué trae más dicha que el tintineo del oro?- preguntó haciendo una reverencia pronunciada hacia un duende de aspecto severo que se acercaba a nosotros. -El olor de la sangre del enemigo.- respondió con una voz gutural que me heló la sangre. El duende esbozó una sonrisa tétrica, pero a Sirius no pareció importarle. -Lord Black. De la noble casa Black. Por siempre pura.- dijo el duende devolviendo la reverencia. -¿Qué lo trae por aquí?- Era tan extraño ver a Sirius comportarse tan formalmente, como lo era la amabilidad proveniente de un duende a un mago. -Quisiera revisar las cuentas de la bóveda Black y de la familia Potter. Soy oficialmente el tutor legal del heredero Potter, así que tendré que controlar ambas. Además, me gustaría nombrar a mi sobrino Draco, Lord heredero Black, por lo que tendrá acceso a las cuentas familiares y dispondrá de su propia cuenta de confianza.- 

Snaglok nos miró como si no hubiera reparado en nuestra existencia hasta ese momento. Si no hubiera pasado la vida asistiendo a mi padre con sus gestiones de dudosa legalidad, le habría creído. -¿Es el Lord Heredero Black, el mancillador de la sangre, deshonrrado, Malfoy?- Me lo preguntaba directamente a mi. Así que no tuve más que responder. -Así es. Pero, como supongo ya estará al tanto, ya no soy un Malfoy.- el duende clavó sus ojos en mi. -Si, si... los magos y sus apellidos no significan nada, y a la vez, son la diferencia entre oro...-dijo estirando una mano de dedos excesivamente largos. -... y no oro.- soltó extendiendo la otra, formando una especie de balanza imaginaria. -por lo que significan todo. Por eso los duendes no usamos apellidos. Nuestros nombres son nuestro honor y nuestra palabra. Y eso, vale tanto como el oro y la sangre.- soltó. Luego volvió a dirigirse a Sirius. -Síganme a mi despacho.- indicó, y se puso a caminar dándonos la espalda. -¿Qué acaba de ocurrir? ¡Me ha llamado deshonrado!- susurré a Sirius que caminaba en dirección a Snaglok dándonos la espalda. -Lo has hecho bien.-  Respondió él sin volverse. -Te lo explicaré todo cuando salgamos de aquí.- 

Pasamos una hora y media en el despacho del duende de aspecto desagradable. Una hora y media en la que Sirius hizo preguntas sobre impuestos, costos de bóveda, inversiones, propiedades, comisiones, y demás. Una hora y media en la que Harry y yo nos remitimos a decir "Si, señor." y "No, señor." cuando Snaglok nos miraba fijamente y hacía una escueta pregunta. Finalmente, firmé la apertura de mi bóveda de confianza. Una bóveda que se renovaría con la cantidad de mil galeones al comenzar cada año, y de la que tendría absoluta libertad para disponer (para hacer retiros o modificaciones de la bóveda familiar, requeriría la firma de Sirius hasta que fuera nombrado Lord Black). Harry se sorprendió mucho al descubrir que su bóveda, no era la bóveda familiar de los Potter sino una de confianza, similar a la mía; y que en cuanto cumpliera los 17 años, se haría titular oficial de una bóveda con una insana cantidad de Galeones. Salimos a paso apurado de Gringgot's y finalmente Sirius volvió a su casual andar. -¡Por las barbas de Merlín! Un minuto más allí dentro y tendría que ir en busca de una pócima para relajamiento muscular.- soltó como protesta frotándose el cuello. -Humm... Sirius... ¿por qué te comportaste tan...- Harry se detuvo, como si las palabras lo hubieran abandonado de pronto, y ya no supiera qué demonios decir. -¿Como si fuera un pomposo idiota y belicoso?- Completó Sirius con una sonrisa. -Puede que mi familia fuera tan mentalmente inestable como falta de afecto, pero aprendí algunas cosas de ellos. Los duendes creen ser superiores a los magos. Creen que los magos les privamos de su legítimo derecho de usar varitas, porque temíamos que en una arena sin desventajas, no podríamos vencerlos jamás. Así que si los tratas con el respeto que creen merecer, automáticamente serán menos tendientes a la usura y el destrato.- explicó. -¿Y qué hay del destrato que le han hecho a Draco?- protestó él, para mi sorpresa. -Los duendes valoran el estatus quo. Tu los pones por encima de tí, pero, si un menor, y mucho más si tu heredero, los destrata, ellos comprenderán que no eres una persona que se haga respetar, y por consiguiente, que estén por encima de ti no significa nada. Humillarte no fue un insulto para ti, sino una prueba para mi.- sentenció.

-Y ahora vamos, tomaremos el desayuno y luego iremos a la tienda de túnicas. Me niego a seguir paseando por el Londres mágico con mi ahijado vestido con pieles de elefante. -¡Tengo ropa de mi talle!- protestó Harry. -¡Ayer me compré esto!- se quejó señalando su sudadera y campera nuevas. -Tienes ropa muggle, nueva.- sentenció con una sonrisa de sorna. -Iremos a Grimauld Place y Potter Mannor, ¿piensas llevarte esos harapos, Lord Heredero Potter? ¡Ten algo de respeto por tus ancestros!- dijo Sírius con fingida angustia -Es que los jóvenes ya no tienen respeto...- se cubrió la cara como si llorara. -Es lo que mi querida madre diría.- dijo volviendo en sí. -Ya, ¿y qué diría sobre Draco y su querida novia mestiza de padre mestizo?- Sirius hizo una mueca, como si hubiera tocado un punto sensíble. -Si, humm... sobre eso... Draco ¿estás seguro de querer pasar tus días en Hogwarts atado a una sola chica? ¡Son tus mejores días, tu momento, chico! Si me lo preguntas, sangre pura o no, ninguna vale lo que vale tu juventud. ¡El ímpetu sexual de mis días en Hogwarts... wow! Deberían haberlo visto.- dijo con orgullo como si sostuviera la copa del mundial de quidditch. -Si, humm... no creo que quisieramos verlo. Y por cierto, no te lo pregunté. Estoy muy bien donde estoy y con quién estoy, muchas gracias. ¿Por qué no te preocupas de la vida sexual de tu ahijado? Quiero decir... el niño que vivió, eso tiene que ser un verdadero magneto de chicas.- dije con la sensación de haber empujado a Harry a las vías del tren. Él me devolvió una mirada de profundo odio.

-¿Qué dices tú, Harry? De seguro tienes a todas tus compañeras... ¡Pero ¿qué digo?! a todas las chicas del colegio, con excepción de la niña Snape, corriendo detrás de tí. Tu padre era un verdadero experto en lo que refería a las mujeres. Podía....- pero Harry lo interrumpió con un ademán. -De verdad no quiero saberlo.- dijo atragantado. -De acuerdo, pero ¿qué tal te va con las chicas? Podría darte algunos consejos... tu amiga, la chica Gryffindor, Hermione, pasan mucho tiempo juntos...- esta vez yo me atraganté, e intenté discimularlo con una fingida tos. Pero Harry pareció tan alarmado como yo, -¡Es mi amiga!- chilló. -Yo... nunca...- tosió -yo jamás...- volvió a toser. -No la veo como eso.- dijo al fin tomando aire. Sirius pareció decepcionado. -Bien. Así que... un chico con el aspecto de un lord que prefiere estar de novio, y un chico con la fama como para llenar un estadio de quidditch de candidatas, que se mantiene casto... ¡¿Por qué me castigas así, Merlín?!- Harry tosió. -¡Yo no dije que me mantuviera casto!- protestó. -¡Ahá!- chilló mi tío con renovada emoción. -Así que sí has... pulido tu varita.- dijo con un guiño. -¡Esta charla es completamente inapropiada!- soltó incómodo. -Oh, lo ciento, Harry, no quise herir susceptibilidades, ¿prefieres la charla sobre flores y abejas?- pinchó. No pude evitar reír, pero inmediatamente lo lamenté cuando Harry vió su oportunidad de vengarse. -¡Draco tiene más sexo que yo! Practicamente cada vez que Lilith suelta un libro, lo cambia por tu sobrino.  ¿Por qué no tienes esa charla con él?- Sirius me miró con interés... -¿Te acuestas con la hija de quéjicus? ¿Qué no es mucho más joven que tu?- soltó. Me removí inquieto. -Hum.. si, es menor que yo. Y si, hemos tenido sexo. Y por cierto: su nombre es Lilith Prince, o simplemente Lil. No la hija de quéjicus, ni la niña Snape, ni... como sea que se te ocurra llamarla.- sentenció.

Sirius alzó las manos, rendido. -Está bien. Aceptaré llamarla Lilith. Pero tú tienes qué contarme cómo es que... llegaron a eso. No quiero los detalles escabrosos, a menos que tengas alguna inquietud respecto de lo que el profesor Lupin y yo...- levanté mi mano mientras me tragaba el café que había sorbido apuradamente. -No, no tengo ninguna.- solté. -Bien, en ese caso... ¡tendremos una charla de hombres! Ya me contarás qué ha ocurrido con la ni... con Lilith. Y tu...- dijo señalando a Harry que por un momento creyó haberse escapado -ya me contarás sobre tus andanzas.- Terminamos el desayuno y nos dirigimos a Madam Malkin's, la bruja bajita y regordeta que estaba a cargo del negocio chilló -¡Sirius Black!- y corrió a refugiarse en la parte de atrás de la tienda con su varita en mano. Hizo falta que Harry, yo y una dependienta que estaba cosiendo una capa allí, le explicaramos tres veces que Sirius había sido liberado, tras haberse probado su inocencia, para que la mujer volviera a la parte frontal de la tienda y nos atendiera. Al principio, parecía incómoda, pero en cuanto Sirius solicitó que nos vistiera con sus mejores túnicas y capas y mostró un paquete lleno de monedas de oro, su incomodidad pareció mermar. -¿Qué ocurre primo? ¿Es mi turno de burlarme de ti en los probadores?- pinché a un muy incómodo Harry Potter que se daba vueltas frente a un espejo mientras unas tijeras encantadas cortaban el ruedo de una capa a la altura adecuada. -Eres menudo para tu edad, cariño...- dijo Madam Malkin examinando a Harry con tono afectuoso. -¿No te alimentan bien en Hogwarts?- Harry se volvió hacia mi, la capa me quedaba perfecta. Supuse que ese podría ser el origen de las comparaciones. -Me lo han dicho.- respondió con desgano. -Si me alimento bien en Hogwarts.- Lo que ocurría después de salir de allí era lo que verdaderamente lo había afectado. 

Salimos de la tienda con varios paquetes de papel de embalaje, que protegían nuestros nuevos atuendos. -¡Llegó el momento! ¿Están listos para conocer Grimmauld Place?- dijo Sirius haciendo un gesto con la cabeza hacia la chimenea. Cuando ambos asentimos, sacó un pequeño paquete de un bolsillo y nos lo alcanzó para que tomáramos una pizca de polvos flú y luego se adentró en la chimenea. -Numero 12 de Grimmauld Place.- soltó con emoción, luego nos guiñó el ojo -Nos vemos en casa.- Harry y yo lo seguimos.

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