Capítulo 2: peliagudos, escamosos y azules.
Me aparecí frente a la puerta resguardada por un grifo de piedra que protegía la entrada al despacho del director. El mismo Albus Dumbledore me había dado permiso de aparecer en los terrenos del colegio, dadas las circunstancias especiales del caso, pero consideré que sería grosero de mi parte aparecerme simplemente dentro del despacho, sin darle oportunidad al director de recibirme. Dí la contraseña al grifo que se abrió para dejar paso a la escalera de caracol y golpeé la puerta con impaciencia. El hecho de que no fuera grosero, no quitaba que necesitara hablar con Dumbledore tan pronto como fuera posible.
El anciano director me recibió con una amable sonrisa. -¡Severus! Estaba esperando por ti. Tengo un whisky de fuego añejado esperando por un momento especial, y creo que brindar por tu nueva heredera es un momento para compartirlo tan perfectamente válido como cualquiera.- Decliné con indulgencia. Necesitaba todos mis sentidos y la atención expresa del director para hablar de la condición peculiar (por decir lo menos) de Lilith, y de mis planes para el estudiante Uruguayo de segundo año. Una vez explicadas todas las implicaciones de la magia de Lilith, Dumbledore estaba en una mezcla de horror y éxtasis. -¿Te das cuenta, Severus, de que con tal poder, podríamos tener entre manos a una futura señora oscura?- reflexionó el director. Los oscuros años que habían seguido a Tom Riddle aún hacían eco en su memoria. Si hubiera estado más atento, tal vez, muchos de los horripilantes sucesos causados por Voldemort y sus mortífagos, no habrían sido tales. Probablemente por eso se mostraba tan preocupado por la magia desconocida y completamente extraña para todos de Lilith. Su nombre solo podía ser tomado en este punto, como un guiño del pasado hacia el futuro. La madre de los demonios. Una niña de 10 años que manifestaba una legeremancia tan suprema que no se limitaba a magos y muggles, sino a criaturas mágicas y no mágicas y elementos con conciencia como las varitas. Eso era algo bastante increíble. Tironeé del cuello de mi túnica, acalorado. No me gustaba para nada la implicación de Dumbledore de que mi hija pudiera ser la señora tenebrosa del futuro. Si, tenía una magia particularmente fuerte e inusual, y si, tenía una personalidad algo... conflictiva. Pero eso no era nada que Hogwarts no hubiera visto con los merodeadores sueltos por ahí, o los gemelos Weasley, o incluso, con el trío favorito de Griffindor.
-Como le decía, señor. Creo que bajo la tutela adecuada, Lilith podría ser una bruja fantástica. Mejor que usted o yo, seguramente.- comenté con calma, dejando pasar algo del resentimiento hacia las previas palabras del director, implicando que Lilith podría, un día, superar al gran Albus Dumbledore. -Entiendo lo que propones, Severus. Pero desafortunadamente, retirar anticipadamente al señor Perit de sus clases en Hogwarts, solo porque es un oclumante que podría tutelar a tu hija, no parece un argumento válido para explicarle al jefe de la comunidad mágica de Uruguay, por qué su hijo no atiende a clases y en su lugar está haciendo las veces de niñero de una chica que no tiene la edad suficiente para entrar a Hogwarts. Además, Perit no pertenece a tu casa, por lo que no tienes la autoridad para permitirle salir de aquí con tales propósitos.- Gruñí. -¡Pero tú si, Albus! ¿Qué se supone que haga? ¿Que la mantenga encerrada hasta que pueda abordar el expreso Hogwarts en 5 meses? ¿Y qué pasará entonces? Explotará su cerebro una vez esté rodeada de magos, brujas, y toda clase de elementos mágicos. Sin la adecuada instrucción, su habilidad solo la hará débil. ¡Ni siquiera puede hacer sus compras en el callejón Diagon!- Exploté. El anciano no pareció afectado por la irrupción de mi mal carácter. Aunque tal vez esa hubiera sido la segunda vez que me veía tan afectado. -Tal vez tenga una tercera opción.- comentó con calma. -¿Dijiste que usaste Vulnera Sanentur en su mente?- Asentí más calmado. -Usualmente solo se usa para sanar laceraciones físicas, pero sentí su mente fragmentarse como si su piel fuera atravesada por mil cristales a la vez. Es todo lo que pude pensar en ese momento, y pareció resultar.- El hombre de barba plateada asintió complacido. Luego añadió. -Pediré a los elfos que preparen una recamara contigua a tus aposentos en la mazmorra. Lilith puede quedarse allí mientras aguarda el momento de su selección en una casa. No me sorprendería que fuera una Slytherin después de todo, de modo que luego solo tendría que cambiar de tu aposento privado a los dormitorios de estudiantes.- sentenció. Un pensamiento surcó mi mente, como una molestia punzante: No me sorprendería que fuera una Griffindor. El director continuó: -Estando aquí, el señor Perit podría darle tutorías privadas de oclumancia, siempre que él y Filtwick estén de acuerdo.
Estaba sentado frente a la chimenea de la sala de profesores esperando a Filtwick. El profesor mitad duende, era un hombre amable y de corazón noble. Dudaba mucho que se opusiera a que uno de sus mejores estudiantes fuera escogido personalmente para tutelar a mi hija. El hecho de que el hijo menor del líder de la comunidad de magos de Uruguay hubiera sido sorteado en Ravenclaw había sido un motivo de orgullo para el hombre, dado que claramente la gloria de Potter había engrandecido aún más a la casa regida por Minerva McGonagal. Yo no le tenía aversión a la bruja, al contrario, consideraba que, sin lugar a dudas, había ganado su reputación como una bruja de primer nivel y subdirectora del colegio. Sin dudas lo merecía, y además respetaba el hecho de que probablemente fuera tan estricta como yo, si es que eso era posible, pero era inevitable notar el orgullo que sentía por tener a el chico que vivió en su casa. Algo que solo había sido debilmente eclipsado por el hecho de que en la misma generación, un Perit había entrado en Ravenclaw.
La comunidad Uruguaya de magos era algo que el Ministerio de Magia respetaba, aunque con gran recelo. Era un pequeño país, sin grandes escuelas de magia, pero en relación a la población total de ciudadanos, la cantidad de magos del país era absurda. Por lo que se habían visto en la necesidad de instalar pequeñas escuelas que tomaban a niños mágicos desde los 4 años, reduciendo así las catástrofes causadas por la magia accidental de los niños. Como resultado, a los 11 años, cuando emprendían sus viajes (usualmente a Castelo Bruxo, la escuela de magia y hechicería más cercana al pequeño país) estaban excepcionalmente preparados, con lo que al graduarse, eran magos de un nivel con el que los recién graduados de Hogwarts solo podían soñar. Ocasionalmente, algún mago o bruja destacado dirigía sus pasos a otras escuelas de magia, con la excusa de conocer el mundo, aunque probablemente se debiera más a la curiosidad de los Uruguayos por mantener una visión general sobre el mundo mágico completo.
Usualmente, los uruguayos que concurrían a escuelas de magia europeas, solían quejarse de las normas estrictas (incluso se habían dado casos en los que habían llamado a las escuelas obtusas, ridículas u obsoletas). Sin embargo, ese no era el caso de la familia Perit, que, pese a su fama, solían ser altamente educados y respetuosos. Aunque algunos de sus antepasados habían asistido a Durmstrang y Beuxbatons, ninguno de ellos había asistido a Hogwarts antes. Eran personas extremadamente ricas, y aunque en su país los títulos nobiliarios no fueran utilizados, la familia Perit provenía de un antiguo linaje, por lo que, si vivieran en el Reino Unido, serían Lords. Famosos por haber desarrollado una forma de hechizo de expansión indetectable anclada a la tierra que hacía que en un país relativamente pequeño en términos de demografía muggle, podían tener parcelas inmensas que incluso duplicaban o triplicaban el tamaño del país en cuestión. En la parcela de la comunidad mayor, donde se encontraba la residencia Perit, se criaban animales mágicos y cultivaban arboles para la fabricación de varitas, se elaboraban pociones y además se preparaban ingredientes para ellas. Podía decirse que la comunidad mágica del Uruguay, pese a vivir en un país geográficamente y en densidad poblacional pequeño, era extremadamente grande (cerca de medio millón de magos), poderosa y autosustentable. Lo que a la confederación mágica internacional no le gustaba demasiado. De cualquier manera, un Perit en Hogwarts había dado que hablar, y más cuando se había hecho notar desde el primer día, y no solo por el cabello azul eléctrico que llevaba, sino porque, además demostraba cualidades en todas las asignaturas. Había que admitirlo: ¡El chico era brillante!
La linea de mis pensamientos se interrumpió cuando Filtwik finalmente apareció. -Severus, ¿querías verme?- preguntó un poco extrañado. No es que no fuera habitual que los profesores nos reuniéramos ocasionalmente para evaluar al estudiantado, o hablar sobre alguna situación particular. Pero Filius intuía que había algo novedoso en mi llamado. Probablemente, porque no había escuchado que le hubiera quitado puntos a su casa, o que hubiera castigado a uno de sus estudiantes. El rumor sobre una hija perdida de Severus Snape había corrido como la pólvora, pese a la discreción con la que había intentado manejar el asunto. -Si, Filius.- Respondí. -Necesito un minuto de tu tiempo para discutir un asunto que nos compete a ambos.- Filtwick tomó asiento a mi lado. Tenía curiosidad por saber qué clase de "asunto" podía competer a ambos, cuando probablemente, yo era considerado el ser más receloso y solitario de todo el castillo, con excepción, tal vez, del varón sanguinario. -Necesito pedirte un favor. Dumbledore solo aceptará esto, si estas de acuerdo. Necesito que el chico Perit tutele a mi hija, Lilith.- respondí lo más directo que pude.
Filtwick se sintió halagado por la elección de un estudiante de su casa. Pero no era un tonto con aires de grandeza. -¿Por qué específicamente él?- preguntó sondeando. -En mi casa hay muchos magos y brujas destacables. ¿Por qué Invitus Perit de todos ellos?- Suspiré cansinamente. Esperaba poder mantener las circunstancias especiales de la magia de Lilith fuera de la conversación hasta que se instalara aquí, pero parecía que Filius no me lo haría fácil. -Es un oclumante natural, ¿verdad?- Filius asintió. En realidad no consideraba que alguien fuera "naturalmente" algo con excepción de un brujo o un muggle. Pero El chico realmente afirmaba haber nacido con la capacidad innata de cerrar su mente a las intrusiones. Y natural o no, había resistido reiterados intentos de todos los docentes del colegio con gran facilidad, lo que hacía su habilidad incuestionable. Y la irrupción de la magia de Lilith en el horizonte, me había obligado a replantear esa creencia. Tras oír la narración sobre las peculiaridades de la niña, el mitad duende tuvo que admitir que no estaba del todo errado en la elección sobre el tutor más apto. -De acuerdo. Si Invitus está de acuerdo, no tendré reparo en que tutele a la niña.- respondió, casi para mi sorpresa.
Tras la sorprendente aceptación de Filtwick, me puse en pie. Con todo lo que estaba ocurriendo en el colegio y en mi vida personal, no tenía las menores intenciones de asistir al club de duelo que el ridículo de Lockhart se había empeñado en hacer. Pero había dado mi palabra, y si alguien enseñaría a esos niños a defenderse de lo que fuera que estaba atacando muggleborns, esperaba ser yo, ya que de recaer en las manos del inutil del cabello bonito, los hijos de muggles como mi propia hija, estarían condenados a la extinción absoluta. Eso, si es que el colegio no cerraba antes de que ella pudiera siquiera ser seleccionada para una casa. Con eso en mente, me dirigí al gran comedor, donde se habían quitado las mesas y en su lugar se había dispuesto una tarima para que todos pudieran apreciar el duelo con más claridad. El primer encuentro: profesor contra profesor, fue de las pocas cosas que me habrían dado algo agradable en que pensar por el resto de la semana si no tuviera mayores preocupaciones en mente. La cara de Gilderoy Lockhart al salir despedido tras un movimiento de varita había resultado de lo más satisfactoria. El segundo encuentro, Malfoy contra Potter resultó algo más... oscuro. El chico Potter, quién había enfrentado a un profesor poseído por el señor tenebroso en su primer año, el niño que no podía continuar acumulando fama, lo había hecho de nuevo: Aparentemente, el niño que vivió, era un hablante de parcel. Y ahora, todo el mundo lo creería el heredero de Salazar Slitherin, y el responsable de abrir la cámara de los secretos. ¿Cómo era posible que fueran tan estúpidos? El heredero de Salazar Slitherin, ¿un grifindor de madre impura? Absolutamente imposible. Sin mencionar que su mejor amiga muggleborn, yacía petrificada en la enfermería en este momento. Si Potter pudiera controlar la bestia que Salazar había dejado para su heredero, muggleborn o no, estaba seguro de que la mantendría lejos de Granger.
Decidido a dejar que ese problema lo manejara Minerva, como considerara conveniente, me dediqué a buscar el excéntrico cabello azul eléctrico entre la multitud. No fue dificil, ya que aparentemente, el chico corría hacia mi. -Profesor Snape,- terció en tono alarmado -necesito hablar con usted y el profesor Dumbledore, ahora.- aunque no me gustaba que los estudiantes fueran por ahí haciendo exigencias a los docentes sobre cómo y cuándo hablar, resultó en extremo conveniente, por lo que prácticamente arrastré a Invitus Perit al despacho de Dumbledore y, esta vez, entré sin golpear, ante la aparente alarma del chico. -Profesor Dumbledore, no hay tiempo para formalidades. Sé qué es la bestia que está atacando muggleborns por el castillo y sé como detenerlo.- soltó a toda prisa. La mandíbula del director cayó tan deprisa, presa de la sorpresa, como la mía. -Mi familia trabaja con criaturas mágicas. El parcel de Harry fue solo la pieza faltante del puzle. ¡Todas las pistas están en nuestra nariz!- continuó el chico ante el aparente silencio incómodo que se había hecho en el despacho. -Hace meses, Hermione me preguntó si conocía algún encantamiento para hacer hablar a las paredes. Creímos que Malfoy le estaba haciendo una broma pesada a Harry haciendo que escuchara una voz grotesca en su cabeza, a través de las paredes. Pero todo lo que encontramos no explicaba por qué solo Harry la oía y los demás no. Luego están las petrificaciones y los gallos muertos, y el extraño comportamiento de las arañas que parecen huir del castillo a toda prisa.- continuó apresurado y tropezando con las palabras mientras enumeraba las pistas con los dedos. -Entonces, cuando Harry habló con la serpiente esta tarde, lo entendí. Harry es el único que puede entender a las serpientes. ¡La bestia es un basilisco! ¡Lo que tiene sentido, porque el emblema de Slitherin es una serpiente, y Salazar un conocido hablante de parcel!-.
Rompí el silencio por primera vez. Debatiendome entre la admiración que sentía por la sorprendente deducción de Invitus, la fría aplicación de la lógica que había demostrado en un momento de conmoción popular, y el terror que me generaba la conclusión obvia a la que había arribado. ¡¿Cómo no lo habíamos visto?! -Es un excelente razonamiento, Perit...- dije, y mi voz sonó agria. -Desgraciadamente, está olvidando un pequeño detalle: el basilisco es letal. No petrificante.- Me hubiera gustado darle la razón al chico, de verdad, esa hubiera sido una excelente forma de ganarlo, pero no podía respaldarlo frente a Dumbledore, sin señalar esa obvia falla en su lógica. -Se equivoca.- soltó el ravenclaw imprudentemente -...profesor.- agregó tras volverse para mirarme a la cara. Pero volvió a arremeter -La mirada directa del basilisco es letal. Indirectamente, solo petrifica. La gata de filch debió verlo reflejado en el agua del piso, comosellame Creevey no se separaba de su cámara, estoy seguro de que lo vio a través de ella. El chico de Hufflepuff fue encontrado junto al fantasma casi decapitado. Es obvio que él no puede morir dos veces, y el chico solo debió ver al basilisco a través de la forma espectral del fantasma. En el caso de las últimas chicas en ser petrificadas: estoy seguro de que Hermione, que es por lejos la estudiante más lista de todo el colegio, debió llegar a la misma conclusión que yo, y pensó "mejor petrificada que muerta", así que usó algún objeto refractario como forma de evitar encontrarse con él frente a frente y ¿no estaban juntas en el momento de su petrificación? ambas debieron ver su reflejo.- Una vez más quién rompió el silencio fui yo. En la medida en que el estudiante de Ravenclaw hablaba, yo analizaba cada uno de los puntos, y no podía encontrar fallas en su lógica -Tiene sentido. En verdad lo tiene.- dije contemplativo, pero justo en ese momento, un golpeteo loco en la puerta del despacho sacó a todos de la especie de trance en la que nos habíamos sumido.
Dumbledore abrió la puerta para dejar pasar a unos muy alarmados Harry Potter y su inseparable copiloto de caos, Ronald Weasley. -¡Sabemos donde está la entrada a la cámara de los secretos!- soltó Potter a toda prisa, sin reparar en la compañía en que se encontraba el director. -Parece, Severus,- dijo el director con su voz mansa -que debemos llamar a Gilderoy. Tenemos el lugar y la criatura. Solo falta, quién la detenga. Y él es el experto, después de todo. ¿Verdad?- Esta vez, el respeto que sentía por Dumbledore, no evitó que lo mirara con desconcierto, lo que coincidió con la expresión de las caras de todos los presentes. -¿Experto? ¿Ricitos de oro? No habla en serio, ¿verdad?- preguntó Weasley en cuanto pudo salir de su estado de shock. -Con el debido respeto, Albus, ¿cree que es la mejor opción enviar a.. el profesor Lockhart.. a hacerle frente a un basilisco?- pregunté con incomodidad, intentando refrenar el tono de incredulidad que se asomaba. Odiaba tener que discutir con Albus Dumbledore, sobre todo, porque usualmente, aunque tuviera todos los argumentos a mi favor, era una batalla perdida. Potter y Weasley aprovecharon el momento de incómoda duda para acercarse a Invitus -¿Basi-qué?- murmuró el pelirrojo, en un tono perfectamente audible. Observé a los tres estudiantes, pero Perit solo hizo un gesto con la mano, cuando Dumpledore se dedicaba a responder -El hombre ha detenido a una Banshee, luchado con una mantícora, pasado la noche con un grupo de vampiros, y escapado de la captura de Trolls. Estoy seguro de que podrá con un Basilisco.- Dijo casi divertido, pero inescrutable. -Harry, Ron, Invitus, si fueran tan amables ¿podrían ir a buscar al profesor Lockhart, por favor?- solicitó. Los tres asintieron en desconforme unanimidad.
...
Una vez fuera de la escalera de caracol Harry soltó sus primeras palabras desde que había informado del conocimiento de la entrada a la cámara. -¡Es increíble que Dumbledore crea que el idiota de Lockhart puede rescatar a Ginny y matar a una bestia en el proceso!- Miré a los dos gryffindors que corrían en dirección a la recámara del imbécil que se hacía llamar profesor de defensa contra las artes oscuras. -Basilisco.- Puntualicé. -¡Genial!- se quejó el pelirojo. -Él descubrió qué es la bestia, ¡y no tuvo que meterse en medio de miles de arañas gigantes en el proceso!- sonaba a medio camino entre apenado y asqueado. -"sigan a las arañas"- continuó imitando, supuse, la voz de el semigigante que trabajaba como guardabosques. -Si Hagrid sale de Azkaban, yo lo mataré.- terminó con indignación. Lo contemplé con suspicacia: -¿Miles de arañas gigantes?- preguntó Invitus. Mi interés, pareció frustrar más a Ron. -Una de las tiernas mascotas de Hagrid...- explicó Harry. -¡Una araña gigante con próspera descendencia y apetito insaciable!- Eso era increíble. -¡Suena a una colonia de acromántulas!- solté sin esconder mi sorpresa. -Puede ser un problema si no es controlado.- informé. Harry resopló. -Con Hagrid aquí, no lo será. Sin él... Bueno, solo digamos que casi nos considero afortunados por el basilisco que merodea el castillo. Le temen, ¿sabes?- respondió y yo asentí. -Si, las serpientes comen arañas. Es el orden natural, supongo.- Ron se estremeció.
A medio camino de los aposentos de Lockhart, noté que la varita de Ron estaba quebrada y pobremente reparada. -No vas a conseguir nada con esa varita.- solté sin reparo. Las orejas del chico se tiñeron de rojo. -Gracias por el cumplido, pero mi familia no puede simplemente ir a Gringgot's y retirar los galeones para comprar cuatro o cinco, solo por si a caso.- Respondió de mala gana. Lo pensé un momento y me di cuenta de lo grosero que podía haber sonado. -No quise ofenderte. Pero creo que puedo ayudarte.- dije, avergonzado. Me importaba una meiga frita que la gente me llamara impertinente o incluso engreído. Pero lo cierto es que tenía algo de respeto por los dos gryffindors que tenía delante. Al menos, no se habían encerrado aterrados ante la presencia de un monstruo aterrador merodeando por el castillo y habían hecho lo posible por averiguar tanto como pudieran, con tal de contribuir en la solución, pese a haber perdido al cerebro del grupo. -¿Harry, puedes encargarte de Lockhart solo?- pregunté. El chico de la cicatriz en forma de rayo se encogió de hombros y asintió. -Solo le diré a ricitos de oro que el director solicita su presencia... No necesito una escolta de aurores para eso...- terció -Solo espero que esté vestido con algo más que una bata de seda lila para cuando golpees a su puerta- dijo Ron con una risita. Harry hizo una arcada y nos dio la espalda, corriendo por el pasillo.
-¡Genial entonces! Ron, ven conmigo.- y tironeé del brazo del chico del cabello naranja. Lo hice correr hasta la entrada de la sala común de Ravenclaw, cuya puerta tenía una aldaba en forma de cuervo. Golpeó y la aldaba trinó: -Dos padres y dos hijos van de pesca. Pescan un pez cada uno. Al regreso, tienen tres pescados. ¿cómo es eso posible?- Miré divertido a Ron que parecía perdido. -¿Perdieron un pez en el camino?- aventuró. Me reí. -Si te sabes la respuesta, dísela ya ¡cada minuto que pasa es un minuto que pierde mi hermana!- exigió. Miré a la aldaba y respondí: -Son un abuelo, su hijo y nieto. Tres personas, pero dos padres y dos hijos al fin.- La aldaba volvió a trinar y nos permitió pasar. -En serio, deberían ponerle una contraseña a esa maldita puerta.- se quejó. -Deja de quejarte y sígueme. No estamos aquí para que hagas turismo por mi sala común.- lo regañé. Llegamos a mi habitación, y fui directo a un baúl de cerradura mágica. La toqué con la mano y ella se abrió con un sonoro chasquido. -Permite que te elijan.- dije cediéndole el paso a un alijo de varitas variopintas. -Son hechas por mi familia. Estoy seguro de que habrá una para ti.- Ron extendió su mano, y casi inmediatamente, una comenzó a emitir una especie de luz blanquecina, que se fue tornando cada vez más naranja, cuanto más cerca estaba la mano del Weasley. -Madera de sauce, con núcleo de pelo de cola de unicornio.- comenté un poco fascinado. Él pelirojo miró los bolsillos de su gastada túnica -No tengo cómo pagarte.- informó mientras sus orejas volvían a ponerse rojas.
Me encogí de hombros -No dejes que te maten, y considérate a mano.- respondí. -¿Que me maten?- preguntó desconcertado. -¿No vas a dejar a tu mejor amigo bajar a solas con el inútil de Lockhart a la caza de un basilisco, verdad?- El chico negó seriamente. -Pues, entonces, ya somos tres los que bajamos con Lockhart. Y ahora tienes una varita con la que defenderte.- puntualicé poniendo fin a la discusión, antes de que Ron comenzara a darme las gracias. -Vamos, debemos encontrar a Harry antes de que llegue con Lockhart al despacho de Dumbledore.- y dicho esto, volvimos a salir del dormitorio, hacia la sala común, por la puerta de la aldaba y corrimos pasillo abajo.
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