Capítulo 8: Un último día.
GINNY
-¡Es hoy, es hoy, es hoy!- la voz de mi hermano se escuchó desde el pasillo, estaba claro que gritaba y golpeaba las puertas de todos los dormitorios. -¡Te odio Ron!- grité desde mi cama, pero Juls, que compartía el dormitorio conmigo, ya estaba de pie y corría por la habitación de un lado a otro. -¡Vamos! ¿No piensas apoyarlo en la final del campeonato?- preguntó tironeando de la almohada con la que intentaba cubrir mi cara. Tenía el pelo dorado recogido en una coleta alta, un buzo de lana grueso verde y medias a juego, y una falda blanca y muy corta. -¿Has visto mis botas?- preguntó, arrojando prendas fuera de su baúl. -Si, debajo de la cama.- respondí aún somnolienta. Ella se arrojó al piso y reptó hasta ellas. Se las calzó, tomó su capa, del perchero y bajó a toda prisa, sumándose a los gritos emocionados de Ron. -¡CO-LO-NOS!- entonaban. Me vestí de mala gana y bajé a la cocina, Luna e Invi habían preparado el desayuno, lo supe en cuanto noté la mezcla de sánguches de jamón y queso, con hotcakes en forma de unicornios y hadas, mate, y jarros de café cuya espuma tenía forma de escarbatos y lebrílopes, que había en la mesa. Para completar la extraña visión, un a cría de lebrílope real me miraba desde la silla que solía ocupar la chica ravenclaw. -¿No es bonito?- dijo una voz eterea junto a mi. -Buenos días Luna, es muy lindo, pero ¿de dónde lo has sacado?- pregunté. -Me ha seguido desde el bosque encantado. He intentado que se quedara, pero continuaba siguiéndome... así que lo dejé acompañarme. Y desde hace varios días duerme conmigo.- afirmó ella, encantada. No sé para qué pregunto, pensé. Luna era tan... Luna.
-¡CO-LO-NOS!- canturrearon Ron y Juls entrando en la cocina. La chica iba sentada en los hombros de mi hermano y corrían divertidos por entre los muebles. Hermione bufó. -Buenos días Herms.- dije. Ella me miró como si recién reparara en mi presencia, o la de Luna. -Buenos días.- dijo, y se arrojó en una silla, donde abrió un libro y se abstrajo. -Parece que estamos de muy buen humor.- comentó Lil bajando de la mano del rubio slytherin. -¡Y qué lo digas! Me desperté con sus gritos en la puerta.- comenté frustrada. -Igual que todos.- comentó Harry reprimiendo un bostezo, y apoyando su cabeza en mi hombro, como si pretendiera quedarse dormido allí. -¡Buenos días, gryffindumbs!- gritó Thad con su tono simpático, enseñándome la lengua desde la escalera. -Es un fantástico día para verlos a todos de verde.- comentó, guiñando un ojo a Draco al pasar junto a él. -Eso, por supuesto, si es que a nuestros amigos leones no les da urticaria.- soltó. Yo me crucé de brazos. -Qué gracioso, serpientita.- comenté, pero él, sin inmutarse, caminó hacia mi y me alzó en sus brazos, hasta depositarme sobre la escalera. -No, no, no. Nada de ceños fruncidos, brazos cruzados o prendas gryffindor. Hoy es un día para usar verde.- chilló el idiota, como si lo hubiera ofendido, me reí y bajé el cierre de mi campera, debajo de la cual, tenía puesta una camiseta que se asemejaba a las capas de los colonos. Él festejó, como si le acabaran de decir que había ganado él mismo el campeonato y se dirigió a la cocina cantando también -¡CO-LO-NOS!- Me encantaba el quidditch, pero no entendía por qué realizar un partido tan estelar como la final de un campeonato tan temprano. Así que reprimiendo mi mal humor por haberme despertado tan temprano, me senté a la mesa y me serví una ingente cantidad de café, luego de la cual, nos dirigimos al estadio de las abejas, donde tomaría lugar el partido.
-Invitus, traidor, ¿no podías alentar a los colonos solo por hoy?- preguntó Lilith, envolviéndose una gruesa bufanda del equipo de Ron. -¡Se te ve muy bien el verde, bonita!- comentó Draco con ternura. -Eso, no puede negarse.- dijo una voz fía detrás de nosotros. El profesor Prince, caminaba a paso tranquilo detrás de nuestro grupo. -He invitado al profesor.- dijo Artifex, corriendo para alcanzarnos. -No, no podía. Es cuestión de principios. Toda mi familia alienta a las abejas. El amarillo y negro corre por nuestra familia como la sangre y la magia. Creo que si alentara por otro cuadro, sería el próximo en pedir asilo en la casa Black.- bromeó el peliazul, haciendo que Draco se atragantara. Cuando llegamos, Invitus y su padre salieron hacia las tribunas de las abejas, Ron se coló por la entrada de los equipos y el resto de nosotros, acompañados por el profesor Prince, nos metimos en las gradas decoradas de verde y blanco, de los colonos.
El partido fue espectacular. Los equipos se esforzaban al máximo para obtener la victoria, y eso se resumía en un encarnizado empate donde los goles no esperaban a ser anotados por los cazadores tanto de los Colonos como de las Abejas. En un momento de tensión, después de que las abejas anotaran el tanto que les daba el empate 260 a 260, pareció que los buscadores de ambos equipos habían localizado la snitch: el que pertenecía al equipo de mi hermano se lanzó en picada desde una gran altura haciendo un tirabuzón, impidiéndole al buscador rival acercarse a la pequeña bola dorada. Un golpeador ataviado de amarillo y negro, vio aquello y dirigió una furiosa bludger hacia el buscador colono, intentando, sin duda, librarle el camino al buscador de su propio equipo. Sin embargo, no le atinó. El buscador de verde, un chico flacucho y rubio se viró a la izquierda, el otro no comprendió lo que hacía y lo siguió, ocupando el lugar que había dejado libre y en ese preciso instante ¡PAM! La bludger le dio de lleno en la espalda, haciéndolo caer de la escoba. Un cazador del equipo verde, se arrojó en picada. Al pasar por su buscador gritó -¡Ve por la snitch!- y siguió de largo, hasta atrapar al magullado buscador del otro equipo, al que depositó en el suelo con cuidado.
Cuando todos estábamos distraídos viendo aquel acto de heroísmo, escuchamos por los altavoces -¡Rodríguez tiene la snitch! Los Colonos de Sacramento ganan 410 a 260 contra las Abejas a vapor.- Hubo un momento de silencio, seguido por un estruendo proveniente de las tribunas de los colonos. Los jugadores, nada mas darse cuenta que habían obtenido la victoria del campeonato, se dirigieron en tropel al suelo, donde desmontaron para alzar a mi hermano y a su entrenador en sus brazos y dirigirse a los vestuarios llevando a un extasiado Ron en el aire con cánticos eufóricos. El estadio era en ese momento una marea de gente cantando, gritando y saltando, ataviados con casacas verde y blanco.
...
HERMIONE
Había una última cosa que hacer antes de irnos de Uruguay. Habíamos acordado con Invi, Lil y Draco, convocar a una segunda reunión del consejo merodeador, pero esta vez con todos nuestros amigos presentes, lo que me ponía algo nerviosa. No estaba preparada para que alguien dijera "Oh, Harry, espero que no te lo tomes personal pero te hemos ocultado que posiblemente tengas un pedazo del alma de Voldemort en tí". Si Dumbledore no quería que lo supiera aún, estaba segura de que tendría sus motivos. Aunque, hablando con Draco, también había tenido que aceptar que el director del colegio tenía por momentos decisiones de lo más cuestionables, lo que hacía difícil decidir si era un genio, cuya perspectiva no estábamos a la altura de comprender, o simplemente estaba chocheando. De momento, yo elegía conscientemente confiar en él, pero para mi infortunio, estaba en minoría, ya que Invi, Draco y Lil habían votado a favor de desechar las opiniones de Dumbledore, y actuar. Los gemelos decidieron no presentarse, porque tenían que terminar su primer producción de caramelos Parlamenti, que ya se encontraban listos, pero eso no nos detuvo, ya que, de todas maneras, no pertenecían a los merodeadores. Como ellos mismos lo habían dicho: eran un equipo de dos, y uno inquebrantable.
El peliazul nos había dirigido a un recinto que asemejaba a un desierto. Lo habíamos usado hacía solo unos días, para, con la ayuda de Plumita, completar el proceso el proceso de animagos. Así que no me costó trabajo ubicarme. En medio del desierto, en una gran meseta, se encontraba una gigantesca abertura que parecía tallada en la misma roca. Estaba rodeada por pictogramas y runas que representaban a un mago era rodeado por distintas criaturas, que interactuaban con él, y denotaban cierto afecto mutuo. Supuse que quien estaba representado en la roca, y el responsable de tal obra, era mi amigo Invitus. Que seguramente habría utilizado sus dotes mágicos para hacerlo, puesto que de haber confiado el trabajo en su habilidad artística, los dibujos no serían ni remotamente comprensibles, pensé y una risita escapó de mis labios. Dentro de la meseta, en lo que suponía era la bóveda principal, se encontraba una gran mesa de roca, rodeada en estos momentos por 12 sillas de respaldo alto, cada una con los colores de una de las casas de Hogwarts: Una solitaria silla de color amarillo, un par de color verde, tres azules y seis sillas escarlata. -Este solía ser mi escondite cuando era niño, como podrán adivinar por los bonitos dibujos de afuera.- explicó. -Ahora, es usada para ceremonias y rituales, pero he pedido que no nos molesten, así que nadie vendrá.- añadió.
-Bueno chicos, antes de discutir cuestiones más oscuras, tenemos que felicitar a las dos nuevas animagas, las últimas que faltaban.- Dijo, e hizo un gesto hacia Lilith y yo. Todos nuestros amigos aplaudieron, pero yo me sentí un poco avergonzada: mi animal interior era el más chico del grupo, y al lado de la impresionante fiera que había salido del cuerpo de Lilith, parecía insignificante. Aunque por supuesto, tenía la ventaja de poder escabullirme en cualquier lugar y no ser detectada: imaginarme una pantera o un caballo intentando pasearse por los pasillos de Hogwarts sin llamar la atención no parecía posible, pero para un ratón como Tooth, mi forma animaga, esa era una posibilidad más que aceptable. -Siguiente punto.- dijo el chico que nos había ayudado a convertirnos en animagos, después de que los aplausos cesaron. Abrió un cajón a sus espaldas y se incorporó con una sonrisa -Tengo varios regalos de parte de la comunidad para ustedes. Las personas con las que han trabajado, han elegido estos obsequios. Es una tradición, cuando alguien se va de un trabajo, sus supervisores y colegas le obsequian algo que creen puede ayudarlos en su futuro. Así que...- Sacó de dentro del cajón, una caja de madera labrada, con ribetes de plata formando runas y la silueta de un martillo -Thad. Tómalo antes de que disloque mis hombros- musitó, jadeando. El aludido lo tomo y lo abrió, para encontrarse con un martillo de herrero finamente trabajado, el mango me pareció demasiado corto para el tamaño de la cabeza, pero Thad lo manipuló con soltura, como si no pesara los más de 20 kilos que seguramente tenía. -Lil, Herms. Aquí tienen libros que sus jefes temporales pensaron que les serían útiles.- Nos dijo, mientras me pasaba una primera impresión de Piaget y una de Freire. Dos pedagogos muggles afamados, uno de ellos oriundo del país fronterizo con Uruguay, donde estaba ubicada la escuela Castelo Bruxo, según había leído. Vi que los libros de Lil eran, un compendio de política, y otro de psicología. -Gracias Invi.- dije por lo bajo.
-¿Qué más... qué más?- murmuró, revolviendo el cajón. -Draco, el mejor juego de pocionista que se fabrica en Uruguay. La caja contenedora tiene un hechizo de expansión para que no sea una cosa enorme y difícil de transportar.- Dijo entregando el regalo. Draco le hechó una mirada -¡¿De verdad Tinax me ha comprado un caldero de plata?!- chilló emocionado, como si no se pudieran hacer exactamente las mismas pociones que en uno de peltre. -Ignatius,- continuó Invi, sacándome de mis pensamientos -mi hermano pensó que era buena idea que tuvieras un colmillo de basilisco, así que... ten.- dijo casi a regañadientes -¡Pero mucho cuidado que esos almacenan veneno en su interior por años!- Advirtió, y le entrego un sobre de cuero negro y duro, donde en su interior efectivamente se encontraba uno de los dientes del reptil mágico. Ignatius lo miró como si se tratara de un tesoro. Lo apretó contra su pecho con una sonrisa y murmuró algo emocionado. -Juls, Ginny, este es un regalo de parte de Fabián.- Dijo con una sonrisa de burla y maldad. -¿Es en serio?- chilló indignada Juls -¡Todos tienen regalos geniales ¿y nosotros recibimos nuestros feos gorros del uniforme?!- espeto Ginny, con más decepción en sus ojos. -Invitus, dime que es una broma. ¿Fabian cree que en nuestro futuro nos hará falta un gorro que dice nuestro nombre? Creo que ese pequeño dato puedo recordarlo.- terció Juliet con rabia. -Creo que deberían mirarlos antes de protestar.- respondió Invitus, que no podía parar de reír, mientras era fulminado con la mirada por el par de chicas. Sin embargo, ambas le hicieron caso y entonces, ambas abrieron los ojos como platos. Los gorros ya no decían el nombre de las chicas, ni cadetería. En su lugar, el de Juliet con letras rosa neon con piedras brillantes ponía "Juliet Diggs: Cazadora." Y el de Ginny, con letras rojas y doradas: "Ginebra Weasley: buscadora." -Fabián ha pensado que cuando salgan del colegio y sean reclutadas por los equipos profesionales, necesitarán protegerse del sol.- informó. Y ambas se encasquetaron los gorros con orgullo.
Después de la explosión de las dos niñas, le arrojó a Nev una bolsita de tela -¿Qué es esto, Invitus?- preguntó el chico confundido -Tu regalo, de parte de los trabajadores del invernadero.- explicó. Neville descorrió los nudos del cordón y miró dentro. -¡Es un surtido de semillas!- dijo emocionado. -En cuanto llegue a casa de mi abue, le ordenaré a los elfos que las planten.- sentenció orgulloso. -¡Tendré uno de los invernaderos más completos de nuestro país.- añadió, y una sonrisa de suficiencia se dibujó en su cara redonda. -Eso es genial. Además, siempre es bueno tener un pocionista, y un proveedor de ingredientes prohibidos, ¿no?- añadió Invi con un guiño cómplice a Nev y Draco, que sonrieron con malicia. -Para Luna, una maleta para transporte de criaturas mágicas.- dijo, pasando por encima de la mesa, un pequeño maletín que no se parecía en nada a una jaula o a un transportador. Lo miré un poco aturdida. -Está expandida, y tiene varios hábitats con distintas condiciones climáticas, algo similar a los encantamientos que tenemos aquí anclados a la tierra.- explico el peliazul y recibió un sendo beso de parte de su novia que, tras soltarlo, nos dirigió una sonrisa a todos, con sus grandes ojos ausentes -Así podré llevar a Bluey conmigo.- musitó.
Ron, que estaba cerca de mi se acercó discretamente y susurró -¿quién es Bluey?- Yo estaba a punto de responder que no tenía idea, cuando Ginny, sentada al otro lado se acercó también y murmuró como respuesta. -Es un lebrílope que adoptó a Luna.- Ron rió ruidosamente, lo que cortó la entrega de regalos momentáneamente. -¿No querras decír que Luna adoptó al lebrílope?- preguntó. -No, de hecho, el lebrílope la adoptó, si gustas, puedes preguntarle.- respondió su hermana, poniendo los ojos en blanco. Cuando Ron dejó de sacudirse con los estertores de la risa, Invi prosiguió, sacando dos paquetes envueltos en papel. Podía adivinar que eran prendas de ropa por como se movía el envoltorio, pero lo que contenían, no estaba ni en mis sueños más locos: -De parte del cuerpo de seguridad.- dijo, y los chicos los desenvolvieron con asombro. El de Harry era un atuendo completo de protección: Camisa, pantalón, botas, guantes y una capa, todo hecho de cuero de dragón de un tono rojo oscuro, y forrado en seda de acromántula. También le incluyeron una máscara negra, que se asemejaba a la protección facial de los jugadores de hockey. Pero el atuendo más impresionante era el del pelirrojo. Parecía un traje de gala de un comandante militar. Unas botas por encima del tobillo, un pantalón de vestir negro que se encajaba en dichas botas, y un saco completamente prendido hasta el cuello, color escarlata, con hombreras doradas, y en el pecho una medalla de oro. Dentro de uno de los bolsillos, una carta le indicaba que la medalla era otorgada por su agudeza mental a la hora de elaborar una espléndida estrategia cuando realizamos el rescate de las criaturas mágicas. Ron se colocó la chaqueta por encima de la ropa con un gesto digno y nos dirigió una mirada altanera que desentonaba con la sonrisa de niño que tenía tatuada en la cara.
...
LILITH
-Bueno, y ahora, tendremos que pasar a temas más... difíciles.- dijo Invi. Después de que nos entregara los regalos, todos estábamos en un humor alegre que se complotaba con las ganas de disfrutar el último día en Uruguay. Pero mi antiguo mentor oclumante, se empeñaba en cargarnos de oscuridades. -Como saben, la profecía...- empezó, y yo bufé. No me apetecía tener que volver a explicar cómo percibía a todos y en especial, cómo había ayudado a descubrir que Harry podía potencialmente tener un fragmento del alma de Voldemort dentro. Por la cara de Hermione, tampoco a ella le parecía una buena idea, pero mi novio e Invi estaban firmes. -¿Invitus la profecía no dijo cuando ni cómo va a cumplirse, en serio necesitamos hablar sobre eso ahora?- terció Harry. Pero fue Draco quién le contestó. -Potter... Eh, quiero decir, Harry, lo siento, es la costumbre... Deberías sentarte y escuchar. Esto es importante. Y al resto, yo que ustedes me mantengo sentado también.- dijo de forma autoritaria, con lo que Ginny, que se había puesto de pie a la defensiva al grito de Potter, se volvió a arrojar en la silla. -Que no sepamos cuándo ni cómo, no significa que debamos dejarlo todo librado al azar.- dijo Ron, y los ojos de Hermione se desorbitaron. -¿No deberíamos traer unos sánguches o algo?- añadió y Hermione suspiró, como aliviada -Es él, no hay dudas.- añadió como para sí.
-¡Sponky!- gritó Neville, y con un ¡Crack! apareció una elfina. Llevaba puesta una especie de toga romana, hecha con lo que parecía una sábana, pero inmaculadamente limpia. -¡El amo Neville ha mandado llamar a Sponky, y Sponky está encantada de servirle.- dijo con una voz dulce y chillona. Tenía las Orejas y ojos pequeñitos, que recordaban a un cerdo, pero su nariz, lejos de ser un morro, era triangular y chata, como la de un gato. En compartación con Dobby y Kreacher, Sponky era bonita. -Hola, podrías por favor traer una bandeja de sánguches.- pidió Neville, la elfina, entusiasmada desapareció en el acto, y momentos después reapareció con una enorme bandeja repleta de toda clase de sánguches. Ron, intentó abalanzarse sobre ella, pero la elfina la movió velozmente, y en lugar de un sánguche, Ron fue abofeteado -¡No!- chilló la elfina -Estos sánguches son de mi amo.- colocó la bandeja delante de un atontado Neville, hizo una reverencia y saludó con la mano, encantada de que Neville la hubiera llamado, y entonces se desapareció. -Pueden servirse.- dijo Nev, pero Ron aún aturdido regresó a su silla sin probar bocado.
-Como sea,- dije, aunque solo fuera para llenar el silencio -sabemos que se aproxima una guerra, sabemos que todos nosotros pelearemos en ella aunque no sepamos quién es quién en la profecía y sabemos que Vol... digamos, Tom, se alzará de nuevo.- comencé a explicar, pero Ginny me interrumpió -¿Como sabes que será el que no debe ser nombrado? ¿Por qué no podría ser otra la fuente de la oscuridad?- terció. Esta vez fue Hermione la que habló -Porque sabemos que volverá. No está muerto, pero... sabemos que hay otros... artefactos como el diario... que conservan una parte de él en este mundo, y que pueden ser usadas para que vuelva.- explicó. -¿Qué?- chilló Ron, y Neville palideció. Invi se puso de pie y sacó el guardapelo que yo había encontrado en Grimmauld Place. -Les presento el segundo horrocrux de Tom Marvolo Riddle.- dijo con tono teatral -¿Estás seguro de que Histrio es tu hermano?- murmuré poniendo los ojos en blanco. Él me dedicó una furibunda mirada pero no se interrumpió; por el contrario volvió a la mesa y siguió -Un horrocrux es un objeto en el que un mago puede esconder una parte de su alma luego de haberla fragmentado. No es un proceso muy agradable, es magia muy oscura, pero, después de que Harry destrozó el diario de Riddle, y Lilith encontró esto, tuve que atar cabos. La cuestión es que, si sabemos que hizo dos, es posible que haya hecho más, y no tenemos idea de cuantos, ni qué son, ni dónde están. Necesitamos un plan para comenzar a buscar los demás.-
-Disculpa...- interrumpió Ginny...- Pero sugieres que busquemos algo que no tenemos certeza de que exista, que si existiera no sabemos como se ve y aunque supiéramos como se ve, no sabríamos por donde empezar a buscar. Parece que quieres que busquemos una aguja en un pajar, sin saber en qué pajar del mundo buscarla. Y todo eso... ¿solo por si acaso existe esa aguja?- Ví a Invitus dudar una fracción de segundo antes de que Draco se pusiera de pie junto a él -Eso es, exactamente.- dijo el rubio. -Peor aún, tal vez busquemos una paja específica entre los millones de pajares en la tierra.- añadió. -Pero si eso anula la ventaja de Voldemort, es lo que debemos hacer.- Invitus asintió, pero entonces la mesa prorrumpió en preguntas y comentarios. -¡¿Sugieres que abandonemos Hogwarts?- preguntó Juliet alarmada -¡¿No es exactamente lo que beneficiaría al que no debe ser nombrado, que nos alejemos de la seguridad que nos proporciona Dumbledore?!- razonó Thadeus. -¡Es una locura!- Protestó Neville. Entonces vi al peliazul buscar la mirada de Lilith. Ella se giró desesperada en busca de Draco, pero cuando lo vió, él asintió serio. La chica abrió los ojos muy grandes. -Escuchen.- chilló no demasiado convencida -Es importante que encontremos los demás horrocruxes, si es que existen, y alguna manera de... neutralizarlos.- Noté que evitaba decir la palabra "destruir" y entendí con pánico a dónde se dirigía la conversación. Oh, no, pensé. -Es urgente porque...- las voces comenzaron a remontar de nuevo, entonces golpeó las manos en la mesa y rugió por encima de los gritos y quejas de todos. -¡Es posible que Harry sea un horrocrux viviente!-
Silencio. La oscuridad pareció tragarnos y todos los ojos se clavaron en Lilith que lloraba en silencio, incapaz de levantar las manos o la mirada de la mesa. -Fue en verano. Siempre sentí que había algo retorcido y macabro en el aura de Harry, pero no fue hasta que encontré el guardapelo, que Invitus lo entendió. Harry...- levantó su mirada y buscó los ojos verdes de nuestro amigo de la cicatriz. -Tie... tienes... un trozo del alma de Voldemort pegada a la tuya.- concluyó. Harry boqueó. Tomó aire, las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus ojos. -No... No es posible... él... él no... no puede... él no puede tocarme, ¿recuerdas?- negó con la cabeza, buscando apoyo entre los merodeadores. Lilith sorbió por la nariz e intentó sosegarse. No lo consiguió. -No hay dudas, Harry.- El aura de esa cosa- dijo señalando el guardapelo -y la parte oscura que hay en ti es exactamente igual.- Harry palideció ante la afirmación de Lilith y dejó que la nueva oscuridad se lo tragara desde dentro.
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