Capítulo 5: Quetzy y Plumita.
INVITUS
La profecía había calado hondo en nosotros en los pocos días que habían pasado, y cada uno había reaccionado de maneras diferentes: Los gemelos estaban más empecinados en sus creaciones, y se pasaban largas horas consultando a distintos magos y experimentando en el taller de pociones de mamá. De vez en cuando, veíamos a uno pasear con la mirada ausente y anotar cosas a toda velocidad en una libreta, o llegar a comer sin cejas. Para ser Fred y George, eran cosas normales y hasta esperables. Draco pasaba más tiempo en el laboratorio de mamá, y le había pedido que le enseñara principalmente pociones curativas y cualquier tipo de poción de poder dañino. Mi madre, fiel a su carácter, le había enseñado toda clase de creaciones, no solo las que el chico le había pedido. -No lo olvides, cariño, cualquier cosa puede ser una herramienta, si tienes la creatividad suficiente.- espetó un día en plena cena.
Herms luego de su trabajo en la escuela, investigaba y aprendía hechizos, incluso, para mi sorpresa (y cierta frustración) papá le había permitido husmear en su biblioteca privada, donde guardaba toda clase de objetos míticos que nuestra familia había recolectado a través del tiempo. Thad casi no se dejaba ver. Se la pasaba en la herrería. Esmeralda, su encargada, estaba enseñándole a herrar armas de gran porte y embuirlas de magias más poderosas que un par de runas, de igual modo, Neville llevaba tres noches durmiendo en el invernadero, aprendiendo y experimentando con las plantas. Ignatius si no estaba en el recinto de dragones, estaba leyendo sobre estos o con mi hermano Histrio, aprendiendo sobre su trabajo. Los demás, Lil, Ginny, Juls y Ron (este último se había tomado la profecía tan enserio que no se había molestado en mencionar lo bien que les había ido a los colonos en su partido), le habían pedido a Harry que les entrenara de la misma forma que él entrenaba con el equipo de seguridad mágica, y a veces, podía ver a Ginny y Juliet lanzar hechizos a larga distancia desde sus escobas, a una velocidad (y con una puntería) que resultaba escalofriante.
La única que parecía no inmutarse era Luna, que seguía con su vida como si la profecía no hubiera sido dictada, trabajando con las criaturas del bosque encantado, también en las tardes puesto que todos estaban ocupados. En ocasiones, iba al bosque a verla, su sonrisa era dulce como la miel, y resultaba balsámica ante tanta presión. Yo no estaba menos afectado que mis compañeros: mis cavilaciones me llevaban de un lado para otro en busca de consejo y ayuda. No es como que no me esperara que el señor tenebroso volviera, pero saber que todos mis amigos estarían envueltos y, que además estaba tan próximo...
Repasando la profecía había logrado identificar un par de similitudes entre los mencionados de la misma y nosotros, pero aún no podía dilucidar quién era cada quién en ese destino marcado. Mientras tanto, el orbe con las palabras de Carmina Buonafede seguía tibio al resguardo de mi bolso, que ahora llevaba conmigo a todas partes colgado de un hombro. La charla con mis padres tampoco había aclarado mucho. -¡Oh, cielo!- chilló mi madre, llevandose ambas manos al pecho con horror. -¡Cuánto lo siento! No es habitual que Carmina tenga ese tipo de visiones. Usualmente se limita a enamoramientos y cuestiones familiares.- afirmó con un hilo de voz. -¿Y qué creen que debamos hacer?- pregunté receloso. -Nosotros no podemos resolverlo por ustedes.- sentenció mi padre, sereno. -De acuerdo con la profecía, esta es una guerra que pelearán ustedes. No está en nuestras manos.- afirmó. -¡Pero pueden ayudarnos!- protesté. -Y lo haremos.- respondió él, sin perder la calma. -Haremos todo lo posible, les ofreceremos toda la ayuda, el conocimiento y las armas que podamos darles. Incluso pelearemos a su lado si se nos presenta la oportunidad. Pero llegado el momento, aquellos que Carmina ha visto luchar, lucharán.- Suspirando, volví a mi habitación, donde una afectiva Luna se aseguró de borrar mis preocupaciones por un rato.
Decidí que no había mucho que hacer, hasta que los engranajes del destino se pusieran en marcha, salvo prepararnos y planificar. Y con ello en mente, resolví buscar la sabiduría que, como un idiota, aún no había pedido. Me encamine, pues, al recinto de los quetzalcoatl, esperando que ellos me compartieran sus saberes. Algo... cualquier cosa que nos ayudara a estar listos. Y de paso, ver si por allí andaba Plumita, puesto que hacía varios días que no lo veía aletear por el bosque o acercarse a la casa de mis padres para intentar robar alguna manzana o una tarta de carne de las que le gustaban tanto. El recinto donde habitaban las serpientes emplumadas estaba en una colina, donde en su cima, se erigía una hermosa pirámide escalonada, rematada con varias cabezas de la criatura talladas en la piedra, con una única escalera ancha, que finalizaba en un templo cuadrado, pintado en un terracota vivo, con representaciones de varios colores. -Bienvenido mago ¿estás buscando a aquel que llamas quetzy?- me pregunto la serpiente mayor, al llegar al templo en la cima. Estaba enroscada en una tarima de piedra, detrás de él, se encontraba un mural en el que se veía un quetzal exactamente igual, probablemente una serpiente mayor de hacía unos mil años. -Buenos días, oh gran Quetzal ¿cómo le va?- Saludé, con una reverencia en respeto a la magnifica criatura -Estoy aquí por su sabiduría, además de estar buscando a mi amigo.- dije, intentando no ofender a tan susceptible ser.
Los quetzalcoatl eran criaturas orgullosas y poderosas, por lo tanto lo mejor era no granjearse su enojo, o podría ser lo último que hicieras. -¿Y en qué te sería útil este consejo humano?- Preguntó, quien por sus años y su sabiduría, había sido elegido como el líder. -Pues veras...- comencé dubitativo -... se ha realizado una profecía que incluye una guerra y a mi grupo de amigos... quisiera saber qué hacer para enfrentar este oscuro futuro.- dije, extendiendo el orbe, que siempre cargaba conmigo, hasta la pata extendida del quetzalcoatl.
Pasamos unos minutos en silencio, mientras él observaba el orbe con el interés refulgiendo en sus ojos. El viento parecía cantar las palabras de Carmina, de la misma forma en que las serpientes emplumadas se comunicaban con los humanos. -Lo siento muchacho, pero lamentablemente no hay mucho para hacer.- Resonó su voz con pesar en el aire, y las palabras de mis padres vinieron a mi mente -Solo pueden intentar ser la mejor versión de ustedes para enfrentar la aberración. Sabrán que hacer en el momento que se presente ante ustedes. Y no teman usar las armas que se les presenten, pero siempre sin renunciar a sus almas. La oscuridad y la luz están presentes en todos nosotros. No puede existir una sin la otra. Cuando eso pasa, terribles sucesos se desatan. ¡No dejes de lado tu bondad Invitus Perit. Ni por el poder absoluto. O dejaras morir todo lo que amas.- Musitó con un halo de misticismo y, tal vez, respeto. Más palabras proféticas. ¡Justo lo que necesitaba! Pensé, echando la profecía en el bolso. -Por nuestra parte, te has ganado el respeto y el cariño del antiguo pueblo de los quetzal con tus actos de bondad para con nuestra raza. Tú y los tuyos han sido buenos amigos de mi pueblo. No dudes en que lucharemos de tu lado si la ocasión se presenta.- Finalizó él, con una inclinación a modo de despedida y volvió a enroscarse.
Me encontraba abatido, fui a ver al sabio quetzal para encontrar un poco de alivio en este futuro demasiado cierto para mi gusto, y salí sintiendo una carga aún mayor sobre mis hombros. Entre mis cavilaciones, sentí una ráfaga de viento despeinarme, pero no fue solo el viento, sino también una pata la que me despeinó. Una pata enorme, con garras y cubierta de plumas verdes. -¿Qué te tiene tan obnubilado, mi pequeño enclenque?- Preguntó una voz en el viento. Aunque sonaba antigua y severa, yo, que la conocía muy bien, supe inmediatamente de quién se trataba, y que toda aquella formal severidad no era más que una pantalla para sostener su acto -Si hubieras estado aquí para recibirme, lo sabrías, vivorita pomposa y con demasiada joyería.- Respondí, enseñándole la lengua. Inmediatamente el imponente ser se enroscó en mi cuerpo, tirándome al suelo -Te extrañé, renacuajo ¿por qué demoraste tanto en venir a visitar a tu más querido amigo?- dijo dramáticamente. -Lo... siento...- dije, intentando retener el poco aire que aún había en mis pulmones. Quetzy aflojó un poco su agarre. -Lo siento, mi más viejo amigo.- dije, haciendo énfasis en la palabra viejo -Unos amigos del colegio me acompañaron desde Gran Bretaña, y les he estado enseñando la comunidad.- expliqué, lo que claramente no le sirvió de justificación a Quetzy, quien se creía el más importante de mis amigos. -¿Y? Eso no es excusa para dejar de visitar al ser mas importante e impresionante del mundo.- Soltó con un resoplido. Yo acaricié sus plumas con excesivo dramatismo. -Sabes que siempre tendrás un lugar importante en mi corazón, viejo cascarrabias.- dije, y la serpiente volvió a enrroscarse en mi cuerpo, como lo había hecho por primera vez cuando yo tenía solo 6 años. -¡Has crecido, pequeño enclenque! Ya no eres el cachorro que se metió en este templo escapando de la escuela.- dijo, volviendo a despeinarme. Luego se echó a volar, suspendido levemente por encima de mi, y zigzagueando perezosamente de un lado a otro.
-¿Has visto a Plumita?- pregunté intentando divisarlo desde aquella altura. -No lo encuentro por ningún lado. Eso es raro en él.- Pregunté. Él hizo una pausa, y yo esperé a que mi emplumado amigo tuviera una respuesta. Puso sus ojos en blanco. Sabía bien que Quetzy no aguantaba a Plumita, puesto que este era apenas un pichón de 5 años, hiperactivo y juguetón. Y eso, para un ser centenario que gustaba de relajarse al sol, o dar amenos paseos por los alrededores, resultaba demasiado molesto. -Lo vi jugando hace unos días cerca de la frontera.- indicó con una pata. -Tal vez se haya lastimado...- comenté con la voz atenazada. -Estaba bien, lo oí trinar fuertemente. Y también...- dijo como si acabara de recordar algo que no quería decir. -¿También qué?- pregunté. Comenzaba a preocuparme que Quetzy no quisiera responder. Generalmente se mostraba encantado de saber algo que los demás no, por lo que si se le preguntaba algo, él solía responder con grácil facilidad. -También... sentí algún atisbo de magia obscura, pero supuse que podría defenderse, así que no interrumpí mi siesta de belleza. Ya sabes lo bien que le hace el sol a mis plumas, y el silencio ayuda a que no me salgan arrugas.- Me contestó, intentando restarle importancia al asunto. Sentí un tic en un ojo. -¿Dejaste que unos intentos de magos tenebrosos se acercaran a él solo por no interrumpir tu sueño reparador? ¡Viejo pomposo y vanidoso!- Dije gruñendo de furia, mientras me ponía en pie. -Sabes que es solamente un pichón y todo se lo toma como juego. ¡Tendrías que haberme avisado!- le espete con mas ímpetu del que pretendía -Lo siento renacuajo...- dijo él, realmente preocupado. Aunque no se aguantara a Plumita, sabía que le tenia muchísimo cariño y que era como un bebé para mi. -Me conectaré a las corrientes aéreas y lo buscaré.- dijo contrariado. -Te avisaré cuando lo tenga localizado para que vayas por él.- musitó con un poco de vergüenza, y remontó el vuelo.
...
IGNATIUS
El recinto de los dragones era un lugar infernal, las temperaturas allí eran demenciales y ni hablar de las distancias, puesto que era el más grande de todos, para abarcar la cantidad de dragones que allí habitaban. Cada uno necesitaba varios kilómetros y preferían cazar ellos su alimento, así que el lugar estaba lleno de distintos tipos de ganado. El día de hoy, me había tocado ayudar con el procesado de un ejemplar de hocicorto sueco que había muerto, para la recolección de materias prima. Me habían puesto en el pesaje y embalaje de las distintas partes para su posterior distribución. La tarea era ardua y un poco asquerosa. Me encontraba entre viseras y carne, que era bien apreciada. Había que tener mucho cuidado para no estropearlas y que perdieran su valor. Pero con lo que más cuidado había que tener, era el corazón, ya que sus nervios eran un valioso ingrediente de pociones y también se usaban para hacer núcleos de varitas. La sangre, por otra parte, también era sumamente cotizada. El director Dumbledore le había encontrado 13 distintos usos, y pocionistas, magos rituales, sanadores, medimagos, y toda clase de personas la compraban.
-Hola Ignatuis ¿cómo te trata la mañana?- Preguntó Histrio al llegar al lugar donde yo estaba. Parecía el villano de una película de horror, cubierto de chorretes de sangre, con la cara cubierta por una máscara protectora y con una filosa hoja en la mano. -Hola Histrio,- saludé -todo bien. Estaba terminando aquí e iba a averiguar donde me necesitaban.- Comenté. -Genial que ya hayas terminado, porque quería mostrarte a los nuevos habitantes.- Dijo, haciéndome señas para que lo siguiera. Caminamos comentando sobre las distintas especies con las que trabajábamos. Gracias a él, había aprendido muchísimo sobre los dragones, aunque no eran su área de experticia. El loco hermano de Invi, prefería a los basiliscos. -Cuando terminemos aquí, necesito que lleves un paquete de piel de basilisco a la cadetería.- dijo el chico, dejándome sorprendido -¿Es la piel del ejemplar de Hogwarts?- pregunté algo extrañado de que no la hubieran procesado ya. Entre lo poco que sabía sobre esta criatura, estaba el hecho de que no habían existido muchos ejemplares en la historia. -No, ese ya fue debidamente procesado hace tiempo. Este lote es de... cría local por así decirlo.- me respondió. Yo me quedé de piedra, a costa del mal chiste. -¿En serio? ¿tienen basiliscos criados por ustedes?- inquirí emocionado. -Bueno... hace varias generaciones que lo hacemos, ya que sus propiedades mágicas son bastas y poderosas... Hoy en día, cuando no estoy en el criadero de dragones aquí, o colaborando con el de Rumania, me dedico a la negociación de sus partes como materiales.- me indicó.
-El veneno es invaluable, ya sabes que es de los mas letales en el mundo, y únicamente las lagrimas del fenix lo pueden contrarrestar. Los huesos de su cráneo y sus colmillos se pueden utilizar en variedad de cosas, desde pociones hasta como tiza para dibujar runas para ciertos rituales. La carne sirve como alimento para varias especies. Y junto con el veneno, la piel es de lo mas valioso, dada su gran impermeabilidad a infinidad de hechizos y un montón de maldiciones. Así que se utiliza ampliamente en la creación de capas protectoras... sin mencionar que es muy bonita. Una de nuestras compradoras más fieles es una casa de diseño y confección en París. Compran pieles de dragón y seda de acromántula mayormente, pero, también hacen trabajos excepcionalmente raros con piel de mis basiliscos.- Me explicó el chico, dejándome boquiabierto ante tal información. -Así que tienen un criadero de tan maravilloso reptil mágico. Me encantaría poder verlos.- chille emocionado, pero él hizo una mueca incomodo -Lamentablemente, es imposible, aunque ahora seas un lengua de serpiente como yo, solamente los criadores de cada basilisco y su descendencia se pueden acercar a ellos.- sentenció, pinchándome la ilusión. -Actualmente somos unos seis los que podemos trabajar allí, pero, si quisieras trabajar aquí después de tu graduación, estoy seguro de que podríamos hacerte un lugar. Tal vez hasta consigas a tu propia cría y entonces...- añadió, lo que me entusiasmó tanto que no cabía en mí de emoción.
Llegamos a la base de una montaña, donde Histrio me señalo una gran abertura -Ahí está la nueva residente del recinto.- Dijo, mientras comenzaba a escalar y yo lo mire con espanto, ya que no sabía que habitaba allí -Tranquilo chico, es la raza más mansa de dragones, aunque contradictoria mente también es de las mas peligrosa.- Dijo. Lo que causó un cortocircuito en mi cerebro -¿Cómo puede ser eso posible?- pregunté dubitativo -Es una hembra de Ironbelly Ucraniano. Son los mas tranquilos, pero por su tamaño son peligrosos, ya que al batir de sus alas crea grandes ráfagas de viento, y al aterrizar tienden a aplastar todo lo que quede debajo.- se explicó -¿Qué tanto tamaño llegan a alcanzar?- Inquirí, tratando de dilucidar a lo que me enfrentaría en la cueva -Este de aquí es una hembra, que con espacio y alimento suficiente, puede alcanzar los 20 metros desde el hocico hasta la cola.- Inmediatamente mi mandíbula se abrió hasta su limite. Una maldita dragona de 20 metros, era algo sorprendente. La emoción me recorría desde la punta de mis pelos hasta los pies. -Importamos un cazal. Pero el macho tuvo un altercado con uno de los magos que iba a aturdirlo y se ha lastimado al intentar escapar. Lo curarán antes de traerlo, tardará varias semanas en llegar, pero Linda, ya está aquí.- dijo emocionado.
Y ahí estaba, una imponente figura blanca dormitando. Su hocico era extraordinariamente grande, en comparación con las razas que ya había visto. -¿No es hermosa?- dijo Histrio con un tono maravillado. -¡Es maravillosa!- dije. De pronto, un grito me sacó de mi ensimismamiento. -¡Histrio!- chilló la voz de Invi a mi espalda. Me di vuelta y me encontré con el chico agitado y sudorozo. -¿Qué? ¿Pero cómo? ¿Cuándo has llegado?- tartamudeé. -He volado.- me contestó mi amigo y se volvió a su hermano -Plumita fue robado. Hay magos oscuros en la cordillera. Están contrabandeando criaturas.- soltó con aplomo. Histrio se tensó. -¿Seguridad está advertida?- Preguntó inmediatamente. -Si, están preparando un contingente para ir, y Quetzy los tiene localizados por si intentan mover su campamento. Iré a casa por mi equipo, voy a recuperar a Plumita.- sentenció Invi. Su hermano asintió secamente. -Vamos.- afirmó. Ambos corrieron al borde del acantilado donde la cueva se encontraba y se arrojaron al vacío, dejándome de pie, a pocos metros del hocico de la dragona. Corrí hasta el borde por donde mis dos amigos se habían lanzado, esperando encontrarme con dos paracaídas, pero lo que vi, me hizo dar un respingo, dos enormes aves, un águila de plumaje azul oscuro y una especie de papagayo verde chillón volaban a toda velocidad. -Claro, animagos.- dije, como un estúpido. Inmediatamente me forcé a transformarme y snowy, un bonito husky tomó poder, corriendo a toda velocidad hasta alcanzar a los dos pájaros.
...
THADEUS
Estaba a punto de llevarme un buen bocado de pastel de carne a la boca, cuando Invitus y su hermano entraron ruidosamente, atravesaron la sala, subieron a los dormitorios y salieron armados hasta los dientes. Invi se calzaba una varita de repuesto en el caño de sus botas e Histrio se abrochaba una especie de camisa escamosa que refulgía debajo de la capa. -¡¿A dónde se supone que van ustedes dos?!- preguntó autoritaria la señora Perit. -Plumita ha sido robado.- dijo Invi. -También faltan dos basiliscos recién nacidos y unos cuantos thestrals.- añadió su hermano. -Supongo que también se habrán llevado otras criaturas, aunque solo fuera para alimentar a los más grandes.- dijo el primero. La señora Perit estaba lívida. -Y supongo que no hay nada que pueda hacer para evitar que ustedes dos vayan a buscar su muerte, intentando rescatarlos, aunque todo el cuerpo de seguridad vaya, ¿verdad?- chilló indignada. Los hermanos se miraron, -No.- respondieron a la vez, dejando en claro que había algunas cosas, por mínimas que fueran, en las que sí estaban de acuerdo. De pronto, un perro enorme y lanudo irrumpió en la sala, e intentó (pero no consiguió) frenar antes de envestir a los dos hermanos. Para cuando llegué a ellos, el perro se había ido, y encima de Histrio e Invi, estaba Ignatius, que intentaba desenrredar uno de sus pies del brazo atorado de Histrio. Cuando los tres consiguieron ponerse de pie, Lilith se estaba enfundando la varita, Ginny se recogía el cabello en un rodete para evitar que la molestara y Draco se había colocado la capa para salir. -¿Qué creen que están haciendo?- soltó alarmado Invitus. -¿Qué parece?- respondió Harry poniendose de pie. -Parece, que están en el error de creer que vamos a dejarlos venir.- respondió Histrio. Lilith lo fulminó con la mirada y Ron, que era mucho más alto que él se puso de pie. -¿Y quién va a impedirnoslo?- soltó valientemente, pero el mayor de los hermanos hizo tronar su cuello, remarcando así que, aunque fuera más bajito, estaba mucho mejor preparado. Entonces salté detrás de mi amigo.
-Yo que tu no lo intentaría.- repuse. -No importa que tan diestro seas con la varita si no alcanzas a sacarla.- afirmé, y los músculos de mis brazos se tensaron. Alcancé a ver con el rabillo del ojo que Ginny se ponía roja como un tomate. Histrio suspiró y se frotó los ojos. -Has elegido bien a tus amigos.- terció hacia Invi, pero él no parecía para nada contento. -No.- volvió a decir. -No los voy a dejar ir.- añadió. Hermione bufó. -Invitus, ¿estás al tanto de que nos han profetizado que estaremos en medio de una guerra? Vamos a ir. La pregunta es si iremos antes o después de lanzarte un hechizo aturdidor cada uno.- espetó levantando su varita en guardia. Él pareció no encontrar las parablas para responder, con lo que nos hizo una seña para que lo siguiéramos, y en cuanto estuvimos allí nos arrojó capas, botas y pantalones escamosos, como la camisa de histrio. -Piel de dragón.- explicó. -Repele maleficios, es ignífuga y resistente.- explicó. Lilith, Ginny y Juliet se arrojaron a por las capas iridiscentes. -Estamos a punto de ir a una batalla con magos tenebrosos... ¿y ustedes deciden vestirse de lentejuelas? ¿Por qué no mejor corren hacia los magos y gritan "aquí estoy, por favor, abran fuee..."- pero su quejido no pudo oírse hasta el final porque Lilith había gritado -incarcerous- y unas cuerdas lo habían rodeado de pies a cabeza, cubriendo su boca. Juls aprovechó el momento para darle un ligero empujón con lo que el chico cayó con un fuerte ¡pum! Las tres terminaron de abrocharse las túnicas perladas, cuando las cuerdas se quemaron, e Invitus se puso en pie con furia. -¡Mi bebé está en peligro allá fuera y ustedes se ponen a jugar al desfile de moda!- chilló. -¿Tu... bebé?- repitió con una ceja arqueada Lilith, burlándose. La mirada de Invi pareció quemar. Salió de la habitación con sus pasos golpeando cada peldaño de la escalera, y la chica se mantuvo callada.
Cuando estuvimos fuera, invi se transformó en Alas, su animal interior, e hizo un gesto a Ginny para que lo imitara. Ginny se convirtió en un pájaro igual de fiero que invi, pero más pequeño. Tenía el pico afilado y curvo y las plumas intensamente naranjas. -¿Y cómo vamos a viajar los que no tenemos alas, Alas?- terció Neville, nervioso. -Obviamente así.- respondió Luna, apuntando con un largo dedo hacia Histrio que se aproximaba con algunos Hipogrifos. -Humm... no lo creo.- dijo Juliet y levantó su varita. -Accio Nimbus 2002.- dijo, y una escoba con finas lineas espirales rosa voló hacia su mano. Los demás nos aproximamos a los animales que había traído Histrio, pero no alcanzaban para todos. De pronto, me di cuenta de que Luna, Lil y Neville estaban acariciando el aire. -¿Chicos? ¿Qué...?- Histrio me explicó cómo vincularme con mi montura y me susurró, -no te preocupes, en realidad, si hay un animal para cada uno, pero tu no puedes ver a los thestrals, lo que es una buena noticia para tí.- terció. Me pregunté qué tan horribles tenían que ser para que fuera una buena noticia no poder verlos, pero decidí no preguntar, al menos por ahora. Me ajusté el cinto, del que colgaban varias herramientas de metal que había estado desarrollando en la herrería junto a Esmeralda y Tacuabé. Si las cosas se ponían feas, tendría oportunidad de probarlas.- Entonces, después de que todos hubiéramos hecho reverencias y nos acercáramos a los hipogrifos con cautela y respeto, estuvimos listos. Invi trinó la orden, Histrio se convirtió en un pájaro verde y entonces, todos salimos al vuelo.
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