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Capítulo 17: Campamento Potter.

HARRY

Después de la reunión en la sala de los menesteres y haber asistido a las clases de la mañana, fui interceptado por Pertinax, Sirius, Remus y madame Bones en el gran comedor a la hora del almuerzo. -Hola cachorro- saludo mi padrino -¿Estas preparado para embarcarte en una aventura y hacer sufrir a tus enemigos?- pregunto con jovialidad como si todo esto no fuera mas que un paseo en el parque -¿Puedes, por un momento, ser serio, Sirius?- intervino madame Bones, a lo que él soltó una carcajada estrepitosa, recibiendo un golpe en la cabeza de parte de la directora del departamento de seguridad mágica. -Lo siento Sus, no me puedes pedir algo así y esperar que me comporte.- Dijo él en su defensa. -Si terminaron de jugar, y Harry de comer, deberíamos movernos hacía los terrenos del castillo para establecer el campamento.- dijo el profesor Lupin con exasperación -¿Campamento?¿Qué campamento?- pregunte confundido -Como no estas participando en el torneo como campeón de Hogwarts, no formaras parte del colegio este año, y como tal, Harry, tienes los mismos derechos que los demás campeones extranjeros.- explicó la mamá de Invi. -Entonces... ¿No me quedaré en el castillo este año?- pregunte dubitativo. -No Harry, no te quedaras en el castillo este año, y no tomaras las clases de Hogwarts tampoco.- me respondió Tinax antes de comenzar a caminar hacia afuera.

Me encontraba consternado mientras caminaba hacia donde las demás escuelas habían establecido sus campamentos. Y mientras cavilaba en mis pensamientos, vi como Pertinax dejaba una pequeña plántula en un área despejada y la apuntaba con su varita. -Y entonces ¿Cómo voy a estudiar y prepararme para las pruebas si no voy a asistir a clases?- pregunté, manifestando mis dudas. -Bueno cachorro, para eso estamos nosotros- me respondió Sirius, pero eso no aclaro para nada mis dudas. Mi confusión debía de ser muy visible en mi rostro, porque la señorita Bones se palmeó la cara con un quejido de exasperación y dio un paso hacía mi -Lo que trata de decir el descerebrado de tu padrino es que nosotros te impartiremos esas clases, o más bien Sirius, Remus, Y la señora Regniantis, ya que yo no puedo estar todo el tiempo que quisiera, dadas mis obligaciones.- explico, y largó un suspiro profundo -Aunque estaré aquí lo más que pueda, para poder investigar la manipulación que sufrió el cáliz para hacerte participante.- finalizó, con tono cansado. -No te preocupes Harry- se adelanto el profesor Lupin -haremos todo lo posible para prepararte para el torneo, y también te instruiremos en las demás materias que imparte Hogwarts, aunque con menos énfasis en las que no son practicas o no te ayudarán mucho en la competencia.- dijo el hombre lobo, sacándome una carga de los hombros. Mis posibilidades de supervivencia se acababan de multiplicar. Sin embargo, la voz de Invitus seguía resonando en mi cabeza: si Pertinax saca su varita, corre.-

Al finalizar la charla, me di la vuelta hacia donde se encontraba la señora Regniantis, para encontrarla de pie, frente a un gran árbol donde había dejado la plántula. No sabía con seguridad si ella había transfigurado el pequeño brote en lo que parecía un árbol casa. O si era algún tipo de planta mágica que cuando crecía se transformaba en lo que tenía delante de mi, y ella había acelerado su crecimiento mediante alguna magia que yo no conocía. -Bienvenidos a un pequeño invento mio, la casa del árbol.- dijo Pertinax con orgullo. -Ahora pasemos adentro para discutir tus clases y entrenamiento.- expresó, con lo que me pareció, era una mueca de sádica satisfacción. Nos dirigimos todos hacia la puerta que sostenía la mamá de Invi, pero antes de que pudiera pasar por ella, me detuvo: -Tu no,- negó poniendo una mano en mi pecho -tu entraras por ahí- dijo la mujer extranjera señalando una cuerda que subía hasta una de las ramas mas altas del árbol. -Y sin magia, así que entrégame tu varita.- finalizo, mientras el resto de la comitiva entraba a la casa. Invitus tenía razón cuando me dijo que corriera de su madre, y ella ni siquiera había sacado su varita aún. Éste entrenamiento sería mas infernal que el de los aurores de Uruguay, y eso era decir mucho. 

Para cuando llegué arriba con los brazos y piernas temblando, Sirius me esperaba con un enorme jarro con una especie de bebida: olía a calcetines sucios y tenía un color muy poco apetecible. Arrugué la nariz y lo miré. No creía que me iba a tragar eso, ¿verdad? Había vivido con los Dursley, había comido sus sobras y comidas viejas y soportado el hambre y el mal trato. Pero aquí trazaba mi línea. No me iba a beber eso. No había nada en el mundo que me convenciera de que aquello era una buena idea. -Vamos, cachorro. Es la poción que me preparaban en San Mungo, combate los signos de la desnutrición y ayuda a regenerar los músculos. Lo necesitarás.- Negué con la cabeza. -¡Vamos, Potter, no tenemos todo el día! ¡Bébete el dichoso mejunje de tu padrino y podré llevarte a entrenar.- dijo la mamá de Invi. Tenía su varita en la mano. Me bebí la poción de un trago, si me mataba, probablemente sufriría menos.

...

HERMIONE

No había visto a Harry en las clases de la tarde y eso me tenía preocupada. Si bien el no era el mejor estudiante, no faltaba a las clases porque si. Aunque la falta de cuestionamiento por parte de los profesores, me dio a entender que debía de haber un motivo para que él no se presentara. -Seguramente está dando una entrevista exclusiva, narrando los trágicos acontecimientos que marcaron su valentía.- se burló Ron junto a Dean y Seamous. Nevile se había cambiado de lugar con él y ahora se sentaba conmigo. Me miró con una sonrisa. -No te preocupes. Pronto entrará en razón.- Me animó, pero yo no tenía tantas esperanzas. A la hora de la cena, Neville y yo nos sentamos junto al resto de los merodeadores. Como los ánimos estaban caldeados, nadie mencionó a Harry hasta que lo vimos llegar. Estaba empapado, sus pantalones tenían manchas de barro y pasto y daba la sensación de haber sido apaleado, reiteradas veces. Invitus rió y le hizo un espacio en la mesa. Ginny y Ron lo miraron con aspereza y se retiraron con sus platos. -Así que...  ¿Que tal te fue con mi mamá?- preguntó con una sonrisa. -Fantástico.- dijo sin pizca de emoción en la voz. -Secuestró mi varita, trepé seis metros por una cuerda, bebí jugo de calcetines para combatir la desnutrición, y para terminar el día me hizo correr por el prado mientras lanzaba bombardas. Es una señora encantadora.- respondió todo lo bien que pudo. 

-Harry, estás empapado. ¿Qué te pasó?- Harry se apoyó en un codo mientras se servía un trozo de carne con apatía. -Ya estaba cansado, y había dejado correr, así que ella lanzó una explosión a mis pies. Salí volando y aterricé en el lago negro. Y creanme: el calamar gigante no es nada amistoso cuando caes a toda velocidad sobre su cabeza.-  Se quejó. -En las últimas 12 horas, he sido golpeado, explotado, lanzado y golpeado otra vez, sin ningún reparo. Comienzo a extrañar la seguridad de un colegio con un perro gigante de tres cabezas, un mago tenebroso compartiendo cuerpo con un profesor y un basilisco tras sus muros.- 

Me llevé las manos a la boca, horrorizada, pero Draco e Invitus sonrieron. -No te preocupes Tooth. Tina es una bruja exigente y dura, pero no lo lastimará.- dijo el slytherin. -Si. No le arrojará nada que no crea que puede controlar.- añadió el ravenclaw. -Pues creo que sobre estima mi capacidad de soportar explosiones.- comentó Harry con una quieta angustia. -En serio, empiezo a creer que si sobrevivo a su entrenamiento, el torneo no será gran cosa.- añadió e Invi colocó una mano en su hombro, palmeando su espalda con lo que parecía excesiva rudeza, pues Harry se hundía levemente a cada golpe. -Es la idea, Potter.- Luna sonrió. -Creo que te quiere, Harry.- dijo con una voz lívida. Todos la miramos curiosos. -¿Recuerdas que arrojó de cabeza a su hijo? Es que tiene unas formas diferentes de expresar su afecto.- explicó. 

No quisimos sacarla de su error. Era mejor creer que era así. -Bueno,- dijo Juls meditándolo. -técnicamente es cierto. Si no lo quisiera, no se preocuparía por darte una oportunidad de salir en una pieza del torneo.- continuó. -En eso tienen razón.- respondió Harry; luego levantó la cabeza como si buscara algo. -¿Ron sigue creyendo que yo puse mi nombre en el cáliz?- preguntó sin dejar de buscar. Varios hicimos muecas, pero nadie respondió. -Debería ir a la casa del árbol y verme entrenar. Tal vez así me creería.- añadió con dolor. La voz de la profesora McGonagall nos sacó del denso humor, se oía disgustada. 

Nos levantamos y corrimos hasta el pasillo, fuera, la profesora discutía con Sirius. Varios grupitos de estudiantes se citaban allí, algunos reían visiblemente. -¡Ya lo veo: seducción mágica: el toque que te falta para conquistar. Una clase por Sirius Black!- dijo, moviendo las manos como si extendiera un cartel. Algunos estudiantes aplaudieron y silvaron, a lo que él respondió con una reverencia. -¡Sirius! Te recuerdo que ésto es un colegio serio y respetable, y nuestros estudiantes son niños.- lo regañó la profesora. Sirius levantó una ceja y le dedicó una mirada escrutadora. -¡Vamos Minnie! Yo te recuerdo que ya eras la jefa de la casa gryffindor cuando yo era un... ¿como los llamaste? Ah, si... niño.-   soltó con una pícara sonrisa. La profesora pareció espantada por un momento. Se acomodó el sombrero puntiagudo y luego, con mirada severa reprochó -¡Precisamente! No me gustaría tener que soportar a otro grupo como el de de James, Sirius y Remus por el colegio. ¡Mucho menos en mi casa!- objetó. -¡Buenos tiempos!- celebró Sirius sonriendo y asintiendo. Miró a la profesora como si esperara una respuesta. Fuera lo que fuera lo que ella recordaba, no parecían buenos tiempos porque se quedó con la mirada perdida, el ceño fruncido, y la boca muy tensa, hasta que un estremecimiento la recorrió. -Apoyarás a Amelia en su conversatorio sobre historia de las artes oscuras.- decidió finalmente. Sirius parecía decepcionado, pero no volvió a discutir. -Está bien, Minnie. Traeré los juguetes de Regulus para una demostración práctica.- McGonagall pareció no decidir si aquello era una broma o no, pero para cuando abrió la boca, Sirius ya le daba la espalda. 

-¿Qué tal te va, cachorro?- dijo cuando su mirada encontró la de Harry. Él se miró las ropas que se habían puesto duras: el barro comenzaba a solidificarse con el calor de la sala. -¿Tú que crees?- dijo por toda respuesta. -Creo,- respondió Sirius sin molestarse en bajar el tono de voz, asegurándose que McGonagall lo escuchara. -que éste colegio solía ser más divertido.- contestó. -¿No crees que sería genial que diera una clase para compartir mi sabiduría con el mundo?- soltó, hinchando el pecho con orgullo. -Ah, si... la sabiduría de como verse como todo un perro alfa, cuando la verdad es que tienes más pluma que un hipogrifo...- dijo Remus en tono tranquilo. Caminaba hacia él con las manos en los bolsillos. -Deberías bajarle mil grados a esa masculinidad tóxica que portas como una medalla, Canuto.- aconsejó. -O yo podría ir por el colegio, haciendo ciertas aseveraciones que afectarían tu reputación de lomo plateado.- Sirius tragó saliva, visiblemente incómodo. -¡Eso es un farol!- respondió sin convicción. -¿Seguro... cachorrito?- respondió el profesor Lupin con una mirada de satisfacción y sádico enfasis en la última palabra. -¿Apostarías tu imagen?- pinchó. Sirius no respondió. Giró sobre sus talones y se dirigió a la salida. Antes de desaparecer por la puerta, se dió vuelta con un dedo índice alzado -De todas formas, estoy seguro de que a muchos les gustaría mi clase sobre seducción.- protestó, y luego salió. Ignatius, Thad y Neville levantaron brevemente las manos con lentitud, pero Draco le golpeó la nuca a su compañero de casa. -¿Estás loco? Si te viera, lo tendrías todo el día siguiéndote para dar pésimos consejos. Si quieres salir con alguien, solo ve y háblale.- Neville bufó. -Claro, si te ves como Draco Blak o Thadeus Smith, tal vez eso funcione...- 

Lilith puso los ojos en blanco. -No se trata de la apariencia sino de la seguridad.- explicó Draco. -Si,- dijo ella -mira a Harry: es un flacucho, y aún así tiene pareja.- Sentí mis mejillas ruborizarse y Harry protestó. -¡Gracias, Lilith. Es un honor ser tu ejemplo!- se quejó. -Claro que tu fama te precede, pero no creo que a Hermione le interesara demasiado eso.- añadió, como si no hubiera reparado en lo ofensivo de su comentario. -A propósito, ¿podrían cortar el acto? Quiero decir... es incómodo cuando se quedan sin excusas y comienzan a balbucear. Están juntos. A nadie le sorprende. Están hechos el uno para el otro.- afirmó, y para mi sorpresa, el resto de los merodeadores asintió. -Ya se habían tardado demasiado.- dijo Invi. -Si, hacen linda pareja.- agregó Ignatius. -¡¿Están juntos?!- exclamó Thad con exagerada sorpresa -¡No puedo creerlo, chicos!- añadió. -Dijo nadie, nunca.- completó Juls. Me reí, y Harry tomó mi mano. -Bueno, al menos, es un alivio poder decirlo.- afirmé.

...

INVITUS

-Buen día solcitos: el mundo les dice hola... ¡y yo les digo adiós!- dijo Ferox rebazándonos a mi y a Harry en la curva detrás del invernadero. Harry jadeaba -¿En... en serio... haces... esto... a diario?- logró preguntar. -Estás entrenando con mi mamá, Harry, ¿qué creías? ¿Que nos despertaba con flores y bombones?- respondí sonriendo. Había bajado la velocidad para acompañarlo. Su estado físico era lamentable, pero no lo culpaba: la educación mágica de Hogwarts contemplaba un solo deporte, y se jugaba montando en escobas. No me extrañaba que la mayoría de los magos de mediana edad de gran bretaña fueran barrigones. -Creeme, cuando te enfrentes a Ferox o a Margianni agradecerás tener reflejos rápidos y un cuerpo ágil. Krum podrá ser veloz sobre la escoba, pero en tierra, es tan tosco como sus facciones, si eres rápido, podrías vencerlo. En cuanto a Fleur, Cedric y Ashanti, no tengo idea de qué podrían tener preparado, pero no te preocupes, estarás listo.-  dije. -Hoy... anunciarán... la primera... prueba...- comentó. -Si, lo sé. ¿Qué tal lo llevas? ¿emocionado?- Harry se paró en seco. Parecía que estaba a punto de vomitar. Se apoyó contra la pared del castillo para tomar aire. -Náuceas.- soltó como una ahogada respuesta. Un perro enorme se acercó a toda velocidad. -¡Vamos cachorro! ¡Mueve esas piernas! No se ganan trofeos vomitando.- dijo Sirius con una sonrisa. -Con cuatro patas es más fácil.- dijo Harry molesto mientras Sirius tomaba forma humana para acercarse a ver si estaba bien. -Intenta con 20 años más que tú y 12 de ellos en Azkaban.- respondió sin rastro de enojo. Luego tomó su forma animaga y continuó corriendo, lanzando amistosos mordiscos al aire detrás de su ahijado para animarlo a correr más rápido.  

Cuando llegamos al prado junto a la cabaña de Hagrid, mamá nos esperaba con Ferox a su lado. Mi hermana estiraba los músculos de sus piernas. Me puse junto a ella y comencé con mis propios estiramientos. -¿Que tal nadas?- preguntó a Harry que se había tirado al cesped. -Sobreviví cuando caí en el lago negro.- respondió Harry. -Excelente. Wingardium Leviosa.- respondió mi mamá, haciendo flotar el cuerpo del chico, que intentó desesperadamente (pero sin éxito) aferrarse a la tierra. Cuando flotaba encima del lago, lo liberó del encantamiento. -Vigilalo por si se ahoga.- le dijo al perro que se había sentado a su lado, y miraba apaciblemente al chico que protestaba y caía en medio de una sarta de palabrotas. Unos minutos después, se metió al agua corriendo, y medio arrastrando sacó a Harry que jadeaba, tiritaba y soltaba improperios al aire. Mamá terció el gesto, inconforme. -Puede mejorar.- dijo a nadie en particular. -Tómate una poción nutritiva y descansa. Volveremos a hacerlo en 10 minutos.- añadió.  Sirius movió la varita y un vaso voló a toda velocidad desde la casa del árbol hacia su mano. -Ten cachorro.- Harry apartó el vaso de un manotazo. -¡Por favor! Llevamos una semana haciendo ésto. ¡Correr hasta vomitar, resolver acertijos muggles, nadar, esquivar bombardas, trepar la cuerda de esa... de esa casa de tortura que se ha montado! ¡¿De qué me sirven éstas cosas?!- chilló. -Te sirven para que aprendas a usar el cerebro y el cuerpo. No todos los problemas en el mundo se resuelven con una varita, muchacho.- respondió mamá con una mirada que no invitaba a desafiarla. -¡No sirve de nada! Estoy exhausto, asqueado, mojado, sucio y fastidiado todo el tiempo.- explotó. 

Mamá se cruzó de brazos con una sonrisa. -¿En verdad crees que no sirve de nada?- repitió. Luego me miró. Tragué saliva, -Invitus, duelo. No te contengas. Si es necesario, yo los detendré.- Me puse de pie. Harry aún jadeaba, estaba enfadado pero era claro que no quería batirse en duelo conmigo. -Petrificus totalus.- chilló. Me hice a un lado y esquivé el rayo de luz. -Rictusempra.- arremetí. La maldición dio de lleno en su estómago, pero logró resistirla. Soltó algunas carcajadas, sosteniendo la varita con fuerza. -Expeliarmus.- bramó, resistiendo la compulsión de reír. Su conjuro me tomó por sorpresa y me lanzó atrás. -¡Bombarda!- grité en el aire. Harry saltó a un lado y conjuró un escudo. En cuanto la nube de humo se disipó, saltó hacia mi, sin darme tiempo a reaccionar -Bombarda máxima- gritó -¡Lumos!- grité yo, encandilandolo. Su explosión fue a dar medio metro a la izquierda de mi cabeza. -Suficiente.- dijo mamá. Ambos nos detuvimos y la miramos. -Y bien,- dijo encarando a Harry. -¿habrías podido enfrentar así a Invitus antes del entrenamiento?- preguntó con honesta satisfacción. Harry se secó el sudor de la frente. Ya no estaba enojado. Estaba sorprendido, y orgulloso. -No, señora Perit.- Ella asintió. -¿Por qué no?- preguntó. -Soy más ágil, más veloz. Pero...- me miró. -Pero Invitus fue más listo.- respondió. -No se me hubiera ocurrido cegar a mi oponente con un hechizo tan básico como lumos.- añadió. Mamá sonrió. -Supongo, que no todo se resuelve con una varita.- terció. -Lo importante, es la habilidad del mago que la empuña, querido. Y eso, es lo que necesitas. No solo memorizar hechizos, sino aprender a usar los que ya sabes, en momentos imprevistos.- afirmó mamá. Harry asintió, y me agradeció con un gesto de cabeza.    

-Te venció con una semana de entrenamiento... Realmente ese chico es el elegido. O tal vez te estás ablandando, hermanito.- murmuró Ferox, dándome un codazo en el costado cuando pasé por ella. -No me venció.- respondí. -Claro. El viejo truco del lumos en los ojos. ¡Buena esa! Si no lo hubieras hecho... Su bombarda te habría lanzado a la enfermería en una caja.- dijo con una sonrisa. -No me presiones, Ferox.- tercí disgustado. -¿Un duelo por los viejos tiempos? Me vendría bien algo de práctica.- pinchó. Sujeté mi varita, y ella se echó a correr sonriendo. 

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