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Capítulo 13: Bienvenidos todos.

LUNA

Gracias al torneo, pasaría otro día antes de que comenzaran las clases, ya que hoy llegarían las delegaciones de las otras escuelas. Aunque me emocionaba conocer magos de otras partes del mundo, me apenaba perder clases. En el castillo había muchas cosas por hacer, pero yo prefería estar en clase, al amparo de los profesores, porque la mayoría de mis compañeros de colegio me encontraban rara, y disfrutaban haciendo bromas. Por supuesto, algunas eran divertidas, pero otras me hacían sentir un poco mal. Con todo eso en mente, me refugié en la sala común. Alguien se aclaró la garganta y me sacó de mis pensamientos de golpe. Allí estaba de pie Invi, mirándome con curiosidad. -¿nerviosa por los invitados?- preguntó. Sacudí mi cabeza como si intentara quitarme a los torposoplos de encima. -No, solo un poco decepcionada de tener que esperar un día más para volver a clases.- dije. Él echó la cabeza atrás y su melena azul eléctrico se balanceó. -Tu, y Hermione Granger deben ser las únicas que no están contentas por un día extra de vacaciones.- comentó. -Bueno, el conocimiento es poder, ¿verdad? Y no me estoy haciendo más erudita, y por ende tampoco más poderosa, precisamente, encerrada aquí.- comenté con desazón. -Mhm... ¿y por qué no vas a la biblioteca?- preguntó. -Hermione está allí. -Dijo haciendo un gesto con la mano hacia su bolsillo, donde se asomaba el mapa del merodeador. -Porque... ya sabes que no me gusta ir a mi aire por el colegio.- respondí. El me sujetó por la cintura y me levantó en el aire. -Bueno, señorita Lovegood, entonces ¿qué tal si la escolto a hacerse más sabia y poderosa?-  propuso, apretando mi torso contra su pecho. 

-Oh, esperaba otra propuesta de tu parte...- murmuré, mi novio me miró de hito en hito dejándome en el suelo. Se volvió hacia la entrada que separaba los domitorios de la sala común. Yo le sonreí. Corrió hasta su cuarto sosteniendo mi mano y musitó -Fermaportus.- luego, cuando volvió a encararme tenía una mirada fiera y una sonrisa divertida en los labios.

...

JULIET

Inmediatamente después del almuerzo, debíamos estar formados frente a la puerta principal del castillo, con el uniforme completo. -¡Qué fastidio! Hace demasiado calor para llevar la capa puesta.- se quejó Ron, tironeando del cuello de su camisa mientras bajaba a mi lado. -¿Dónde están los demás?- me preguntó. Miré al rededor. -Allí están tus hermanos y Hermione. Vamos.- dije. Nos reunimos con los demás gryffindors en la entrada, cuando la profesora McGonnagall nos indicaba hacia dónde ponernos. Los profesores nos hicieron formar de acuerdo a nuestra casa y nuestro año. Con lo que todos los merodeadores estábamos dispersos por los jardines contiguos a las grandes puertas de madera. Al ser la menor de los gryffindors merodeadores, estaba bastante alejada de los demás. La espera al rayo del sol del medio día se hacia un poco insoportable, ya que aún estábamos en verano y el calor era algo intenso. Tuve que coincidir con Ron: traer la capa puesta era un fastidio. Más a la izquierda, vi como el profesor Flitwick rezongaba a Invi y Lil por estar tomando motes. Me pregunté por qué rayos alguien querría una bebida caliente en pleno medio día de verano. Ambos chicos de uniforme negro con azul ponían cara de frustración y el uruguayo asentía y se guardaba el termo y el cuenco con yerba en un bolsillo, que tenía que estar expandido mágicamente para poder guardarlos sin problemas, pero el profesor no pareció reparar en ese detalle, o, si lo hizo, decidió no ponerle atención justo en ese momento.

Un grito me saco de mi ensoñación -¡Ahí vienen!- chillaba un estudiante, apuntando con su dedo hacía algún lugar del bosque prohibido. Me giré hacia donde indicaba para ver: por entre los arboles, caminaban una decena de personas ataviadas con túnicas de algodón en colores claros, y capas de pieles, de lo que parecían animales exóticos de la sabana, a cada vez que miraba parecían más, entonces comprendí que estaban saliendo de los arboles, como si surgieran de ellos. Para cuando salieron de las sombras, ya eran una veintena. Sus pieles oscuras brillaban al sol, adornadas por alhajas de oro. Una mujer medianamente alta, caminaba con la elegancia de un felino asechando a su presa, directo hacia el director Dumbledore. Parecía una diosa con sus enormes collares y aretes de oro. Su vestido color crema, rozaba por el suelo con un susurro místico. Sus ojos ambarinos brillaban de ferocidad. -Bienvenida a Hogwarts, Directora Obi. Espero que hayan tenido un gratificante viaje.- Saludó, con su potente voz, haciéndose oír en medio del bullicio, nuestro director, mientras besaba la mano de la mandamás de lo que supuse sería Uagadou. -Buenos días, Dumbledore. El viaje ha estado bien si. Gracias por habilitar la aparición en los terrenos.- Respondió, con una leve inclinación. -¿Somos los primeros en llegar?- inquirió, con curiosidad en su voz. -Si, querida Anele. Pueden pasar adentro a esperar y refrescarse, cuando estemos todos podremos hacer las presentaciones.- Dijo Dumbledore, pero la mujer negó con la cabeza. -Chicos, formen a mi lado.- Gritó a su comitiva, y los que habían llegado con ella, tomaron un lugar, en la escalinata de entrada.

Pasaron varios minutos en un silencio tenso, interrumpido por el sonido de la grama bajo el peso de un estudiante que cambiaba de posición, o se ponía de puntillas para ver mejor los terrenos. Gritos de pánico llenaron el ambiente, mientras un enorme tornado se formaba a medio camino entre el lago negro y el castillo. Presa del susto, miré en derredor en busca de un profesor o un prefecto que nos indicara el protocolo ante un cataclismo. Los estudiantes estaban a punto de salir corriendo despavoridos, ante el desasosiego de los docentes. Mi padre no había hecho amago de buscarme, y Dumbledore reía comentando algo con la mujer a la que había llamado Directora Obi. Estaba a punto de unirme a la tromba que se dirigía hacia las puertas cuando un grito de la profesora McGonagall dejo a todos clavados en sus lugares. -¡ALTO!- soltó secamente -Es otra delegación.- espetó, y todos miramos hacía el fenómeno de viento. Efectivamente pude atisbar unas plumas de colores en medio del vendabal. -¡Son quetzalqoatls!- chilló alguien emocionado desde el grupito de la casa Hufflepuff. En efecto, unas diez serpientes emplumadas volaban describiendo círculos, que formaban lo que parecía un tornado. Cuando tocó el suelo, magos y brujas vestidos con túnicas bastante cortas y coloridas salieron de él. 

Unas raras tiendas hechas de madera y pieles se levantaron en un circulo al rededor de un gran tótem de animales pintados de colores. La nueva delegación caminaba con un ritmo hipnótico, los chicos golpeteaban una especie de lonja de cuero estirada sobre un aro de madera con aros de metal que producía un sonido estridente. Me recordó ligeramente al instrumento que Tacuabé había usado para el ritual de las lenguas. Las chicas cantaban y bamboleaban sus caderas al ritmo. Más de un estudiante se quedó atontado contemplando aquello. Finalmente, una mujer muy, muy, muy anciana, pero con aspecto jovial y ojos vivarachos comenzó a caminar, y la comitiva la siguió guardando un respetable silencio. Vi que detrás de la mujer, iba caminando una joven parecida a Invi. Tenía el pelo rubio dorado y los ojos verdes. Claro que Invi no había heredado eso, ni la piel de porcelana de la chica, pero ambos compartían el gesto adusto y decidido, los andares despreocupados y la mirada perfectamente anclada entre una que inspiraba miedo y una que te hacía sentir analizado todo el tiempo. Había algo salvaje en la chica, que Invi tampoco tenía, habitualmente, pero que había atisbado el día que rescatamos a Plumita, y el día en que los mortífagos atacaron en el campeonato. No había duda de que ella era Ferox Perit. Los saludos por parte de los directores fueron más de lo mismo: Dumbledore salió al paso para recibir a la bruja y volvió a invitar a la nueva comitiva a pasar a esperar dentro, nuevamente, su invitación fue rechazada. Esta vez con más desparpajo y menos ceremonia -¡Ja! ¡¿Y darle a Kargarof el gusto de quejarse todo un año de que no les hemos esperado?! Estaré vieja, Dumbledore, pero no tan vieja como para chochear así, y dejar que esa sanguijuela se queje de lo "mal educados" que son mis estudiantes.- comentó la Directora de Castelobruxo. La otra directora frunció los labios firmemente. Comprendí que estaban hablando en otra lengua, porque la mayoría de estudiantes miraban con ojos descolocados la conversación que discurría frente a ellos.

La siguiente escuela no nos hizo esperar, interrumpiendo la conversación de los dos directores. El cielo se oscureció sobre el bosque prohibido y un descomunal carruaje, tirado por media docena de imponentes abraxan surcaba por él. Vi como el nuevo profesor de cuidado de criaturas mágicas, hacia señales al carruaje con dos enormes paletas naranjas para ayudarlos a aterrizar. El carruaje dio un golpe brusco en el suelo, y los caballos alados trotaron cada ves más despacio hasta detenerse por completo con elegancia. Un hombre flacucho, vestido completamente de lo que parecía seda azul claro, saltó del lugar del conductor, tanteó el suelo del carruaje, que parecía una pequeña mansión, y una escalera ribeteada en oro se desplegó frente a la puerta, que golpeó con un ritmo clave. La puerta se abrió y una descomunal mujer, que medía más, si eso era posible, que Hagrid, bajó, seguida por una comitiva que rebozaba elegancia y delicadeza. Muchos con caras desdeñosas, otros tenían las caras y cabellos cubiertos por chales de seda y lentes de sol. Una chica se desprendió de los lentes de sol y buscó con desesperación entre los estudiantes de Hogwarts, hasta que, pareció encontrar lo que estaba buscando, sonrío tranquilamente y lanzo un beso con su mano a una niña de primer año de Hufflepuff, que irradiaba felicidad por la sonrisa desmedida que le dedicaba. A juzgar por el parecido, solo podían ser hermanas. -Así que ya son dos los pares de hermanos que esta competencia enfrentara. Es muy curioso.- murmuré. Un chico de mi generación de gryffindor, que estaba parado junto a mi, se volvió -¿dos?- preguntó. Yo asentí. -La chica rubia de Castelobruxo...- dije haciendo un gesto con la cabeza hacia la delegación de los uniformes de colores chillones. -Es la hermana de Invitus Perit, de ravenclaw.- comenté. -Me pregunto a quién alentarían ellos si alguno de sus hermanos fuera seleccionado como el campeón de una escuela rival.- comentó. 

La ronda de saludos entre directores, cada vez era igual. ¡Que poca creatividad que tenían los adultos! Nota mental: no volverme predecible conforme envejezca. La recién llegada delegación ocupó un lugar junto a la escalinata, mientras los cuatro directores ya presentes se agrupaban más adelante, escudriñando en todas direcciones los terrenos del castillo en busca de un atisbo de la siguiente escuela por llegar. -¡Miren arriba!- chilló alguien desde la pared del castillo, supuse que se trataba de un estudiante de los cursos superiores porque eran los que estaban más atrás. Miré al cielo y entonces comprendí: cinco vehículos muggles de super lujo volaban tranquilamente por el cielo verpertino encima de las rejas con cerdos alados -¿Esos son ceggdos?- preguntó una voz gutural en un tono despectivo que no me gustó nada. Me volví para responder, y vi a la rubia de uniforme de seda azul claro parada junto a los demás de su colegio. Varios de los cuales reían de su comentario. Estaban rodeados de varias estudiantes de Hogwarts que la miraban con desaprobación y recelo, y varios estudiantes que la miraban como idiotas. -Debe ser una veela.- comenté por lo bajo. -¿Una veela? ¡Que va! Ya no quedan veelas en nuestro continente.- comentó el chico plantado a mi lado. -Se mezclaron con los magos, han tenido descendencia mestiza, pero ya no existen veelas puras en este lado del océano.- afirmó dándose aires. Estuve a punto de corregirlo, pero entonces los vehículos tocaron tierra junto al castillo. El primero se abrió y de él se apeó un hombre imponente y algo terrorífico. Traía puesto un traje a rayas sin camisa, y su chaqueta abierta dejaba ver un abdomen de piel negra y músculos marcados. Tenía puestos varios collares de cuentas y cráneos reducidos y en su cara portaba un antifaz hecho también con un cráneo, al que solo habían dejado la parte de arriba al frente. Tenía la cabeza rapada, pero la cubrió inmediatamente con una enorme galera, Sacó del auto un bastón, y encenció un grueso cigarro que completaba su aspecto de fantasmal malhechor de los años 50.

-¡Dumbledore!- gimoteó el hombre, y su andar me sumió en un letargo: era como si estuviera cayendo presa del sueño, y a lo lejos escuchara estertores y murmullos. El hombre emanaba una especie de bruma gris verdosa que le envolvía y lo hacía verse borroso. Mis  compañeros parecían estar en la misma embriaguez que yo: algunos parecían estar pasando trabajo para enfocar la vista, otros se bamboleaban como si pendieran de hilos invisibles. El hombre movió sus dedos velozmente y, como si se tratara de un balde de agua fría, recuperé mis sentidos al instante, tal y cómo los demás. -Bienvenido, barón!- saludó el profesor. Entonces, de el mismo auto que había descendido el hombre con la galera, bajó una mujer de piel intensamente dorada y ojos oscuros. Desde los cuatro autos restantes, descendieron estudiantes en uniformes que podrían haber sido los de Hogwarts en otro tiempo: Faldas tableadas o pantalones, camisas, corbatas y capas: todo ello con un escudo diferente, dependiendo del auto del que se hubieran bajado. -Vaya... la falta de originalidad abunda.- comentó mi compañero. Me reí. -Eso parece.- asentí. -¡Juls, mira el lago!- soltó el chico con los ojos como platos, cambiando de tema. -Kargarof no puede permitirse perder un solo espectador, ¿no es así?- comentó la anciana que había llegado con los chicos de Castelobruxo, con tono de profunda desaprobación. En el lago, comenzó a crecer una especie de pilar, del que de pronto surgió un pequeño puesto de vigía. Se fue alejando cada vez más de la superficie del lago, conforme el pilar seguía creciendo, entonces un enorme barco sacudió la calma superficie del lago, y siguió elevándose. Cuando por fin flotaba tranquilamente, una escalerilla de cuerda se arrojó, pero en lugar de caer hacia abajo, formó una especie de angosta pasarela, por las que chicos y chicas en uniformes de corte militar, con chaquetas rojas de vivos dorados, y capas de piel puestas sobre un solo hombro, desfilaron hasta la orilla, y se dirigieron en fila hacia donde todos los esperábamos.

Al frente de la comitiva marchaba un hombre de aspecto repugnante: tenía el cabello entrecano largo y barba de chivo negra. Los ojos como cuentas negras se perdían, en tanto sonreía, ya que sus torcidos y podridos dientes acaparaban la atención como un pútrido faro. -¡¿Ese es Krum?!- chilló emocionado Matheus, el gryffindor con el que había estado conversando, y que finalmente había recordado su nombre. -¡Ya quisiera!- dije, llevandome una mano al pecho con histrionismo. -Victor Krum es un bombón... Y eso es...- Pero él me interrumpió negando con la cabeza, y luego haciendo un gesto con la cabeza. -Detrás del viejo.- comentó. Entonces reparé en la figura alta, algo encorvada, en extremo musculosa, de cara osca y cejas pobladas que caminaba detrás de la desagradable imagen de su director. En efecto, era Victor Krum el héroe de la selección de Bulgaria, al que había visto jugar este verano. Como era de esperarse, muchos fanáticos del Quidditch y algunas brujas más interesadas en el propio Krum que en el juego soltaron un pronunciado ooh, del que brotaron cuchicheos como caminos de pólvora alcanzados por un único fósforo.

...

INVITUS

-Bien, ya que estamos todos aquí, sería bueno que se instalaran.- dijo Dumbledore a los otros profesores. -Nos reuniremos en el gran comedor en una hora para las bienvenidas.- afirmó jovial, luego echo a andar hacia el castillo con la anciana directora de Castelobruxo del brazo. Rebusqué en el bolsillo de mi túnica y alcancé el mate y el termo. -¡Por Hécate! Sabía que mi hermanito no iba a fallarme con el mate.- dijo una voz tan familiar como la sensación del cuenco en mi mano. Me volví para verla -¿Cómo estás Feri?- pregunté. El cabello rubio de mi hermana me abofeteó la cara cuando ella me abrazó con ímpetu. Para ser tan pequeña, era ridículamente fuerte. -¡No me llames Feri!- protestó. -¿Qué tal si me das un mate y vienes conmigo? Las chicas y yo vamos a recorrer el terreno. Ingrid muere por saludarte...- resoplé con fastidio. -Por millonesima vez, Ferox, no me gusta tu amiga. Además, ahora tengo novia.- dije mientras le pasaba el mate. Ella sonrió -Si, oí las mejores historias acerca de ella. Tiene un toque genial para las primeras impresiones, según mamá.- pinchó. No pude evitar reírme. -Y por supuesto que te lo contó...- murmuré resignado. -A mi, y a todo el que quiera oírla. Dice que tú mejor amiga es una chica encantadora, talentosa y cuánto halago más se te ocurra, pero en contrapartida, tu te quedaste con la chica rara... Siempre te han gustado los bichos raros.- comentó con una sonrisa.

Pensé por un segundo que mamá había evitado (tal vez por propia ignorancia, tal vez por favoritismo) que Lilith también era rara. Quizás incluso más que Luna. -¡No te enojes Invi! Es broma, ni siquiera la conozco, y si tuvo el descaro de hacer volar a mamá por los aires y luego dormir bajo el mismo techo, me cae bien. Además... No soy quien para opinar sobre gustos desvensijados, ¿verdad?- asentí volviendo a sonreír. -Si, bueno, en eso tienes razón. ¿Paolo sigue de titular?- pregunté. Ella hizo un gesto con la mano. -Por mi podría ser abono de tentáculas, pero no me permitieron transformarlo. Así que, no. Ya no es titular...- hizo una pausa. -¡Que va! Ya no juega, ni de suplente.- afirmó. -¿Esos son tus amigos?- preguntó después de hacer sonar el mate seco.

Me di la vuelta, en efecto, los merodeadores y los gemelos se agrupaban a un escaso metro de nosotros. Me dirigía hacía ellos cuando unos brazos fuertes y largos me estrecharon y mi cabeza dió contra la de mi hermana, que aparentemente había sido apresada por el mismo abrazo -Sabía que eggan ustedes.- dijo la voz arrastrando las erres. -Gabi es ahogga una estudiante de Hogwaggts, y ha ggeconocido a Invitus en seguida. Peggo no pudo saludagglo poggque ha quedado en otgga casa.- chilló sin dejar de estrujarnos -¡Hola Fleur!- dije intentando liberarme. -Fleur, linda, no soy una persona de abrazos. ¿Recuerdas?- dijo mi hermana. Entonces ella nos liberó. -Lo siento Feggi.- se disculpó abochornada.

-Vengan.- dije. -Ellos son mis amigos: Thad, Draco, Lil, Juls, Hermione, Harry, Ron, Fred, George, Ginny, e Ignatius. Y ella es mi novia, Luna.- presenté. -Chicos, ellas son mi hermana Ferox, y Fleur, amiga y estudiante de Beuvbatonx.- dije a su vez. -Y veela.- añadió Thadeus. Fleur miró en todas direcciones, como si la preocupara que alguien lo hubiera escuchado. Pero como nadie estaba cerca, sonrió y asintió con la cabeza. -En efecto, mon ami.-

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