Capítulo 12: Nuevas reglas.
THADEUS
Tomé aire frente a la copa que tenía delante, usándola como espejo. La nueva generación de alumnos de Hogwarts estaba de pie en el pasillo central del gran comedor. Algunos charlaban animadamente o saludaban a sus conocidos con la mano, o señalaban atónitos las muchas curiosidades del gran comedor. El techo encantado, las velas flotantes, la cubertería de oro, las grandes mesas adornadas con los colores de las casas. -Parece que creciste unos cuantos centrímetros desde la última vez que te vi.- dijo una voz a mi espalda. -Buenas noches Hagrid.- saludé. Levaba su grueso abrigo de pieles abotonado hasta arriba y miraba en todas direcciones, como si escondiera algo. -Si sigues a ese rítmo, la gente comenzará a confundirnos.- soltó con alegría. -Tendré que mantener mi cabello corto.- dije señalando su enorme cabeza peluda. -De esa forma seguirán sabiendo quién es quién.- El semi gigante rió. En mi mesa, algunas miradas de desprecio y cuchicheos comenzaron a aparecer, pero él pareció ajeno a todo eso. -¿Te encuentras bien?- preguntó de pronto. Lo dudé un segundo, tal vez menos, pero lo suficiente para que él lo notara. -Ya... tú también estuviste en el mundial ¿no es así?- asentí con la cabeza. -Harry me lo contó todo... bueno, todo lo que no salió en el profeta, claro.- añadió. -Tu estuviste aquí la última vez, ¿verdad? la última vez que él tuvo poder.- Hagrid asintió incómodo. -De hecho, lo conocí cuando estuvo en Hogwarts. Ésta vez me tocó a mi asentir incómodo, Hagrid no parecía viejo, pero si había estado en Hogwarts cuando Tom había sido un estudiante, hacía 50 años... Eso era mucho tiempo. -Bien, debo irme. Tengo que estar listo para... Para... si, debo estar listo.- dijo tartamudeando con las palabras, y entonces noté lo nervioso que se veía. Salió por las puertas del comedor y me pregunté por qué no iba a su lugar habitual en la mesa de profesores.
-¡Bienvenidos a Hogwarts!- dijo el director, generando silencio casi automáticamente -Antes de que nuestro maravilloso banquete de comienzo y los deje embotados. Recibiremos a la nueva generación para ser sorteados en las que serán sus casas.- Anuncio Dumbledore, instantes antes de que la profesora Minerva McGonagall, colocara un banco con el sombrero seleccionador encima, y desenrollara un grueso pergamino. Se que no tenía casi diferencia de edad con los chicos que se formaban frente a la profesora, pero es que había vivido tanto desde que había estado en su lugar, que se sentía que habían pasado varias vidas. Además, en estatura, un gran, gran abismo los separaba de mi. Siempre había sido alto y corpulento para mi edad, pero el trabajo con los herreros en Uruguay, en especial bajo la atenta mirada fría de Esmeralda, había dado a mis músculos una definición hasta ahora inusitada, y ello no había pasado, aparentemente, desapercibido entre las estudiantes mayores, que ocasionalmente se habían "tropezado" unas dos o tres veces conmigo durante el viaje en tren. Sonreí divertido, este año podría volverse muy interesante. Entre los estudiantes más jóvenes que desfilaban por el pasillo, con cara de estreñimiento, destacaba una niña de cabello rubio casi como plata líquida, con unos rasgos sumamente delicados y una tez tan pálida, que rozaba la perlada transparencia de los fantasmas, aunque por supuesto, sin el brillo azulado que caracterizaba a éstos.
En realidad, la niña parecía resplandecer como un ave fénix, en llamaradas doradas, rojizas y naranja, que la luz de las velas del gran comedor le arrancaban a su piel y a su pelo. Esos rasgos, sólo los había visto en una veela, aunque era muy raro que una veela se presentara en Hogwarts como si tal cosa. Según había aprendido de las veelas y botos en el GoMaCoUy, los europeos tendían a llamarlos "criaturas semi-humanas" y no eran muy amables con ellos. Incluso a los hombres lobo, que pertenecían a su propia raza, y que solo portaban una especie de infección, los degradaban como ciudadanos de segunda clase, no quería saber lo que dirían si una chica veela se presentaba en clases junto a sus amados, jóvenes e impresionables estudiantes.
Aunque nada más verla, un instinto primitivo, casi animal, piafó dentro de mi. Moría porque esa chica quedara en Slytherin para poder conocerla y convivir con ella. Mi parte racional pensaba que lo mejor que le podía pasar a ella, que claramente no era del todo humana (si es que cabía algo humano en tanta perfección), era mantenerse lo mas lejos del nido de serpientes. Si bien no todos en mi casa eran unos cavernícolas obtusos de sangre limpia, sí que había un buen número de ellos, y, a decir verdad, podían ponerse bastantes reactivos y violentos. Bastaba con ver como Flint, Crabbe, Goyle o Parkinson habían tratado a Malfoy, por el mero hecho de salir con una mestiza. El solo imaginar lo que esa pandilla de imbéciles podía hacerle a una veela de 11 años, era aterrador. Deseé, contra todas mis ganas y mi cuerpo, que la niña fuera sorteada en cualquier casa, menos en la mía. La ceremonia no duró mucho, pero me enteré que la niña veela se llamaba Gabrielle Delacour. Había levantado la cabeza para ver su selección, sintiendo como la lucha interna entre la lógica de Thadeus y el deseo de Farrier, se desataba. Sentía el latido del corazón en mis oídos. -Hey, si estiras un poco más el cuello, perfeccionarás tu imitación de una jirafa.- me susurró Draco. Lo miré desconcertado, y entonces comprendí que me había absorto en la contemplación de Gabrielle. Mi amigo me sonrió con sorna. -Creí que éramos inmunes a las veelas...- comentó arrastrando las palabras y alzó una ceja, para escrutarme con la cara de lado. -Yo.. si, eso es... quiero decir... lo somos.- balbuceé sacudiendo la cabeza. ¡¿Por qué demonios sonaba tan sabio y lógico en mi mente, y ahora que abría la boca parecía la víctima del confundus más fuerte de la historia de la magia?! Draco rió sin decir nada.
-Bah, otro híbrido. Hogwarts está cada vez peor.- Comento Pansy me-creo-mejor-que-todos Parkinson, al notar, como probablemente todos, que Gabrielle era, obviamente veela. -No te preocupes Parkinson. Desde que tú ingresaste, Hogwarts no puede caer más bajo.- Le respondió mi amigo rubio, haciendo que la chica se sonrojara y perdiera el habla. Se llevó una copa de oro a los labios pero no tragó nada, y deduje que la usaba para cubrir su cara roja llena de rencor. No era ninguna novedad que a ella le gustaba Draco. Por supuesto, ahora que había sido desheredado, no se atrevería a confesarlo ni a sí misma, pero antes... era lógico pensar que sus padres le hubieran inculcado grandes esperanzas de un contrato matrimonial, que uniera a sus familias. Ahora, aunque Draco estuviera en una posición igual a la de la familia Malfoy, como Lord Heredero Black, se había vuelto un traidor a la sangre, que confraternizaba con nacidos de muggles, mestizos, o, lo que es peor, con el propio Harry Potter. -Mejor que la bastarda Snape se cuide...- soltó la chica a nadie en particular, aunque era clara la puya. -Ahora que Malfoy tiene debilidad por los magos de linaje dudoso, tendrá competencia.- Afirmó con veneno en la voz, y entonces yo la miré con un odio que no reconocí. Usualmente me tomaba los comentarios racistas y clasistas de mis compañeros, como mero ruido ambiente, pero en el momento en que sugirió que Gabrielle pudiera tener algo con Draco, Farrier deseó descargar uno de sus cascos con furia en la fea cara de Pansy -¡Vaya Pansy! Que ingenioso comentario. Es una lastima que tu noble ascendencia, no te haya conseguido puntos con Draco.- Solté con una descarada sonrisa que él imitó. -Pero te sugiero algo: intenta que tu resentimiento no se note tanto, o la próxima vez que pretendan hacer una purga de traidores a la sangre, caerás por estar tan pendiente de uno.- Ella abrió los ojos como dos platos, no dijo nada, y bajo su mirada. Me alegré.
El director volvió a ponerse de pie, y la respuesta de Parkinson quedó ahogada por la voz del anciano. -Tengo un anuncio más antes de cenar, espero sepan disculpar a un anciano por olvidarse de las cosas: éste año, recibiremos al profesor Newton Scamander como su nuevo profesor de cuidado de criaturas mágicas.- Hizo un ademán a un hombre delgado de aspecto frágil y curtido, que parecía (o tal vez era) más viejo que el propio Dumbledore. El anciano saludó con una mano y una amable sonrisa. En la mesa de Gryffindor vi a mis amigos de cuarto removerse inquietos. Imaginé que se preguntaban por su amigo, el guardabosques. -El profesor Scamander es un afamado magizoologo y el autor de un libro que seguramente les resultará familiar: Animales fantásticos y dónde encontrarlos...- Hubo un aullido de emoción en la mesa de Hufflepuff. Seguido por un sonido que pudieron ser palmas emocionadas. Alguien en el gran comedor, estaba extasiado con la noticia. Dumbledore rió sin discimulo. -Gracias señor Wall. Su entusiasmo será bien recibido en las clases de cuidado de criaturas mágicas el año que viene.- comentó y el otro anciano, el nuevo profesor, miró con curiosidad hacia la mesa de los tejones. -Ahora, estoy seguro de que todos se estarán preguntando por nuestro querido guardián de las llaves y terrenos, y antiguo profesor, Rubeus Hagrid.- Hubo un murmullo general de curiosidad que opacó las pocas y desdeñosas risitas provenientes de mi mesa. -Me complace anunciar que la expulsión de Rubeus a sido revocada tras constatarse que había sido injustamente aplicada.- Las puertas de roble se abrieron, para dar paso, a la descomunal figura de Hagrid, ataviada con su uniforme, portando los colores de Hufflepuff.
-Los estudiantes de cuarto año de la casa Hufflepuff recibirán a su nuevo compañero, que se integrará con regularidad a las clases como un estudiante, tras haber rendido, este verano, todos los exámenes de tercer año a los que no pudo acceder en su tiempo.- explicó. -Señor Hagrid, ¿podría por favor tomar asiento en su mesa?- invitó haciendo un gesto con la mano. -Por supuesto, profesor Dumbledore.- asintió el enorme nuevo estudiante. Tras esas palabras, hubo una explosión de aplausos. Ignatius estaba al borde del colapso: miraba a un extremo de la mesa, donde se había sentado Hagrid, y al otro, donde se encontraba el profesor Scamander en la mesa de profesores con tanta rapidez, que me pregunté cómo haría para no marearse. En la misma mesa de Ignatius y Hagrid, hacia donde todas las miradas se dirigían, estaba sentada Gabrielle, lo que me proporcionó una excusa para contemplarla sin la mirada acusadora de Draco. -Ahora si,- cortó mis cabilaciones la voz de Dumbledore -sin más preámbulos. Lo que todos estaban esperando.- Dijo. Dio una palmada y entonces las mesas se llenaron de comida.
...
IGNATIUS
En medio de la cuantiosa cena, a la que apenas le podía prestar atención, vi como dos hombres que había conocido en el fatídico día de la final entre Bulgaria e Irlanda, entraban y se acomodaban en la mesa de los profesores. Bagman estaba como siempre, con su túnica de las avispas de Wimbeldone, demasiado apretada para su abultado abdomen y una sonrisa bonachona e infantil en su cara, Crouch, por su parte, llevaba una formal túnica de mago y sombrero de hongo verde lima. La imagen del hombre con traje muggle tan elegante se formó tan clara en mi cerebro, como la de la marca tenebrosa que había cerrado aquella noche con funesto broche de oro y me estremecí. Recordaba que en el tren se comentaba que quien había conjurado aquella horrible visión había sido una elfina doméstica, y me pregunté a quién pertenecería antes de haber sido atrapada. Los dos recién llegados se acomodaron en las sillas vacías y comenzaron a charlar animadamente con los profesores, que trataban de mantener una expresión amable, pese a que, claramente no estaban del todo contentos de tenerlos allí. Cerca del final de la cena, un rayo surco el techo abovedado del gran comedor, mientras resonaba un trueno poderoso. Eso dejo descolocado a todo el mundo, ya que el techo encantado siempre mostraba el firmamento, aunque afuera estuviera lloviendo copiosamente. Inmediatamente una figura bastante maltratada se dibujo en las sombras que se proyectaron por el gran comedor. Un hombre con un bastón en una mano apuntaba al techo y lanzaba un encantamiento para que éste se calmara, mientras se acercaba a la mesa principal con un traqueteo de lo que parecía una prótesis de metal en una de las piernas.
Corrí pegado a la mesa para no darme de bruces con el recién llegado y me colé a un lado de Hagrid -¿Quién es ése?- pregunte a mi nuevo compañero de casa. -Es Alastor Moody, un afamado cazador de magos tenebrosos y auror retirado. Si esta aquí, supongo que habrá aceptado la solicitud de el director para ser el nuevo profesor de defensa.- Explicó el semigigante bonachón. -¿Tendremos a un auror como profesor de defensa contra las artes oscuras? Genial.- Chillo un chico de cuarto que si no me equivoco, se llamaba Ernie Macmillan y se acercó un poco para escuchar la conversación. Otra chica de su año, lo imitó y se acercó bajando la voz -No creo que sea genial, Ernie... Aunque fue un buen auror en sus tiempos, mi tía me contó que quedó bastante loco y paranoico, y que ve magos tenebrosos hasta en la sopa...- susurró estremeciéndose. Macmillan la miró como si no diera crédito a lo que ella comentaba -¿Y qué si está loco? No va a lanzarnos una maldición en plena clase, ¿o sí?- soltó con sorna -Según mí tía, esa es exactamente la clase de cosas que Ojo Loco haría.- afirmó ella con gravedad. -¡Oh, vamos! ¡Dumbledore no permitiría que alguien así nos diera clases!- respondió él. -¿Hablas de el mismo Dumbledore que permitió que un profesor poseído por el que no debe ser nombrado nos diera clase casi todo un año? ¿El mismo año que trajo un objeto tremendamente peligroso y codiciado al colegio, lo protegió con encantamientos que perfectamente podrían haber envenenado, estrangulado y matado de varias formas más a los estudiantes, encima de ellos colocó un descomunal cerbero y selló todo eso con un encantamiento cerrador tan simple que Alohomora, el encantamiento de apertura que figura en el libro de hechizos reglamentario de primer año podía romperlo? ¿El mismo que autorizó un castigo en el bosque prohibido cuando había algo tremendamente oscuro matando unicornios? ¿El mismo que contrató al mentiroso de Lockhart, no suspendió las clases cuando algo estaba atacando nacidos de muggles y algo se llevó a una estudiante a la cámara de los secretos donde se suponía que había un monstruo? Si, claro. Dumbledore jamás permitiría en el castillo nada que nos pusiera en peligro.- terció ella con gesto de desaprobación. -¡Fluffy no le haría daño a una mosca!- chilló Hagrid indignado. -No, claro que no.- respondió la chica sin mirarlo.
-No deberías hablar así del director.- murmuró Hagrid con tono apreensivo. -Y tu no deberías defenderlo. Permitió que te acusaran injustamente dos veces; la primera de ellas te expulsaron y la segunda te enviaron a azkaban. ¿Que tan fácil olvidas eso Rubeus?- soltó escandalizada. -¿Rubeus?- repitió enfadado -Señorita Bones, está hablando con...- pero ella lo miró con una sonrisa. -¿Con qué? ¡Con un estudiante más, y un compañero de casa y de grado además!- arremetió. -No te engañes, Rubeus, puede que tengas amigos en el colegio...- dijo, y miró hacia mi, como si viera algo particularmente asqueroso pegado en sus zapatos. -Pero la mayoría de los estudiantes sentían terror de tus clases, y ahora, eres uno más. Aquí nadie te debe más respeto que el que se le ofrece a un igual. Ahora no estás en posición de ordenarnos que intentemos acercarnos a los hipogrifos bajo nuestro propio riesgo. Mucho menos, que te tratemos como a un profesor.- sentenció. -¿A ti no se te olvidan los valores de tu casa?- soltó acalorado. -¿Valores como la lealtad? Claro, supongo que mal entendida podría ser confundida con tu seguir ciego ante el trato de Dumbledore, pero para mi, la primera lealtad es conmigo misma. Y yo creo que Moody será peligrosísimo como profesor, del mismo modo que creo que a Dumbledore no le importa nuestra seguridad, y que tú no fuiste un buen profesor, no obstante lo cual, si me esforcé por dar lo mejor en tu clase, como lo haré en las terribles clases de Ojo Loco.- sentenció ella y se volvió hacia la mesa de los profesores, poniendo fin a la disputa. Ernie y yo, que nos habíamos quedado boquiabiertos en medio del fuego cruzado, bajamos la mirada hacia la mesa, en lo que Hagrid bufaba con profundo pesar y luego erguía su cabeza hacia la mesa de los profesores.
-Miren, Crouch a tomado el centro de la tarima.- murmuró Ernie, y en efecto, el hombre del bombín verde lima se había puesto de pie y las miradas curiosas se reunían una a una justo en su cabeza. Se aclaró la garganta para que los resagados volvieran sus caras hacia él. -Gracias, profesor Dumbledore, por permitirnos estar aquí esta noche.- dijo haciendo una inclinación de cabeza y entonces se dirigió a nosotros. -El Ministerio de la Magia, y en especial los departamentos de juegos mágicos y cooperación mágica internacional, estamos emocionados de anunciar que este año, Hogwarts será la sede de un evento mágico sin precedentes. El reestablecimiento del torneo de los tres magos, tendrá lugar este año, en este glorioso colegio...- varios murmullos emocionados y dubitativos cuchicheos se sembraron por el gran comedor. Algunos, como yo, buscaban a quien mostrara alguna señal de conocer de qué demonios se trataba el "torneo de los tres magos". No me extrañó que solo quienes venían de familias mágica o quienes se pasaban el día en la biblioteca parecieran comprender... -sin embargo....- añadió Crouch casi gritando por encima de los insistentes susurros -hemos convenido en realizar varios ajustes en la normativa del torneo. Algunos de ellos están pensados para hacer al evento especial, después de su suspensión en 1792, y otros para asegurar en la medida de las posibilidades, la seguridad de los contendientes.- explicó. Entonces Bagman se puso de pie y tomó el lugar de Crouch.
-¡Buenas noches Hogwarts!- gritó como una estrella de Rock. -Primeramente, contarles a quienes no lo saben, que el torneo de los tres magos fue una competencia muy popular entre las tres escuelas de magia de Europa: la suya, por supuesto, Durmstrang y Beuxbatonx. Las pruebas del torneo están pensadas para desafiarlos no solo en sus habilidades mágicas, sino su temple, capacidad para resolver problemas y enigmas, inteligencia, etc.- comentó. -Lamentablemente el mismo tuvo que ser cancelado debido a la cantidad de muertos y heridos de gravedad que dejaba, por lo que, con la intención de poder revivirlo, asegurando la supervivencia de los estudiantes hemos establecido la primer regla nueva: Ningún estudiante menor a la edad de 17 años, podrá presentarse como candidato al torneo.- Hubo una seguidilla de abucheos y golpeteos de pies, pero Bagman no mermó. -Si, si... es un poco decepcionante: gloria eterna y una bolsa con mil galeones basta para motivar a cualquiera a enfrentarse a la muerte.- bromeó, pero en realidad, era precisamente lo que muchos estaban pensando. -Bien... Como segunda regla: este torneo no contará con tres participantes, ni tres pruebas. ¡Ah! Ahora sí quieren escucharme ¿verdad?- volvió a reir. -Bien, como sabrán cuando el torneo fue instaurado, las escuelas de magia eran pocas, sin embargo, hemos decidido, en aras del progreso, invitar a nuevas escuelas a sumarse al desafío; con lo que, este será el torneo especial de los seis magos. Los participantes serán elegidos como campeones de las escuelas antes mencionadas, con la adhesión de Ilvermorny, Uagadou, y Castelobruxo; y habrá cuatro pruebas a las que enfrentarse. Mañana por la noche nos volveremos a encontrar aquí, para recibir a nuestros invitados.- Anunció con gesto de emoción.
-¿Invitados?- murmuré. Hanna entornó los ojos. -Cada escuela traerá una delegación de posibles contendientes, ya sabes, mayores a 17 años que estén dispuestos a participar. Supongo que los campeones de cada escuela serán elegidos de entre los voluntarios.- explicó. -Ah, ¿y luego qué harán todos ellos aquí?- pregunté como atontado. -Pues, lo mismo que tu... Asistir a clases, comer, dormir, vagar por los corredores y terrenos... Supongo que pasarán el año aquí. No pueden simplemente venir por una noche y luego regresar si no han sido escogidos. Además supongo que no sería justo para los campeones de otras escuelas si estuvieran solos aquí, mientras el campeón de Hogwarts tendrá todo nuestro apoyo.- Ernie rió -Eso, siempre y cuando no use uniforme verde y pĺata.- comentó. -Dos de mis amigos usan uniforme verde y plata Macmillan. Y tu no podrías ni lavar el caldero de ninguno de ellos.- pinché. Él me dedicó una mirada cargada. -No pienso que Malfoy pudiera pagarme por lavar su caldero ahora que está arruinado.- comentó -Pues, piensa otra vez,- sugerí con una sonrisa de satisfacción. -Draco ya no es Malfoy, sino el lord heredero Black.- afirmé -Creí que ese era Potter.- comentó con gesto desencantado. -No, Harry heredará de su familia, mientras Draco heredará de su tío, teniendo en cuenta que es el más joven descendiente Black. Su madre era una Black antes de casarse.- comenté como sin importancia.
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