Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

Después de su encuentro íntimo, la vida de Griffin cambió de maneras que no había anticipado. La mordida de Leah, un acto de marcaje instintivo para los lobos Quileute, dejó una marca no solo física, sino que comenzó a afectar a Griffin en formas profundas y misteriosas.

En los días que siguieron, Griffin empezó a notar pequeños cambios en sí mismo. Su cuerpo parecía estar más alerta, sus sentidos más agudos de lo normal. Podía escuchar el susurro de las hojas con una claridad que antes no poseía, y la brisa salada del mar le traía olores que no había percibido con tanta intensidad. Pero no solo eran sus sentidos los que estaban más agudos; su conexión con Leah había tomado una nueva dimensión. Podía sentir sus emociones como si fueran las propias, un lazo que iba más allá de lo físico, acercándolos en un nivel espiritual.

Este vínculo profundo también lo hacía sentir vulnerable, como si una parte de él estuviera siempre expuesta. A veces, sentía el peso de los pensamientos y emociones de Leah invadiendo su mente, una sensación de estar completamente abierto y conectado a ella. Era un lazo que lo fascinaba y asustaba al mismo tiempo.

Una tarde, mientras estaba en la cabaña, Griffin reflexionaba sobre estos cambios cuando Cleo entró, con su característica sonrisa misteriosa. La mirada aguda de la egipcia lo observó, como si pudiera ver más allá de su piel, leyendo los cambios que lo atormentaban.

-Así que... nuestra loba te ha dejado su marca -bromeó Cleo con un brillo de picardía en los ojos, mientras se acomodaba en una silla cerca de él-. ¿Cómo te sientes, Griffin? ¿Sientes que te estás convirtiendo en uno de nosotros?

Griffin soltó una risa nerviosa, aunque el humor de Cleo no le quitaba la preocupación que sentía.

-Es... extraño. Es como si estuviera conectado con Leah en un nivel que nunca imaginé. Puedo sentir lo que siente, incluso cuando no está cerca. Pero también me siento expuesto, vulnerable.

Cleo asintió, su expresión tornándose más seria.

-La mordida de un lobo Quileute no es algo común, Griffin. Ha creado un vínculo entre ustedes que es casi irrompible. Pero eso también significa que, en cierto sentido, te has vuelto parte de su mundo... y su mundo es uno de poder, pero también de peligro. Leah te ha marcado como su compañero, y eso te hace especial, pero también significa que compartes una parte de su destino.

Griffin sintió un escalofrío recorrer su espalda ante las palabras de Cleo. No podía negar la verdad en lo que decía. Este lazo lo había cambiado, lo había vinculado a Leah de una manera que no podía entender del todo, pero que lo unía a ella más allá de lo físico.

-¿Qué debería esperar? -preguntó Griffin, la preocupación evidente en su voz.

-No lo sé con certeza -respondió Cleo, cruzando las piernas mientras lo miraba pensativa-. Cada vínculo es único. Pero algo es seguro: esto solo fortalecerá lo que tienen, si lo aceptan. Y Leah... Leah también debe estar sintiendo los efectos. Es un cambio para ambos.

Cleo luego esbozó una sonrisa más cálida, dirigiendo su mirada hacia donde Leah se encontraba en la distancia.

-No te preocupes demasiado, Griffin. Lo que estás experimentando es un signo de que eres importante para ella, más de lo que puedes imaginar. Y créeme, a veces, es mejor no tener todas las respuestas, sino simplemente disfrutar del viaje.

Las palabras de Cleo lo tranquilizaron un poco, pero no disiparon del todo su inquietud. Sin embargo, cuando Leah entró a la cabaña poco después, el peso de sus preocupaciones se alivió un poco. Ella también sentía la conexión, y a pesar de sus propios miedos y dudas, había algo en su mirada, una calidez y determinación, que le aseguraba que estaban en esto juntos.

Esa noche, mientras se acurrucaban bajo las sábanas, Griffin sintió la presencia de Leah más cercana que nunca. El vínculo que compartían, aunque lleno de incertidumbres, también era una fuente de fortaleza. Y aunque no sabía qué le depararía el futuro, estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa si eso significaba estar al lado de Leah.

La amistad entre Cleo y Leah también floreció a partir de este vínculo. Cleo, siempre observadora, a menudo les daba su espacio, pero no sin lanzar una broma o un comentario que aliviaba la tensión. Leah, por su parte, encontraba en Cleo a una confidente que entendía lo que estaba viviendo, ayudándola a navegar por esta nueva etapa con Griffin.

Juntos, los tres formaban un equipo poco convencional, pero efectivo, enfrentando las consecuencias de un amor marcado por el destino, con la esperanza de que lo que compartían sería suficiente para superar cualquier obstáculo que se les presentara.

[...]

Las primeras señales de que algo más estaba sucediendo dentro de Griffin comenzaron a aparecer durante las noches. Al principio, era una inquietud leve, una sensación de calidez que no podía explicar del todo. Pero, con el tiempo, se intensificó. En las horas más oscuras, cuando Leah dormía a su lado, Griffin se encontraba cada vez más consciente de su presencia, de su calor, de su olor, y de la manera en que su cuerpo parecía resonar con el de ella. Una excitación inusual comenzó a invadirlo, tan potente que a veces le costaba conciliar el sueño. Se encontraba despierto, observándola mientras dormía, con el deseo palpitando en su piel de una manera que no había experimentado antes.

Pero había momentos en que esa intensidad lo asustaba, lo tomaba desprevenido. Una tarde, mientras estaban en la playa, Leah le lanzó una sonrisa juguetona, y de repente Griffin sintió una oleada de deseo tan poderosa que lo dejó sin aliento. Apenas pudo mantener su compostura, tratando de disimular el rubor en sus mejillas y el temblor en sus manos. Leah notó su reacción y lanzó una risa suave, sin darse cuenta del efecto que tenía sobre él.

-¿Estás bien? -le preguntó con una mezcla de picardía y preocupación.

Griffin solo pudo asentir, luchando por recuperar el control de sí mismo.

Cada vez que Leah lo buscaba, cada vez que lo tocaba o incluso cuando simplemente lo miraba con esos ojos llenos de emociones, Griffin sentía que estaba siendo arrastrado por una corriente de sentimientos y deseos que apenas podía manejar. Sabía que esto no era normal, que la mordida de Leah había desencadenado algo dentro de él, algo que lo conectaba con ella de una manera que iba más allá de lo físico o lo emocional.

Y aunque a veces era aterrador, también era embriagador. La conexión que compartían lo hacía sentir más vivo que nunca, incluso cuando lo desafiaba a enfrentarse a emociones y deseos que nunca antes había conocido. Sin embargo, también sabía que estaba en un territorio desconocido, y que la única forma de navegarlo era aferrarse a Leah y confiar en que, juntos, podrían encontrar su camino.

[...]

Una tarde, mientras Griffin trabajaba en su cabaña, un sentimiento pesado lo invadió sin previo aviso. Estaba concentrado en ajustar los últimos detalles de un proyecto, pero de repente, una tristeza profunda y agobiante se filtró en su mente, como si fuera suya. Sabía lo que significaba: Leah estaba pasando por un mal momento. Dejó caer el lápiz, su corazón latiendo con fuerza, y sin pensarlo dos veces, sacó su celular y marcó el número de Leah.

El teléfono sonó una vez, luego otra, y por un momento temió que no contestara. Pero finalmente, escuchó su voz al otro lado de la línea, suave y ligeramente quebrada.

-¿Griffin? -preguntó Leah, intentando sonar fuerte, pero sin poder ocultar del todo la tristeza en su tono.

-Leah -respondió él, con la voz cargada de preocupación-. ¿Estás bien? Te sentí... ¿qué pasa?

Hubo un silencio al otro lado de la línea, solo el suave sonido de la respiración de Leah, antes de que ella hablara nuevamente.

-Es solo... -Leah hizo una pausa, como si estuviera debatiendo consigo misma sobre qué decir-. Es uno de esos días, Griffin. No puedo evitar pensar en todo lo que ha pasado... en cómo me siento atrapada entre lo que era y lo que soy ahora.

Griffin sintió un dolor agudo en el pecho, como si sus palabras lo hubieran atravesado. Sabía que Leah estaba luchando con sus propios demonios, con las heridas que Sam había dejado, con el peso de ser una loba en una tribu donde todo había sido complicado para ella. Y ahora, con su unión, las cosas eran aún más intensas.

-Desearía poder estar allí contigo ahora mismo -dijo Griffin con voz suave, apretando el teléfono contra su oído-. No quiero que pases por esto sola, Leah. Sabes que siempre estaré aquí para ti, ¿verdad?

-Lo sé -respondió Leah, su voz más suave, pero aún con ese tinte de tristeza-. Pero a veces, no es fácil. Hay días en que siento que todo está bien, que he encontrado algo increíble contigo. Y otros días... es como si todo lo demás viniera a golpearme de golpe.

Griffin respiró hondo, tratando de pensar en las palabras correctas. Quería consolarla, pero también sabía que Leah era fuerte, que no siempre buscaba que alguien la salvara. Sin embargo, no podía evitar querer aliviar su dolor de alguna manera.

-Leah, sé que hay muchas cosas en tu mente y en tu corazón. Y no puedo pretender entender todo lo que has pasado. Pero lo que sí sé es que estoy aquí, contigo, y no iré a ninguna parte. Esto es real para mí, tú eres real para mí. Y quiero que lo sepas, no importa cuán oscuros se vuelvan los días.

Hubo otro momento de silencio, pero esta vez fue diferente. Podía sentir que Leah estaba procesando sus palabras, dejándolas calar en su corazón.

-Gracias, Griffin -murmuró finalmente-. A veces, solo necesito escuchar eso... saber que no estoy sola.

Griffin sonrió, aunque ella no podía verlo, sabía que su sonrisa se reflejaba en su voz.

-Nunca estarás sola, Leah. Y si necesitas hablar, o simplemente escuchar mi voz, estaré aquí, en cualquier momento. Solo llámame, ¿de acuerdo?

-De acuerdo -respondió Leah, y por primera vez, escuchó una pequeña sonrisa en su voz-. Prometo llamarte.

-Eso es todo lo que necesito saber -dijo Griffin, su tono cálido y reconfortante-. ¿Te gustaría que fuera a verte ahora? No tienes que estar sola si no quieres.

Leah dudó por un momento, pero luego su voz salió más firme, aunque aún suave.

-Me encantaría que vinieras, Griffin. Creo que... te necesito aquí.

-Ya voy en camino -respondió él sin dudar, tomando su abrigo-. No tardaré. Y Leah...

-¿Sí? -respondió ella.

-Te quiero -dijo Griffin, con una sinceridad que resonaba profundamente en ambos.

El silencio que siguió fue suave, pero lleno de significado.

-Yo también te quiero, Griffin -respondió Leah finalmente, su voz apenas un susurro, pero cargada de emoción.

Colgaron, pero la conexión entre ellos era más fuerte que nunca. Mientras Griffin salía de su cabaña y se dirigía hacia donde Leah estaba, el sentimiento de tristeza comenzó a desvanecerse, reemplazado por una determinación mutua de enfrentar lo que viniera, juntos.

[...]

Dos días habían pasado, y una noche tranquila en La Push, las estrellas brillaban en el cielo despejado mientras la brisa marina soplaba suavemente. Griffin, sin embargo, no lograba encontrar paz. Estaba sentado en el borde de su cama, su corazón latiendo con fuerza descontrolada en su pecho. La habitación, que normalmente encontraba reconfortante, de repente se sentía opresiva, sus paredes parecían cerrarse a su alrededor. Cada respiración era un esfuerzo, y el aire le parecía pesado, como si estuviera intentando respirar bajo el agua. Su mente, normalmente lógica y tranquila, se había convertido en un torbellino de pensamientos caóticos y oscuros.

Mientras luchaba por calmarse, intentando controlar su respiración, una sensación de pánico puro lo invadió. Algo en su interior se rompió, como si las emociones reprimidas durante semanas finalmente hubieran alcanzado su límite. Se sentía atrapado, vulnerable, y la presión en su pecho solo aumentaba con cada segundo que pasaba. Sabía que estaba al borde de una crisis, pero no podía detenerlo.

A kilómetros de distancia, Leah estaba descansando en su cabaña, revisando un libro, cuando una ola de emociones abrumadoras la golpeó de repente. Era como si una puerta se hubiera abierto en su mente, y todo el miedo y la angustia de Griffin se derramaran en su interior. Su corazón comenzó a latir rápidamente, sintiendo la desesperación que él experimentaba. Supo al instante que algo estaba muy mal.

Sin dudarlo, Leah dejó caer el libro y corrió hacia la puerta, transformándose rápidamente en su forma lobuna para llegar más rápido. Podía sentir a Griffin, como si una fuerza invisible la guiara directamente hacia él. Su instinto la llevó por los senderos del bosque, siguiendo la conexión que los unía, y cuanto más se acercaba, más fuerte sentía su ansiedad. Sabía que cada segundo contaba.

Finalmente, llegó a la cabaña de Griffin, jadeando por la carrera. Cambió de nuevo a su forma humana y, sin perder tiempo, abrió la puerta. Encontró a Griffin en la cama, con la cabeza entre las manos, su cuerpo temblando. Su rostro estaba pálido, sus ojos vidriosos y llenos de miedo.

-Griffin -susurró Leah, su voz llena de preocupación mientras se acercaba rápidamente a él-. Estoy aquí, estoy contigo.

Él levantó la cabeza, sus ojos encontrando los de Leah, y en ese momento, la tensión en su cuerpo pareció romperse. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, mientras intentaba hablar, pero solo salieron palabras entrecortadas y confusas.

-No... no puedo... -murmuró, tratando de explicar lo que sentía, pero la ansiedad le impedía formar frases coherentes.

Leah se arrodilló junto a él, tomándolo de las manos con suavidad, pero con firmeza.

-Respira conmigo, Griffin -le dijo, su voz calmada pero autoritaria-. Solo respira, sigue mi ritmo.

Ella comenzó a inhalar profundamente, exhalando lentamente, guiándolo con cada respiración. Griffin intentó seguir su ejemplo, aunque al principio fue difícil, poco a poco fue captando el ritmo. Leah apretó sus manos ligeramente, usando la conexión entre ellos para transmitirle seguridad y estabilidad.

-Eso es, estás haciendo bien -le dijo, sus ojos fijos en los de él-. Estoy aquí, y no te dejaré solo. Estás a salvo, Griffin. Respira conmigo.

Griffin cerró los ojos, concentrándose en la voz de Leah, en su toque, en la conexión que los unía. Sentía el calor de sus manos, la firmeza en su tono, y eso lo ayudó a anclarse en la realidad. Con cada respiración, el peso en su pecho comenzó a disminuir, y aunque el miedo seguía ahí, ya no lo controlaba por completo.

Después de un rato, Griffin finalmente pudo hablar con más claridad, aunque su voz aún temblaba ligeramente.

-Gracias... Leah -susurró, apretando sus manos con gratitud-. No sé qué habría hecho si no hubieras llegado.

Leah le sonrió con ternura, acariciando su mejilla con una mano mientras mantenía la otra en la suya.

-No tienes que enfrentarlo solo, Griffin -le dijo, su voz llena de una calidez que lo envolvió como un manto-. Estamos en esto juntos, y siempre estaré aquí para ti, así como tú lo has estado para mí.

Griffin asintió, sus ojos reflejando una mezcla de cansancio y alivio. La crisis de ansiedad aún dejaba rastros en su cuerpo, pero con Leah a su lado, el miedo ya no era tan aterrador. Se inclinó hacia ella, apoyando su frente contra la de Leah, buscando consuelo en su cercanía.

-No sé qué haría sin ti -murmuró, su voz casi inaudible, pero cargada de emoción.

-No tienes que averiguarlo -le respondió Leah, susurrando contra sus labios antes de darle un beso suave y tranquilizador-. Estoy aquí, siempre.

En ese momento, en la tranquilidad de la cabaña, con el sonido lejano del mar como fondo, Griffin sintió cómo la última oleada de ansiedad se disipaba, reemplazada por una profunda sensación de conexión y paz. Leah lo había salvado de sus propios demonios, y con cada latido de su corazón, sabía que con ella a su lado, podía enfrentar cualquier cosa.

[...]

Era una mañana fresca en La Push, con el sol apenas asomándose entre las nubes, prometiendo un día luminoso. Leah estaba sentada en la mesa de la cocina de su casa, mirando su taza de café, pero su mente estaba lejos, absorta en pensamientos que había estado reflexionando durante semanas. Había llegado el momento de tomar una decisión importante, una que cambiaría no solo su vida, sino también la de Griffin.

Griffin y ella habían pasado por mucho desde que se imprimaron. Habían enfrentado temores, inseguridades, y las sombras de sus pasados, pero cada desafío los había acercado más. Leah había comprendido que sus miedos, esos fantasmas que la habían atormentado, solo tenían el poder que ella misma les daba. Viviendo en la misma casa con su madre y su hermano, a veces se sentía atrapada, luchando contra la necesidad de estar más cerca de Griffin, de construir una vida juntos.

Finalmente, después de muchas noches de conversaciones con Griffin, de compartir sus miedos y esperanzas, Leah había llegado a la conclusión de que ya no quería seguir huyendo de lo que sentía. La marca que compartían los hacía más fuertes, y con ella, había aprendido que no había razón para temer a lo desconocido. Lo que les hacía daño no era el miedo en sí, sino el distanciamiento al que se habían sometido por evitar enfrentarlo.

Tomando un profundo respiro, Leah decidió que era hora de hablar con su madre. Se levantó y fue a buscarla, encontrándola en la sala de estar, ocupada con algunas labores domésticas. Sue Clearwater levantó la vista al ver a su hija entrar, notando la expresión seria en su rostro.

-Mamá, ¿podemos hablar un momento? -preguntó Leah, tratando de sonar calmada.

Sue dejó lo que estaba haciendo y se sentó en el sofá, haciéndole un gesto a Leah para que se uniera a ella.

-Claro, Leah. ¿Qué sucede? -preguntó, con esa mezcla de preocupación y cariño que siempre tenía para sus hijos.

Leah tomó asiento y respiró hondo, ordenando sus pensamientos.

-He estado pensando en muchas cosas últimamente, sobre Griffin y yo... sobre lo que viene después -comenzó, sus palabras medidas-. Sabes cuánto significa para mí, y cuánto ha cambiado mi vida desde que estamos juntos. Pero también sé que estar lejos de él no es bueno ni para él ni para mí. La marca que compartimos nos conecta de una manera que no puedo ignorar.

Sue asintió lentamente, escuchando con atención.

-Mamá, quiero mudarme con Griffin -dijo finalmente Leah, sintiendo un peso levantarse de sus hombros al decirlo en voz alta-. Hasta que la marca sea más flexible a la distancia, necesitamos estar más cerca, vivir juntos. Sé que no es algo común, pero es lo que siento que necesito hacer.

Sue se quedó en silencio por un momento, observando a Leah con una mirada analítica. Podía ver la determinación en los ojos de su hija, pero también la vulnerabilidad.

-Leah, lo que me estás pidiendo no es fácil de aceptar -dijo Sue finalmente, con una voz suave-. Pero también entiendo que esta conexión que tienes con Griffin es algo que no puedo comprender del todo. Si es lo que necesitas para ser feliz, para sentirte en paz, te apoyo.

Leah sintió un nudo en la garganta por la emoción. Había temido la reacción de su madre, pero recibir su apoyo significaba más de lo que podía expresar en palabras.

-Gracias, mamá -susurró Leah, tomando la mano de Sue-. Prometo que no me alejaré de ti ni de Seth, pero esto es algo que necesito hacer.

En ese momento, Seth entró en la sala, habiendo escuchado parte de la conversación. Aunque no había entendido todo, las palabras de Leah sobre mudarse con Griffin lo hicieron fruncir el ceño.

-¿Te vas a mudar con Griffin? -replicó Seth, su tono lleno de sorpresa y un toque de resentimiento-. ¿Y qué pasa conmigo? ¿Me estás dejando de lado por él?

Leah lo miró, sabiendo que para Seth, su hermana mayor siempre había sido un pilar en su vida. Sus palabras no eran solo celos, sino miedo de perderla.

-Seth, no es así -dijo Leah suavemente, levantándose para acercarse a él-. Siempre serás mi hermano pequeño, y nada cambiará eso. Pero Griffin es parte de mi vida ahora, y esto es algo que necesito hacer. No estoy eligiendo entre ustedes dos, estoy tratando de encontrar un equilibrio.

Seth apartó la mirada, claramente luchando con sus emociones.

-Parece que todo está cambiando demasiado rápido -murmuró-. Apenas estoy empezando a entender lo que está pasando, y de repente te vas.

Leah sonrió con ternura, colocando una mano en el hombro de Seth.

-Lo sé, Seth, y entiendo que es difícil -dijo-. Pero te prometo que no me perderás. Griffin y yo solo estamos tratando de construir algo juntos, y tú siempre serás parte de mi vida. Nunca dejaré de ser tu hermana.

Seth levantó la mirada, encontrando los ojos de Leah llenos de sinceridad. Aunque aún sentía una punzada de celos, también podía ver que su hermana era feliz, algo que había sido raro para Leah en mucho tiempo. Finalmente, asintió lentamente, aunque aún había un rastro de resistencia en su expresión.

-Está bien... supongo que lo entiendo -dijo con un suspiro-. Solo... no te olvides de pasar tiempo conmigo de vez en cuando, ¿vale?

Leah rió suavemente y lo abrazó, aliviada de que su hermano estuviera dispuesto a intentarlo.

-Nunca lo haría, Seth. Siempre tendrás un lugar en mi vida -respondió, apretándolo con cariño antes de soltarlo.

Sue, que había estado observando en silencio, sonrió ligeramente.

-Supongo que eso significa que la próxima vez que vengan a cenar, tendremos que preparar más comida para dos -comentó, rompiendo la tensión con un toque de humor.

Leah sonrió, sintiendo que un nuevo capítulo en su vida estaba comenzando. Había enfrentado sus miedos, y con Griffin a su lado, sabía que no había nada que no pudiera superar. La vida que estaba construyendo con él era solo el comienzo de algo hermoso, y estaba lista para abrazarlo por completo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro