CAPITULO 76: FINAL.
San Petersburgo era por mucho, el corazón del vasto territorio ruso. En las orillas del Neva, sus edificios históricos parecen competir con los palacios de grandes cúpulas que serpenteaban también cerca del rio.
Los tranvías y los carruajes cruzan las calles adoquinadas, mientras los transeúntes se sumergen en el bullicio de la vida urbana. Y desde su llegada a la familia Hasmet, Soo Bin llego a pensar que jamás podría ser testigo de otra arquitectura igual de exquisita que la otomana.
La ciudad, con su esplendor arquitectónico y su vibrante vida urbana, era más que un escenario pintoresco; era el epicentro del poder de la Bratva desde hace ya tres años. Y desde hace un mes, se volvió la sede principal de las reuniones importantes de La Gran Mesa.
Tae Hyun había señalado que, por lo general, las reuniones y tratados se llevaban a cabo fuera de las capitales donde las mafias tenían su base. Sin embargo, con la ausencia de Yeon Jun en las últimas semanas y la desaparición de Won Woo Cariporsi en suelo turco, las amenazas de un posible ataque de la Ndrangheta iban en aumento. En consecuencia, la Triada había ofrecido su respaldo. El debilitamiento de la Corsé y su casi total destrucción a manos de los Hasmet habían encendido las alarmas, poniendo en peligro el frágil acuerdo existente.
La Bratva intervino para preservar su sólida relación con Yeon Jun y asumir el control de la situación. Estableció una orden para las otras dos organizaciones, indicándoles que se limitaran a actuar según sus posiciones, claramente subordinadas tanto a la mafia rusa como, especialmente, a La Roja.
Nikolai Michajlov era un alfa al que Soo Bin había empezado a estimar demasiado, y más allá de las palabras buenas que Yeon Jun siempre usaba cuando hablaba de él, sabía que era un líder que perpetuaba el orden sobre todas las cosas. No era tiempo de guerra, él y Soo Bin lo sabían muy bien.
—¡Un omega en la Gran Mesa! ¡Que burla! —la voz de Qing Xiu ocupo toda la sala de jade, haciendo temblar levemente el candelabro de azulejos arriba de la gran mesa de roble.
Soo Bin se mantuvo imperturbable ante el desprecio evidente en la voz del líder de la Triada. La presencia de un omega en la Gran Mesa era algo inusual—si bien recuerda era el primero—y aunque las parejas de los alfas que lideraban los grupos debían ser tratados con el mayor respeto y estima, él sabía que levantaría suspicacias entre los líderes presentes.
—Respeto las tradiciones de la Gran Mesa, pero la presencia de La Roja aquí hoy no debe ser interpretada como una burla, sino como una demostración de nuestro compromiso con la estabilidad y la cooperación entre nuestras organizaciones —declara Soo Bin con firmeza, logrando sacar una sonrisa de aceptación por parte de Nikolai.
—¿Compromiso? Permítame recordarle, Hürrem, que uno de los omegas principales de mi clan aún sigue desaparecido —Davedi Cappellari era el centro de este problema. Won Woo ni siquiera está emparentado con él, y Soo Bin sabe que, aunque sea el sobrino de Franco Ricci, su mano derecha, a este último le importa poco el paradero de uno de los mellizos de su familia.
—La búsqueda por el joven Cariporsi no ha menguado en lo absoluto. Señor Capellari, usted más que nadie debe de saber el alcance de la tecnología en nuestras manos.
La densidad en su voz funcionó lo suficiente para que Davedi se retorciera en su asiento con molestia. La mirada afilada de Soo Bin se encontró con la del alfa, y por un instante, el silencio se apoderó de la sala mientras los líderes presentes evaluaban la tensa situación. A la altura donde se encontraba, podía observar con claridad cómo los hombres de compañía detrás de cada líder llevaban las manos a las fundas de sus armas. Por el chasquido detrás de él, supo que Tae Hyun y Rocky probablemente estaban haciendo lo mismo.
—No me malinterprete, Hürrem, no desestimo la fuerza de La Roja, mucho menos su papel en ella —dijo Davedi con un tono que pretendía ser conciliador, aunque la tensión seguía presente en su voz—. Como vemos, ha cumplido muy bien hasta ahora.
La mirada de Davedi se desvió hacia el vientre de Soo Bin, y una sombra de amargura cruzó por los ojos del alfa. Soo Bin comprendió el significado implícito de su gesto: la protección de la descendencia era una prioridad para cualquier líder, y Davedi estaba recordándole indirectamente su papel como omega. Vulnerable y solo, en medio de una sala llena de alfas.
—Sin embargo, perdone mi ignorancia pero, ¿no serías tú, sağ el, quien debería estar sentado con nosotros?
La pregunta cortante del alfa logro alterar aún más a la sala, haciendo que todos los presentes se giraran hacia Tae Hyun, quien permanecía imperturbable detrás de Soo Bin. La hostilidad en el ambiente se intensificó, y Soo Bin notó cómo Tae Hyun apretaba levemente los puños.
—Señor Cappellari, la posición de mi título está por debajo de Hürrem —responde Tae Hyun con voz firme, sin apartar la mirada del líder de la Ndrangheta—. Mi presencia aquí se reduce a lo que es, su subordinado.
Los murmullos molestos estallaron entre los alfas, claramente desconcertados por el sometimiento que Tae Hyun había dejado claro. Un alfa sirviendo a un omega era insólito. Davedi, por su parte, asintió con un gesto de entendimiento, pero la irritación en sus hombros seguía siendo evidente.
El silencio llenó la sala por un momento, y luego Nikolai Michajlov intervino con su característica voz, siempre profunda y calmada.
—La presencia de Hürrem en esta reunión es un recordatorio del compromiso de La Roja con la
Gran mesa, incluso en tiempos difíciles. No lo desacreditemos, el tiempo es oro para nosotros, será mejor pasar a los temas de agenda.
El alfa con mayor poder había hablado, por lo que lo correcto habría sido callarse y obedecer. Si los hombres allí querían seguir la etiqueta de jerarquía social, debían hacerse bolas y ponerse un candado en la boca. Pero dada la maraña de hipocresía en la que estaban envueltos, no podía ser tan simple. Antes de que pudieran continuar con los asuntos en la agenda, la voz del líder de la Triada interrumpió de nuevo, esta vez con una pregunta que provocó una inquietud aún mayor entre los presentes.
—Sin embargo, antes de proceder, me gustaría abordar un asunto que ha estado circulando con mayor fuerza con cada día qué pasa—Qing Xiu sabía que hilo estaba a punto de tocar, si era muy tonto o muy valiente por hacerlo, quedaría en él—. La ausencia de Yeon Jun Hasmet, ¿responde a los rumores de su muerte?
La sala parecía contener la respiración mientras las palabras del líder de la Triada colgaban en el aire, cargadas de implicaciones. Soo Bin, por su parte, podía sentir ese destello frío que recorría su columna vertebral, una sensación que lo había atormentado en las últimas semanas, desde aquel día en las costas del Mar Negro.
Tae Hyun dio un paso adelante, su arma ya en mano. La insolencia de Qing Xiu no podía quedar impune. La respuesta era clara: una afrenta como esa debía pagarse con sangre. Con el arma en alto, la tensión en la sala alcanzó su punto máximo, y en un instante, los hombres de cada clan se encontraron apuntándose mutuamente, preparados para el conflicto inminente. La Gran Mesa se convirtió en un campo de batalla silencioso, el más mínimo movimiento podría desencadenar una violencia desenfrenada.
Soo Bin se aferró al borde de la mesa, sus manos temblando ligeramente. Podía sentir el pulso acelerado de Tae Hyun a su lado, y sabía que Rocky estaba listo para actuar en cualquier momento.
Nikolai Michajlov, con su presencia imponente, mantuvo la calma, pero incluso él parecía alerta.
—Los temas privados de la familia no se tocan, usted es consiente de las reglas en nuestro convenio, señor Qing.
Tae Hyun, pasmado y sorprendido, logró percibir el ligero temblor en su mano mientras una capa de tensión pesaba sobre él. Al escudriñar con alerta alrededor, notó la dificultad que tenían los demás alfas para respirar, una señal clara de la presencia abrumadora de feromonas en el ambiente.
Ante la repentina tensión, Tae Hyun dirigió su mirada hacia Soo Bin, cuya expresión se volvió indescifrable. Comprendió entonces que, las feromonas provenían de él—hasta saturar el lugar—ejerciendo una presión emocional sobre todos los presentes. Incluso Nikolai, conocido por su firmeza, se retraía ligeramente en su asiento, afectado por la intensidad del aura de Soo Bin.
Ese tipo de prueba de dominio, eran las feromonas de un omega Gama, poderosas y penetrantes como pocos las han experimentado.
Qing Xiu parecía tambalearse en su posición. Su habitual serenidad se veía perturbada, y un ligero temblor se apoderaba de su voz mientras intentaba articular una respuesta. La confianza que solía irradiar se había desvanecido, y por un instante, parecía menos seguro de sí mismo, casi vulnerable ante Soo Bin.
—Lo siento, Hürrem, no era mi intención ofender —tartamudeó Qing Xiu, buscando recuperar su compostura—. Simplemente quería expresar mi preocupación por la ausencia del señor Hasmet. Es un tema que nos concierne a todos.
El susurro de su voz apenas resonó en la sala, ahogado por el peso del silencio que lo rodeaba.
—Ese tipo de impertinencias han venido pasando con demasiada frecuencia, una y otra vez por parte de usted y la Ndrangheta —responde Soo Bin con una voz firme, su tono no admitía réplicas.
—Hürrem, yo... —intentó interrumpir Qing Xiu, pero fue cortado de inmediato por una mirada dura y penetrante.
—Dígame, ¿usted cree que soy ignorante del contrabando de Fentanilo en tierras turcas sin mi autorización? De hecho, estoy al tanto de todas las operaciones ilegales que se llevan a cabo bajo el techo de la Triada —continuó Soo Bin, su voz resonando en la sala con una autoridad innegable— Puede que sea un omega, pero como ustedes lo han dicho, soy lo suficientemente competente para eliminar su existencia, tal y como la Corsé desapareció.
El silencio en la sala se volvió aún más abrumador ante las palabras de Soo Bin. El desastre y colapso de una organización criminal de la magnitud de la Corsé tenía el poder de incomodar a todos allí presentes. Era un recordatorio de lo alto que uno podía ascender, solo para caer en la nada.
—Por lo tanto, a partir de este momento, los Hasmet tomaran las decisiones en esta mesa. Ningún acuerdo, transacción o movimiento se llevará a cabo sin mi autorización expresa. Ustedes no podrán respirar sin el permiso de La Roja —declaró Soo Bin, su mirada fija en cada uno de los presentes.
Tae Hyun y Rocky intercambiaron miradas, sabiendo que el peso de esas palabras resonaría mucho más allá de esa sala.
Y como un terremoto sorpresivo, la sala se vio interrumpida por la risa profunda y resonante de Nikolai Michajlov, llena de un tono divertido y satisfecho.
—¡Eres un omega impresionante, Hürrem! —exclamó, con una sonrisa amplia y genuina en su rostro—. No me has decepcionado en lo más mínimo. La Bratva está contigo.
El gesto de Nikolai y sus palabras de respaldo resonaron en la sala, marcando el final de la confrontación. Soo Bin, satisfecho con la respuesta obtenida, no dijo nada más. La palidez en los rostros de los otros dos líderes era una clara indicación de que habían entendido el mensaje y que no se atreverían a abrir la boca por un buen tiempo. Por lo que, con una mirada vaga a la sala, se levantó de su asiento y dio por concluida la reunión.
El vuelo desde San Petersburgo fue largo y tranquilo, brindándole a Soo Bin la oportunidad de sumergirse en sus pensamientos mientras contemplaba el azul infinito del océano del Océano Índico desde la ventanilla del avión. Las tensiones en el Palacio de la Bratva lo habían dejado inquieto, y al parecer, fue lo suficientemente evidente como para que Tae Hyun hiciera una llamada urgente al salir de allí, ordenando a Chang Bin que preparara el equipo médico para su regreso al jet.
El alfa, quien había estado acompañándolos en el último mes de gestación de Soo Bin, había demostrado un sentido del deber sobresaliente. A pesar de su posición principal en Gran Bretaña y sus responsabilidades en el país inglés, se había tomado la tarea de seguirlos en sus viajes de negocios, "solo para estar preparados", como solía decir. Soo Bin valoraba enormemente su presencia, pero dudaba romper aguas en algún lugar recóndito de Europa, cómo le preocupaba a Chang Bin.
—¿Te duele la cabeza? ¿Tus feromonas han llegado a adormecerte a ti también?
Soo Bin sacudió la cabeza con una leve sonrisa, estaba adormecido y no quería otros aparatos sobre él aparte del estetoscopio que Chang Bin sostenía sobre su vientre en ese momento. Ayer apenas le había dejado dormir por todo el monitoreo que hizo, y los asientos del avión tampoco ayudaron a que tuviera un descanso satisfactorio.
—No, no es eso. Solo estoy reflexionando sobre lo que sucedió. No esperaba que las cosas se volvieran tan intensas —respondió Soo Bin, su tono reflejando aún cierta tensión residual.
Chang Bin asintió con comprensión mientras guardaba todo en su maletín médico. Yeon Jun tenia el poder de incorporar a su pequeña red criminal como representación de Inglaterra en la Gran Mesa—nido de las grandes ligas—, pero se había negado todas las veces que Yeon Jun llegó a mencionar el tema. Ese nivel de presión, él no llegaba a la altura. Un caso totalmente distinto para el pequeño omega de su amigo.
—Entiendo. Las reuniones de la Gran Mesa pueden ser bastante agitadas. ¿Necesitas algo para relajarte? —ofreció, mostrando una pequeña caja de pastillas azules.
Soo Bin negó con la cabeza, agradeciendo el gesto pero declinando la oferta.
—Estoy bien, gracias. Solo necesito un poco de tiempo para ordenar mis pensamientos — dijo con calma, mirando por la ventana hacia el horizonte que se extendía bajo ellos.
Chang Bin asintió una vez más y se retiró a su asiento. Soo Bin aprovecho para estirarse y poner una manta sobre sus piernas y estómago.
Los ojos se le cerraban, pero la mirada insistente de Mariam y su esposa, Ángel, que estaba últimamente siempre pegada a su lado, le recordaron que no podía permitirse relajarse completamente en ese momento.
—Mariam, ¿qué otras novedades hay en el frente doméstico? —preguntó Soo Bin, girando su atención hacia su asistente.
Mariam da un salto de sorpresa, avergonzándose por ser descubierta viéndolo con tanta insistencia. Sin perder tiempo, saca una carpeta de su bolso y comienza a repasar los documentos pertinentes.
—La galería ha tenido una afluencia notable de visitantes últimamente. De hecho, ha habido tantas visitas que ahora se recomienda reservar la entrada con anticipación.
Soo Bin asiente, tomando nota mental de la información. Esa popularidad en la galería satisfará orgullosamente a Büyük Valide.
—Desde la publicación de Vogue, hemos recibido numerosas felicitaciones y elogios de figuras importantes en el mundo del arte y la moda. Incluso la diseñadora Stella McCartney te ha enviado un mensaje personal de felicitación e invitación para probar algunas prendas de su nueva carpeta de maternidad.
—Asegúrate de que respondamos a todos los mensajes de felicitación. Pero rechaza todas las ofertas que involucren que me traslade.
Mariam asintió, tomando nota de la solicitud de Soo Bin.
—Entiendo, Hürrem.
Soo Bin se relajó un poco más en su asiento, dejando a Mariam trabajar en la agenda de la próxima semana.
Ángel, por su parte, permanecía en silencio a su lado, observándole de vez en cuando. Se había llegado a acostumbrar a la presencia fuerte de la alfa, quien había estado trabajando junto con Tae Hyun en algunos asuntos corporativos que Soo Bin ya no podía manejar. Nunca llegó a tener mucho contacto con la mujer, pero como la asistente de asuntos empresariales de Yeon Jun, Ángel se había convertido en una figura familiar en su entorno. Su dedicación y eficiencia en el trabajo eran evidentes, y Soo Bin agradecía tenerla cerca en momentos como este, cuando la carga de responsabilidad parecía abrumadora.
El suave zumbido del motor del jet llenaba el espacio entre ellos mientras el avión seguía su curso, después de que una ansiedad repentina se instalara en su estómago, decide hablar otra vez.
—¿Hemos recibido alguna carta?
Sus palabras resonaron lo suficientemente alto como para que todos las escucharan, cumpliendo su objetivo. Sin embargo, también fueron lo suficientemente inesperadas como para silenciar a la sala por completo. Ángel lanzó una mirada por encima del hombro, pero antes de que pudiera añadir algo, la voz de Tae Hyun se alzó.
—He estado en contacto con algunos hombres que tenemos en las fronteras, pero no he recibido noticias nuevas. Rocky también ha estado trabajando en ello, asegurándose de que toda la correspondencia llegue primero a él y no al Öğüt —su tono era bajo, empático, pero firme—. Continuaré intentándolo, Hürrem. Sin embargo... debo decir que estoy seguro de que ellos están bien.
Soo Bin asintió, agradecido por la actualización de Tae Hyun. Sabía que no podía permitir que la preocupación dominara sus pensamientos, pero la incertidumbre sobre el paradero de Min Gyu y Won Woo seguía pesando sobre él.
Especialmente la ausencia de Min Gyu, y el conocimiento de que tal vez nunca lo volvería a ver.
Inhaló profundamente, permitiendo que el peso de esa melancolía se disipara gradualmente. Era consciente de que si Chang Bin lo viera así, lo reprendería por permitir que las emociones negativas lo dominaran. Y desde el segundo peligro de aborto que había enfrentado ese día durante el incendio, sabía que toda la atención del clan estaba centrada en él.
La primera semana después del accidente fue un torbellino de dolor y angustia. Apenas podía estar tranquilo sin la ayuda de un sedante. Los recuerdos del incendio atormentaban sus pensamientos día y noche, y el rostro pálido de Yeon Jun entre sus manos lo perseguían constantemente. El dolor inmenso de su lobo, que se extendía desde su vientre hasta lo más profundo de su alma, lo dejaba exhausto y desesperado.
La sensación de su sangre adherida a su ropa volvía a él con una frecuencia que le hacía vomitar diario.
Con un sabor agrio, volvió la vista hacia la ventanilla, donde el verde de las palmeras comenzaba a tomar forma en el horizonte.
La fresca brisa marina que soplaba desde la isla impactó de inmediato en su rostro. El sol del mediodía iluminaba el aeropuerto, creando un resplandor cegador sobre la pista de aterrizaje. Con paso decidido, Soo Bin descendió por la escalera del avión, sus ojos buscando automáticamente a Belma entre la multitud de trabajadores que se inclinaban ante él. Finalmente, la localizó, de pie en el borde de la pista, su figura diminuta contrastando con el vasto horizonte.
Sin vacilar, Soo Bin avanzó hacia ella, dejando atrás el ruido ensordecedor de los motores del avión.
—Ustedes regresan a Turquía, órdenes de Hürrem.
Mariam y Ángel recularon de inmediato ante las palabras directas de Tae Hyun, quien al ver el rostro irritado de Ángel, decidió continuar.
—Hürrem ha dado la orden de que ustedes regresen a Turquía. Después de todo, no pueden dejar a su bebé de meses tantos días.
Ambas asintieron en silencio después de escuchar las palabras de Tae Hyun, aceptando la decisión de Soo Bin a través de él. Sabían que no era momento de discutir, especialmente teniendo en cuenta su propia preocupación por su hijo. Con un gesto de resignación, comenzaron a dar la vuelta para volver al al avión aún en propulsión.
—Hürrem, bienvenido de vuelta.
A medida que se acercaba, pudo verla claramente, y la imagen lo golpeó profundamente. Ni en sus más efímeros pensamientos, se imaginaba ver a Büyük Valide tan desgastada, con la mirada cansada y los hombros caídos. Incluso desde la distancia, podía percibir la delgadez de su figura, lo que le hizo temer lo peor. Si ella misma no le obligara a comer, sabía que estaría en su mismo estado.
Un nudo se formó en la garganta de Soo Bin mientras continuaba su camino hacia ella, odiaba la ansiedad que le recorría cada vez que volvía a la Isla Mara, la esperanza se desvanecía cada vez que sus pies tocaban la arena de ese lugar, cuando recorría el mismo camino como hacía hasta ahora.
Cuando finalmente estuvo a su lado, extendió una mano para tocar suavemente su brazo, buscando consolarla en medio de su propia preocupación.
Cuando Belma movió la cabeza de lado a lado en negación, sus manos temblaron y se retrajeron. Conocía el significado detrás; la sensación tan familiar de impotencia lo envolvió de nuevo de pies a cabeza. De nuevo, todas las enseñanzas de Chang Bin sobre mantener la calma y el control se desvanecieron en la desesperación de su realidad.
La Isla Mara, un remanso de historia y tradición, se alzaba majestuosamente en medio del Océano Índico. Ni siquiera su ubicación figuraba en los mapas convencionales, manteniéndola oculta y protegida de cualquier alcance externo.
Como un tesoro ancestral de los Hasmet, la isla permaneció envuelta en un velo de secreto incluso para las familias miembro de La Roja.
Soo Bin se enteró que, tras el colapso del Imperio Otomano y el exilio de la familia real, la Isla Mara se convirtió en un santuario para sus descendientes, un refugio seguro después del establecimiento de la República de Turquía en 1923. Aquí, en este rincón olvidado del mundo, descansaban los restos del último sultán otomano, Mehmed VI, en un majestuoso mausoleo que se alzaba en el corazón de la isla. Nunca falleció en San Remo, Italia, y la tumba en Damasco era solo una falsificación elaborada.
Sin embargo, a pesar del resplandor dorado de la arena y las costas vírgenes que rodeaban lo que sería el segundo palacete principal y la propiedad más exuberante del clan, a sus ojos, seguía representando lo que fue creada para ser: un refugio, un bálsamo inútil para consolar la pérdida.
No se sentía cómodo al pensar en que los restos del último sultán otomano estuvieran tan lejos de su tierra natal, y tampoco encontraba gratificante enfrentar la muerte en un lugar tan distante de su patria. Soo Bin sabía, en su interior, que Yeon Jun tampoco podría soportar estar en las paredes que solo exhalaban añoranza y melancolía.
A pesar de ello, la isla representaba el fuerte más impenetrable de los Hasmet, un lugar seguro en medio de la incertidumbre. Dadas las amenazas que la ausencia de Yeon Jun provocaba, estar ahi era la mejor opción para garantizar la seguridad de la familia.
—Retirense —su voz sonó extraña, ajena a él mismo cada vez que entraba en esa habitación.
Las criadas, acostumbradas a la rutina, obedecieron sin demora, despidiéndose formalmente con un "Bienvenido, Hürrem", al que apenas logró responder con una sonrisa falsa.
Cuando los suaves susurros de conversación que llenaban el aire se desvanecieron por el pasillo, cerró la puerta con el pestillo. Sus ojos vagaron por los arcos de medio punto que se alzaban sobre la estancia, sosteniendo el techo abovedado decorado con elaboradas molduras y adornos dorados. Luego, su atención se posó en las paredes, decoradas con intrincados diseños de azulejos de cerámica, con motivos florales y geométricos que siempre le hacían desviar su mirada hacia los cuadros que había traído de su estudio personal en Turquía. Durante un tiempo prolongado, se quedó mirándolos, en un vago intento de apartar los ojos de la cama, cubierta con ricos tejidos y almohadones que se cambiaban con frecuencia.
Después de un tiempo—demasiado largo—decidió caminar hacia la cama con pasos lentos. Luego, apartando las cortinas que rodeaban el mueble, se sentó. El aroma a jabón llenaba la habitación, y el goteo de los trapos sobre los cuencos de agua no dejaba espacio para el silencio. Debía sentir una atmósfera de tranquilidad y serenidad, pero no lograba relacionar ninguno de sus días de las últimas semanas con tales sentimientos.
Con un suspiro, finalmente desvió su atención hacia el lugar que evitaba, sintiendo su corazón hundirse de inmediato por la palidez del rostro que le saludaba, contrastando siempre con el rico tapizado que lo rodeaba. La respiración de Yeon Jun era tan tenue que apenas era perceptible.
Las sábanas se arrugaban bajo su cuerpo inmóvil, y una miríada de cables y tubos se extendía desde su forma postrada hasta las máquinas que zumbaban suavemente a su lado.
Soo Bin se acercó lentamente, tomando la mano cicatrizadas de Yeon Jun entre las suyas. La piel fría y laxa bajo sus dedos le hizo querer salir de ahí de inmediato. Con cuidado, acarició su mejilla, sintiendo el suave roce de la barba incipiente que Yeon Jun solía dejar crecer en días de poca importancia.
Después, con un ligero levantamiento, se inclinó para observar y comprobar el estado de su espalda, que apenas se curaba con una lentitud que le impacientaba. Habían intentado varías cosas para menguar el daño en la piel y reconstruirla, pero el recorrido del fuego en la parte trasera sería muy poco probable de eliminar por completo.
—Debemos estar en la ausencia de Anne por un tiempo —sabiendo que Yeon Jun no podia responder, aún le reconfortaba expresar sus pensamientos en voz alta—. El consejo necesita tomar decisiones, y tú... —sus palabras se trabaron por un momento, pero continuó con calma—. Tú necesitas recuperarte, Yeon Jun.
Ninguna palabra en respuesta se escuchó, solo el zumbido constante de los monitores.
El pitido llenó el espacio entre ellos, irritando los sentidos de Soo Bin poco a poco. Otro minuto entero pasó así, torturador e insoportable. Entonces, la frustración y la impotencia que había estado acumulando de repente se desbordaron y, con un gesto brusco, lanzó los instrumentos de aseo al suelo, viendo cómo chocaban y se dispersaban por el suelo. No se detuvo ahí, y pronto los cuadros y otros muebles encontraron su camino bajo sus pies.
La habitación, bien ordenada y aseada, ahora era un caos de objetos dispersos y una atmósfera cargada de desesperación. Soo Bin se quedó allí, temblando de ira y frustración, mientras los sollozos comenzaban a escaparse de su garganta.
Maldita isla.
Entre las largas filas de vegetación, la fresca brisa de los aparatos automatizados del invernadero acariciaba su rostro de manera reconfortante. Solo en esos días podía encontrar un respiro del sofocante calor del exterior y mitigar los efectos de la falta de feromonas alfa en su embarazo. La sugerencia de Chang Bin de sumergirse en actividades más relacionadas con su género no provenía de prejuicio, sino de una comprensión profunda de cómo calmar a su lobo. Buscar solaz en el constante crecimiento y vitalidad de las plantas a su alrededor era una de las forma en la que podía encontrar la serenidad. Muy ajena a él.
—Los lirios, ¿creen qué sea una buena opción de cambio para las rosas blancas?
—Los lirios jaspeados suelen tener un significado de devoción, relacionadas también con la amistad. Creo que, como siempre, Hürrem es muy acertado con sus elecciones de flores.
Soo Bin asintió, agradecido por la opinión de Moon, a pesar de su propia aversión por las flores, siempre había demostrado ser capaz de estar culta en cualquier tema.
Observó cuidadosamente los lirios jaspeados, con sus pétalos delicadamente moteados de blanco y rosa. Eran perfectos para adornar un mausoleo blanco.
—Por favor, recojan los lirios con cuidado y prepárenlos para enviarlos a Kilyos. Quiero que estén en la tumba de Jabir antes de mañana.
Los jardineros asintieron con respeto y se apresuraron a cumplir la orden, manejando con delicadeza las flores seleccionadas.
—Hürrem, si me permite preguntar, ¿planea visitar la tumba en el próximo mes? —Arin pregunto con un tono de voz cuidadoso, desliando una bufanda sobre sus hombros.
Soo Bin contempló la pregunta por un momento, después negó en silencio, mientras terminaba de señalar las últimas dos piezas de flores.
—Chang Bin piensa que el parto puede llegar antes de lo previsto, por lo que no quiere que de un paso fuera de esta isla y de su vista. Viendo la preocupación que expresa su rostro cada vez que me ve, prefiero seguir sus instrucciones por esta única vez.
—Los cachorros de Amir y Hürrem tienen sangre fuerte, la desendencia de sultanes siempre ha sido fuerte. No hay preocupaciones que deba aumentar sobre sus hombros Hürrem.
El optimismo de Mina, al igual que la sabiduría en sus palabras, era un buen augurio como siempre. En otra ocasión, podría haber encontrado cierta tranquilidad en ellas y sabía que, sin todo el caos que le rodeaba sería más fácil de apreciar ese tipo de cosas.
—Hürrem.
La voz de Tae Hyun llega hasta ellos antes de que pudiera advertir su presencia, interrumpiendo momentáneamente sus próximas palabras. Soo Bin se gira hacia él, encontrando su mirada tranquila e inmaculada como siempre.
No fue sino hasta que una sonrisa fugaz, extrañamente fuera de lugar, asomó en los labios de Tae Hyun, que Soo Bin captó la señal implícita del alfa.
—Por favor, déjenos solos.
Su orden es rápidamente cumplida, y en cuestión de un minuto, todo el área del invernadero está despejada. Soo Bin se acerca a Tae Hyun, quien se mantiene firme en su posición.
—¿Qué sucede? —pregunta Soo Bin, con una mezcla de ansiedad y determinación en su voz.
Tae Hyun baja la cabeza y extiende su mano hacia él, ofreciéndole una carta que aprieta entre sus dedos. Soo Bin la toma rápidamente, notando que no hay ninguna información en el sobre. Con dedos temblorosos, rompe el sobre antes de que Tae Hyun pueda ofrecerse a hacerlo por él. Se apresura a leer, abriendo bien los ojos para no perderse ni una palabra. Tae Hyun le observa con una pequeña sonrisa, que desaparece rápidamente al ver la expresión seria de Soo Bin.
El omega respira pesadamente y dobla el papel con parsimonia una vez que termina de leer.
—Prepara un vuelo de inmediato.
Los espacios públicos en la India suelen estar demasiado concurridos, pero el movimiento de las ciudades como Delhi y Bombay no llegaba hasta Kerala, especialmente en las zonas cerca del Mar Arábigo. Sentado en una cafetería local, en las que apenas unas mesas estaban ocupadas, Soo Bin se dio cuenta que la concurrencia cerca del Río Vembanad era todavía menor que en algunas zonas de Malabar con poca densidad poblacional.
Permitiéndole disfrutar de una taza de té chai mientras observaba el paisaje sereno que se extendía más allá de las ventanas del establecimiento. Había en su mayoría omegas, que raramente le dirigían una mirada.
Aunque Tae Hyun está sentado en otra mesa, aparentemente absorto en su propia tranquilidad, Soo Bin nota cómo gira la cabeza de vez en cuando, asegurándose de que están seguros.
De repente, un olor a pastizales y montañas lo envuelve, apenas identificable para Soo Bin, quien solo lo ha experimentado en contadas ocasiones.
Jin Su se sienta frente a él, ofreciéndole su amable sonrisa, como siempre lo ha hecho.
—Hürrem, siempre es un placer verlo.
—No es necesario la formalidad de los títulos entre familia, hablemos cómodamente entre nosotros.
Jin Su baja la cabeza, extendiendo su sonrisa. La atención de Soo Bin se detiene en sus cejas curveadas y tupidas, iguales a las de Yeon Jun. El mentón, la forma de los ojos, y el atractivo en general de los Hasmet siempre le ha llegado a impresionar en sus diferentes formas.
—Espero que mi carta no te haya sorprendido, mi mensajero me dijo que el Sağ el casi le vuela la cabeza por entregarlo —el alfa da una mirada rápida detrás de él, donde Soo Bin sabe que Tae Hyun les observa—. No reprochó su inseguridad, mi presencia no es muy recurrente en Turquía.
—Así que aquí es donde has estado viviendo —Soo Bin no estaba preguntando.
—Guarda este secreto entre nosotros, por favor. Aparte de Yeon Jun, eres el único con el que me siento cómodo de que sepa mi paradero —Jin Su guarda silencio después de eso y Soo Bin no hace nada para cambiarlo. Después, con una voz baja y triste, el alfa continúa —¿Cómo está?
Soo Bin inhala profundamente mientras se recuesta en su silla. Una de sus manos se posa sobre su vientre, para después moverse nerviosa entre la mesa y su taza de té.
—No... no hay una certeza de que despierte. Su condición de Gama le ha salvado de una muerte segura... Jin Su, deberías haberlo visto, su piel... —su voz se quiebra, incapaz de continuar por esa línea de conversación. El alfa asiente con comprensión, su rostro reflejando sincera tristeza.
—He estado buscando alternativas a la medicina. Tengo planeado ir a Tailandia la próxima semana, a los templos donde los Maha Thera se concentran. Sé que el Öğüt castiga las prácticas de otras religiones, pero, básicamente, ya estoy condenado para ellos.
Soo Bin esboza una sonrisa, invitando a Jin Su a hacer lo mismo.
—Podrías... venir a verlo. No se te negará la entrada, te lo aseguro.
Soo Bin percibe el cambio en la postura relajada de Jin Su, que se vuelve más tensa e inquieta.
—Prometo acercarme, pero por mis propios medios. Es mi hermano, después de todo, pero... —se interrumpe, desviando la mirada incómodamente—, ten paciencia.
—Entiendo —responde Soo Bin, dejando que la amargura de sus feromonas se disipe. Sabe que ha funcionado, al menos aparentemente, cuando Jin Su se inclina y saca un folder de su saco, poco común por su material grueso. Soo Bin lo observa con incertidumbre y expectación.
—Antes del incidente con Klaus Yilmaz y, sinceramente, mucho antes de la noticia de tu embarazo, Yeon Jun me pidió que me encargara de algunos asuntos legales, fuera del ojo del clan —dice Jin Su, empujando el folder hacia Soo Bin, permitiéndole tomar su tiempo para abrirlo y examinar los documentos en su interior.
Los lee con detenimiento, dejando que su atención se concentre por completo en la información frente a él. Cambia de hojas con calma, volviendo una y otra vez a la primera página para revisarla una segunda y tercera vez.
Al levantar la mirada, se encuentra con la expresión tranquila del alfa.
—¿Qué significa esto? —su garganta se siente seca, y traga con dificultad varias veces. Jin Su se estira en su silla, tomándose su tiempo para responder. Soo Bin siente el impulso de sacudir al hermano de su alfa en busca de respuestas.
—Los bienes que reclamaba tu padre como suyos, antes de arrebatárselos a tu madre, son tuyos. MAG, y por ende, el control del clan en occidente, ha sido tuyo desde tu último cumpleaños.
Su cumpleaños, reflexionó Soo Bin en silencio, coincidía con el día en que Yeon Jun le entregó el anillo esmeralda, un símbolo de su título y papel como omega oficial. "Hürrem", había dicho Yeon Jun al felicitarlo, marcando la primera vez que ese nombre salió de los labios del alfa para dirigirse a él.
"Occidente", quiso pronunciar en voz alta, repitiendo la palabra varias veces en su mente. Era el motivo por el que Yeon Jun había llegado hasta él, impulsado por una ambición de expansión de poder que le había prometido a su padre antes de su fallecimiento.
Durante una explicación vaga, tras la sorpresiva llegada de su cobarde padre a su puerta, Tae Hyun había intentado explicarle el motivo detrás del interés de Yeon Jun en la región: Así como la conquista de Hungría significó para Suleiman el Magnífico la expansión del Imperio Otomano hacia nuevas tierras y oportunidades, América era la llave para La Roja. Desde los tiempos de Anek Hasmet, este territorio había sido un escenario de conflicto por el control y la influencia.
Yeon Jun había decidido confiar ese poder a Soo Bin, a solo semanas de conocerse.
—Comprenderás las razones de mi hermano para no decírtelo; revelarlo implicaría que tuvieras conocimiento sobre la relación de tu madre con nuestra familia —Jin Su juntó sus manos sobre su pecho, su mirada dirigiéndose hacia unos niños que jugaban entre las sillas de sus padres, quienes les seguían el juego con risas sonoras—. Puede que no hayas estado en sus planes, pero al pedirme esto, me aseguro con sus palabras que, no importa qué atrocidades manchen sus manos, el ser odiado por su omega sería la peor de ellas. Así que haría todo lo posible para evitarlo, incluso si eso significara dejar atrás a la dinastía.
Soo Bin se hundió aún más en su asiento, sus manos rodearon su vientre y un sollozo acompañó su exhalación pesada. En un esfuerzo por calmarse, cerró los ojos y se centró en la voluptuosidad de su estómago. Todas las acciones de Yeon Jun siempre habían sido en consideración de su bienestar; no había sido necesario un título, una unión fuerte o, incluso, la promesa de una descendencia. Él solo había actuado en pos de la comodidad del omega que apenas había visto unas cuantas veces, el mismo que lo había arrastrado en una unión que inicialmente no deseaba. Había actuado porque ahora tenía a alguien para cuidar, por y simplemente de que ahora, tenía a su mate.
El regreso no fue muy diferente de lo que Soo Bin esperaba, y su mente iba a la par de las mismas turbulencias ocasionales del avión. Tae Hyun lo había dejado solo, ingresando a la cabina de pilotos por su cuenta para permitirle sumergirse en sus pensamientos prioritarios. Soo Bin lo agradeció; después de todo, él mismo percibía sus feromonas exaltadas flotando en el aire del espacio estrecho del jet. Volteó las hojas en sus manos, y si no estaba equivocado, era la séptima vez que leía cada palabra de todo el conjunto de papeles, en los cuales su nombre se repetía innumerables veces.
Sus ojos comenzaron a arder, y no fue hasta que Tae Hyun le tocó el hombro con delicadeza que se dio cuenta de que ya estaban aterrizando. Al salir a la pista, esperaba ver la fila de empleados que siempre lo recibían, junto con sus banyalar sonriéndole. Sin embargo, en medio del extenso terreno, solo estaba Ömer.
—Ne oldu? [¿Qué ha pasado?] —Tae Hyun camino delante de él, adelantándose a hacer la misma pregunta que él tenía en mente. Ömer bajo los ojos, y sus labios formaban una línea. En el tiempo que Soo Bin había llevado como Hürrem, nunca vió a Ömer con titubeos a la hora de hablar. Por lo que no pudo evitar preocuparse de inmediato.
—Ömer —Soo Bin le llamo, buscando respuestas. El alfa evitaba su mirada, y todos sus músculos parecían tensos. Cuando estuvo apunto de decir algo más, Ömer camino hacia él y dio una reverencia profunda. Soo Bin estaba anonadado.
—Hürrem, tiene que abandonar la isla. Se ha preparado su traslado a Canadá, devuelta a la propiedad de su familia —el alfa hablaba rápido, confundiendo a Soo Bin con cada palabra que salía de su temblorosa boca—. Usted no puede volver a Turquía, y su entrada a cualquier país de Europa o Asia será detenida de inmediato.
—Ne dedin sen? Kafanı kaldır ve kiminle konuştuğuna bak! [¿Qué palabras has dicho? ¡Alza la cabeza y observa a quien le hablas!] —Tae Hyun bramó, tomando con fuerza el brazo de Ömer y zarandeándolo.
—Tae Hyun.
Ambos dirigieron su atención, más atrás de donde estaban ellos. Rocky caminaba hacia ellos, con la misma expresión que Ömer guardaba en su rostro.
—Hürrem ha sido exiliado, su título se conservará, pero no tendrá ninguna responsabilidad con La Roja a partir de hoy.
—Rocky, sera mejor que tú y Ömer retraigan sus palabras de inmediato —Tae Hyun tenía la voz cortada por la furia y sus ojos eran gélidos sobre los dos hombres —¡Esto es traición!
—Basta.
La voz de Soo Bin se alzó sobre las demás, siendo firme y contundente. Sus ojos centellaban fijos en las figuras de Rocky y Ömer, quienes de inmediato bajaron la cabeza ante su voz.
—Estás no son sus palabras —estaba afirmando, haciendo que ambos alfas movieran sus manos nerviosas. Ninguno parecía querer explicarse.
—Hürrem... —Rocky empezó, pero Soo Bin lo callo con un gesto de su mano.
—¿Desde cuándo?
—Hürrem —Tae Hyun se dirigía a él, claramente estresado por estar ajeno a lo que estaba pasando.
—Te hice una pregunta, Rocky.
—Hace un día, en la noche en la que usted se fue.
La noticia golpeó a Soo Bin como un puñetazo en el estómago. Un dia entero, desde que Yeon Jun había despertado, y nadie le había informado.
—¿Dónde está?
Otra vez un silencio extenso. Soo Bin chasqueo la lengua y empezó a caminar hacia la salida de la pista, con pasos rápidos y determinados. Los tres alfas intentaron alcanzarlo, pero Soo Bin levantó una mano para detenerlos.
—No me sigan, es una orden.
Tae Hyun parecía querer protestar, pero la mirada gélida de Soo Bin le hizo retroceder. Sin más palabras, se dio la vuelta y empezó a caminar por la costa, dirigiéndose al lado opuesto del palacete donde la vegetación se juntaba directamente con el mar. En dirección a la mezquita donde los restos de Mehmed VI estaban.
El camino de piedra se extendía hasta la ostentosa edificación, brillando entre pasarelas de luces encendidas a intervalo. Soo Bin divisó su espalda primero y se detuvo en seco. Estaba solo, apartado de la mezquita y con los pies en el mar. Los últimos destellos del ocaso resaltaban sus rasgos marcados, bañando su rostro en luz dorada. Su cabello, despeinado, llevaba consigo vestigios de arena entre los rizos oscuros. Envuelto en vendajes, con un pantalón como su única prenda.
Soo Bin se aproximó sin preocuparse por hacer ruido.
—¿Sabes que el exilio no me impedirá estar a tu lado? —declaró al llegar a su altura, dejando que las suaves olas acariciaran también sus pies. Yeon Jun no se volvió para mirarlo, manteniendo la atención fija en el sol que se ocultaba tras el horizonte.
—Es lo mejor —respondió tras un largo silencio. Soo Bin retrocedió ligeramente, conmovido por su tono más que por sus palabras. Había echado de menos su voz más de lo que imaginaba.
—No me iré y lo sabes.
—No te he preguntado si lo quieres o no, es una orden —Yeon Jun por fin se giró a él, dándole una mirada que desde hace mucho no había visto. Fría e indiferente, odiosa hasta algún punto. Soo Bin no retrocedió.
—¿Intentarás eso conmigo? Te voy advirtiendo que no funcionará.
El rostro de Yeon Jun se deforma en una mueca grosera, y sus palabras sonaron cortantes como cuchillas.
—Tu papel como Hürrem ya no es requerido. He decidido entrar en razón y buscar a alguien que no se rompa ante la mínima situación.
—Otros omegas, no me digas que ahora la monogamia no te va.
—Tal vez me he aburrido. Has traído demasiados problemas que ya han pasado mi límite.
—¿Y nuestros hijos? —Soo Bin le interrumpió, sin poder evitar que la amargura tiñera sus palabras. Yeon Jun se quedó en silencio, absorbiendo la pregunta de Soo Bin. Su expresión se endureció aún más, si eso era posible, y Soo Bin pudo ver el destello de fastidio en sus ojos.
—Nuestros hijos no serán desamparados. Vivirán la mejor vida posible, con todas sus necesidades cubiertas. Me aseguraré de eso —dijo Yeon Jun con una frialdad que helaba la sangre de Soo Bin. Sus palabras resonaron entre la brisa marina con una promesa sombría.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Soo Bin, sintiendo un nudo en el estómago. Yeon Jun se acercó a él, su cuerpo imponente llenando el espacio entre ellos.
—Significa que estarán tan satisfechos, tan cuidadosamente atendidos, que apenas lograrán recordar que tienen un padre.
Con un rugido de ira, la palma de Soo Bin impactó el rostro de Yeon Jun con un sonido resonante. Yeon Jun no retrocedió, a pesar de la violencia del golpe de quedó ahí, estático.
—Permitiré que te disculpes después, pero ahora me dejarás hablar a mi y te callaras —a pesar de lo que había hecho y del ardor en su mano, sus palabras salieron tranquilas y contenidas. Con el rostro aún enrojecido por el golpe, Yeon Jun se quedó en silencio, como si hubiera sido aturdido por el golpe. Soo Bin aprovechó el momento para hablar, su voz firme y decidida.
—Sé de todo, Yeon Jun. Sobre mi madre, sobre MAG y tu relación con mi padre. Conozco y comprendo las acciones que has tomado para protegerme —la expresión de Yeon Jun cambió, su sorpresa apenas disimulada. Soo Bin sintió una nueva presión en el lugar donde su corazón latía frenético—. Sé que esta es una de esas acciones.
Yeon Jun abrió la boca, listo para ofrecer excusas, pero Soo Bin lo detuvo, tomando ambas manos del alfa y presionándolas contra su estómago.
—No necesito vivir en la ignorancia para estar a salvo y para querer estar a tu lado. Mientras mi nombre siga existiendo en este mundo, tú pertenecerás conmigo.
Las palabras resonaban en el aire, revelando la sinceridad que latía en su interior. Soo Bin anhelaba disipar la neblina que los separaba. Poco a poco, percibió el temblor en las manos de Yeon Jun mientras las sostenía contra su vientre. Por un instante, los ojos del alfa bajaron, evitando los suyos. Con determinación, extendió la mano, rozando la piel rasposa de su mandíbula, buscando algún indicio de duda en la mirada de Yeon Jun. Cuando finalmente sus miradas se encontraron, Soo Bin vio lágrimas brillando en los ojos del alfa, una mezcla extraña de dorado lo saludaba.
—Tengo miedo de no ser suficiente para mantenerlos a salvo —su voz sonaba ahogada, como si temiera que sus miedos se hicieran realidad—. Quiero que mis hijos nazcan, realmente quiero verlos crecer y estar a tu lado.
—¿Miedo? —repitió Soo Bin—. ¿Realmente crees que eso nos impedirá estar juntos?
Yeon Jun se inclinó, tomando suavemente los hombros de Soo Bin, su toque delicado y gentil había regresado, acariciando cada centímetro de sus brazos desnudos. Soo Bin aceptó su contacto mientras la palma de Yeon Jun se deslizaba por la cálida piel de su nuca. El aire parecía desvanecerse mientras se besaban con los labios entreabiertos. Soo Bin sintió la frágil respiración de Yeon Jun contra su boca y se dejó llevar por esa misma vulnerabilidad que le mostraba.
—Soo Bin —se separaron al unísono. La súplica se deslizó de los labios de Yeon Jun, interrumpiendo el silencio que los rodeaba—. Cásate conmigo.
Soo Bin se quedó sin aliento y su corazón martilleaba en su pecho mientras sus ojos se encontraban con los orbes dorados de Yeon Jun. Con cada ola, la figura de Yeon Jun parecía aún más nerviosa, y todos sus movimientos alrededor de él lo recorrían con una impaciencia que nunca había visto en el alfa. Observó todo en silencio y, luego, una sonrisa amplia y hermosa se deslizó en su rostro, iluminando sus ojos con una chispa de emoción y felicidad. Yeon Jun, embelesado, se quedó sin aliento y rápidamente se inclinó para reducir el espacio entre ellos y besarlo de nuevo.
Sin embargo, un movimiento fuerte golpeó la parte baja de su estómago, haciendo que ambos se separaran con sorpresa. Los bebés estaban pateando, y soo Bin rió sonoramente mientras acariciaba su vientre, sintiendo las pequeñas patadas bajo su piel. Yeon Jun lo miró, respondiendo con una sonrisa amplia.
Y como aquel día, en ese avión camino a Londres, supo que nunca podría apartar su mirada de ese pequeño oğlan.
FIN.
•━━━━━━━━━━•
Bueno, esta historia ha llegado a su fin. :") Pero aún hay extras, así que hay que esperar, jajajajajajaja.
¿Qué tal? ¿Les ha gustado esta linda historia? A mi sí! 🥹
Se vienen nuevas adaptaciones, pero debo terminar las que todavía no están conluídas, así que nos vemos pronto! 🫶🏻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro