★ | Capítulo 74
— Aquí, centrémonos al este. — Changbin grita para hacerse escuchar sobre el sonido de la lluvia, señalando el mapa electrónico con un dedo impaciente. Su rostro revela una frustración apenas contenida. A lo largo de su vida, había asumido que los hombres en la milicia turca eran cuidadosamente seleccionados y entrenados según sus propios estándares. Sin embargo, la torpeza y la ignorancia para seguir órdenes sencillas revelaron la necesidad inminente de revisar las designaciones en las jefaturas principales del país — ¿Está claro?
En medio de los murmullos apresurados de las calles de Ankara y las afirmaciones ansiosas mezcladas con la tormenta, Changbin decide retirarse unos pasos hacia atrás, alejándose del bullicio momentáneo de la operación. La frustración persistente se apoderaba de él mientras los generales intentaban comprender sus instrucciones.
Antes de resortar a la violencia, opta por extraer con destreza un paquete de cigarrillos de su bolsillo, seleccionando uno con habilidad para encenderlo con una cerilla. El viento fuerte le hace desequilibrar por un momento entre la sombrilla que sostiene y el cigarro que ha encendido, agriando todavía más su humor. Mientras el humo se eleva en el aire, una figura en un burka negro se desliza por las nada concurridas calles con una velocidad y determinación desconcertantes, dirigiéndose directamente hacia él.
Con reflejos instintivos, Changbin alcanza su funda de servicio bajo el saco, empuñando su arma con maestría. Sin embargo, la prisa de la persona no disminuye, alertando aún más a Changbin. La figura se acerca, moviéndose con una gracia que Changbin no esperaría de alguien cubierto de pies a cabeza. La tela oscura del burka apenas permite ver sus ojos, pero la figura y el andar sugieren una seguridad que contradice la aparente fragilidad.
Sin embargo, sus alarmas se apagan de golpe, dejándose guiar por las feromonas del extraño. Un omega.
Cuyo olor se asemejaba al que envolvía el aire con la intensidad de una tormenta por venir, y, en sus matices, un huracán que guardaba el suave perfume de las violetas que baila entre los vientos cargados de lluvia.
El extraño, envuelto en telas que sabe que son pesadas por la humedad, parece desafiar la tormenta con determinación mientras alza una mano hacia Changbin. Las gotas de lluvia resbalan por la tela negra, creando una sensación extraña en su interior. Sus manos temblorosas y delicadas rozan las suyas al entregarle un pedazo de papel maltratado.
— Aquí, por favor... — susurra, con una voz apenas audible sobre el estruendo de la lluvia.
El alfa siente su piel cosquillear al acto, acariciando la piel ajena bajo sus dedos. El omega, confundido por un momento, se aparta y corre velozmente lejos de él. Changbin, instintivamente, hace un gesto para detenerlo, pero la urgencia por el objeto en sus manos lo vence. Es apenas un segundo en el que aparta la vista para ver el papel entre sus manos, cuando al segundo siguiente se da cuenta que el omega ha desaparecido por completo en la lluvia. Con un gruñido, abre la hoja impaciente, perdiendo interés en la figura que ha ha desaparecido ante sus ojos. Eran coordenadas.
— ¡Al fin algo! — murmura Changbin para sí mismo, sintiendo la adrenalina avivar su determinación — ¡Llamen a Amir, inmediato!
Bajo el yugo de la tormenta que azota las costas del Mar Negro, Jisung no puede evitar pensar que la situación se ha vuelto más desesperante. Los hombres de los Yilmaz les observan con desdén, disfrutando del sufrimiento ajeno mientras Jisung lucha por mantener la compostura y Félix se enfrenta a un dolor silencioso.
Los alaridos habían parado después de casi una hora, y ahora Félix parecía soltar jadeos lastimeros. No faltaría mucho, Jisung supuso, para que se desmayara.
— ¿Qué te hace pensar que esto podría beneficiar a tu clan?
En el edificio abandonado, la lluvia golpea los cristales rotos, y el rugido distante del mar se mezcla con los sonidos de los alaridos bajos de Félix. La voz de Jisung resuena en la sala, marcando un sombrío compás sobre su rostro. Klaus alza los hombros, como si fuera realmente obvia la respuesta a su pregunta.
— Eres el Hürrem de La Roja, cargando la descendencia del clan. En este punto Minho entregaría cualquier cosa para salvarte, incluyendo su poderío y posición.
— Si lo que deseas es eso, ¿por qué ocultar mi embarazo y esmerar tanto esfuerzo en hacerme creer a mi y al clan una infertilidad falsa?
Klaus tararea ante su pregunta y sus ojos muestran de nuevo la seriedad de un principio.
— Romperte y poner a La Roja en contra de su Hürrem haría tambalear su posición en el tablero. Esperaba a que tú rango bajara, a qué te destituirán y remplazaran, en pos de mantener a la dinastía fuerte — el alfa hace un gruñido bajo, y su rostro se deforma en una irritación y enojo palpables —. Falto de protección, sería más fácil atraparte y, con los bebés ya en tu vientre, La Roja y Minho se sumirían en una decadencia por la culpa de no mantener la posición de su omega principal. Mi error, por supuesto, fue desvalorar los sentimientos de Minho por su querido Hurrem.
El enojo momentáneo se desvanece y una sonrisa gatuna regresa a las facciones de Klaus mientras le observa. Esos sentimientos tan inmaculados que Minho mostraba junto con su serenidad y gelidez ante él, pronto se desmoronarían ante sus pies. Klaus analiza la fisura en la rectitud de Minho, y ahí estaba, visible y tangible. El alfa saborea la idea de usarlo como un peón en su juego retorcido, una herramienta para socavar los cimientos de La Roja. Se regodea en la certeza de que el hombre que parecía impenetrable, encontró su punto débil en el omega a su lado.
— Soy solo un omega, sabes que puede conseguir otro. Como dijiste, no dejará a la dinastía caer fácilmente.
La risa de Klaus interrumpe, sonora y cruel como hasta ahora Jisung la ha conocido.
— Vamos Hürrem, tú manipulación debe de mejorar. A este punto es de conocimiento común su debilidad por ti — Klaus se acerca a Jisung, manteniendo esa sonrisa sardónica, sus ojos avellanos escudriñando cada gesto del omega —. ¿Crees que no he observado entre sombras cómo te ve, cómo se preocupa por tu bienestar? Minho no puede ignorar la carga que llevas contigo.
— Por lo menos no hasta que otro le sustituya — murmura Seonghwa, haciendo externo el veneno entre sus palabras.
Jisung mantiene la mirada, ignorando las palabras duras de la presencia que ha decidido ignorar. Pero su corazón late con fuerza, consciente del peligro próximo para La Roja si no huye de ahí.
La respiración de Félix se vuelve más superficial, y la preocupación por el omega intensifica la tormenta que bulle dentro de Jisung.
— Mañana a primera hora del día, Minho recibirá una pequeña parte de ti que le incentivara a actuar como espero... ¡Te aseguro que no dolerá, Hurrem, me asegurare que sea un miembro inservible del cuerpo! —Klaus se regodea en su triunfo, mostrándole a Jisung un pequeño control inalámbrico —, este ingenio tiene múltiples funciones, Hürrem. Convertirá este escondite en un funeral de llamas con solo pulsar un botón, y antes de que Minho logre llegar a ti, este edificio ya habrá sido destruído con ustedes en él. Si quiere salvarte, tendrá cinco horas para redactar un testamento, traspasando todo a mi nombre. Después, en un acto público, deberá realizar el "seppuku" en honor a las tradiciones japonesas de La Roja por parte del omega del fundador, Eylem.
Jisung se arrastra hacías atrás angustiado, la fragilidad de su cuerpo por fin se muestra clara ante Klaus por sus palabras; rompiendo al omega en el acto.
El "seppuku", una de las tantas tradiciones japonesas incorporadas por La Roja tras la llegada de Eylem, conocido como Keitaro en los registros previos a su conversión musulmana. El acto, solicitado por Klaus, consistía en que Minho llevara a cabo un ritual de suicidio "honorable", aunque claramente su finalidad era otra. No existía nada más deshonroso en el seno del clan que rendirse ante los enemigos de la dinastía.
Jisung sabía eso, y a pesar de la fuerza en su voluntad, pensar en Minho en tal destino mortal... no podía encontrar el recuerdo de un sentimiento más desesperante en toda su vida. Intentar sostenerse después de escuchar esas palabras hacia que su vista se nublara, y como si su cuerpo mostrara su debilidad interna, procedió a doblarse de dolor. En un movimiento rápido gira la cabeza, dejando que su cuerpo expulsara la bilis que había sentido desde hace horas.
El sabor amargo de la realidad se mezclaba con la acidez en la boca de Jisung mientras se doblaba en agonía.
— Así que, Hürrem, imagina la elección que enfrenta Minho. ¿Renunciar al poder y a su vida, o ver arder su mundo por tu falta en él?
Jisung se endereza con esfuerzo, luchando contra la debilidad que amenazaba con consumirlo. Si encontraba la fuerza suficiente en ese momento, podía impulsarse lo suficiente para llegar a la yugular del hombre y morderlo. Sus feromonas, ahora dominantes, servirían para atontar a los presentes a su alrededor y aprovechar el debilitamiento del alfa para hacerle desangrar lo suficiente y matarlo. También podría tomar el control de sus manos y presionarlo... Minho no tendría que decidir, ni entregar las fuerzas de La Roja a alguien que estaba seguro que sumiría a los continentes en más guerra.
Félix extiende la mano hacia él, mostrando su presencia débil. Jisung le mira con una mezcla de pena y dolor agudo mientras sus ojos se encuentran. La mano de Félix se vuelve a alzar en un movimiento débil y cada centímetro de su piel parece vibrar con una empatía profunda, como si pudiera sentir el dolor físico y emocional que atormenta a Jisung. Sus dedos, temblorosos pero firmes, buscan ofrecer su entendimiento a falta de palabras que no puede pronunciar.
«Hazlo»
Jisung siente el calor de sus lágrimas descender por su rostro, limpiando la sangre seca que se ha acumulado alrededor de su boca. Es un sabor que nunca esperó experimentar antes de morir, pero la sensación de su mano acariciando el calor de su estómago le parece lo suficientemente reconfortante como para creer en la posibilidad de irse en paz. La impotencia de no poder cambiar su destino se refleja en sus ojos, pero una chispa de resistencia titila en su mirada.
El impulso de tomar el control es fuerte, pero la punzada en su vientre le hace recordar la presencia añorada que se encuentra en su cuerpo. No puede... ¡No! ¡No quiere morir!
No cuando tiene algo por lo que luchar y seguir respirando. Las cosas han cambiado desde hace meses, posiblemente desde el instante en que conoció a Minho ese día en el vuelo hacia Londres. Ahora tiene una familia, más grande de lo que jamás pudo imaginar. Las palabras de Klaus reverberan en su mente, pero en lugar de paralizarlo, avivan la llama de la supervivencia. No será más el sacrificio del clan; tiene que convertirse en el verdugo que La Roja espera de él.
El impulso de matar a Klaus flota en el aire, un eco de su primitivo instinto de protección. Sabe que no tendrá mucho tiempo consciente cuando el zumbido largo envuelva su mente, y la realidad se distorsione como si el mundo estuviera desvaneciéndose a su alrededor. Su cuerpo, impulsado por la furia y la necesidad de sobrevivir, se desplaza hacia Klaus agresivamente, pero la escena se difumina en un remolino de colores y sonidos.
El zumbido persiste, convirtiéndose en un susurro incesante que eclipsa cualquier pensamiento coherente. La visión de Jisung se torna negra, sumido en la oscuridad mientras su conciencia se desliza por un abismo desconocido.
"¡Hürrem!"
¡Hürrem, despierte por favor!"
¡Hurrem!
Entre las sombras de su inconsciencia, los llamados desesperados penetraron el velo de oscuridad que envolvía su cuerpo. Los gritos resonaban como un eco urgente y lleno de angustia que le parecía familiar. Con una respiración que se sintió forzada, intenta abrir los ojos. Sus pupilas arden y sus pulmones se sienten más pesados en su interior. Cuando logra encontrar la fuerza para despertar, un paisaje infernal le saluda. Las llamas danzan en el horizonte, iluminando el caos que rodea a Jisung. El olor a humo y el crepitar del fuego se mezclan en el aire, creando una sinfonía discordante. Klaus no está a la vista, pero la urgencia en los gritos que le llaman persiste. Jisung alza la cabeza, atento a la voz frente a él.
Hyunjin emerge entre la borrosidad de su vista, mostrando su rostro marcado por los estragos de la lucha. Lleva consigo a Félix, inconsciente y vulnerable en su espalda. La luz titilante de las llamas revela la furia en los ojos, así como la preocupación y el cansancio que pesan sobre él.
Jusung, entre el dolor y el mareo, observa a Hyunjin en medio del caos. La sorpresa y la alegría chocan en sus ojos, mientras su mente lucha por reconciliar la imagen de Hyunjin con la realidad que ha conocido durante los días de su ausencia. Una amalgama de alivio le inunda con el escepticismo, este último impulsado por la borrosidad en la que siente sus sentidos. Podría ser una mala broma de su cerebro si es que sigue inundado entre la oscuridad.
— Hyunjin...
La voz de Jisung sale jadeante, apenas con esfuerzo. El ardor en su garganta parece ajeno a sus sentidos mientras extiende una mano hacia el rostro sangrante de Hyunjin.
— He vuelto, Hürrem — Hyunjin toma su mano, llevándola a su frente con una voz temblorosa que jamás había escuchado del alfa. Jisung solloza feliz. No, no es ninguna ilusión.
— ¿Cómo..? — Apenas puede encontrar las palabras entre su lengua, su boca se siente demasiado pesada para formular correctamente. Afortunadamente, Hyunjin le entiende, como siempre lo ha hecho.
— Sitk Yilmaz me dejo vivir, me arrastró lejos del borde del Mar Negro y me dio esta ubicación. No puedo explicarlo ahora, pero... parece que algunos de los Yilmaz ya no están alineados con los planes de Klaus.
En ese mundo, los derrocamientos filiales eran moneda corriente, impulsados principalmente por la impaciencia de alcanzar el poder. Sin embargo, la traición sutil de Sitk a su propio clan trascendía los límites convencionales de las dinámicas familiares en el submundo criminal.
— Logre hacer una desactivación momentánea de los dispositivos explosivos que rodean el lugar, pero el mando puede volver al control de Klaus, posiblemente tengamos menos de diez minutos para irnos antes de que todo esto colapse. ¿Puede caminar? — Hyunjin gira la cabeza de lado a lado, claramente consternado y enojado por no poder identificar a Klaus en su campo visual. El incendio provocado debió hacer una dispersión, solo había tres guardias custodiando a los omegas cuando él llegó hasta ellos.
Con un gruñido interno, decide desistir en su búsqueda por venganza. Habrá más tiempo después.
Rodeando sus brazos en los hombros de Jisung, Hyunjin intenta levantarlo, pero sus rodillas fallan y caen dolorosamente. Apenas podía sentir sus extremidades, y un dolor desde su espalda abarca todo su cuerpo; el peso de Félix no ayuda a aliviar las heridas de bala que ha recibido.
Entre las sombras agitadas por las llamas, el sonido ensordecedor de disparos irrumpe antes de que Hyunjin haga un segundo intento para cargar al omega, haciendo que se tense instintivamente. Su postura se vuelve defensiva mientras su mirada busca el origen de la amenaza. Sin embargo, para Jisung, el olor inconfundible de las feromonas de Minho le llega como una brisa salvaje, desencadenando una mezcla de alivio que le hace querer llorar otra vez. Su alfa, los encontró.
— Hyunjin, ve — susurra Jisung, su voz lucha por romper la agitación entre el humo que les rodea —. El ha llegado. Estaré bien ahora que Minho está aquí.
A pesar del alivio expresado por Jisung, Hyunjin se muestra renuente y no mueve ni un solo músculo a pesar del tono agrio que Jisung le dirige.
— No puedo dejarte solo aquí, Hürrem. No ahora — responde Hyunjin, su voz resonando con un matiz de desesperación.
Jisung sonríe en su dirección. Las brasas del calor que se extienden con más rapidez, pero el alfa no debilita el agarre férreo en su cuerpo. Los ojos acuosos de Hyunjin le observan desolado.
— Tienes que irte, Hyunjin — Jisung insiste, sus palabras cargadas de un resignado entendimiento —. Minho les protegerá.
— Hürrem.
— Esta es una orden, Hyunjin, tu... — Jisung solloza, con una voz agradecida y pesada —, ya has cumplido con tu deber.
El labio de Hyunjin tiembla, consciente de que el tiempo apremia. A regañadientes, asiente antes de apartarse. Pero no se va, y queda en su posición, observando a Jisung con una mezcla de angustia. Mientras limpia lágrimas de sus ojos, acomoda a Félix a su espalda. Da pasos lentos hacia atrás y, con determinación, grita al aire, indicando la posición de Jisung para que otros le encuentren.
Después, Hyunjin vuelve a dirigir su mirada a Jisung. El omega sabe que posiblemente es la última, por lo que le sonríe, pleno de gratitud y confianza.
— Envíame cartas, Hyunjin, desde donde quiera que estés. Necesitaré saber que están bien.
Hyunjin asiente con solemnidad, tomando esas palabras como una promesa. No se permite decir mucho más; las emociones amenazan con abrumarlos y el tiempo no les concede el lujo de las despedidas prolongadas. Con Félix a cuestas, Hyunjin se adentra en la oscuridad, dejando atrás el sonido de sus pasos.
Cuando la figura de ambos se desvanece, Jisung deja que su cuerpo se desplome por completo en el piso, en busca de un alivio momentáneo del ardor que le recorre el cuerpo. Sus brazos se envuelven entre su vientre, sabiendo que es un vano escudo con lo qué hay a su alrededor, pero su cabeza no puede pensar en medio del humo que le adormece cada vez más.
Viendo un punto fijo entre el caos y las sombras del fuego, observa la figura estoica de Changbin, escoltado por un grupo de alfas que se despliegan con prisa hacia él.
— ¡Hürrem! — los chillidos de alivio a su alrededor surgen entre lágrimas y sollozos, creando un contraste que encuentra peculiar en medio del caos. Estos hombres, tan toscos y grandes, revelan una suavidad extrema en momentos peligrosos como estos, una dualidad que no deja de fascinarle. La desesperación de sus voces mezclada con el llanto forma una sinfonía de emociones crudas y reales.
Changbin, en contraste, se muestra impasible. Sin embargo, el aroma de la amargura que emana de él no pasa desapercibido para Jisung. Los gestos sutiles y los movimientos revelan los sentimientos no tan estoicos que Changbin intenta ocultar.
Con eficiencia, los hombres le envuelven con trapos húmedos para protegerle del humo, gesto que agradece en silencio. Changbin le quiere cargar, pero Jisung retrocede. Confundido y tosiendo, escudriña el entorno en busca de la presencia tranquilizadora de Minho. Sin embargo, entre los alfas y la neblina de humo, su alfa no se encuentra a la vista. La inquietud se refleja en los ojos de Jisung, y sus preguntas se deslizan entre toses.
— Minho, ¿dónde está?
Changbin permanece en silencio, al igual que los demás. Intenta volver a cargarlo, pero Jisung le da un ligero manotazo. Ante su insistencia, Changbin finalmente rompe el silencio.
— Amir está manejando la situación desde otra posición. Tenemos asuntos pendientes con Klaus. Ahora, nos iremos antes. — declara Changbin.
Jisung puede sentir que la preocupación se agolpa en su pecho.
— ¿Con quién está? ¿Qué refuerzos tiene cubriéndolo?
El alfa no responde, y avanza hasta él con determinación, con firmeza le rodea y lo carga a la fuerza. Jisung se mueve de lado a lado mientras empiezan a caminar, llegando a arañar a Changbin en algunas partes.
— ¡Changbin, por favor!
En medio de sus quejas y resistencia, la paciencia de Changbin se muestra cada vez menos estable. Sin embargo, antes de otro arañazo certero al ojo de Changbin, un quejido lastimero resuena detrás de ellos. La alerta se propaga como un reguero de pólvora, y todos se ponen en posición defensiva. Changbin baja a Jisung y lo coloca detrás de él, protegiéndolo.
En el caos desencadenado, las llamas crepitan alrededor de la lamentable figura de Seonghwa, con el rostro marcado por las secuelas de su traición. Las cicatrices antiguas se entrelazan con nuevas quemaduras, y, con un ojo ausente, su rostro proyecta una sombra de remordimiento.
Un silencio denso se apodera alrededor, solo interrumpido por el rugido voraz de las llamas. Los alfas que rodean a Jisung forman una barrera impenetrable, y la voz de Changbin se alza con advertencia.
— Seonghwa, retrocede.
— ¡Hürrem, por favor, escúchame! — Seonghwa hace oídos sordos a la orden de Changbin y extiende sus manos en un gesto de súplica —. Necesito explicarte...
Los gritos de Seonghwa quedan suspendidos en el aire, sus palabras luchan sin resultado por abrirse paso entre el crepitar del fuego. Changbin, con la mano ya dirigida a la funda de servicio, se detiene al notar la ausencia del arma. La sorpresa se refleja en su rostro cuando se da cuenta de que Jisung, aguerrido y decidido, ya tiene el arma en mano.
Seonghwa no retrocede en sus pasos a pesar de la amenaza de frente, y sus chillidos se mezclan con el eco de la tormenta que sigue azotando al exterior.
— ¡Jisung, por favor, escúchame! — su voz se pierde en el estruendo del fuego, llena de una urgencia que se mezcla con las llamas —. Lo hice por mi abuelo, por supervivencia...
Sin dar oportunidad a la explicación, la mano de Jisung se aferra con firmeza al arma que ya ha tomado. El sonido del disparo retumba en medio del tumulto, resonando horriblemente sobre los otros disparos lejanos.
El cuerpo de Seonghwa, envuelto en llamas, se sacude por el impacto, hasta caer sin vida al suelo.
El silencio momentáneo que sigue al disparo se ve eclipsado por los estruendosos crujidos y estallidos de algunas columnas que pronto se desmoronarán.
Changbin, sin perder tiempo, vuelve a cargar a Jisung en sus brazos, quien, para su sorpresa, se encuentra demasiado quieto. La primera muerte por manos propias suele traer ese impacto silencioso, el alfa lo sabía.
Retomando su camino a través del laberinto de sombras y llamas. Las luces danzantes proyectan una estampa sombría sobre el rostro serio de Changbin, cuya paciencia se ha desvanecido por completo.
— No hay tiempo para lamentos ahora, Hürrem. Tenemos que salir de aquí antes de que este lugar colapse por completo. — declara Changbin, avanzando con determinación hacia una salida incierta entre las llamas que rugen a su alrededor.
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