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San Petersburgo era por mucho, el corazón del vasto territorio ruso. En las orillas del Neva, sus edificios históricos parecen competir con los palacios de grandes cúpulas que serpenteaban también cerca del rio. Los tranvías y los carruajes cruzan las calles adoquinadas, mientras los transeúntes se sumergen en el bullicio de la vida urbana. Y desde su llegada a la familia Hasmet, Frenkie llego a pensar que jamás podría ser testigo de otra arquitectura igual de exquisita que la otomana. La ciudad, con su esplendor arquitectónico y su vibrante vida urbana, era más que un escenario pintoresco; era el epicentro del poder de la Bratva desde hace ya tres años. Y desde hace un mes, se volvió la sede principal de las reuniones importantes de La Gran Mesa.
Ronald había señalado que, por lo general, las reuniones y tratados se llevaban a cabo fuera de las capitales donde las mafias tenían su base. Sin embargo, con la ausencia de Marc en las últimas semanas y la desaparición de Pablo Cariporsi en suelo turco, las amenazas de un posible ataque de la Ndrangheta iban en aumento. En consecuencia, la Triada había ofrecido su respaldo. El debilitamiento de la Corsé y su casi total destrucción a manos de los Hasmet habían encendido las alarmas, poniendo en peligro el frágil acuerdo existente.
La Bratva intervino para preservar su sólida relación con Marc y asumir el control de la situación. Estableció una orden para las otras dos organizaciones, indicándoles que se limitaran a actuar según sus posiciones, claramente subordinadas tanto a la mafia rusa como, especialmente, a La Roja.
Nikolai Michajlov era un alfa al que Frenkie había empezado a estimar demasiado, y más allá de las palabras buenas que Marc siempre usaba cuando hablaba de él, sabía que era un líder que perpetuaba el orden sobre todas las cosas. No era tiempo de guerra, él y Frenkie lo sabían muy bien.
—¡Un omega en la Gran Mesa!, ¡Que burla! —la voz de Qing Xiu ocupo toda la sala de jade, haciendo temblar levemente el candelabro de azulejos arriba de la gran mesa de roble.
Frenkie se mantuvo imperturbable ante el desprecio evidente en la voz del líder de la Triada. La presencia de un omega en la Gran Mesa era algo inusual—si bien recuerda era el primero y aunque las parejas de los alfas que lideraban los grupos debían ser tratados con el mayor respeto y estima, él sabía que levantaría suspicacias entre los líderes presentes.
—Respeto las tradiciones de la Gran Mesa, pero la presencia de La Roja aquí hoy no debe ser interpretada como una burla, sino como una demostración de nuestro compromiso con la estabilidad y la cooperación entre nuestras organizaciones —declara Frenkie con firmeza, logrando sacar una sonrisa de aceptación por parte de Nikolai.
—¿Compromiso? Permítame recordarle, Hürrem, que uno de los omegas principales de mi clan aún sigue desaparecido —Davedi Cappellari era el centro de este problema. Pablo ni siquiera está emparentado con él, y Frenkie sabe que, aunque sea el sobrino de Franco Ricci, su mano derecha, a este último le importa poco el paradero de uno de los mellizos de su familia.
—La búsqueda por el joven Cariporsi no ha menguado en lo absoluto. Señor Capellari, usted más que nadie debe de saber el alcance de la tecnología en nuestras manos.
La densidad en su voz funcionó lo suficiente para que Davedi se retorciera en su asiento con molestia. La mirada afilada de Frenkie se encontró con la del alfa, y por un instante, el silencio se apoderó de la sala mientras los líderes presentes evaluaban la tensa situación. A la altura donde se encontraba, podía observar con claridad cómo los hombres de compañía detrás de cada líder llevaban las manos a las fundas de sus armas. Por el chasquido detrás de él, supo que Ronald y Alonso probablemente estaban haciendo lo mismo.
—No me malinterprete, Hürrem, no desestimo la fuerza de La Roja, mucho menos su papel en ella —dijo Davedi con un tono que pretendía ser conciliador, aunque la tensión seguía presente en su voz—. Como vemos, ha cumplido muy bien hasta ahora.
La mirada de Davedi se desvió hacia el vientre de Frenkie, y una sombra de amargura cruzó por los ojos del alfa. Frenkie comprendió el significado implícito de su gesto: la protección de la descendencia era una prioridad para cualquier líder, y Davedi estaba recordándole indirectamente su papel como omega. Vulnerable y solo, en medio de una sala llena de alfas.
—Sin embargo, perdone mi ignorancia, pero, ¿no serías tú, sağ el, quien debería estar sentado con nosotros?
La pregunta cortante del alfa logro alterar aún más a la sala, haciendo que todos los presentes se giraran hacia Ronald, quien permanecía imperturbable detrás de Frenkie. La hostilidad en el ambiente se intensificó, y Frenkie notó cómo Ronald apretaba levemente los puños.
—Señor Cappellari, la posición de mi título está por debajo de Hürrem. — responde Ronald con voz firme, sin apartar la mirada del líder de la Ndrangheta. Mi presencia aquí se reduce a lo que es, su subordinado.
Los murmullos molestos estallaron entre los alfas, claramente desconcertados por el sometimiento que Ronald había dejado claro. Un alfa sirviendo a un omega era insólito. Davedi, por su parte, asintió con un gesto de entendimiento, pero la irritación en sus hombros seguía siendo evidente.
El silencio llenó la sala por un momento, y luego Nikolai Michajlov intervino con su característica voz, siempre profunda y calmada.
—La presencia de Hürrem en esta reunión es un recordatorio del compromiso de La Roja con la Gran mesa, incluso en tiempos difíciles. No lo desacreditemos, el tiempo es oro para nosotros, será mejor pasar a los temas de agenda.
El alfa con mayor poder había hablado, por lo que lo correcto habría sido callarse y obedecer. Si los hombres allí querían seguir la etiqueta de jerarquía social, debían hacerse bolas y ponerse un candado en la boca. Pero dada la maraña de hipocresía en la que estaban envueltos, no podía ser tan simple. Antes de que pudieran continuar con los asuntos en la agenda, la voz del líder de la Triada interrumpió de nuevo, esta vez con una pregunta que provocó una inquietud aún mayor entre los presentes.
—Sin embargo, antes de proceder, me gustaría abordar un asunto que ha estado circulando con mayor fuerza con cada día qué pasa—Qing Xiu sabía que hilo estaba a punto de tocar, si era muy tonto o muy valiente por hacerlo, quedaría en él—. La ausencia de Marc Hasmet, ¿responde a los rumores de su muerte?
La sala parecía contener la respiración mientras las palabras del líder de la Triada colgaban en el aire, cargadas de implicaciones. Frenkie, por su parte, podía sentir ese destello frío que recorría su columna vertebral, una sensación que lo había atormentado en las últimas semanas, desde aquel día en las costas del Mar Negro.
Ronald dio un paso adelante, su arma ya en mano. La insolencia de Qing Xiu no podía quedar impune. La respuesta era clara: una afrenta como esa debía pagarse con sangre. Con el arma en alto, la tensión en la sala alcanzó su punto máximo, y en un instante, los hombres de cada clan se encontraron apuntándose mutuamente, preparados para el conflicto inminente. La Gran Mesa se convirtió en un campo de batalla silencioso, el más mínimo movimiento podría desencadenar una violencia desenfrenada.
Frenkie se aferró al borde de la mesa, sus manos temblando ligeramente. Podía sentir el pulso acelerado de Ronald a su lado, y sabía que Alonso estaba listo para actuar en cualquier momento.
Nikolai Michajlov, con su presencia imponente, mantuvo la calma, pero incluso él parecía alerta.
—Los temas privados de la familia no se tocan, usted es consciente de las reglas en nuestro convenio, señor Qing.
Ronald, pasmado y sorprendido, logró percibir el ligero temblor en su mano mientras una capa de tensión pesaba sobre él. Al escudriñar con alerta alrededor, notó la dificultad que tenían los demás alfas para respirar, una señal clara de la presencia abrumadora de feromonas en el ambiente.
Ante la repentina tensión, Ronald dirigió su mirada hacia Frenkie, cuya expresión se volvió indescifrable. Comprendió entonces que, las feromonas provenían de él—hasta saturar el lugar—ejerciendo una presión emocional sobre todos los presentes. Incluso Nikolai, conocido por su firmeza, se retraía ligeramente en su asiento, afectado por la intensidad del aura de Frenkie.
Ese tipo de prueba de dominio, eran las feromonas de un omega Gama, poderosas y penetrantes como pocos las han experimentado.
Qing Xiu parecía tambalearse en su posición. Su habitual serenidad se veía perturbada, y un ligero temblor se apoderaba de su voz mientras intentaba articular una respuesta. La confianza que solía irradiar se había desvanecido, y por un instante, parecía menos seguro de sí mismo, casi vulnerable ante Frenkie.
—Lo siento, Hürrem, no era mi intención ofender —tartamudeó Qing Xiu, buscando recuperar su compostura—. Simplemente quería expresar mi preocupación por la ausencia del señor Hasmet. Es un tema que nos concierne a todos.
El susurro de su voz apenas resonó en la sala, ahogado por el peso del silencio que lo rodeaba.
—Ese tipo de impertinencias han venido pasando con demasiada frecuencia, una y otra vez por parte de usted y la Ndrangheta —. responde Frenkie con una voz firme, su tono no admitía réplicas.
—Hürrem, yo... —intentó interrumpir Qing Xiu, pero fue cortado de inmediato por una mirada dura y penetrante.
—Dígame, ¿usted cree que soy ignorante del contrabando de Fentanilo en tierras turcas sin mi autorización? De hecho, estoy al tanto de todas las operaciones ilegales que se llevan a cabo bajo el techo de la Triada —. continuó Frenkie, su voz resonando en la sala con una autoridad innegable —Puede que sea un omega, pero como ustedes lo han dicho, soy lo suficientemente competente para eliminar su existencia, tal y como la Corsé desapareció.
El silencio en la sala se volvió aún más abrumador ante las palabras de Frenkie. El desastre y colapso de una organización criminal de la magnitud de la Corsé tenía el poder de incomodar a todos allí presentes. Era un recordatorio de lo alto que uno podía ascender, solo para caer en la nada.
—Por lo tanto, a partir de este momento, los Hasmet tomaran las decisiones en esta mesa. Ningún acuerdo, transacción o movimiento se llevará a cabo sin mi autorización expresa. Ustedes no podrán respirar sin el permiso de La Roja —declaró Frenkie, su mirada fija en cada uno de los presentes.
Ronald y Alonso intercambiaron miradas, sabiendo que el peso de esas palabras resonaría mucho más allá de esa sala.
Y como un terremoto sorpresivo, la sala se vio interrumpida por la risa profunda y resonante de Nikolai Michajlov, llena de un tono divertido y satisfecho.
—¡Eres un omega impresionante, Hürrem! —exclamó, con una sonrisa amplia y genuina en su rostro—. No me has decepcionado en lo más mínimo. La Bratva está contigo.
ΕΙ gesto de Nikolai y sus palabras de respaldo resonaron en la sala, marcando el final de la confrontación. Frenkie, satisfecho con la respuesta obtenida, no dijo nada más. La palidez en los rostros de los otros dos líderes era una clara indicación de que habían entendido el mensaje y que no se atreverían a abrir la boca por un buen tiempo. Por lo que, con una mirada vaga a la sala, se levantó de su asiento y dio por concluida la reunión.
El vuelo desde San Petersburgo fue largo y tranquilo, brindándole a Frenkie la oportunidad de sumergirse en sus pensamientos mientras contemplaba el azul infinito del océano del Océano Índico desde la ventanilla del avión. Las tensiones en el Palacio de la Bratva lo habían dejado inquieto, y al parecer, fue lo suficientemente evidente como para que Ronald hiciera una llamada urgente al salir de allí, ordenando a Leon que preparara el equipo médico para su regreso al jet.
El alfa, quien había estado acompañándolos en el último mes de gestación de Frenkie, había demostrado un sentido del deber sobresaliente. A pesar de su posición principal en Gran Bretaña y sus responsabilidades en el país inglés, se había tomado la tarea de seguirlos en sus viajes de negocios, "solo para estar preparados", como solía decir. Frenkie valoraba enormemente su presencia, pero dudaba romper aguas en algún lugar recóndito de Europa, cómo le preocupaba a Leon.
—¿Te duele la cabeza? ¿Tus feromonas han llegado a adormecerte a ti también?
Frenkie sacudió la cabeza con una leve sonrisa, estaba adormecido y no quería otros aparatos sobre él aparte del estetoscopio que Leon sostenía sobre su vientre en ese momento. Ayer apenas le había dejado dormir por todo el monitoreo que hizo, y los asientos del avión tampoco ayudaron a que tuviera un descanso satisfactorio.
—No, no es eso. Solo estoy reflexionando sobre lo que sucedió. No esperaba que las cosas se volvieran tan intensas —respondió Frenkie, su tono reflejando aún cierta tensión residual.
Leon asintió con comprensión mientras guardaba todo en su maletín desgastado. Marc tenía el poder de incorporar a su pequeña red criminal como representación de Inglaterra en la Gran Mesa—nido de las grandes ligas—, pero se había negado todas las veces que Marc llegó a mencionar el tema. Ese nivel de presión, él estaba seguro de no llegar a la altura. Un caso totalmente distinto, por supuesto, para el pequeño omega de su amigo.
—Entiendo. Las reuniones de la Gran Mesa pueden ser bastante agitadas. ¿Necesitas algo para relajarte? —ofreció, mostrando una pequeña caja de pastillas azules.
Frenkie negó con la cabeza, agradeciendo el gesto, pero declinando la oferta.
—Estoy bien, gracias. Solo necesito un poco de tiempo para ordenar mis pensamientos — dijo con calma, mirando por la ventana hacia el horizonte que se extendía bajo ellos.
Leon asintió una vez más y se retiró a su asiento. Frenkie aprovecho para estirarse y poner una manta sobre sus piernas y estómago.
Los ojos se le cerraban, pero la mirada insistente de Dani y su esposa, Coral, que estaba últimamente siempre pegada a su lado, le recordaron que no podía permitirse relajarse completamente en ese momento.
—Dani, ¿qué otras novedades hay en el frente doméstico? —preguntó Frenkie, girando su atención hacia su asistente.
Dani da un salto de sorpresa, avergonzándose por ser descubierta viéndolo con tanta insistencia. Sin perder tiempo, saca una carpeta de su bolso y comienza a repasar los documentos pertinentes.
—La galería ha tenido una afluencia notable de visitantes últimamente. De hecho, ha habido tantas visitas que ahora se recomienda reservar la entrada con anticipación.
Frenkie asiente, tomando nota mental de la información. Esa popularidad en la galería satisfará orgullosamente a Büyük Valide.
—Desde la publicación de Vogue, hemos recibido numerosas felicitaciones y elogios de figuras importantes en el mundo del arte y la moda. Incluso la diseñadora Stella McCartney te ha enviado un mensaje personal de felicitación e invitación para probar algunas prendas de su nueva carpeta de maternidad.
—Asegúrate de que respondamos a todos los mensajes de felicitación.
Pero rechaza todas las ofertas que involucren que me traslade.
Dani asintió, tomando nota de la solicitud de Frenkie.
—Entiendo, Hürrem.
Frenkie se relajó un poco más en su asiento, dejando a Dani trabajar en la agenda de la próxima semana.
Coral, por su parte, permanecía en silencio a su lado, observándole de vez en cuando. Se había llegado a acostumbrar a la presencia fuerte de la alfa, quien había estado trabajando junto con Ronald en algunos asuntos corporativos que Frenkie ya no podía manejar. Nunca llegó a tener mucho contacto con la mujer, pero como la asistente de asuntos empresariales de Marc, Coral se había convertido en una figura familiar en su entorno. Su dedicación y eficiencia en el trabajo eran evidentes, y Frenkie agradecía tenerla cerca en momentos como este, cuando la carga de responsabilidad parecía abrumadora.
El suave zumbido del motor del jet llenaba el espacio entre ellos mientras el avión seguía su curso, después de que una ansiedad repentina se instalara en su estómago, decide hablar otra vez.
—¿Hemos recibido alguna carta?
Sus palabras resonaron lo suficientemente alto como para que todos las escucharan, cumpliendo su objetivo. Sin embargo, también fueron lo suficientemente inesperadas como para silenciar a la sala por completo. Coral lanzó una mirada por encima del hombro, pero antes de que pudiera añadir algo, la voz de Ronald se alzó.
—He estado en contacto con algunos hombres que tenemos en las fronteras, pero no he recibido noticias nuevas. Alonso también ha estado trabajando en ello, asegurándose de que toda la correspondencia llegue primero a él y no al Öğüt —su tono era bajo, empático, pero firme―. Continuaré intentándolo, Hürrem. Sin embargo... debo decir que estoy seguro de que ellos están bien.
Frenkie asintió, agradecido por la actualización de Ronald. Sabía que no podía permitir que la preocupación dominara sus pensamientos, pero la incertidumbre sobre el paradero de Robert y Pablo seguía pesando sobre él.
Especialmente la ausencia de Robert, y el conocimiento de que tal vez nunca lo volvería a ver.
Inhaló profundamente, permitiendo que el peso de esa melancolía se disipara gradualmente. Era consciente de que si Leon lo viera así, lo reprendería por permitir que las emociones negativas lo dominaran. Y desde el segundo peligro de aborto que había enfrentado ese día durante el incendio, sabía que toda la atención del clan estaba centrada en él.
La primera semana después del accidente fue un torbellino de dolor y angustia. Apenas podía estar tranquilo sin la ayuda de un sedante. Los recuerdos del incendio atormentaban sus pensamientos día y noche, y el rostro pálido de Marc entre sus manos lo perseguían constantemente. El dolor inmenso de su lobo, que se extendía desde su vientre hasta lo más profundo de su alma, lo dejaba exhausto y desesperado.
La sensación de su sangre adherida a su ropa volvía a él con una frecuencia que le hacía vomitar diario.
Con un sabor agrio, volvió la vista hacia la ventanilla, donde el verde de las palmeras comenzaba a tomar forma en el horizonte.
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La fresca brisa marina que soplaba desde la isla impactó de inmediato en su rostro. El sol del mediodía iluminaba el aeropuerto, creando un resplandor cegador sobre la pista de aterrizaje. Con paso decidido, Frenkie descendió por la escalera del avión, sus ojos buscando automáticamente a Belma entre la multitud de trabajadores que se inclinaban ante él. Finalmente, la localizó, de pie en el borde de la pista, su figura diminuta contrastando con el vasto horizonte.
Sin vacilar, Frenkie avanzó hacia ella, dejando atrás el ruido ensordecedor de los motores del avión.
—Ustedes regresan a Turquía, órdenes de Hürrem.
Dani y Coral recularon de inmediato ante las palabras directas de Ronald, quien al ver el rostro irritado de Coral, decidió continuar.
—Hürrem ha dado la orden de que ustedes regresen a Turquía. Después de todo, no pueden dejar a su bebé de meses tantos días.
Después de escuchar eso, ambas asintieron en silencio y centraron su preocupación en otro horizonte. Ronald había dado en el punto débil de los padres primerizos. Apenas habían estado fuera dos días, pero la ansiedad de ambas por estar lejos de su bebé era palpable., así que aceptaron la decisión de Frenkie a través de Ronald. Con un gesto de resignación, comenzaron a dar la vuelta para volver al avión aún en propulsión.
—Hürrem, bienvenido de vuelta.
A medida que se acercaba, Frenkie pudo verla claramente, y la imagen lo golpeó profundamente. Ni en sus más efímeros pensamientos, se imaginaba ver a Büyük Valide tan desgastada, con la mirada cansada y los hombros caídos. Incluso desde la distancia, podía percibir la delgadez de su figura, lo que le hizo temer lo peor. Si ella misma no le obligara a comer, sabía que estaría en su mismo estado.
Un nudo se formó en la garganta de Frenkie mientras continuaba su camino hacia ella, odiaba la ansiedad que le recorría cada vez que volvía a la Isla Mara, la esperanza se desvanecía cada vez que sus pies tocaban la arena de ese lugar, cuando recorría el mismo camino como hacía hasta ahora.
Cuando finalmente estuvo a su lado, extendió una mano para tocar suavemente su brazo, buscando consolarla en medio de su propia preocupación.
Cuando Belma movió la cabeza de lado a lado en negación, sus manos temblaron y se retrajeron. Conocía el significado detrás; la sensación tan familiar de impotencia lo envolvió de nuevo de pies a cabeza. De nuevo, todas las enseñanzas de Leon sobre mantener la calma y el control se desvanecieron en la desesperación de su realidad.
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La Isla Mara, un remanso de historia y tradición, se alzaba majestuosamente en medio del Océano Índico. Ni siquiera su ubicación figuraba en los mapas convencionales, manteniéndola oculta y protegida de cualquier alcance externo.
Como un tesoro ancestral de los Hasmet, la isla permaneció envuelta en un velo de secreto incluso para las familias miembro de La Roja. Frenkie se enteró que, tras el colapso del Imperio Otomano y el exilio de la familia real, la Isla Mara se convirtió en un santuario para sus descendientes, un refugio seguro después del establecimiento de la República de Turquía en 1923. Aquí, en este rincón olvidado del mundo, descansaban los restos del último sultán otomano, Mehmed VI, en un majestuoso mausoleo que se alzaba en el corazón de la isla. Nunca falleció en San Remo, Italia, y la tumba en Damasco era solo una falsificación elaborada.
Sin embargo, a pesar del resplandor dorado de la arena y las costas vírgenes que rodeaban lo que sería el segundo palacete principal y la propiedad más exuberante del clan, a sus ojos, seguía representando lo que fue creada para ser: un refugio, un bálsamo inútil para consolar la pérdida.
No se sentía cómodo al pensar en que los restos del último sultán otomano estuvieran tan lejos de su tierra natal, y tampoco encontraba gratificante enfrentar la muerte en un lugar tan distante de su patria. Frenkie sabía, en su interior, que Marc tampoco podría soportar estar en las paredes que solo exhalaban añoranza melancolía.
A pesar de ello, la isla representaba el fuerte más impenetrable de los Hasmet, un lugar seguro en medio de la incertidumbre. Dadas las amenazas que la ausencia de Marc provocaba, estar ahí era la mejor opción para garantizar la seguridad de la familia.
—Retírense —su voz sonó extraña, ajena a él mismo cada vez que entraba en esa habitación.
Las criadas, acostumbradas a la rutina, obedecieron sin demora, despidiéndose formalmente con un "Bienvenido, Hürrem", al que apenas logró responder con una sonrisa falsa.
Cuando los suaves susurros de conversación que llenaban el aire se desvanecieron por el pasillo, cerró la puerta con el pestillo. Sus ojos vagaron por los arcos de medio punto que se alzaban sobre la estancia, sosteniendo el techo abovedado decorado con elaboradas molduras y adornos dorados. Luego, su atención se posó en las paredes, decoradas con intrincados diseños de azulejos de cerámica, con motivos florales y geométricos que siempre le hacían desviar su mirada hacia los cuadros que había traído de su estudio personal en Turquía. Durante un tiempo prolongado, se quedó mirándolos, en un vago intento de apartar los ojos de la cama, cubierta con ricos tejidos y almohadones que se cambiaban con frecuencia.
Después de un tiempo —demasiado largo— decidió caminar hacia la cama con pasos lentos. Luego, apartando las cortinas que rodeaban el mueble, se sentó. El aroma a jabón llenaba la habitación, y el goteo de los trapos sobre los cuencos de agua no dejaba espacio para el silencio. Debía sentir una atmósfera de tranquilidad y serenidad, pero no lograba relacionar ninguno de sus días de las últimas semanas con tales sentimientos.
Con un suspiro, finalmente desvió su atención hacia el lugar que evitaba, sintiendo su corazón hundirse de inmediato por la palidez del rostro que le saludaba, contrastando siempre con el rico tapizado que lo rodeaba. La respiración de Marc era tan tenue que apenas era perceptible.
Las sábanas se arrugaban bajo su cuerpo inmóvil, y una miríada de cables y tubos se extendía desde su forma postrada hasta las máquinas que zumbaban suavemente a su lado.
Frenkie se acercó lentamente, tomando la mano cicatrizada de Marc entre las suyas. La piel fría y laxa bajo sus dedos le hizo querer salir de ahí de inmediato. Con cuidado, acarició su mejilla, sintiendo el suave roce de la barba incipiente que Marc solía dejar crecer en días de poca importancia.
Después, con un ligero levantamiento, se inclinó para observar y comprobar el estado de su espalda, que apenas se curaba con una lentitud que le impacientaba. Habían intentado varías cosas para menguar el daño en la piel y reconstruirla, pero el recorrido del fuego en la parte trasera sería muy poco probable de eliminar por completo.
—Debemos estar en la ausencia de Anne por un tiempo —sabiendo que Marc no podía responder, aún le reconfortaba expresar sus pensamientos en voz alta—. El consejo necesita tomar decisiones, y tú... —sus palabras se trabaron por un momento, pero continuó con calma—. Tú necesitas recuperarte, Marc.
Ninguna palabra en respuesta se escuchó, solo el zumbido constante de los monitores.
El pitido llenó el espacio entre ellos, irritando los sentidos de Frenkie poco a poco. Otro minuto entero pasó así, torturador e insoportable. Entonces, la frustración y la impotencia que había estado acumulando de repente se desbordaron y, con un gesto brusco, lanzó los instrumentos de aseo al suelo, viendo cómo chocaban y se dispersaban por el suelo. No se detuvo ahí, y pronto los cuadros y otros muebles encontraron su camino bajo sus pies.
La habitación, bien ordenada y aseada, ahora era un caos de objetos dispersos y una atmósfera cargada de desesperación. Frenkie se quedó allí, temblando de ira y frustración, mientras los sollozos comenzaban a escaparse de su garganta.
Maldita isla.
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Entre las largas filas de vegetación, la fresca brisa de los aparatos automatizados del invernadero acariciaba su rostro de manera reconfortante. Solo en esos días podía encontrar un respiro del sofocante calor del exterior y mitigar los efectos de la falta de feromona alfa en su embarazo. La sugerencia de León de sumergirse en actividades más relacionadas con su género no provenía de prejuicio, sino de una comprensión profunda de cómo calmar a su lobo. Buscar solaz en el constante crecimiento y vitalidad de las plantas a su alrededor era una de la forma en la que podía encontrar la serenidad. Muy ajena a él.
—Los lirios, ¿creen que sea una buena opción de cambio para las rosas blancas?
—Los lirios jaspeados suelen tener un significado de devoción, relacionadas también con la amistad. Creo que, como siempre, Hürrem es muy acertado con sus elecciones de flores.
Frenkie asintió, agradecido por la opinión de Edith, a pesar de su propia aversión por las flores, siempre había demostrado ser capaz de estar culta en cualquier tema.
Observó cuidadosamente los lirios jaspeados, con sus pétalos delicadamente moteados de blanco y rosa. Eran perfectos para adornar un mausoleo blanco.
—Por favor, recojan los lirios con cuidado y prepárenlos para enviarlos a Kilyos. Quiero que estén en la tumba de Jabir antes de mañana.
Los jardineros asintieron con respeto y se apresuraron a cumplir la orden, manejando con delicadeza las flores seleccionadas.
—Hürrem, si me permite preguntar, ¿planea visitar la tumba en el próximo mes? —Kenia pregunto con un tono de voz cuidadoso, deslizando una bufanda sobre sus hombros.
Frenkie contempló la pregunta por un momento, después negó en silencio, mientras terminaba de señalar las últimas dos piezas de flores.
—Leon piensa que el parto puede llegar antes de lo previsto, por lo que no quiere que de un paso fuera de esta isla y de su vista. Viendo la preocupación que expresa su rostro cada vez que me ve, prefiero seguir sus instrucciones por esta única vez.
—Los cachorros de Amir y Hürrem tienen sangre fuerte, la descendencia de sultanes siempre ha sido fuerte. No hay preocupaciones que deban aumentar sobre sus hombros Hürrem.
El optimismo de Elit, al igual que la sabiduría en sus palabras, era un buen augurio como siempre. En otra ocasión, podría haber encontrado cierta tranquilidad en ellas y sabía que, sin todo el caos que le rodeaba sería más fácil de apreciar ese tipo de cosas.
—Hürrem.
La voz de Ronald llega hasta ellos antes de que pudiera advertir su presencia, interrumpiendo momentáneamente sus próximas palabras. Frenkie se gira hacia él, encontrando su mirada tranquila e inmaculada como siempre.
No fue sino hasta que una sonrisa fugaz, extrañamente fuera de lugar, asomó en los labios de Ronald, que Frenkie captó la señal implícita del alfa.
—Por favor, déjenos solos.
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Su orden es rápidamente cumplida, y en cuestión de un minuto, todo el área del invernadero está despejada. Frenkie se acerca a Ronald, quien se mantiene firme en su posición.
—¿Qué sucede?
Ronald baja la cabeza y extiende su mano hacia él, ofreciéndole una carta que aprieta entre sus dedos. Frenkie la toma rápidamente, la brusquedad del movimiento incluso lastimando sus dedos. Ronald no dice nada. Rápidamente nota que no hay ninguna información en el sobre. Con dedos temblorosos, rompe el sobre antes de que Ronald pueda ofrecerse a hacerlo por él. Se apresura a leer, abriendo bien los ojos para no perderse ni una palabra. Ronald le observa con una pequeña sonrisa, que desaparece rápidamente al ver la expresión seria de Frenkie.
El omega respira pesadamente y dobla el papel con parsimonia una vez que termina de leer.
—Prepara un vuelo de inmediato.
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Los espacios públicos en la India suelen estar demasiado concurridos, pero el movimiento de las ciudades como Delhi y Bombay no llegaba hasta Kerala, especialmente en las zonas cerca del Mar Arábigo. Sentado en una cafetería local, en las que apenas unas mesas estaban ocupadas, Frenkie se dio cuenta que la concurrencia cerca del Río Vembanad era todavía menor que en algunas zonas de Malabar con poca densidad poblacional.
Permitiéndole disfrutar de una taza de té chai mientras observaba el paisaje sereno que se extendía más allá de las ventanas del establecimiento. Había en su mayoría omegas, que raramente le dirigían una mirada.
Aunque Ronald está sentado en otra mesa, aparentemente absorto en su propia tranquilidad, Frenkie nota cómo gira la cabeza de vez en cuando, asegurándose de que están seguros.
De repente, un olor a pastizales y montañas lo envuelve, apenas identificable para Frenkie, quien solo lo ha experimentado en contadas ocasiones.
Manuel se sienta frente a él, ofreciéndole su amable sonrisa, como siempre lo ha hecho.
—Hürrem, siempre es un placer verlo.
—No es necesario la formalidad de los títulos entre familia, hablemos cómodamente entre nosotros.
Manuel baja la cabeza, extendiendo su sonrisa. La atención de Frenkie se detiene en sus cejas curveadas y tupidas, iguales a las de Marc. El mentón, la forma de los ojos, y el atractivo en general de los Hasmet siempre le ha llegado a impresionar en sus diferentes formas.
—Espero que mi carta no te haya sorprendido, mi mensajero me dijo que el Sağ el casi le vuela la cabeza por entregarlo —el alfa da una mirada rápida detrás de él, donde Frenkie sabe que Ronald les observa—. No reprochó su inseguridad, mi presencia no es muy recurrente en Turquía.
—Así que aquí es donde has estado viviendo —Frenkie no estaba preguntando.
—Guarda este secreto entre nosotros, por favor. Aparte de Marc, eres el único con el que me siento cómodo de saber mi paradero —Manuel guarda silencio después de eso y Frenkie no hace nada para cambiarlo. Después, con una voz baja y triste, el alfa continúa—¿Cómo está?
Frenkie inhala profundamente mientras se recuesta en su silla. Una de sus manos se posa sobre su vientre, para después moverse nerviosa entre la mesa y su taza de té.
—No... no hay una certeza de que despierte. Su condición de Gama le ha salvado de una muerte segura... Manuel, deberías haberlo visto, su piel... —su voz se quiebra, incapaz de continuar por esa línea de conversación. El alfa asiente con comprensión, su rostro reflejando sincera tristeza.
—He estado buscando alternativas a la medicina. Tengo planeado ir a Tailandia la próxima semana, a los templos donde los Maha Thera se concentran. Sé que el Öğüt castiga las prácticas de otras religiones, pero, básicamente, ya estoy condenado para ellos.
Frenkie esboza una sonrisa, invitando a Manuel a hacer lo mismo.
—Podrías... venir a verlo. No se te negará la entrada, te lo aseguro.
Frenkie percibe el cambio en la postura relajada de Manuel, que se vuelve más tensa e inquieta.
—Prometo acercarme, pero por mis propios medios. Es mi hermano, después de todo, pero... —se interrumpe, desviando la mirada incómodamente—, necesito tiempo.
—Entiendo responde Frenkie, dejando que la amargura de sus feromonas se disipe en el aire. Reconoce el éxito de su estrategia al ver cómo Manuel se inclina ligeramente y sus músculos tensos se relajan visiblemente. Sin embargo, la tensión persiste en el ambiente, palpable como un zumbido sutil que se niega a desaparecer por completo. Con una mirada sutil alrededor, Manuel saca un folder de su saco, cuyo material grueso y poco común llama la atención de Frenkie de inmediato.
Con cautela, Frenkie observa atento el folder, notando las líneas blancas y desgastadas que cruzan las manos de Manuel cuando este extiende el material hacia él. Cada arruga en la piel del alfa parece extremadamente profunda y eran muy parecidas a las que Marc tenía en los costados de su cadera. Cicatrices viejas.
El folder mismo parece demasiado peculiar, tanto así que, el nuevo hallazgo grabado en la piel de Manuel queda a segundo plano.
—Antes del incidente con Klaus Yilmaz y, sinceramente, mucho antes de la noticia de tu embarazo, Marc me pidió que me encargara de algunos asuntos legales, fuera del ojo del clan —dice Manuel, empujando con insistencia de nueva cuenta el folder hacia Frenkie, permitiéndole tomar su tiempo para abrirlo y examinar los documentos en su interior—. Se que es algo grosero tomar el asunto en mis manos y decírtelo por mi cuenta, pero...creo que es un tiempo oportuno para que lo sepas.
Frenkie mira a Manuel, observando la seriedad extraña en sus facciones.
—Sabemos que los parásitos del consejo intentarán derrocarte — continúa Manuel, su voz expresando abiertamente las preocupaciones de Frenkie—. Un omega nunca será bien recibido en el poder en toda su extensión. Y aunque las palabras de mi madre puedan tener influencia, su efecto será efímero.
—¿Y esto es?
—Un respaldo, que asegurará tu mandato en el clan.
Con detenimiento, Frenkie baja la mirada, permitiendo que sus ojos se deslicen sobre la información desplegada frente a él. Las páginas crujen suavemente bajo sus manos mientras cambia de hojas con calma, la cual solo dura durante las primeras dos hojas. Sus manos de deslizan temblorosas una y otra vez a la primera página para revisarla una segunda y tercera vez, cada palabra impresa hace que contenga el aliento.
La habitación se sumerge en un silencio profundo, solo interrumpido por el sonido sutil del papel que se desliza entre los dedos de Frenkie. Cada número y palabra en las páginas parece tener un efecto vertiginoso en su mente, provocando que su cabeza dé vueltas con la complejidad de la información frente a él.
Al levantar la mirada una vez más, se encuentra con la expresión serena del alfa, cuyos ojos parecen expresar una empatía extraña.
—¿Qué significa esto? —su voz se quiebra ligeramente, su garganta seca y con dificultad para tragar. Manuel se estira en su silla con deliberación tomando su tiempo para responder. Frenkie siente el impulso creciente de sacudir al hermano de Marc en busca de respuestas, pero se contiene, consciente de la poca fuerza en sus brazos.
—Los bienes que reclamaba tu padre como suyos, antes de arrebatárselos a tu madre, son tuyos. MAG, y por ende, el control del clan en occidente, ha sido tuyo desde tu último cumpleaños.
El eco de las palabras de Manuel reverbera en la mente de Frenkie mientras reflexiona en silencio sobre ellas. Su cumpleaños, piensa, coincidía con el día en que Marc le entregó el anillo esmeralda, un símbolo tangible de su título y papel como omega oficial en el clan. "Hürrem", había pronunciado Marc con solemnidad al felicitarlo, el primer uso de ese nombre por parte de Marc para dirigirse a él.
"Occidente", quiso pronunciar en voz alta, repitiendo la palabra varias veces en su mente. Era el motivo por el que Marc había llegado hasta él, impulsado por una ambición de expansión de poder que le había prometido a su padre antes de su fallecimiento.
Durante una explicación vaga, tras la sorpresiva llegada de su cobarde padre a su puerta, Ronald había intentado explicarle el motivo detrás del interés de Marc en la región: Así como la conquista de Hungría significó para Suleimán el Magnífico la expansión del Imperio Otomano hacia nuevas tierras y oportunidades, América era la llave para La Roja. Desde los tiempos de Anek Hasmet, este territorio había sido un escenario de conflicto por el control y la influencia.
Marc había decidido confiar ese poder a Frenkie, a solo semanas de conocerse.
—Comprenderás las razones de mi hermano para no decírtelo; revelarlo implicaría que tuvieras conocimiento sobre la relación de tu madre con nuestra familia —Manuel juntó sus manos sobre su pecho, su mirada dirigiéndose hacia unos niños que jugaban entre las sillas de sus padres, quienes les seguían el juego con risas sonoras—. Puede que no hayas estado en sus planes, pero al pedirme esto, me aseguro con sus palabras que, no importa qué atrocidades manchen sus manos, el ser odiado por su omega sería la peor de ellas. Así que haría todo lo posible para evitarlo, incluso si eso significara dejar atrás a la dinastía.
Frenkie se hundió aún más en su asiento, sus manos rodearon su vientre y un sollozo acompañó su exhalación pesada. En un esfuerzo por calmarse, cerró los ojos y se centró en la voluptuosidad de su estómago. Todas las acciones de Marc siempre habían sido en consideración de su bienestar; no había sido necesario un título, una unión fuerte o, incluso, la promesa de una descendencia. Él solo había actuado en pos de la comodidad del omega que apenas había visto unas cuantas veces, el mismo que lo había arrastrado en una unión que inicialmente no deseaba. Había actuado porque ahora tenía a alguien para cuidar, por y simplemente de que ahora, tenía a su mate.
El regreso no fue muy diferente de lo que Frenkie esperaba, y su mente iba a la par de las mismas turbulencias ocasionales del avión. Ronald lo había dejado solo, ingresando a la cabina de pilotos por su cuenta para permitirle sumergirse en sus pensamientos prioritarios. Frenkie lo agradeció; después de todo, él mismo percibía sus feromonas exaltadas flotando en el aire del espacio estrecho del jet. Volteó las hojas en sus manos, y si no estaba equivocado, era la séptima vez que leía cada palabra de todo el conjunto de papeles, en los cuales su nombre se repetía innumerables veces.
Sus ojos comenzaron a arder, y no fue hasta que Ronald le tocó el hombro con delicadeza que se dio cuenta de que ya estaban aterrizando. Al salir a la pista, esperaba ver la fila de empleados que siempre lo recibían, junto con sus banyalar sonriéndole. Sin embargo, en medio del extenso terreno, solo estaba Ilkay.
—¿Ne oldu? [¿Qué ha pasado?] —Ronald camino delante de él, adelantándose a hacer la misma pregunta que él tenía en mente. Ilkay bajo los ojos, y sus labios formaban una línea. En el tiempo que Frenkie había llevado como Hürrem, nunca vió a Ilkay con titubeos a la hora de hablar. Por lo que no pudo evitar preocuparse de inmediato.
—Ilkay —Frenkie le llamo, buscando respuestas. El alfa evitaba su mirada, y todos sus músculos parecían tensos. Cuando estuvo apunto de decir algo más, Ilkay camino hacia él y dio una reverencia profunda. Frenkie estaba anonadado.
—Hürrem, tiene que abandonar la isla. Se ha preparado su traslado a Canadá, devuelta a la propiedad de su familia —el alfa hablaba rápido, confundiendo a Frenkie con cada palabra que salía de su temblorosa boca—. Usted no puede volver a Turquía, y su entrada a cualquier país de Europa o Asia será detenida de inmediato.
—¿Ne dedin sen? ¡Kafanı kaldır ve kiminle konuştuğuna bak! [¿Qué palabras has dicho? ¡Alza la cabeza y observa a quien le hablas!] —Ronald bramó, tomando con fuerza el brazo de Ilkay y zarandeándolo.
—Ronald.
Ambos dirigieron su atención, más atrás de donde estaban ellos. Alonso caminaba hacia ellos, con la misma expresión que Ilkay guardaba en su rostro.
—Hürrem ha sido exiliado, su título se conservará, pero no tendrá ninguna responsabilidad con La Roja a partir de hoy.
—Alonso, será mejor que tú y Ilkay retraigan sus palabras de inmediato — Ronald tenía la voz cortada por la furia y sus ojos eran gélidos sobre los dos hombres—¡Esto es traición!
—Basta.
La voz de Frenkie se alzó sobre las demás, siendo firme y contundente. Sus ojos centellaban fijos en las figuras de Alonso y Ilkay, quienes de inmediato bajaron la cabeza ante su voz.
—Estás no son sus palabras —estaba afirmando, haciendo que ambos alfas movieran sus manos nerviosas. Ninguno parecía querer explicarse.
—Hürrem...—Alonso empezó, pero Frenkie lo callo con un gesto de su mano.
—¿Desde cuándo?
—Hürrem —Ronald se dirigía a él, claramente estresado por estar ajeno a lo que estaba pasando.
—Te hice una pregunta, Alonso.
—Hace un día, en la noche en la que usted se fue.
La noticia golpeó a Frenkie como un puñetazo en el estómago. Un día entero, desde que Marc había despertado, y nadie le había informado. —¿Dónde está?
Otra vez un silencio extenso. Frenkie chasqueo la lengua y empezó a caminar hacia la salida de la pista, con pasos rápidos y determinados. Los tres alfas intentaron alcanzarlo, pero Frenkie levantó una mano para detenerlos.
—No me sigan, es una orden.
Ronald parecía querer protestar, pero la mirada gélida de Frenkie le hizo retroceder. Sin más palabras, se dio la vuelta y empezó a caminar por la costa, dirigiéndose al lado opuesto del palacete donde la vegetación se juntaba directamente con el mar. En dirección a la mezquita donde los restos de Mehmed VI estaban.
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El camino de piedra se extendía hasta la ostentosa edificación, brillando entre pasarelas de luces encendidas a intervalo. Frenkie divisó su espalda primero y se detuvo en seco. Estaba solo, apartado de la mezquita y con los pies en el mar. Los últimos destellos del ocaso resaltaban sus rasgos marcados, bañando su rostro en luz dorada. Su cabello, despeinado, llevaba consigo vestigios de arena entre los rizos oscuros. Envuelto en vendajes, con un pantalón como su única prenda.
Frenkie se aproximó sin preocuparse por hacer ruido.
—¿Sabes que el exilio no me impedirá estar a tu lado? —declaró al llegar a su altura, dejando que las suaves olas acariciaran también sus pies. Marc no se volvió para mirarlo, manteniendo la atención fija en el sol que se ocultaba tras el horizonte.
—Es lo mejor respondió tras un largo silencio. Frenkie retrocedió ligeramente, conmovido por su tono más que por sus palabras. Había echado de menos su voz más de lo que imaginaba.
—No me iré y lo sabes.
—No te he preguntado si lo quieres o no, es una orden —Marc por fin se giró a él, dándole una mirada que desde hace mucho no había visto. Fría e indiferente, odiosa hasta algún punto. Frenkie no retrocedió.
—¿Intentarás eso conmigo?, Te voy advirtiendo que no funcionará.
El rostro de Marc se deforma en una mueca grosera, y sus palabras sonaron cortantes como cuchillas.
—Tu papel como Hürrem ya no es requerido. He decidido entrar en razón y buscar a alguien que no se rompa ante la mínima situación.
—Otros omegas, no me digas que ahora la monogamia no te va.
—Tal vez me he aburrido. Has traído demasiados problemas que ya han pasado mi límite.
—¿Y nuestros hijos? —Frenkie le interrumpió, sin poder evitar que la amargura tiñera sus palabras. Marc se quedó en silencio, absorbiendo la pregunta de Frenkie. Su expresión se endureció aún más, si eso era posible, y Frenkie pudo ver el destello de fastidio en sus ojos.
—Nuestros hijos no serán desamparados. Vivirán la mejor vida posible, con todas sus necesidades cubiertas. Me aseguraré de eso —dijo Marc con una frialdad que helaba la sangre de Frenkie. Sus palabras resonaron entre la brisa marina con una promesa sombría.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Frenkie, sintiendo un nudo en el estómago. Marc se acercó a él, su cuerpo imponente llenando el espacio entre ellos.
—Significa que estarán tan satisfechos, tan cuidadosamente atendidos, que apenas lograrán recordar que tienen un padre.
Con un rugido de ira, la palma de Frenkie impactó el rostro de Marc con un sonido resonante. Marc no retrocedió, a pesar de la violencia del golpe de quedó ahí, estático.
—Permitiré que te disculpes después, pero ahora me dejarás hablar a mi y te callaras —a pesar de lo que había hecho y del ardor en su mano, sus palabras salieron tranquilas y contenidas. Con el rostro aún enrojecido por el golpe, Marc se quedó en silencio, como si hubiera sido aturdido por el golpe. Frenkie aprovechó el momento para hablar, su voz firme y decidida.
—Sé de todo, Marc. Sobre mi madre, sobre MAG y tu relación con mi iy
padre. Conozco y comprendo las acciones que has tomado para protegerme —la expresión de Marc cambió, su sorpresa apenas disimulada. Frenkie sintió una nueva presión en el lugar donde su corazón latía frenético—. Sé que esta es una de esas acciones.
Marc abrió la boca, listo para ofrecer excusas, pero Frenkie lo detuvo, tomando ambas manos del alfa y presionándolas contra su estómago.
—No necesito vivir en la ignorancia para estar a salvo y para querer estar a tu lado. Mientras mi nombre siga existiendo en este mundo, tú pertenecerás conmigo.
Las palabras resonaban en el aire, revelando la sinceridad que latía en su interior. Frenkie anhelaba disipar la neblina que los separaba. Poco a poco, percibió el temblor en las manos de Marc mientras las sostenía contra su vientre. Por un instante, los ojos del alfa bajaron, evitando los suyos. Con determinación, extendió la mano, rozando la piel rasposa de su mandíbula, buscando algún indicio de duda en la mirada de Marc. Cuando finalmente sus miradas se encontraron, Frenkie vio lágrimas brillando en los ojos del alfa, una mezcla extraña de dorado lo saludaba.
—Tengo miedo de no ser suficiente para mantenerlos a salvo —su voz sonaba ahogada, como si temiera que sus miedos se hicieran realidad—. Quiero que mis hijos nazcan, realmente quiero verlos crecer y estar a tu lado.
—¿Miedo? —repitió Frenkie. ¿Realmente crees que eso nos impedirá estar juntos?
Marc se inclinó, tomando suavemente los hombros de Frenkie, su toque delicado y gentil había regresado, acariciando cada centímetro de sus brazos desnudos. Frenkie aceptó su contacto mientras la palma de Marc se deslizaba por la cálida piel de su nuca. El aire parecía desvanecerse mientras se besaban con los labios entreabiertos. Frenkie sintió la frágil respiración de Marc contra su boca y se dejó llevar por esa misma vulnerabilidad que le mostraba.
—Frenkie —se separaron al unísono. La súplica se deslizó de los labios de Marc, interrumpiendo el silencio que los rodeaba—. Cásate conmigo. Frenkie se quedó sin aliento y su corazón martilleaba en su pecho mientras sus ojos se encontraban con los orbes dorados de Marc. Con cada ola, la figura de Marc parecía aún más nerviosa, y todos sus movimientos alrededor de él lo recorrían con una impaciencia que nunca había visto en el alfa. Observó todo en silencio y, luego, una sonrisa amplia y hermosa se deslizó en su rostro, iluminando sus ojos con una chispa de emoción y felicidad. Marc, embelesado, se quedó sin aliento y rápidamente se inclinó para reducir el espacio entre ellos y besarlo de nuevo.
Sin embargo, un movimiento fuerte golpeó la parte baja de su estómago, haciendo que ambos se separaran con sorpresa. Los bebés estaban pateando, y Frenkie rió sonoramente mientras acariciaba su vientre, sintiendo las pequeñas patadas bajo su piel. Marc lo miró, respondiendo con una sonrisa amplia.
Y como aquel día, en ese avión camino a Londres, supo que nunca podría apartar su mirada de ese pequeño oğlan.
FIN...
Disfruten este capítulo largo...
Ya viene el capitulo final y el extra, espérenme.
Mirka
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