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—Un poco más a la izquierda, por favor señor Claire.

El estudio improvisado que Vogue había establecido en el Palacio Beylerbeyi era una sinfonía caótica poco ordenada. Los focos destellaban intensamente, arrojando que hacía resaltar el oro sobre la impecable sala. Un mar de asistentes, fotógrafos y estilistas se movía con precisión alrededor de Frenkie, quien había aceptado la realidad de que estaba haciendo una sesión de maternidad. Porqué si, su embarazo logro causar el furor social del momento. Por lo que todos a su alrededor desempeñaba su función con una determinación férrea, sin dejar paso a la mínima equivocación.

El estruendo constante del obturador de la cámara resonaba como un latido incesante, marcando el pulso de la extensa sala. El aire estaba cargado de un zumbido continuo de conversaciones animadas, sugerencias meticulosas y aplausos esporádicos.

Frenkie llevaba puesto un atuendo que habían nombrado en reiteradas veces como una "obra maestra" hecha a mano. El traje elaborado, diseñado por una marca silenciosa que él no conocía, abrazaba delicadamente su cuerpo sin molestarle en la parte de su estómago. La tela era suave sobre su piel y dejaba ver de manera sutil su embarazo, enfatizando esa belleza natural que, según ellos, habían querido rescatar.

—Roman, dile a ese chico que repare la lámpara del este. El collar y el anillo requieren una iluminación más intensa.

—Son casi 2,930 diamantes, sumando casi 962 quilates, ¡y 155 del anillo! ¿Quieres que muera siquiera rozándolos por accidente?

Frenkie nunca había oído hablar del verdadero valor del collar de Patiala, pero en términos de patrimonio histórico, debía ser igual al de su anillo esmeralda. Los estadounidenses no tenían idea de las invaluables posesiones guardadas en el baúl de la familia Hasmet, por lo que dos de las joyas más buscadas en el mundo, que se creían perdidas, serían anunciadas en la portada.

—Ahora sí, así es como deben brillar —Héctor, el fotógrafo en jefe mostraba más dominancia que cualquiera de sus compañeros alfas y no dudaba en decir lo que no le parecía, mostrando apenas nerviosismo cuando llego a presentarse con él. El aura de los alfas que le acompañaban a Frenkie en ese día apenas y le habían hecho cosquillas a ese omega presuntuoso. 

Al dar un ligero vistazo a lo lejos, Frenkie llego a sonreír con sinceridad al ver los rostros aburridos de Ilkay y Fermín, nuevo recluta de apenas dos meses, quien se había vuelto en un entusiasmado admirador de Ronald y Alonso. Este ambiente que Belma y Dani habían arreglado para él estaba muy lejos del fuego y caos al que estaban acostumbrados los alfas de la eve. Era normal que se aburrieran e hicieran caras al respecto.

Con esa tranquilidad estableciéndose en su mente, Frenkie subió por inercia la mano en su vientre, cerrando los ojos con tranquilidad para dejarse ser. Después un largo momento, las voces y ajetreo se evaporaron gradualmente y Frenkie percibió la tenue agrura de nerviosismo que las feromonas a su alrededor ya estaban exhalando. Apenas eran matices perceptibles, ahogados por la fragancia más brusca que surgió después.

—Señor Hasmet, mis disculpas, no sabíamos que usted...

—¿Por qué se detienen? —la voz de Marc resuena en el estudio como un trueno distante, su porte llenando el espacio de una manera que casi parecía física. Con una presencia tan abrasadora, el estudio pareció encogerse ante su llegada.

Frenkie sintió el peso de la mirada de Marc sobre él, evaluándolo con una intensidad arrolladora. Frenkie gira la cabeza de inmediato, desviando su atención hacia el fotógrafo, quien parecía pasmado ante la inesperada intrusión. 

—Han oído, los señores Hasmet tienen cosas que hacer, apresúrense — Ronald surge desde atrás, poniendo a todos en alerta por la seriedad en su voz. Y a pesar de la atmósfera nerviosa que se había apoderado del estudio, la sesión continuó en un mar de inseguridad por parte del personal.

Frenkie se vuelve aún más rígido, moviéndose con dificultad entre las telas que lo rodeaban. Las indicaciones amables de su entorno apenas llegaban a sus oídos, eclipsadas por la inquietante presencia de los orbes dorados que lo observaban desde la distancia. Los flashes seguían destellando, y el obturador de la cámara continuaba su danza rítmica mientras el personal parecía moverse con una prisa inhumana. Dani, tan amable como siempre, intervino con suavidad, tratando de calmar los nervios del omega y asegurándose de que su atuendo y su postura estuvieran en su punto correcto. A pesar del caos que había surgido a su alrededor, seguía trabajando como una asistente diligente para mantener la imagen que quería mostrar la familia Hasmet.

Frenkie inhala profundamente. Marc inclina la cabeza. Frenkie traga con dificultad. Marc eleva una de sus cejas. Con un chasquido, Frenkie paro todo movimiento a su alrededor.

—Necesito un descanso.










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Un respiro. Era lo que Frenkie se encontró deseando entre todo el caos que había dejado detrás. El calor ya había subido hasta su cabeza, dejándolo confundido mientras la ostentosidad del palacio le dejaba mareado por un instante.

La costa de Anatolia era una vista refrescante como siempre, solo que no se encontraba con la misma concentración de siempre para poder admirarla como usualmente lo hacía. Toda concentración dentro suyo se había evaporado en el instante en que Marc piso el lugar, dejándolo inestable y consternado.

El calor de una bata sobre sus hombros lo alertó de inmediato. Frenkie, sorprendido por la repentina aparición detrás de él, desenfundó su arma, manteniéndola en alto durante un momento antes de bajarla lentamente. Ronald le observa con tranquilidad aún después de eso, inclinándose ante él en un movimiento que a Frenkie le pareció demasiado calmado.

—Hürrem.

Frenkie suspira y se gira, guardando la pistola entre las miles de capas que carga sobre él.

Estar con Ronald era raro para él, su relación no era mejor en

comparación con la de Marc, por lo que había designado a Ronald lejos de él. Un acto que le rompía el corazón cada día que su ausencia le carcomía desde adentro.

El silencio entre los dos se volvió incómodo, cargado de la tensión no resuelta que parecía haberse convertido en una constante entre ellos.

—¿Por qué estás aquí, Ronald? —inquiere finalmente.

Ronald se posiciona a su lado, dejando a Frenkie ligeramente sorprendido. Él siempre se mantenía detrás, sin intentar un acercamiento de más.

—Amir está preocupado por ti, Hürrem. Estás pasando por un momento difícil, y no quiere que te sientas solo en esta etapa.

Frenkie exhalo con irritación.

—No quiero su preocupación, Ronald. No puedo soportarla, al igual que la tuya —confiesa con sinceridad. Ronald baja la cabeza, mostrando dolor en sus facciones por sus palabras.

—Se que no estoy en posición de decirle nada, pero hice mi juramento hacia usted. Por lo que mentirle sería un pecado en mi posición —Ronald gira hacia él mientras le observa con intensidad—. Déjeme ser sincero, incluso si después aborrece mi presencia, déjeme no callar esta vez.

Frenkie observa a Ronald por un largo tiempo. La lealtad de Ronald era un hecho que incluso en esa situación no se podía minimizar. Confiar una vez más, era lo mínimo que se merecía.

Después de un rato, Frenkie asiente.

Ronald suaviza sus ojos, dejando que una tensión invisible sobre su cuerpo se evapore gradualmente. Su mirada baja hasta el cuello de Frenkie, donde el collar se asienta sobre su ya no tan delgado cuerpo. Donde el cuello de tortuga del mismo traje oculta la mancha negra que se esconde ahí.

—Como sabe, yo todavía no era parte de La Roja cuando Marc subió al poder del clan, por lo que no puedo testificar en primera persona — Ronald comienza a hablar, teniendo una pequeña torpeza en sus palabras cuando menciona el nombre de Marc sin regla alguna—Pero sé que antes de su liderazgo, las cosas eran diferentes. La familia de tu madre, los Demir, tenían un lugar importante en el clan. Tú madre fue entregada al harem con veinticinco años y con solo meses dentro de la propiedad principal el asesinato de Kadir Hasmet sacudió a La Roja y al mundo bajo. La Beyaz Güllerin Savaşı estalló dos días después de que Marc ascendiera.

—Mi madre...ella...—Frenkie tenía miedo de preguntar.

—Hasmet tuvo en su harem a 57 omegas y 20 betas no oficiales. Por lo que se, tú madre ni siquiera había sido llamada a los aposentos del Amir. Cuando el fratricidio empezó y su familia se involucró y se extinguió, ella escapó. 

—Primero a Berlín, pasando por ciudades de Tailandia y España, hasta llegar a Canadá — Frenkie interrumpe, recibiendo una mirada de aprobación de Ronald por la certeza de dicha información.

Había investigado por su cuenta después de conocer los orígenes de su madre, pero todo registró de los omegas de Hasmet y de la Beyaz Güllerin Savaşı había sido borrados por órdenes del Ögut. Las preguntas de Frenkie y los escasos registros fueron prohibidos para el omega por órdenes de Belma, en una preocupación de alterar más la brecha que dividía a Marc y Frenkie. Todo el clan pareció de acuerdo con ella.

—Después de conocer a tu padre, tu madre debió de vivir con el miedo de una de las reglas que existían en la Roja —Ronald continúa, haciendo ver en sus facciones una incomodidad que no se podía ocultar— Tu madre, al no servirle al Amir regente y quedar impura por casarse con alguien más, estaba sujeta a una de las reglas más antiguas y crueles de La Roja —explicó Ronald solemnemente —. De acuerdo con esa regla, debía dar a su primer hijo omega al clan, para que sirviera al Amir en poder.

—Ese omega prometido...—Frenkie sisea, dejando que una sonrisa cruel y molesta se asome desde la orilla de su labio—. Toda la ignorancia en nuestro primer encuentro fue mentira entonces. Marc sabía perfectamente quien era yo, y nunca lo dijo. 

Ronald niega y Frenkie quiere refutar, pero Ronald se adelanta antes de que la discusión empiece.

—Amir no sabía quién eras hasta después de esa primera noche juntos. Y la razón detrás de eso es más complicada de lo que imaginabas. La regla que mantuvo a tu madre con miedo, la que implicaba que debía entregarte al clan, fue eliminada por él hace años, poco después de que tu madre escapara. Marc no tenía motivos para buscarte antes, tu rostro y ser fue inexistente para él por años.

Un asunto sin importancia para un alfa que tenía planeado morir solo y dejar todo a los descendientes de su hermano. La formación del harem no era importante, mucho menos los regazos de los omegas que habían escapado hace más de diez años. Frenkie se sentía perdido ante esta posibilidad más viable, más aún cuando podía creerlo sin poner en duda alguna de las palabras de Ronald.

—¿Y mi padre? La caída de MAG fue debido a Marc, ¿verdad?

—La empresa nunca fue de su padre, Hürrem —Ronald vuelve a la formalidad y Frenkie se queda mudo por sus palabras—. Los Demir tenían suficiente influencia dentro del clan para administrar algunas corporaciones menores. Tu madre no llegó a América al azar; tomo una de las pequeñas corporaciones bajo la propiedad de los Hasmet y, con la documentación en manos de su familia, la hizo pasar como suya. 

Entre tantas empresas pequeñas alrededor del mundo, el clan no tiene el interés de estar al tanto de todas, y su plan funcionó perfectamente. Lo suficiente para hacerle creer a Jackson Claire que toda esa fortuna y propiedad eran suyas, adueñándose de todo después de casarse con tu madre.

Frenkie siente su labio temblar, mientras una nueva oleada de confusion le inunda. Sus pensamientos se mezclan en una confusión abrumadora, y su mente se esfuerza por procesar lo que acaba de escuchar.

—¿Cómo...cómo es que yo entre en esa complejidad como moneda de cambio?

Ronald suspira con fuerza y, buscando entre sus bolsillos, saca una cajetilla. Sus manos se detienen cuando toma el cigarro, después de lo que parece ser una consideración larga, vuelve a guardar todo a su lugar.

—Es cierto que Amir quiso expandir la influencia de La Roja hacia el núcleo de Occidente, por lo que se concentró en las propiedades de influencia en América. Con todas las preocupaciones sobre las deudas de tu padre y los préstamos excesivos, no nos costó mucho tiempo localizar la corporación cuyo nombre tu madre había cambiado — Frenkie, con ojos inquisitivos, observa a Ronald mientras este hacía una pausa. La habitación estaba sumida en un silencio denso, interrumpido solo por el tenue zumbido del aire acondicionado—. Llegamos a América con una advertencia clara: Amir quería recuperar lo que le pertenecía, incluso si eso significaba rescatar a MAG de entre las ruinas con o sin deudas. La corporación tenía la suficiente influencia en la región que buscábamos —La mirada de Frenkie seguía a Ronald, y la expresión de duda iba acompañada de una sensación de desasosiego— Fue un gran golpe para Jackson Claire saber que todo lo que tú madre había dejado no era suyo. Por lo que se aferró a los tobillos del clan, ofreciendo todo lo que le quedaba en ese momento.

Frenkie, con los ojos clavados en Ronald, asimila cada palabra con una mezcla de confusión y entendimiento. La realización llega a él poco después.

—A mí, me ofreció a mí.

Ronald frunce los ojos en una expresión culpa y lastima, haciendo que Frenkie se sienta aún peor.

—Él se negó, Hürrem.

Pero ese encuentro entre ellos ya parecía haber estado hilado desde hace mucho tiempo. Inevitable y caótico como la relación que han tenido, como tanto se han amado.

—¿Por qué, Ronald? ¿Por qué ocultarlo y llevarlo hasta este punto de quiebre? —la voz de Frenkie temblaba, llena de una mezcla de ira y turbación. 

—Se te oculto la verdad, y la guardo por la misma razón que yo tenía — Ronald se acerca, dos pasos hasta detenerse y volver a retroceder—. No quería que me odiaras por ocultártelo. Así que mi cobardía pudo más.

Frenkie inhala con fuerza, tocándose el pecho en un vano intento de estabilizar su desbocado corazón. Había tanta confusión que le atormentaba, como si una ceguera hubiera sido impuesta contra su voluntad. En medio de esa neblina pesada, la voz de Ronald surge entre sus sentidos mareados.

—Lamento traer tanto sufrimiento hacia a ti, soy un siervo inservible que ha fallado. Pero mi voto no me permite mentirte, que Alá me castigue si una mentira ha salido de mi boca contigo —Ronald se arrodilla frente a él, con los ojos hacia el suelo. Frenkie muerde el interior de su mejilla con fuerza, para después agacharse hasta su altura. Ronald entra en pánico ante eso, pero Frenkie le corta las quejas.

—¿Él te ha mandado a decirme esto?

Ronald le observa ido por un momento, en una expresión que Frenkie no puede descifrar con certeza. Después de un rato, el alfa sonríe ligeramente.

—Creo que sabes la respuesta a eso, Hürrem. 

Por supuesto que no. Un alfa tan orgulloso y obstinado como Marc jamás lo haría. Un alfa arrogante y reticente, solo podía ocultar todo en su corazón. Incluso si eso significará ocultarse así mismo también.























Beyaz Güllerin Savaşı—Guerra de las Rosas Blancas: Guerra que se dio entre las familias unidas al clan de La Roja. El fratricidio de los hermanos de Marc, se les llama Rosas blancas por la muerte de omegas y bebés.




—Besos Mirka

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