E P Í L O G O
«Dejemos de pensar tanto en el pasado, vivamos el presente y de ahí organizarnos bien para un futuro».
30 de Marzo, 2027
Elliot Lennon
Corro tras los mellizos que han pintado la pared con marcadores, llegando casi a agarrarlos, unos toque suaves suenan en la puerta. Los traviesos se esconden un poco cuando les hago unas señas.
Voy hasta la puerta encontrando a Afrodita y José, el último con cara de pánico. Los dejo entrar.
— ¿Cómo hago que una mujer deje de gustarme? —pregunta de repente, toma asiento con las manos temblorosas.
— Socorriste al lugar menos indicado.
— ¡Llegó su tía favorita, salgan!
Corren hasta Afrodita abrazándola, se esconden en sus brazos cuando los observo.
— A ver, te explico —se remueve en el sofá—: vi a una mujer en un café, todo normal, hablamos del clima y nos caímos bien por nuestras babosadas. Al momento de despedirnos, intercambiamos números, la seguí en las redes sociales y comenzamos a hablar así. En Enero nos volvimos a ver y...
— ¿Cuándo se conocieron?
— El año pasado, no interrumpas —cruza sus brazos—. Cómo decía. En enero al volvernos a ver fuimos al mismo lugar donde nos conocimos, tiempo más tarde...
— Se enamoró con sólo verla, fin de la historia —José sigue cruzado de brazo por la interrupción de su sobrina—. ¿Podemos ya ir a casa de Mimi?
Observo la pared llena de marcador con expresión seria, me levanto palmeando el hombro de José. Todos bajamos, mientras en el camino les recrimino a los pequeños acerca de dibujar la pared de esa forma.
El trayecto hasta el hogar de Mimi resulta largo, José no para de hablar acerca de aquella mujer de su edad y Afrodita juega en su teléfono con los mellizos haciendo un ruido alto.
Al estacionar en la vivienda, José sostiene mi brazo con fuerza señalando una parte de la casa, llevo la vista hasta el dichoso lugar antes de colocar una mirada de horror.
— ¿Te enamoraste de la mujer del señor Mohammed?
— No, o sea, sí... —traga saliva notoriamente— pero están divorciados, ¿No?
Bajamos del auto dejando la duda al aire, los abrazos no faltan y el regalo hacia la cumpleañera aún menos. Unas personas que, por mi parte nunca he visto se acercan a José llevándoselo lejos. Lo mismo pasa con Afrodita que termina marchando hacia una chica parecida a su difunta mejor amiga.
Una mano se posa en mi hombro, giro con dirección al hombre con algunas canas sobresalir de su cabello, su barba ha crecido un poco y no deja de intimidarme con esa mirada.
— Elliot, es un gusto verte.
— Señor Saeed —extiendo mi mano, la aprieta ligeramente antes de apartarse un poco.
— Vi a los mellizos, están un poco inquietos.
Una charla corta cruza por encima de nosotros, al culminar giro en busca de algo de tomar, agarro un vaso rojo dándole un pequeño trago a la bebida. Quema en mi garganta al principio, sin embargo, mi objetivo no es emborracharme, ya que, debo conducir.
Un hombre de mí misma edad choca conmigo, lo observo fijamente: su vestimenta está con algunos botones sueltos, el cabello desordenado y más borracho que nunca. Alberto Camacho. Silba moviéndose al sonido de la música, va hasta la mesa donde se encuentra Afrodita y compañía, comenzando a bailar.
Alberto comienza a bailar junto a la cumpleañera que se desatan ambos a romper la pista. Se mueven al compás y no se sabe quién va más borracho.
José llega a mi lado cantando la canción a todo pulmón, mi mirada incrédula viaja hacia él, pero no da importancia y sigue cantando. Al culminar esa canción, ellos toman asiento y yo me acerco a la mesa.
Pasamos el rato ahí, los mellizos en algún momento estuvieron en unos sofás jugando en mi celular y luego pellizcando a su tía. Cuando la fiesta está por culminar, Alberto toma la barbilla de alguien del grupo y presiona sus labios con esa persona. Todos abrimos los ojos de golpe, pero no indagamos en el tema.
[...]
Beso las mejillas de mis hijos cuando estoy por ir a la cárcel de Italia, ellos no pueden entrar, por lo cual, quedan con su tía afuera después de que ella haya salido.
Accedo al lugar encontrándola en el mismo sitio de siempre, por detrás de la espalda la abrazo sobresaltándola un poco. Río lentamente antes de separarme y posicionarme frente a ella, beso sus labios por unos segundos largos.
— A ver, mi hermana no quiso decirme, ¿tiene o no pareja?
Dejo la duda al aire libre, desvío el tema cómo puedo entrelazando nuestros dedos al hablar. En una mesa algo lejana a nosotros una mujer comienza a golpear a su visita. Trago saliva alejando las manos de Candy.
— ¿Jhony no ha molestado?
— No —sigo con la mirada fija en aquella mesa, siento sus dedos en mis cabellos.
Platicamos un rato acerca de cómo nos hemos sentido últimamente. Besos, entrelazados de dedos, caricias y palabras suaves.
— Creo que Afrodita y Alberto tienen algo... —menciono cuando ya la están levantando para llevársela.
— Espera —entrecierra sus ojos—. ¿Alberto Camacho?
Asiento un poco, se deja arrastrar por el policía con los ojos abiertos de par en par. Artículo con los labios un: "cuídate, rubia".
Salgo del lugar reuniéndome con Afrodita y los mellizos. En el punto exacto empiezo a platicarle acerca de varios temas a la vez y en algún momento ha reído.
[...]
Candy Moore
5 de Abril, 2027
Aquella noticia que recibí hace dos días sigue latente en mí, enciendo la televisión buscando con que distraerme. Susie ha sido llevada a un lugar por mal comportamiento, hoy es su regreso.
— No sabes lo bien que me sentí golpeándolo —dijo ella aquel día. Hoy no ha dado señales, por lo cual, respiro profundo escuchando la televisión de fondo y sosteniendo el libro: Creer en mí. En mis calurosas manos.
A medianoche la gran puerta de metal es abierta por un guardia nocturno que le indica a Susie entrar. No habla, simplemente se acuesta en su cama y se gira con dirección a la pared.
— ¿Susie?
— Déjame en paz, Candy.
Cierro mi boca sin opinar nada, sin embargo, me acerco a la cama de ella observándola. Sostiene la almohada fría contra su cabeza temblando ligeramente.
Zarandeo un poco, el uniforme de la cárcel baja revelando su hombro, tiene una marca bastante notoria que me hace soltarla de golpe.
— No opines nada del tema, por favor —susurra todavía con la almohada contra su cabeza. Asiento, aunque no pueda verme. Tomo lugar nuevamente en mi cama continuando con la lectura.
Los días siguientes pasaron igual. Estiro el cuerpo, retirando la sábana. Bostezo enormemente y escucho la risa de Susie.
— ¿Qué te pasa, loca? —pregunto con los cabellos alborotados y con la voz ronca.
— Está pasando la mejor escena del libro.
— A ver, ¿cuál? —sigo situada en la cama, aunque dormí lo suficiente siento que debo correr mucho.
— La chica se emborracha, me encanta —niego incontables veces.
Los quehaceres diarios para todos los presos son pautados, incluso, estar haciendo ejercicio me sienta bien. Correr por todo el alrededor me mantiene respirando tranquila, necesitaba eso.
Las visitas, los ejercicios, el respirar tranquila... todo en estos momentos me produce tranquilidad. Quizás no sea el lugar perfecto para decir que me siento plena, pero la verdad es que, mientras mi familia está bien, estoy feliz.
— ¡Noticia importante, rubia hermosa!
— A ver, cuenta —hago una pose diva cuando retiran las esposas de mis manos.
Cuchicheos acerca de Afrodita, mi rostro se vuelve pálido y tragando saliva espero que sea broma. Y más cuchicheos acerca de José enamorado de la madre de Carolina y los mellizos siendo más traviesos que nunca.
Cuando está el tiempo por pasar, lo observo fijamente.
— ¿Qué sucede? —detiene su parloteo.
— Bésame, Elliot Lennon.
— Cómo órdenes, Candy Moore.
El beso se vuelve largo y aquí me doy cuenta de las cosas. Por más que trate de alejarlo, nuestro final fue siendo pareja.
— Te amo, rubia.
Trago saliva y ya mencionarlo no lastima ni produce arcadas.
— Te amo, bonito.
«En medio de la tempestad, puede aparecer cosas que te salven la vida. Dinero, familia o amor que necesitabas de otra persona. El mío fue las dos últimas y no me arrepiento de involucrarlo, nuestros mellizos creciendo increíblemente rápido y las cosas que está logrando Afrodita me pone feliz».
Un final deseado.
Un final correcto.
Y un final perfecto.
«Mafia Moore podrá seguir en cualquier momento, pero es hora de las aguas calmarse para cuándo venga la verdadera furia, esto pasaría si se meten con los mellizos».
———————————
¡Hola, personitas del misterio!
¡¿Cómo les va?!
Un epílogo corto, bien tranquilo...
Quiero agradecerles por llegar hasta aquí, darle a conocer a los secretos de cada uno.
Pronto vendrá un libro importante, el de Afrodita que la verdad ansío porque le den a conocer esa parte.
Sólo me queda decirles, los amo.
Con amor: este intento de Escritora.
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