Acariciaste sus alas mientras dormía, Mael nunca te había permitido hacerlo y no porque tuviera miedo de que las estropearas sino porque a él le causaba placer.

Sí, de algún modo a él le excitaba mucho eso y tenía miedo de que lo supieras. Pero en ese momento ya era demasiado tarde, pues el albino puso una expresión linda, mientras sus mejillas se pintaban de carmín.

Entre sueños te pidió que lo siguieras tocando y tú aprovechaste eso para estimularlo por completo. Un rato más tarde, ya tenías a Mael lo suficientemente duro como para follarte, pero no te atreviste a más porque Ludociel te estaba viendo.