Pasó sus manos sobre su pecho, donde acarició suavemente sus pezones rosados mientras un suave gemido le salía de los labios.

Esa noche Mael se estaba autocomplaciendo. Accidentalmente había visto a Meliodas y a Elizabeth tener sexo mientras él se encontraba recorriendo el bosque del Rey Hada.

El albino no sintió celos ni nada por el estilo, sino mucho placer al ver lo que estaban haciendo. Mael nunca se había masturbado hasta ese momento. Sentía que su cuerpo estaba muy caliente y necesitado, así que no dudó ni un instante en desnudarse para tocarse un rato en la comodidad de su habitación.

Su mano derecha descendió hasta su virilidad, la cual comenzó a acariciar de arriba a abajo hasta ponerse completamente dura.

Mael no sabía que aquellas deliciosas sensaciones existían hasta que comenzó a sentirse muy excitado. Su pecho subía y bajaba con rapidez al igual que su mano derecha.

El arcángel estaba al borde del orgasmo, no le había tomado mucho para conseguirlo. Incluso le había ayudado el meterse dos de sus dedos en su caliente culo.

Cuando por fin Mael llegó al clímax, Ludociel entró inesperadamente a su habitación para llevarle la cena. El albino gritó avergonzado, pero por más que cubriera su cuerpo con las sábanas, era más que obvio lo que había sucedido y el azabache salió rápidamente de allí para intentar borrarse la imagen de un Mael lujurioso de la mente.