V
Tae estaba agotado, pero no podía permitirse una cabezada. No iba a descansar hasta saber del estado de Jungkook.
—¿Tae? —él se levantó de la silla como un resorte, buscando la voz de Jimin. Una vez lo vio acercarse por el pasillo, respiró más tranquilo—. ¿Por qué sigues aquí? Pensé que te habías marchado a casa.
Él lo tomó de la mejilla para plantar un beso en sus labios, ofreciéndole toda la empatía y cariño que necesitaba el chico después de una noche tan ajetreada.
—No puedo, Minie —aceptó sus caricias con gusto y trató de sonreír para que no viera lo aterrado que estaba—. Yo ... Fui yo el que le pidió que tomara esas pastillas. Si no lo hubiera hecho, ahora no estaría a punto de morir.
—Cariño, no va a morir —Jimin abrió sus brazos y Tae se apresuró a abrazarse a él, en busca de una calma que no era capaz de encontrar. Acariciando su cabello castaño, intentó tranquilizarlo—. Lo hiciste bien. Saldrá de esta gracias a ti.
—Pero, el médico ...
—El doctor Jung siempre se pone en lo peor, mi amor —Tae respiró hondo, escondiendo el rostro en el cuello de Jimin—. Vi con mis propios que tu intervención fue crucial. Lo único que podía ayudarlo a respirar. Tae, devolviste la vida a ese chico.
En el fondo, Kim Taehyung sabía que las palabras de Jimin tenían gran peso. Park socorrió a Jungkook unos minutos después de que él mismo clavara aquel catéter en su pecho y constató que Jeon estaba vivo. Si él no hubiera estado allí, Jungkook habría muerto en silencio, sin que nadie pudiera escuchar sus gritos de dolor por las dificultades respiratorias.
—Pero yo lo empujé a eso, así que no me moveré de aquí hasta que alguien me diga si está estable o si ...
Jimin fundió sus abultados labios con los de Tae, para sorpresa de este, que acabó cediendo ante el ritmo que comenzó a marcar su chico. Sin embargo, cuando se alejaron, faltos de oxígeno y con los corazones bombeando al unísono, Jimin dijo en un murmullo lo único que Tae necesitaba.
—Lo he visto.
Después de eso, decidieron bajar a la cafetería del hospital para tomar un café bien cargado y hablar entre susurros sobre lo que había pasado.
—Me han asignado como médico auxiliar en el proceso de rehabilitación de tu paciente —dijo sin alzar mucho la voz, tomando la mano de Tae sobre la mesa.
—¿Rehabilitación? ¿Eso quiere decir que ...?
—Sí —sonrió Jimin, observando el alivio en el gesto de su novio—. Jeon Jungkook evoluciona favorablemente.
—Menos mal, porque no sé qué habría hecho si ... —meneó la cabeza para alejar cualquier mal pensamiento acerca de Jungkook.
—Ese chico es un hueso duro, ¿sabes? —dijo Jimin, más interesado en aquel interno de lo que llegaría a admitir—. Había una gran cantidad de Haloperidol en su sangre, así que aguantó más de lo que nadie piensa.
Tae frunció el ceño. Si había rastros de la sustancia en sus vasos sanguíneos, eso quería decir que llevaba más tiempo del que había imaginado consumiéndola.
— ¿No era la primera vez? —el semblante de Park se oscureció, negando mientras removía su café. Tae se humedeció los labios, tomando con más fuerza los dedos de Jimin—. Entonces ... No pudo ser un error, Minie.
—No creo que lo fuera. Todas y cada una de las píldoras que consumió ayer eran distintas en tamaño y forma —él asintió, recordando los comprimidos que la enfermera llevó a la hora de la comida—, pero solo era una fachada, un envoltorio. En realidad, su última dosis solo estaba compuesta de Haloperidol.
Tae palideció nada más escuchar aquello.
Eso ... Eso era imposible, ¿verdad? Una sobredosis como la que tomó Jeon debería ser mortal.
—¿Qué?
—No tengo ni idea de por qué demonios alguien haría algo así, pero no se trata de una coincidencia, Tae —Jimin hablaba muy enserio y él lo sabía—. Lo único de lo que estoy seguro es de que, si hubiera habido una sola píldora más, su corazón no lo habría soportado, y en lugar de un trombo en los pulmones, habría sufrido un infarto letal.
La píldora que se llevó a casa, esa que extrajo del resto de pastillas, había sido la razón por la que Jungkook seguía respirando. Si Tae no hubiera roto las normas, si hubiera dejado que todo transcurriera como debía haber hecho ... Habría perdido a Jungkook para siempre.
—Jimin, esto es ...
—De locos, lo sé —dejó escapar un suspiro—. Seokjin tiene que saberlo, Tae. Es información confidencial y no debería estar contándotela, pero lo más probable es que hayan intentado matar a Jeon.
¿Quién le habría dicho a Tae que las cosas irían por un camino tan escabroso como el que se le presentaba? Apenas llevaba en su nuevo trabajo tres días y su único paciente acababa de sufrir un más que posible intento de asesinato.
¿Cómo explicar que él tomó una de las píldoras? ¿Cómo proteger a su recluso de todas las amenazas que surgían? Pero, lo más importante; ¿cómo proteger a Jungkook de sus propios demonios, esos que trabajaban a todas horas en su mente, destrozándolo y consumiéndolo?
—Minie, puedo ... ¿Puedo pedirte un favor?
Servicial, Jimin entrelazó sus dedos. Él haría lo que fuera por Taehyung. Si el castaño le pedía renunciar a todo, no dudaría ni un solo segundo. No importaba el qué ni de qué forma, Park Jimin le ofrecería el mundo a Kim Taehyung.
—Lo que sea, Tae.
Taehyung sentía remordimientos por no estar contándole toda la verdad. Solo se repetía que era por su bien, que lo amaba lo suficiente como para retrasar una charla que podía ponerlo en peligro también a él.
—Necesito verlo.
***
—Su madre está en un viaje de negocios, así que no debería aparecer ningún familiar —dijo Jimin tras asegurarse de que nadie lo descubría desbloqueando la habitación—. No creo que llegue hasta dentro de un par de días. Su agente está hablando con los médicos, procura no remover nada ahí dentro y todo estará bien, ¿de acuerdo?
La puerta cedió junto a un pitido de confirmación, avisando a Tae de que tenía minutos escasos para ver por sí mismo a Jungkook.
Se giró hacia su compinche, que miraba el final del pasillo en tensión porque podían ser pillados en cualquier momento, y tiró de su bata blanca. Jimin centró de nuevo su atención en Tae, ablandando el semblante, y dejando que él lo besara con intensidad por un instante.
—Te quiero —murmuró el joven psiquiatra.
—Y yo —lo apremió a entrar antes de que los vieran—. Ten cuidado, cariño.
Tae entró en la habitación después de compartir una cómplice mirada con Park y respiró hondo.
Las instalaciones eran los mejores, lo supo en cuanto vio el enorme cuarto. No escatimaban en gastos, tal y como le dijo Jin el primer día.
Tae titubeó al ver el cuerpo de Jeon Jungkook recostado en la amplia cama. Los tubos que lo ayudaban a respirar se veían verdaderamente incómodos, y conforme se fue acercando al enfermo, el pitido de la máquina se hizo más y más irritante.
Kim Taehyung no entendía el por qué de todo lo que estaba ocurriendo y no tenía ni la más remota idea de nada, pero había algo mucho más siniestro que saber la peligrosa situación que vivía Jungkook; sus manos.
Los finos dedos del joven doctor quemaban, rememorando el secreto encuentro que mantuvieron con la piel del pequeño de los Jeon. Sus yemas picaban, rogando por acariciar de nuevo la suave mejilla de Jungkook, y tuvo que aplacarlas al cruzarse de brazos porque la necesidad sólo crecía con el paso de los segundos. ¿Por qué? Él nunca tuvo el deseo de ese tipo de placeres cuando se trataba de sus pacientes. Debía reconocer que aquel chico de tez blanca y cabello azabache era muy atractivo, pero ... ¿Era esa la explicación?
Con cuidado de no romper el sueño reparador del muchacho, Tae se sentó al borde del colchón, a la distancia justa para poder observar su sosegado gesto sin molestarlo.
¿Quién podría decir que aquel hermoso rostro era el de un psicópata en potencia?
En un pestañeo, Tae se encontró delineando una pequeña marca que yacía en la mejilla de Jeon. Parecía un corte, un recuerdo demasiado viejo como para ser relevante en toda esa historia. E, irónicamente, el mayor creyó que era preciosa.
Puede que Jungkook notara el tímido roce de su doctor, aunque eso no importó cuando la pesadilla llamó a su puerta, retorciéndose y alimentándose de la bondad que escondió durante años. Sus músculos reaccionaron a causa de un recuerdo borroso, ese que no lograba situar en el tiempo y que siempre aparecía en los momentos de mayor paz y sosiego.
La entubación a la que estaba siendo sometido, lo agobió. Sus ojos, abiertos de par en par, toparon con la sonrisa de Kim Taehyung, pero ni siquiera su presencia allí consiguió que Jeon controlase ese miedo que llevaba grabado a fuego.
—Jeon, cálmate —dijo Tae, poniendo ambas manos en los hombros del chico, consciente de que aquel contacto no era el adecuado para un psiquiatra y su paciente—. No voy a hacerte daño.
Él empezó a ahogarse y necesitó de la ayuda de Tae para extraer todos los tubos que enviaban oxígeno a sus pulmones. La angustia lo atacó al principio, poco acostumbrado a respirar por sí solo después de haber sido asistido por más de doce horas.
Tae temió por su estabilidad, pero hizo una excepción con él. Las excepciones nunca son buenas, y Jungkook lo invitaba a cometer una detrás de otra.
—¿Te duele algo? —Jeon pasó la lengua por sus resecas comisuras—. No hables. Solo asiente o ...
—¿Doctor Kim?
La voz de Jungkook sonaba áspera, más grave de lo que ninguno de los dos recordaba.
—No te fuerces, puedo entenderte sin palabras —él acomodó la almohada tras su cabeza—. Y puedes dejar de llamarme así. Mi nombre es Taehyung.
Sin embargo, Jungkook temía dirigirse a él con tal intimidad.
En su memoria había lagunas, espacios vacíos que no guardaban nada en su interior, pero no había olvidado el bonito nombre de su doctor.
—¿Dónde ... Estoy?
—En el hospital —Tae dudaba sobre muchas cosas entonces y Jungkook vio la indecisión en sus ojos—. Sufriste una parada cardiorespiratoria y tuvieron que ingresarte aquí de urgencia.
—Yo ... Yo no lo recuerdo.
Aquella confesión asustó al castaño.
—¿Qué? ¿No te acuerdas de lo que ocurrió?
Jungkook negó suavemente, sintiendo una extraña ansiedad en su organismo. Algo le faltaba. Su cuerpo echaba de menos esa sustancia de la que había estado nutriéndose por más de dos semanas.
—Me siento ... Necesito ... —su garganta dolía horrores y solo quería aliviarse.
Tae había visto otros casos de dependencia a fármacos y los efectos que estos dejaban en los que los consumían, y odió ver en Jeon los mismos síntomas que en el resto.
—Jungkook —él lo miró, nervioso—, no te alteres. Estás así porque tus órganos piden Haroperidol. Sufres una desintoxicación, ¿entiendes? Debes acostumbrarte a vivir sin la droga que ha estado a punto de matarte.
Jungkook estaba enfermo y siempre supo que todas esas pastillas eran lo peor que podría tomar. Pero, aún así, aprendió a tragarlas, obediente.
—Toma la medicina, Kookie. Te hará bien.
—Es por tu bienestar, bebé. Mejorarás pronto si te la tomas toda.
Toda su vida había estado marcada por medicamentos. Los mismos que terminaron convirtiéndolo en un paranoico que mató a parte de su familia sin miramientos. Él no quería sentir esa dependencia, no quería seguir siendo un títere bajo los efectos de una droga que lo mataba lentamente.
—Necesito que pare, y solo lo hace cuando me dan las malditas pastillas.
—¿Qué? ¿Qué es lo que tiene que parar?
—Esa ... Esa voz —Jungkook comenzó a clavarse las uñas en las palmas de las manos, histérico—. ¿No ... No la escuchas?
—No, Jungkook —Tae vio una oportunidad en aquel caos—. ¿Qué está diciéndote la voz?
Eran murmullos, susurros sobre su pasado. Fantasmas que lo envolvían y tiraban de él, arrastrándolo al abismo del que nunca salió a pesar de haber abandonado esa endemoniada casa.
El rostro de su padre, descompuesto, desfigurado por todos aquellos cristales que se hundían en su carne. La sangre en sus manos, fresca y caliente a la vez, marcándolo para siempre como un asesino.
—No lo sé —se golpeó la cabeza contra sus manos, harto de vivir así—. No sé qué dice, pero duele mucho —mordió su labio, combatiendo aquel lacerante sonido con el dolor físico; como siempre—. Me perfora, me agujerea y ... Me obliga a hacerle caso —sollozó—. Vendrá a por mí si no lo hago. Me tirará otra vez y ... Y ...
Esas voces desaparecieron en el momento en que Tae sostuvo su rostro, obligando al paciente a fijar sus ojitos llorosos en los suyos.
Él estaba aterrado porque el estado de Jeon era peor del que pudo imaginar. La esquizofrenia había derivado en una paranoia demasiado agresiva para la débil mente de su paciente y no tenía tiempo para curarlo. Las voces de las que él hablaba acabarían desgastándolo antes de que Tae pudiera siquiera llegar a encontrar un motivo, una razón a aquella locura.
—Escúchame a mí. Solo a mí, Jungkook —dijo el chico, canalizando el deseo de acercarse a él—. ¿Me escuchas?
Jungkook asintió, fascinado por la firmeza con la que Tae estaba soportando sus delirios más estremecedores.
—Dice ... Dice que eres mi siguiente presa —Tae vio la mirada oscura de Jungkook y entendió que su vida estaba en peligro; que aquello no era un juego de niños—. Dice que debo matarte.
—¿Tú quieres hacerlo? ¿Quieres matarme, Jungkook?
Jungkook dudó, helando la sangre de Tae.
¿Quería ver su cabeza rodar por el suelo? ¿Sacar sus brillantes ojos de las cuencas y admirarlos como si fueran joyas? ¿Deseaba ver sangrar a ese joven hasta la muerte? ¿Amputar sus articulaciones y rasgar su blanca piel hasta que el carmín la bañara por completo?
—Quiero ... Quiero ...
—¿Quieres algo afilado para clavármelo? Puedo buscar un cuchillo, si es lo que quieres —Tae estaba pasando los límites. Se estaba arriesgando más que nunca, pero tenía que llevar a Jungkook a su terreno y ese era un paso obligatorio. O eso creía—. También puedo cortarme yo. ¿Te gustaría ver mi sangre, Jungkookie? ¿Es eso lo que quieres?
—¿Lo deseas, Jungkook?
—Sí, quieres tenerlo a tu disposición y despellejar a tiras su pellejo.
—No lo niegues ... Te encantaría cortar sus dedos en pequeñas rodajas.
—Su voz es hermosa, ¿no crees? Imagina lo bien que sonarían sus gritos.
—Hazlo, mátalo. Él te lo está pidiendo. Cumple sus demandas.
Las voces eran claras para Jungkook. Sacaban sus caprichos más depravados, empujando a su manipulable cerebro a caer de nuevo. Lo manejaban a su antojo, de la forma en que querían. Él era un muñeco en manos de aquellas maníacas voces, un muñeco que se dejaba moldear desde hacía años.
Había pasado por los peores calvarios, exento de una salvación de la que nunca fue merecedor, y ... Pese a todo, aquella fue la única voz que le devolvió un poco de juicio en plena crisis de identidad. Bastó con escuchar ese infantil apodo para que algo se accionara en su perturbada mente y Jungkook volviera en sí, aunque solo fuera algo momentáneo.
—Me ... Me llamaste así ... Jungkookie ...
Tae no esperaba esa respuesta en absoluto. De verdad creyó que Jeon tomaría el vaso de cristal de la mesilla y lo estamparía contra su cabeza. Él realmente vio la sed de sangre en las dilatadas pupilas de Jeon, alertándolo de que su control era nulo.
Kim Taehyung solía poner diminutivos a todas las personas con las que entablaba una amistad o mantenía una relación cercana desde niño, y esa madrugada, viendo que Jeon estaba cerca de la muerte, cerca de un final injusto, comenzó a llamarlo de esa manera. No supo el por qué, aunque tampoco buscó una justificación.
Simplemente, escrutó el desorientado gesto de Jungkook y se percató de que no había olvidado todo lo que aconteció en el psiquiátrico entonces.
—Fue cuando no podía respirar y tú ...
Tae no tardó en sonrojarse, avergonzado por haber tratado así a un paciente. Existía una línea cuando se trataba de su trabajo y su vida personal, una fina línea que nunca había traspasado, pero que ese chico había roto desde el primer minuto.
—¿Lo recuerdas? —dijo, intentando orientarlo hacia su pérdida de memoria.
—Es como ... Como un ancla —Jungkook frunció el ceño, descubriendo la ausencia de las voces—. A partir de eso puedo recordar partes sueltas. Otra voz hablando y ...
Jimin. Él escuchó la llamada con su novio, pero desconocía de dónde provenía ni de quién se trataba.
Lo asustaba tener el poder de ayudar a Jungkook de aquella forma tan íntima, pero debía aprovechar que él parecía rendido y bajo de defensas para indagar todo lo posible.
—Jungkook, tú ... No has respondido mi pregunta.
No estaba seguro de qué había desencadenado Tae en él, pero aquellos susurros moribundos se esfumaron, dejando paso al lindo diminutivo que él había utilizado. Tae tenía la capacidad de sostener a Jungkook antes de que este cayera en una de sus crisis, y eso revolvió el estómago del joven Jeon.
¿De verdad aquel desconocido tenía tanto poder sobre él, sobre su mente?
—Estoy hecho para eso. Quitar vidas es lo único que sé hacer, lo único que me anestesia. Me da seguridad, confianza, p-pero no sé si disfrutaría matándote —Tae tragó saliva, vislumbrando algo de lucidez dentro de la mortífera ideología que crecía en la cabeza de Jeon Jungkook—. Hay personas que merecen vivir en lugar de otras, Tae. Hay personas que nacen para hacer daño a otras, como yo —el castaño alejó las manos de su rostro, dando espacio a Jungkook—. No creo que merezcas que te mate. Yo ... Preferiría descuartizar a alguien que no fueras tú. Eso sería mucho más estimulante.
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