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III

Dejó el abrigo en el perchero y sus carpetas en el mueble de la entrada. Solo se deshizo de los zapatos y fue directo al despacho, apretando en su palma la píldora.

—¿Cariño?

Tae se lamentó porque de verdad esperaba que Jimin estuviera todavía en el hospital. Debía ser rápido porque no podía contarle nada de eso a él.

—Sí. Estoy en casa —dijo, caminando hasta la cocina, donde Jimin terminaba de fregar unos platos que debía haber utilizado a la hora de la cena.

—Lo siento, Tae. Estaba hambriento y no te esperé para cenar —dijo este junto a un tierno puchero.

Tae caminó hasta él, mostrando su devoción de siempre al que llevaba más de dos años siendo el amor de su vida.

Jimin cerró el grifo y sonrió de oreja a oreja cuando su precioso novio tomó sus rechonchas mejillas antes de plantar un dulce beso en sus labios.

—No te preocupes, Minie —murmuró él, viéndose atrapado por los labios de Park—. Ya he cenado.

—¿Con Jin?

—Sí —él abrió de nuevo la corriente de agua y continuó con su tarea—. La verdad es que tengo que revisar una cosa que me ha pedido. ¿Te queda mucho con eso?

—Un par de minutos —Jimin le sonrió, haciendo así que sus ojos se volvieran dos líneas negras—. Después me cuentas cómo ha ido.

—Vale —besó el pómulo de su novio y dio media vuelta—. Miro una cosa y vuelvo.

—De acuerdo —canturreó mientras Tae se alejaba en dirección a la biblioteca que compartían.

Entró a la habitación y fue directamente al escritorio. La lupa estaba en su lugar, así que la tomó y encendió la lámpara. La píldora brilló bajo el reguero de luz, pero Tae encontró pronto lo que andaba buscando.

Haloperidol ... —se dijo tras detectar la marca escondida que aseguraba la procedencia de la pastilla.

Con una mueca, se dirigió hacia la sección de la extensa colección de libros en la que guardaba todos los volúmenes relacionados con la esquizofrenia.

Tanteó por unos segundos sobre los lomos de unos libros hasta que topó con el indicado.

Devolvió la pastilla al bolsillo de su camisa y sacó el polvoriento libro de su lugar, temiendo lo que iba a confirmar si se hallaba en lo correcto.

El chico se dedicó a pasar las hojas hasta alcanzar el apartado que buscaba, ese en el que se hablaba de todos los tipos de antipsicóticos habidos y por haber. Fue guiándose con su dedo índice por las líneas de aquella página, hasta que el nombre del comprimido que había extraído esa tarde de la dosis de Jungkook apareció en mayúsculas.

—Mierda ... —maldijo a la nada.

—¿Tae? ¿Qué haces?

El castaño se aseguró de que la píldora estaba en un lugar seguro y se volvió hacia Jimin, que se acercaba a él con el ceño fruncido.

—Buscaba información sobre ...

—¿Antipsicóticos típicos? —dijo tras leer el título del capítulo en el que su novio se había detenido—. ¿No son esos los que dejaron de usarse? Ahora se utilizan los atípicos, cariño.

—Lo sé. Es solo que ... Tuve una duda en el psiquiátrico y Jin no supo respondérmela.

Tae sabía que Jimin le apoyaría en todo. Confiaba por completo en él, pero no quería involucrarlo en un tema tan delicado como aquel. Había infringido una de las principales normas de cualquier centro médico; extraer de sus instalaciones material o medicamentos sin autorización.

Debió haberle contado sobre aquello a Jin, pero algo le decía que él lo dejaría estar, sin darle la importancia que realmente tenía el intentar suministrar a un paciente una pastilla como esa en su estado. Ni siquiera sabía si eso llevaba pasando más tiempo o si no era la primera vez que incluían en su receta aquella píldora, pero tenía el presentimiento de que así era.

Jin era un gran profesional, pero nunca admitiría un error por su parte, y Tae quería ocuparse de la salud de Jungkook lo mejor posible. Sin que su mejor amigo interviniera en ella.

—¿Qué clase de duda? —los ejercitados brazos de Jimin lo rodearon desde la espalda, envolviéndolo con cariño.

—No estaba seguro de si esta clase de antipsicóticos podían llegar a alterar la parte emocional del paciente, así que ...

—Bueno, ahí dice que sí, ¿no? —los abultados labios de Park Jimin comenzaron a repartir algún que otro beso por su cuello descubierto—. Pone que pueden controlar bastante bien las alucinaciones, pero que no se encargan demasiado de ...

—Las tendencias suicidas —concluyó Tae, empezando a ver claras evidencias de que Jungkook había estado tomando ese comprimido.

Por lo poco que había hablado con él, parecía lúcido la mayor parte del tiempo. No había síntomas de ninguna clase de delirio en él, pero sí de una alta tendencia a auto infligirse daño. Tampoco le daba valor real a su vida, y eso asustaba bastante a Tae.

—¿Es por el chico al que estás tratando?

—Sí —terminó admitiendo cuando los dientes de Jimin empezaron a jugar con su cartílago—. Hoy ha tenido algo parecido a un brote y creo que le han estado dando haloperidol las últimas semanas además de SINGULAIR.

—¿Sin saber su diagnóstico? —él asintió—. Deberías hablarlo con Seokjin.

—Supongo, pero no sé si es eso lo que lo está atormentando ... A lo mejor ...

—Pero lo descubrirás pronto, cariño —ronroneó en su oído—. Eres el mejor en lo que haces.

Los dedos de Jimin se adentraron bajo su camisa y Tae respiró hondo. Él conocía las técnicas favoritas de su novio para cuando estaba necesitado de mimos.

—Jimin ... —lo nombró, pero él lo ignoró y tomó su cintura para dejarlo apoyado contra el escritorio. Sintió su lengua barrer bajo su quijada entre pesados suspiros—. Debería llamar a Jin para avisarle de esto ... Él debe seguir allí y podría ...

—Tae ... Eso puede esperar un poco, ¿verdad? —se hizo paso entre sus piernas y lo impulsó para que quedara sentado sobre la madera. Unió sus labios en un beso que despertó en ambos una sed demasiado fuerte, incontrolable a esas alturas—. Te noto tenso y sabes que yo soy un experto en relajarte, cariño.

Tae sonrió tímidamente ante su propuesta, pero su mente se desentendió de todas aquellas preocupaciones en el instante en que acarició el abdomen de Jimin. Él se ocupó de desabotonar la camisa de Tae y de susurrarle cientos de palabras que solo lo excitaron más y más.

—Minie ... —murmuró él al notar los expertos labios del contrario serpentear por su pecho—. Voy a llamar a Jin ... Solo ... Un segundo ...

—Relájate, mi vida —Tae se entregó a él en un suspiro de pura satisfacción, percibiendo la urgencia con la que Jimin se pegaba a él—. No pienses en trabajo ahora ...

Pero Tae no podía permitirse eso, así que tanteó sobre la mesa a ciegas hasta que atrapó el teléfono inalámbrico, nublado por la humedad de los besos que Jimin le robaba.

—Será un segundo, Jiminie ... —pero él no parecía estar por la labor de detenerse.

—Por dios, Tae ... —se sacó la camiseta, enviándola a algún rincón del cuarto y exponiendo ante su acalorado novio el buen físico que poseía—. Hazlo rápido o juro que Jin-hyung te escuchará gritar.

Kim Taehyung asintió y sus dedos marcaron de memoria el número del despacho del director Kim Seokjin.

Jimin se encargó de echarlo sobre el escritorio, apartando los papeles que estorbaban y deleitándose con la imagen del castaño, que se debatía sobre si había sido buena idea llamar a Jin. Los tonos se sucedieron y Park se desabrochó el pantalón, obnubilado por la respiración irregular que se había apoderado del hombre al que amaba.

El contestador saltó y Tae maldijo a la par que Jimin decidió centrar su atención en los vaqueros que él traía puestos. Tras aclararse un poco la voz, dejó el mensaje.

—Jinie, soy Tae. Verás ... —contuvo la respiración y su otra mano viajó directa al cabello negro del ajetreado Jimin, que jugaba cerca de su entrepierna sin pensar en que Jin escucharía los gemidos de gusto que empezaba a arrancarle—. Creo que la enfermera que atiende a Jungkook ha estado dándole un medicamento que no le ... No le viene nada bien.

—Cariño ... —lloriqueó él, ganando como respuesta que Tae flexionara más sus piernas para él.

Con una sonrisa cargada de lujuria, Jimin se situó sobre él a horcajadas.

—Así que, si no te molesta ... ¿Podrías pasarme por correo la receta? Sé que hemos hablado de eso esta tarde, pero de verdad creo que es importante que lo sepa ... —la risa de Park escandalizó a Tae, que decidió acabar con la llamada lo antes posible—. Sé que el SINGULAIR tampoco debe ser nocivo en dosis pequeñas, sobre todo si él padece de asma crónico ... Pero, la mezcla de los dos comprimidos ... —Jimin lo besó, desesperado por su atención y por que colgara de una buena vez—. Puede estar afectando a su control natural de síntomas depresivos. Por eso ... Por eso está desarrollando tendencias suicidas. Pásamelo cuánto antes, por favor. Buenas noches —dejó el teléfono en alguna parte, listo para echarle la bronca a Jimin por ser tan impaciente—. Maldita sea, Park Jimin. ¿No puedes ... No puedes esperar un minuto?

—Tae, no puedo controlarlo ... —se inclinó para devorar la sedienta boca de su pareja—. Me excita demasiado escucharte hablar en términos médicos. Ya lo sabes.

El chico rió por aquel comentario y dejó que Jimin continuara desvistiéndolo, sobrepasando el límite entre la cordura y la razón. Él perdió la noción de la realidad tan pronto como la ropa interior de ambos desapareció.

El amor con el que se tocaron esa noche fue especial y los dos lo sintieron cuando se fundieron en uno solo.

El despacho era el cuarto más alejado de los vecinos, así que no les importó hacer más ruido del normal. Fue por eso que los gemidos y gruñidos que empaparon sus cuerpos ocultaron cualquier factor externo que intentara perturbar aquella sesión tan íntima y placentera que se prolongó por horas.

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