Danya, 5 años.
Estábamos jugando en la sala de la casa. Mamá estaba en la cocina, tal vez preparando comida para ella.
—¡Y entonces el avión explotó y todos hicieron así!— dijo Tam tumbandose en el suelo y muriéndose con la lengua afuera.
Kae se acercó a ver si estaba despierto y este se levantó asustandolo, me reí de ellos mientras Yena también lo hacía.
—¡Quiero jugar, quiero jugar!— gritó Yena a mi lado.
Mamá entró a la sala muy linda y bien vestida, a Yena le brillaron los ojos al verla.
—Mami, mami, mami, ¿Podemos jugar? ¿Vamos a salir?— preguntó ella intentando acercarse, pero Tam la cargo para impedirlo.
—Voy con mami, nito, déjame.
Yena intentó zafarse de su agarré hasta que vió la mirada de nuestra mamá y se detuvo mirándola con miedo.
—Cállate, hablas demasiado, las personas no hablan tanto— le dijo, no era la primera vez que lo hacía.
Nos miró a todos y recogiendo su bolso, salió de la casa dejándonos solos.
Yena comenzó a llorar mientras Kae me abrazaba con el tren que me había regalado ese niño en sus manos.
—¿Mami no me quiere?
—No es eso, Yena, es que está enferma.
—¿Enferma?
—Si, ya verás que cuando mejore te tratará mejor.
—Mamá nunca mejora —murmuré yo—. Siempre grita y arroja cosas, te golpea y la defiendes. Hizo que se llevarán a papá lejos.
—Danya...
—Se llevaron a papá por ella, ¿No? Esos hombres, ella les dijo que él la golpeaba cuando era mentira, por eso se lo llevaron lejos.
—Te dije, solo está enferma, ella no era así— dijo dejando a Yena a su lado.
—¿Entonces es por nosotros? ¿Es porque nacimos que se puso así?— pregunté, algunas veces él decía que cuando nosotros no habíamos nacido las cosas no eran así.
—No es eso.
—¿Entonces qué es?— pregunto está vez Kae.
Tam nos miró y soltó aire por la boca fuertemente. Se levantó y sonrió.
—¿No tienen hambre? Vamos a comer algo— dijo perdiéndose en la cocina siempre hacía eso.
Kae, Yena y yo volvimos a jugar, Yena estaba en silencio. No hablaba luego de ser regañada por mamá, algunas veces duraba días sin hablar.
Luego de unos minutos Tam volvió a la sala con una bandeja con panes y jamón. Kae refunfuño al notarlo y yo solo lo ignoré, tenía hambre y no me importaba.
—Siempre pan, siempre pan— dijo tomando uno de mala gana.
—Es lo único que hay, Kae.
Comimos en silencio a partir de ahí, al terminar ayudamos a Tam con las tareas de la casa y en la noche volvimos a cenar pan con jugo para acostarnos.
Dormíamos todos juntos en una sola cama en nuestro cuarto.
Tam nos arropó y apagó las luces para dormirnos.
Nos despertamos igual de temprano que siempre, estábamos ayudando a Tam con el desayuno.
Mamá estaba en la mesa con su teléfono, cuando todos nos sentamos a comer los espaguetis que tan había hecho ella nos miró.
Probó el que Tam le había servido en su plato mientras él bajaba la cabeza agarrando sus manos.
Tenía los dedos rojos, algunos de éstos vendados con curitas al igual que parte de sus muñecas y antebrazos. Todo porque se quemaba cocinado.
Mi mamá hizo una mueca y tiró el plato al suelo enojada.
—Esto sabe a mierda, no sabes hacer nada bien— dijo levantándose.
Tam se encogió en su asiento.
—Levántate— le ordenó quitándose la correa de la cintura.
—¿Qué?
—Que te levantes.
Mi ojos se llenaron de lágrimas al saber lo que seguía. Tam se levantó quedando frente a ella.
Mi madre le dió el primer correazo, pero Tam no reaccionó. Nunca lo hacía, nunca lloraba, nunca se defendía. Solo decía que todo estaba bien.
—¡Aprende a hacer las cosas bien, pedazo de mierda!— le gritó soltando varios correazos.
—Mami, no le des— dijo Kae, la miré nerviosa.
Mi mamá dejó de pegarle a Tam y lo miró furiosa, Tan levantó la cabeza al notarlo, sus ojos estaban rojos y brillosos pero ni una lágrima sobresalía.
—No soy tu madre, ¡No lo soy! —grito acercándose para tomarlo del codo—. Eres hijo de esos malditos violadores, eres un maldito estorbo. ¡No debiste nacer!
Me levanté para intentar agarrar a Yena pero ella se aferró a las piernas de mi mamá.
—No le pegues, no hizo nada— murmuró llorando.
Me acerqué para apartarla pero antes de hacer algo mi mamá sacudió su pierna empujándola lejos y soltando a Kae quién lloraba.
—¡Cállate, no hables! Yo no los quería tener, él me obligó, solo son unos malditos estorbos. Ojalá los hubiera a abortado, ¡A todos! —nos miró furiosa, y me señaló—. Esos malditos hombres, ellos arruinaron mi vida. Primero fuiste tú, y luego los otros dos, debí matarlos en cuanto me enteré del embarazo, debí hacerlo.
—Mamá— volvió a murmurar Kae en el suelo.
Ella le dió una patada y yo me escondí con miedo detrás de la silla. Tam corrió hacía ellos pidiéndole que parara, pero solo consiguió que lo golpearan.
—Tu también Tam, solo eres una maldita decepción más, siempre defendiendo a éstos malditos estorbos. Deben de morir todos.
Mi madre salió de la casa furiosa.
Lo pensé unos minutos antes de salir e ir a abrazar a Yena que lloraba muy alto.
—Lo siento —se disculpó Tan, intentando consolar a Kae—. Mamá solo está enferma...
Solté a Yena enojada, yo estaba llorando al igual que todos excepto por él.
—¡Solo eres un mentiroso! Mamá no está enferma, nos odia, todo por culpa de ese maldito —señalé a Kae enojada—. De no haber sido por él no estaríamos así, y tú sólo te disculpas por ella. ¡Eres peor que ella! ¡Te odio, yo también los odio a todos ustedes!
Mientras intentaba secar mis lágrimas Tan se levantó y me tomó por los hombros obligándome a verlo.
—¿Qué crees que dices? —su mirada me hizo temblar, estaba realmente enojado—. ¡No puedes culparlo por nada cuando no sabes nada! ¡No puedes odiarnos porque somos tus hermanos, la única cosa que tienes! ¡No puedes decir nada, porque cuándo algo pasa corres a esconderte, no puedes decir nada porque tú también tienes la culpa!
Retrocedi cayendo al suelo, Tam había empezado a llorar, era la primera vez que lo veía haciéndolo y además de sus lágrimas se veía como mamá cuando nos pegaba, daba miedo.
—¡Los estorbos aquí son ustedes! Todo era muy feliz antes de que vinieran. ¡Mamá tiene razón, debieron haberse muerto! —intentó secarse las lágrimas sin éxito—. Ya estoy harto de ustedes, hago las cosas que no debería hacer para que estén bien, asumo la culpa por ustedes, hago todo por ustedes y no son capaces de comportarse. ¡Yo quiero ser un niño normal, lo quiero, pero no puedo por culpa de ustedes!
Tam no se veía aterrador por el hecho de que fuera la primera vez que se desahogaba, se veía aterrador por qué sus palabras no eran de las de un niño. Mucho menos las que él diría.
—A veces deseo nunca haber deseado tener hermanos, yo soy quién en verdad los odia...
Tan se arrodilló en el suelo secando sus lágrimas, que, por más que lo intentaba no conseguía secarlas del todo.
—Yo quiero ser normal, quiero salir, jugar y no ser obligado a servirles por qué "es mi deber"
Pegué mis rodillas a mi pecho en el suelo y escondí mi cabeza en esta reprimiendo mis sollozos.
La sala solo estaba inundada por los sollozos de Kae y Yena.
Tam tenía razón, la mayoría de veces que sucedía algo yo me escondía o me quedaba en silencio como si nada pasara. Pero no podía culparme, yo solo no quería que me pegaran.
—Lo siento —dijo Kae llamando mi atención—. Lo siento por nacer, de verdad.
Kae se acercó a Tam y lo abrazó mientras Yena se aferraba a mi cintura escondiendo su cara por mi espalda.
—No me odies, no es mi culpa— pidió Kae entre sollozos.
Tam lo miró con los ojos fijos y más abiertos de lo normal, sus ojos brillaban más de lo normal y su rostro temblaba al igual que sus manos que había dejado al aire al intentar abrazarlo.
—Perdón —dijo él con la voz quebrada—. Yo no quería decir eso, no es lo que realmente siento. Solo... Solo no pensaba bien, perdóneme. No debemos odiarnos entre nosotros porque somos lo único que tenemos, no debemos traicionarnos ni insultarnos. Por favor perdón.
Me miró mientras lloraba y con Yena me acerque para compartir un abrazo entre todos.
—Lo siento, no quería decir todo eso, de verdad. No es lo que pienso de ustedes, son todo lo que tengo, nunca desearía sus muertes— dijo antes de que su voz terminará de quebrarse.
—No pasa nada, no pasa nada— murmuré, era lo que siempre decía Tam.
Sentí un beso mojado debajo de mi oreja y abracé fuerte a mis hermanos. La forma más común de Tan de pedir perdón o demostrar afecto era un beso.
«★꧁༒☨༒꧂★»
Las cosas continuaban normales, habíamos decidido olvidar lo que había pasado el día anterior.
Estábamos en la puerta del baño, era mi turno, mamá nos bañaba los domingos, los demás días lo hacíamos nosotros.
La razón de eso era que todos los domingos venía un señor extraño a verla y quería que estuviéramos lindos.
—Danya, camina.
Entré al baño quitándome la ropa y entrando a la bañera, ella estaba en una cubeta. Dentro de la bañera debajo de la ducha estaba la bañera grande de plástico que papá nos había comprado.
Entré a ella llena de agua y dejé que me lavara el cabello.
—¿Por qué te gusta tanto ir al parque del frente?— preguntó ella.
La razón era por ese niño, era mi primer amigo, quería ir, habían pasado tiempo desde la última vez. Quería conocerlo más, pero no podía salir.
—Me gustan los parques.
—¿Por eso enterraste a tu pollo allí?
—Si, Tam dijo que él estaba en un lugar muy lindo con flores y más amigos, así que puse su cascarón en un lugar así, pero más feo— dije jugando con el agua.
—¿Cascarón?
—Si, Tam dijo que los cuerpos solo son cascarones que albergun, arbergen— fruncí el ceño al no saber decir lo que él había dicho, me era difícil.
—Albergan— dijo ella, eso era justo lo que quería decir así que la volteé a ver.
—Eso, él dijo que albergan esencias que es lo que nos hace ser uno, que cuándo morimos esas cosas se van a otro lugar muy lindo y solo queda el cascarón vacío.
Lo dije como Tam lo había dicho cuando le pregunté dónde estaba mi pollito.
Mi mamá frunció el ceño y me agarró la cabeza echándome para atrás.
—Hablas mucho tu también.
Me tiró hacia atrás metiéndome en el agua con fuerza, intenté forcejear, pero mi fuerza no podía contra la de ella.
Mi garganta dolía, se había comprimido tanto que sentía que iba a explotar.
No podía respirar y por mi nariz subió agua haciendo mi cabeza doler mucho.
Podía ver su sonrisa a través del agua, intentaba salir, pero no podía. Cuando empezaba a verla lejana de repente me solté y pude salir a respirar.
Todo mi pecho dolía mientras intentaba tomar aire desesperadamente.
—Danya— dijo Tam agarrándome.
Miré con lágrimas en los ojos como mi madre salía como si nada del baño.
—Ay, perdón, ¿Estás bien?
Solo asentí, esperaba que mamá se disculpara tal y como lo hacía Tam por ella, pero eso nunca sucedió.
Deseaba ser cómo Tam, Tan era alguien increíble y era mamá para mí. El era una verdadera madre, en la que estaría dispuesta a gastar las salivas para pronunciarlo las veces que fueran necesarias.
—Mami— murmuré abrazándolo.
—No soy mamá, Dana —dijo correspndiendome, a pesar de que estaba mojada.
—Lo sé.
—Ven, ponte ropa, ningún varón puede verte así. Ni siquiera yo.
—Está bien.
Salimos del baño después de vestirme, no iba a hablarle a nadie. Solo nos sentamos en los muebles con muñecos a ver los muñequitos en la televisión.
Mamá estaba esperando a su amigo, sabíamos que no debíamos molestarla, pero Yena, que solo era un niña, no entendía bien y fué hasta ella. Cuando nos dimos cuenta ya era tarde.
—Mami —fué lo que dijo Yena tirando de su ropa con insistencia—. Leche.
Mi madre dejó lo que hacía para mirarla excesivamente mal. Yena tembló e intentó alejarse cuando está la tomó del pelo.
—Mami.
—¿No te he dicho que no hables? ¿Cállate, no digas una sola palabra, tu voz es irritante?
Me levanté queriendo ir ayudar, pero me detuve al no querer ser golpeada.
—Pero— mi mamá le volteo la cara de un bofetón desatando sus llantos.
Yena empezó a llorar escandalosamente.
Mi madre se enojó aún más jalandola del pelo, por mi lado pasó Tam intentando calmarla.
—Cállate, cállate, cállate— repetía mi mamá sin detenerse.
Por Tan intentar intervenir se llevó un empujón por parte de mi madre que lo llevó a caerse. No supe qué hacer cuando comenzó a golpear a Tam en el suelo.
No supe qué hacer cuando Kae corrió hacia el teléfono residencial a llamar a alguien. Menos cuando mi madre lo vió.
—¿Qué crees que haces? —fué lo que le preguntó mientras se acercaba—. Maldito bastardo, no se porque te tratan como su hermano cuando no lo eres.
No supe a qué se refería, pero agarró a Kae del cabello tirándolo al suelo.
—Ya no hablaré, no le pegues— lloraba Yena.
Mi madre parecía fuera de sí, sus ojos eran diferentes. Empezó a apretar el cuello de Kae en el suelo. Miré a Tam para que hiciera algo, pero este no podía moverse muy bien en el suelo.
Miré nerviosa la cocina y los volví a mirar, los ojos de Kae se volvían blancos y su cara muy roja. Corrí hacía la cocina tomando un cuchillo y volví a la sala.
No lo pensé mucho y corrí hacía ella incustandoselo en la espalda. Solo así soltó a Kae.
Pensé que se detendría, pero no. Solo se volteó y me abofeteó para empezar a ahogarme, justo como lo hacía con Kae.
Empecé a removerme para intentar zafarme, no podía respirar bien y empezaba a ver borroso.
Intenté pronunciar un "mamá" no lo decía libremente desde que intuí que no le agradaba.
Empezaba a sentir sueño cuando de repente ella dejó de ahorcarme, Tam le había jalado del pelo cayendo sobre ella casi desmayado.
Mientras tanto Kae lloraba en el teléfono, lo soltó y salió corriendo de la casa. En esta entraron varios vecinos agarrando a mi mamá.
—Hijo de perra, ¡¿Por qué eres tan metiche?!— le gritaba a Tam quién estaba en el suelo respirando dificultosamente mientras se agarraba el torso.
Estaba llorando al igual que Yena y Kae.
En algún punto la policía llegó, no la volvimos a ver, desde entonces solo vivimos con papá.
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