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7- Emma & Liber

*En multimedia la casa de la playa de las hermanas Matthews, la sede oficial de las fiestas de inicio de curso xD

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La casa de la playa de las Matthews no era ni de lejos tan grande como su residencia habitual, sin embargo, era perfecta para fiestas. Tenía salida directa a la arena, por lo que podían montar una hoguera fabulosa; estaba situada en pleno centro de Malibú (no como las mansiones, que solían localizarse en la colina), y lo mejor de todo, ningún adulto rondaba cerca.

El padre de las chicas, la había comprado para su hijo mayor, Ethan, con la intención de que este se quedara en California y se uniera a su bufete de abogados, sin embargo, el chico, en lugar de ceder al chantaje de su progenitor, había optado por seguir su sueño y trasladarse a la Universidad de Salem para estudiar medimagia.

Emma extrañaba a su hermano, pero se sentía realmente orgullosa de él... Además, todo tenía su lado bueno: ahora la casa de la playa era toda suya y de Beverly.

La rubia recogió el bajo de su largo vestido para evitar tropezarse con él al descender las escaleras de la terraza; era perfecto, estilo bojo-chic, blanco casi transparente y anudado en el cuello... Se quedaría plantada frente al espejo regodeándose en su imagen si no fuera porque apenas faltaban un par de horas para que la gente comenzase a llegar, y todavía no había aparecido el DJ, faltaba la mitad del alcohol que había pedido, y la hoguera estaba a medio montar... Comenzaba a estresarse, era Emma Matthews, no podía permitir que su fiesta fuese menos que alucinante.

—Ever ¿has llamado al DJ? —inquirió, clavando una mirada severa en su hermana, que llevaba al menos media hora sentada en la mesa de la terraza haciéndose la manicura.

—Ahora voy —La rubia menor ni siquiera apartó la mirada de su esmalte de uñas. Todavía vestía su biquini de Calvin Klein y unas gafas de sol le cubrían los ojos, aún sin maquillar. Beverly era de las que aprovechaban hasta el último minuto de sol para perfeccionar su moreno. No pensaba moverse hasta que comenzara a anochecer.

—¡Mierda, Ever! —Emma bufó cabreada. Probablemente habría hechizado a su hermana si en ese mismo instante el timbre no hubiese sonado—. Asumo que no piensas levantarte para abrir —añadió.

Beverly se limitó a sonreír con sarcasmo, dejando que fuera Emma la que atravesara la casa a toda velocidad, y abriera la puerta, todavía con un gesto malhumorado en el rostro.

—Beverly la ha vuelto a liar —adivinó Ryan, divertido, nada más ver la expresión de su mejor amiga.

—¿Y Zy?, necesito refuerzos —respondió Emma alzando los ojos al cielo.

—Viene luego con Peter, le prometieron a Hunter que lo llevarían a la carrera de autos de esta tarde —explicó Ryan.

La rubia asintió. Conocía de sobra la devoción de su mejor amiga hacia su hermano menor, si este le pedía a Zy que lo llevara al fin del mundo, ella lo haría. Zoey era una reina de hielo, y Hunter, el único capaz de derretirla.

—Mientras...—Ryan le colocó un mechón de cabello tras la oreja—, nosotros estamos a tus órdenes —completó, consiguiendo que una sonrisa alcanzara los labios de su rubia favorita.

—¡Echadme una mano con esto! —los llamó Derek Peterson, desde su coche, en el que habían llegado él, su hermanastra Safary Rushell, y Ryan, cuyo auto estaba en casa de Zoey, para no variar.

—No quiero descargar, me voy a despeinar —masculló Safary, mientras cogía una de las cajas repletas de vodka que su hermanastro sacaba de la maleta.

—¡Saf!, ¡deja eso! —Beverly salió a la entrada y apartó a su amiga pelirroja del coche—. Ya lo harán ellos, ven conmigo, tenemos que hablar de cosas importantes. Necesito a Cass y Kendall. ¿Por qué aún no han llegado? Le dije a las dos que vinieran antes —agregó.

—Ahora sí apareces —Emma fulminó a su hermana con la mirada, pero la dejó pasar de nuevo al interior de la casa. Tenían mucho que hacer, no le compensaba perder el tiempo discutiendo con Ever.

Ryan y Derek terminaron de descargar el alcohol del coche y, siguiendo las órdenes de Emma, lo llevaron a la barra que habían dispuesto en la terraza, donde los barman contratados por la rubia, ya habían comenzado a colocarlo.

—¿Poción anticonceptiva en la barra, o condones en las habitaciones? —preguntó Emma en voz alta.

—¿Quién ha preparado la poción? —gritó Derek desde la arena, donde él y Ryan terminaban de montar la hoguera.

—Yo —contestó Emma. En sus fiestas todo debía estar perfectamente planeado, sin margen para errores. Por ejemplo, una casa en donde casi doscientos estudiantes de los más populares del ECA pasarían la noche emborrachándose, era un escenario más que posible para que muchas parejas, y no parejas, acabaran teniendo sexo. Y Emma no quería embarazos no deseados, al menos no en su casa.

—Entonces, condones —respondió Ryan con una sonrisa torcida. Su amiga era muy inteligente, pero pociones nunca había sido su fuerte.

—Imbécil —La rubia soltó una carcajada.

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Una de las cosas que más había extrañado Liber durante su estancia en Hogwarts (sin contar a su familia, y el surf) era, sin duda, su habitación. Estaba acostumbrada a disponer de una extensión de espacio más que considerable para ella sola, por lo que, en un principio, le había costado un poco adaptarse a compartir cuarto con otras tres chicas de Hufflepuff.

Sin embargo, tras apenas un curso en Hogwarts, se había acostumbrado al bullicio y, por eso, cuando volvía a Malibú durante los veranos, su habitación le parecía demasiado grande para ella sola... Al igual que el resto de la mansión.

Ahora sentía que todo estaba perfecto. Tenía a todos sus mejores amigos viviendo en su casa, compartía habitación con Rose, que era como una hermana para ella, mientras que, justo en el cuarto de al lado, dormían Agatha y Dominique.

Las cuatro estaban en su habitación, preparándose para la fiesta de esa noche. Rose maquillaba a Agatha, al tiempo que Dominique la peinaba a ella.

Dom no necesitaba más que unos shorts y su melena suelta para lucir deslumbrante, los chicos caían rendidos a sus pies sin que ella tuviera que esforzarse lo más mínimo, de modo que la semiveela, solía ser siempre la primera de las cuatro en estar lista. Agatha, por su parte, era toda elegancia y sofisticación, había heredado los rasgos bellos y aristocráticos de los Malfoy, era difícil no girarse a mirarla cuando pasaba, su sola presencia imponía respeto y admiración en sus compañeros. Luego estaba Rose, que de modo diferente a las demás, también atraía la atención allá donde iba, el espíritu de rebeldía, y la confianza y seguridad en sí misma que desprendía eran como un imán, además, poseía un cuerpo envidiable, que junto con esos ojos azules heredados de su padre, la convertían en una de las chicas más atractivas de Hogwarts.

Liber no podía evitar preguntarse qué había hecho para ganarse la amistad de tres chicas tan alucinantes. Agatha, Dom y Rose eran deslumbrantes e imponentes, cada una a su manera. En apenas un día, ya habían conseguido que todo el instituto hablara de ellas, y no solo por sus apellidos.

—Odio haberme perdido vuestra prueba —Dominique alisaba el pelo de Liber con la plancha—. Mataría por haber visto a Agatha haciendo porras —añadió divertida.

La rubia Malfoy le sacó la lengua a la semiveela, mientras Liber y Rose soltaban una carcajada.

—Espero que eso no signifique que dudas de mi capacidad para deletrear, Dom —intervino Agatha con ironía.

—Yo creo que más bien duda de tu capacidad para sonreír más de tres segundos seguidos, Malfoy —dijo Rose, terminando de delinear los ojos de la aludida—. Y que conste que solo lo digo porque tienes una sonrisa preciosa, y nos gustaría verla más a menudo —Terminó con un guiño, a la vez que giraba el sillón de Agatha hacia el espejo del tocador, para que esta pudiera valorar el resultado final.

En lugar de articular palabras, la rubia respondió regalando una sonrisa sincera a sus tres amigas.

—Estás guapísima, Agatha —intervino Liber.

—Gracias, Lib, tú también —La aludida se levantó, para dejarle el sitio en el tocador a Rose, que parecía encantada con la ingente cantidad de productos de maquillaje de Liber.

»Y ahora, ¿por qué no nos cuentas que te traes con Jasper Hansen? Saltaban las chispas cuando nos lo presentaste esta mañana.

La castaña alzó las cejas, sorprendida.

—Ya os había hablado de él antes.

—Sí, pero no dijiste que estaba tan bueno —intervino Dominique—, o sea, ¿hay algún chico en el ECA que no esté bueno?

—¡Auh! —exclamó Liber, cuando la semiveela, distraída, acercó la plancha de pelo, caliente a su oreja.

—¡Lo siento! —se disculpó Dominique, llevándose una mano a la boca—. ¡Mierda! No me dejéis hablar de chicos mientras manejo instrumental peligroso —añadió.

—No pasa nada —Sonrió Liber, poniéndose en pie, pues el peinado ya estaba finalizado.

Rose y Agatha soltaron una carcajada, pero enseguida volvieron a clavar una mirada inquisitiva en la castaña. A Liber no le gustaba ser el centro de atención, cuando la conversación se centraba en ella, solía desviar el tema, o buscaba la forma de evadir las preguntas.

»Era mi mejor amigo —Suspiró, ante las expresiones exhortantes de sus amigas—. Él y su hermana Mackena básicamente se criaron con Chris y conmigo —explicó Liber, al tiempo que se calzaba las sandalias de Tommy Hilfiger que, precisamente Mackena, le había regalado las navidades pasadas.

—¿Y qué pasó? —inquirió Rose, levantándose del sillón del tocador, para dejarse caer en la cama, al lado de Liber.

La joven Blanchard se mordió ligeramente el labio inferior antes de hablar. No era algo que le agradara recordar.

—Cuando vine a Malibú el verano pasado, me invitó a pasar tres semanas con él en su casa del lago. Ni siquiera pasé a saludar a mi familia, Jasper vino a buscarme al aeropuerto, y nos fuimos allí directamente —explicó.

—Y se te declaró —aventuró Dom.

Liber esbozó una pequeña sonrisa.

—Algo así —Asintió—. Estábamos muy bien juntos, siempre lo habíamos estado. Él me dijo que me quería como algo más que una amiga, y que le gustaría empezar una relación conmigo. Yo acepté, aunque sabía que durante el curso no nos veríamos nada —Su voz sonó apenada.

—¿Problemas de distancia? —intervino Dominique—. Seguro que por eso rechazaste a Caleb Wood, cuando te pidió que fueras con él al baile de Halloween —añadió, como si acabase de descubrir la electricidad.

—Déjala hablar, Dom —la reprendió Agatha.

Liber negó con la cabeza:

—No, que va. No llegamos a eso, todo se torció cuando dejamos la casa del lago y volvimos al mundo real —murmuró.

Unos golpes en la puerta de la habitación, seguidos por la entrada de Fred y Lysander, cortaron la conversación.

—Chicas, ¿os falta mucho? —preguntó Lysander.

—Si no nos vamos ya, James y Lorcan asaltarán el mueble bar de tus padres, Liber —añadió un divertido Fred.

La aludida arqueó las cejas y esbozó una sonrisa resignada. Los merodeadores en modo fiesta eran todo un show. Lo raro era que Fred y Sander no estuviesen ayudando a James y Lorcan a encontrar el contrahechizo necesario para romper el encantamiento de cierre que Anthony Blanchard había colocado en su preciado mueble bar.

—Ya bajamos ahora —contestó Rose, haciendo un gesto de mano para que los chicos se fueran.

Lysander y Fred salieron de la habitación, de mala gana, pero sin protestar (sabían reconocer cuando sus chicas necesitaban momentos de no interrupción, aunque no siempre los respetasen). Rose se giró de nuevo hacia Liber.

—No sé qué pasó al final. Cuando quieras contárnoslo, aquí estaremos, no te vamos a presionar. En cualquier caso, es obvio que, de alguna manera, Jasper te hizo daño —dijo posando las manos sobre los hombros de su amiga.

Liber abrió la boca, con intención de excusar a su antiguo mejor amigo, pero no pudo decir nada, porque Rose se volvió a adelantar.

»Si quieres que lo mantengamos alejado de ti, no tienes más que decirlo, Dom tiene un excelente gancho de derecha —añadió, totalmente seria.

—No podría haberlo dicho mejor —completó Dominique, mirando orgullosa a su prima.

La joven Blanchard no pudo más que sonreír, conmovida con las palabras y miradas de apoyo de sus amigas. Ellas siempre estaban dispuestas a protegerla, daba igual que Liber lo necesitara o no, tampoco les importaba conocer el origen del conflicto... Fuera cual fuera la situación, Rose, Dom y Agatha siempre estaban ahí.

—Tranquilas chicas, de verdad, no pasa nada —respondió, poniéndose en pie—. Prometo contaros todo cuando tengamos tiempo, pero no tenéis que preocuparos tanto. No soy de cristal, puedo cuidarme sola, y desde luego Jasper no es una amenaza —añadió, convencida.

—Esa es mi Liber —Agatha le dio un rápido abrazo, sacándole una sonrisa a su amiga.

Las tres británicas se levantaron también, y se dirigieron hacia la salida de la habitación, sin embargo, Dominique se detuvo un momento en el marco de la puerta.

—Solo una cosa, Lib —intervino la rubia—. ¿Por qué no nos lo contaste antes?

Su tono no denotaba reproche, ni siquiera curiosidad; más bien se podría traducir en cierta preocupación. Sabía que Liber se guardaba muchas cosas para sí misma, sabía que su vida en Malibú había sido diferente a su vida en Hogwarts... Pero no entendía por qué no les confiaba ciertos detalles, al fin y al cabo, eran mejores amigas.

—No creí que fuera importante. Además, cuando volví a Hogwarts, pasó lo de Agatha, y pensé que no necesitábamos más drama —contestó la aludida con naturalidad.

La rubia Malfoy enarcó una ceja.

—Pues la próxima vez, ni se te ocurra pensar que lo que te pase a ti, es menos importante que lo que me ocurra a mí, o a cualquiera de nosotras —la reprendió—. Tienes que dejar de creer que los demás cuentan más que tú —suavizó el tono, pues le resultaba casi imposible reñir con Liber.

Rose y Dominique la miraron con seriedad, apoyando las palabras de Agatha, mientras que Liber se limitó a asentir. No era la primera vez que recibía esa clase de "broncas" por parte de sus amigas.

—¡Dom! ¿Has traído el kit abretodo del tío George? —La voz de James llegó desde el piso inferior, provocando que las cuatro chicas esbozaran una mueca divertida, y decidieran bajar antes de que los chicos optasen por poner un explosivo en el salón de los Blanchard.

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A medida que sus pies recorrían el terreno exterior a la mansión Blanchard, una inevitable sensación de nostalgia iba creciendo en el interior de Jasper Hansen.

No era para menos, pues el ochenta por ciento de su vida había transcurrido entre esos jardines, la piscina, y el interior de la casa que ahora se alzaba ante él. Apenas diez metros separaban su hogar del de los Blanchard y, sin embargo, hacía casi un año que no se atrevía a recorrerlos.

Ganas e intención no le habían faltado, ni siquiera motivos, aunque Liber estuviera fuera, Jasper y Mackena siempre habían sido como miembros de la familia. Anthony y Hilarie solían hacerle los mejores regalos en sus cumpleaños, y Chris no solo era el mejor amigo de su hermana, también era como un hermano mayor para él; le había enseñado a jugar al waterpolo, lo llevaba a los partidos de la world league, lo aconsejaba sobre temas en los que Mackena no podía, y hasta le había comprado su primera cerveza.

Pero él la había cagado. Lo había echado todo a perder por una estupidez.

—Extraño los partidos en esta piscina —Luke lo devolvió a la realidad—. Chris siempre nos daba una buena paliza.

—Chris y yo os dábamos una paliza a los demás —puntualizó Jasper, poniendo énfasis en el pronombre personal—. Yo siempre iba en su equipo.

—No es así como lo recuerdo —se burló Luke.

Jasper negó ligeramente con la cabeza antes de timbrar a la puerta principal de la casa. Le agradaba que su mejor amigo hubiese querido acompañarlo; después de todo lo ocurrido, no le apetecía estar ahí solo, aunque en esta ocasión tuviese la excusa perfecta.

Se metió las manos en los bolsillos, esperando que alguien del servicio acudiera a abrir, no obstante, cuando la puerta fue apartada a un lado, no encontró el rostro de ninguna asistenta, sino el de una chica morena, que no le sonaba de nada... ¿A cuántos amigos se había traído Liber de Reino Unido?

—¿Puedo ayudaros en algo? —preguntó ella, examinándolos a los dos con la mirada.

—Soy Jasper Hansen, vivo en frente, él es Luke Anderson. ¿Tú eres?

—Roxanne Weasley —se presentó ella, sonriendo.

—¡Roxie! ¿Quién es? —La voz de un chico salió desde el interior de la casa, un segundo antes de que este se colgara de los hombros de la morena—. Sois vosotros —James esbozó una sonrisa divertida al reconocer a los californianos.

—¿Los conoces? —preguntó Roxanne, mirando a su primo.

—Son amigos de Liber —respondió James, sin disimular la ironía impresa en la palabra amigos—. ¿Buscáis algo?, es que estamos a punto de ir a una fiesta, y no es que no seáis... interesantes, es que nos vamos ya, y no es plan de perder el tiempo —El tono del mayor de los Potter oscilaba entre el sarcasmo y la burla, aunque sin perder la sonrisa divertida en ningún momento.

—Nosotros también vamos a esa fiesta, de hecho, vamos todos los años —contestó Jasper, tratando de no hacer evidente el desdén que le provocaba ese chico—. ¿Está Liber?, ¿o Louis? —acortó. Le encantaría decirle cuatro cosas a ese idiota, pero no era el momento. No había ido para iniciar una pelea, al menos no esa noche.

En ese momento, la menor de los Blanchard apareció en la entrada, junto a sus tres mejores amigas, que no se molestaron en disimular las miradas de censura hacia el chico.

—Jasper, ¿ha pasado algo? —preguntó, preocupada. Lo último que esperaba era encontrárselo en su puerta.

—No, no —El aludido trató de recomponer una expresión afable—. Supuse que irías a la fiesta de las Matthews, ¿quieres que te llevemos?, ya sabes, como en los viejos tiempos.

—No gracias, voy con mis amigos —contestó ella en un tono costosamente neutral, pues por dentro se moría por decirle mil cosas más. Sintió como Agatha le apretaba la mano en un gesto de apoyo.

Apenas seis palabras, pronunciadas sin aparente mal, fueron más que suficientes para recordarle a Jasper que él ya no era uno de esos "amigos". Frunció el ceño, antes de volver a hablar.

—Vale, nos veremos allí entonces —contestó, igual de neutral que Liber.

Fue en ese instante, cuando Louis hizo acto de presencia. Acababa de bajar, por lo que no había sido testigo del intercambio de palabras previo.

—¿Nos vamos? —preguntó, una vez que estuvo a la altura de sus nuevos compañeros de equipo.

—¿Te vas a ir con ellos? —Dominique miró a su hermano menor con reprobación.

—Quedé en eso esta mañana —Él se encogió de hombros.

Luke le pasó un brazo por los hombros al rubio Weasley.

—Es nuestro nuevo compañero de equipo, nosotros cuidamos de los nuestros.

—Scorpius y Albus también han entrado en el equipo, y no veo que os hayáis ofrecido a llevarlos —Rose se cruzó de brazos y clavó una mirada inquisitiva en el chico.

—No tenemos más sitio en el coche —se limitó a contestar Luke.

Jasper rodó los ojos y empujó a su amigo y a Louis, guiándolos hacia la salida.

—Hasta dentro de un rato —se despidió.

Los tres chicos desaparecieron por el camino empedrado que llevaba fuera del jardín de los Blanchard.

—¿Está todo bien? —James se giró hacia Liber. Podría ser un completo insensible en ocasiones, pero no cuando se trataba de sus chicas, y Lib era su princesita, al igual que Lily... Sabía reconocer cuando algo las molestaba.

—De maravilla —contestó ella con un gesto de mano, para restarle importancia—. Si quieres conducir, es mejor que bajes ya, o Lorcan te cogerá el sitio —añadió guiñándole un ojo.

James le dedicó una sonrisa a la chica antes de darse la vuelta para correr hacia el garaje donde ya estarían sus amigos, sin embargo, al girarse de golpe, no pudo evitar chocarse con su hermano, que justo acababa de llegar al salón, junto con Scorpius.

El mayor de los Potter, se disculpó con un rápido "lo siento", que sorprendió a más de uno, y desapareció escaleras abajo.

—¿Por qué te ha preguntado mi hermano si está todo bien? —Mientras todos se encaminaban a los coches, Albus se acercó a Liber, reteniéndola un instante. Era su mejor amiga, si algo le sucedía, quería saberlo.

—Nada importante, cosas de James —contestó ella—. ¿Vamos?

Albus asintió, pasó un brazo por los hombros de la chica y ambos se unieron a los demás, camino a la fiesta.

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