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5- Fred & Ryan

La inusitada superficie del campus del Emerald Coast Academy obligaba a sus estudiantes a recorrer considerables distancias para desplazarse de unos departamentos a otros. El presente dato estaba siendo constado por James, Fred, y los gemelos, quienes tras haberse pateado medio campus desde la zona ajardinada que rodeaba la cafetería, todavía no habían alcanzado el campo de fútbol.

Aún conscientes de que las pruebas para el equipo empezarían en breves, ninguno de los cuatro había acelerado el paso, a fin de cuentas, por algo eran considerados la nueva generación de merodeadores, solían causar conmoción allá por donde pasaban. En Hogwarts muchos creían que nada interesante sucedía hasta que ellos hacían acto de presencia. En California no iba a ser diferente.

Cuando unas semanas atrás, Anthony Blanchard se había presentado en la Madriguera y les había ofrecido la oportunidad de estudiar un año en Malibú, todo el clan Weasley y sus amigos se habían aferrado a la ocasión con uñas y dientes. No obstante, el que había recibido la noticia con mayor júbilo, había sido Fred, lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta que el hecho de residir en California lo acercaba un paso más a cumplir su sueño de convertirse en músico profesional y mundialmente reconocido. A tan solo cuarenta kilómetros de Los Ángeles, rodeado de cazatalentos, y siendo vecino de las estrellas del momento.... No existían límites.

Así lo creyó cuando en el recorrido al campo de fútbol pasó ante un edificio de considerable tamaño, en cuya fachada destacaba una inscripción en letras doradas:

Cuando se trata de suerte, cada uno hace lo suyo.

El heredero de George Weasley no fue capaz de dar un paso más. Reconocería esa cita en cualquier parte. Sus ojos, atraídos como un imán, leyeron la línea posterior, solo para constatar lo que ya su hiperactiva mente había imaginado: se encontraba ante el edificio de música, inaugurado por nada menos que su ídolo, el jefe, the boss, Bruce Springsteen.

Las pruebas de fútbol se esfumaron de su cabeza, ni siquiera pensó en avisar a sus amigos, simplemente atravesó la puerta giratoria, incapaz de detener sus pasos. Nada más entrar fue recibido por el eco de diversas melodías, apenas audibles para un oído normal debido a la insonorización de las aulas, pero el suyo, no era un oído normal. Caminó por esos pasillos, deleitándose en las posibilidades que cada una de las estancias allí presentes le ofrecían, sin embargo, ninguna lo atrajo tan ávidamente como esa habitación cuyo letrero rezaba: Estudio de grabación.

Fred era de los que pensaban que era mejor pedir perdón que permiso. Llevaba media vida soñando con estar en uno, por lo que no dudó un instante antes de sacar su varita del bolsillo trasero del pantalón, y conjurar un rápido Alohomora.

La sala de control, la cabina de grabación, la ventana acústica... Todo era tal y como se veía en las películas muggles que a su melliza tanto le fascinaban.

Fred entró en el estudio, lo recorrió con la mirada, encendió los mandos, y conectó el micro. Aquello era el paraíso. Estaba tan abstraído en su mundo que ni siquiera reparó en la suave tosecilla proveniente de la entrada.

—Disculpa —insistió una voz femenina al ver que el chico no le hacía caso.

Cuando Fred giró el rostro hacia la entrada, su mirada recayó sobre una chica pelirroja y algo pecosa, vestida con el uniforme del ECA.

—Disculpada —Él realizó un gesto de mano, restándole importancia y volvió a centrarse en el panel de mandos.

La chica frunció el ceño, sorprendida.

—Debes de ser uno de los nuevos —Entró en la estancia, y dejó la carpeta de partituras sobre una mesilla.

—Fred Weasley —Se presentó él, esta vez girándose para dedicarle una sonrisa y estrecharle la mano—. Y tú podrías ser una de mis primas, secuestrada al nacer y llevada al otro lado del charco para reencontrarse de nuevo con su familia diecisiete años después.

»Lo digo por el pelo... y las pecas —añadió divertido, al percatarse del estado de confusión en el que había dejado a la chica—. Da igual, los americanos no estáis preparados para pillar el humor inglés, es cuestión de genética.

—Soy Charlotte Graham —acotó ella.

—Bonitas pecas, Charlotte —señaló él con una mueca alegre.

Ella se sonrojó. No estaba acostumbrada a tratar con chicos, era demasiado tímida e introvertida, de hecho, su círculo social era bastante escaso. Solo con Kayley y Nealie tenía suficiente confianza como para mostrarse tal y como era, sin tapujos ni reservas.

Pero es que ese chico, tampoco parecía muy normal. Cualquiera diría que se estaba divirtiendo al hacerla sentir incómoda. Sacudió la cabeza casi imperceptiblemente y volvió a mirarlo. Él ya no le prestaba atención, parecía absorto en la tecnología del estudio.

—No quiero ser grosera, pero no puedes estar aquí —dijo amablemente. Lottie no era de las que gozaban mandando o echando la bronca—. Solo los miembros de la orquesta pueden usar el estudio, y con el consentimiento previo de la directora Farleck.

Fred chasqueó la lengua, se imaginaba que no sería tan fácil... Pero no quería irse de ahí, había sido amor a primera vista.

»Verás, tenía el estudio reservado esta tarde, y si algún profesor te ve aquí en mi hora, me meteré en problemas —insistió la pelirroja.

—Entiendo, no consentiré que una dama se meta en problemas por mi culpa —Suspiró él.

La chica asintió agradecida, al tiempo que se hacía a un lado para dejarlo salir. Fred dio un par de pasos hacia la entrada, pero se detuvo al llegar al marco de la puerta.

—Así que tú estás en la orquesta, ¿no? —inquirió posando una rápida mirada en la carpeta con partituras que la chica había dejado en una mesa.

—Sí —contestó ella—. Piano.

—Entonces, supongo que nos veremos pronto, Charlotte —Se despidió con una sonrisa burlona, que dejó a la chica todavía más confusa.

Los británicos eran raros.

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A falta de cinco minutos para el comienzo de las pruebas, el campo de fútbol americano ya estaba repleto de jóvenes aspirantes, ansiosos por formar parte de las plantillas más cotizadas del ECA; a su vez, las gradas se hallaban abarrotadas de alumnos deseosos de conocer antes que nadie quiénes serían los afortunados en ascender a los puestos más altos de la jerarquía estudiantil ese curso.

Kayley Gorrovich buscó a Mason Handel con la mirada mientras procuraba no pisar a ninguno de los entusiasmados estudiantes que ocupaban las gradas.

—¡Kayley!

Un chico de cabello castaño y ojos verdes alzó un brazo para hacerse ver desde la fila superior a la que ella se encontraba.

La chica sonrió aliviada. Ascendió las escaleras con premura y se dejó caer al lado de uno de sus mejores colaboradores en el diario escolar.

—Necesitamos gente nueva —dijo Mason en cuanto Kayley estuvo sentada.

—Precisamente vengo de hacer las entrevistas —respondió la chica contenta—. ¿Sabes que se han presentado dos de los ingleses?

Mason alzó las cejas sorprendido.

»Lily Luna Potter y Hugo Weasley —explicó Kayley—. Son de décimo, pero están llenos de energía, y se compenetran a la perfección.

Kayley Gorrovich amaba su papel de directora del periódico, sin embargo, este conllevaba ciertas tareas que no terminaban de entusiasmarla, como el hecho de tener que asistir a las pruebas de acceso de los equipos de fútbol americano y waterpolo, o a las audiciones de las animadoras. Por suerte, contaba con la ayuda de valiosos colaboradores como Mason Handel y Violet Hampton... No eran los únicos, pero sí los que más aportaban. Por la misma razón, estaba encantada de contar con nuevos miembros a los que encargar las partes que los veteranos ya no querían realizar.

—Estará bien contar con la perspectiva de alguien que no se haya criado aquí —aceptó Mason—. Por cierto, Violet ha ido a cubrir las pruebas de waterpolo —señaló en tono imparcial—, ya debe de estar en la piscina.

—Perfecto, entonces ve tú a la cancha de vóley —pidió Kayley—, yo me encargaré de los futbolistas y las animadoras —añadió tras un suspiro de resignación.

El chico se levantó, dispuesto a obedecer a su directora

»Gracias Mason —agregó Kayley. Su compañero no era muy hablador, más bien todo lo contrario. Mason Handel era conocido por ser un chico de pocas palabras, completamente cerrado a todo aquel que no perteneciese a su círculo de amigos más cercano. Sin embargo, era bueno con la pluma, tenía una visión muy clara del mundo, y solía tratar los temas más serios del periódico. Razón por la cual, Kayley odiaba tener que desperdiciar ese talento en unas meras pruebas deportivas... pero había que darle al lector lo que este pedía, y si algo sobraba en el ECA, era espíritu deportivo.

Mason le devolvió la sonrisa a la castaña antes de perderse entre la multitud, camino a la cancha de vóley. Kayley, por su parte, sacó libreta y pluma del bolso, y clavó la vista en el campo, esa tarde divido en dos mitades, una para los futbolistas y otra para las animadoras.

Desde el centro del campo, acaparando gran parte de la atención, Ryan Farleck, quarterback y capitán por segundo año consecutivo, observaba con ojo crítico a los posibles futuros miembros de su equipo. Por desgracia algunos de sus mejores jugadores se habían graduado el curso pasado, lo cual le resultaba altamente irritante, pues dudaba mucho que entre los especímenes que calentaban en frente suya hallase alguno con potencial suficiente para entrar en el equipo.

—Al menos no somos los únicos que tenemos que renovar la plantilla —Peter Delaney, su mejor amigo y offensive guard, señaló la zona del campo donde las animadoras habían instalado su puesto de audiciones. Unas treinta chicas de diversos cursos hacían cola ante la mesa presidida por Zoey Queen y Emma Matthews, mientras el resto del equipo tomaba posición detrás de su capitana y subcapitana.

Ryan esbozó una mueca divertida.

—Pobres chicas, no me gustaría estar en su piel.

—¿Te refieres a que no te gustaría dar saltitos en minifalda? —preguntó Derek Peterson desde el suelo, donde realizaba sus últimos estiramientos previos al entrenamiento—. Creía que te encantaba —Se puso en pie al tiempo que rotaba los hombros para calentar.

—Preferiría dar saltos en minifalda delante de todo el ECA a tener que presentarme a una audición dirigida por Emma y Zy —respondió Ryan con total naturalidad.

—Sabía que le ponían las minifaldas —Peter Delaney chocó el puño con Derek, justo antes de que Ryan les propinase a ambos sendas collejas en la nuca.

—Qué graciosos sois —ironizó divertido el capitán.

Tanto Ryan como Peter consideraban a las dos reinas rubias sus mejores amigas. Ryan conocía a Emma y Zoey desde que eran apenas unos críos; los tres habían acudido juntos a preescolar y a la escuela primaria, y ahora que por fin estaban en su último año de secundaria no iba a ser menos.

Peter había llegado más tarde, cuando el rubio y las chicas cursaban noveno grado. El atractivo moreno se había establecido en Malibú para poder estar con Zoey, de quien se había vuelto inseparable durante las múltiples campañas de modelaje infantil que ambos habían protagonizado. Al principio, a Ryan no le había caído bien, pues el rubio era muy posesivo con sus chicas, y el hecho de tener que compartir su amistad con un recién llegado no le hacía la menor gracia; sin embargo, el carácter maduro y diplomático de Peter, y el hecho de que Derek, el mejor amigo de Ryan de toda la vida abogase por él, habían acabado logrando que el capitán se abriese al chico nuevo.

En la actualidad, los cinco formaban un grupo sólido y altamente popular entre la juventud del ECA, de sobra era sabido que las fiestas de Zoey Queen, Ryan Farleck y las hermanas Matthews, eran las mejores de todo Malibú, sin olvidar, por supuesto, las de Jasper Hansen, quien solía competir con el rubio de oro por el título de chico más codiciado del instituto.

—Deberíamos de ir empezando —comentó Derek, que por fin había terminado su rutina de calentamiento.

Ryan y Peter asintieron, pero antes de que pudieran decir nada más, Robert McClain y Edward Hastings se acercaron a ellos, ambos ya vestidos con el uniforme rojo, negro y blanco del equipo.

—Todavía falta gente por llegar —intervino Robert. Contaba con que los ingleses se presentasen a las pruebas, ya que eso le habían dicho esa misma mañana.

—Y aún quedan cinco minutos —añadió Edward, el mejor amigo de McClain, y su eterno compañero de bromas.

—Va a ser que no, las pruebas se adelantan cinco minutos —respondió Ryan, dedicándoles una expresión airada a ambos, aunque deteniéndose algo más en Robert.

Peter rodó los ojos. Pese a estar en el mismo curso y haber pertenecido al mismo equipo durante años, Ryan y Robert McClain nunca se habían llevado demasiado bien. El rubio tenía la necesidad patológica de ser el mejor en todo: fútbol, estudios, popularidad... Ryan era competitivo por naturaleza, le jodía enormemente verse superado en cualquier campo, y no tragaba a aquellos que obtenían mejores resultados que él con la mitad de esfuerzo.

Robert McClain era el perfecto ejemplo de chico talentoso, de esa clase que atrae el éxito sin apenas proponérselo, por eso, al capitán del equipo de fútbol le resultaba exasperante.

—Entonces me alegro de que la gente sea previsora —respondió Edward con una mueca triunfal. Tres de los ingleses de los que tanto se había oído hablar esa mañana, acababan de hacer acto de presencia en el campo, todos ataviados ya con la ropa deportiva oficial del ECA.

—Casi os la jugáis —Robert los saludó divertido en cuanto estos llegaron a su altura.

—Nos gusta tentar a la suerte —respondió un sonriente James.

—Estos son James Potter, Lysander Scamander y Lorcan Scamander, van a hacer las pruebas para el equipo —Robert presentó a los ingleses a sus compañeros—. ¿Y Fred? —preguntó.

—Desapareció mientras veníamos hacia aquí —contestó Lysander.

—No podemos esperar más, vamos a empezar ya —intervino el capitán—. Ryan Farleck —se autopresentó—. ¿Habéis jugado antes a fútbol?

—En realidad, lo nuestro es el quidditch —respondió Lorcan—, pero aquí no tenéis equipo —agregó chasqueando la lengua.

El capitán intercambió una significativa mirada con Peter y Derek.

—El quidditch es un deporte de niñas en comparación con el fútbol —se burló Derek.

—Estoy seguro de que no dirías eso si hubieras jugado alguna vez —respondió Lysander.

—No nos hace falta —contestó Ryan encogiéndose de hombros.

James quiso contestar. Nadie se metía con su adorado deporte... pero el chico moreno que acompañaba al capitán se adelantó.

—Las discusiones, para el equipo de debate —intervino Peter, zanjando el tema—. ¿Conocéis las reglas y las posiciones? —añadió mirando a los ingleses.

—Claro —respondió Lorcan.

—No creo que deis la talla, muchos de los que están aquí llevan entrenando años y aun así no entran en el equipo —volvió a hablar Ryan—. No seríamos campeones si admitiésemos a cualquiera.

Robert esbozó una mueca condescendiente. Eran un buen equipo, pero Farleck se lo tenía demasiado creído.

—Primero tenemos que hacer la prueba, ya hablaremos luego de la talla del uniforme —dijo James con una sonrisa orgullosa, dándole la vuelta a las palabras del capitán. Se lo había tomado como algo personal, le iba a demostrar a ese rubio de bote quién era James Sirius Potter.

—Cómo queráis, pero que sepáis que solo hay tres vacantes: wide receiver, running back y cornerback —respondió Ryan.

—Perfecto, nosotros somos tres —intervino Lorcan divertido.

—No sé si os habéis fijado, pero hay al menos veinte aspirantes más —intervino Derek, desconcertado con la seguridad que derrochaban esos tres.

—Id a la fila de la posición que queráis y esperad vuestro turno —Ryan señaló los lugares donde ya varios chicos aguardaban para ser puestos a prueba—. Suerte —añadió. Estaba seguro de que ninguno de los ingleses estaría a la altura del nivel necesario para entrar al equipo, pero, como capitán tenía la obligación de ser imparcial y concederle una oportunidad a todo aquel que se presentara.

—Mucha mierda —agregaron Robert y Edward antes de retirarse junto con el resto del equipo oficial hacia sus respectivas posiciones.

Los ingleses se repartieron entre las filas indicadas por el capitán. James escogió la de los aspirantes a wide receiver, pues era muy rápido y, si podía atrapar la snitch en medio de una tormenta, recibir el pase del quarterback sería pan comido, por muy difícil que se lo pusieran; mientras que los gemelos optaron por la de cornerback (bastante semejante a su posición de golpeadores).

Las pruebas enseguida dieron inicio. La dinámica era sencilla, los jugadores ya oficiales participaban junto con los aspirantes en un par de jugadas rápidas para comprobar la eficacia de cada candidato en la posición solicitada.

Tras quince minutos observando, James tuvo que admitir que Ryan Farleck no había exagerado, los miembros del equipo del ECA eran muy buenos, rápidos fuertes y certeros. Se quedó especialmente admirado con el modo de juego de Derek Peterson. Además, no podía negar que el capitán, por muy gallito que le hubiera parecido, era un excelente quarterback.

Quedaban tan solo dos chicos por delante suya para que le llegase el turno, sin embargo, James no estaba preocupado, algunos de los aspirantes eran buenos, cierto, pero él era mejor.

Desvió la mirada hacia la zona del campo donde las animadoras tomaban sus propias pruebas. Ya estaba cansado de observar a tíos sudorosos, necesitaba alegrarse un poco la vista. Se sorprendió enormemente al encontrar a su pequeña Liber entre las aspirantes, esta jugaba nerviosamente con el cordón de su short deportivo mientras aguardaba su turno para audicionar. Pero casi tuvo que recolarse los ojos en las cuencas al percatarse de que Agatha también estaba en la fila, justo detrás de la castaña.

La situación le pareció surrealista, pensar en Malfoy vestida de animadora, cantando porras y sonriendo al público era tan absurdo como imaginarse a Dominique rechazando una invitación a una fiesta, o a Liber siendo descortés con alguien... Decididamente, Agatha había tomado demasiado el sol.

James volvió a posar la mirada en Liber, quien le sonrió al percatarse de su presencia. El chico le guiñó un ojo y alzó el pulgar derecho, deseándole suerte en la prueba, y ella le devolvió el gesto.

—Potter y Scamander, os toca —Peter Delaney los mandó acercarse—. Haremos lo siguiente, Ryan te dará un pase largo, Potter —explicó a los dos para luego mirar a Lorcan—. Tú harás de cornerback conmigo así que tendremos que cubrirlo, ¿de acuerdo?

Los chicos asintieron conformes.

—Ya puedes prepararte, Sirius, voy a placarte —amenazó un divertido Lorcan.

—Primero tendrás que cogerme —James alzó las cejas burlonamente y se alejó corriendo hacia la zona del campo indicada.

A la señal de Peter, Ryan lanzó el balón, James reaccionó a una velocidad asombrosa, de manera que Lorcan y Peter llegaron por los pelos para alcanzarlo, sin embargo, James se afanó en esquivarlos, lográndolo por muy poco. Finalmente atrapó el balón con gracia; esa parte era demasiado fácil.

Repitieron jugadas semejantes varias veces, con diferentes dificultades y combinando a varios aspirantes, entre los que también participó Lysander. Los gemelos lo hicieron bastante bien, al igual que James; se notaba que, pese a no tener demasiada experiencia en ese deporte en particular, los tres chicos poseían talento natural, de hecho, se habían ganado varios gritos de admiración provenientes de las gradas, aparte de más de una sonrisa seductora por parte de las animadoras.

—¡Vale, hemos terminado! —gritó Ryan, antes de acercarse a los tres ingleses.

Robert y Edward ya estaban con ellos, felicitándolos por la excelente prueba.

—¿Qué te han parecido? —le preguntó McClain.

—Sois buenos —admitió Ryan mirándolos a los tres.

—¿Solo buenos? —inquirió James. Había visto a los demás, y pese a que no eran malos, estaba seguro de que los gemelos y él, los superaban.

—Entonces, están dentro ¿no? —intervino Edward.

—No está decidido, hay chicos que tienen mucha más experiencia...

—Farleck —Derek interrumpió a su mejor amigo—, no lo demores más, sabes que son los mejores que hemos visto. No recuerdo la última vez que alguien me lo puso tan complicado para finalizar una carrera —añadió, dedicándole una mirada de admiración a James. Derek era completamente honesto en cuanto a cuestiones futbolísticas.

La mirada inquisitiva de Peter recayó sobre Ryan, sumándose a la de los demás. Tan solo restaba la resolución del capitán.

Ryan suspiró antes de esbozar una sonrisa y alzar las manos en señal de rendición:

—Bienvenidos a los tigres —concluyó.

—Estoy seguro de que este año haremos una buena temporada —dijo Peter estrechándole la mano a los nuevos miembros del equipo—. El entrenador Campbell os hará las fichas de federación. Los horarios de práctica aún no se han decidido, pero os los haremos saber en cuanto estén. Enhorabuena.

—Gracias —Lysander respondió por los tres.

—¿Y qué ventajas tiene estar en el equipo? —preguntó Lorcan—. ¿Privilegios con las animadoras? —añadió, regalándoles a los presentes una sonrisa lobuna.

James rio por lo bajo, acompañado por Robert, Edward y Lysander.

—Entre otras cosas —respondió Ryan divertido.

Desde su posición en la fila para audicionar en las pruebas de animación, Agatha pudo ver perfectamente como el mayor de los Potter, Lorcan y Lysander le estrechaban la mano a uno de los chicos del equipo de fútbol para, a continuación, acercarse a las gradas donde ya se habían apostado la mayoría de los jugadores con intención de conocer a las futuras animadoras.

—James y los gemelos han entrado —comentó la rubia.

—Eso es genial —respondió Liber, consciente de que tanto ser un tigre, como entrar en el equipo de waterpolo equivalía a obtener un pase vip a los puestos más altos de la jerarquía estudiantil.

Agatha esbozó una expresión enternecida al ver como su mejor amiga se soltaba el pelo ya por sexta vez, y se lo volvía a recoger en una coleta alta.

—Lib, no estés nerviosa —Le colocó una mano en el hombro—. Lo harás bien —la animó. Para Agatha entrar en el equipo de animadoras no era demasiado importante, solo una actividad más a través de la cual poder compartir tiempo con su amiga, pero sabía que Liber lo deseaba de verdad; miles de veces le había contado a ella y a las demás lo mucho que le gustaban los campeonatos de animación, el dar vueltas por los aires cuando era lanzada, o el aprender acrobacias cada vez más intrincadas.

—Estoy bien —contestó ella sonriendo, casi con más intención de convencerse a sí misma que a su amiga. Sabía que Zoey era exigente, pero no era eso lo que la inquietaba, sino la presencia de Beverly Matthews, sentada justo al lado de su hermana mayor, con una expresión en el rostro con la que pretendía hacerse ver como la única responsable de la selección.

Liber siempre había sabido que Beverly la odiaba; pues la rubia nunca se había molestado en disimularlo. Le había dolido verla esa mañana con sus mejores amigos de toda la vida, sobre todo después de lo sucedido el verano anterior con Jasper.

—Liberty Blanchard —La voz de Zoey Queen la devolvió a la tierra.

Respiró hondo una última vez para tranquilizarse, y enseguida dejó que una sonrisa deslumbrante fuese la única expresión destacable en su rostro. Al acercarse a la mesa que la capitana ocupaba junto con Emma y Beverly, Liber se cruzó con la chica que había audicionado antes de ella. No pudo evitar reparar en que tenía los ojos llorosos.

Zoey y Emma leían con atención la ficha que la menor de los Blanchard y todas las demás postulantes habían rellenado una hora antes. Ambas rubias parecían algo hastiadas, al menos unas quince chicas habían audicionado ya, y ninguna había superado sus exigentes expectativas.

—Es buena, estuvo en el equipo hasta séptimo, y después nos ayudó a ganar los campeonatos de verano —le dijo Emma a Zoey en un susurro. Con un poco de suerte cubrirían al menos una de las plazas vacantes.

—Pero este verano no se presentó en los campeonatos —le rebatió Beverly a su hermana mayor, como si el hecho de faltar a dichas competiciones fuese el mayor sacrilegio que alguien pudiese cometer—. Hace casi dos años que no entrena con nosotras, es imposible que siga estando a la altura —agregó, no sin cierto tono de burla.

—¿Y quién tuvo la culpa, Ever? —Emma enarcó una ceja.

Beverly apretó la mandíbula con rabia.

—No tienes ningún derecho a reprocharme nada, cuando tú...

—Ya basta —Zoey clavó una mirada cortante en sus compañeras—. Veremos lo que puede hacer, quiero acabar con esto pronto, me da igual que haya venido o no a los últimos campeonatos —dictaminó.

Beverly bufó por lo bajo, al tiempo que Emma esbozaba una mueca triunfal.

»Liber, querida —Zoey dejó la ficha a un lado, y miró a la chica— Nos gustaría que hicieras un doble mortal hacia atrás con rueda sin manos. Ya sabes, para no perder el tiempo con tonterías —pidió con una sonrisa que derrochaba sarcasmo.

La aludida se sorprendió al reconocer la dificultad de la acrobacia. A ninguna de las chicas que habían pasado antes le habían pedido tanto. Sin embargo, se limitó a asentir:

—Está bien —aceptó. Se alejó un par de pasos para coger carrerilla y a continuación realizó las piruetas solicitadas con total precisión.

Los gritos de admiración de James y los gemelos no se hicieron esperar. Liber sonrió divertida con la reacción de sus amigos, y aún amplió más dicha sonrisa cuando vio la expresión satisfecha en el rostro de Zoey, que en ese momento escribía algo en el cuaderno que tenía delante.

Tras varias pruebas más, a cada cual más complicada, la capitana le dio las gracias y pasó a la siguiente postulante.

Agatha dejó a todos sus amigos sorprendidos, pues ninguno se había imaginado que la chica Malfoy fuese capaz de realizar lo que las animadoras le solicitaron. Resultó especialmente chocante cuando se puso a repetir con entusiasmo las porras que Emma le había indicado previamente.

Después de que todas las postulantes hubiesen pasado por el yugo de las tres rubias, Zoey se puso en pie con su cuaderno en mano. Acompañada por el resto del equipo se acercó a la zona donde descansaban las pocas chicas que todavía albergaban esperanzas de entrar al equipo, pues la mayoría habían asumido que estaban fuera apenas su prueba había finalizado.

—No le voy a dar muchas vueltas, estoy cansada, y esta noche hay una fiesta —dijo Zoey —, al menos para algunos —añadió mirando de reojo a algunas de las chicas que obviamente no habían dado la talla.

»Las nuevas animadoras del ECA son Liber Blanchard y Agatha Malfoy —dijo leyendo los nombres de las aludidas en su cuaderno—. Felicidades a las dos.

Liber eufórica, abrazó a Agatha, que sonreía sorprendida.

A nadie le pasó desapercibida la mueca indignada de Beverly, ni tampoco como enganchó a Cassidy por un brazo y se alejó con ella, restregándole a Liber que, a pesar de haber entrado en el equipo, la que en el pasado había sido su mejor amiga, ahora le era fiel a ella. Safary Rushell y Kendall Dawson, otras dos animadoras, no tardaron en seguirlas, dejando así claro cuál era su bando.

—No les hagas mucho caso —Emma Matthews y Zoey Queen se acercaron a Liber y Agatha—. Mi hermana es una caprichosa, pero en el fondo quiere ganar tanto como nosotras. Ya se le pasará.

—Pues podía cortarse un poco —dijo Agatha. No sabía qué problema tenía esa chica con Liber, es más, le parecía imposible que alguien pudiese tener problemas con Liber... pero las miradas que Beverly le lanzaba, y los gestos que le dedicaba a su amiga no estaban precisamente encaminados a disimular. Quería molestar a Liber, y eso no era algo que Agatha estuviese dispuesta a dejar pasar.

—Entrenamos todos los días tras la comida, y dos días a la semana antes de las clases —les explicó Zoey—. Podría traeros los uniformes nuevos la semana que viene, pero os aconsejo que vayáis esta noche a la fiesta de Emma, os los daré allí. Es bueno para el equipo que nos vean a todas en esa clase de fiestas.

Agatha enarcó una ceja, esa chica tenía una forma curiosa de invitarte a una fiesta, lo que había dicho sonaba más a una orden que a una invitación; Liber, por otra parte, no se sorprendió, estaba acostumbrada a la actitud autoritaria de Zoey Queen.

—No sé si podremos ir, mis amigos acaban de llegar y...—No pudo terminar la frase, pues unos fuertes brazos la agarraron por la cintura y la alzaron por los aires.

—¡Liber!, ¡has entrado! —gritó James, que acababa de aproximarse a ellas, junto con Lorcan y Lysander.

—James, bájame —pidió la chica, riéndose desde encima del hombro de James.

—Lo hace para que te vayas acostumbrando —intervino Lysander con un guiño.

—Ahora que eres voladora pasarás mucho tiempo encima de la gente —completó un divertido Lorcan, no sin doble intención.

—¿Sabéis lo qué es una voladora? —preguntó Agatha realmente sorprendida.

—Nos lo han dicho ellos —Lysander señaló a Ryan y Peter, que ya se habían acoplado al grupo.

—¿Estos son tus amigos? —le preguntó Emma a Liber barriendo con la mirada a los tres ingleses.

—James Sirius Potter, a tu servicio —James bajó a Liber con delicadeza, y cogió la mano de la rubia, para depositar un beso.

Emma soltó una risa divertida.

—¿Así se saluda en Inglaterra? —inquirió enarcando una ceja.

—Solo a las chicas guapas —contestó James, guiñándole un ojo, y provocando un disimulado resoplido por parte de Agatha.

—El nuevo tiene buen gusto —respondió Emma divertida.

Las comisuras de los labios de Ryan se alzaron en una sonrisa torcida, estaba acostumbrado a ver cómo su mejor amiga provocaba esa clase de reacciones en los hombres, Emma poseía un atractivo sensual muy difícil de ignorar.

—Lorcan, Lysander y James son nuestros nuevos tigres —explicó Peter, al tiempo que pasaba una mano alrededor de la cintura de Zoey.

—Entonces, no hay más que hablar, todos deberíais venir a la fiesta de esta noche —completó la capitana.

—Si tú lo dices, preciosa, ahí estaremos —intervino Lorcan sin apartar la vista de la rubia que acababa de hablar.

Peter se apresuró a posar una mano sobre el hombro de Ryan para tranquilizarlo, aunque naturalmente no pudo evitar que la expresión de su mejor amigo volase de una sonrisa divertida a una mueca airada.

—¡Mierda! —masculló Emma, consciente de que el nuevo acababa de meterse en terreno prohibido.

—Nosotros tenemos que irnos. Todavía queda mucho por preparar —intervino de nuevo Peter, a la vez que empujaba con disimulo a su amigo para alejarlo de ahí.

Zoey rodó los ojos con hastío, y Emma chasqueó la lengua, no le hubiera importado quedarse un poco más con los nuevos. No obstante, ambas chicas siguieron a sus amigos. Pese a que había sido una excusa, Peter tenía razón, aún tenían mucho que preparar para la fiesta.

—¿Qué acaba de pasar? —Lorcan miró a Liber, con la esperanza de que ella pudiera arrojar un poco de luz al asunto.

—Zoey y Ryan —contestó ella—. Al parecer algunas cosas no han cambiado desde que me fui. Aquí todos saben que está prohibido meterse entre ellos.

—¿Pero son pareja? —insistió Lorcan.

—No creo que usen esa etiqueta —respondió Liber encogiéndose de hombros—, simplemente, si no quieres tener problemas con tu nuevo capitán, es mejor que no te involucres con Zoey —explicó—. Y lo mismo pasa con Ryan —agregó—, es uno de los chicos más codiciados, pero son muy pocas las que se atreven a acercase a él. Zoey Queen puede ser bastante vengativa...

—Tenéis todo un culebrón aquí montado —dijo Agatha mientras veía a las animadoras y los tigres alejarse.

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