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2- Kayley & Victoire

Hilarie Blanchard se consideraba a sí misma una mujer experimentada. Su ex carrera de modelo, y su actual puesto como dueña y presidenta de la revista Liberty, la habían obligado a viajar prácticamente por todo el mundo. Había conocido diferentes culturas y se había codeado con personajes de lo más estrafalario. Por no mencionar que estaba casada con un mago...

Y sin embargo, nada de lo que hasta ese momento había vivido podría compararse con la escena que en ese instante tenía lugar en su preciado comedor: La dinámica Potter-Weasley-Malfoy-Scamander a la hora del desayuno era digna de ser recogida en un cuadro de cualquier pintor francés vanguardista. La comida volaba de una punta a otra de la larga mesa mientras las charlas batallaban por superponerse a las risas y a las bromas matutinas... Hasta estaba segura de haber visto como uno de los gemelos Scamander había hecho explotar su vaso de zumo de naranja.

—Si se está preguntando si esto es así todos los días, la respuesta es sí —La dulce voz de Victoire sacó a la señora Blanchard del estado de estupefacción en el que se había quedado—. Aunque parece que hoy se están conteniendo porque está usted delante.

Hilarie se apartó de la barra de la cocina desde donde había estado contemplando la animada escena y se giró para saludar a la atractiva pelirroja.

—Es divertido ver la casa tan animada —respondió—. Aunque creo que voy a tardar un poco en acostumbrarme.

Victoire asintió.

—Yo todavía no me he acostumbrado, y llevo toda mi vida conviviendo con ellos —respondió con una sonrisa.

La señora Blanchard le devolvió el gesto y dejó su taza de café sobre la encimera.

—Debo irme ya —comentó tras una rápida mirada al Rolex que su marido le había regalado por su onceavo aniversario de bodas—. Hoy hay junta de inversores en Liberty. Imagino que te veré en la redacción.

—Por supuesto —respondió Victoire—. Estoy deseando empezar a trabajar. Todavía no sé cómo agradecerle que me haya dado esta oportunidad.

—No ha sido un acto altruista, querida —contestó Hilarie sacudiendo brevemente la mano para restarle importancia—. He visto tu expediente y, créeme, prefiero tenerte en mi equipo que con la competencia —Le guiñó un ojo a modo de despedida. Cogió su bolso y atravesó el comedor, deteniéndose tan solo un momento para darle un beso a su hija menor y despedirse del resto de comensales.

Liber sonrió feliz mientras veía a su madre desparecer por la puerta. Tras tanto tiempo alejada de su familia, se sentía dichosa sabiendo que ahora podría verlos todos los días.

—¡Por Merlín, Liber! —Dominique apareció en el comedor con una sonrisa que a poco más no le cabría en el rostro—. ¡Estos uniformes son mucho mejores que los de Hogwarts! —exclamó emocionada, al tiempo que daba una vuelta sobre sí misma para que a nadie le pasase inadvertido lo bien que se ajustaban a sus curvas la falda gris plisada y la camisa blanca.

—¡Y tanto! —comentó Lorcan desde la mesa, sin apartar la mirada de las piernas de la semiveela, que la corta falda permitía apreciar en casi todo su esplendor.

Roxanne, sentada a su lado, le propinó una suave colleja mientras contenía una carcajada.

—Pero, ¿no os morís de calor con la americana? —dijo Lily Luna a la vez que robaba una galleta del plato de Albus.

—Es que nadie las usa a diario —respondió Liber—. En realidad, solo hay que llevarlas para los actos oficiales y para las fotos —Se llevó una mano a la nuca y esbozó una sonrisa de disculpa.

Tras un rápido intercambio de miradas, y un breve momento de vacilación, todos los presentes se quitaron la americana roja con una compenetración casi ensayada, ante la divertida mirada de Chris Blanchard, que acababa de bajar las escaleras acompañado de Teddy Lupin.

—¿Hacen esto muy a menudo? —le preguntó el chico a su compañero.

—Pasan demasiado tiempo juntos —respondió Teddy encogiéndose de hombros.

—Chicos, vais a llegar tarde —les dijo Victoire a los dos aurores entregándoles una taza de café a cada uno y dándole a su novio un rápido beso de buenos días—. Anthony, Harry, y Ron se marcharon hace una hora a la sede de Blanchard's Security.

—¡En serio!, ¿qué hora es? —preguntó Chris.

—Las ocho y diez —respondió Victoire.

—¡Miércoles! —El mayor de los Blanchard se llevó la taza a los labios, vaciándola en apenas medio segundo. Le devolvió el recipiente a la pelirroja, junto con el café de Teddy, que ni siquiera había podido dar el primer sorbo—. Gracias por el café, Victoire. Tenemos que irnos ya, le dije a Mack que la recogería hace media hora. Y vosotros —añadió mirando a su hermana y a la tropa de ingleses que ocupaba la mesa del comedor—, si no os vais ya, no podréis elegir horario. Creedme, nadie quiere que le toque Pociones con el profesor Stark, ¿verdad Liber?

La aludida esbozó una mueca de pánico y se puso en pie:

—Vámonos —casi ordenó.

—¿No podemos desaparecernos? —preguntó Louis, imitándola, al igual que el resto de los ingleses.

—No se puede utilizar la aparición en todo el recinto del ECA, ni en diez kilómetros a la redonda —explicó la menor de los Blanchard.

—Normas de seguridad —completó su hermano, a la vez que cogía a Teddy de un brazo y tiraba de él hacia la puerta principal—. Hasta luego—se despidió.

—¡Me pido conducir! —exclamaron James y Fred al unísono, mientras salían disparados hacia el garaje. Ambos habían desarrollado un amor prácticamente patológico por el Aston Martin descapotable que Anthony les había regalado.

En apenas unos minutos la mansión Blanchard, donde esa misma noche habían dormido veintidós personas, quedó completamente vacía.

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El bolígrafo se desplazó resuelto sobre la hoja de papel, dibujando una línea recta sobre el último elemento de la lista: ejemplar de Asesinato en el Orient Express.

Kayley Gorrovich comprobó por enésima vez que ya había introducido en su bolso todo lo tachado en la lista. Cerró con cuidado su preciada agenda forrada en cuero rojo, y la metió en un compartimento exterior del mismo, exclusivamente reservado para esta.

Se echó el bolso a los hombros y bajó las escaleras de la acogedora casa que compartía con su madre, Lara Fitzwilliam, quien para no variar la esperaba apoyada en la barra de la cocina, releyendo con ojo crítico el último artículo que había escrito para Liberty.

En cuanto vio a su hija asomarse por la puerta dejó la revista sobre la encimera y le dedicó sonrisa:

—Buenos días.

—Buenos días —Kayley le devolvió el saludo alegremente y se dirigió a la nevera, dispuesta a prepararse su desayuno, tal y como venía haciendo desde que tenía seis años. Sin embargo, su madre se le adelantó.

—Deja eso, cielo, he hecho pancakes —Lara señaló un plato repleto hasta arriba de apetitosas tortitas con sirope de caramelo.

A Kayley se le hizo la boca agua, se sentó en frente a su madre, preparada para saborear el delicioso desayuno. No obstante, para bien o para mal, la conocía demasiado bien como para no percatarse de que esos pancakes venían con segundas intenciones.

—Ha llamado Mikolas, ¿no? —Más que una pregunta fue una afirmación.

—Tu padre —puntualizó Lara remarcando el tono en la última palabra, aunque sin modificar en ningún momento su expresión totalmente afable—. En realidad no ha llamado. Esta vez es cosa mía. Hilarie Blanchard me ha pedido que me encargue de cubrir las manifestaciones antinucleares en Japón.

—¡Pero eso es genial! —exclamó Kayley emocionada—. Estabas deseando que te tocara esa noticia, y que conste que no me sorprende, Hilarie sabe de sobra que eres la mejor periodista de toda la redacción de Liberty —añadió repleta de orgullo por su madre.

Lara sonrió y se acomodó el cabello tras la oreja.

—Gracias cielo. Pero estaré fuera durante una semana, así que...

—Tendré que quedarme con Mikolas —completó la castaña encogiéndose de hombros. El característico pitido que realizaba su Samsung cada vez que le llegaba un whatsapp provocó que dejara el tenedor sobre la encimera y cogiera el teléfono móvil.

»Nea y Lottie ya están aquí —dijo antes de enganchar el asa de su bolso y ponerse en pie—. No te preocupes por mí, he sobrevivido a estancias más largas con la familia Adams —añadió con sonsonete sarcástico tras darle un beso en la mejilla a su madre.

—Ellos también son tu familia, Kayley —la reprendió Lara.

La castaña negó con la cabeza.

—Mi familia sois tú, Nea y Lottie —respondió.

La señora Fitzwilliam puso los ojos en blanco. Su hija era todo un genio, y los genios eran tozudos por naturaleza.

—Dile a Charlotte que siento mucho lo de su madre, me pasaré por su casa a verla antes de coger el vuelo a Japón —comentó a modo de despedida.

Kayley abandonó la estancia con un último asentimiento, y prácticamente corrió hacia el BMW de Nealie, donde la impaciente morena la aguardaba acompañada por Lottie en el asiento del copiloto, quien lucía su melena pelirroja recogida en una coleta alta.

—¡Hola chicas! —saludó alegremente mientras entraba en la parte trasera del coche.

—Hola, Kay—Charlotte se giró, y Nealie le dedicó una sonrisa a través del espejo retrovisor a la vez que arrancaba el vehículo.

—¿Cómo está tu madre? —le preguntó Kayley con sincera preocupación a la pelirroja.

—Está bien, por suerte los aurores llegaron a tiempo—explicó la pelirroja—. No quiero ni imaginarme lo que podría haber pasado si no lo hubieran hecho

—Todavía no me explico cómo esos delincuentes consiguieron escapar —intervino Nea—. Katherine fue muy valiente.

—Es la directora de personal en el Banco Central de Malibú, la han preparado para afrontar situaciones de ese tipo —arguyó Charlotte sin demasiada convicción—. Pero Logan McClain, el padre de Robert, casi no lo cuenta. Mi padre dijo que lo atacaron hace un par de semanas por la noche, cuando salía del club de campo. Al parecer se salvó porque Killiam Marshall estaba cerca por casualidad, según dicen evitó que al señor McClain lo alcanzara una maldición imperdonable.

—Y tan solo una semana después atacan a tu madre en las oficinas del banco —comentó Kayley mordiéndose en labio inferior, como hacía siempre que una hipótesis comenzaba a formarse en su cabeza.

—Pues, no sé si os habéis enterado del accidente que tuvo ayer el Jet privado de los Blanchard —intervino Nealie, sin apartar la vista de la carretera—. Acabó hecho pedazos, Lennon Rode se salvó de milagro y el piloto sigue desaparecido.

—Accidente —El tono de voz de Kayley denotaba cierto escepticismo—. Tres ataques y todavía no han detenido a nadie. Creía que Blanchard's Security era la mejor empresa de seguridad de EEUU.

—¿Podemos cambiar de tema? —pidió Charlotte tras un breve silencio. Al igual que Kayley, ella también tenía sus reticencias acerca de la situación que estaban viviendo esos días, pero todavía se sentía algo conmocionada por el peligro que había corrido su madre y, por el momento, prefería pensar en ello lo menos posible—. ¿Iréis a la fiesta de Emma y Beverly Matthews? —preguntó.

Nea soltó una carcajada, y Charlotte se llevó una mano a la nuca.

»Vale, pregunta tonta —aceptó la pelirroja.

Desde que habían comenzado la secundaria, las hermanas Matthews tenían la tradición de celebrar una fiesta de inicio de curso en su casa de la playa. Obviamente acudían los alumnos más populares del ECA y... obviamente, ni Lottie, ni Kayley, ni Nea solían ser invitadas: en parte porque todo el mundo estaba al tanto de la enemistad entre Nealie y las reinas del instituto, Zoey Queen y Emma Matthews; y en parte porque ni Charlotte ni Kayley eran precisamente las chicas más populares del ECA.

—Podéis venir a mi casa —dijo Kayley—. ¿Peli y palomitas? —propuso.

—Por mí perfecto —Lottie alzó el pulgar.

—Genial —dijo Nea—, así podré preguntarle a Lara sobre su viaje a Iraq.

La castaña sonrió, su madre y Nealie Fletcher habían congeniado desde el primer día que se vieron. Según Nea, Lara era todo un ejemplo de mujer, al no estar casada no dependía de ningún hombre, era valiente y arriesgada, dispuesta a viajar a los lugares más peligrosos con tal de cubrir la noticia. Y es que, si había algo que le gustase a Nea, era el riesgo, la adrenalina, romper las reglas y vivir al límite... Kayley todavía no se explicaba como tres personas tan distintas como lo eran ella, Lottie y Nea podían ser tan buenas amigas.

—En realidad me refería a la casa de mi padre —aclaró la castaña—. Esta semana tengo que quedarme con él, su perfecta esposa y mis queridos hermanos "no bastardos" —señaló con un resoplido.

—Da igual, ni siquiera Oskar y Louise podrán arruinarnos una noche de pelis —dijo Charlotte, mientras Nealie fruncía ligeramente el ceño en un gesto casi imperceptible...

...imperceptible para cualquiera que no fuera Kayley Gorrovich.

—¿Todo bien Nea? —preguntó.

—Claro —Asintió la morena en tono despreocupado—. Iremos a casa de tu padre, no hay problema.

---

Victoire entregó su identificación al guardia de seguridad de la puerta. Tras un rápido vistazo, este la invitó a pasar al interior del enorme edificio donde se ubicaba la redacción de Liberty.

La mayor de los primos Weasley no pudo más que contener una exclamación de asombro cuando se vio a sí misma en la sede de una de las revistas más prestigiosas del mundo. Era incluso mejor de cómo lo había imaginado, tan solo en la recepción ya se respiraba ese ambiente de profesionalidad y modernidad que a la pelirroja tanto le atraía.

Se encaminó hacia el mostrador, donde un chico rubio con gafas de pasta y camisa de cuadros al más puro estilo hipster permanecía con la mirada clavada en la pantalla de un Mac.

—Disculpe, ¿podría indicarme donde se encuentra la sección de sucesos? —preguntó Victoire.

No obtuvo respuesta.

—¿Hola? —La pelirroja insistió, pero el resultado no varió. Estaba a punto de darse por vencida, cuando un joven castaño con una cámara de última generación colgando del cuello se acercó a ellos y, sin el menor miramiento, le propinó una colleja en la cabeza al recepcionista, de manera que un minúsculo audífono se desprendió de su oído.

—¿Escuchando el partido de quidditch en horas de trabajo otra vez?, ya te vale, Tom, como sigas así te van a despedir —dijo el castaño.

El aludido se mordió el labio y esbozó una mueca suplicante.

—Por favor, William, no se lo digas a Hilarie, es que están dando la final de los Chudley Cannons. Hacía 50 años que no llegaban tan lejos, no me lo podía perder.

—En realidad, hace 48 años que los Chudley no están en una final —puntualizó Victoire.

Ambos jóvenes se giraron hacia ella.

»Mi tío es fanático de ellos —explicó la pelirroja en respuesta a las miradas curiosas del recepcionista y el tal William. Aunque la verdad, diciendo que Ron era fanático de los Chudley se quedaba corta.

El joven castaño esbozó una sonrisa de medio lado y le extendió una mano.

—Creo que todavía no nos han presentado, soy William Aldridge, pero tú puedes llamarme Will.

—Victoire Weasley —Le estrechó la mano al chico.

—Ya me encargo yo de la nueva —dijo Will mirando al recepcionista—. Sigue con tu partido. Realizó un elegante gesto de mano, indicándole a la pelirroja que pasase delante de él—. Supongo que buscas la sección de vestuario, debes de ser una de las nuevas modelos.

La chica negó con la cabeza.

»¿En serio? —inquirió William sorprendido—. Pues podrías serlo, y créeme, lo digo con conocimiento de causa, soy fotógrafo —añadió con una sonrisa seductora.

—Nunca lo habría adivinado —respondió Victoire, irónica, dirigiendo la mirada a la cámara que llevaba el castaño.

Este sonrió al tiempo que entraba en el ascensor junto a ella.

—Entonces, ¿moda? —preguntó, señalando el botón que indicaba el décimo piso. Ante la negativa de la chica, señaló el número veinticinco—. ¿Sociedad? —volvió a aventurar.

—Sucesos —respondió Victoire.

William pulsó el botón que indicaba el piso veintidós. Las puertas del ascensor comenzaron a cerrarse, sin embargo, antes de que se juntaran del todo, un par de manos femeninas se colaron en el medio, provocando que se volvieran a abrir.

—¡Lennon! ¿Cómo estás? —Will se echó a un lado dejando pasar a su mejor amiga

—No tan bien acompañada como tú —respondió la elegante modelo entrando en el ascensor. Las puertas volvieron a cerrarse, esta vez del todo.

—No deberías de haber venido a trabajar. Después de lo de ayer necesitas descansar —insistió el chico.

Lennon hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

—Como si te importara, Will, ya veo lo rápido que me olvidas, llego un día tarde al trabajo y ya te buscas una nueva amiga —dijo en tono burlón.

El aludido negó con la cabeza, divertido:

—Ella es Victoire Weasley —la presentó.

—¡Vaya! —La morena sonrió—. Yo soy Lennon Rode, compartimos casa.

—Eres la novia de Chris —dijo la pelirroja sorprendida—. Me contó lo del accidente.

—¿Qué confianzas son esas con mi novio?, ya lo llamas Chris y te cuenta asuntos personales...

Victoire enarcó las cejas, realmente sorprendida, lo que provocó que William y Lennon dejaran escapar una sonora carcajada al unísono.

—Te está tomando el pelo —dijo Will con una sonrisa, enseguida imitada por la modelo.

—Tranquila, querida, sé perfectamente que tienes novio, Teddy Lupin, según tengo entendido —dijo—. Chris me ha hablado mucho de todos vosotros, por lo que cuenta sois todos un encanto.

Victoire sonrió más aliviada, aunque tuvo que contener una mueca sarcástica. Ella no describiría a sus primos como "un encanto".

—También nos ha hablado de ti —dijo la pelirroja.

Las puertas del ascensor se abrieron, y Victoire dio un par de pasos para acceder al piso donde comenzaría su carrera como periodista. Will hizo el amago de salir con ella, pero Lennon se adelantó y la enganchó de un brazo.

—Yo me encargo de enseñarle la redacción a mi nueva compañera de casa —le dijo al chico, antes de dirigir la mirada hacia la pelirroja y dedicarle una sonrisa—. Presiento que vamos a ser grandes amigas.

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