07
este capítulo está centrado en la perspectiva de BeomGyu y es más de flashbacks para conocerlo un poco como personaje
Heuglyong: Dragón negro
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... Nadando en una reluciente piscina, cariño,
Me quito mi bikini blanco con mis uñas pintadas de rojo...
BeomGyu se puso de pie luego de haber estado revisando los informes por tanto tiempo, y al mirar la hora, se dio cuenta de que llevaba tres horas en eso. Frotó su rostro por el cansancio, observando hacia fuera y dándose cuenta del cielo despejado a través de las ventanas y el ventanal.
JungWon se los había entregado más temprano, diciéndole que eran los ingresos del último mes de los centros clandestinos que poseía a lo largo de todo el país. Si bien BeomGyu sabía que podía encargarle todo eso a un contador o a otra persona de confianza, incluso al mismo JungWon, prefería examinarlos por sí mismo. Desde que nació y fue criado y preparado para asumir como heredero de la kkangpae Heuglyong que sus padres siempre le dijeron que jamás asignara tareas a otros que él podía hacer.
Esos días había estado muy estresado. Por la ciudad de Busan una mafia había tomado fuerzas los últimos meses, buscando quitarle terreno a BeomGyu en dicha zona a como dé lugar. El Alfa no les había tomado mucha importancia al inicio, un pequeño error que debía solucionar pronto, pues alguna persona le dio un soplo a la policía de la fábrica de metanfetaminas que poseía en Busan y dos semanas atrás, la habían desalojado. No se dio lugar a un enfrentamiento como tal, ya que le avisaron a BeomGyu con anticipación lo que iba a ocurrir, pero tuvo que destinar hombres, camiones y dinero para poder buscar un nuevo lugar que le sirviera como fábrica y trasladar todo de un espacio a otro. No pudo operar bien por alrededor de tres días, lo suficiente para que la otra kkangpae lo aprovechara y se hiciera con sus clientes. Cada vez que lo pensaba, BeomGyu sentía la cólera invadirlo.
Se puso de pie para relajarse, sirviéndose un poco de whisky en su vaso y encendiendo uno de sus puros favoritos. No había terminado de dar la primera calada cuando escuchó una conocida risa viniendo del patio.
Con naturalidad fue hacia el balcón, corriendo la puerta del ventanal a un costado y saliendo al aire exterior. Era pleno verano, con el caluroso sol haciéndole cerrar los ojos brevemente por la fuerza que poseía, y una vez logró acostumbrarse, bajó la vista.
TaeHyun estaba entrando a la piscina, con la fuerte música saliendo de un parlante que había llevado días atrás. Iba con un traje de baño de color rojo, de esos que apenas le cubría algo, y casi al mirarlo, BeomGyu sentía que podía ponerse duro. En especial cuando el Omega se metió bajo el agua, nadando, y esas bonitas nalgas brillaron.
Dio una calada más, observándolo salir de debajo del agua y nadar hacia la orilla. Le dijo algo a alguien, y en su visión apareció HaNeul, su mayordomo y quizás el hombre más fiel que poseía. BeomGyu lo consideraba ya parte de su familia.
HaNeul le dejó un trago a TaeHyun en la mesita bajo el quitasol junto con algo para comer. Habían almorzado juntos horas atrás y al mismo BeomGyu le dio algo de hambre, dándose cuenta de lo agotado que estaba.
Bebió del whisky, sin quitar sus ojos de TaeHyun, que volvió a nadar.
No podía dejar de mirarlo. Había algo particularmente hermoso en el Omega, BeomGyu apreció eso desde el momento en que lo conoció tres años atrás.
El Alfa no solía frecuentar mucho los burdeles. Entre todos sus asuntos, el tema carnal siempre pasaba a un segundo plano (o, al menos, así era antes). Además, BeomGyu tenía sus inclinaciones, y siempre le habían gustado más los Omegas machos para follar que las Omegas mujeres. Tal vez se debía a esa sociedad que los prohibía, que los veía como algo negativo, algo pecaminoso, y considerando la vida que llevaba, se adecuaba más a él.
Por otro lado, su madre (que en paz descanse), se lo había dicho con mucho cuidado: como los Omegas machos estaban tan mal vistos, las Omegas hembras estaban muy malcriadas.
— Si te vas a acostar con una — le dijo la mujer años atrás, con su padre asintiendo ante esas palabras —, ten cuidado de hacerlo con condón, con un condón que tú traigas. Las mujeres Omegas suelen buscar Alfas con dinero que las consientan, mimen y amen, y tú, hijo mío, eres un gran partido para ellas.
BeomGyu lo sabía. En contadas ocasiones, cuando era más joven, se había acostado con algunas de ellas, algún revolcón del momento, pero con todas tuvo que lidiar cuando aparecían, meses después, diciendo que estaban embarazadas y que debía hacerse cargo del bebé. El Alfa siempre les respondía con frialdad que había usado protección, sin embargo, cuando ellas insistían, decía que fueran a hacerse algún examen de sangre.
— En caso de que sea mi hijo — les decía siempre el Alfa —, entonces procederé a marcarte y casarme contigo.
Ante la mención del examen, siempre retrocedían y desaparecían de su vista con rapidez.
Por lo mismo, BeomGyu se agotó pronto de lidiar con esas situaciones. Fue cuando su padre le habló de los burdeles de Omegas machos, muchos de ellos en zonas periféricas, aunque otros en lugares más lujosos y cerrados. El Alfa no tardó en llegar al de JaeSang, uno de los más reconocidos dentro de la ciudad por tener a "Omegas de alta categoría", como decían por ahí.
Le gustó de inmediato a BeomGyu. Era un lugar discreto, donde todos estaban en sus propios asuntos y bien resguardado por sus propios guardias. Y los Omegas eran encantadores, hermosos y, por sobre todo, inteligentes. Aquel fue el inicio de sus acercamientos a los Omegas machos, donde se dio cuenta de los prejuicios a los que se veían sometidos.
Qué injusta es la vida para algunos, pensó meses después, cuando uno de esos Omegas yacía a su lado, durmiendo con tranquilidad. Al inicio, la relación fue solo negocios y pocas palabras, pero a medida que iba más, empezaba a conversar con ellos sobre temas ligeros. La mayoría eran muy perspicaces y buenos conversadores, y siempre, siempre, tenían cuidado de tomar la pastilla en caso de que se corriera dentro de ellos, además de, por supuesto, estar con anticonceptivos.
— En caso de que quedes preñado — les decía antes de irse —, habla con JaeSang, dile que me contacte, y puedo hacerme cargo de pagarte el aborto, si es lo que deseas.
— ¡Claro que sí! — exclamó SeokJin, uno de los Omegas más interesantes, cuando se lo dijo la primera vez. — Ningún cachorro, señor Choi, no debe preocuparse. Gracias por hacerse cargo en caso de ser necesario.
Estuvo fuera varios meses cuando, una noche, decidió ir y vio a TaeHyun por primera vez. Bailaba como una ninfa, sonriendo con ese encanto juvenil y delicado, y notó enseguida la manera en que todos los Alfas le miraban. Le hizo algunas preguntas a JaeSang antes de hacer su oferta: ¿cuántos años tiene? ¿Cuándo llegó? ¿Por qué no lo había visto antes?
BeomGyu era orgulloso y no iba a admitirlo, pero le enfadaba ligeramente no haberlo conocido cuando llegó. Una parte suya sentía que tuvo que ser suyo desde el inicio, con su lobo tirando hacia él por las feromonas que el Omega soltaba con tanta facilidad.
El fin de semana que tuvo con él fue fascinante. TaeHyun era muy inteligente, gracioso y cautivador, con esa sonrisita en forma de corazón que atraía miradas a donde quiera que fuera y aquellos ojos brillantes y pequeños. Al inicio, por supuesto, pensaba solo en satisfacerlo sexualmente, aunque poco a poco comenzó a demostrar más de su propia personalidad, siendo tan juguetón y divertido, con bromas sin sentido que le hacían reír.
Los días pasaron demasiado rápido para su propio gusto.
— Hasta pronto, mon amour — le dijo TaeHyun cuando lo dejó fuera de su departamento, dándole un suave beso en los labios.
Creyó que ese hechizo por el Omega acabaría ahí, aunque a los pocos días se sorprendió pensando en él. Estuvo irritado ante ese hecho, sin poder entender cómo su Alfa se había encaprichado por el menor, y trató de resistir las primeras semanas hasta que no pudo más. Al mes y medio, volvió.
TaeHyun lo recibió con esa sonrisa agradable y coqueta. BeomGyu casi se embriagó de sus feromonas esa noche, mientras lo besaba y se lo follaba con suavidad. El Omega soltaba esas risitas empapadas en gemidos, abrazándolo, con los ojos revoloteando por el placer.
La obsesión de BeomGyu no hizo más que aumentar. De pronto, su Alfa solo podía pensar en el Omega, en su aroma, sus besos, la humedad con la que lo recibía, los ruidos que hacía. Las noches con él se le hacían cortas, poco satisfactorias de pronto, y solo deseaba más. Quería más de TaeHyun. Quería todo de TaeHyun.
— ¡BeomGyuuuuuuuuuuuuuu!
El grito de TaeHyun lo hizo sacar de sus pensamientos y miró hacia abajo, donde el Omega lo saludaba con las manos. Le devolvió el saludo con una inclinación de cabeza, dándose cuenta de que su puro se había apagado por haberse perdido en su mente.
— Tae — dijo, terminando de beber el whisky.
— ¡Ven a bañarte conmigo! — pidió TaeHyun, chapoteando en el agua.
— No — fue su primera respuesta.
— ¡Entonces le pediré a JongSeong que me acompañé! — trató de provocar TaeHyun.
— Te dirá que no — desestimó BeomGyu, despreocupado.
El Omega lo miró con mala cara y el Alfa solo sonrió, dándose la vuelta e ignorando su quejido de rabia. Entró otra vez a la oficina, pero solo para dejar el vaso en su lugar, prender otra vez su puro, y salir de allí, yendo hacia las escaleras.
Todavía le hacía gracia que el Omega fingiera rabia con él, cuando ese enojo que tuvo con él al inicio ya había desaparecido por completo. BeomGyu comprendía que a TaeHyun no le resultara gracioso haber recurrido a sus... métodos poco ortodoxos cuando le dijo que fuera su exclusivo y el Omega solo se rio en su cara. BeomGyu no entendió la broma, llenándose de ira cuando obtuvo la respuesta del menor.
— Cariño, yo no soy exclusivo de nadie. No le pertenezco a nadie.
No, por supuesto que no. TaeHyun era un Omega libre, entendía en ese sentido, sin embargo, el Alfa de BeomGyu lo quería como suyo. El mismo BeomGyu lo deseaba como el único que estuviera en su cama, al menos, hasta ese momento.
Así que hizo de las suyas. No pensó que sería tan fácil, pero encontró a los frecuentes clientes de TaeHyun y solo un par de amenazas bastaron para deshacerse de ellos con rapidez, antes de hacer sufrir un poco al Omega, no yendo enseguida hacia él. Dejó que pasaran unos días sin verlo, sabiendo que eso lo pondría de nervios al ver que nadie lo solicitaba, y cuando finalmente se encontraron, no le sorprendió que no se negara a recibirlo.
BeomGyu, dentro de todo, sabía que no estaba bien lo que hizo. Había ciertas cosas que él, como persona, no toleraba a pesar de haber sido criado en ese ambiente poco idóneo, donde las líneas de lo bueno y lo malo se desdibujaban para dar paso a los deseos personales por encima de todo. Sí, BeomGyu tenía más que claro que él no era un hombre de bien, una persona correcta y, mucho menos, decente. Su primer asesinato lo cometió a los quince, torturaba a quiénes se ponían en su contra, tenía un imperio de drogas y, además, mantenían conexiones con algunas mafias de otros países que traficaban personas. Sin embargo, había algo que él no toleraba con los otros, ni consigo mismo, y eso era la violación.
Por lo mismo, no se reconoció a sí mismo cuando recurrió a arrinconar a TaeHyun para que, finalmente, aceptara ser su exclusivo. Había algo de culpabilidad en sus acciones y por lo mismo, cuando TaeHyun se mudó a su hogar, no quiso tocarlo los primeros días. Se preguntó en varias ocasiones si es que lo que había hecho no entraba dentro de esa acción que tanto asco le daba.
Al menos, eso fue hasta que TaeHyun entró a su oficina dos semanas después, con la expresión llena de molestia y JungWon tratando de detenerlo.
— ¿Qué mierda quieres de mí? — le reclamó TaeHyun, haciéndolo parpadear. — ¿Es una estúpida broma esto? ¡¿Pretendías traerme para luego no dirigirme ninguna mirada, Choi?!
BeomGyu le hizo un gesto a JungWon para que se retirara y el Beta así lo hizo, cerrando la puerta tras él.
— No quiero obligarte, TaeHyun.
— ¿Obligarme? — TaeHyun se rio, incrédulo. — Gracias por la consideración, pero ahora, ¿puedes follarme? ¡Necesito que me folles, imbécil!
Minutos más tarde, mientras lo empalaba en su polla contra el escritorio, oyendo sus gritos y gemidos, solo pudo reflexionar en que iba a tener que enseñarle a no insultarlo.
Los insultos no habían desaparecido a esas alturas, por supuesto. TaeHyun tenía un amplio vocabulario de malas palabras, aunque había aprendido a controlarse y, al menos, ya no se las decía directamente. A lo más, las murmuraba en voz baja.
Antes de salir al patio, le dijo a HaNeul que le llevara una botella de cerveza fría, y se arremangó la camisa cuando caminó hacia la piscina. TaeHyun había vuelto a nadar, aunque pronto se fijó en él, y una sonrisa traviesa pintó su rostro. Flotó hasta la orilla mientras BeomGyu se sentó en una de las sillas de playa, bajo la enorme sombrilla.
— ¿No vas a bañarte conmigo, Alfa? — preguntó TaeHyun, apoyándose en el borde de la piscina, que estaba hecho de granito gris. A pesar de que el menor no llevaba maquillaje alguno, notó las uñas pintadas de negro. Parecía haberlo hecho luego del almuerzo.
— No me baño en la piscina — señaló BeomGyu, agradeciéndole a HaNeul cuando le entregó la botella y le dio un trago.
— ¿Entonces para qué tienes una? — exclamó el Omega. — Qué desperdicio, BeomGyu.
— Prefiero verte a ti bañarte — dijo el Alfa.
TaeHyun rodó los ojos y retrocedió, volviendo a meterse bajo la fría agua y alejándose. BeomGyu solo lo observó en silencio, bebiendo con tranquilidad.
Qué encanto, como un hada, pensó superficialmente cuando lo vio flotar otra vez, viéndose tan feliz y relajado.
A BeomGyu ya no le extrañaba eso. Ya no pensaba dos veces en su corazón latiendo desbocado por TaeHyun, en los deseos enloquecidos por besarlo y abrazarlo, en sus dientes rozándole el cuello para morderlo. Los primeros meses, por supuesto, le preocupó de sobremanera, pero pronto lo desechó, en especial, luego de conversar con su madre.
La mujer murió hacía un año y TaeHyun alcanzó a conocerla. No interactuaron mucho en general, pues ella no vivía con él, tenía su propia casa, pero el Omega siempre fue dulce y agradable con su madre. Podía decir lo mismo de ella: la Alfa, a pesar de su carácter duro y frío, llegó a encariñarse con TaeHyun.
— Es un buen chico — le dijo, enferma en la cama, semanas antes de morir por un infarto —, se nota que le falta cariño y amor. Ojalá tuviera más tiempo...
— Mamá...
— Lo habría preparado correctamente para ti — suspiró, cerrando sus ojos para dormir —, es el Omega ideal para ti, mi amor. Pareces brillar cuando estás a su lado... — otro nuevo suspiro. — Si lo quieres, hazlo tuyo, BeomGyu.
— ¿No te importa que sea un Omega macho? — preguntó con suavidad.
Una risa débil y ligera.
— Eres el líder de Heuglyon — dijo la mujer —, nadie podrá decirte nada si no quiere terminar con una bala en la cabeza.
Eso lo hizo reír también y le besó los dedos con ternura.
BeomGyu recordaba bien que TaeHyun lloró en el funeral de la mujer. Tal vez ese fue el primer golpe duro que le hizo darse cuenta de las palabras de su madre: la falta de cariño y amor en el Omega. La forma en que sollozó, en silencio y mordiendo su labio inferior, como si hubiera perdido a su propia madre, y BeomGyu pensó que TaeHyun jamás conoció el amor materno ni paterno. Los Omegas machos no conocían ese tipo de amor, y podía estar seguro de que la mayoría de ellos, ningún tipo de amor que no fuera el de tipo sexual.
De ahí en adelante, solo comenzó a caer más y más por TaeHyun. La idea de hacerlo su Omega, marcarlo, casarse con él, hacerlo la madre de sus cachorros, solo fue cobrando más y más fuerza en él, hasta que se lo propuso. Se lo pidió.
La negativa no fue una sorpresa. BeomGyu sabía lo herido que estaba TaeHyun, ¿cómo no? Él siempre se daba cuenta de cómo las personas lo miraban, no solo a él, sino también al resto de Omegas machos. Las trabas que les ponían para conseguir cualquier cosa, desde un trabajo decente, hasta poder entrar a algún restaurante. Estaban esas tontas políticas de segregación, empujadas por la religión, donde los Omegas machos eran el chivo expiatorio de la sociedad coreana y a nadie le interesaba cambiarlo. Eran el grupo minoritario perfecto en el que descargarse cuando las cosas iban mal, el grupo al que acusar de los pecados, el grupo al que cargarle todos los males del mundo.
La mente de TaeHyun no podía concebir que un Alfa lo amara. BeomGyu lo sabía.
— ¡BeomGyu!
Se sobresaltó cuando agua le salpicó y ante el nuevo grito. Parpadeó y miró a TaeHyun, que le observaba con el ceño fruncido y los labios haciendo un puchero.
— ¡Te llevo hablando por más de cinco minutos y me miras... así!
— ¿Así cómo? — preguntó BeomGyu, dejando la botella de cerveza en la mesita y poniéndose de pie.
— ¡Como un cordero degollado!
— Estaba pensando en algo — se desató la camisa. — ¿Sabes lo que acabas de hacer, TaeHyun?
— Gritarte — el Omega seguía mirándole así, enfadado —, y mojarte, ¡te lo mereces! Viejo descarado...
El insulto solo le hizo sonreír y fue cuando TaeHyun se dio cuenta de lo que estaba haciendo. El Omega pegó un grito de sorpresa y felicidad.
— ¿Quieres que este viejo descarado se bañe contigo, precioso?
— ¡Claro! — TaeHyun sonrió con alegría.
BeomGyu solo rodó los ojos, quitándose los pantalones y yendo a las escaleras de la piscina en ropa interior. Sintió los ojos de TaeHyun en su espalda y BeomGyu sabía lo que estaba viendo: el tatuaje de dos dragones peleando, de color negro, aunque trazados en rojo. La primera vez que TaeHyun se lo vio, supo que pertenecía a una kkangpae, pero no pudo adivinar que él era el líder.
— Pero es para bañarnos — reclamó TaeHyun al notar el bulto en su ropa interior —, para nada más.
— ¿Nada más? — reflexionó BeomGyu, nadando hacia él y agarrándolo de la cintura. — ¿Mi hermoso niño no quiere nada más?
TaeHyun se rio y abrió las piernas, y BeomGyu solo lo besó con profundidad, pensando en que, a pesar de las negativas recibidas, él seguiría insistiendo.
Él insistiría hasta que TaeHyun se diera cuenta de que su corazón le pertenecía a él y nadie más.
¡Gracias por leer!
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