Capítulo 11
Dante aceptó la propuesta de Mad y fueron a buscar algún local de comida en el centro comercial, aprovechando de explorar las tiendas y deteniéndose en una de porcelana, en donde lo más destacado eran las repisas llenas de finas figuras en miniatura.
—¿Puedes creer que esa sola figurita vale casi lo mismo que un videojuego? —comentó Dan, casi riendo, sin quitarle la vista a la vitrina.
—Voy a preguntar cuánto sale la más barata. —Rio.
Mad entró a la tienda y se dio una vuelta por ella. Había una señora comprando y otra revisando las repisas. No pudo evitar imaginar lo que pasaría con un sismo en ese lugar, además de otros escenarios lamentables. En el mejor de ellos, pasaba a llevar una de las figuritas, rompiéndola en miles de pedazos.
—¿Busca algo? —le preguntó el vendedor, que se había acercado a ella mientras observaba, absorta en su imaginación.
—¿Yo? Eh...
—¿Un regalo?
—Eh... yo... yo...
Se dio media vuelta y salió rápidamente, asustando al vendedor, quien pensó que quizás la adolescente se había robado algo. Fue al mostrador y presionó el botón de emergencia, para casos de asalto. Debido a la alarma, Mad se sintió intimidada y comenzó a entrar en pánico, pues no entendía lo que pasaba. Avanzó nerviosa, aumentando el paso, seguida por Dan, a quien ni siquiera le había dicho algo.
El vendedor le dio una descripción breve de Maddie a un guardia. De todos modos, con decir que se trataba de una chica de cabello naranja y rosado, ya se podía identificar.
Maddie no avanzó mucho, solo se movía de un lado a otro, casi en círculos. El pánico la mantenía bloqueada, con la sensación de que le faltaba el aire y que estaba atrapada. Hacía bastante que no le daba un ataque de pánico, pero la situación se lo había detonado.
Al sentir la mano del guardia de seguridad sobre su hombro, se agachó, con las manos cubriendo su cabeza y gritó. La tierra tembló, las luces parpadearon y algunas vitrinas se rompieron, sin dejar de lado que varias cosas se cayeron. Por la extraña y espeluznante situación, casi nadie alcanzó a notar los destellos naranjas que la rodeaban y, los que lo vieron, no pudieron creerlo, pensaron que solo había sido su imaginación.
Su respiración se fue normalizando, conforme el sismo fue bajando su intensidad y se reincorporó, junto con el cese de este. Dan se acercó a ella y la tomó por los hombros, con una evidente preocupación en su rostro, algo muy raro para un hombre tan inexpresivo.
—¿Estás bien? —Atinó a decir él.
La chica solo asintió. El guardia estaba tan sorprendido y atemorizado por la coincidencia de la reacción de la adolescente con el comienzo del sismo, que solo atinó a retroceder. Como un creyente, no pudo evitar pensar en la ocurrencia de un hecho paranormal.
El vendedor, por su parte, gritaba dentro de la tienda por sus finas figuras, jarrones y algunos platos, reducidos a miles de trozos de porcelana. Sin duda, había perdido demasiado por ello.
Por la conmoción del momento, todos olvidaron sus preocupaciones previas al sismo. Estaban pendientes de sus seres queridos, de saber lo que había pasado y de sus propias cosas. Nadie notó cuando la chica se fue rápidamente con Dante, quien seguía conmocionado por la situación.
—Yo...
—Me alegro de no haber entrado al cine —la interrumpió él.
—Sí...
Su mirada melancólica se dirigió al suelo. ¿Había sido realmente una coincidencia o era su culpa? Nunca había sentido un sismo, o al menos no que ella recuerde. ¿Sería la falla? ¿Sería algo de la ciencia? No comprendía lo que había pasado, solo sabía que la había favorecido en su peor momento. Se había sentido tan atemorizada y abrumada... ¿era posible que ella lo causara?
—Tengo ataques de pánico —confesó finalmente—. Hace mucho que no tenía uno... o sea, el otro día casi me pasa, pero logré calmarme.
—¿Por eso actuabas como una loca?
—No me gusta esa definición, pero sí, básicamente. —Fingió una sonrisa.
—Lo siento, no me refería a que eso...
—Descuida, solo no vuelvas a decirlo.
Se quedaron caminando en silencio, sin saber hacia dónde iban o qué debían hacer. No habían ordenado una evacuación del edificio, pero sí habían parado las escaleras mecánicas y los ascensores se habían detenido debido a la falla eléctrica que hubo. Por suerte, nadie se encontraba en los ascensores, pero los guardias de cada piso rápidamente colocaron letreros para evitar que alguien tomara uno.
—¿Todavía tienes hambre? —le preguntó Dante, sin dejar de deambular junto a ella por el lado opuesto a la tienda de porcelanas.
—No mucho, pero no me negaría a una pizza.
—Subamos por las escaleras de emergencia y veamos si siguen funcionando los locales de comida.
Maddie le sonrió.
—Amo esa idea.
Fueron corriendo hasta el último piso, como si se tratara de un juego, por lo que, llegaron agotados a los locales de comida. Muchos habían apagado sus cocinas durante el sismo y, al ver que no había réplicas, volvieron a encenderlas, pues la hora del almuerzo ya había comenzado y nadie quería perder clientela en un día tan bueno de ventas como un catorce de febrero, especialmente si era domingo.
Hicieron una fila, detrás de cuatro parejas, una de ellas con niños, y esperaron en silencio a su turno, hasta que uno de los niños volteó y no le quitó los ojos de encima a Maddie. Ella le hizo muecas al pequeño de cuatro años, provocando que riera, en lugar de asustarlo para que dejara de verla. Dante se dio cuenta y se quedó mirando a Maddie.
—¿Qué fue eso? —le preguntó, después de que la familia se desplazara para esperar su pedido.
—¿Qué cosa?
—Esas muecas. No sabía que te agradaban los niños.
—Estaba tratando de asustarlo, pero el pendejo no cooperó y se rio. No sé por qué, pero los niños pequeños tienden a acercarse a mí o a quedarse mirando, ¿acaso luzco como sus mamás?
—Con ese pelo, yo creo que pareces más una caricatura —bromeó y ambos rieron.
Cuando por fin les tocó su turno, Dan le insistió en que fuera ella quien escogiera los ingredientes de la pizza, aunque objetó algunos, confundiendo a Mad con su actuar, pues parecía ser cortés con ella, pero también le costaba parecer relajado saliendo de su forma de confort. ¿Por qué hacía eso si en realidad le molestaba? No lo entendía.
—Me ofrecieron ser parte de una banda —dijo Mad mientras comía—, pero no estoy segura. Siento que me voy a petrificar si me paro frente a todos en un escenario.
—Pero ya lo conseguiste, ¿no? Pudiste actuar a la perfección frente a todos.
—Sí, pero era distinto. ¿Recuerdas el espectáculo de talentos de hace un par de años?
—Sí... No. No lo vi.
—Me incomodaron mientras me presentaba. Desde entonces, no toco un instrumento ni canto frente a otros desde entonces.
—Oh... suena terrible.
—Por eso me da miedo unirme a la banda. Es estúpido, porque de haber sido aceptada en Juilliard, tendría que acostumbrarme a la idea, de hecho, ya hubiera dado mi audición.
—Quizás no deberías. Si te incomoda tanto pararte en un escenario, no creo que debas seguir intentando quedar. Deberías buscar algo en lo que sí te sientas cómoda.
—O puedo esforzarme para sentirme bien, tal y como lo hice con la obra.
—¿Entonces?
—¡No lo sé! Quiero, pero me asusta. De verdad me asusta.
Siguieron comiendo en silencio. A ninguno le molestaba esa situación por lo general, pero Mad se sentía incómoda por lo que le había dicho Dante. Ella esperaba un poco más de apoyo y comprensión de su parte, pero solo alimentó su ansiedad e inseguridades.
Michael se sentó en el sofá junto a sus primos, quienes habían empezado a comer antes que él. Pidieron por teléfono hamburguesas, pues ocuparon su tiempo en empacar y dejar todo listo para irse en la tarde. El mayor de los tres sacó su hamburguesa de la bolsa, junto a la porción pequeña de papas fritas que le correspondía.
—Quiero que salgamos a andar en bicicleta antes de irnos —pidió Joe.
—No sé si alcancemos —le contestó Chris—. Debo volver a trabajar el miércoles y preferiría partir en una hora de acá.
—¡Por favor! Son solo dos días de viaje.
—Sin dormir. Te recuerdo que yo soy quien conduce.
—Cualquiera de nosotros puede hacerlo.
—No confío en la capacidad mental de los gemelos o su estabilidad emocional. Y en cuanto a ti, no sabía que podías volver a conducir.
—¡Claro que puedo!
—¿Dónde está tu licencia?
—No necesito una.
—Y por eso yo soy quien conduce.
Chris le dio un mordisco a su hamburguesa luego de concluir su punto.
—Como sea —dijo Michael—, necesito que me dejen desocupado el departamento en un par de horas. En media hora tengo que ir a buscar a Kathy al aeropuerto y la convencí de pasar primero acá, para almorzar juntos y tener un San Valentín previo a la boda.
—¿No debería pasar primero a ver si su hermana está bien?
—Tranquilo, hablan constantemente. Kat me contó antes de subir al avión que Mad le avisó ayer que pasaría la tarde con sus amigos. Mencionó varias veces a un chico que Kat no conocía, no sé exactamente por qué.
Joe se quedó mirándolo con la boca ligeramente abierta, sin saber qué decir. Sintió como si le hubieran tirado un balde de agua fría con hielo, en pleno invierno de Nueva York. ¿Qué era eso que sentía? ¿Por qué se sintió repentinamente incómodo y con la necesidad de saber quién era ese chico?
—¿Te sientes bien? —Chris lo observaba con preocupación.
Joe sonrió y alzó las cejas.
—Claro que sí, ¿por qué lo preguntas? —frunció el ceño.
—De repente palideciste.
—Ay, por favor... ni siquiera sé lo que significa eso.
—Olvídalo. Ya eres tú otra vez.
Llegaron al frente de la fila para el cine, sin saber todavía qué ver. Seguían mirando la lista de películas, mientras la chica que atendía esperaba, con los labios fruncidos, pues el cine se encontraba lleno en ese momento.
—¿Cuál película te interesa? —le preguntó Mad, sin quitarle la vista a la cartelera.
—No lo sé... elige tú.
—¿Puedo sugerirles una? —La chica que vendía entradas ya empezaba a incomodarse.
Los chicos asintieron.
—The Choice es la favorita para ver en San Valentín, es ideal para las parejas.
Se sonrojaron.
—Ouh... eh...
—Nosotros...
—¿Tiene entradas para Kung Fu Panda 3? —preguntó Mad, sorprendiendo a la vendedora.
—Sí, claro.
—Dos entradas, por favor —habló rápido. Quería salir lo antes posible de esa situación.
—¿Quieren un combo del día de los enamorados? Es una porción grande de palomitas con dos bebidas, a mitad de...
—Sí, sí, como sea. No somos pareja y esta no es una cita de San Valentín, pero dame las bebidas, por favor.
La chica comprendió y le pasó las entradas, junto con un vale para el retiro de la promoción. Dante pagó, sorprendiendo a Mad.
—¿Cuánto te debo? —Ella no podía calcular rápidamente.
—Nada, considéralo un regalo.
—Técnicamente, yo debería darte un regalo.
—¿Cuánto falta para la película?
—Ouh... como unos diez minutos.
—Vamos por la comida y luego entramos a la sala.
Se acercaron al mostrador y pidieron la promoción.
—¿Por qué elegiste esa película?
—Fue la única que se me ocurrió. Me encanta Kung Fu Panda y pensé que sonaría tonto si lo sugería antes. Claramente era la única opción buena.
Durante la película, ninguno emitió un comentario. Había muchos niños y adolescentes como ellos en la sala y todos reían constantemente, pero a ratos el silencio inundaba el lugar, por las escenas emotivas. Mad no pudo evitar llorar un par de veces, así como reía bastante fuerte después. Dan volteaba constantemente a verla. Le parecía tan buena, linda y agradable, que ni siquiera podía concentrarse en la pantalla. Solo podía pensar en ella.
—No puedo creer que sea la última entrega —dijo Mad a la salida del cine—. Fue tan... todas son magníficas. Siento que últimamente están terminando con mi infancia —bromeó—. Quiero decir, están sacando continuaciones de cosas infantiles que amo, anunciando los finales de series y sagas de películas que son lo que me queda de cuando era niña o de cuando estaba dejando de serlo. ¿Sabías que en unos meses se estrena la secuela y final de "Alicia en el País de las Maravillas"? Se va a llamar "Alicia a través del espejo" y estoy muy emocionada por verla, ¡pero no quiero cerrar ese ciclo!
—¡Cálmate!
—¡Estoy calmada!
—¡Estás diciendo como mil palabras por minuto!
—Eso es técnicamente imposible. Ni siquiera Eminem habla tan rápido.
—Solo era una forma de decir. —Suspiró.
—Cierto, perdón. Creo que me bloqueé por un momento. —Rio—. Perdón, otra vez.
—Descuida.
Ya era cerca de las cuatro de la tarde y Maddie no estaba segura de lo que debía hacer. Siguiendo el plan de Mary, debían dirigirse a la parada del autobús, para ir a la casa de Dante, pero ella no tenía idea de cómo plantear la idea, ni sabía en dónde vivía.
—Mary me acaba de enviar un mensaje. —Dante la sacó de sus pensamientos.
—¿Qué dice?
—Se disculpa por no haber llegado temprano. Dice que estará en el centro del parque a las cuatro.
—Oh... ya veo.
—Realmente les falló el plan para mi cumpleaños, ¿no?
—Depende, ¿logré que te divirtieras o has odiado todo?
—Sinceramente... creo que es el mejor día de mi vida.
Maddie se sonrojó. Muy pocas veces alguien le había dicho que había pasado con ella el mejor día de su vida y todas esas veces había sido algún exnovio.
—Ha sido un día muy loco y extraño, pero se sintió bien contigo. Me gusta pasar tiempo juntos.
Ella sonrió.
—Yo también me divertí mucho.
—Entonces... ¿vamos al parque a esperar a Mary?
—Sí.
—Así que... preferiste andar en bicicleta por el parque, algo que perfectamente puedes hacer en Nueva York, en lugar de llamar a la chica que te gusta para pasar las horas que te quedan con ella, algo que no puedes hacer en Nueva York. —Matt lo observaba con el ceño fruncido.
—Ella no me gusta —se excusó Joe y exhaló el humo de su cigarrillo—. Es maravillosa, eso no lo puedo negar, también es muy linda y...
—Te gusta.
—Cállate.
A petición de Joe, los cuatro fueron al parque. Se encontraban en la zona para skaters y riders, en donde muchos chicos hacían trucos. Durante sus tres meses en San Diego, ese lugar había sido su favorito, aunque no evitaba que paseara por el parque lo más rápido que podía, para entrenar y así mantener su nivel de competencia. Gracias a eso se había encontrado con Maddie, a eso y a la peculiar suerte de la chica.
Luego de parar un rato, se encontraba en ese momento conversando con Matt, mientras fumaba. Por más que quería contarle todo sobre Maddie y su situación actual con ella, sabía que no debía, ni siquiera le había dicho que se besaron.
—¿Por qué lo niegas? Tú mismo me dijiste el otro día que era difícil mantenerte en control cuando estabas junto a ella. Que solo querías protegerla y así.
—¿Y eso es sinónimo de que me gusta?
—Para una persona normal, no, pero para alguien como tú... ¡claro que sí!
—Exageras.
Un adolescente, de unos quince años recién cumplidos, se le acercó corriendo a Joe, con su bicicleta al costado y su celular en su otra mano. Estaba emocionado. Joe, al verlo, tiró el cigarrillo al suelo de cemento y lo pisó para apagarlo.
—¿Puedo sacarme una foto contigo? —preguntó el chico.
—Eh... sí. —Sonrió con arrogancia, pero extrañado todavía.
—¿Les saco la foto? —Se ofreció Matt.
—No es necesario, es una selfie. —El chico mostró la pantalla de su celular.
Posaron juntos. Joe sonreía y mostraba el dedo pulgar de su mano y el meñique levantados. El chico solo lucía una sonrisa tonta.
—¿Cómo te llamas?
—Ethan.
—Genial. Ethan, si la subes a Instagram, etiquétame.
—¡Lo haré! ¿Puedo pedir otro favor?
—Sí, claro. Bueno, depende del favor que pidas. —Rio.
—¿Podemos hacer una carrera contigo? —preguntó, mientras se acercaban otros chicos.
—¡Claro! ¿Apostamos?
Los adolescentes se miraron entre sí. Revisaron sus bolsillos y sus mochilas, sacando billetes. Matt se sacó su jockey y dejaron el dinero ahí, para quien ganara. Era evidente que Joe ganaría, pero cada chico se ilusionaba con la idea de ganarle.
Algo que Joe no le había contado a Mad, era que él había ganado los últimos dos campeonatos de descenso en Mountain Bike, a nivel nacional. De ahí que se estaba volviendo un referente para los chicos que amaban el ciclismo en general, pues querían llegar a ser como él. Como era el campeón de un deporte que todavía no ganaba gran popularidad como el baloncesto, solo causaba sensación entre las personas del rubro, de ahí que no fuera realmente famoso, pero sí contaba con miles de seguidores en redes sociales y causaba cierto interés en empresas deportivas, razón por la cual había firmado recientemente un contrato con un auspiciador de ropa y había aprovechado su viaje a Malibú para una sesión de fotos de una revista deportiva, en asociación con su nuevo auspiciante, alargando su estadía en el balneario.
Dieron tres vueltas completas alrededor del parque, hasta volver a la zona de patinaje, ganando con creces Joe. Los espero apoyado en su bicicleta y uno a uno fue llegando cada chico. Mientras tanto, el joven aprovechó de recuperar el aliento y de tomar agua de su botella metálica, agotando en segundos lo que le quedaba de agua.
—Deberías dejar el cigarrillo, tarde o temprano te va a cobrar la cuenta —lo reprendió Chris.
—Estoy bien.
—Debes tomarte más en serio tu salud si quieres seguir dedicándote al deporte.
—Muchos deportistas tienen hábitos peores para su salud. Estoy bien.
Los chicos se le acercaron de nuevo y se sacaron una selfie en conjunto. Algunos estaban más emocionados que otros por haber competido, pero todos estaban felices de haberlo conocido al menos y tener una foto con él, para luego marcharse en sus bicicletas. Joe se volteó a ver a Matt, esperando para dividir el dinero entre los dos.
—¿En serio le cobraste a un montón de adolescentes por ganarles? —lo cuestionó Chris.
—Corrección: apostamos y yo gané la apuesta.
—Sabías que ganarías, por favor.
—Obvio que sabía, soy yo. Primero tienen que entrenar bastante si me quieren ganar... y huir de algunos perros o de policías, ese siempre es un buen motivador.
Sus amigos rieron, pero Chris lo miró decepcionado.
—Bien, nos vamos.
—¡Es temprano! —exclamó Spencer.
—Mira, si quieres, puedes quedarte con tu papá en San Diego, pero yo me llevo a Joe ahora.
—Siento que estoy reviviendo el divorcio de mis padres. —Soltó Matt.
—Chicos, por favor, no peleen —pidió Joe—, ya saben que Matt llora cada vez que lo hacen.
Matt le tiró un manotazo al estómago.
—¡Ya, perdón! Sí sabes que te quiero, ¿no?
—¿Más que a Maddie? —lo molestó.
—Para con eso.
—¿Cómo que "más que a Maddie"? —preguntó molesto Spencer y se fue en contra de Joe.
—¡Eh! ¡Tranquilo! —exclamó Joe y lo alejó con un ligero empujón con sus manos—. Tú eres la última persona con la que hablaría sobre ella.
—¿O sea que sí hay algo?
—¡No! ¡Y tampoco es asunto tuyo! Yo ya te advertí que por su propio bien emocional no te acercaras a ella.
—Dices eso solo porque quieres salir con ella.
—¡Que no! ¡Ugh! ¡Te encanta joder!
—Obvio.
—Contigo no se puede hablar.
—Yo tenía algo especial con ella, ¿entiendes? Estábamos realmente enamorados...
—Y por eso le rompiste el corazón. Que bonita historia de amor, digna de un cuento para niños. ¿Cómo le podemos poner? ¿La Bella y la Bestia?
—¡Ya paren los dos! —les gritó Chris y se interpuso—. Parecen un par de niños.
—Ni de niños peleaban tanto —señaló Matt.
—Me quedo en California, con mi papá —sentenció Spencer—. No tendré que irme con ustedes y encima tendré tiempo para reconquistar a Mad.
Joe bufó y se alejó caminando, llevando su mochila en el hombro y dejando su bicicleta tirada. Le envió un mensaje a ella, pues quería verla. Quizás Matt tenía razón y debía pasar lo que le quedaba en California junto a Maddie, de todos modos, no podía de verdad negar que le gustaba, aunque parecía ser ese el problema: ¿cómo debía proseguir? Rara vez se planteaba eso, solo sabía que quería verla.
Ella no le respondió los mensajes, ni siquiera los vio. Pensó en que quizás estaba estudiando o leyendo, por lo que, sería el momento ideal para molestarla un poco y la llamó, sin dejar de caminar hacia la parada de autobús, para ir a la casa de ella, olvidando lo que le había dicho Michael sobre que iba a salir con unos amigos.
Paró en seco en cuanto reconoció un peinado de color naranja y rosado. Mad estaba sentada junto a Dan, esperando a que llegara Mary y quizás los demás chicos. Como estaba bajo la pérgola al centro del parque, él no la había visto mientras daba vueltas en su bicicleta. Su expresión alegre y triunfante cambió por una seria y molesta en cuanto la vio junto a él. Ahí recordó lo que dijo Michael, sobre que saldría con unos amigos y que le había mencionado varias veces un chico a Kat. Mordió el interior de su labio con molestia y se devolvió, creyendo que ella estaba en una cita con ese chico. Después de todo, era San Valentín y estaba en el parque sola con él, cualquiera hubiera pensado que se trataba de una cita.
Cuando se estaba yendo, Maddie sacó su celular para llamar a Mary y notó las notificaciones. Como tenía en silencio el aparato, ni siquiera supo que la llamó. Sin embargo, lo primero que notó no fueron los mensajes de Joe y la llamada perdida, era una inusual notificación de Facebook (que rara vez usaba): Spencer la había etiquetado en un video, hacía solo unos segundos. Ella lo abrió, para ver de qué se trataba y se topó con que la descripción decía "así estábamos hace un año, ¿lo recuerdas? Te extraño, jamás dejaré de amarte". Antes de verlo, se alejó de Dan.
El video los había iniciado ella, grabando a Spencer desde el celular de él, mientras tocaba en su guitarra la canción 21 Guns de Green Day. Maddie se había emocionado en el video, por lo que, él tomó el celular y grabó su reacción.
"¿Qué te pareció?".
"Fue hermoso... no esperaba que hicieras esto. Es el mejor regalo que podrías darme".
"Por ti, haría esto y más, porque te amo".
"Yo también te amo". Ella realmente se había enamorado.
"¿Puedo hacerte una pregunta muy rara? Aunque es del tipo de pregunta que amas". Ella rio y asintió. "Si el mundo se acabara ahora, ¿morirías feliz?".
—Sí —murmuró, al mismo tiempo que respondía en el video, pues recordó cada segundo.
"Sí, porque tú me haces feliz".
Una lágrima salió inadvertida y se deslizó por su mejilla.
—¿Y tú? —susurró, casi inaudible, al mismo tiempo que lo decía en el video.
"No creo que sea necesario que yo responda". Sonrió, de la forma más malditamente perfecta. Era su sonrisa, simplemente era maravillosa. Ni siquiera se veía el rostro de él en ese momento, pero ella podía recordar cada detalle, no era necesario verlo.
En el video, ella se tiraba sobre él, dejándolo de espaldas a la cama. Logró quitarle el celular y grabó su cara, sentada sobre el torso de él.
"Si alguien nos viera, podría meterme en muchos problemas". Rio.
"No me importa, solo quiero que respondas: si el mundo acabara ahora, ¿morirías feliz?"
"Por supuesto que sí, estoy contigo. Este momento es perfecto, quisiera que durara para siempre. Sé que es imposible, por lo mismo, quiero que me prometas que estarás junto a mí hasta que me muera".
"¿Quieres que estemos por siempre juntos?"
"Por siempre. Es nuestra promesa".
Se aproximó a su rostro y la grabación concluyó.
Mad se quedó mirando a la pantalla por unos segundos, sin saber qué hacer. Su rostro estaba empapado y tenía la boca entreabierta. Accidentalmente, no pudo evitar ver algunos comentarios: "esto es tan lindo", "eran una gran pareja" y "quisiera ser esa chica y tener a alguien como tú".
"No... realmente no quieres", pensó. Claro, Spencer era un chico maravilloso, tenía todo para ser el protagonista de una película de amor o un príncipe de Disney, pero sus errores eran imperdonables. Era tan perfecto, que sus únicas imperfecciones radicaban en sus acciones. Parecía una total contradicción, pero era la realidad. Se sintió tan frustrada e hizo algo que tuvo que haber hecho mucho antes, para evitar a Spencer a toda costa: lo bloqueó. Era lo único que podía hacer.
Mary apareció en ese momento y habló primero con Maddie, pues notó cómo estaba en cuanto se acercó a la pérgola.
—Oye, ¿qué te pasa? —le preguntó la rubia, conmocionada.
—Spens subió un video... un video de cuando estábamos juntos... y todo estaba tan bien.
—¿Estás llorando otra vez por su culpa?
—Yo... no lo sé... ¿sí lo estoy haciendo?
—Ay, Mad... por favor, dime que no es porque quisieras estar con él.
—¿Qué? No... o sea, extraño cómo me hacía sentir. Extraño cada palabra, cada momento juntos... me sentía tan feliz. Él me hacía muy feliz.
—Mad, no es así. Él...
—Fue un desgraciado, sí. Eso no quita que quisiera sentirme así alguna otra vez. Quisiera poder volver a sentirme así de feliz y esperanzada por una relación. Quisiera poder regresar en el tiempo, no para estar con él, sino para poder sentirme así. Quisiera poder volver a creer en el amor, pero sé que voy a sufrir, que volveré a estar como ahora... ¡y no quiero seguir sintiéndome así! ¡No quiero volver a estar como ahora!
Mary la miró con ternura y la abrazó. No podía comprenderla, no podía decirle que se sentía igual, porque eso sería mentirle, pero sí podía darle un abrazo y a veces eso es todo lo que se necesita.
—Quiero irme a mi casa —murmuró entre sollozos Mad.
—¿No quieres ir a divertirte con nosotros?
—No... yo... Bueno, quiero estar sola. Creo que necesito estarlo.
Mary se apartó y la vio a los ojos. Ambas fruncieron el ceño con cariño, hacían eso cada vez que no querían alejarse, pero sabían que debían hacerlo. Se abrazaron de nuevo y Maddie se fue. Mary saludó a Dan y le dijo que Mad se sentía enferma, por lo que, se había ido a su casa. No tenía por qué explicarle la verdad.
Mad se fue caminando hasta la parada del autobús. En el camino se topó con Benny, el amigo de Dan, quien la observó rápido y continuó su camino.
Una vez en su casa, se encerró en su habitación y lloró por un largo rato sobre su cama, hasta que recordó las cosas que había escrito en su libreta. La buscó y escribió:
Tantas palabras bonitas, tantas frases de amor dichas. Tantas promesas rotas...
Ni siquiera sabía cómo o en donde iría, solo lo había pensado. Sonaba tan triste y melancólico, pero quería golpear en la cara a Spencer en ese momento. Nunca había golpeado en la cara a una persona, pero pensó en que se sentiría realmente bien hacerlo y lo escribió. Tenía demasiados pensamientos y ni siquiera sabía para qué servirían o cómo unirlos para darle una utilidad, solo necesitaba desahogarse.
Golpeó las teclas de su teclado eléctrico varias veces. Nunca lo hacía, pero quería conocer esa sensación. Quería destruir todo, pero no lo hizo, solo traspasó su dolor a la escritura y a su música.
Kathy entró a la casa y escuchó todo el ruido que metía su hermana. Subió rápidamente y se topó con Maddie llorando mientras tocaba el instrumento de manera violenta. Se acercó, acarició su cabeza y la adolescente paró al sentir su tacto.
—¿Qué pasó?
Mad solo la miró y le sonrió. Kathy le sonrió poco convencida y se le ocurrió armar un panorama de hermanas. La llevó hasta la sala de estar, preparó guacamole, llevó snacks y puso un DVD que tenía de Mamma Mia. Cantaron cada canción con entusiasmo y se emocionaron con cada escena, pues era la película perfecta para la ocasión y, como siempre, su canción favorita fue Dancing Queen.
Ok, ¿qué les pareció?
He estado tratando de recuperar las cosas anteriores de la historia, quizás combinando o solo reversionando.
No metí mucha magia ahora, pero créanme: pronto vendrán cosas peores (?)
Espero que se sorprendieran por lo del sismo. No tuve muchas posibilidades de ahondar en ello por la trama. Solo para resolver dudas: fue un movimiento brusco que se sintió en ese lugar nada más, fue muy ligero alrededor (y lo raro es eso).
En fin, espero que les gustara esta mezcla de cosas. Yo iré ahora a hacer más cosas de la universidad (o a escribir/reescribir el capítulo 12).
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