Room 54
[ N a m j o o n ]
Prefería mil veces estar afuera arriesgandome a recibir otros tres disparos que aguantar el aburrimiento de estar aquí dentro. Me preguntaba si en esta jodida cárcel estaban Jimin y Hoseok, pero estando así dependía completamente de Min Yoon Gi. Me pregunto por qué no ha enviado a alguien ya a buscarme, ¿me abandonaron? Lo dudo. Quizá están teniendo dificultades.
Jin no había venido a hacerme cuestionamientos el día de hoy y últimamente me acostumbre a hacerle bromas pesadas, como meterle restos de los asquerosos sandwiches en su bonita y pulcra bata o tomar sus bolígrafos, regarles la tinta y ponerlas encima de sus expedientes, era gracioso verlo enojado.
En fin, estaba tratando de guardar toda mi compustura o realmente iba a volverme loco, las horas pasaban y de repente aparecieron dos hombres en la puerta de mi celda, ambos muy elegantes con esos trajes negros, bien peinados y perfumados, portando esas máquinas que analizan hasta el último centímetro de tu ser.
—Oh por dios, son los hombres de negro, disculpen el desorden, no me dijeron que tendría visitas.
—Kim Namjoon, por fin caíste de una vez por todas. —Uno comenzó a avanzar directamente hacia mí y me percate de algo muy tarde. Traía un bate de béisbol consigo. —Ahora, vas a decirme donde está tu cuartel.
Joder Yoon Gi, ¿cuánto más vas a tardar?
Seok Jin
Por primera vez en mucho tiempo llegaba temprano, por fin podría desayunar algo en la cafetería, tomar aire fresco del jardín trasero y organizar mis reportes.
Mientras me dirigía al comedor por los pasillos me encontré con ese chico de seguridad, con la mirada perdida en una vieja foto de la ciudad que se encontraba en la pared, antes de que pasara todo este desastre. En ese momento sentí unas pequeñas punzadas en el cuerpo, una lagrima recorría la mejilla del joven sin que este se diera cuenta siquiera.
—Justin. —Su ojos se posaron de inmediato en mí y me miró con ese típico rostro suyo, apático, como si toda chispa de hace unos momentos se hubiese apagado.
Limpió los restos de lagrima de su cara y se marchó caminando rápido, entonces recordé, su expediente decía 1997, era apenas un niño.
Le reste atención a lo que acaba de ver y seguí mi camino con el estómago rugiendome a morir cuando nuevamente me distraje, pero esta vez no con niños melancólicos, sino con unos fuertes gritos que provenían de una celda. Me dirigí rápidamente allí pensando en que quizá alguien había logrado escapar pero no me percate de que celda era, sólo mis ojos se abrieron cuando vi a Namjoon escupiendo sangre mientras un hombre lo golpeaba.
—¡Ya quiénes creen que... —Son, son los altos mandos. Tragué grueso.
—Doctor...—Se detuvo a leer mi nombre en la credencial que colgaba de mi bata. —Seok Jin, ¿Es este su paciente?
—Sí.
—Disculpe el desorden, pero este tipo de aquí tiene mucho que decirnos.
—Les aseguro a que golpes lo que lograrán será que olvide. —Uno de ellos torció la boca y yo aproveche el momento para acercarme a Namjoon. —Lo que sea que necesiten de él, déjenme lo a mí señores, haré que que me diga todo de una forma u otra.
—Excelente, espero buenas noticias pronto si es que no quiere perder su empleo.
Los hombres se fueron dejando la puerta abierta detrás de ellos, me coloque unos guantes y toque el rostro de Namjoon, afortunadamente no había golpes en la cabeza o la cara.
—¿Dónde te golpearon?
—Sería más fácil decirte dónde no me golpearon. —Incluso con la boca chorreando sangre y el cuerpo temblando, sonreía. —Estoy bien.
—Vamos a mi consultorio, necesito revisarte bien, agarrate de mí.
—Voy a ensuciar tu bata.
—Las batas son gratis aquí.
Caminé a duras penas con el hombre sosteniéndose de mí, con mucha tos y quejidos, temía que le hubiesen roto las costillas y o algo peor, después de un buen rato revisándolo todo estaba bien, un poco más de fuerza y su tórax se abría roto con facilidad. Tomé mi botiquín y saqué lo necesario para hacerle curación en ese labio roto, pero necesitaba sutura para cerrar la herida así que tendía que ir al almacen por ellas, sin embargo, no podía dejarlo sólo así que en cuanto vi a alguien pasearse por ahí le llamé.
—¡Justin! ¿Puedes vigilarlo mientras regreso?
Los ojos del joven se abrieron totalmente y asentío con la cabeza, ¿se asustó? ¿Tenía miedo de quedarse solo con un preso? Le di una última mirada al consultorio y salí corriendo directo al almacén.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro